VARIAS LOCALIZACIONES, 26 de septiembreCerca de Langon-Andar y cavar, andar y cavar, andar y cavar. –Repetía una y otra vez como un mantra el soldado Mariano Flores. –Pensaba que la guerra consistía en disparar, y no hemos hecho más que andar y cavar desde que empezó.
-¡Cállate ya, Flores! –Le respondió su amigo José María Córdova, Pepe. –Mejor esto a que nos disparen. –Afirmo mientras se incorporaba y contemplaba el panorama a su alrededor. Más de 400 hombres cavando más y más hondo bajo la supervisión de los sargentos. La línea de trincheras debía estar lista antes de finalizar el mes, y eso era mucho trabajo. Un poco más lejos otros 120 hombres trabajaban tendiendo líneas de alambradas. –¡Paco! ¡El botijo! –Grito llamando a Paco Suñer, un compañero herido que había recibido un disparo en el brazo cerca de Bayona, y a quien habían dejado encargado de la aguada hasta que se recuperase de su herida leve. Poco después, tras haberse refrescado volvía al trabajo con ánimos renovados…
tal vez la absenta que Paco mezclaba en el agua tuviese mucho que ver…
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Líneas españolas cercanas a Burdeos-Dios, me duele el cul* una barbaridad. –Estaba diciendo Ambrosio Calabrés, uno de los conductores de los camiones de abastecimiento. -¿Cuánto tardareis en descargar la munición y cargar los sacos de patatas? –Pregunto a los soldados de infantería que en ese momento se afanaban en descargar las municiones que acababa de traer desde España.
-Míralo el señorito… -Dijo uno de ellos. –Está cansado de conducir, si hubiese tenido que caminar hasta aquí como nosotros…
-Déjalo. Cada cual carga con su cruz. –Respondió el otro antes de dirigirse hacia él. –Tardaremos entre una y dos horas, pon dos para estar más seguro.
-Gracias, en ese caso voy a buscar algo de benzina, me han dicho que debo buscar cerca de la ciudad, hacia el puerto… y no creáis que lo mío es fácil, eh, 14 viajes llevo entre Burdeos y San Sebastián, la mayoría cargado de explosivos…
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Fernando PooEl general Arolas, Capitán General de la Guinea española contemplaba el puerto de Santa Isabel, especialmente las dos baterías que protegían la entrada, una a cada lado. En total 8 cañones de 152mm de origen norteamericano protegían Santa Isabel, uno capturado en Fort Williams, y el resto recuperados del Texas y el Maine en el 99, y enviados a esta isla para reforzar su defensa. El resto de la artillería de costa de la que disponía la isla era una batería de 3 González Rueda de 150mm cerca de San Carlos, otras con 3 piezas cerca de Punta Europa, también en la costa norte, y las ultimas 4 piezas a unos 3km al este de Santa Isabel. Esto dejaba todo el resto de la isla para que un posible enemigo desembarcase, en cuyo caso no tardaría en caer sobre la ciudad por la espalda, pensaba Arolas.

Bueno, al menos la isla era de pequeño tamaño, y la densa vegetación mantendría ocultas sus posiciones para los invasores. Desde que supo que la guerra había estallado en Filipinas, había estado preparándose para la lucha. Disponía de una brigada de guarnición. Eso eran 3 batallones de infantería, 2 baterías de 6 Schneider de 75mm cada una, y la artillería de costa, aún más importante, tras la evacuación de la Guinea continental, y el reclutamiento de los hacendados y trabajadores, disponía de otros 4.500 hombres en disposición de combatir, la mayoría de ellos armados con sus fusiles particulares…aunque al menos la mayoría de armas eran modernas.
No había tardado en dividir a esos civiles en compañías de guarnición, emplazándolos en las playas de la isla para que cavasen con la ayuda del ejército, una línea de trincheras desde la que defenderse ante un desembarco. Cuando llegase la hora estos serían la primera defensa, mientras los 3 batallones constituían la reserva.
Además, llegado el caso las montañas del centro de la isla, sobre todo al sur de Santa Isabel, le ofrecerían una última oportunidad de defensa. Sí, ya era hora de poner a trabajar a los empleados negros de las plantaciones de la isla, tal vez incluso movilizarlos. A ver cuantas compañías lograba formar con ellos, mucho se temía que iban a ser necesarias hasta la última de ellas.
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GuahánA diferencia de Fernando Poo, la isla de Guahán era el sueño de todo defensor, como era el caso del general de brigada Otero, gobernador militar de la isla. Una isla pequeña casi totalmente rodeada de arrecifes, y zonas de costas abruptas que limitaban tremendamente las zonas aptas para desembarcar. Si a esto se unían las poderosas baterías de costa que poseía, para defender las zonas que estos accidentes geográficos dejaban libres... Sí, sin duda el sueño de todo defensor…y él estaba dispuesto a convertir la isla en la pesadilla de cualquier atacante.

En el puerto de Apra, dos baterías con 3 piezas de 203mm que, como la mayoría de la artillería de la isla, procedían de capturas de la guerra del 98. Cerca de Tamuning una tercera batería con otras 3 piezas de dicho calibre y procedencia impedía los ataques. Las dos últimas baterías estaban situadas en Haputo, Umatac, y cerca de Yona, en los tres casos con 3 Munaiz Argüelles de 150mm. Sí, sin duda era una buena artillería de costa.
No por ello se había dormido en los laureles, a la espera de que llegasen las tropas que el capitán Marquina traía desde Hawái, sus 3.500 hombres llevaban 12 días tendiendo línea tras línea de alambre de espino en cada playa de la isla, incluyendo las ya protegidas por los arrecifes. Donde no alcanzaba la alambrada, o completando estas, filas y filas de afiladas estacas clavadas en el suelo, en algunos casos, ocultas en zanjas dispuestas para sorprender a quien las pisase. Incluso estaba buscando la forma de clavar estacas en la zona de arrecifes, con el fin de retener e incluso desfondar las barcas en las que se aproximase el enemigo.
¿Tal vez cuando acabasen podría cavar una zanja en las playas? Debía estudiarlo… y no podía olvidarse de preparar la península de Orote para una ultima defensa como ya hiciera Polavieja años atrás...
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Aeródromo de Andernos les BainsLas operaciones aéreas de los últimos días habían transcurrido sin novedad, tan solo un éxito tras otro en unos cielos en los que los aeroplanos eran casi desconocidos, y ante los que no había defensa posible. Reconocimientos, ataques de bombardeo y de ametrallamiento, e incluso el día anterior el derribo de un aeroplano por otro, toda una nueva forma de hacer la guerra estaba naciendo en los cielos de Francia. Las posibilidades que ofrecían los medios aéreos eran incalculables, y todo había salido a pedir de boca, al menos hasta unos minutos antes.
-El medico ha terminado el reconocimiento preliminar, mi coronel. –Estaba diciendo el comandante Villena. –El Tte. Hurtado se ha roto las dos piernas y 5 costillas, además tiene una herida bastante fea en la cabeza. Tardará de 5 a 8 meses en regresar con nosotros, eso si logra recuperarse de las heridas.
Por fin el coronel Olivert volvió la cabeza hacia la escena que había estado tratando de evitar. En el centro del campo que estaban empleando como pista de aterrizaje, el BCD-2 de Hurtado estaba clavado en el suelo casi en una vertical perfecta, tras el aparatoso accidente en el que por razones aún desconocidas había hincado la nariz en el suelo durante la maniobra de aterrizaje.
-Villena, esto no puede repetirse. Hemos perdido un magnifico piloto y puede que un avión en un accidente estúpido. Hay que hacer cuanto esté en nuestras manos para evitar percances similares en el futuro.
-Lo sé, Joan… pero no sabemos porque ha ocurrido el accidente.
-Bueno, de momento necesito que hagas algo, busca en cada pueblo en 100 kilómetros a la redonda, mueve los hilos que sean, pero consigue un par de apisonadoras para compactar más el terreno… y ya que estamos en cuanto la pista este despejada, forma una línea con todo el mundo, pilotos y mecánicos incluidos. Sacaremos de ella cada piedra y objeto mayor que mi puño.
Si el accidente ha sido causado por el terreno debemos preocuparnos de que no ocurra de nuevo…
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GibraltarPese a que el bombardeo de la artillería pesada sobre el peñón duraba ya casi dos semanas, en las que se habían disparado más de 400 proyectiles de gran calibre sobre las defensas británicas, el asalto no parecía querer llegar. Aun así Lord Miles, el gobernador del Peñón, estaba devastado. Los poderosos cañones españoles habían destrozado las fortificaciones de tierra
(1), causando decenas de muertos y más de doscientos heridos. Empero lo peor era que sus hombres aun no habían visto aparecer a ningún español en las cercanías, ser asediados y atacados por un enemigo invisible estaba acabando con su moral, y sabia que algunos hablaban ya de rendición.
A decir verdad sus esperanzas también disminuían por momentos, la escuadra del almirante Milne había supuesto un aliento fresco que se desvaneció tan rápido como había llegado, y por lo que parecía sin haber logrado destruir los malditos cañones de asedio que les torturaban. Con su desaparición los problemas habían regresado aumentados, con su artillería incapaz de responder, y sabiendo que el ejército español se estaría preparando para conquistar el peñón, la única duda era cuando atacarían y tal vez, por qué no habían atacado aun.
El gobernador Miles desconocía que las fuerzas españolas habían finalizado ya sus preparativos, pero que el asalto había sido suspendido por motivos políticos...
(2)- Se refiere a las que guardaban el acceso terrestre a la pequeña península.
- Estos eran endurecer las negociaciones con el Káiser
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.