La toma de la Habana por los ingleses
- Raul_
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La toma de la Habana por los ingleses
¿Tú Habana capitulada? ¿tú en llanto?
¿tú en exterminio?
¿tú ya en extraño dominio?
¡Qué dolor! ¡Oh Patria amada!
BEATRIZ DE JÚSTIZ Y ZAYAS, marquesa de Jústiz de Santa Ana (1762)
INGLESES EN CUBA
Por Manuel Moreno Fraginals
Por ser centro de defensa y comunicaciones del imperio español, Cuba fue la isla más codiciada por los intereses británicos que estimaban que su dominio naval del Caribe culminaría con la posesión de los enclaves básicos de La Habana y Santiago de Cuba. Desde estas ciudades se podría conquistar Cartagena que era, después de La Habana, el centro militar y marinero más importante de Indias. Logrados estos tres objetivos el comercio americano estaría en manos del gran poderío naval inglés y bastarían unos ataques a Veracruz y Portobelo para que se derrumbase todo el imperio. Este era, al menos, el pensamiento expresado por James Vernon, quien fuera secretario de Estado de Gran Bretaña y rico plantador azucarero del Caribe. A su hijo, el almirante Edward Vernon, le correspondió la primera parte del de desarrollo de este ambicioso plan.
Edward Vernon, aparte de sus acciones como marino, pasó a la historia azucarera como ejecutor en el Parlamento británico e la política del West Indian Lobby, que logró la aprobación de una ley por la cual todo marino inglés del Caribe recibiría diariamente una ración de ron, lo que significó ingresos millonarios para los plantadores ingleses. Esta ley estuvo vigente, increíblemente, hasta 1970, extendida ya a toda la marina inglesa, y daba a los marinos la opción de tomar el ron o recibir tres peniques por cada abstención. Vernon pasó al folklore con el sobrenombre de «Old Grog». El término grog, sin traducción en castellano, posiblemente se deriva de grogram, un tejido basto del que es taba hecho un manto que Vernon utilizaba continuamente en altamar. Sin embargo, por asociación de ideas respecto a su famosa ley sobre el ron, la palabra pasó a significar un brebaje de ron y agua. Y de ella se han derivado los términos groggery (tasca o taberna) grogginess (borrachera) y groggy (borracho, aturdido, atontado).
En el aspecto de la política internacional, Edward Vernon hizo suyo el famoso lema de No peace with Spain. Cuando en 1739 se declaró oficialmente la guerra entre España y Gran Bretaña, Vernon zarpó para Jamaica, siguió rumbo al istmo de Panamá, y el 2 de diciembre de 1739 penetró en Portobelo.
Tomada la ciudad, se quedó en ella durante dos meses y más tarde intentó un ataque a Cartagena. Regresó a Portobelo, destruyó sistemáticamente todas las fortificaciones del puerto y de la desembocadura del río Chagres, que era la primera etapa de la ruta tradicional para llegar a Panamá, y retornó a Londres. Aunque victorioso, las experiencias de Cartagena y Portobelo fueron dolorosas: entre las muertes por enfermedades tropicales y en combate, perecieron las dos terceras partes de sus hombres. Cartagena fue defendida heroicamente por Blas de Lezo, uno de los más extraordinarios marinos españoles del siglo.
En 1741 Vernon partió de nuevo hacia el Caribe, con la misión expresa de tomar La Habana. Pero una vez en el terreno de los hechos optó por una tarea mucho más modesta: tomar Santiago de Cuba. Debido a la eficaz defensa española, Vernon no pudo forzar la entrada del puerto: entonces desembarcó por la bahía de Guantánamo, al este de Santiago, y trató por tierra de tomar la ciudad. El sitio de Santiago de Cuba se inició el 29 de julio de 1741. Y terminó el 19 de diciembre del mismo año, con victoria de las armas españolas. Vernon se retiró con pérdidas superiores a las que sufriera en Cartagena. Su acción fue, en cierta forma, el prólogo de un esfuerzo inglés mucho mayor, veinte años más tarde: el ataque a La Habana.
El 7 de febrero de 1761 tomó posesión del cargo de capitá general de la isla de Cuba el mariscal Juan de Prado Portocarrero Mallesa y Luna, con órdenes expresas de retirar el monopolio del tabaco a la Real Compañía de Comercio de La Habana; restablecer, con cambios formales, la Real Factoría de Tabacos; prepararse para la casi inevitable intervención de España en la guerra que por entonces libraban Inglaterra y Francia; y poner coto al creciente poder de la oligarquía criolla habanera. Las medidas que de inmediato tomó respecto a la Compañía de Comercio de La Habana significaron la muerte de esta empresa. El restablecimiento de la Real Factoría de Tabacos revitalizó prácticas económicas profundamente combatidas por la oligarquía habanera al resucitar la institución que en cierta forma fuera ejecutora y símbolo por excelencia del anticriollismo.
Después de una serie de investigaciones administrativas, el 25 de febrero de 1762, Prado Portocarrero declaró culpables de desfalco a la Real Hacienda a tres de los más altos funcionarios criollos: el tesorero y ministro honorario de la contaduría mayor, Diego Peñalver Angulo, el contador Juan Tomás de la Barrera Sotomayor, y el oficial supernumerario Antonio Pérez Rivero. Era evidente que el nuevo gobernador iniciaba, con toda decisión, una política cuyo objetivo era frenar el creciente poder económico y político de la oligarquía criolla; como fiadores de los encausados quedaron Miguel de Cárdenas Vélez de Guevara, Pedro de Estrada y Francisco Franchi Alfaro. Transcurridos poco más de tres meses, en medio de la tensión provocada por estos cambios administrativos, aparecieron a la vista de El Morro las velas de la armada británica, que atacó La Habana. Tras una sangrienta lucha, la ciudad capituló. Los ingleses gobernaron durante once meses. En 1763, La Habana retornó a manos españolas.
Este hecho de armas ha sido el punto focal de la historia tradicional de la Isla, donde mito y realidad se confunden. Es de 1 magnitud la carga ideologizante que en la formación de la conciencia patria tuvo la interpretación dada por la oligarquía criolla a la toma de La Habana por los ingleses, que se hace imprescindible un replanteo, no de los hechos, que han sido muy en estudiados, sino de las categorías manejadas por los historiadores A tradicionales. Sin entrar en la narración pormenorizada la cruenta batalla por apoderarse de La Habana, lo primero que resalta a la vista es que ésta fue la mayor movilización militar y naval que hasta el siglo XIX conociera la historia americana.
Rodeada de fuertes y murallas, La Habana había sido pensada como la Numancia americana; sin embargo, los tiempos numantinos habían pasado. El siglo XVIII que marca el nacimiento de la Revolución industrial, estaba generando una nueva artillería cada vez más potente, de mayor alcance, y más precisa en sus blancos, que tornaba obsoleta la concepción defensiva de plaza cena da. En una nueva lucha de espacios abiertos era necesario poner en pie, rápidamente, un poderoso ejército de gran movilidad, capaz de derrotar a un enemigo que tenía el control indiscutible de los mares y que había probado que era capaz de situar más de 15.000 efectivos en una cabeza de playa. La defensa de La Habana fue heroica al modo español de no pasarán; pero pasaron, por su extraordinaria superioridad numérica, un armamento más moderno y eficiente y una alta logística. Y es posible que al triunfo inglés contribuyeran también errores españoles. Sin entrar en los detalles en que abunda la historia militar, basta consignar que la toma de La Habana por los ingleses fue el hecho de guerra de mayor significación de los tres primeros siglos de la colonización americana por el extraordinario volumen de soldados movilizados, por los miles de bajas en combate y las epidemias desatadas en la lucha. En la toma de La Habana, los ingleses emplearon más del 50 por 100 de sus fuerzas navales destacadas en el Caribe y los españoles perdieron más del 20 por 100 de su marina. La lección más elemental aprendida fue que La Habana, la ciudad española más fortificada de América, no era inexpugnable y, lo que es más, sólo era defendible con éxito mediante la incorporación de la población nativa urbana a las fuerzas militares. Y esta última era una conclusión política.
De la toma de La Habana por los ingleses, la historia tradicional ha tomado y magnificado tres hechos: la defensa del Castillo del Morro por Luis Vicente Velasco; las acciones que pudiéramos llamar guerrilleras (en el sentido de partidas de paisanos independientes del ejército regular) de José Antonio Gómez; y la ineptitud y torpeza militar del gobernador y capitán general Juan de Prado Portocarrero Mallesa y Luna. Analicemos los tres hechos.
Fue Luis Vicente Velasco un marino de Cantabria de brillante carrera, que en 1762 estaba al mando del navío Reina, de la escuadra que, en viaje de retorno, se encontraba anclado en el puerto de La Habana. Con un historial guerrero de leyenda por haber tomado al abordaje varios navíos ingleses y realizado acciones como corsario en las costas de Cuba, se le encargó el mando del Castillo del Morro, punto clave de la defensa de la ciudad. Con un derroche de actividad y valor casi suicida peleó durante 45 días hasta caer herido de una bala en el pecho cuando con sus hombres combatía en primera línea. Fue trasladado a la ciudad y murió al día siguiente, 31 de julio de 1762.
A su vez, José Antonio Gómez, alcalde de Guanabacoa, organizó a unos doscientos campesinos y en encuentros informales, en un terreno que conocían palmo a palmo, creó dificultades innumerables a las tropas inglesas. Como las guerrillas de José Antonio Gómez peleaban al margen de las órdenes centrales, el capitán general intentó someterlas a sus órdenes. Pero no se trataba de un cuerpo militar disciplinado, sino de un grupo aglutinado en torno a un cabecilla de arraigo popular; José Antonio Gómez se retiró de la lucha y el movimiento se desorganizó. En cuanto al gobernador y capitán general Juan de Prado Portocarrero Mallesa y Luna cabe decir que no era un militar improvisado, sino un hombre con 34 años en el ejército, acciones en Europa y África y por lo menos dos veces herido en combate. Por tanto, el cúmulo de acusaciones de ineptitud e inclusive cobardía que cayó sobre él por su actuación en la defensa de La Habana no puede ser interpretado como simple expresión de patriotismo herido por la derrota. Se trata de un juicio valorativo emitido por sus más acérrimos enemigos, lo que supone un contenido político e ideológico que es necesario analizar.
Detrás del sangriento episodio de la toma de La Habana por los ingleses y del consejo de guerra que con inusitada rapidez celebraran en Madrid a los jefes y oficiales derrotados, se ad vierte la honda brecha abierta entre el poder peninsular metropolitano y el poder local de la oligarquía habanera. Obsérvese que en toda la extensa literatura cubana, de entonces a hoy, al hablar de José Antonio Gómez siempre se le dará el apodo, alias o nombre familiar de Pepe con el que en castellano se nomina a los José. Nombrar por el apodo es signo de confianza, de intimidad, que sólo se tiene con el amigo o familiar: al llamar Pepe al alcalde de Guanabacoa se le imparte una connotación de pertenencia, de comunidad, de ser de los nuestros y no de los otros. En síntesis, se define el campo político en que está situado el personaje en cuestión.
En cuanto a las acciones de Luis Vicente Velasco, el relato se abre en nueva estrategia discursiva: es obvia, indiscutible, la heroicidad del personaje, la magnitud de la proeza realizada, la defensa numantina del Morro, la muerte en la primera línea del combate. Pero Velasco no pertenece al ejército regular destacado en La Habana: es un marino de tránsito en el puerto, con 50 años de edad de los cuales 35 los ha pasado en el mar. Es un santanderino, como los corsarios «vizcaínos» que hicieron de La Habana su centro de operaciones. Desde 1742 Velasco es un personaje de fábula en la ciudad, cuando con una nave relativamente pequeña apresó una fragata y un bergantín inglés, hazaña que repite en años posteriores al mando de los jabeques que protegían la costa norte de Cuba. Nombrarlo para la defensa del Morro revela la falta de jefes entre las fuerzas destacadas en La Habana.
Finalmente, cuando la historia tradicional enjuicia a Juan de Prado Portocarrero no está sólo señalando la errónea estrategia militar del gobernador, sino impugnando a un jefe de allá que no ha querido emplear a fondo las potencialidades de acá; es el peninsular que margina al alcalde de Guanabacoa, Pepe Antonio, y al regidor de La Habana, Luis de Aguiar, porque son criollos. Y, finalmente, se le imputa la falta imperdonable de capitular sin consultar al Cabildo (cúpula de la oligarquía habanera) ni al obispo (por primera y única vez en la historia colonial cubana, el obispo de La Habana era criollo, aunque dominicano)…
La disyunción criollo/peninsular era demasiado compleja para ser reducida a simple expresión superestructural de un conflicto económico. Sin embargo es importante destacar cómo el hecho guerrero de la toma de La Habana impulsó una nueva política económica de la oligarquía y de la propia metrópoli. El azúcar era una actividad esencialmente criolla. Hemos visto que en el momento de estos acontecimientos molían 88 ingenios en la zona de influencia de La Habana: todos pertenecían a familias criollas. El tabaco, también lo hemos visto, era monopolio español. La ocupación inglesa sustituyó al gobierno central español pero mantuvo la misma organización política local preexistente. Y Suprimió la Real Compañía de Comercio de La Habana y la Real Factoría de Tabacos. Es decir, aunque sujeta a un nuevo poder colonial, la oligarquía habanera dilata el ámbito de su actividad económica no sólo por la nueva institucionalización, sino también porque los ingleses tienen una capacidad de transportación y marketing superiorísima a la de los vencidos gobernantes peninsulares.
Así, con la ocupación inglesa, se reactivó en la isla de Cuba el ya enraizado concepto de plantación. En realidad, desde mucho antes, los productores habaneros habían iniciado el despegue azucarero, y si no habían logrado cifras productoras significativas se debía a los frenos y obstáculos legislativos y burocráticos puestos por la metrópoli. El inglés les desató momentáneamente del monopolio gaditano, de los controles de la Real Compañía y los privilegios de la Real Factoría y, por último, les reintegró perdidos privilegios municipales. Por eso la oligarquía habanera, después de las iniciales protestas de fidelidad a Carlos III, entrará por los cauces de la economía inglesa y, al retornar el gobierno españole recordará siempre los once meses de dominio inglés como un esplendente destello de libertad.
Esto fue especialmente visible en el comercio de esclavos, que era la necesidad fundamental de la naciente sacarocracia criolla. Por primera vez el productor habanero compra directa mente al negrero inglés, sin intermediarios rapaces y usureros. Durante la ocupación inglesa el comerciante de Liverpool situó sus esclavos en La Habana, sacándolos directamente de sus depósitos en Jamaica. Y el hacendado criollo se ve aún más favorecido porque la saturación de las Sugar Islands ha bajado el precio de los negros que se venden no sólo más baratos Sino financiados.
No es posible fijar el número exacto de esclavos introducidos por los ingleses en sus once meses de dominio. Según un folleto de la época, en los momentos que se estaba firmando la rendición de la plaza ya había un barco negrero esperando la señal para entrar. Lo cual estaría dentro de la tradicional eficiencia comercial inglesa. Lo indudable es que comerciantes esclavistas, enterados de la victoria, pusieron proa hacia la ciudad conquistada. Entre las grandes firmas que llegan a La Habana están John Kennion, Samuel Touchet, Robert Grant, Charles Ogilvie, Matby and Dyer, James Christie, Alexander AndersOfl & Davidson, William Wright & Co., Richard Atkinson y William Bond.
De este grupo el más importante como negrero fue John Ken nion, quien obtuvo un asiento (grant), y a partir del 23 de noviembre de 1762 colocó en La Habana 1.634 esclavos de uno y otro sexo. No todos eran de nueva importaciófl pues hay que descontar 52 que habían sido esclavos del rey en el arsenal de La Habana y fueron tomados como buena presa de guerra por los ingleses. Hay dos más que habían pertenecido a Domingo de Lizundia, fueron hechos prisioneros y el amo los rescató pagan do su valor.
En cantidades menores se vendieron otros muchos grupos de esclavos. Henry Laurens, asociado a firmas de Liverpool y más tarde presidente del Congreso de las Trece Colonias, comentaba el espíritu de los plantadores de Georgia y su interés por vender esclavos en La Habana. Tradicionalmente se habla de 4.000 negros introducidos durante la ocupación, cifra que se corresponde con los 18.721 que vendieron en la isla de Guadalupe que ocuparon durante poco más de 3 años. Nosotros sólo tenemos constancia de los 1.634 anteriormente mencionados. De todos modos puede afirmarse que los ingleses, en once meses de ocupación, introdujeron en La Habana y vendieron a bajo precio más esclavos que los que abastecía el comercio regimentado por España. Pero esta fuerza de trabajo no hubiera podido ser absorbida si previamente no hubiese estado instalada la capacidad de producción que los requería, y si no hubiese existido, también, la acumulación de capital necesaria para esta inversión en fuerza de trabajo. Así, la importancia de la ocupación inglesa, además de los aspectos señalados anteriormente, está también en haber acelerado una tendencia plantacionista ya en proceso. En menos de un año los ingleses rompieron el estatismo productor habanero, introduciendo esclavos, liquidando trabas burocráticas, ampliando abruptamente el mercado comprador de azúcar, mejorando la red de comercialización y aumentando la capacidad de transportación. Se comprende así por qué en el futuro los azucareros recuerden este periodo como época feliz. Época feliz de los productores azucareros que será trágica para negros y mulatos, libres y esclavos. Se recrudece la barbarie esclavista en una colonia donde, al decir de los propios ingleses, los amos de esclavos eran los más humanos de todas las colonias europeas. Los documentos de la época revelan cómo decenas de negros y mulatos huyeron aterrorizados de la ciudad conquistada a donde el invasor traía un régimen de trabajo perfeccionado para extraer al esclavo hasta la última gota de productividad. Aún muchos años después fue necesario dictar medidas para atraer a los negros «guachinangos que huyeron con ocasión de la guerra con el inglés» (guachinango, ‘astuto, malicioso, avisado’).
Para la metrópoli española, la guerra de los Siete Años y su culminación en la pérdida de La Habana significó romper, al menos temporalmente, la estructura de su sistema de comunicaciones y defensa imperial, aparte de cuantiosas pérdidas materiales. Se calcula que la armada surta en el puerto habanero y que fue capturada íntegra por los ingleses equivalía a no menos del 15 por 100 del poderío naval español. Ahora quedaba en manos enemigas el canal de La Florida y el acceso a la corriente del Golfo, que era por excelencia el camino marinero de los navíos de retorno a España. Se había perdido también el astillero más importante del Nuevo Mundo.
Por complejísimos problemas económicos y de balance de fuerzas políticas en Europa, en el año de 1763, sólo once meses después de la toma de La Habana, se firmó el tratado de París que dio fin a la guerra de los Siete Años, devolvía a Francia las islas de Martinica, Guadalupe y Santa Lucía; cambiaba La Habana (primera plaza fuerte del imperio español) por los pantanos desolados, insalubres y por entonces improductivos de La Florida; retenía para Inglaterra a Canadá, Dominica y Granada; y le entregaba las islas neutrales de San Vicente y Tobago.
En el Parlamento inglés, William Pitt, caracterizado por su parquedad, pronunció un discurso de 3 horas y 40 minutos. Traducidas al castellano, sus dramáticas palabras finalizaron así:
«... levanto mi voz, mi brazo, mi mano, contra los artículos preliminares de este tratado que obscurece todas las glorias de la guerra». Al retornar La Habana a manos españolas la corona introduce una serie de cambios políticos que, inmersos en una nueva coyuntura internacional, darán una especial significación a la isla de Cuba.
¿tú en exterminio?
¿tú ya en extraño dominio?
¡Qué dolor! ¡Oh Patria amada!
BEATRIZ DE JÚSTIZ Y ZAYAS, marquesa de Jústiz de Santa Ana (1762)
INGLESES EN CUBA
Por Manuel Moreno Fraginals
Por ser centro de defensa y comunicaciones del imperio español, Cuba fue la isla más codiciada por los intereses británicos que estimaban que su dominio naval del Caribe culminaría con la posesión de los enclaves básicos de La Habana y Santiago de Cuba. Desde estas ciudades se podría conquistar Cartagena que era, después de La Habana, el centro militar y marinero más importante de Indias. Logrados estos tres objetivos el comercio americano estaría en manos del gran poderío naval inglés y bastarían unos ataques a Veracruz y Portobelo para que se derrumbase todo el imperio. Este era, al menos, el pensamiento expresado por James Vernon, quien fuera secretario de Estado de Gran Bretaña y rico plantador azucarero del Caribe. A su hijo, el almirante Edward Vernon, le correspondió la primera parte del de desarrollo de este ambicioso plan.
Edward Vernon, aparte de sus acciones como marino, pasó a la historia azucarera como ejecutor en el Parlamento británico e la política del West Indian Lobby, que logró la aprobación de una ley por la cual todo marino inglés del Caribe recibiría diariamente una ración de ron, lo que significó ingresos millonarios para los plantadores ingleses. Esta ley estuvo vigente, increíblemente, hasta 1970, extendida ya a toda la marina inglesa, y daba a los marinos la opción de tomar el ron o recibir tres peniques por cada abstención. Vernon pasó al folklore con el sobrenombre de «Old Grog». El término grog, sin traducción en castellano, posiblemente se deriva de grogram, un tejido basto del que es taba hecho un manto que Vernon utilizaba continuamente en altamar. Sin embargo, por asociación de ideas respecto a su famosa ley sobre el ron, la palabra pasó a significar un brebaje de ron y agua. Y de ella se han derivado los términos groggery (tasca o taberna) grogginess (borrachera) y groggy (borracho, aturdido, atontado).
En el aspecto de la política internacional, Edward Vernon hizo suyo el famoso lema de No peace with Spain. Cuando en 1739 se declaró oficialmente la guerra entre España y Gran Bretaña, Vernon zarpó para Jamaica, siguió rumbo al istmo de Panamá, y el 2 de diciembre de 1739 penetró en Portobelo.
Tomada la ciudad, se quedó en ella durante dos meses y más tarde intentó un ataque a Cartagena. Regresó a Portobelo, destruyó sistemáticamente todas las fortificaciones del puerto y de la desembocadura del río Chagres, que era la primera etapa de la ruta tradicional para llegar a Panamá, y retornó a Londres. Aunque victorioso, las experiencias de Cartagena y Portobelo fueron dolorosas: entre las muertes por enfermedades tropicales y en combate, perecieron las dos terceras partes de sus hombres. Cartagena fue defendida heroicamente por Blas de Lezo, uno de los más extraordinarios marinos españoles del siglo.
En 1741 Vernon partió de nuevo hacia el Caribe, con la misión expresa de tomar La Habana. Pero una vez en el terreno de los hechos optó por una tarea mucho más modesta: tomar Santiago de Cuba. Debido a la eficaz defensa española, Vernon no pudo forzar la entrada del puerto: entonces desembarcó por la bahía de Guantánamo, al este de Santiago, y trató por tierra de tomar la ciudad. El sitio de Santiago de Cuba se inició el 29 de julio de 1741. Y terminó el 19 de diciembre del mismo año, con victoria de las armas españolas. Vernon se retiró con pérdidas superiores a las que sufriera en Cartagena. Su acción fue, en cierta forma, el prólogo de un esfuerzo inglés mucho mayor, veinte años más tarde: el ataque a La Habana.
El 7 de febrero de 1761 tomó posesión del cargo de capitá general de la isla de Cuba el mariscal Juan de Prado Portocarrero Mallesa y Luna, con órdenes expresas de retirar el monopolio del tabaco a la Real Compañía de Comercio de La Habana; restablecer, con cambios formales, la Real Factoría de Tabacos; prepararse para la casi inevitable intervención de España en la guerra que por entonces libraban Inglaterra y Francia; y poner coto al creciente poder de la oligarquía criolla habanera. Las medidas que de inmediato tomó respecto a la Compañía de Comercio de La Habana significaron la muerte de esta empresa. El restablecimiento de la Real Factoría de Tabacos revitalizó prácticas económicas profundamente combatidas por la oligarquía habanera al resucitar la institución que en cierta forma fuera ejecutora y símbolo por excelencia del anticriollismo.
Después de una serie de investigaciones administrativas, el 25 de febrero de 1762, Prado Portocarrero declaró culpables de desfalco a la Real Hacienda a tres de los más altos funcionarios criollos: el tesorero y ministro honorario de la contaduría mayor, Diego Peñalver Angulo, el contador Juan Tomás de la Barrera Sotomayor, y el oficial supernumerario Antonio Pérez Rivero. Era evidente que el nuevo gobernador iniciaba, con toda decisión, una política cuyo objetivo era frenar el creciente poder económico y político de la oligarquía criolla; como fiadores de los encausados quedaron Miguel de Cárdenas Vélez de Guevara, Pedro de Estrada y Francisco Franchi Alfaro. Transcurridos poco más de tres meses, en medio de la tensión provocada por estos cambios administrativos, aparecieron a la vista de El Morro las velas de la armada británica, que atacó La Habana. Tras una sangrienta lucha, la ciudad capituló. Los ingleses gobernaron durante once meses. En 1763, La Habana retornó a manos españolas.
Este hecho de armas ha sido el punto focal de la historia tradicional de la Isla, donde mito y realidad se confunden. Es de 1 magnitud la carga ideologizante que en la formación de la conciencia patria tuvo la interpretación dada por la oligarquía criolla a la toma de La Habana por los ingleses, que se hace imprescindible un replanteo, no de los hechos, que han sido muy en estudiados, sino de las categorías manejadas por los historiadores A tradicionales. Sin entrar en la narración pormenorizada la cruenta batalla por apoderarse de La Habana, lo primero que resalta a la vista es que ésta fue la mayor movilización militar y naval que hasta el siglo XIX conociera la historia americana.
Rodeada de fuertes y murallas, La Habana había sido pensada como la Numancia americana; sin embargo, los tiempos numantinos habían pasado. El siglo XVIII que marca el nacimiento de la Revolución industrial, estaba generando una nueva artillería cada vez más potente, de mayor alcance, y más precisa en sus blancos, que tornaba obsoleta la concepción defensiva de plaza cena da. En una nueva lucha de espacios abiertos era necesario poner en pie, rápidamente, un poderoso ejército de gran movilidad, capaz de derrotar a un enemigo que tenía el control indiscutible de los mares y que había probado que era capaz de situar más de 15.000 efectivos en una cabeza de playa. La defensa de La Habana fue heroica al modo español de no pasarán; pero pasaron, por su extraordinaria superioridad numérica, un armamento más moderno y eficiente y una alta logística. Y es posible que al triunfo inglés contribuyeran también errores españoles. Sin entrar en los detalles en que abunda la historia militar, basta consignar que la toma de La Habana por los ingleses fue el hecho de guerra de mayor significación de los tres primeros siglos de la colonización americana por el extraordinario volumen de soldados movilizados, por los miles de bajas en combate y las epidemias desatadas en la lucha. En la toma de La Habana, los ingleses emplearon más del 50 por 100 de sus fuerzas navales destacadas en el Caribe y los españoles perdieron más del 20 por 100 de su marina. La lección más elemental aprendida fue que La Habana, la ciudad española más fortificada de América, no era inexpugnable y, lo que es más, sólo era defendible con éxito mediante la incorporación de la población nativa urbana a las fuerzas militares. Y esta última era una conclusión política.
De la toma de La Habana por los ingleses, la historia tradicional ha tomado y magnificado tres hechos: la defensa del Castillo del Morro por Luis Vicente Velasco; las acciones que pudiéramos llamar guerrilleras (en el sentido de partidas de paisanos independientes del ejército regular) de José Antonio Gómez; y la ineptitud y torpeza militar del gobernador y capitán general Juan de Prado Portocarrero Mallesa y Luna. Analicemos los tres hechos.
Fue Luis Vicente Velasco un marino de Cantabria de brillante carrera, que en 1762 estaba al mando del navío Reina, de la escuadra que, en viaje de retorno, se encontraba anclado en el puerto de La Habana. Con un historial guerrero de leyenda por haber tomado al abordaje varios navíos ingleses y realizado acciones como corsario en las costas de Cuba, se le encargó el mando del Castillo del Morro, punto clave de la defensa de la ciudad. Con un derroche de actividad y valor casi suicida peleó durante 45 días hasta caer herido de una bala en el pecho cuando con sus hombres combatía en primera línea. Fue trasladado a la ciudad y murió al día siguiente, 31 de julio de 1762.
A su vez, José Antonio Gómez, alcalde de Guanabacoa, organizó a unos doscientos campesinos y en encuentros informales, en un terreno que conocían palmo a palmo, creó dificultades innumerables a las tropas inglesas. Como las guerrillas de José Antonio Gómez peleaban al margen de las órdenes centrales, el capitán general intentó someterlas a sus órdenes. Pero no se trataba de un cuerpo militar disciplinado, sino de un grupo aglutinado en torno a un cabecilla de arraigo popular; José Antonio Gómez se retiró de la lucha y el movimiento se desorganizó. En cuanto al gobernador y capitán general Juan de Prado Portocarrero Mallesa y Luna cabe decir que no era un militar improvisado, sino un hombre con 34 años en el ejército, acciones en Europa y África y por lo menos dos veces herido en combate. Por tanto, el cúmulo de acusaciones de ineptitud e inclusive cobardía que cayó sobre él por su actuación en la defensa de La Habana no puede ser interpretado como simple expresión de patriotismo herido por la derrota. Se trata de un juicio valorativo emitido por sus más acérrimos enemigos, lo que supone un contenido político e ideológico que es necesario analizar.
Detrás del sangriento episodio de la toma de La Habana por los ingleses y del consejo de guerra que con inusitada rapidez celebraran en Madrid a los jefes y oficiales derrotados, se ad vierte la honda brecha abierta entre el poder peninsular metropolitano y el poder local de la oligarquía habanera. Obsérvese que en toda la extensa literatura cubana, de entonces a hoy, al hablar de José Antonio Gómez siempre se le dará el apodo, alias o nombre familiar de Pepe con el que en castellano se nomina a los José. Nombrar por el apodo es signo de confianza, de intimidad, que sólo se tiene con el amigo o familiar: al llamar Pepe al alcalde de Guanabacoa se le imparte una connotación de pertenencia, de comunidad, de ser de los nuestros y no de los otros. En síntesis, se define el campo político en que está situado el personaje en cuestión.
En cuanto a las acciones de Luis Vicente Velasco, el relato se abre en nueva estrategia discursiva: es obvia, indiscutible, la heroicidad del personaje, la magnitud de la proeza realizada, la defensa numantina del Morro, la muerte en la primera línea del combate. Pero Velasco no pertenece al ejército regular destacado en La Habana: es un marino de tránsito en el puerto, con 50 años de edad de los cuales 35 los ha pasado en el mar. Es un santanderino, como los corsarios «vizcaínos» que hicieron de La Habana su centro de operaciones. Desde 1742 Velasco es un personaje de fábula en la ciudad, cuando con una nave relativamente pequeña apresó una fragata y un bergantín inglés, hazaña que repite en años posteriores al mando de los jabeques que protegían la costa norte de Cuba. Nombrarlo para la defensa del Morro revela la falta de jefes entre las fuerzas destacadas en La Habana.
Finalmente, cuando la historia tradicional enjuicia a Juan de Prado Portocarrero no está sólo señalando la errónea estrategia militar del gobernador, sino impugnando a un jefe de allá que no ha querido emplear a fondo las potencialidades de acá; es el peninsular que margina al alcalde de Guanabacoa, Pepe Antonio, y al regidor de La Habana, Luis de Aguiar, porque son criollos. Y, finalmente, se le imputa la falta imperdonable de capitular sin consultar al Cabildo (cúpula de la oligarquía habanera) ni al obispo (por primera y única vez en la historia colonial cubana, el obispo de La Habana era criollo, aunque dominicano)…
La disyunción criollo/peninsular era demasiado compleja para ser reducida a simple expresión superestructural de un conflicto económico. Sin embargo es importante destacar cómo el hecho guerrero de la toma de La Habana impulsó una nueva política económica de la oligarquía y de la propia metrópoli. El azúcar era una actividad esencialmente criolla. Hemos visto que en el momento de estos acontecimientos molían 88 ingenios en la zona de influencia de La Habana: todos pertenecían a familias criollas. El tabaco, también lo hemos visto, era monopolio español. La ocupación inglesa sustituyó al gobierno central español pero mantuvo la misma organización política local preexistente. Y Suprimió la Real Compañía de Comercio de La Habana y la Real Factoría de Tabacos. Es decir, aunque sujeta a un nuevo poder colonial, la oligarquía habanera dilata el ámbito de su actividad económica no sólo por la nueva institucionalización, sino también porque los ingleses tienen una capacidad de transportación y marketing superiorísima a la de los vencidos gobernantes peninsulares.
Así, con la ocupación inglesa, se reactivó en la isla de Cuba el ya enraizado concepto de plantación. En realidad, desde mucho antes, los productores habaneros habían iniciado el despegue azucarero, y si no habían logrado cifras productoras significativas se debía a los frenos y obstáculos legislativos y burocráticos puestos por la metrópoli. El inglés les desató momentáneamente del monopolio gaditano, de los controles de la Real Compañía y los privilegios de la Real Factoría y, por último, les reintegró perdidos privilegios municipales. Por eso la oligarquía habanera, después de las iniciales protestas de fidelidad a Carlos III, entrará por los cauces de la economía inglesa y, al retornar el gobierno españole recordará siempre los once meses de dominio inglés como un esplendente destello de libertad.
Esto fue especialmente visible en el comercio de esclavos, que era la necesidad fundamental de la naciente sacarocracia criolla. Por primera vez el productor habanero compra directa mente al negrero inglés, sin intermediarios rapaces y usureros. Durante la ocupación inglesa el comerciante de Liverpool situó sus esclavos en La Habana, sacándolos directamente de sus depósitos en Jamaica. Y el hacendado criollo se ve aún más favorecido porque la saturación de las Sugar Islands ha bajado el precio de los negros que se venden no sólo más baratos Sino financiados.
No es posible fijar el número exacto de esclavos introducidos por los ingleses en sus once meses de dominio. Según un folleto de la época, en los momentos que se estaba firmando la rendición de la plaza ya había un barco negrero esperando la señal para entrar. Lo cual estaría dentro de la tradicional eficiencia comercial inglesa. Lo indudable es que comerciantes esclavistas, enterados de la victoria, pusieron proa hacia la ciudad conquistada. Entre las grandes firmas que llegan a La Habana están John Kennion, Samuel Touchet, Robert Grant, Charles Ogilvie, Matby and Dyer, James Christie, Alexander AndersOfl & Davidson, William Wright & Co., Richard Atkinson y William Bond.
De este grupo el más importante como negrero fue John Ken nion, quien obtuvo un asiento (grant), y a partir del 23 de noviembre de 1762 colocó en La Habana 1.634 esclavos de uno y otro sexo. No todos eran de nueva importaciófl pues hay que descontar 52 que habían sido esclavos del rey en el arsenal de La Habana y fueron tomados como buena presa de guerra por los ingleses. Hay dos más que habían pertenecido a Domingo de Lizundia, fueron hechos prisioneros y el amo los rescató pagan do su valor.
En cantidades menores se vendieron otros muchos grupos de esclavos. Henry Laurens, asociado a firmas de Liverpool y más tarde presidente del Congreso de las Trece Colonias, comentaba el espíritu de los plantadores de Georgia y su interés por vender esclavos en La Habana. Tradicionalmente se habla de 4.000 negros introducidos durante la ocupación, cifra que se corresponde con los 18.721 que vendieron en la isla de Guadalupe que ocuparon durante poco más de 3 años. Nosotros sólo tenemos constancia de los 1.634 anteriormente mencionados. De todos modos puede afirmarse que los ingleses, en once meses de ocupación, introdujeron en La Habana y vendieron a bajo precio más esclavos que los que abastecía el comercio regimentado por España. Pero esta fuerza de trabajo no hubiera podido ser absorbida si previamente no hubiese estado instalada la capacidad de producción que los requería, y si no hubiese existido, también, la acumulación de capital necesaria para esta inversión en fuerza de trabajo. Así, la importancia de la ocupación inglesa, además de los aspectos señalados anteriormente, está también en haber acelerado una tendencia plantacionista ya en proceso. En menos de un año los ingleses rompieron el estatismo productor habanero, introduciendo esclavos, liquidando trabas burocráticas, ampliando abruptamente el mercado comprador de azúcar, mejorando la red de comercialización y aumentando la capacidad de transportación. Se comprende así por qué en el futuro los azucareros recuerden este periodo como época feliz. Época feliz de los productores azucareros que será trágica para negros y mulatos, libres y esclavos. Se recrudece la barbarie esclavista en una colonia donde, al decir de los propios ingleses, los amos de esclavos eran los más humanos de todas las colonias europeas. Los documentos de la época revelan cómo decenas de negros y mulatos huyeron aterrorizados de la ciudad conquistada a donde el invasor traía un régimen de trabajo perfeccionado para extraer al esclavo hasta la última gota de productividad. Aún muchos años después fue necesario dictar medidas para atraer a los negros «guachinangos que huyeron con ocasión de la guerra con el inglés» (guachinango, ‘astuto, malicioso, avisado’).
Para la metrópoli española, la guerra de los Siete Años y su culminación en la pérdida de La Habana significó romper, al menos temporalmente, la estructura de su sistema de comunicaciones y defensa imperial, aparte de cuantiosas pérdidas materiales. Se calcula que la armada surta en el puerto habanero y que fue capturada íntegra por los ingleses equivalía a no menos del 15 por 100 del poderío naval español. Ahora quedaba en manos enemigas el canal de La Florida y el acceso a la corriente del Golfo, que era por excelencia el camino marinero de los navíos de retorno a España. Se había perdido también el astillero más importante del Nuevo Mundo.
Por complejísimos problemas económicos y de balance de fuerzas políticas en Europa, en el año de 1763, sólo once meses después de la toma de La Habana, se firmó el tratado de París que dio fin a la guerra de los Siete Años, devolvía a Francia las islas de Martinica, Guadalupe y Santa Lucía; cambiaba La Habana (primera plaza fuerte del imperio español) por los pantanos desolados, insalubres y por entonces improductivos de La Florida; retenía para Inglaterra a Canadá, Dominica y Granada; y le entregaba las islas neutrales de San Vicente y Tobago.
En el Parlamento inglés, William Pitt, caracterizado por su parquedad, pronunció un discurso de 3 horas y 40 minutos. Traducidas al castellano, sus dramáticas palabras finalizaron así:
«... levanto mi voz, mi brazo, mi mano, contra los artículos preliminares de este tratado que obscurece todas las glorias de la guerra». Al retornar La Habana a manos españolas la corona introduce una serie de cambios políticos que, inmersos en una nueva coyuntura internacional, darán una especial significación a la isla de Cuba.
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- Cabo Primero
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Hola amigo Raul.
Felicidades por tu excelente trabajo. Algunos comentarios muy propios me gustaría realizar. La derrota de la principal plaza de armas controlada por España en el mundo americano deja mucho que desear sobre sus capacidades militares en la guerra con Gran Bretaña, en otras palabras, España no solo perdía la región occidental cubana sino que en once meses demostró su incapacidad de recuperarla por las armas y no como resultado del canje por parte de la Florida.
Me llama la atención lo que sucedió en la loma donde hoy se erige el castillo de San carlos de la Cabaña, esa altura era estratégica y dominaba la ciudad, los españoles originalmente situaron una batería que inexplicablemente se retiró sin combatir, los ingleses lógicamente la ocuparon he hicieron lo suyo.
Otro aspecto militar, por qué España encerró sus navíos en la bahía y no enfrento la armada inglesa, de acuerdo en la superioridad inglesa pero esa actitud no impidió los desembarcos en La Chorrera ni por Cojímar.
Eso a grosso modo. Saludos Lord MIKE
Felicidades por tu excelente trabajo. Algunos comentarios muy propios me gustaría realizar. La derrota de la principal plaza de armas controlada por España en el mundo americano deja mucho que desear sobre sus capacidades militares en la guerra con Gran Bretaña, en otras palabras, España no solo perdía la región occidental cubana sino que en once meses demostró su incapacidad de recuperarla por las armas y no como resultado del canje por parte de la Florida.
Me llama la atención lo que sucedió en la loma donde hoy se erige el castillo de San carlos de la Cabaña, esa altura era estratégica y dominaba la ciudad, los españoles originalmente situaron una batería que inexplicablemente se retiró sin combatir, los ingleses lógicamente la ocuparon he hicieron lo suyo.
Otro aspecto militar, por qué España encerró sus navíos en la bahía y no enfrento la armada inglesa, de acuerdo en la superioridad inglesa pero esa actitud no impidió los desembarcos en La Chorrera ni por Cojímar.
Eso a grosso modo. Saludos Lord MIKE
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Unos apuntes:
1.- En 1762 no podemos hablar todavía de pre-revolución industrial, por lo tanto no se puede afirmar por este motivo una superioridad artillera británica. De hecho el Morro rechazó a la escuadra inglesa dejando a un almirante despedazado en el Alcázar del Stirling de primera clase.
2.- Mencionas como de pasada Cartagena de Indias en 1741, que fue una auténtica humillación para Inglaterra con 9.000 muertos. El rey Jorge prohibió mencionar nunca más el hecho, y el almirante Vernon pasó el resto su vida amargado y humillado. Había mandado la flota más poderosa de la Royal Navy.
3.- Luis Vicente Velasco era miembro de la Armada Española, no un corsario, por tanto una persona indicadísima para mandar el castillo del Morro.
4.- La ciudad cae porque la posición clave fue desguarnecida por un claro caso de incompetencia, pero no de un general, sino durante siglos. Busca por curiosidad cuánto se tardó en construir en esa posición un fuerte después de la Paz de París.
5.- Ignoro ahora mismo la lista oficial de buques de nuestra armada, pero dudo más que seriamente que perdiésemos en La Habana el 20% de nuestra escuadra.
6.- La impotencia de España para conservar sus colonias se demuestra en el hecho de que en 300 años sólo se perdieron las antillas menores, Trinidad y Jamaica. Menos Trinidad todas eran islas sin presencia militar española.
7.- España cuando estallaban guerras mandaba sin problemas 10.000 hombres a Cuba. En 1779 son los que manda para que Bernardo de Gálvez machacase a los ingleses y recuperasemos Florida.
8.- La defensa del Castillo del Morro fue algo excepcional, y al caer por asalto su guarnición fue respetada a pesar de tener abierta brecha practicable por su valor. Nuesra infantería de marina adquirió en ese sitio su título de real.
Saludos
1.- En 1762 no podemos hablar todavía de pre-revolución industrial, por lo tanto no se puede afirmar por este motivo una superioridad artillera británica. De hecho el Morro rechazó a la escuadra inglesa dejando a un almirante despedazado en el Alcázar del Stirling de primera clase.
2.- Mencionas como de pasada Cartagena de Indias en 1741, que fue una auténtica humillación para Inglaterra con 9.000 muertos. El rey Jorge prohibió mencionar nunca más el hecho, y el almirante Vernon pasó el resto su vida amargado y humillado. Había mandado la flota más poderosa de la Royal Navy.
3.- Luis Vicente Velasco era miembro de la Armada Española, no un corsario, por tanto una persona indicadísima para mandar el castillo del Morro.
4.- La ciudad cae porque la posición clave fue desguarnecida por un claro caso de incompetencia, pero no de un general, sino durante siglos. Busca por curiosidad cuánto se tardó en construir en esa posición un fuerte después de la Paz de París.
5.- Ignoro ahora mismo la lista oficial de buques de nuestra armada, pero dudo más que seriamente que perdiésemos en La Habana el 20% de nuestra escuadra.
6.- La impotencia de España para conservar sus colonias se demuestra en el hecho de que en 300 años sólo se perdieron las antillas menores, Trinidad y Jamaica. Menos Trinidad todas eran islas sin presencia militar española.
7.- España cuando estallaban guerras mandaba sin problemas 10.000 hombres a Cuba. En 1779 son los que manda para que Bernardo de Gálvez machacase a los ingleses y recuperasemos Florida.
8.- La defensa del Castillo del Morro fue algo excepcional, y al caer por asalto su guarnición fue respetada a pesar de tener abierta brecha practicable por su valor. Nuesra infantería de marina adquirió en ese sitio su título de real.
Saludos
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- Cabo Primero
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Con todo el respeto del Sr forista que me antecedió, pero considero importante realizar algunas reflexiones.
Lamentablemente España demostró incapacidad militar en la defensa de la plaza más importante del continenete americano, si existen dudas en esa afirmación les recuerdo que la Habana contaba con un sistema de fortificaciones excepcional para su época, claro..., este adolecía de un punto débil que era la loma de La Cabaña y por allí mismo los ingleses dominaron a la ciudad y la fortaleza del Morro.
Sería bueno precisar si fue precisamente incompetencia militar la que motivó la retirada de la batería española que guarnecía esa altura, eso tiene otro nombre y estoy de acuerdo que es una actitud muy diferente a la de Velasco en el Morro o la de españoles como Churruca en Trafalgar por citar otro ejemplo, pero lo cierto es que la pérdida de la estratégica altura hizo la toma de La Habana cuestión de tiempo.
La Armada hispana no jugó ningún papel relevante, de hecho permaneció encerrada en la bahía y algunos barcos se hundieron para impedir la entrada de los navíos ingleses, no voy a entrar en la comparación sobre cual marina era superior, no es pertinente pero todo el mundo sabe cual era superior.
Destacar el valor de los criollos como Pepe Antonio que defendió con valor y tenacidad Guanabacoa. Que pena que no tenga tiempo ahora, España no solo perdió La Habana desde el punto de vista militar, demostró además incapacidad para recuperarla por la misma vía que la perdió.
Saludos Lord MIKE.
Lamentablemente España demostró incapacidad militar en la defensa de la plaza más importante del continenete americano, si existen dudas en esa afirmación les recuerdo que la Habana contaba con un sistema de fortificaciones excepcional para su época, claro..., este adolecía de un punto débil que era la loma de La Cabaña y por allí mismo los ingleses dominaron a la ciudad y la fortaleza del Morro.
Sería bueno precisar si fue precisamente incompetencia militar la que motivó la retirada de la batería española que guarnecía esa altura, eso tiene otro nombre y estoy de acuerdo que es una actitud muy diferente a la de Velasco en el Morro o la de españoles como Churruca en Trafalgar por citar otro ejemplo, pero lo cierto es que la pérdida de la estratégica altura hizo la toma de La Habana cuestión de tiempo.
La Armada hispana no jugó ningún papel relevante, de hecho permaneció encerrada en la bahía y algunos barcos se hundieron para impedir la entrada de los navíos ingleses, no voy a entrar en la comparación sobre cual marina era superior, no es pertinente pero todo el mundo sabe cual era superior.
Destacar el valor de los criollos como Pepe Antonio que defendió con valor y tenacidad Guanabacoa. Que pena que no tenga tiempo ahora, España no solo perdió La Habana desde el punto de vista militar, demostró además incapacidad para recuperarla por la misma vía que la perdió.
Saludos Lord MIKE.
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- Cabo Primero
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Saludos foristas.
Lamentablemente el tiempo es poco, pero vamos a aprovecharlo.
Algunos datos para completar algunas ideas y reflexiones que no completé el pasado miércoles.
FUERZAS BRITANICAS.
- 53 buques de guerra
- más de 200 buques de transporte
- 12 000 soldados
- 2 000 esclavos
- 8 000 marineros
FUERZAS DE ESPAÑA.
- 14 buques
- 2 800 soldados veteranos
- 5 000 milicianos
- 250 trabajadores del arsenal
- 600 esclavos
A buen entendedor... La marina española poca cosa podía hacer, de hecho, lo único que hizo fue obstaculizar con el hundimiento de un barco la entrada a la bahía, una maniobra totalmente defensiva. La efectividad de las milicias criollas de Pepe Antonio se demuestran en la emboscada a tropas inglesas que avanzaban sobre Guanabacoa a las que les provocaron 20 muertos, 23 prisioneros y la captura de 50 fusiles, por cierto, los ingleses habían desembarcado sin tropiezos por la negligencia o cobardía del coronel Caro quien días después, resentido, abochornó a Pepe Antonio por haber hecho lo que el no fue capaz de hacer.
No hay que criticar a los españoles del todo, en definitiva Cuba no era su patria.
Saludos Lord MIKE.
Lamentablemente el tiempo es poco, pero vamos a aprovecharlo.
Algunos datos para completar algunas ideas y reflexiones que no completé el pasado miércoles.
FUERZAS BRITANICAS.
- 53 buques de guerra
- más de 200 buques de transporte
- 12 000 soldados
- 2 000 esclavos
- 8 000 marineros
FUERZAS DE ESPAÑA.
- 14 buques
- 2 800 soldados veteranos
- 5 000 milicianos
- 250 trabajadores del arsenal
- 600 esclavos
A buen entendedor... La marina española poca cosa podía hacer, de hecho, lo único que hizo fue obstaculizar con el hundimiento de un barco la entrada a la bahía, una maniobra totalmente defensiva. La efectividad de las milicias criollas de Pepe Antonio se demuestran en la emboscada a tropas inglesas que avanzaban sobre Guanabacoa a las que les provocaron 20 muertos, 23 prisioneros y la captura de 50 fusiles, por cierto, los ingleses habían desembarcado sin tropiezos por la negligencia o cobardía del coronel Caro quien días después, resentido, abochornó a Pepe Antonio por haber hecho lo que el no fue capaz de hacer.
No hay que criticar a los españoles del todo, en definitiva Cuba no era su patria.
Saludos Lord MIKE.
- ENCAMISADA
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- ENCAMISADA
- Sargento
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NO ES MI OBJETIVO OFENDER A NADIE PERO AL MENOS NOSOTROS RESPETEMOS LA HISTORIA REAL Y NO INVENTADA COMO OTROS Y PONER A CADA COSA SU NOMBRE Y NO DECIR A LA LIGERA QUE CUBA NO ERA NUESTRA PATRIA E AQUELLOS AÑOS CUANDO EN EL 98 SU DIJO QUE PARA CUBA HASTA EL ULTIMO SOLDADO Y ULTIMA PESETA...
!CUANTO HECHARON DE MENOS A ESPAÑA LOS CUBANOS CUANDO SE MEZCLARON CON LOS U.S.A¡
UN SALUDO A TODOS LOS CUBANOS MENOS AL COMANDANTE CLARO ESTA....
!CUANTO HECHARON DE MENOS A ESPAÑA LOS CUBANOS CUANDO SE MEZCLARON CON LOS U.S.A¡
UN SALUDO A TODOS LOS CUBANOS MENOS AL COMANDANTE CLARO ESTA....
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- Recluta
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Encamisada:
Creo que la que ha pecado de nacionalista eres tú, y si se va a respetar la historia, hay que decir que la incapacidad de España de defender La Habana fue mayúscula, sino por supuesto no hubiera sido tomada de forma relativamente facil. Pero ademas que con el poderío español en aquella epoca no haya sido capaz de reconquistarla deja mucho que desear de la estrategia y la política militar de España.
Otra cosa, los cubanos simpatizamos de forma natural con España, a la que nos unen lazos de cultura y de sangre de muchos años pero de ahi a que extrañamos a España, oye, hay un tramo...
Ademas Cuba siempre fue y sera Cuba y no España. Recuerda que antes que llegara Colon aqui tambien vivian cubanos aunque fueran "indios", pero esa es otra historia. Es como decir que los moros dijeran en su tiempo que España es Arabia
Creo que la que ha pecado de nacionalista eres tú, y si se va a respetar la historia, hay que decir que la incapacidad de España de defender La Habana fue mayúscula, sino por supuesto no hubiera sido tomada de forma relativamente facil. Pero ademas que con el poderío español en aquella epoca no haya sido capaz de reconquistarla deja mucho que desear de la estrategia y la política militar de España.
Otra cosa, los cubanos simpatizamos de forma natural con España, a la que nos unen lazos de cultura y de sangre de muchos años pero de ahi a que extrañamos a España, oye, hay un tramo...
Ademas Cuba siempre fue y sera Cuba y no España. Recuerda que antes que llegara Colon aqui tambien vivian cubanos aunque fueran "indios", pero esa es otra historia. Es como decir que los moros dijeran en su tiempo que España es Arabia
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- Cabo Primero
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No es costumbre en mi pero hoy saludo primero que a nadie al Comandante.
Bravo Ariel, somos dos los que opinamos que uno de los factores de la incapacidad demostrada por España es precisamente que no veían en cuba a su patria. un detalle, si algo caracterizó a los españoles en Cuba fue su deseo de venir aquí a hacer fortuna y regresar con ella a la península, eso lo dice todo.
No es falso nacionalismo, pero Pepe Antonio, era criollo, pero además, los nacidos aquí en esa etapa, ya eran discriminados por los naturales de alla y la mejor prueba de eso es que el coronel Caro, español, abochornó a Pepe Antonio por la defensa que este hizo contra los ingleses.
Saludos Lord MIKE.
Bravo Ariel, somos dos los que opinamos que uno de los factores de la incapacidad demostrada por España es precisamente que no veían en cuba a su patria. un detalle, si algo caracterizó a los españoles en Cuba fue su deseo de venir aquí a hacer fortuna y regresar con ella a la península, eso lo dice todo.
No es falso nacionalismo, pero Pepe Antonio, era criollo, pero además, los nacidos aquí en esa etapa, ya eran discriminados por los naturales de alla y la mejor prueba de eso es que el coronel Caro, español, abochornó a Pepe Antonio por la defensa que este hizo contra los ingleses.
Saludos Lord MIKE.
- Raul_
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- Sargento
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No es mi íntención enzarzarme en discusiones bizantinas y además hace tiempo que llegué a la conclusión que no se puede luchar con molinos de viento, pero creo necesario hacer una consideración: el fenómeno de patriotismo como lo conocemos hoy en día nace con la Revolución francesa y la nación en armas y se desarrolla a lo largo de todo el siglo XIX. Aplicarlo a Cuba en 1762 es simplemente un disparate (Todavía no se usaba el gentilicio cubano).
En cuanto a la incapacidad militar española para defender su imperio nos encontramos con que en más de 300 años nos arrebataron jirones, en su mayoría islotes con cocoteros. Hubo muchísimos casos de incompetencia puntuales (Casi siempre por falta de dinero), pero el balance es muy favorable a España. Nuestro Imperio fue independizado por españoles.
El caso Cuba es distinto,las guerras del XIX SI que fueron por patriotismo de los cubanos, y por desgracia tuvo el triste final que todos conocemos. Para mi porque Cuba se consideraba española en España, y para vosotros por EEUU.
Saludos
En cuanto a la incapacidad militar española para defender su imperio nos encontramos con que en más de 300 años nos arrebataron jirones, en su mayoría islotes con cocoteros. Hubo muchísimos casos de incompetencia puntuales (Casi siempre por falta de dinero), pero el balance es muy favorable a España. Nuestro Imperio fue independizado por españoles.
El caso Cuba es distinto,las guerras del XIX SI que fueron por patriotismo de los cubanos, y por desgracia tuvo el triste final que todos conocemos. Para mi porque Cuba se consideraba española en España, y para vosotros por EEUU.
Saludos
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- Cabo Primero
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- Registrado: 21 May 2003, 21:12
Saludos a todos los foristas.
Interesantes sus reflexiones Sr Pachabache. Aún cuando me da la impresión de que justifica mi modo de ver las cosas como una actitud quijotesca, de todos modos gracias por el ditirambo pues admiro la plenitud de la obra de Cervantes.
En cuanto a la concepción del patriotismo, muy europea para mi gusto, pero no voy a entrar en ese detalle. Sin embargo, considero importante puntualizar varias cuestiones que si me interesan.
- En 1762 no se puede hablar de cubanos pero si se habla del proceso de formación de una nacionalidad cubana que cristaliza en 1868 y actitudes como la del criollo José Antonio Gómez, alcalde de Guanabacoa, criollo de origen contrastan con actitudes como la del coronel español Caro que no defendió la costa de Cojímar (punto donde desembarcan los ingleses sin ser molestados) aunque para hacer honor a la historia, actitudes como las de Luis de Velazco en el Morro, merecieron el reconocimiento de los mismos ingleses.
- El islote con cocoteros cubano era la plaza más defendida de España en el Nuevo Mundo, insisto en algo, España no solo la perdió, tuvo que negociar parte de la Florida para recuperarla, militarmente ni pensarlo.
- En el proceso independentista americano los españoles jugaron un papel destacado, de más decir que la población nativa fue fundamental en ese proceso.
Por más que lo intenté, no comprendí bien la última idea expresada por Ud Sr Pachabache.
Saludos Lord MIKE.
Interesantes sus reflexiones Sr Pachabache. Aún cuando me da la impresión de que justifica mi modo de ver las cosas como una actitud quijotesca, de todos modos gracias por el ditirambo pues admiro la plenitud de la obra de Cervantes.
En cuanto a la concepción del patriotismo, muy europea para mi gusto, pero no voy a entrar en ese detalle. Sin embargo, considero importante puntualizar varias cuestiones que si me interesan.
- En 1762 no se puede hablar de cubanos pero si se habla del proceso de formación de una nacionalidad cubana que cristaliza en 1868 y actitudes como la del criollo José Antonio Gómez, alcalde de Guanabacoa, criollo de origen contrastan con actitudes como la del coronel español Caro que no defendió la costa de Cojímar (punto donde desembarcan los ingleses sin ser molestados) aunque para hacer honor a la historia, actitudes como las de Luis de Velazco en el Morro, merecieron el reconocimiento de los mismos ingleses.
- El islote con cocoteros cubano era la plaza más defendida de España en el Nuevo Mundo, insisto en algo, España no solo la perdió, tuvo que negociar parte de la Florida para recuperarla, militarmente ni pensarlo.
- En el proceso independentista americano los españoles jugaron un papel destacado, de más decir que la población nativa fue fundamental en ese proceso.
Por más que lo intenté, no comprendí bien la última idea expresada por Ud Sr Pachabache.
Saludos Lord MIKE.
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- Sargento
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Perdona el retraso:
Ante todo queiro aclarar que la expresión islotes con cocoteros no me refería a Cuba. Yo jamás llamaría a Cuba algo así, siendo uno de mis sueños visitar la batería de los doce apósteles del legendario castillo del Morro y conocer a mi familia en la Isla. Me refería a las multitud de islas en las pequeñas antillas que hoy salen en los mapas con nombres ingleses y franceses. Quiero que sepas que considero mi error no haberme explicado bien y que si te sentiste ofendido aceptes mis disculpas.
Saludos
Ante todo queiro aclarar que la expresión islotes con cocoteros no me refería a Cuba. Yo jamás llamaría a Cuba algo así, siendo uno de mis sueños visitar la batería de los doce apósteles del legendario castillo del Morro y conocer a mi familia en la Isla. Me refería a las multitud de islas en las pequeñas antillas que hoy salen en los mapas con nombres ingleses y franceses. Quiero que sepas que considero mi error no haberme explicado bien y que si te sentiste ofendido aceptes mis disculpas.
Saludos
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- Raul_
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Pachababe dice:
Hombre, dado que no es el tema tratado, la mención es mas que justa
MMF dice:
Algo que muchos pasamos por alto y que tuvo tanto significado como lo de Cartagena fue lo de Santiago, no conozco mucho sobre el hecho, pero ya ves otra heroicidad silenciada:
Pachababe dice:
Se refiere al que habia en Cuba o la Habana, que tampoco era pequeña
Saludos
Mencionas como de pasada Cartagena de Indias en 1741, que fue una auténtica humillación para Inglaterra con 9.000 muertos
Hombre, dado que no es el tema tratado, la mención es mas que justa
MMF dice:
Cartagena fue defendida heroicamente por Blas de Lezo, uno de los más extraordinarios marinos españoles del siglo.
Algo que muchos pasamos por alto y que tuvo tanto significado como lo de Cartagena fue lo de Santiago, no conozco mucho sobre el hecho, pero ya ves otra heroicidad silenciada:
En 1741 Vernon partió de nuevo hacia el Caribe, con la misión expresa de tomar La Habana. Pero una vez en el terreno de los hechos optó por una tarea mucho más modesta: tomar Santiago de Cuba. Debido a la eficaz defensa española, Vernon no pudo forzar la entrada del puerto: entonces desembarcó por la bahía de Guantánamo, al este de Santiago, y trató por tierra de tomar la ciudad. El sitio de Santiago de Cuba se inició el 29 de julio de 1741. Y terminó el 19 de diciembre del mismo año, con victoria de las armas españolas. Vernon se retiró con pérdidas superiores a las que sufriera en Cartagena.
Pachababe dice:
Ignoro ahora mismo la lista oficial de buques de nuestra armada, pero dudo más que seriamente que perdiésemos en La Habana el 20% de nuestra escuadra
Se refiere al que habia en Cuba o la Habana, que tampoco era pequeña
Saludos
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