La Pugna Continuación de "El Visitante"

Los Ejércitos del mundo, sus unidades, campañas y batallas. Los aviones, tanques y buques. Churchill, Roosevelt, Hitler, Stalin y sus generales.
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La Pugna Continuación de "El Visitante"

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La pugna


Historia alternativa de la Segunda Guerra Mundial

Continuación de “El Visitante”



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La Pugna Continuación de "El Visitante"

Mensaje por Domper »

Iba a demorar un poco la presentación de la segunda parte, pero al final he pensado que no tiene mucho sentido tenerla muerta de risa en un pincho de memoria. Como ciertas ocupaciones me van a impedir escribir mucho en los próximos días, lo que haré será ir presentando la nueva obra.

Como siempre, advierto que se trata de una publicación provisional, que puede ser modificada sin previo aviso. Si alguien desea la versión completa, tendrá que esperar a la publicación definitiva (de la que está ya cerca "El Visitante".

De antemano os doy las gracias por vuestra ayuda.

Saludos



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“Ucronía: dícese de la literatura que especula sobre mundos alternativos en los cuales los hechos históricos se han desarrollado de diferente forma de como los conocemos”.

“Así como utopía es lo que no existe en ningún lugar, ucronía es lo que no existe en ningún tiempo.”


Charles Rounivier “L’utopie dans l’Histoire”



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Prólogo


La victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial ha sido un tema que ha fascinado tanto como la derrota final de Napoleón ¿Cómo un hombre que conquistó toda Europa, que llegó a dominar desde Madrid hasta Moscú, pudo ser vencido? La misma pregunta se plantea una y otra vez al aficionado a la Historia Militar ¿Cómo pudo ser derrotada Alemania, la potencia militar que fue capaz de conquistar París y llegar a las puertas de Moscú?

Argumentos que justifican la derrota alemana no faltan. Simplemente, Alemania no fue capaz de superar a una coalición mundial dirigida contra ella. Los aliados disponían de más recursos, fabricaban más armas y tenían más hombres que Alemania y sus países satélites. Lo que llevó, inexorablemente, a la victoria del mundo libre… aunque llamar libre al régimen estalinista pueda resultar contradictorio.

Pero la cuestión es que en el verano de 1940 Alemania dominaba Europa y sus ejércitos no tenían rival ¿Cómo pudo ser que Alemania no venciese?

La novela “El Visitante”, de la que esta obra es continuación, intentaba analizar las opciones que se abrieron ante Alemania tras conseguir derrotar a Francia el verano de 1940. “El Visitante” nació como un entretenimiento, un simple ejercicio de novelización de acontecimientos ucrónicos, pero que creció hasta convertirse en un libro cada vez más extenso y que finalizó dejando tantos interrogantes abiertos que me han obligado a sentarme nuevamente ante el teclado.

El riesgo que supone escribir sobre una posible victoria alemana en la Segunda Guerra Mundial es olvidar el terrible sufrimiento que vino aparejado con la dominación hitleriana, una de las páginas más vergonzosas de la Historia de la Humanidad. Cualquier futuro alternativo que incluyese los campos de exterminio me parece repugnante. Afortunadamente el escritor de ucronías tiene la ventaja de poder modelar un universo más de su gusto, y es lo que intenté con “El Visitante”, donde he intentado imaginar una Alemania nazi menos nazi. Dejo a juicio del lector si lo he conseguido o no lo.

En la introducción hago un pequeño resumen de la parte anterior, para que “la Pugna” pueda leerse independientemente. Sin embargo recomiendo la lectura de “El Visitante” para la mejor comprensión de esta obra.



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Agradecimientos


No podría enfrentar la escritura de esta novela sin la calurosa acogida recibida por “El Visitante”. Sin todos sus lectores, y especialmente sin los que me animaron a continuar la historia, “La Pugna” no hubiese sido posible.

Citar a todos los que me ayudaron con “El Visitante” y "La Pugna" sería imposible, pero tengo que destacar la ayuda de Ramcke, AnibalClar, Grognard, Eriol, el Capitán Miller, Wyrm, Gaspacher, KL Albrecht Achilles, Luis M. García o JLVassallo, del foro Der Zweiter Weltkrieg y del Foro General Militar.

Como en “El Visitante” la recogida de la información necesaria ha sido personal, buscando en parte en mi biblioteca, pero sobre todo en Internet, una ventana abierta al mundo que permite acceder a todo tipo de informaciones de manera inimaginable para generaciones anteriores. Ante páginas como Uboat.net, Lexikon de Wehrmacht, AchtungPanzer y, cómo no, Wikipedia, siento fascinación al ver como miles de personas han prestado su esfuerzo desinteresado, permitiendo encontrar datos que antes hubiesen requerido la consulta de bibliotecas especializadas. A todos ellos dedico esta obra.

Buena parte de los personajes que aparecen en esta obra son reales. Intentar conseguirlo me ha llevado muchas horas de consulta y por eso animo a los lectores a conocer sus vidas, como homenaje a los que vivieron esos años tan difíciles. Sin embargo al imaginar la actuación de esos personajes históricos corro el riesgo de atribuirles hechos que no hubiesen efectuado. Pido disculpas por los probables errores que haya cometido.

Esta página no estaría completa sin un especial recuerdo a dos personas maravillosas sin las que no podría vivir: mi esposa María Rosa y mi hija Ana.

Gracias a todos.
Última edición por Domper el 18 Jun 2015, 22:34, editado 3 veces en total.



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Introducción


La catástrofe que para Europa supuso la Primera Guerra Mundial no solo llevó al ascenso de ideologías totalitarias, sino que creó un sentimiento de resentimiento en los derrotados que desencadenó una nueva guerra en Europa apenas veinte años después. Pero la nueva guerra no fue igual que la anterior: los militares alemanes habían ideado una nueva estrategia que usaba los adelantos en la mecanización y en la aviación para vencer a los ejércitos enemigos, penetrar profundamente en su retaguardia y finalmente derrotarlos con rapidez y energía que hubiesen aplaudido Aníbal o Napoleón.

Con rapidez pasmosa Alemania conquistó Polonia, Dinamarca y Noruega, y en Mayo de 1940 se volvió contra el Oeste. En un mes derrotó los ejércitos franceses, ingleses y belgas. Aunque la mayor parte del ejército inglés pudo reembarcar en Dunkerque, tuvo que abandonar su armamento. Inglaterra quedó casi inerme ante el ejército alemán: solo su flota protegía sus costas del avance de los Panzer. Poco después el resto de los Países Bajos y de Francia cayeron bajo el yugo nazi.

La obra que precede la actual, “El Visitante”, comienza cuando el 27 de Junio de 1940 un victorioso Adolf Hitler visita París. El dictador es un aficionado a la arquitectura y desea conocer los principales monumentos de la Ciudad de la Luz. Sin embargo un conspirador alemán ha entregado una bomba a un izquierdista francés. Hitler perece cuando la bomba estalla durante su visita a la Ópera, y la historia del mundo diverge.

Al llegar la noticia del asesinato de Hitler a Berlín el jefe de las SS, Heinrich Himmler, intenta hacerse con el poder ayudado por el jefe de seguridad del Reich, Reinhard Heydrich. Sin embargo uno de sus subordinados, el mayor Walter Schellenberg, decide cambiar de bando y alerta al Reichsmarshall Hermann Goering. Este consigue frustrar el golpe con la ayuda del general Beck, antiguo jefe del ejército caído en desgracia. Goering ordena la ejecución de Himmler y Heydrich, y además otros prominentes nazis mueren o son gravemente heridos durante la intentona. Goering aprovecha el asesinato de Hitler para acusar a las SS y disolverlas. Posteriormente organiza un plebiscito que le confirma en el poder, tomando el título de “Statthalter”, es decir, lugarteniente. Goering decide llamar al antiguo canciller Von Papen para dirigir la diplomacia alemana.

Tras la toma del poder Goering estudia junto con los altos cargos del ejército, la marina y la aviación estudia como vencer a Inglaterra. Después de largas deliberaciones deciden que un asalto directo es imposible debido a la debilidad naval alemana, y prefieren atacar al Imperio Británico para hacer caer al Primer Ministro Británico Winston Churchill.

Von Papen consigue que Goering atenúe el antisemitismo nazi para hacer su régimen más digerible para otras naciones. Luego organiza en Aquisgrán una conferencia de la que surge una confederación de estados europeos, la Unión Paneuropea, y un organismo militar, el Pacto de Aquisgrán. La Unión Paneuropea incluye a Alemania y sus conquistas, Italia, la mayor parte de los Balcanes salvo Yugoslavia y Grecia, la renuente Francia y España.

El Reino Unido considera que la Unión Paneuropea es una amenaza e impone sanciones contra España. Las maquinaciones de Schellenberg, que ahora dirige los servicios de inteligencia alemanes, llevan a que Inglaterra declare la guerra a España. Los británicos desembarcan en Canarias, pero pocas semanas después Gibraltar es reconquistado por los españoles.

Goering presiona a Mussolini para que acepte la ayuda militar alemana, cuya llegada salva al ejército italiano de la contraofensiva inglesa en Egipto. El descubrimiento de petróleo en Libia da mayor importancia al escenario, por lo que ambas potencias llevan a África una gran fuerza militar, con gran componente acorazado, dirigida por los generales Von Manstein y Rommel. Los dos generales se complementan perfectamente y derrotan a los británicos primero en la frontera de Libia y luego en Egipto.

Simultáneamente el regente Pablo de Yugoslavia, con ayuda alemana, se proclama rey de Yugoslavia, que se une a la Unión Paneuropea. Grecia es atacada y derrotada por los alemanes, aunque los ingleses logran refugiarse en Creta.

Tras el golpe de estado antibritánico en Irak los ejércitos alemán e italiano, dirigidos por Von Manstein y Rommel, cruzan el Canal de Suez, derrotan al ejército inglés, e invaden Palestina, enlazando con los rebeldes iraquíes. Goering convoca una reunión de la Unión Paneuropea en Jerusalén.

Sin embargo Goering está siendo influido por miembros radicales del partido nazi, y retoma su nunca olvidado antisemitismo para proceder a la limpieza racial en Europa y Palestina. Asimismo decide invadir la URSS. Ofrece el mando de las operaciones a Von Manstein, ahora en Berlín, que diseña un complejo plan de operaciones para la invasión. Schellenberg, que es testigo de matanzas de judíos en Palestina, busca el apoyo de generales y políticos alemanes contra los planes del dictador. Al mismo tiempo Stalin, que engañado por Schellenberg ha desencadenado una nueva purga contra su ejército, planea invadir Europa Occidental adelantándose a la ofensiva alemana.

La posición de Churchill peligra, pero su habilidad como político le libra de una moción de censura. Pensando que los éxitos alemanes se deben a Goering envía un comando para atentar contra él. La operación fracasa pero el rumor llega a Berlín, donde un grupo de nazis, muchos de ellos relacionados con las antiguas SS, intentan tomar el poder, ayudados por el mariscal Beck y el almirante Canaris. Sin embargo Schellenberg, ayudado por Von Manstein, aborta el intento de golpe de estado.

En Jerusalén se prodigan las conspiraciones contra Goering, pero el antiguo SS y ahora comisario de policía Sepp Dietrich consigue desmantelarlas. Finalmente el mismo oficial alemán que había llevado la bomba a París consigue introducir otra bomba en la recepción que ofrece el dictador alemán a sus aliados. En el atentado mueren Goering y Mussolini, y la historia del mundo vuelve a cambiar.



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Thomas Pullings
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Mensaje por Thomas Pullings »

Estupendo Domper!!! menudo alegrón, me tenia enganchadísimo la anterior!!!

Suerte y estaremos pendientes de nuevas entregas.

Saludos


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JLVassallo
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Mensaje por JLVassallo »

Sr. Domper, muchas gracias por postear la continuación tan pronto. Será un placer leerla y ver como avanza esta historia.
A los foristas que lo ayudaron muchas gracias por el aporte dado.
Abrazos.


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Primera parte


Ministerio de Información y Propaganda.

Sección de Control de medios de masas.

Expediente nº 3122-95

Presentado el: 22 de Marzo de 1995

Solicitud de consulta voluntaria de la obra “Siete años y siete días” de la que es autor Heinrich Gerlach

Máximo secreto

Heinrich Gerlach es un novelista que ha escrito varios relatos de ficción sobre la Guerra de Supremacía. Parte de ellos han sido prohibidos al ser demasiado próximos a las tesis liberalcapitalistas.

En el libro que Gerlach somete a consulta el autor trata de hacer un relato oral de la guerra de supremacía, basándose en testimonios que refiere haber obtenido mediante entrevistas personales. Aunque el autor afirma que ha realizado personalmente esas entrevistas, parecen ser inventadas. También incorpora relatos de veteranos de guerra, ya publicados en otros libros, incluye fragmentos de textos históricos aprobados, y dedica gran parte de la obra a los diarios personales del coronel conde Roland von Hoesslin

La familia del coronel Von Hoesslin había solicitado la publicación de una edición resumida de los diarios que el coronel recogió durante la Guerra de Supremacía. La confiabilidad política de Rudolf Von Hoesslin está fuera de toda duda, constando su adhesión personal y la de su familia al Movimiento Germánico.

Este censor ha podido revisar los diarios de Von Hoesslin pudiendo advertir que las diferencias lo escrito por el coronel Von Hoesslin y la obra de la que se pretende su publicación son tan solo estilísticas y de detalle, insertas por el autor para facilitar su lectura y comprensión por el lector.

El estilo es fácil de entender aunque demasiado rebuscado, no siendo uno de los mejores trabajos de Gerlach. Al menos no tiene defectos graves ni atenta contra la puridad de la lengua alemana, aunque es deplorable el uso de demasiados anglicismos.

El relato de las acciones militares, tanto del coronel Von Hoesslin como de otros combatientes, resulta interesante e incluso podría ser inspirador para la juventud germánica, aunque con frecuencia sea excesivamente franco. Las partes de la obra en la que se cuentan sucesos políticos no solo resultan farragosas sino que son inverosímiles.

En conjunto la obra carece de verosimilitud. Los diarios del coronel Von Hoesslin tienen escasa conexión con la realidad aceptada, seguramente por haber sido escritos en las etapas finales de la vida del coronel, cuando sus facultades mentales habían disminuido. La descripción de los personajes históricos o los hechos que relata discrepan con la realidad histórica establecida. Las partes incorporadas por Gerlach abundan en esa discrepancia, y parece que el autor se recree en contradecir la realidad histórica. Tan solo se atiene a la realidad establecida en los fragmentos de otras obras que el autor ha incorporado, probablemente para que den apariencia de veracidad a lo que es fruto exclusivo de su desviada imaginación.

Este censor considera que la lectura de la obra puede llevar a la confusión al lector, que puede interpretar como una descripción de hechos reales lo que en realidad es una obra de ficción, llevándole a dudar de la fidelidad de los textos históricos aprobados por el Ministerio de Cultura del Reich. Por eso este censor considera que, aunque los relatos de guerra puedan ser interesantes, no debe permitirse la publicación de la obra o, si se autoriza, sería necesario expurgarla de todo aquello que no corresponda con la realidad histórica.

Este censor recomienda que tanto la obra como este informe sean mantenidos en secreto.

Viva el Reich. Viva el Káiser. Viva Krenz. Viva el Movimiento Germánico.

Firmado: Bruno Hempfmann.



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Capítulo 1


De Globalpedia, la Enciclopedia Total.

Roland-Heinrich von Hößlin, Hösslin, o Hoesslin (21 de febrero de 1915 – 13 de octubre de 1983) fue un militar y político alemán.

Nacido en Múnich en una familia con larga tradición en la caballería del Ejército del Reino de Baviera. En 1933, a los 17 años de edad, tras superar el Abitur (Examen de Estado) se unió al ejército del Reich como alférez (“Fahnenjunker”) del 17º Regimiento de Caballería en Bamberg. En 1936 ascendió a teniente. Tras el inicio de la Guerra de Supremacía participó en la Campaña de Polonia como primer teniente en el 10º Destacamento de Reconocimiento. Posteriormente recibió formación como tanquista en la Panzertruppenschule de Krampnitz, Potsdam. En Enero de 1941 recibió el mando de la 3ª compañía del 33º Destacamento de Reconocimiento, parte de la 15ª Panzerdivisión. Durante la invasión de Egipto fue condecorado con la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro al capturar el Puente de Embaba, en el Cairo, pero sufrió graves heridas que afectaron a su pierna izquierda y le incapacitaron para el servicio en formaciones de combate.

Tras su recuperación se incorporó al OKW y posteriormente al Estado Mayor del mariscal Von Manstein en Berlín…



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Diario de Von Hoesslin.


Aunque todos habíamos leído a Jünger, o había necesitado la lectura de “Tempestades de acero” para decidirme por la milicia, ya que la caballería era una tradición familiar desde el siglo XVII. Uno de mis antepasados había muerto en Höchstädt luchando contra Marlborough, lo que había convertido a los Churchill en enemigos familiares. Pero de Jünger aprendí que el tiempo difumina las experiencias, y sin un diario las vivencias se atenúan y se mezclan. Decidí tener mi propio diario el día que comenzó la guerra que tenía que poner a Alemania en el lugar de honor que merece entre las naciones. Ahora, en mi senectud, releyendo esas cuartillas recuerdo aquellos años terribles.

Las primeras hojas del diario las llené en las cortas horas de descanso entre jornada y jornada recorriendo las interminables praderas polacas. Apunté mis primeras experiencias bélicas en pobres establos o en aun más miserables cabañas, cuando con mi sección a caballo pisábamos los talones a los polacos que escapaban de nuestros Panzer. No piensen que eran unos cobardes: una y otra vez se volvían y se enfrentaban con su ridículo armamento a nuestros monstruos de acero. Cuando los mastodontes de hierro nos adelantaban y cabalgaba entre nubes de polvo sentía al mismo tiempo dolor, porque la caballería ya no volvería a ser la misma, vergüenza al ver la inutilidad de mis afanes, y envidia de los tanquistas que eran la punta de lanza del ejército alemán.

En cuanto acabó la campaña solicité que se me admitiese en la escuela de tanques. No fue agradable cambiar mi brioso corcel por máquinas frías que olían a aceite y gasolina, pero los caballos iban a pasar al baúl de la historia junto con las cimitarras y las hachas de piedra. El futuro pertenecía a la máquina. Sin embargo, durante mi periodo de formación como tanquista hizo que me perdiese las campañas de Noruega y de Francia, y temí que la guerra acabase sin poder llegar a disparar mi cañón contra Churchill. No hubiese debido preocuparme: fue la guerra la que llamó a mi puerta. Fui destinado al 33 Batallón de Reconocimiento de la 15ª Panzerdivisión, que iba a ser enviada a Libia. Allí conseguí dos medallas: mi Cruz de Caballero y las heridas que cambiaron mi vida.

Nunca podré olvidar esos días en el desierto. La 15ª Panzer, mi división, derrotó a los tanques ingleses en la batalla de Bardía, abriendo paso a la 7ª División Panzer, que se lanzó contra Egipto y cercó al ejército de O’Connor en Mersa Matruh. Para evitar que los ingleses se rehiciesen el general Rommel nos llamó de nuevo a los de la 15ª, que todavía estábamos recuperándonos de los combates. Mi grupo de reconocimiento había sufrido pocas bajas, y Rommel me lanzó en persecución de los británicos. Los coches blindados de mi compañía corrieron por la planicie pedregosa en paralelo a las columnas de camiones que escapaban por la carretera. Sobrepasamos El Alamein, donde encontramos las trincheras vacías que los australianos habían cavado pero que habían abandonado precipitadamente. No mucho más allá vimos el verdor del Delta del Nilo. El terreno cambió abruptamente de desiertos y arenales a campos de cereal cuajados de frutales y entrecruzados por canales.

Fue entonces cuando el general Rommel cambió el sentido del avance. Dejamos de perseguir a los ingleses, que se retiraban hacia su base naval de Alejandría, que estaba protegida por canales y lagos que harían muy difícil su conquista. Rommel pensaba que si conseguía cruzar el Nilo y avanzar hacia el Canal de Suez el Delta del Nilo caería por sí solo, sin necesidad de batallar en sus cenagales. Pero el Nilo era un obstáculo formidable que pocos puentes cruzaban. Los brandenburguer habían atacado alguno de ellos los días anteriores sin poder evitar que fuesen volados. Pero tal vez el enemigo no esperase que tratásemos de tomar los puentes de El Cairo.

Mientras nuestros panzer recorrían la carretera ribereña del Nilo, mi compañía de reconocimiento efectuó un rodeo por el desierto para llegar a la ciudad desde el oeste. El desierto estaba vacío, ya que los ingleses solo defendían la carretera cercana al brazo canópico del Nilo, y mi compañía consiguió llegar a El Cairo sin ser advertida.

Cuando cayó la noche me introduje en el dédalo de callejas, avanzando siempre hacia el este, hasta que llegamos a las vías del tren. La población nos aclamaba cuando veía que nuestros blindados llevaban la Balkenkreuz, y un joven oficial egipcio se ofreció a guiarnos hasta el puente del ferrocarril de Embaba. El puente era una gran construcción metálica, parte de la cual giraba sobre un pivote para dejar pasar las embarcaciones por el río. Con el mayor sigilo posible nos acercamos al puente, que estaba abierto, pero justo entonces el tramo giratorio viró y empezó a pasar un gran convoy militar. No lo pensé dos veces: me lancé detrás del último vagón, y antes de que la guardia supiese lo que estaba pasando habíamos llegado al otro lado y mis soldados estaban desactivando las cargas explosivas. Durante horas los australianos nos atacaron, pero estábamos aferrados al puente y no consiguieron desalojarnos. A la mañana siguiente recibimos refuerzos y nuestros Panzer empezaron a cruzar el Nilo y a dirigirse hacia el Canal de Suez. Fue precisamente entonces cuando un morterazo me llenó de metralla la pierna izquierda.

Los cirujanos no pudieron hacer nada con el pie, y mi rodilla quedó anquilosada. Bastante tuve con salvar lo que me quedó de la extremidad. Aunque fui evacuado a Berlín para ser tratado por los mejores médicos, y los ortopedistas me fabricaron un pie artificial, mis días de campaña habían terminado.



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Pero si no podía servir a la Patria en el frente, lo haría en una oficina. Aun no estaba recuperado por completo cuando solicité ser destinado a algún puesto administrativo. Desde luego, prefería estar en el Estado mayor, pero estaba dispuesto a aceptar cualquier cosa, con tal de seguir luchando por el Reich.

No sé si pesó más mi experiencia de combate, mi Cruz de Caballero, o el nombre de mi familia, pero conseguí ser destinado al OKW. Apenas me había instalado cuando me llamó el mariscal Von Manstein. Lo consideré un honor: el mariscal era un genio militar que había llevado a las armas alemanas de triunfo en triunfo. Su plan nos había permitido derrotar a los ejércitos enormes franceses e ingleses en Francia. Yo había tenido el privilegio de luchar bajo sus órdenes en Egipto, y tras mi evacuación Von Manstein había conseguido otra gran victoria, derrotando a otro ejército británico en el Canal de Suez, conquistando Palestina y llegando hasta Bagdad. Ahora el Statthalter Goering había llamado a Von Manstein a Berlín. En el OKW todos especulábamos cual podría ser el siguiente objetivo, inclinándonos unos por un desembarco en Inglaterra y otros por la invasión de la India.

Entré en el despacho de mariscal ayudándome de un bastón.

—A sus órdenes, mi mariscal. Se presenta el primer teniente Von Hoesslin.

—Siéntese, teniente ¿qué tal se está recuperando?

—Ya estoy casi bien, mi mariscal.

—Me alegro. Siempre me ha gustado ver a los hijos siguen la tradición familiar ¿Sabe que conocí a su padre? Coincidimos en Curlandia en la 4ª de Caballería ¿Qué tal se encuentra?

—Regular, mi mariscal. Lleva muy mal lo de la silla de ruedas.

—No me extraña, con lo activo que era ¿Fue en el Argona donde lo hirieron, no? Y ahora le pasa lo mismo a su hijo. Una vieja familia de soldados sabe cuál es la cruz de la milicia, pero sufrirlo en las propias carnes… Sin embargo un joven oficial inteligente y valiente puede seguir sirviendo a su país. Teniente, necesito un ayudante ¿se ha recuperado lo suficiente como para trabajar conmigo?

—Desde luego, mi mariscal.

—Los Von Hoesslin siempre dispuestos. Perfecto. Es del dominio público que no estoy en Berlín de vacaciones. No le puedo decir por ahora cual es mi misión, pero puedo informarle de que necesito mantener reuniones periódicas con el general Schellenberg —al oír nombrarlo me estremecí, pues por Berlín corrían todo tipo de rumores sobre el personaje.

—Para esas reuniones —siguió el mariscal— necesito un ayudante. Su labor no solo será la organización de las reuniones, sino sobre todo mantener las actas, recogiendo todo lo que se discuta y se decida. Sin embargo no podrá tomar notas, porque al general Schellenberg le disgusta que quede constancia de lo que se ha dicho. Pero es un hombre muy ladino, y prefiero tener por escrito todo lo que hayamos discutido. Así que tendrá que confiar en su memoria. Dentro de tres días voy a tener una reunión con él. Usted me acompañará.

No me costó demasiado adaptarme a la forma de trabajar de Von Manstein. Era un optimista incurable para el que no había tarea imposible, pero que también exigía optimismo a su personal. Odiaba oír “es imposible”, y quien quería ganárselo tenía que decir “es un problema muy difícil pero seguro que usted encontrará la solución”. También le disgustaba el papeleo, que encomendaba a sus ayudantes, y esperaba que no se le molestase con minucias.

Me ocupé de ajustar la agenda del mariscal y de pedir un coche oficial, y le acompañé a la primera cita. No conocía aun al general Schellenberg, y me lo imaginaba con piel de tono rojizo, cuernos y rabo. Al contrario, era una persona muy agradable. Tal vez demasiado: menos mal que el mariscal me había prevenido y conseguí no caer en sus redes. La reunión más que una conferencia pareció una charla de sobremesa. Lo curioso es que no se habló para nada de nuestros enemigos, sino de las medidas necesarias para controlar Berlín ante cualquier intentona golpista. En la reunión se decidió la creación de una unidad especial, la división de instrucción de Berlín, que agruparía las formaciones del ejército, de la marina, de la aviación y de la policía de la capital. La nueva división iba a consistir tan solo en un pequeño núcleo de oficiales, ya que aparentemente la misión de la nueva unidad iba a ser simplificar la intendencia de las unidades militares estacionadas en la capital. Pero en realidad su misión debía ser el control de la ciudad en momentos de crisis.

Me llamó la atención que se dotase de tanto poder a una unidad militar, que iba a mandar el general Von Knobelsdorff. Tampoco entendí que una unidad tan poderosa no estuviese integrada en una mayor, sino que estuviese las órdenes directas del mariscal. Von Manstein, que no formaba parte de la cadena de mando, aunque nominalmente estuviese subordinado al OKW, dispondría de una herramienta muy potente. Solo comprendí la sabiduría de la medida cuando llegaron los cuatro días de Julio.



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El día 23 recibí una llamada: debía presentarme urgentemente en el Bendlerblock, sede del OKW. Al llegar me dijeron que Kaltenbrunner, un antiguo SS que había sido seguidor de Himmler, estaba intentando hacerse con el poder con la ayuda de varios militares de alto rango. Corría el rumor que habían matado a Goering pero me aseguraron que no era más que un bulo. Mi misión debía ser asegurar las comunicaciones entre la división de instrucción, el OKW y la sede de la RHSA. Como Von Knobelsdorff era un militar muy competente la división ocupó sus objetivos en un abrir y cerrar de ojos: cuando los golpistas entraron en los ministerios se encontraron con patrullas de militares y de policías que los detuvieron. La intentona golpista fue abortada antes de nacer, y los berlineses, si notaron algo, tan solo fue que había algún movimiento de militares por las calles.

Sin embargo Von Manstein y Schellenberg decidieron que los ministerios siguiesen bajo vigilancia hasta que el Statthalter volviese de Palestina y la situación se calmase. Tuve que quedarme día y noche en el Bendlerblock, comiendo de pie y sin apenas descanso. Un par de días después parecía que todo estaba tranquilo e intenté dar una cabezada. Apenas me había tumbado en un sillón de la sala de banderas cuando notó que me zarandeaban.

—Teniente, el mariscal Von Manstein le reclama. Es urgente.

Como un sonámbulo me acerqué a su despacho, pero me despejé cuando vi que el mariscal y el general Schellenberg estaban de nuevo reunidos. El mariscal me dijo:

—Teniente, debe localizar urgentemente al general Von Knobelsdorff.

No me costó demasiado: el general también estaba intentando descansar un poco. Le acompañé hasta el despacho del mariscal, que me pidió que me quedase: aunque no me dijo nada sabía que iba a tener que memorizar todo lo que se ocurriese.

—General —dijo Von Manstein a Von Knobelsdorff—, debe alertar inmediatamente su división. Se va a declarar el estado de sitio en la capital.

—¿Qué ha ocurrido?

—Algo terrible. El Statthalter Goering ha sido asesinado en Jerusalén.

—¿Cómo? —el general perdió su compostura de militar, y yo mismo no podía contener mi asombro.

—Como escucha. Han asesinado al Statthalter.

—¿Se ha confirmado la noticia? ¿Cómo ha podido ocurrir?

—Por desgracia, la muerte de Goering se ha confirmado, aunque todavía no conocemos los detalles. Pero no podemos esperar. Ya conoce su misión: debe asegurar los ministerios y las comunicaciones. Despliegue a sus hombres en los principales cruces y establezca controles en las autopistas y en la circunvalación. Solo podrán circular quienes puedan mostrar pases que lleven mi firma, la del general Schellenberg o la del coronel Nebe. Pero no se exceda en sus funciones: no quiero que sus tropas abran fuego salvo si es imprescindible. Puede retirarse.

Las unidades militares ya estaban en sus puestos, y en muy poco tiempo Berlín pasó a ser una ciudad ocupada.



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La División de Instrucción Berlín fue una unidad de la Wehrmacht (Fuerza de Defensa de Alemania) durante la Guerra de Supremacía. Fue formada en Julio de 1941 como una formación de carácter administrativo destinada a facilitar la coordinación y el aprovisionamiento de las diversas unidades militares estacionadas en Berlín.

En 1941 estaban estacionadas en la capital del Reich múltiples unidades militares de las tres ramas de las fuerzas armadas (Heer, Luftwaffe y Kriegsmarine) que estaban encomendadas tanto de las tareas administrativas en los diferentes cuarteles generales, como de la vigilancia de edificios militares. Además en la periferia de la ciudad había varias escuelas militares, siendo las principales la de paracaidistas de Tempelhof y la de tanques de Krampnitz.

La duplicidad de las cadenas logísticas y de mando estaba creando serios inconvenientes, por lo que por recomendación del mariscal Von Manstein, destinado temporalmente en Berlín, se creó una gran unidad, subordinada directamente al OKW, que tenía función administrativa, permitiendo coordinar las unidades de las diferentes armas presentes en la capital y armonizar tanto la relación entre ellas como la recepción de suministros. De forma secundaria, se confeccionaron planes destinados contrarrestar intentonas golpistas, levantamientos populares o incluso asaltos aerotransportados…



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wilhelm
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La Pugna Continuación de "El Visitante"

Mensaje por wilhelm »

Felicidades al autor por animarse a continuar con la segunda parte de la historia.


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