LA FRACTURA
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Blindado M-2 (Farnesio)
El M-2 fue un blindado de transporte de tropas multifunción diseñado para proteger a la infantería y sustituir a los viejos TOA acompañando a los Spinola. Aunque exteriormente era muy similar al ASCOD Pizarro, su construcción y equipos interiores diferían mucho del anterior. El blindaje estaba compuesto por una chapa de 20mm de acero RHA que protegía a la tripulación de armas ligeras y metralla. El motor era un Cursor 13 de 480 Cv, y la transmisión era hidromecánica AY-11, siendo la suspensión de barras de torsión y amortiguadores rotativos.
Estos blindados tuvieron un uso limitado en su país de construcción, España, donde únicamente equipo a una de las divisiones de reserva, sin embargo fueron ampliamente utilizados por algunos países aliados como Francia, y varios países iberoamericanos.
Su producción se inició en mayo de 1941, construyéndose en varias versiones que recibieron sus propios nombres en código, aunque serían conocidos como Farnesio por ser su versión más famosa.
M-2 Moncada; Versión de transporte, sin torre pero con puesto para una AMP o LG
M-2 Farnesio; Versión de combate con torre armada con un cañón SB-1 de 35 mm (copia del Oerlikon 35-90).
M-2 Canguro; Versión de municionamiento con cabina avanzada.
M-2 Dávila; Versión antiaérea con 2 cañones 35/90 y dirección de tiro Indra 3 con radar.
M-2 Paredes; Versión ATP con obús de 105mm
Usuarios:
España; 234 Moncada, 96 Farnesio, 30 Dávila, 80 Paredes, y 40 canguro.
Francia; 580 Moncada, 135 Farnesio, 30 Dávila, 240 Paredes y 135 Canguro.
Reino Unido; 280 Farnesio, 80 Dávila, 310 Paredes (con obús BL 4.5 inch), y 120 canguros.
Otros; Uruguay, Argentina, Colombia...
El M-2 fue un blindado de transporte de tropas multifunción diseñado para proteger a la infantería y sustituir a los viejos TOA acompañando a los Spinola. Aunque exteriormente era muy similar al ASCOD Pizarro, su construcción y equipos interiores diferían mucho del anterior. El blindaje estaba compuesto por una chapa de 20mm de acero RHA que protegía a la tripulación de armas ligeras y metralla. El motor era un Cursor 13 de 480 Cv, y la transmisión era hidromecánica AY-11, siendo la suspensión de barras de torsión y amortiguadores rotativos.
Estos blindados tuvieron un uso limitado en su país de construcción, España, donde únicamente equipo a una de las divisiones de reserva, sin embargo fueron ampliamente utilizados por algunos países aliados como Francia, y varios países iberoamericanos.
Su producción se inició en mayo de 1941, construyéndose en varias versiones que recibieron sus propios nombres en código, aunque serían conocidos como Farnesio por ser su versión más famosa.
M-2 Moncada; Versión de transporte, sin torre pero con puesto para una AMP o LG
M-2 Farnesio; Versión de combate con torre armada con un cañón SB-1 de 35 mm (copia del Oerlikon 35-90).
M-2 Canguro; Versión de municionamiento con cabina avanzada.
M-2 Dávila; Versión antiaérea con 2 cañones 35/90 y dirección de tiro Indra 3 con radar.
M-2 Paredes; Versión ATP con obús de 105mm
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Francia; 580 Moncada, 135 Farnesio, 30 Dávila, 240 Paredes y 135 Canguro.
Reino Unido; 280 Farnesio, 80 Dávila, 310 Paredes (con obús BL 4.5 inch), y 120 canguros.
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A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Nova Alfange
El Nova Alfange fue el primer reactor diseñado en España tras la Fractura sin responder a un requerimiento oficial. Aernnova era una de las principales compañías españolas del sector aeroespacial y por tanto se le encomendaron varios proyectos, entre los que destacaban el del caza de motor de émbolos Halcón —que había subcontratado a Alestis— y el desarrollo de dos aviones de combate, uno inspirado en el Súper Saeta, otro en el Alacrán. Sin embargo, los técnicos de Aernnova —que por entonces había acortado su nombre a Nova— tenían algunos reparos sobre dichos aparatos.
Por una parte, consideraban que partiendo de la estructura del Saeta el aparato que se consiguiese tendría un rendimiento limitado, aunque estuviese propulsado por el motor J85, mucho más potente que el Marboré original. Aunque las prestaciones del aparato serían superiores a las de los aviones de motor de pistones, serían poco mejores que las de los reactores de primera generación —como los alemanes He 280 y Me 262 o el inglés De Havilland Vampire, cuyos desarrollos habían sido acelerados— y serían inferiores a los de la segunda generación, como el Sabre, que se esperaban empezasen a salir de las factorías en cuatro o cinco años.
Por otra parte, el Alacrán tampoco agradaba a los ingenieros de Nova, que pensaban que su capacidad STOL —producto de una pasada guerra fría en la que se pensaba que las bases aéreas serían blanco de ataques nucleares— era su única cualidad, sobre todo porque facilitaba las operaciones embarcadas. Pero su relación peso potencia era pobre —algo peor que la del Sabre— y, nuevamente, sería inferior a los cazas a reacción del futuro.
Nova intentó que el Ministerio modificase sus requerimientos, sin éxito; a lo único que accedió fue a un rediseño del proyecto del Saeta en la línea de un proyecto de Hawker de la posguerra, el Sea Hawk. Mantendría el ala baja y el perfil del Saeta, y conservaría la toma de aire frontal. Iba a estar propulsado por dos reactores ITP J3, que era una versión sin postquemador del reactor J1, a su vez desarrollo del General Electric J85. Las toberas estarían, como en el Sea Hawk y en el Saeta, en la parte posterior de las raíces alares. La modificación del centro de gravedad y el morro más estilizado darían al nuevo aparato, que fue llamado Gladio, prestaciones muy superiores, casi transónicas, aunque la planta alar hacía peligroso operar a dichas velocidades, por lo que se instalarían frenos aerodinámicos que se desplegarían automáticamente a Mach 0,95. Se esperaba construir varias versiones del aparato, que se emplearía como cazabombardero terrestre, caza embarcado, y avión de entrenamiento que suplementaría al C-101. Como la estructura del Gladio sería convencional, muy poco diferente a la de un avión de hélice, se podría construir bajo licencia en otros países; esas versiones no irían propulsadas por el avanzado J3, sino por el J5, una versión del antiguo motor J35.
Con estos cambios, el derivado del Súper Saeta, el Gladio, resultaría mucho más competitivo; pero los ingenieros de Nova estaban mucho menos convencidos del futuro del Alacrán. Obligados por el Ministerio prosiguieron con su desarrollo sin apenas cambios respecto al primitivo proyecto de Hispano, pero destinando los mínimos recursos posibles, pues creían que el aparato, finalmente, no se produciría en serie. Como alternativa, Nova decidió embarcarse en una aventura muy arriesgada: el desarrollo de un cazabombardero naval. Tanto el Tornado —la versión del Bearcat— como el Gladio tendrían una vigencia muy corta, de unos pocos años, pues serían superados por los reactores terrestres. Desarrollar un caza de altas prestaciones similar al F-18 estaba fuera de las posibilidades de Nova. Pero no lo estaba el de un avión de ataque naval subsónico, pero que tendría que ser superior al futuro —o pasado— Sabre.
La propuesta fue aceptada por el Ministerio, que incluso la financiaría con la condición que no interfiriese con el desarrollo del Gladio, y que se prosiguiesen los trabajos en el Alacrán. La empresa solicitó que se les permitiese estudiar uno de los F-18 que habían quedado fuera de servicio por falta de repuestos. De él se adoptaron soluciones como el tren de aterrizaje, el dispositivo de frenado y los sistemas hipersustentadores. Del F-5 se adoptó la instalación de los motores, que serían dos ITP J1. La toma de aire, frontal, derivaba del Sabre, pero rediseñada para aumentar su eficiencia con elevados ángulos de ataque. Un como permitía la instalación de una antena de radar de dimensiones reducidas. El ala tenía la misma planta que la del Mirage F-1 aunque con un perfil de mayor espesor. El fuselaje seguiría la regla del área para mejorar sus prestaciones transónicas. La estructura era de aluminio, acero en las zonas sometidas a mayor estrés térmico, y con elevada proporción de materiales compuestos.
El desarrollo del Alfange fue absorbiendo cada vez mayores recursos y supuso la casi paralización del Alacrán, con el visto bueno del Ministerio, que comprendió que el Alfange podría ser no solo un buen avión naval, sino también un cazabombardero terrestre y, en el futuro, un aparato para la exportación superior a los reactores de segunda generación. El primer prototipo hizo su primer vuelo el 14 de octubre de 1941, y superó la velocidad del sonido —en picado pues no tenía capacidad para hacerlo en vuelo horizontal— en su primer vuelo. Con el Alfange también se elevó —se disparó— el precio de las acciones de Nova.
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- tercioidiaquez
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-DICC JARAMA (División de caballería).
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-BRIC II CASTILLEJOS
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“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Tras la reelección del presidente Roosevelt para su tercer mandato las relaciones hispanonorteamericanas se estaban estrechando cada vez más. Ambas potencias coincidían en bastantes aspectos de su política exterior —como su hostilidad ante el expansionismo totalitarista y el desagrado ante los imperios coloniales. Iberoamérica, el que podría ser el principal punto de fricción, parecía que iba a ser un problema menor, porque la recién nacida Unión Iberoamericana parecía que iba a alinearse con la política exterior norteamericana.
No todo había sido un camino de rosas. Algunos magnates norteamericanos, que habían visto reducidos sus ingresos, no solo estaban haciendo campaña contra la UI, sino que habían intentado organizar un golpe de estado en Venezuela que sustituyese al general López Contreras por algún espadón que se plegase a sus intereses. Sin embargo, les había costado encontrar algún militar venezolano dispuesto a encabezar un movimiento contra el cada vez más popular presidente: no solo la llegada de armamento modernísimo había inclinado al Ejército hacia el nuevo rumbo político, sino el aumento de sus emolumentos —medida que fue tomada, al parecer, por consejo español; los mayores ingresos procedentes del petróleo lo permitieron— restó apoyos a las aventuras golpistas. Además los servicios de inteligencia, que estaban vigilando discretamente a algunos militares, detectaron a los enviados norteamericanos. El embajador español en Washington presentó una protesta ante el presidente Roosevelt. Este, que estaba muy agradecido por la contribución hispana a su campaña electoral, atendió a las demandas españolas, y más de un empresario tuvo una desagradable conversación con el FBI.
Solucionada la crisis de Venezuela sin que llegase a la prensa, las relaciones entre España y Estados Unidos entraron en una fase de colaboración. La ayuda tecnológica española permitió dar pasos de gigante en el desarrollo armamentístico norteamericano. Por ejemplo, la empresa automovilística Packard había adquirido la licencia de producción del motor de aviación León: una máquina inspirada en el Merlín británico, pero con un rendimiento 80% superior. Por consejo español, el prototipo del caza North American NA-73 había sido equipado con el nuevo motor, y el resultado había sido extraordinario: el nuevo caza superó las 400 millas por hora y resultó tener un alcance superior al P-38. Aunque el ejército norteamericano era renuente a adquirir un aparato desarrollado por solicitud extranjera y que llevaba un motor que no era nacional, tuvo que rendirse a los hechos. North American se vio inundada de pedidos: a los 920 de la RAF se sumaron 1.200 del USAAC y 800 españoles.
También España consiguió réditos de su relación con Estados Unidos. No solo como abastecedor de materias primas, sobre todo minerales estratégicos —ya que España estaba adquiriendo su petróleo en Venezuela y México— sino políticamente. Especialmente, la mediación norteamericana resultó clave para resolver la crisis de Gibraltar. España había exigido a Inglaterra la retrocesión de la colonia, advirtiendo que la continuación de las obras de la pista de velo sería considerada una medida hostil. Inglaterra las detuvo, pero no respondió a la exigencia española. A España no le agradaba tomar medidas más duras contra los ingleses que hubiesen puesto en peligro su resistencia ante Hitler, cuya Luftwaffe, gracias al cambio de tácticas, había causado enormes pérdidas a la RAF. Solicitó a Estados Unidos que presionase a Churchill, y finalmente se llegó a un acuerdo que —momentáneamente— fue satisfactorio para ambas partes: el Peñón pasó a convertirse en un territorio autónomo de soberanía compartida. Inglaterra pudo seguir utilizando las instalaciones de la base, incluyendo la pista de vuelo —cuyas obras se reiniciaron—, y además España pasó a encargarse de la defensa de lo que, por fin, también era territorio español.
Mientras, Estados Unidos se vio inundado de ingenieros y empresarios españoles que buscaban crear empresas conjuntas con capital norteamericano y tecnología española. Los grandes constructores habitualmente dieron la espalda a los enviados: Douglas pensaba que aumentando su inversión podría alcanzar el nivel español sin que se viese amenazado su papel dominante en el mercado del transporte aéreo. Pero otras compañías, de dimensiones menores, vieron en la colaboración española la mejor vía para competir contra los grandes. General Electric, cuyo papel en la industria aérea se reducía a la producción de compresores, se mostró muy interesada ante la posibilidad de fabricar un reactor con planos españoles. También una pequeña empresa de Missouri aceptó abandonar los trabajos en el bimotor de caza que estaba diseñando para el USAAC, para pasar a construir el primer reactor norteamericano.
No todo había sido un camino de rosas. Algunos magnates norteamericanos, que habían visto reducidos sus ingresos, no solo estaban haciendo campaña contra la UI, sino que habían intentado organizar un golpe de estado en Venezuela que sustituyese al general López Contreras por algún espadón que se plegase a sus intereses. Sin embargo, les había costado encontrar algún militar venezolano dispuesto a encabezar un movimiento contra el cada vez más popular presidente: no solo la llegada de armamento modernísimo había inclinado al Ejército hacia el nuevo rumbo político, sino el aumento de sus emolumentos —medida que fue tomada, al parecer, por consejo español; los mayores ingresos procedentes del petróleo lo permitieron— restó apoyos a las aventuras golpistas. Además los servicios de inteligencia, que estaban vigilando discretamente a algunos militares, detectaron a los enviados norteamericanos. El embajador español en Washington presentó una protesta ante el presidente Roosevelt. Este, que estaba muy agradecido por la contribución hispana a su campaña electoral, atendió a las demandas españolas, y más de un empresario tuvo una desagradable conversación con el FBI.
Solucionada la crisis de Venezuela sin que llegase a la prensa, las relaciones entre España y Estados Unidos entraron en una fase de colaboración. La ayuda tecnológica española permitió dar pasos de gigante en el desarrollo armamentístico norteamericano. Por ejemplo, la empresa automovilística Packard había adquirido la licencia de producción del motor de aviación León: una máquina inspirada en el Merlín británico, pero con un rendimiento 80% superior. Por consejo español, el prototipo del caza North American NA-73 había sido equipado con el nuevo motor, y el resultado había sido extraordinario: el nuevo caza superó las 400 millas por hora y resultó tener un alcance superior al P-38. Aunque el ejército norteamericano era renuente a adquirir un aparato desarrollado por solicitud extranjera y que llevaba un motor que no era nacional, tuvo que rendirse a los hechos. North American se vio inundada de pedidos: a los 920 de la RAF se sumaron 1.200 del USAAC y 800 españoles.
También España consiguió réditos de su relación con Estados Unidos. No solo como abastecedor de materias primas, sobre todo minerales estratégicos —ya que España estaba adquiriendo su petróleo en Venezuela y México— sino políticamente. Especialmente, la mediación norteamericana resultó clave para resolver la crisis de Gibraltar. España había exigido a Inglaterra la retrocesión de la colonia, advirtiendo que la continuación de las obras de la pista de velo sería considerada una medida hostil. Inglaterra las detuvo, pero no respondió a la exigencia española. A España no le agradaba tomar medidas más duras contra los ingleses que hubiesen puesto en peligro su resistencia ante Hitler, cuya Luftwaffe, gracias al cambio de tácticas, había causado enormes pérdidas a la RAF. Solicitó a Estados Unidos que presionase a Churchill, y finalmente se llegó a un acuerdo que —momentáneamente— fue satisfactorio para ambas partes: el Peñón pasó a convertirse en un territorio autónomo de soberanía compartida. Inglaterra pudo seguir utilizando las instalaciones de la base, incluyendo la pista de vuelo —cuyas obras se reiniciaron—, y además España pasó a encargarse de la defensa de lo que, por fin, también era territorio español.
Mientras, Estados Unidos se vio inundado de ingenieros y empresarios españoles que buscaban crear empresas conjuntas con capital norteamericano y tecnología española. Los grandes constructores habitualmente dieron la espalda a los enviados: Douglas pensaba que aumentando su inversión podría alcanzar el nivel español sin que se viese amenazado su papel dominante en el mercado del transporte aéreo. Pero otras compañías, de dimensiones menores, vieron en la colaboración española la mejor vía para competir contra los grandes. General Electric, cuyo papel en la industria aérea se reducía a la producción de compresores, se mostró muy interesada ante la posibilidad de fabricar un reactor con planos españoles. También una pequeña empresa de Missouri aceptó abandonar los trabajos en el bimotor de caza que estaba diseñando para el USAAC, para pasar a construir el primer reactor norteamericano.
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MINISTERIO DE ARMAMENTO, Berlín
—¡Helga! —Llamo a su secretaria por el interfono. —Que venga el “español”.
Mientras el español, cuyo despacho estaba en esa misma planta, a solo unas puertas de él, llegaba, Speer pensaba en la reunión acaecida un mes atrás, en la que el Fuhrer había decidido destituir a Todt nombrarlo ministro de armamento a él, dándole plenos poderes. Si descubrir el viaje en el tiempo había sido sorprendente, más lo sorprendió el conocimiento del futuro que atesoraba el español que permanecía al lado del Fuhrer junto a su interprete.
AH —Albert, tienes que asumir el puesto de ministro. Tú fuiste el único capaz de organizar nuestra economía y llevarnos a las puertas de la victoria.
AS —Si Usted me lo pide, lo haré, mi Fuhrer, pero sigo sin estar convencido. ¿Por qué perdimos la guerra?
J —Porque la producción industrial aliada superaba por mucho a la alemana que por lo que me cuentan, está lastrada por la desorganización y rivalidades internas, eso y por la falta de combustible. —Dijo el español a una señal de AH.
AS —¿Y no podemos hacer nada por aumentar la producción?
J — Sí, y lo hicieron cuando el Fuhrer le nombro Ministro de armamento. Se racionalizo la producción y se importaron millones de trabajadores subhumanos para trabajar como esclavos, pero fue demasiado tarde.
AH —Pero esta vez no ocurrirá. ¡Traud! —Llamando a su secretaria. —Redacta una orden a todos los Gauleiter de las zonas ocupadas, deben confeccionar listas de trabajadores y remitirlas al Ministerio de Armamento antes de una semana, y deja claro que a partir ahora nada de matanzas de subhumanos, quien se exceda será juzgado y ejecutado por traición. Trae el borrador en cuanto lo tengas redactado. —Ordeno antes de volverse de nuevo a sus interlocutores.
AH—El Primer punto solucionado, y ahora continuemos ¿Cómo destruyeron mi Alemania esos €@€~@#~?
J—Los americanos e ingleses lanzaron miles y miles de bombarderos pesados para destruir Alemania y arrasaron sus ciudades desde el aire, y los rusos avanzaron por tierra con sus T34 e hicieron el resto.
AS—¿No hay armas que podamos oponer a los aliados?
J—Para los carros rusos hacen falta cañones muy poderosos de 75 y 88mm, y para los bombarderos hacen falta aviones a reacción como el Me262...
Un sonido saco a Speer de su ensimismamiento. Helga le anunciaba que el español ya estaba allí, y como siempre traía bajo el brazo un fajo de informes y fotografías de armas, equipos, sobre los que daría su opinión. De hecho gracias a él en los últimos días se había decidido cesar por completo la producción de Pak 36, y seguir con el Pak 38 únicamente hasta que pudiese fabricarse en masa el Pak 40 de 765mm. Igualmente decisivas habían sido sus aportaciones en blindados y submarinos, y aunque no había podido traer sus libros en los que aparecían poderosos panzer y submarinos, si había dado algunas directrices a los ingenieros como la búsqueda de blindajes inclinados, aparatos de visión nocturna como el Spanner Anlage de la LW para sus carros, o el diseño de un Electroboat de líneas limpias, casi imposible de detectar con los sonar.
—Hola, James, ¿Has mirado ya los proyectos de la Luftwaffe? —Preguntó Speer en cuanto el español se sentó…
—¡Helga! —Llamo a su secretaria por el interfono. —Que venga el “español”.
Mientras el español, cuyo despacho estaba en esa misma planta, a solo unas puertas de él, llegaba, Speer pensaba en la reunión acaecida un mes atrás, en la que el Fuhrer había decidido destituir a Todt nombrarlo ministro de armamento a él, dándole plenos poderes. Si descubrir el viaje en el tiempo había sido sorprendente, más lo sorprendió el conocimiento del futuro que atesoraba el español que permanecía al lado del Fuhrer junto a su interprete.
AH —Albert, tienes que asumir el puesto de ministro. Tú fuiste el único capaz de organizar nuestra economía y llevarnos a las puertas de la victoria.
AS —Si Usted me lo pide, lo haré, mi Fuhrer, pero sigo sin estar convencido. ¿Por qué perdimos la guerra?
J —Porque la producción industrial aliada superaba por mucho a la alemana que por lo que me cuentan, está lastrada por la desorganización y rivalidades internas, eso y por la falta de combustible. —Dijo el español a una señal de AH.
AS —¿Y no podemos hacer nada por aumentar la producción?
J — Sí, y lo hicieron cuando el Fuhrer le nombro Ministro de armamento. Se racionalizo la producción y se importaron millones de trabajadores subhumanos para trabajar como esclavos, pero fue demasiado tarde.
AH —Pero esta vez no ocurrirá. ¡Traud! —Llamando a su secretaria. —Redacta una orden a todos los Gauleiter de las zonas ocupadas, deben confeccionar listas de trabajadores y remitirlas al Ministerio de Armamento antes de una semana, y deja claro que a partir ahora nada de matanzas de subhumanos, quien se exceda será juzgado y ejecutado por traición. Trae el borrador en cuanto lo tengas redactado. —Ordeno antes de volverse de nuevo a sus interlocutores.
AH—El Primer punto solucionado, y ahora continuemos ¿Cómo destruyeron mi Alemania esos €@€~@#~?
J—Los americanos e ingleses lanzaron miles y miles de bombarderos pesados para destruir Alemania y arrasaron sus ciudades desde el aire, y los rusos avanzaron por tierra con sus T34 e hicieron el resto.
AS—¿No hay armas que podamos oponer a los aliados?
J—Para los carros rusos hacen falta cañones muy poderosos de 75 y 88mm, y para los bombarderos hacen falta aviones a reacción como el Me262...
Un sonido saco a Speer de su ensimismamiento. Helga le anunciaba que el español ya estaba allí, y como siempre traía bajo el brazo un fajo de informes y fotografías de armas, equipos, sobre los que daría su opinión. De hecho gracias a él en los últimos días se había decidido cesar por completo la producción de Pak 36, y seguir con el Pak 38 únicamente hasta que pudiese fabricarse en masa el Pak 40 de 765mm. Igualmente decisivas habían sido sus aportaciones en blindados y submarinos, y aunque no había podido traer sus libros en los que aparecían poderosos panzer y submarinos, si había dado algunas directrices a los ingenieros como la búsqueda de blindajes inclinados, aparatos de visión nocturna como el Spanner Anlage de la LW para sus carros, o el diseño de un Electroboat de líneas limpias, casi imposible de detectar con los sonar.
—Hola, James, ¿Has mirado ya los proyectos de la Luftwaffe? —Preguntó Speer en cuanto el español se sentó…
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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El desastre de la Numancia había demostrado que las tácticas antisubmarinas propias de la Guerra Fría eran inadecuadas en el nuevo escenario bélico, pues los U-Boot y los Condor no tenían nada que ver con los submarinos y aviones soviéticos de la Guerra Fría. Ya no había que defender al convoy contra misiles antibuque, por lo que resultaba mucho más eficiente utilizar el gran alcance de los sensores de los buques de la Armada para proporcionar escolta lejana.
El convoy SW-3 (de Nueva York a Liverpool) era uno de los frutos del acuerdo tripartito por el que el Reno Unido cedía la soberanía del Peñón. A cambio la Armada Española proporcionaría protección a los buques de bandera española en alta mar. España había declarado que no reconocía las declaraciones de zonas de guerra que ambos bandos habían hecho, y que solo aceptaba como tales las aguas jurisdiccionales de los contendientes. Además, tras haberse demostrado que la pérdida de la Numancia se había debido a una mina flotante alemana —en los días siguiente se habían encontrado y desactivado otras cuatro—, España había presentado una nota de protesta a la delegación alemana que seguía en Madrid, advirtiendo que en lo sucesivo dispararía sin previo aviso contra cualquier submarino sumergido que operase a menos de 200 millas de sus costas, o a menos de 20 millas de barcos españoles. Respecto a los aviones, también serían derribados sin advertencia previa los que entrasen en espacio aéreo español —señalando que se extendía a 200 millas de las costas—, los que se acercasen a menos de cinco millas de un barco español, o los que los siguiesen en alta mar.
Como colofón, España había informado a los ingleses y norteamericanos que los barcos de cualquier bandera podrían unirse a los convoyes españoles siempre que aceptasen las órdenes del comodoro del convoy y que pudiesen mantener la marcha, que en el caso del SW-3 era de 12 nudos. La experiencia recogida en los libros de Historia mostraba que resultaba mucho más eficaz —en términos de escolta— un número pequeño de grandes convoyes, que uno mayor de buques pequeños. Por tanto, el SW-3 había acabado por ser el mayor convoy del siglo XX, solo superado en número —que no en tonelaje— por los de las marinas a vela: se componía de 120 buques, de los que quince llevaban bandera española, treinta y cinco norteamericana, siendo el resto ingleses, noruegos o griegos.
La escolta era una mezcla de nuevo y de viejo. El buque principal era la fragata F-103 Juan de Borbón, que navegaba a quince millas por delante del convoy; en uno de sus flancos se situaba la F-84 Reina Sofía, y en el otro, la F-34 Infante Cristina, que había sido reacondicionada; hubo bastante pitorreo respecto al nuevo papel de la familia real. La escolta cercana estaba formada por el patrullero P-42 Rayo, que había sido reacondicionado tras su periplo en el Océano Índico; el P-64 Arnomendi y el novísimo P-91 Colom, uno de los atuneros en construcción en Vigo que había sido convertido en buque de escolta. Lo apresurado de su finalización se apreciaba en lo sencillo de su armamento: dos cañones de 20 mm y un lanzador de misiles Mistral. Carecía de armamento antisubmarino —aunque más adelante tenía que ser equipado con torpedos antisubmarinos T-1C; pero su papel, por ahora, iba a ser escudriñar las aguas con sus radares. Completaba la escolta el petrolero A-11 Marqués de la Ensenada, que repetía nombre y numeral de su antecesor; se trataba del Seaexplorer de Repsol, convertido en buque de aprovisionamiento; una plataforma en la popa permitía operar a helicópteros de tamaño medio, que eran la principal arma del convoy. El convoy era apoyado por aviones P-3M Orion y C-235M Persuader.
La escolta era ridículamente pequeña teniendo en cuenta el enorme tamaño del convoy, y hubiese sido del todo insuficiente contra submarinos; pero los U-Boot realmente eran sumergibles que solo ocasionalmente desaparecían bajo las aguas. Su velocidad en inmersión era mínima, por lo que solo podrían atacar a la agrupación de buques en el improbable caso de encontrarse directamente en su ruta. Por ello ese sector, el de máximo peligro, era vigilado por los potentes radares de la Juan de Borbón y por los aviones de patrulla. Cualquier ataque procedente de otra dirección tenía que hacerse en superficie, única manera que tenía un sumergible alemán de dar caza al convoy; los radares detectarían de lejos su aproximación.
La escolta contaba también con las tácticas de grupo alemanas, según las cuales el submarino que encontrase al convoy lo seguiría y dirigiría hacia él al resto de la “manada de lobos”; si ese primer submarino era detectado y se le forzaba a sumergirse, sería imposible mantener el contacto.
Fue cuando quedaban setecientas millas para llegar al destino cuando se tuvo el primer aviso de actividad germana: un gran avión de reconocimiento, un Fw 200 Condor. El aparato se acercó e, ignorando las advertencias españolas, vigiló al convoy desde lo que a los alemanes les pareció una distancia prudente: unos pocos miles de metros. El radar de la Juan de Borbón siguió al avión germano y traspasó la responsabilidad a la Reina Sofía. Desde la fragata, al ver que el aparato germano se mantenía cerca del Convoy e incluso hacía un par de amagos de ataque, se prepararon para abrir fuego cuando el Condor se volviese a acercar. Unos minutos después el aparato estaba a tres mil metros de la fragata y a mil de altura. De sobra contra la artillería antiaérea; ridículamente poco para un misil Standard. Tras recibir la autorización, la Reina Sofía disparó contra el Condor. Desde el aparato alemán vieron uno de los ominosos fogonazos que, según se sabía, significaban que los españoles acababan de disparar un arma dirigida. El piloto viró, intentando aumentar al distancia, pero en realidad no consiguió sino aumentar la señal radárica. Segundos después el SM-1 estallaba a quince metros de la cola del Condor.
El convoy SW-3 (de Nueva York a Liverpool) era uno de los frutos del acuerdo tripartito por el que el Reno Unido cedía la soberanía del Peñón. A cambio la Armada Española proporcionaría protección a los buques de bandera española en alta mar. España había declarado que no reconocía las declaraciones de zonas de guerra que ambos bandos habían hecho, y que solo aceptaba como tales las aguas jurisdiccionales de los contendientes. Además, tras haberse demostrado que la pérdida de la Numancia se había debido a una mina flotante alemana —en los días siguiente se habían encontrado y desactivado otras cuatro—, España había presentado una nota de protesta a la delegación alemana que seguía en Madrid, advirtiendo que en lo sucesivo dispararía sin previo aviso contra cualquier submarino sumergido que operase a menos de 200 millas de sus costas, o a menos de 20 millas de barcos españoles. Respecto a los aviones, también serían derribados sin advertencia previa los que entrasen en espacio aéreo español —señalando que se extendía a 200 millas de las costas—, los que se acercasen a menos de cinco millas de un barco español, o los que los siguiesen en alta mar.
Como colofón, España había informado a los ingleses y norteamericanos que los barcos de cualquier bandera podrían unirse a los convoyes españoles siempre que aceptasen las órdenes del comodoro del convoy y que pudiesen mantener la marcha, que en el caso del SW-3 era de 12 nudos. La experiencia recogida en los libros de Historia mostraba que resultaba mucho más eficaz —en términos de escolta— un número pequeño de grandes convoyes, que uno mayor de buques pequeños. Por tanto, el SW-3 había acabado por ser el mayor convoy del siglo XX, solo superado en número —que no en tonelaje— por los de las marinas a vela: se componía de 120 buques, de los que quince llevaban bandera española, treinta y cinco norteamericana, siendo el resto ingleses, noruegos o griegos.
La escolta era una mezcla de nuevo y de viejo. El buque principal era la fragata F-103 Juan de Borbón, que navegaba a quince millas por delante del convoy; en uno de sus flancos se situaba la F-84 Reina Sofía, y en el otro, la F-34 Infante Cristina, que había sido reacondicionada; hubo bastante pitorreo respecto al nuevo papel de la familia real. La escolta cercana estaba formada por el patrullero P-42 Rayo, que había sido reacondicionado tras su periplo en el Océano Índico; el P-64 Arnomendi y el novísimo P-91 Colom, uno de los atuneros en construcción en Vigo que había sido convertido en buque de escolta. Lo apresurado de su finalización se apreciaba en lo sencillo de su armamento: dos cañones de 20 mm y un lanzador de misiles Mistral. Carecía de armamento antisubmarino —aunque más adelante tenía que ser equipado con torpedos antisubmarinos T-1C; pero su papel, por ahora, iba a ser escudriñar las aguas con sus radares. Completaba la escolta el petrolero A-11 Marqués de la Ensenada, que repetía nombre y numeral de su antecesor; se trataba del Seaexplorer de Repsol, convertido en buque de aprovisionamiento; una plataforma en la popa permitía operar a helicópteros de tamaño medio, que eran la principal arma del convoy. El convoy era apoyado por aviones P-3M Orion y C-235M Persuader.
La escolta era ridículamente pequeña teniendo en cuenta el enorme tamaño del convoy, y hubiese sido del todo insuficiente contra submarinos; pero los U-Boot realmente eran sumergibles que solo ocasionalmente desaparecían bajo las aguas. Su velocidad en inmersión era mínima, por lo que solo podrían atacar a la agrupación de buques en el improbable caso de encontrarse directamente en su ruta. Por ello ese sector, el de máximo peligro, era vigilado por los potentes radares de la Juan de Borbón y por los aviones de patrulla. Cualquier ataque procedente de otra dirección tenía que hacerse en superficie, única manera que tenía un sumergible alemán de dar caza al convoy; los radares detectarían de lejos su aproximación.
La escolta contaba también con las tácticas de grupo alemanas, según las cuales el submarino que encontrase al convoy lo seguiría y dirigiría hacia él al resto de la “manada de lobos”; si ese primer submarino era detectado y se le forzaba a sumergirse, sería imposible mantener el contacto.
Fue cuando quedaban setecientas millas para llegar al destino cuando se tuvo el primer aviso de actividad germana: un gran avión de reconocimiento, un Fw 200 Condor. El aparato se acercó e, ignorando las advertencias españolas, vigiló al convoy desde lo que a los alemanes les pareció una distancia prudente: unos pocos miles de metros. El radar de la Juan de Borbón siguió al avión germano y traspasó la responsabilidad a la Reina Sofía. Desde la fragata, al ver que el aparato germano se mantenía cerca del Convoy e incluso hacía un par de amagos de ataque, se prepararon para abrir fuego cuando el Condor se volviese a acercar. Unos minutos después el aparato estaba a tres mil metros de la fragata y a mil de altura. De sobra contra la artillería antiaérea; ridículamente poco para un misil Standard. Tras recibir la autorización, la Reina Sofía disparó contra el Condor. Desde el aparato alemán vieron uno de los ominosos fogonazos que, según se sabía, significaban que los españoles acababan de disparar un arma dirigida. El piloto viró, intentando aumentar al distancia, pero en realidad no consiguió sino aumentar la señal radárica. Segundos después el SM-1 estallaba a quince metros de la cola del Condor.
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LA FRACTURA
ROMA
El mensaje del rey de España solicitando una entrevista con la familia real italiana en el Palacio de Marivent, refrendado por una carta del antiguo rey Alfonso XIII, había sido bien recibido en el gobierno italiano.
Tras la especie de portazo que le habían dado a los alemanes, el Duce pensaba que el gobierno español trataba de usar a la familia real como intermediario con Italia y por extensión con el Eje, lo que le vendría bien para recuperar su ascendencia frente a Hitler.
Era también una buena oportunidad para negociar la deuda, que ya había sido rebajada, y para obtener esos productos avanzados españoles. Además de conocer el futuro de la contienda, donde los planes para la operación en Grecia podrían tener que modificarse ante esta inesperada aparición de una España del futuro.
Si bien la recepción en el aeropuerto de Roma quedó algo deslucida, porque aunque habían acumulado, para impresionar, los últimos modelos que aún estaban en fase de prototipo, solo arrancaron de los españoles un: muy bonitos, tras identificar correctamente los diversos tipos (incluso avanzados Macchi y Reggiane recién salidos de la fábrica). Pero nada de eso era comparable con el avión que que venía a recoger a los invitados italianos, que denominaban Falcon 900.
Ciertamente la presencia del príncipe Humberto no era del gusto del Duce, pero lo entendía para dar la apariencia de reunión de la realeza, y confiaba que el que estuviera presente su yerno y Ministro de Exteriores le permitiría saber todos los detalles con certeza.
El mensaje del rey de España solicitando una entrevista con la familia real italiana en el Palacio de Marivent, refrendado por una carta del antiguo rey Alfonso XIII, había sido bien recibido en el gobierno italiano.
Tras la especie de portazo que le habían dado a los alemanes, el Duce pensaba que el gobierno español trataba de usar a la familia real como intermediario con Italia y por extensión con el Eje, lo que le vendría bien para recuperar su ascendencia frente a Hitler.
Era también una buena oportunidad para negociar la deuda, que ya había sido rebajada, y para obtener esos productos avanzados españoles. Además de conocer el futuro de la contienda, donde los planes para la operación en Grecia podrían tener que modificarse ante esta inesperada aparición de una España del futuro.
Si bien la recepción en el aeropuerto de Roma quedó algo deslucida, porque aunque habían acumulado, para impresionar, los últimos modelos que aún estaban en fase de prototipo, solo arrancaron de los españoles un: muy bonitos, tras identificar correctamente los diversos tipos (incluso avanzados Macchi y Reggiane recién salidos de la fábrica). Pero nada de eso era comparable con el avión que que venía a recoger a los invitados italianos, que denominaban Falcon 900.
Ciertamente la presencia del príncipe Humberto no era del gusto del Duce, pero lo entendía para dar la apariencia de reunión de la realeza, y confiaba que el que estuviera presente su yerno y Ministro de Exteriores le permitiría saber todos los detalles con certeza.
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LA FRACTURA
Con más de un metro noventa y terriblemente delgado, Christopher nunca hubiese podido ser tomado por un soldado de operaciones especiales. Sin embargo lo era, y como tal había sido destinado a Portugal poco después de descubrirse que España había viajado en el tiempo, pues se consideró que su dominio de los idiomas era esencial para desenvolverse en aquel lugar. No mucho después de arribar se trasladó a sabugal, donde el consulado británico había dejado un coche adquirido en Portugal a su disposición. Con este coche se trasladó hacia el norte, en busca de algún pueblo fronterizo cercano, deteniéndose cerca de una pequeña aldea llamada La Alamedilla.
Durante tres días permaneció agazapado junto a dos de sus hombres en el lado portugués de la frontera. Tres días a la intemperie en los que no dejaron de observar la pequeña población con sus prismáticos, hasta que creyó seguro pasar al lado español. Pese a ser una noche sin luna, el pueblo tenía sus calles iluminadas eléctricamente y fue imposible perderse, por lo que tras solo un cuarto de hora estaban allí. Ahora era el momento de moverse rápido, durante los días precedentes habían observado que viviendas estaban habitadas, y gracias a trabajadores o contrabandistas portugueses sabían que era habitual en España que muchas casas de los pueblos solo estuviesen habitadas en festividades y fines de semana, cuando miles de emigrantes a las ciudades regresaban en busca de paz y tranquilidad.
Fue por lo tanto muy sencillo escoger una de las casas deshabitadas, burlar su cerradura y entrar en la vivienda. Ahora el tiempo era crucial. Con rapidez identifico lo que parecían aparatos electrónicos sobre los que había sido aleccionado. Cogió una extraña caja de la cocina que tenía una ventana de plástico y dos ruedas a uno de sus lados y la metió en una mochila, saliendo a continuación al salón en el que uno de sus hombres estaba haciendo otro tanto con una gran caja negra cuyo frontal también parecía de cristal oscuro. Cerca de ellos James que hacía las veces de vigía silbó Habían pasado ya dos minutos y había que acelerar, así que mientras Quentin acababa de recoger las dos cajas negras que había junto a la anterior, y varios estuches de extraños títulos (tal vez sería libros), él se dirigió a las habitaciones para dar un último vistazo.
Lo que vio allí lo hizo estremecerse y salir en busca de sus compañeros. Otra gran caja, esta blanca pero de cristal frontal oscuro, descansaba sobre una mesa conectada mediante cables a una extraña máquina de escribir y a una segunda caja. Sin duda algo como eso sería muy importante, por lo que rápidamente lo desconectaron y lo guardaron en sacos junto a extraños platos que parecían servir para esa máquina. Solo veinte minutos después de entrar en la casa salían de ella cerrando tras de sí la puerta.
Una vez en Portugal, Quentin cogió el coche para dirigirse al encuentro del personal de la embajada, mientras Christopher y James escogían un nuevo puesto de observación, este más al norte, cerca de un pueblo que se llamaba Fuentes de Oñoro. Al amanecer entro en España brevemente junto a lo que parecían un grupo de trabajadores portugueses, andando casi sin problemas. No mucho después ya al otro lado del pueblo un gran edificio al otro lado del pueblo llamo su atención, pues un gran rotulo lo proclamaba como un centro comercial, y aun llamo más su atención el que una pareja saliese de él con una caja en la que había dibujada uno de aquellos extraños aparatos que robase la noche anterior. Si eso era cierto y se vendían en aquel lugar, sin duda podrían lograr un gran botín al asaltarla, pero necesitaría más hombres si quería sacarlo con rapidez.
Esa misma noche estaba en su nuevo campamento, haciendo planes y calculando rutas de inserción y de huida, así como comprobando los lugares en los que se encontraban los cuarteles de policía y guardia civil. Tres días después un PC, dos televisores de pantalla plana, y un microondas llegaban a Londres antes de viajar a un lugar secreto para ser inspeccionados, y dos días después veinte soldados empezaban a volar en solitario rumbo a Lisboa para reunirse con Christopher. Ahora sabían del valor de aquellas maquinas y estaban dispuestos a hacerse con tantas de ellas como fuese posible, por la fuerza de ser necesario.
continuara...
Durante tres días permaneció agazapado junto a dos de sus hombres en el lado portugués de la frontera. Tres días a la intemperie en los que no dejaron de observar la pequeña población con sus prismáticos, hasta que creyó seguro pasar al lado español. Pese a ser una noche sin luna, el pueblo tenía sus calles iluminadas eléctricamente y fue imposible perderse, por lo que tras solo un cuarto de hora estaban allí. Ahora era el momento de moverse rápido, durante los días precedentes habían observado que viviendas estaban habitadas, y gracias a trabajadores o contrabandistas portugueses sabían que era habitual en España que muchas casas de los pueblos solo estuviesen habitadas en festividades y fines de semana, cuando miles de emigrantes a las ciudades regresaban en busca de paz y tranquilidad.
Fue por lo tanto muy sencillo escoger una de las casas deshabitadas, burlar su cerradura y entrar en la vivienda. Ahora el tiempo era crucial. Con rapidez identifico lo que parecían aparatos electrónicos sobre los que había sido aleccionado. Cogió una extraña caja de la cocina que tenía una ventana de plástico y dos ruedas a uno de sus lados y la metió en una mochila, saliendo a continuación al salón en el que uno de sus hombres estaba haciendo otro tanto con una gran caja negra cuyo frontal también parecía de cristal oscuro. Cerca de ellos James que hacía las veces de vigía silbó Habían pasado ya dos minutos y había que acelerar, así que mientras Quentin acababa de recoger las dos cajas negras que había junto a la anterior, y varios estuches de extraños títulos (tal vez sería libros), él se dirigió a las habitaciones para dar un último vistazo.
Lo que vio allí lo hizo estremecerse y salir en busca de sus compañeros. Otra gran caja, esta blanca pero de cristal frontal oscuro, descansaba sobre una mesa conectada mediante cables a una extraña máquina de escribir y a una segunda caja. Sin duda algo como eso sería muy importante, por lo que rápidamente lo desconectaron y lo guardaron en sacos junto a extraños platos que parecían servir para esa máquina. Solo veinte minutos después de entrar en la casa salían de ella cerrando tras de sí la puerta.
Una vez en Portugal, Quentin cogió el coche para dirigirse al encuentro del personal de la embajada, mientras Christopher y James escogían un nuevo puesto de observación, este más al norte, cerca de un pueblo que se llamaba Fuentes de Oñoro. Al amanecer entro en España brevemente junto a lo que parecían un grupo de trabajadores portugueses, andando casi sin problemas. No mucho después ya al otro lado del pueblo un gran edificio al otro lado del pueblo llamo su atención, pues un gran rotulo lo proclamaba como un centro comercial, y aun llamo más su atención el que una pareja saliese de él con una caja en la que había dibujada uno de aquellos extraños aparatos que robase la noche anterior. Si eso era cierto y se vendían en aquel lugar, sin duda podrían lograr un gran botín al asaltarla, pero necesitaría más hombres si quería sacarlo con rapidez.
Esa misma noche estaba en su nuevo campamento, haciendo planes y calculando rutas de inserción y de huida, así como comprobando los lugares en los que se encontraban los cuarteles de policía y guardia civil. Tres días después un PC, dos televisores de pantalla plana, y un microondas llegaban a Londres antes de viajar a un lugar secreto para ser inspeccionados, y dos días después veinte soldados empezaban a volar en solitario rumbo a Lisboa para reunirse con Christopher. Ahora sabían del valor de aquellas maquinas y estaban dispuestos a hacerse con tantas de ellas como fuese posible, por la fuerza de ser necesario.
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A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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LA FRACTURA
Durante días Christopher, Quentin, y James esperaron cerca de la frontera española, vigilando los movimientos que se veían al otro lado. Christopher, como comandante de la operación, había decidido no reunir a sus hombres hasta el momento del asalto, por lo que si algo salía mal la operación podría proseguir con un sustituto al mando. Sin embargo no fueron importunados por la policía española, pues esta se había concentrado en la frontera con Francia y su anterior allanamiento no parecía haber sido descubierto.
Por fin a una orden suya sus hombres convergieron en aquel pueblo desde diferentes lugares. Inmediatamente se prepararon para actuar. Se vistieron con ropa negra y se tiznaron los rostros para adentrarse en España por los campos de la zona. En aquellos momentos la frontera estaba cerrada, pero previsoramente había dejado una camioneta conseguida días atrás en el pueblo, un moderno vehículo que parecía sacado de una película de Hollywood, pagada con oro a un vecino de un pueblo extremeño y conducida hasta allí por Ian.
No mucho después llegaban al Centro Comercial, y mientras dos de los hombres se quedaban vigilando, Christopher se dispuso a forzar la cerradura del comercio. Por desgracia no fue tan simple y no pudo lograr abrir aquella extraña cerradura, por lo que retiro sus hombres a las sombras mientras pensaba. No mucho después James propuso utilizar un ariete y entrar por la fuerza. A Christopher, siempre abierto a nuevas ideas le gusto la idea, pero no tenían ninguno a mano. Fue entonces Quentin quien propuso utilizar la propia camioneta como ariete, por lo que los hombres se preparan para hacerlo. El momento elegido fue cuando las campanas tocasen las tres, esperando que el clamor de estas ocultase el golpe en la gran persiana metálica que cubría el escaparate de la tienda.
Poco antes de las tres arrancaron el motor de la camioneta, extrañamente silencioso pese a su potencia, y la llevaron hasta el frente de la tienda. Minutos más tarde, justo cuando empezaron a sonar los cuartos, James revoluciono el motor cogiendo velocidad directo sobre la entrada de la tienda, con la que choco con la segunda campanada con gran estruendo. Inmediatamente todos se lanzaron a la tienda y corrieron, linterna en mano, hacia el estante en el que aguadaban las maquinas que habían ido a buscar.
Un estridente sonido, casi como si de una alarma antiaérea se tratase, rompió la quietud de la noche. De alguna forma de Christopher desconocía aquella tienda tenía una alarma asociada a la puerta, y ahora estaba alertando de la intrusión, despertando a todo el vecindario. Pocos minutos más tarde, cuando casi habían acabado de cargar las maquinas en el coche, llego un vehículo de la guardia civil del que bajaron dos agentes para darles el alto.
Christopher vio como los dos agentes apuntaban a sus hombres y los retenían, amenazando con disparar. Con una señal de la cabeza y una breve indicación con el pulgar, James y él, que habían permanecido en las sombras, se acercaron a los guardias por la espalda con los cuchillos preparados. Por fortuna la atención de los guardias estaba en lo que ocurría frente a ellos, y Christopher pudo acercarse lo suficiente para saltar sobre el guardia más retrasado y clavar su cuchillo en su espalda al mismo tiempo que lo reducía con la mano izquierda acallándolo.
El primer guardia había caído muerto sin alertar a su compañero, por lo que James pudo simplemente descerrajar un disparo en la cabeza del segundo solucionando el problema. Inmediatamente todos recogieron el resto de cosas y salieron en franca huida, rumbo a la frontera.
Londres los esperaba al final del camino.
Por fin a una orden suya sus hombres convergieron en aquel pueblo desde diferentes lugares. Inmediatamente se prepararon para actuar. Se vistieron con ropa negra y se tiznaron los rostros para adentrarse en España por los campos de la zona. En aquellos momentos la frontera estaba cerrada, pero previsoramente había dejado una camioneta conseguida días atrás en el pueblo, un moderno vehículo que parecía sacado de una película de Hollywood, pagada con oro a un vecino de un pueblo extremeño y conducida hasta allí por Ian.
No mucho después llegaban al Centro Comercial, y mientras dos de los hombres se quedaban vigilando, Christopher se dispuso a forzar la cerradura del comercio. Por desgracia no fue tan simple y no pudo lograr abrir aquella extraña cerradura, por lo que retiro sus hombres a las sombras mientras pensaba. No mucho después James propuso utilizar un ariete y entrar por la fuerza. A Christopher, siempre abierto a nuevas ideas le gusto la idea, pero no tenían ninguno a mano. Fue entonces Quentin quien propuso utilizar la propia camioneta como ariete, por lo que los hombres se preparan para hacerlo. El momento elegido fue cuando las campanas tocasen las tres, esperando que el clamor de estas ocultase el golpe en la gran persiana metálica que cubría el escaparate de la tienda.
Poco antes de las tres arrancaron el motor de la camioneta, extrañamente silencioso pese a su potencia, y la llevaron hasta el frente de la tienda. Minutos más tarde, justo cuando empezaron a sonar los cuartos, James revoluciono el motor cogiendo velocidad directo sobre la entrada de la tienda, con la que choco con la segunda campanada con gran estruendo. Inmediatamente todos se lanzaron a la tienda y corrieron, linterna en mano, hacia el estante en el que aguadaban las maquinas que habían ido a buscar.
Un estridente sonido, casi como si de una alarma antiaérea se tratase, rompió la quietud de la noche. De alguna forma de Christopher desconocía aquella tienda tenía una alarma asociada a la puerta, y ahora estaba alertando de la intrusión, despertando a todo el vecindario. Pocos minutos más tarde, cuando casi habían acabado de cargar las maquinas en el coche, llego un vehículo de la guardia civil del que bajaron dos agentes para darles el alto.
Christopher vio como los dos agentes apuntaban a sus hombres y los retenían, amenazando con disparar. Con una señal de la cabeza y una breve indicación con el pulgar, James y él, que habían permanecido en las sombras, se acercaron a los guardias por la espalda con los cuchillos preparados. Por fortuna la atención de los guardias estaba en lo que ocurría frente a ellos, y Christopher pudo acercarse lo suficiente para saltar sobre el guardia más retrasado y clavar su cuchillo en su espalda al mismo tiempo que lo reducía con la mano izquierda acallándolo.
El primer guardia había caído muerto sin alertar a su compañero, por lo que James pudo simplemente descerrajar un disparo en la cabeza del segundo solucionando el problema. Inmediatamente todos recogieron el resto de cosas y salieron en franca huida, rumbo a la frontera.
Londres los esperaba al final del camino.
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LA FRACTURA
El S-91 Orca atracó en el puerto de Charleston llevando no solo su tripulación española, sino un grupo de observadores norteamericanos. En poco recordaba el Orca, antiguo Grampus, a sus hermanos de la clase norteamericana Tambor: se había desmontado todo el armamento de la cubierta, así como barandillas y los elementos de que pudiesen causar turbulencias en inmersión. La vela era completamente diferente, con una alta —y antiestética— prolongación. Internamente se había potenciado el equipo de aire acondicionado y el sistema eléctrico, y se habían sustituido las baterías originales por otras de mayor capacidad y más seguras. También se había instalado en la vela un esnórquel, aparato que los americanos veían por primera vez, una antena de radar escamoteable, y se habían sustituido los dos periscopios originales por uno apto para exploración y ataque. Internamente, se había instalado un nuevo modelo de sónar —muy avanzado para los estadounidenses; rudimentario desde el punto de vista español—. En el Orca también se habían modificado los tubos para poder disparar el torpedo acústico filoguiado T-1L.
Las prestaciones del submarino resultaron impresionantes para los norteamericanos: su velocidad en superficie apenas había disminuido —superaba los 19 nudos— pero en inmersión alcanzaba los 16 nudos. Esta velocidad solo la podía mantener durante un tiempo muy limitado, pero podía navegar justo bajo la superficie utilizando el esnórquel. Aun así se trataba de un buque de capacidad muy limitada, con una profundidad de prueba de apenas 90 m. Sus sistemas eran anticuados, y además el pesado armamento torpedero —seis tubos a proa y cuatro a popa— comprometía la habitabilidad. Hubiese sido preferible partir de los submarinos clase Balao que se habían empezado a construir —que también tenían una capacidad de inmersión limitada— pero hubiese implicado bastante demora; por ello se decidió transformar cuatro Tambor, uno de los cuales sería devuelto a la US Navy. De los otros tres uno, el Foca, sería empleado para instrucción. Los otros dos, los Orca y León Marino, se incorporarían a la flota hasta que entrasen en servicio nuevas unidades; posteriormente también pasarían a misiones de escuela.
Las prestaciones del submarino resultaron impresionantes para los norteamericanos: su velocidad en superficie apenas había disminuido —superaba los 19 nudos— pero en inmersión alcanzaba los 16 nudos. Esta velocidad solo la podía mantener durante un tiempo muy limitado, pero podía navegar justo bajo la superficie utilizando el esnórquel. Aun así se trataba de un buque de capacidad muy limitada, con una profundidad de prueba de apenas 90 m. Sus sistemas eran anticuados, y además el pesado armamento torpedero —seis tubos a proa y cuatro a popa— comprometía la habitabilidad. Hubiese sido preferible partir de los submarinos clase Balao que se habían empezado a construir —que también tenían una capacidad de inmersión limitada— pero hubiese implicado bastante demora; por ello se decidió transformar cuatro Tambor, uno de los cuales sería devuelto a la US Navy. De los otros tres uno, el Foca, sería empleado para instrucción. Los otros dos, los Orca y León Marino, se incorporarían a la flota hasta que entrasen en servicio nuevas unidades; posteriormente también pasarían a misiones de escuela.
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- Urbano Calleja
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LA FRACTURA
Situacion del EdT tras Fractura: Medios Blindados
La situación de la sección blindada del Ejército de Tierra al momento de la fractura era precaria debido a la crisis económica, como el resto de las ramas de las fuerzas armadas españolas. El descubrir la nueva situación, darse cuenta de que la guerra podía estar en puertas y que España se había convertido en un referente tecnológico que cualquier potencia de la época querría controlar, forzaron la decisión de repotenciar el Ejercito al completo, con un especial esfuerzo en las fuerzas blindadas del Ejército de Tierra .
La primera decisión, la más clara y sencilla, de hecho, pasaba por poner a punto todas las unidades existentes, dotándolas de sus números completos de material y capital humano. Todos las limitaciones de uso o mantenimiento sobre los vehículos fueron derogadas y le comenzó a potenciar y acelerar los planes de mejora ya en curso, como el BMS. Sin embargo, esto no era suficiente para el nuevo Orbat que manejaba la cúpula militar. La estructura iba a multiplicarse creando nuevas unidades aunque fuesen de menor potencia debido a su material y sus dotaciones.
Era evidente que no se podría adquirir nuevo material, así que deberían de ponerse en servicio cuantas unidades fuera posible, y comenzar planes de desarrollo de nuevos modelos de vehículos dentro de las posibilidades que la desconexión temporal permitiera. Todo para permitir crear y armar los grupos de unidades tipo B con los que el EdT ampliaría sus números.
Por lo pronto los Leopard2A4 en conserva (alrededor de los 100) iban a ser puestos en servicio acelerado para equipar de dos a tres batallones de carros de combate...pero eso no bastaría. Habría que completar números con otros modelos porque se estimaban las necesidades de las unidades B en al menos 520 unidades, y eso sin contar con las unidades de caballería.
Como era lógico pensar, el siguiente modelo en mente era el M60A3 del que existían numerosas unidades desactivadas repartidas por almacenes a lo largo de la península. Por motivos de presupuesto (o tal vez esos "por si" que acaban rodeando ciertas decisiones...o mejor dicho la falta de ellas) habían ido escapando al soplete año tras año. Requerían de una puesta punto total, y estaba por ver cuantos podrían volver a ver servicio activo. Pero era necesario recurrir a ellos...sin embargo rondaban los 200. NO bastarian.
Sería necesario incluso poner en marcha una línea de producción para lograr más unidades. No sería sencillo, pero con los estudios existentes sobre el M1 Spinola se creía viable al menos en un plazo de un año a año y medio.
El Spinola era el tercer carro en discordia...pero se preferia concentrarse en los M60 por potencia de fuego y experiencia en mantenimiento y operacion. Se completarian dos batallones de carros de combate con ellos, pero el principal objetivo de los Spinola seria la exportacion.
Continuara...
La situación de la sección blindada del Ejército de Tierra al momento de la fractura era precaria debido a la crisis económica, como el resto de las ramas de las fuerzas armadas españolas. El descubrir la nueva situación, darse cuenta de que la guerra podía estar en puertas y que España se había convertido en un referente tecnológico que cualquier potencia de la época querría controlar, forzaron la decisión de repotenciar el Ejercito al completo, con un especial esfuerzo en las fuerzas blindadas del Ejército de Tierra .
La primera decisión, la más clara y sencilla, de hecho, pasaba por poner a punto todas las unidades existentes, dotándolas de sus números completos de material y capital humano. Todos las limitaciones de uso o mantenimiento sobre los vehículos fueron derogadas y le comenzó a potenciar y acelerar los planes de mejora ya en curso, como el BMS. Sin embargo, esto no era suficiente para el nuevo Orbat que manejaba la cúpula militar. La estructura iba a multiplicarse creando nuevas unidades aunque fuesen de menor potencia debido a su material y sus dotaciones.
Era evidente que no se podría adquirir nuevo material, así que deberían de ponerse en servicio cuantas unidades fuera posible, y comenzar planes de desarrollo de nuevos modelos de vehículos dentro de las posibilidades que la desconexión temporal permitiera. Todo para permitir crear y armar los grupos de unidades tipo B con los que el EdT ampliaría sus números.
Por lo pronto los Leopard2A4 en conserva (alrededor de los 100) iban a ser puestos en servicio acelerado para equipar de dos a tres batallones de carros de combate...pero eso no bastaría. Habría que completar números con otros modelos porque se estimaban las necesidades de las unidades B en al menos 520 unidades, y eso sin contar con las unidades de caballería.
Como era lógico pensar, el siguiente modelo en mente era el M60A3 del que existían numerosas unidades desactivadas repartidas por almacenes a lo largo de la península. Por motivos de presupuesto (o tal vez esos "por si" que acaban rodeando ciertas decisiones...o mejor dicho la falta de ellas) habían ido escapando al soplete año tras año. Requerían de una puesta punto total, y estaba por ver cuantos podrían volver a ver servicio activo. Pero era necesario recurrir a ellos...sin embargo rondaban los 200. NO bastarian.
Sería necesario incluso poner en marcha una línea de producción para lograr más unidades. No sería sencillo, pero con los estudios existentes sobre el M1 Spinola se creía viable al menos en un plazo de un año a año y medio.
El Spinola era el tercer carro en discordia...pero se preferia concentrarse en los M60 por potencia de fuego y experiencia en mantenimiento y operacion. Se completarian dos batallones de carros de combate con ellos, pero el principal objetivo de los Spinola seria la exportacion.
Continuara...
Última edición por Urbano Calleja el 26 Mar 2016, 00:37, editado 1 vez en total.
"Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil que un malvado". Arturo Pérez-Reverte
- Urbano Calleja
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LA FRACTURA
Ministerio de Exteriores del Reino Unido, Londres
-Señor embajador, en que puedo ayudarle?
- Señor Ministro, gracias por recibirme con tanta premura, y gracias por el te...es excelente, como siempre.
- Entiendo que debe tratarse de un asunto de alta importancia y urgencia...espero
- Por supuesto Señor Ministro...algo que debe solucionarse a la mayor brevedad para bien de las relaciones anglo españolas.
El Ministro de Exteriores enarco una ceja con gesto de sorpresa y efectuó una clara pausa dramática antes de continuar
- Oh...es descorazonador...no entiendo que podría ser. La situación entre nuestros dos países es mas amistosa que nunca con el acuerdo recién firmado sobre Gibraltar en el que ustedes logran todas las concesiones que pidieron.
La sonrisa que el embajador español mostraba se le antojo como la de un tiburón de colmillo largo.
- Oh, por supuesto, por supuesto...es una forma de verlo, sin duda. De hecho de eso mismo quería hablar con usted.
Vera, el Reino de España está en dificultades en las últimas semanas. Algo a lo que no contábamos con tener que enfrentarnos está trayendo dolor a nuestro país.
No se lo creerá, pero nuestra frontera con Portugal está sufriendo ataques por parte de elementos descontrolados que atacan objetivos comerciales en busca de equipos tecnológicos.
- Oh...
- Si...de hecho en un ataque sucedido hace apenas hace una semana dos agentes de las Fuerzas de Seguridad del Estado fueron asesinados a sangre fría al intentar detener a los asaltantes.
- Es horrible señor embajador, pero con todo el respeto no entiendo que puede Inglaterra hacer para ayudarles...doy por hecho que las capacidades de sus fuerzas policiales superan con mucho a las de Scotland Yard. Aunque estoy seguro de que si precisan de nuestra ayuda podemos buscar alternativas.
- Vera...creo que de hecho si pueden hacer algo al respecto. Por ejemplo hablar con sus agentes de inteligencia y sugerirles que no vuelvan a repetir algo similar en el futuro.
Tras soltar la bomba, el embajador tomo un sorbito de té, dejo la taza sobre la mesa y sonrió a su interlocutor.
- No sé a qué se refiero señor embajador...mi gobierno no...
- Oh, no...por supuesto que no, Señor Ministro. Debe de tratarse de alguna actividad de sus servicios de inteligencia militar de los que usted desconoce. Seguramente alguna operación militar encubierta de la que el parlamento no conoce ningún detalle. Y estoy convencido de que no disponen ustedes de ninguna información. Sin embargo nosotros, si.
Abriendo una carpeta sobre la mesa de café, extendió una serie de fotos de un grupo de personas en ropas oscuras, y detalles de las caras de algunos de ellos alrededor de lo que parecía una explanada pavimentada.
Había también fotos de un coche y caras de algunos de los hombres a través de las ventanillas, y alguna más que parecía estar tomada en las cercanías de una vivienda.
- Mire, estos desaprensivos actúan en grupo, y son los responsables de varias acciones sucedidas la semana pasada, incluida la que acabo con la vida de dos guardias civiles que han dejado viudas e hijos. Algo terrible y preocupante.
- Muy desagradable, sin duda...puedo quedarme con las fotografías? Puedo intentar que Scotland Yard investigue sobre ellos.
- Por supuesto, puede...estoy convencido de que Scotland Yard puede dar con informacion sobre esos sujetos. Pero podemos darles ciertas pistas para que comiencen su busqueda. Nos consta que se tratan de agente de inteligencia británicos.
- Esta usted equivocado señor embajador, mi gobierno no...
- Le creo Señor Ministro, ya le ha dicho que estoy convencido de que todo esto escapa a su control...de forma oficial.
De forma extraoficial, le voy a recomendar que me permita exponerle un par de detalles.
Vera, a mi gobierno la molesta sobremanera las intromisiones en su territorio, y más si vienen de su país, al que se ha respetado a extremos que mi gobierno no podría defender en el Parlamento. Incluyendo el tratado firmado sobre Gibraltar.
Vamos a hablar claro, Señor Ministro. Cargamos desde el inicio de esta anómala situación una serie de incidentes que mi gobierno considera intolerables el todo. El hundimiento de una patrullera española y la muerte de dos de sus tripulantes, el ataque a buques de guerra españoles, ahora esto...es una situación que supone un riesgo a nuestra soberanía y por tanto requiere medidas extraordinarias para salvaguardar nuestras fronteras.
- No se atreverá a amenazarnos con la guerra!
- En absoluto...a España no le interesa la guerra con Inglaterra. Y no les consideramos nuestros enemigos, por más que ustedes estén empeñados en perder el tiempo y las energías que deberían estar empeñando contra los alemanes.
- Entonces que quieren?
- Dentro de dos semanas el Peñón de Gibraltar pasara a recibir una guarnición militar española que tomara el control del orden público y de fronteras de la antigua colonia que pasara a ser de facto territorio de soberanía Española.
- Eso es una declaración de guerra y usted lo sabe. Ademas viola las condiciones del tratado que acabamos de firmar.
- En absoluto...de nuevo. Vera, ustedes van a aceptarlo porque van a tener una serie de condiciones muy ventajosas de las que se van a provechar.
Para empezar, como medida de seguridad, el estrecho de Gibraltar va a quedar cerrado a fuerzas militares de países sin bases en puertos del Mediterráneo. De igual forma, impedirá el paso de unidades militares desde el Mediterráneo al Atlántico salvo a bases bajo control de la nacionalidad de ese buque. Es por la seguridad del tráfico naval...ninguna intención militar detrás, por supuesto.
Eso, por ejemplo, impedirá el acceso a cualquier unidad de superficie (o submarina) alemana, pues España no reconoce su control sobre puertos franceses. Por supuesto también impedirá la salida de buques militares italianos del Mediterráneo. Sin embargo, los buques británicos podrán transitar entre sus puestos de Alejandría o La Valeta y las Islas. Y mi país está dispuesto a emplear las armas con plena contundencia para hacer respectar esa iniciativa para mantener las aguas del estrecho libres de riesgo.
- Sigue siendo inaceptable, Gibraltar sigue siendo parte del...
El embajador bebió un sorbo de té y continuo.
- Al mismo tiempo, España se compromete a facilitar información (por supuesto de forma totalmente extraoficial) sobre movimientos de unidades navales alemanas e italianas en el Mediterráneo. Considérenlo una prueba de la amistad española que les está costando tanto aceptar.
Además, España está dispuesta a facilitarles acceso a cierta tecnología miliar que sus aliados del otro lado del atlántico están empezando a apreciar.
- Gratis?
- Obviamente que no, Señor Ministro, pero por un módico precio a una mezcla de pago en crédito y en especie,, Inglaterra puede contar con algunos sistemas que seguro apreciarían considerando sus necesidades actuales.
España estaría dispuesta a implantar en territorio británico una factoría de aviación que fabricase un modelo de avión de caza que creemos ustedes apreciarían. Estamos dispuestos a facilitar que una empresa española cree una empresa de capital mixto con una empresa inglesa para fabricar estas unidades....por supuesto con soporte logístico español. Y estamos dispuestos a cederles dos unidades para su evaluación en Madrid...siempre que deseen enviar un equipo de la RAF a conocerlos.
- Seamos francos, Señor Ministro. España necesita Gibraltar de vuelta para poder ganar capital político en el Parlamente y poder emplear ese rédito en otras decisiones más complicadas que están por venir. Tanto ustedes como nosotros compartimos intereses en evitar que los alemanes ganen esta guerra, aunque tradicionalmente no seamos aliados.
No vamos a regalarles tecnología ni armas pero vamos darles acceso a parte de eso con vistas a que puedan consolidar su posición actual en el conflicto. Y ya es más de lo que podrían soñar considerando la terquedad con la que se han empeñado en esta asunto en los últimos tres meses.
Tienen mucho más que ganar que perder con ese cambio.
Y además...mientras España garantice el transito libre de unidades de la Navy y limite los de Alemania e Italia, su interés militar por Gibraltar es nulo. Y tras la guerra, los medios disponibles en España y la evolución de los medios en el Reino Unido harán del peñón una base de utilidad reducida.
Parece un precio justo , no le parece?
- Y si nos negamos, nos declaran la guerra?
- No, en absoluto. Y ustedes tampoco declararan la guerra a España...bastante tienen con los alemanes. Ni siquiera va a hacer falta. Ejecutaremos las acciones que le comente para asegurar nuestras fronteras y aplicaremos las condiciones que le he expuesto igualmente.
- Ah...una cosa más. Creemos que el Gobierno de su Graciosa Majestad querrá tener un detalle, de forma anónima y discreta, con las familias de los marinos y guardias españoles caídos como parte de estos lamentables malos entendidos que no son culpa de nadie. Cosas que pasan. Espero de corazón que la lista de caídos españoles no aumente por accidentes en Gibraltar.
Por cierto...cuando me dijo que esperásemos a su Comisión de Evaluación de la RAF?
El embajador sonrió una vez más tras su taza de té mientras la cara del Ministro de Exteriores reflejaba una máscara impenetrable.
-Señor embajador, en que puedo ayudarle?
- Señor Ministro, gracias por recibirme con tanta premura, y gracias por el te...es excelente, como siempre.
- Entiendo que debe tratarse de un asunto de alta importancia y urgencia...espero
- Por supuesto Señor Ministro...algo que debe solucionarse a la mayor brevedad para bien de las relaciones anglo españolas.
El Ministro de Exteriores enarco una ceja con gesto de sorpresa y efectuó una clara pausa dramática antes de continuar
- Oh...es descorazonador...no entiendo que podría ser. La situación entre nuestros dos países es mas amistosa que nunca con el acuerdo recién firmado sobre Gibraltar en el que ustedes logran todas las concesiones que pidieron.
La sonrisa que el embajador español mostraba se le antojo como la de un tiburón de colmillo largo.
- Oh, por supuesto, por supuesto...es una forma de verlo, sin duda. De hecho de eso mismo quería hablar con usted.
Vera, el Reino de España está en dificultades en las últimas semanas. Algo a lo que no contábamos con tener que enfrentarnos está trayendo dolor a nuestro país.
No se lo creerá, pero nuestra frontera con Portugal está sufriendo ataques por parte de elementos descontrolados que atacan objetivos comerciales en busca de equipos tecnológicos.
- Oh...
- Si...de hecho en un ataque sucedido hace apenas hace una semana dos agentes de las Fuerzas de Seguridad del Estado fueron asesinados a sangre fría al intentar detener a los asaltantes.
- Es horrible señor embajador, pero con todo el respeto no entiendo que puede Inglaterra hacer para ayudarles...doy por hecho que las capacidades de sus fuerzas policiales superan con mucho a las de Scotland Yard. Aunque estoy seguro de que si precisan de nuestra ayuda podemos buscar alternativas.
- Vera...creo que de hecho si pueden hacer algo al respecto. Por ejemplo hablar con sus agentes de inteligencia y sugerirles que no vuelvan a repetir algo similar en el futuro.
Tras soltar la bomba, el embajador tomo un sorbito de té, dejo la taza sobre la mesa y sonrió a su interlocutor.
- No sé a qué se refiero señor embajador...mi gobierno no...
- Oh, no...por supuesto que no, Señor Ministro. Debe de tratarse de alguna actividad de sus servicios de inteligencia militar de los que usted desconoce. Seguramente alguna operación militar encubierta de la que el parlamento no conoce ningún detalle. Y estoy convencido de que no disponen ustedes de ninguna información. Sin embargo nosotros, si.
Abriendo una carpeta sobre la mesa de café, extendió una serie de fotos de un grupo de personas en ropas oscuras, y detalles de las caras de algunos de ellos alrededor de lo que parecía una explanada pavimentada.
Había también fotos de un coche y caras de algunos de los hombres a través de las ventanillas, y alguna más que parecía estar tomada en las cercanías de una vivienda.
- Mire, estos desaprensivos actúan en grupo, y son los responsables de varias acciones sucedidas la semana pasada, incluida la que acabo con la vida de dos guardias civiles que han dejado viudas e hijos. Algo terrible y preocupante.
- Muy desagradable, sin duda...puedo quedarme con las fotografías? Puedo intentar que Scotland Yard investigue sobre ellos.
- Por supuesto, puede...estoy convencido de que Scotland Yard puede dar con informacion sobre esos sujetos. Pero podemos darles ciertas pistas para que comiencen su busqueda. Nos consta que se tratan de agente de inteligencia británicos.
- Esta usted equivocado señor embajador, mi gobierno no...
- Le creo Señor Ministro, ya le ha dicho que estoy convencido de que todo esto escapa a su control...de forma oficial.
De forma extraoficial, le voy a recomendar que me permita exponerle un par de detalles.
Vera, a mi gobierno la molesta sobremanera las intromisiones en su territorio, y más si vienen de su país, al que se ha respetado a extremos que mi gobierno no podría defender en el Parlamento. Incluyendo el tratado firmado sobre Gibraltar.
Vamos a hablar claro, Señor Ministro. Cargamos desde el inicio de esta anómala situación una serie de incidentes que mi gobierno considera intolerables el todo. El hundimiento de una patrullera española y la muerte de dos de sus tripulantes, el ataque a buques de guerra españoles, ahora esto...es una situación que supone un riesgo a nuestra soberanía y por tanto requiere medidas extraordinarias para salvaguardar nuestras fronteras.
- No se atreverá a amenazarnos con la guerra!
- En absoluto...a España no le interesa la guerra con Inglaterra. Y no les consideramos nuestros enemigos, por más que ustedes estén empeñados en perder el tiempo y las energías que deberían estar empeñando contra los alemanes.
- Entonces que quieren?
- Dentro de dos semanas el Peñón de Gibraltar pasara a recibir una guarnición militar española que tomara el control del orden público y de fronteras de la antigua colonia que pasara a ser de facto territorio de soberanía Española.
- Eso es una declaración de guerra y usted lo sabe. Ademas viola las condiciones del tratado que acabamos de firmar.
- En absoluto...de nuevo. Vera, ustedes van a aceptarlo porque van a tener una serie de condiciones muy ventajosas de las que se van a provechar.
Para empezar, como medida de seguridad, el estrecho de Gibraltar va a quedar cerrado a fuerzas militares de países sin bases en puertos del Mediterráneo. De igual forma, impedirá el paso de unidades militares desde el Mediterráneo al Atlántico salvo a bases bajo control de la nacionalidad de ese buque. Es por la seguridad del tráfico naval...ninguna intención militar detrás, por supuesto.
Eso, por ejemplo, impedirá el acceso a cualquier unidad de superficie (o submarina) alemana, pues España no reconoce su control sobre puertos franceses. Por supuesto también impedirá la salida de buques militares italianos del Mediterráneo. Sin embargo, los buques británicos podrán transitar entre sus puestos de Alejandría o La Valeta y las Islas. Y mi país está dispuesto a emplear las armas con plena contundencia para hacer respectar esa iniciativa para mantener las aguas del estrecho libres de riesgo.
- Sigue siendo inaceptable, Gibraltar sigue siendo parte del...
El embajador bebió un sorbo de té y continuo.
- Al mismo tiempo, España se compromete a facilitar información (por supuesto de forma totalmente extraoficial) sobre movimientos de unidades navales alemanas e italianas en el Mediterráneo. Considérenlo una prueba de la amistad española que les está costando tanto aceptar.
Además, España está dispuesta a facilitarles acceso a cierta tecnología miliar que sus aliados del otro lado del atlántico están empezando a apreciar.
- Gratis?
- Obviamente que no, Señor Ministro, pero por un módico precio a una mezcla de pago en crédito y en especie,, Inglaterra puede contar con algunos sistemas que seguro apreciarían considerando sus necesidades actuales.
España estaría dispuesta a implantar en territorio británico una factoría de aviación que fabricase un modelo de avión de caza que creemos ustedes apreciarían. Estamos dispuestos a facilitar que una empresa española cree una empresa de capital mixto con una empresa inglesa para fabricar estas unidades....por supuesto con soporte logístico español. Y estamos dispuestos a cederles dos unidades para su evaluación en Madrid...siempre que deseen enviar un equipo de la RAF a conocerlos.
- Seamos francos, Señor Ministro. España necesita Gibraltar de vuelta para poder ganar capital político en el Parlamente y poder emplear ese rédito en otras decisiones más complicadas que están por venir. Tanto ustedes como nosotros compartimos intereses en evitar que los alemanes ganen esta guerra, aunque tradicionalmente no seamos aliados.
No vamos a regalarles tecnología ni armas pero vamos darles acceso a parte de eso con vistas a que puedan consolidar su posición actual en el conflicto. Y ya es más de lo que podrían soñar considerando la terquedad con la que se han empeñado en esta asunto en los últimos tres meses.
Tienen mucho más que ganar que perder con ese cambio.
Y además...mientras España garantice el transito libre de unidades de la Navy y limite los de Alemania e Italia, su interés militar por Gibraltar es nulo. Y tras la guerra, los medios disponibles en España y la evolución de los medios en el Reino Unido harán del peñón una base de utilidad reducida.
Parece un precio justo , no le parece?
- Y si nos negamos, nos declaran la guerra?
- No, en absoluto. Y ustedes tampoco declararan la guerra a España...bastante tienen con los alemanes. Ni siquiera va a hacer falta. Ejecutaremos las acciones que le comente para asegurar nuestras fronteras y aplicaremos las condiciones que le he expuesto igualmente.
- Ah...una cosa más. Creemos que el Gobierno de su Graciosa Majestad querrá tener un detalle, de forma anónima y discreta, con las familias de los marinos y guardias españoles caídos como parte de estos lamentables malos entendidos que no son culpa de nadie. Cosas que pasan. Espero de corazón que la lista de caídos españoles no aumente por accidentes en Gibraltar.
Por cierto...cuando me dijo que esperásemos a su Comisión de Evaluación de la RAF?
El embajador sonrió una vez más tras su taza de té mientras la cara del Ministro de Exteriores reflejaba una máscara impenetrable.
"Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil que un malvado". Arturo Pérez-Reverte
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- Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos
LA FRACTURA
VARIAS LOCALIZACIONES
La juez Del Prado entró en la casa acompañada de dos guardias civiles de la UEI, a un lado del pasillo otros dos operativos encapuchados controlaban a dos hombres arrodillados y ahora engrilletados y encapuchados. Su acompañante sin embargo no tardo en conducirla a una sala de estar en la que se amontonaban libros técnicos sobre la segunda guerra mundial, especialmente aviones y tanques tanto alemanes como aliados. Era la prueba que estaban buscando. Estos hombres habían estado colaborando con un traidor fugado a Alemania, enviándole libros y a saber que otras maravillas.
Habían cortado una cabeza a la serpiente ¿Pero cuantas tendría en realidad?
--------------------
Stalin había vivido toda su vida bajo el maldito nombre escogido por sus padres para él. Decididos admiradores del comunismo y la URSS no habían reparado en que el nombre elegido para su tierno infante era de hecho, el apellido de uno de los mayores genocidas de la historia. Por ello durante toda la vida Stalin recibió las burlas y comentarios de sus compañeros y amigos, y como en muchos casos de acoso, esta presión más el ambiente comunista de su hogar hicieron que fuera radicalizándose aún más en su admiración del comunismo.
Por desgracia el ser miembro del partido no le aseguro nada en una España en la que los comunistas eran poco más que una gracieta, una broma de mal gusto diluida en un partido multidisciplinar como IU, en el que se entremezclaban las tendencias izquierdistas más curiosas, desde el PCE que conformaba su base a los verdes y otras izquierdas libertarias. Para empeorar las cosas, justo cuando las cosas parecían empezar a cambiar de la mano de Podemos, ocurrió la Fractura, mandándolos a todos al pasado, a un tiempo en el que la URSS aún existía y estaba en la cúspide de su poder.
Cuando esto ocurrió tuvo claro cuál era su deber. Stalin había estudiado física, especializándose en física teórica. Aun así atesoraba unos increíbles conocimientos en este campo, y tras una ardua tarea de búsqueda en las semanas anteriores, había recopilado toneladas de datos en varios pendrive que ahora descansaban en sus bolsillos, tras haber pasado la frontera portuguesa para llegar a Lisboa. También en su mochila un ordenador portátil y varios otros dispositivos almacenaban datos y diseños de equipos que habrían las delicias de cualquier científico de esta época.
Con una mirada observo la placa de la calle en la que acababa de entrar; “Rua Visconde de Santarém”, era aquí, por fin había llegado…
------------------
El Sargento Murieta acabo la transcripción del telegrama interceptado en Berna esa mañana. Si la decodificación era correcta, parecía ir destinado al Almirantazgo y no al gobierno lo cual era bastante extraño dado el tema que trataban. >>Yacimientos petróleo Manchuko, prov Kokuryuko, 150km NO Harbin, 120 km SE Qiquihar. <<
¿Qué demonios significaba aquello?
La juez Del Prado entró en la casa acompañada de dos guardias civiles de la UEI, a un lado del pasillo otros dos operativos encapuchados controlaban a dos hombres arrodillados y ahora engrilletados y encapuchados. Su acompañante sin embargo no tardo en conducirla a una sala de estar en la que se amontonaban libros técnicos sobre la segunda guerra mundial, especialmente aviones y tanques tanto alemanes como aliados. Era la prueba que estaban buscando. Estos hombres habían estado colaborando con un traidor fugado a Alemania, enviándole libros y a saber que otras maravillas.
Habían cortado una cabeza a la serpiente ¿Pero cuantas tendría en realidad?
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Stalin había vivido toda su vida bajo el maldito nombre escogido por sus padres para él. Decididos admiradores del comunismo y la URSS no habían reparado en que el nombre elegido para su tierno infante era de hecho, el apellido de uno de los mayores genocidas de la historia. Por ello durante toda la vida Stalin recibió las burlas y comentarios de sus compañeros y amigos, y como en muchos casos de acoso, esta presión más el ambiente comunista de su hogar hicieron que fuera radicalizándose aún más en su admiración del comunismo.
Por desgracia el ser miembro del partido no le aseguro nada en una España en la que los comunistas eran poco más que una gracieta, una broma de mal gusto diluida en un partido multidisciplinar como IU, en el que se entremezclaban las tendencias izquierdistas más curiosas, desde el PCE que conformaba su base a los verdes y otras izquierdas libertarias. Para empeorar las cosas, justo cuando las cosas parecían empezar a cambiar de la mano de Podemos, ocurrió la Fractura, mandándolos a todos al pasado, a un tiempo en el que la URSS aún existía y estaba en la cúspide de su poder.
Cuando esto ocurrió tuvo claro cuál era su deber. Stalin había estudiado física, especializándose en física teórica. Aun así atesoraba unos increíbles conocimientos en este campo, y tras una ardua tarea de búsqueda en las semanas anteriores, había recopilado toneladas de datos en varios pendrive que ahora descansaban en sus bolsillos, tras haber pasado la frontera portuguesa para llegar a Lisboa. También en su mochila un ordenador portátil y varios otros dispositivos almacenaban datos y diseños de equipos que habrían las delicias de cualquier científico de esta época.
Con una mirada observo la placa de la calle en la que acababa de entrar; “Rua Visconde de Santarém”, era aquí, por fin había llegado…
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El Sargento Murieta acabo la transcripción del telegrama interceptado en Berna esa mañana. Si la decodificación era correcta, parecía ir destinado al Almirantazgo y no al gobierno lo cual era bastante extraño dado el tema que trataban. >>Yacimientos petróleo Manchuko, prov Kokuryuko, 150km NO Harbin, 120 km SE Qiquihar. <<
¿Qué demonios significaba aquello?
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
-
- General de Ejército
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- Registrado: 13 Ago 2014, 16:15
LA FRACTURA
La familia Finkelstein admiraba la que iba a ser su nueva residencia. Incluso en la lejana Polonia se sabía que Gibraltar era el bastión británico en el Sur de Europa; pero ahora veían ondear la bandera española, roja y oro. Un guía hispano, que hablaba un alemán bastante decente, llevó a la familia hasta la que iba a ser su nueva residencia.
Los Finkelstein no tenían dificultades con el alemán, su segunda lengua tras el yiddish. Procedían de Danzing y habían sido alemanes hasta que acabó la guerra anterior; el tío Aarón había perecido en el barro del Somme luchando por el káiser. Pero Danzing había pasado a ser polaca, y los judíos Finkelstein, ciudadanos de segunda. Pero cuando los alemanes de Hitler se hicieron con la ciudad libre todo fue a peor para la familia. Elijah, el hijo mayor, había desaparecido en la batalla del Bzura. No sabían si había perecido en los combates, o si había sido capturado. Poca diferencia había, porque según los rumores los judíos capturados eran asesinados. Ninguno de los conocidos de los Finkelstein había vuelto a casa. Las nuevas autoridades les habían obligado a llevar la estrella de David y los habían recluido en un miserable barrio en el que las enfermedades se llevaban a los niños; Ruth, la más pequeña, había muerto de disentería y hambre. El primo Solomon, que era mongólico, también había desaparecido.
De repente, un día llegaron unos alemanes vestidos de negro y reunieron a las mujeres y a los niños. Rechazaban a los varones salvo a los enfermos; por eso Michal, el segundo hermano, había simulado una cojera para no abandonar a la familia. A Michal le llamó la atención que los seleccionadores no fueron nada estrictos y dejaban que casi cualquiera que lo quisiese acompañase a las mujeres. Tras seleccionarlos los hicieron subir a vagones de ganado, en los que recorrieron toda Europa. Les llamó la atención que se les daba comida y bebida, no buena pero suficiente, e incluso les dejaron bajar un par de veces: era como si los alemanes quisiesen mantenerlos vivos. Al llegar a la frontera española lo comprendieron: unos policías españoles con uniforme de color verde los contaron e incluso protestaron a los guardianes alemanes: había pocos hombres. Un intérprete les interrogó preguntando cuantos varones faltaban y si se habían producido muertes durante el viaje; luego les explicaron que España y Alemania habían llegado a un acuerdo por el que compraban refugiados, pero exigiendo que se enviasen familias completas. Si llegaban incompletas el pago —en medicamentos y en materias primas— era menor. Las muertes aun bajaban más la cuota. Michal pensó que algo muy extraño había ocurrido si los todopoderosos teutones se rebajaban a las exigencias españolas.
Pronto entendió los motivos. Las familias judías fueron recibidas por otros uniformados que llevaban unos letreros en los que ponía “Protección Civil”, y tratadas, por primera vez en años, como personas. El intérprete les dijo que podían quitarse la Estrella de David si lo deseaban; pero les animaba a conservarla pero no ya como símbolo vergonzante sino de orgullo. Les entregaron una tarjeta de identificación y les hicieron pasar a una dependencia donde médicos —y médicas, había más mujeres que varones— les sometieron a una rápida revisión, destinada a detectar casos de enfermedades infecciosas, y a los más debilitados que requerían tratamiento inmediato.
Posteriormente tuvieron que ser identificados. Las familias completas no tuvieron dificultades, aunque los adultos fueron interrogados uno por uno; pero los que iban solos tuvieron que pasar un interrogatorio y un reconocimiento exhaustivo. Más de un supuesto refugiado salió esposado, al no haber podido demostrar su origen polaco o al sospecharse que fuesen agentes infiltrados.
Una vez identificados, los sanos, como por suerte estaban los Finkelstein, recibieron ropas de tejidos extraños y de corte aun más raro, y fueron llevados a autobuses de línea modernísima que los trasladaron a los lujosos hoteles de una localidad cercana llamada Castro Urdiales. Los guías españoles indicaron a los refugiados que era solo una escala, y les pidieron que no saliesen del hotel solos. Si deseaban dar un paseo, solo tenían que pedirlo: había multitud de voluntarios dispuestos a acompañarlos. No eran policías sino civiles, jóvenes y mayores, hombres y mujeres. Michal aprovechó para conocer esa España de la que tantos rumores absurdos se contaban; bastó un corto paseo para que viese que las habladurías se habían quedado cortas. La localidad, de la que nunca antes había oído hablar, Era una especie de ciudad balneario situada a la orilla del mar, con edificios lujosísimos llenos de maravillas. Lástima fue que el acompañante no hablase alemán; pero llevó a Michal a tomar unas cervezas más que buenas —las llamó algo así como “cañas”— y a tomar unas patatas con salsa picante.
Así no se trata a los condenados, pensó, y Michal olvidó sus planes de escapar con los suyos. Al día siguiente otro autobús los llevó de viaje. Nada tuvo que ver con los anteriores: el vehículo era muy cómodo, se paraba cada pocas horas, sobraba la comida y la bebida, y los refugiados eran acogidos en todas las paradas ¿esos eran los españoles que habían expulsado a los judíos? Finalmente la familia llegó a Gibraltar, ciudad que había quedado vacía y que iba a ser su nueva morada.
Otro intérprete —Michal no esperaba que en España hubiese hablantes de alemán o de polaco— les dijo que durante los siguientes meses estaría restringida su libertad de movimientos mientras se comprobaba —otra vez— su identidad, mediante interrogatorios a otros refugiados que los avalasen. Posteriormente serían libres de hacer lo que quisiesen: podrían moverse por toda España, alojarse donde deseasen, trabajar en lo que quisiesen. Si no encontraban ocupación, recibirían una renta que les ayudaría a vivir. Tan solo tendrían prohibido salir de España mientras siguiese el conflicto. También les recomendaban aprender algunas nociones de español, para lo cual se les proporcionarían clases gratuitas-
Pero apenas se habían aposentado cuando un militar, acompañado de un intérprete, llamó a la casa, preguntando por Michal. Ahí le hicieron una oferta ¿quería vengarse de los alemanes? Le ofrecían enrolare en el ejército. Recibiría un salario que al polaco le pareció principesco, y una ayuda a la familia si ocurría lo peor. Además, cuando acabase la guerra, se ofrecería la nacionalidad española a las familias de los veteranos. Michal no se lo pensó y aceptó; al llegar a casa se sorprendió al ver que a su hermana Esther le hacían la misma oferta.
Los Finkelstein no tenían dificultades con el alemán, su segunda lengua tras el yiddish. Procedían de Danzing y habían sido alemanes hasta que acabó la guerra anterior; el tío Aarón había perecido en el barro del Somme luchando por el káiser. Pero Danzing había pasado a ser polaca, y los judíos Finkelstein, ciudadanos de segunda. Pero cuando los alemanes de Hitler se hicieron con la ciudad libre todo fue a peor para la familia. Elijah, el hijo mayor, había desaparecido en la batalla del Bzura. No sabían si había perecido en los combates, o si había sido capturado. Poca diferencia había, porque según los rumores los judíos capturados eran asesinados. Ninguno de los conocidos de los Finkelstein había vuelto a casa. Las nuevas autoridades les habían obligado a llevar la estrella de David y los habían recluido en un miserable barrio en el que las enfermedades se llevaban a los niños; Ruth, la más pequeña, había muerto de disentería y hambre. El primo Solomon, que era mongólico, también había desaparecido.
De repente, un día llegaron unos alemanes vestidos de negro y reunieron a las mujeres y a los niños. Rechazaban a los varones salvo a los enfermos; por eso Michal, el segundo hermano, había simulado una cojera para no abandonar a la familia. A Michal le llamó la atención que los seleccionadores no fueron nada estrictos y dejaban que casi cualquiera que lo quisiese acompañase a las mujeres. Tras seleccionarlos los hicieron subir a vagones de ganado, en los que recorrieron toda Europa. Les llamó la atención que se les daba comida y bebida, no buena pero suficiente, e incluso les dejaron bajar un par de veces: era como si los alemanes quisiesen mantenerlos vivos. Al llegar a la frontera española lo comprendieron: unos policías españoles con uniforme de color verde los contaron e incluso protestaron a los guardianes alemanes: había pocos hombres. Un intérprete les interrogó preguntando cuantos varones faltaban y si se habían producido muertes durante el viaje; luego les explicaron que España y Alemania habían llegado a un acuerdo por el que compraban refugiados, pero exigiendo que se enviasen familias completas. Si llegaban incompletas el pago —en medicamentos y en materias primas— era menor. Las muertes aun bajaban más la cuota. Michal pensó que algo muy extraño había ocurrido si los todopoderosos teutones se rebajaban a las exigencias españolas.
Pronto entendió los motivos. Las familias judías fueron recibidas por otros uniformados que llevaban unos letreros en los que ponía “Protección Civil”, y tratadas, por primera vez en años, como personas. El intérprete les dijo que podían quitarse la Estrella de David si lo deseaban; pero les animaba a conservarla pero no ya como símbolo vergonzante sino de orgullo. Les entregaron una tarjeta de identificación y les hicieron pasar a una dependencia donde médicos —y médicas, había más mujeres que varones— les sometieron a una rápida revisión, destinada a detectar casos de enfermedades infecciosas, y a los más debilitados que requerían tratamiento inmediato.
Posteriormente tuvieron que ser identificados. Las familias completas no tuvieron dificultades, aunque los adultos fueron interrogados uno por uno; pero los que iban solos tuvieron que pasar un interrogatorio y un reconocimiento exhaustivo. Más de un supuesto refugiado salió esposado, al no haber podido demostrar su origen polaco o al sospecharse que fuesen agentes infiltrados.
Una vez identificados, los sanos, como por suerte estaban los Finkelstein, recibieron ropas de tejidos extraños y de corte aun más raro, y fueron llevados a autobuses de línea modernísima que los trasladaron a los lujosos hoteles de una localidad cercana llamada Castro Urdiales. Los guías españoles indicaron a los refugiados que era solo una escala, y les pidieron que no saliesen del hotel solos. Si deseaban dar un paseo, solo tenían que pedirlo: había multitud de voluntarios dispuestos a acompañarlos. No eran policías sino civiles, jóvenes y mayores, hombres y mujeres. Michal aprovechó para conocer esa España de la que tantos rumores absurdos se contaban; bastó un corto paseo para que viese que las habladurías se habían quedado cortas. La localidad, de la que nunca antes había oído hablar, Era una especie de ciudad balneario situada a la orilla del mar, con edificios lujosísimos llenos de maravillas. Lástima fue que el acompañante no hablase alemán; pero llevó a Michal a tomar unas cervezas más que buenas —las llamó algo así como “cañas”— y a tomar unas patatas con salsa picante.
Así no se trata a los condenados, pensó, y Michal olvidó sus planes de escapar con los suyos. Al día siguiente otro autobús los llevó de viaje. Nada tuvo que ver con los anteriores: el vehículo era muy cómodo, se paraba cada pocas horas, sobraba la comida y la bebida, y los refugiados eran acogidos en todas las paradas ¿esos eran los españoles que habían expulsado a los judíos? Finalmente la familia llegó a Gibraltar, ciudad que había quedado vacía y que iba a ser su nueva morada.
Otro intérprete —Michal no esperaba que en España hubiese hablantes de alemán o de polaco— les dijo que durante los siguientes meses estaría restringida su libertad de movimientos mientras se comprobaba —otra vez— su identidad, mediante interrogatorios a otros refugiados que los avalasen. Posteriormente serían libres de hacer lo que quisiesen: podrían moverse por toda España, alojarse donde deseasen, trabajar en lo que quisiesen. Si no encontraban ocupación, recibirían una renta que les ayudaría a vivir. Tan solo tendrían prohibido salir de España mientras siguiese el conflicto. También les recomendaban aprender algunas nociones de español, para lo cual se les proporcionarían clases gratuitas-
Pero apenas se habían aposentado cuando un militar, acompañado de un intérprete, llamó a la casa, preguntando por Michal. Ahí le hicieron una oferta ¿quería vengarse de los alemanes? Le ofrecían enrolare en el ejército. Recibiría un salario que al polaco le pareció principesco, y una ayuda a la familia si ocurría lo peor. Además, cuando acabase la guerra, se ofrecería la nacionalidad española a las familias de los veteranos. Michal no se lo pensó y aceptó; al llegar a casa se sorprendió al ver que a su hermana Esther le hacían la misma oferta.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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