Un soldado de cuatro siglos
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Un soldado de cuatro siglos
Memorias
Tras la caída de Calais deje el ejército bajo el mando del general Bernardino de Ayala, conde de Villalba, que permaneció en la zona con órdenes de culminar la campaña apoderándose de las plazas fuertes y poblaciones francesas de la zona. Mientras tanto me dirigí a Bruselas para departir con el gobernador de los países bajos, pero sobre todo, para organizar y mejorar el sistema de abastecimiento del ejército, pues durante los recientes meses de campaña nos habíamos encontrado con varias dificultades. Nada preocupante de momento, pero aquellos leves problemas demostraban que la organización logística del ejército, si bien iba por el buen camino, aún tenía cosas que mejorar. Y es que durante la reciente campaña se habían encontrado con varios problemas de aprovisionamiento, especialmente en lo relacionado con la pólvora que debía ser fabricada en Flandes y transportada hasta el ejército sin interrupción.
Con todo esto en mente, una vez en Bruselas me concentre en mejorar el sistema de producción de la pólvora y en lograr que esta fuese transportada con la máxima eficacia posible. Mientras tanto aproveche para reunirme con mi esposa, que viajó hasta allí desde nuestro hogar en Amberes. Logre así apartar mi mente de los rigores de la campaña, aunque sin dejar de cumplir con mis deberes militares.
Pronto hube de enfrentarme a los habituales problemas de adquisiciones del ejército. Los problemas relacionados con la escasez de pólvora habían tenido su origen en la escasez momentánea de salitre por problemas de pago. Mientras llame a los oidores para inspeccionar las cuentas, a pesar de ello y debido a la necesidad del ejército, no tuve más remedio que adelantar los dineros de mi propio bolsillo… aunque dudaba que pudiese recuperarlos más adelante, no estaba dispuesto a ver caer en combate por falta de municiones a un solo soldado del rey.
A continuación pase a revisar la cabaña militar, es decir, la adquisición de animales de monta y tiro, siempre escasos en el ejército. Por fortuna como el Ejercito pagaba bien por los animales, muchos tratantes traían ejemplares de Alemania e incluso la estepa polaca, por lo que lentamente se iba solucionando el problema. Precisamente procedentes de Polonia habían empezado a llegar los soldados que habrían de formar el primer batallón expedicionario polaco. Aquellos hombres serían instruidos durante los siguientes meses en Luxemburgo antes de ser destinados a Lorena y el Franco Condado, y en unos años el Rey tendría toda una legión capaz de luchar al lado de España. Lo más importante era sin embargo, que cuando regresasen a Polonia, se convertirían en una herramienta primordial para el monarca de Polonia, tal vez capaz de cambiar el curso de una guerra o incluso de afianzar su poder ante aquella aristocracia tan protectora de sus derechos ancestrales.
El último de los problemas a los que se enfrentaba el ejército era la falta de telegrafistas experimentados, y por desgracia en ese tema poco podía hacer salvo escribir a España solicitando el envío de más gente. Y es que si bien la construcción de una torre de telégrafos fortificada podía demorarse de nueve meses a un año y medio dependiendo del terreno, para entrenar a un telegrafista eran necesarios no menos de dos años. Dos años en los que se les enseñaba tanto las posiciones de los brazos del telégrafo para formar las letras, mantenimiento y reparaciones básicas de los telégrafos, y por supuesto, criptografía para que fuesen capaces de codificar los mensajes según las necesidades. En suma, se convertía a simples soldados en expertos en un área determinada de la milicia como ya ocurría desde mucho tiempo atrás con los artilleros.
Tras la caída de Calais deje el ejército bajo el mando del general Bernardino de Ayala, conde de Villalba, que permaneció en la zona con órdenes de culminar la campaña apoderándose de las plazas fuertes y poblaciones francesas de la zona. Mientras tanto me dirigí a Bruselas para departir con el gobernador de los países bajos, pero sobre todo, para organizar y mejorar el sistema de abastecimiento del ejército, pues durante los recientes meses de campaña nos habíamos encontrado con varias dificultades. Nada preocupante de momento, pero aquellos leves problemas demostraban que la organización logística del ejército, si bien iba por el buen camino, aún tenía cosas que mejorar. Y es que durante la reciente campaña se habían encontrado con varios problemas de aprovisionamiento, especialmente en lo relacionado con la pólvora que debía ser fabricada en Flandes y transportada hasta el ejército sin interrupción.
Con todo esto en mente, una vez en Bruselas me concentre en mejorar el sistema de producción de la pólvora y en lograr que esta fuese transportada con la máxima eficacia posible. Mientras tanto aproveche para reunirme con mi esposa, que viajó hasta allí desde nuestro hogar en Amberes. Logre así apartar mi mente de los rigores de la campaña, aunque sin dejar de cumplir con mis deberes militares.
Pronto hube de enfrentarme a los habituales problemas de adquisiciones del ejército. Los problemas relacionados con la escasez de pólvora habían tenido su origen en la escasez momentánea de salitre por problemas de pago. Mientras llame a los oidores para inspeccionar las cuentas, a pesar de ello y debido a la necesidad del ejército, no tuve más remedio que adelantar los dineros de mi propio bolsillo… aunque dudaba que pudiese recuperarlos más adelante, no estaba dispuesto a ver caer en combate por falta de municiones a un solo soldado del rey.
A continuación pase a revisar la cabaña militar, es decir, la adquisición de animales de monta y tiro, siempre escasos en el ejército. Por fortuna como el Ejercito pagaba bien por los animales, muchos tratantes traían ejemplares de Alemania e incluso la estepa polaca, por lo que lentamente se iba solucionando el problema. Precisamente procedentes de Polonia habían empezado a llegar los soldados que habrían de formar el primer batallón expedicionario polaco. Aquellos hombres serían instruidos durante los siguientes meses en Luxemburgo antes de ser destinados a Lorena y el Franco Condado, y en unos años el Rey tendría toda una legión capaz de luchar al lado de España. Lo más importante era sin embargo, que cuando regresasen a Polonia, se convertirían en una herramienta primordial para el monarca de Polonia, tal vez capaz de cambiar el curso de una guerra o incluso de afianzar su poder ante aquella aristocracia tan protectora de sus derechos ancestrales.
El último de los problemas a los que se enfrentaba el ejército era la falta de telegrafistas experimentados, y por desgracia en ese tema poco podía hacer salvo escribir a España solicitando el envío de más gente. Y es que si bien la construcción de una torre de telégrafos fortificada podía demorarse de nueve meses a un año y medio dependiendo del terreno, para entrenar a un telegrafista eran necesarios no menos de dos años. Dos años en los que se les enseñaba tanto las posiciones de los brazos del telégrafo para formar las letras, mantenimiento y reparaciones básicas de los telégrafos, y por supuesto, criptografía para que fuesen capaces de codificar los mensajes según las necesidades. En suma, se convertía a simples soldados en expertos en un área determinada de la milicia como ya ocurría desde mucho tiempo atrás con los artilleros.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Un soldado de cuatro siglos
En algún lugar de Flandes, cerca de Bruselas
—Traigo noticias, el Lobo ya no esta aquí, las ultimas noticias lo sitúan en Luxemburgo.
—¡Maldita sea! ¿Otra vez? Es la segunda vez que le perdemos la pista. El maldito demonio no deja de moverse.
—Sí, ha marchado a encontrarse con unos soldados que el rey de Polonia le ha prestado al de España…
—¿Qué hacemos entonces? Seguimos aquí y esperamos a ver si regresa o vamos en su busca arriesgándonos a que cuando lleguemos
allí ya se haya trasladado otra vez.
—…marchemos a su encuentro. Por lo que sé, esta vez se ha llevado a su esposa con él, así que es muy posible que vaya a pasar un tiempo en aquella ciudad.
—¡Vayamos pues!
Noreste de Brasil
Un pequeño grupo de trabajadores macheteaba incansable unas palmeras de la zona bajo la supervisión de un grupo de hombres. Lentamente las palmas eran cortadas y su cera recolectada en los grandes capazos que habían llevado consigo.
—¿Y para qué decís que queréis esta cera, Don Carlos? —preguntó el capataz con curiosidad.
—No lo sé, Don Valeriano, de hecho ni tan siquiera sé si esta es la cera que buscamos. —respondió el comerciante. —Yo solo tengo ordenes de buscar “en la zona del Brasil, hasta hallar una palmera cuyas palmas son recubiertas de una especie de cera, y una vez encontrada, enviar varios toneles de dicha cera a Valencia”. Solo espero que esta sea la palmera y la cera que buscamos, así no tendré que seguir viajando por la maldita selva en su busca.
—¿Y cuándo sabrá vuesa merced si ha hallado la correcta? Si ha de enviar esos toneles a la costa, y allí embarcar la mercancía hacia Valencia, es de suponer que habrá vuesa merced de pasar al menos un año esperando en la región…
—Eso me temo, Don Valeriano, pero tenga vuesa merced por seguro que algo haremos en ese tiempo.
—Traigo noticias, el Lobo ya no esta aquí, las ultimas noticias lo sitúan en Luxemburgo.
—¡Maldita sea! ¿Otra vez? Es la segunda vez que le perdemos la pista. El maldito demonio no deja de moverse.
—Sí, ha marchado a encontrarse con unos soldados que el rey de Polonia le ha prestado al de España…
—¿Qué hacemos entonces? Seguimos aquí y esperamos a ver si regresa o vamos en su busca arriesgándonos a que cuando lleguemos
allí ya se haya trasladado otra vez.
—…marchemos a su encuentro. Por lo que sé, esta vez se ha llevado a su esposa con él, así que es muy posible que vaya a pasar un tiempo en aquella ciudad.
—¡Vayamos pues!
Noreste de Brasil
Un pequeño grupo de trabajadores macheteaba incansable unas palmeras de la zona bajo la supervisión de un grupo de hombres. Lentamente las palmas eran cortadas y su cera recolectada en los grandes capazos que habían llevado consigo.
—¿Y para qué decís que queréis esta cera, Don Carlos? —preguntó el capataz con curiosidad.
—No lo sé, Don Valeriano, de hecho ni tan siquiera sé si esta es la cera que buscamos. —respondió el comerciante. —Yo solo tengo ordenes de buscar “en la zona del Brasil, hasta hallar una palmera cuyas palmas son recubiertas de una especie de cera, y una vez encontrada, enviar varios toneles de dicha cera a Valencia”. Solo espero que esta sea la palmera y la cera que buscamos, así no tendré que seguir viajando por la maldita selva en su busca.
—¿Y cuándo sabrá vuesa merced si ha hallado la correcta? Si ha de enviar esos toneles a la costa, y allí embarcar la mercancía hacia Valencia, es de suponer que habrá vuesa merced de pasar al menos un año esperando en la región…
—Eso me temo, Don Valeriano, pero tenga vuesa merced por seguro que algo haremos en ese tiempo.
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Un soldado de cuatro siglos
Luxemburgo
—¿Sabéis algo de vuestra familia? —quiso saber Pedro preocupado por la familia de su esposa en las provincias Unidas, donde se decía se estaban dando casos de saqueo, principalmente sobre las propiedades de católicos, pero de tanto en tanto también, supuestamente por error, sobre las de familias protestantes.
—Difícil de decir, oficialmente los lazos con mi familia siguen cortados aunque he logrado algunos tímidos avances y espero ser “perdonada” en breve. —respondió esta con una medio sonrisa iluminando su rostro. —En cuanto a mi familia, las noticias que tengo son buenas pues los disturbios los han respetado, aunque muestran cierta preocupación.
—Sería de esperar que ellos no tengan problemas. En mi opinión los disturbios han sido promovidos por los príncipes protestantes por medio de los pastores, y no tienen otro fin que saquear las haciendas de los católicos como forma de financiar con rapidez un estado en quiebra… siendo así vuestra familia debería estar a salvo siempre y cuando los disturbios no se intensifiquen.
—¿Estáis seguro de eso?
—¿Seguro? No, ¿Cómo puedo estar seguro de algo como eso? Pero la rapiña sobre la Iglesia y el odio a Carlos de Habsburgo por lograr la corona del sacro imperio en lugar del sajón, estuvo en la génesis de la revuelta protestante de Lutero en mayor medida que la teología. Al final fue un caso de simple “nacionalismo”, dicho esto como la defensa a ultranza de la pequeña región de nacimiento, frente al resto de regiones, generalmente por simple odio a pequeños detalles de estos. Y precisamente por esa rapiña es por lo que los príncipes protestantes pudieron enfrentarse al César. Únicamente al saquear los bienes acumulados por la Iglesia durante mil quinientos años, pudieron enfrentarse al poder terrenal representado por el Emperador y al divino representado por el Papa. En fin… ¿Y vuestros hermanos en Inglaterra?
Su esposa estuvo en silencio unos segundos mientras pensaba en lo que acababa de decir, finalmente miro hacia él y dijo. —La guerra entre el rey y el parlamento continua…por lo que sé, la situación empieza a ser angustiosa para el rey y es una suerte que la princesa ya este en España.
—Eso es malo para España…negociar con un monarca es muy sencillo, hacerlo con un parlamento en el que cada cual tratara de ser más riguroso para no quedar disminuido frente a sus compañeros, será poco menos que imposible…pero no hablemos de eso, en unos días partiré hacia Lorena para entrevistarme con el duque Carlos, es mejor que aprovechemos el tiempo que disponemos…
Días más tarde un pequeño grupo de hombres llegaba a la ciudad, solo para descubrir que el Lobo ya había partido de nuevo. Perseguirlo empezaba a ser cansado, y cada día que pasaban en Flandes el riesgo de levantar sospechas y ser descubiertos empeoraba. —Esperemos aquí, su esposa aún continúa en la ciudad así que tarde o temprano él regresara. En todo caso podemos empezar a seguirla a ella pues será cuestión de tiempo que se reúnan…
—¿Sabéis algo de vuestra familia? —quiso saber Pedro preocupado por la familia de su esposa en las provincias Unidas, donde se decía se estaban dando casos de saqueo, principalmente sobre las propiedades de católicos, pero de tanto en tanto también, supuestamente por error, sobre las de familias protestantes.
—Difícil de decir, oficialmente los lazos con mi familia siguen cortados aunque he logrado algunos tímidos avances y espero ser “perdonada” en breve. —respondió esta con una medio sonrisa iluminando su rostro. —En cuanto a mi familia, las noticias que tengo son buenas pues los disturbios los han respetado, aunque muestran cierta preocupación.
—Sería de esperar que ellos no tengan problemas. En mi opinión los disturbios han sido promovidos por los príncipes protestantes por medio de los pastores, y no tienen otro fin que saquear las haciendas de los católicos como forma de financiar con rapidez un estado en quiebra… siendo así vuestra familia debería estar a salvo siempre y cuando los disturbios no se intensifiquen.
—¿Estáis seguro de eso?
—¿Seguro? No, ¿Cómo puedo estar seguro de algo como eso? Pero la rapiña sobre la Iglesia y el odio a Carlos de Habsburgo por lograr la corona del sacro imperio en lugar del sajón, estuvo en la génesis de la revuelta protestante de Lutero en mayor medida que la teología. Al final fue un caso de simple “nacionalismo”, dicho esto como la defensa a ultranza de la pequeña región de nacimiento, frente al resto de regiones, generalmente por simple odio a pequeños detalles de estos. Y precisamente por esa rapiña es por lo que los príncipes protestantes pudieron enfrentarse al César. Únicamente al saquear los bienes acumulados por la Iglesia durante mil quinientos años, pudieron enfrentarse al poder terrenal representado por el Emperador y al divino representado por el Papa. En fin… ¿Y vuestros hermanos en Inglaterra?
Su esposa estuvo en silencio unos segundos mientras pensaba en lo que acababa de decir, finalmente miro hacia él y dijo. —La guerra entre el rey y el parlamento continua…por lo que sé, la situación empieza a ser angustiosa para el rey y es una suerte que la princesa ya este en España.
—Eso es malo para España…negociar con un monarca es muy sencillo, hacerlo con un parlamento en el que cada cual tratara de ser más riguroso para no quedar disminuido frente a sus compañeros, será poco menos que imposible…pero no hablemos de eso, en unos días partiré hacia Lorena para entrevistarme con el duque Carlos, es mejor que aprovechemos el tiempo que disponemos…
Días más tarde un pequeño grupo de hombres llegaba a la ciudad, solo para descubrir que el Lobo ya había partido de nuevo. Perseguirlo empezaba a ser cansado, y cada día que pasaban en Flandes el riesgo de levantar sospechas y ser descubiertos empeoraba. —Esperemos aquí, su esposa aún continúa en la ciudad así que tarde o temprano él regresara. En todo caso podemos empezar a seguirla a ella pues será cuestión de tiempo que se reúnan…
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Un soldado de cuatro siglos
…En septiembre de 1645 el general Llopis se reunió con el duque Carlos de Lorena para debatir sobre la situación de la guerra. Lorena había pasado varios años ocupada por los franceses y había sido totalmente liberada el año anterior, permitiendo al duque regresar a sus posesiones donde fue aclamado por la población. La guerra sin embargo continuaba, y la presencia de un ejército francés frente a Lorena mantenía la amenaza e mantenía al duque Carlos sumido en la duda y el nerviosismo.
Durante aquella reunión ambos evaluaron la situación general. La guerra había dado un vuelco a favor de España que había permitido rechazar a todos sus enemigos, sin embargo todo parecía pender de un hilo. El escaso número de tropas españolas en Flandes y la dificultad de suministros por vía marítima al estar cortado el camino español, suponían un peligro en caso de derrota, pues limitaba la capacidad de reponerse a corto y medio plazo. Esa y no otra era la gran debilidad de un Imperio tan disperso como el español.
—La situación nos es favorable, pero aún persisten algunas amenazas a las que debemos enfrentarnos. —explicó el Lobo señalando un mapa de la región. —Los franceses están ahora a la defensiva en la Champaña, y eso nos proporciona una oportunidad única de actuar para afianzar nuestras posiciones.
—No podemos arriesgarnos a una batalla en este lugar, Don Pedro. —dijo el duque Carlos. —Este es un teatro secundario y si sufriésemos un revés, por pequeño que fuera, los franceses verían revitalizados sus ánimos, por el contrario aun de lograr una victoria la situación en Flandes no se vería afectada en lo más mínimo pues no podríamos proporcionar más apoyos. Por lo tanto la ganancia sería poca pero el riesgo muy elevado.
—Lo sé, Don Carlos, sepa vuesa excelencia que no pretendía actuar de tal manera. Si vuesa excelencia tiene a bien, propondría seguir a la defensiva en el frente, pero mire aquí. —señalando al sur de Lorena y el Franco Condado. —En este momento el camino español pende de un hilo, y con él todo el ejército de Flandes. Si sufriésemos un revés en Flandes y no pudiésemos traer refuerzos y dineros por la ruta terrestre, dependeríamos exclusivamente de los mares, una ruta impracticable cuatro meses al año y en la que siempre se está al albur de tempestades y otros peligros.
—Ya veo. Si aseguramos la ciudad y mientras las fuerzas del Rey permanezcan en Saboya, los refuerzos podrán llegar por tierra con facilidad. El Milanesado, Saboya y a través de los Alpes directamente al Franco Condado…
—Siempre y cuando esa ciudad… ¿Puede vuesa excelencia ocuparse de ello?
—Sí, Don Pedro, pero precisare la ayuda de las fuerzas españolas que vuesa excelencia tiene bajo su mando.
Durante aquella reunión ambos evaluaron la situación general. La guerra había dado un vuelco a favor de España que había permitido rechazar a todos sus enemigos, sin embargo todo parecía pender de un hilo. El escaso número de tropas españolas en Flandes y la dificultad de suministros por vía marítima al estar cortado el camino español, suponían un peligro en caso de derrota, pues limitaba la capacidad de reponerse a corto y medio plazo. Esa y no otra era la gran debilidad de un Imperio tan disperso como el español.
—La situación nos es favorable, pero aún persisten algunas amenazas a las que debemos enfrentarnos. —explicó el Lobo señalando un mapa de la región. —Los franceses están ahora a la defensiva en la Champaña, y eso nos proporciona una oportunidad única de actuar para afianzar nuestras posiciones.
—No podemos arriesgarnos a una batalla en este lugar, Don Pedro. —dijo el duque Carlos. —Este es un teatro secundario y si sufriésemos un revés, por pequeño que fuera, los franceses verían revitalizados sus ánimos, por el contrario aun de lograr una victoria la situación en Flandes no se vería afectada en lo más mínimo pues no podríamos proporcionar más apoyos. Por lo tanto la ganancia sería poca pero el riesgo muy elevado.
—Lo sé, Don Carlos, sepa vuesa excelencia que no pretendía actuar de tal manera. Si vuesa excelencia tiene a bien, propondría seguir a la defensiva en el frente, pero mire aquí. —señalando al sur de Lorena y el Franco Condado. —En este momento el camino español pende de un hilo, y con él todo el ejército de Flandes. Si sufriésemos un revés en Flandes y no pudiésemos traer refuerzos y dineros por la ruta terrestre, dependeríamos exclusivamente de los mares, una ruta impracticable cuatro meses al año y en la que siempre se está al albur de tempestades y otros peligros.
—Ya veo. Si aseguramos la ciudad y mientras las fuerzas del Rey permanezcan en Saboya, los refuerzos podrán llegar por tierra con facilidad. El Milanesado, Saboya y a través de los Alpes directamente al Franco Condado…
—Siempre y cuando esa ciudad… ¿Puede vuesa excelencia ocuparse de ello?
—Sí, Don Pedro, pero precisare la ayuda de las fuerzas españolas que vuesa excelencia tiene bajo su mando.
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Un soldado de cuatro siglos
Luisa Holandina del Palatinado
Luisa Holandina del Palatinado (en alemán Louise Hollandine; La Haya, 18 de abril de 1622 - Maubuisson, 11 de febrero de 1709), princesa del Palatinado y Condesa titular del Rin, fue hija del célebre Federico V del Palatinado y de Isabel de Inglaterra (hija de Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia y de Ana de Dinamarca).
Luisa nació en La Haya, donde sus padres vivían en el exilio después de que su padre perdió la Batalla de la Montaña Blanca y fue expulsado de los tronos de Bohemia y del Palatinado. Sexta hija del príncipe elector Federico V del Palatinado y de su esposa Isabel de Inglaterra. Su padre, un calvinista, murió el 29 de noviembre de 1632, cuando Luisa tenía diez años. Hermana del elector Carlos I Luis del Palatinado y del conde Eduardo del Palatinado.
La princesa se crio en Leiden al cuidado de los educadores. Después de completar sus estudios, regresó a la corte de su madre en La Haya. Uno de sus candidatos para matrimonio fue, entre otros, el príncipe Federico Guillermo I de Brandeburgo.
Luisa tenía un gran talento en el arte y la pintura, un talento que ella compartía con su hermano, el príncipe Ruperto. Era estudiante de Gerard van Honthorst y pintaba de manera tan similar y habilidosa que algunas de sus obras fueron atribuidas a él.
Los retratos que pintó a menudo están hechos en estilo barroco, pero hay excepciones, los que probablemente no fueron comisionados. Sus obras se mantuvieron en general dentro de su familia, y algunas se pueden encontrar ahora en museos alemanes y españoles. Son especialmente apreciadas las obras costumbristas pintadas durante su periodo español, en las que retrata la vida de la ciudad de Valencia, ciudad a la que se trasladó tras su matrimonio con el marqués del Puerto. Estas obras permiten contemplar los abundantes cambios sufridos en una ciudad que encabezó algunos de los principales cambios urbanísticos de la época.
Por razones desconocidas, y para consternación de su familia protestante, en 1643 huyó al Flandes católico y se casó con el maques del puerto, uno de los principales generales del rey de España. Tras su matrimonio permaneció con él en Flandes, trasladándose posteriormente a Valencia donde residiría desde entonces. En esta última ciudad se doctoro en Filosofía, dando clases en la Universidad de Valencia durante más de veinte años. Fue por lo tanto la primera mujer en dar clases en aquella universidad de la que se tiene noticia…
Como filosofa, Luisa del Palatinado responde al racionalismo defendido por Rene Descartes con su ensayo sobre la razón, hoy desaparecido. Existen sin embargo, abundantes muestras de su pensamiento gracias a la abundante correspondencia que mantuvo con muchos de los intelectuales europeos del momento, así como una abundante obra universitaria. En ellas quedan reflejadas sus ideas, cercanas al empirismo desarrollado posteriormente por Locke, con ciertas pinceladas cercanas al materialismo filosófico moderno.
Es especialmente importante su defensa del fin de la esclavitud y su obra sobre los derechos del hombre defendidos por la Escolástica tardía española de la escuela de Salamanca (Luis de Molina, Domingo de Soto, Francisco Suarez), donde defiende la existencia de unos derechos alienables del ser humano, independientes de su raza o condición social, y defiende la existencia de límites en el poder de los monarcas.
Tras su conversión al catolicismo destacó en su defensa del catolicismo frente a las corrientes luteranas y calvinistas, no desde la teología sino desde el racionalismo filosófico…
Durante esa estancia en Valencia, Luisa del Palatinado desarrollo una intensa obra social y de caridad. Apadrino la construcción de escuelas a lo largo y ancho del reino de Valencia y junto a su esposo fue una firme defensora de la escolarización de las mujeres, creando una escuela de oficios que financio hasta su muerte.
Luisa Holandina del Palatinado (en alemán Louise Hollandine; La Haya, 18 de abril de 1622 - Maubuisson, 11 de febrero de 1709), princesa del Palatinado y Condesa titular del Rin, fue hija del célebre Federico V del Palatinado y de Isabel de Inglaterra (hija de Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia y de Ana de Dinamarca).
Luisa nació en La Haya, donde sus padres vivían en el exilio después de que su padre perdió la Batalla de la Montaña Blanca y fue expulsado de los tronos de Bohemia y del Palatinado. Sexta hija del príncipe elector Federico V del Palatinado y de su esposa Isabel de Inglaterra. Su padre, un calvinista, murió el 29 de noviembre de 1632, cuando Luisa tenía diez años. Hermana del elector Carlos I Luis del Palatinado y del conde Eduardo del Palatinado.
La princesa se crio en Leiden al cuidado de los educadores. Después de completar sus estudios, regresó a la corte de su madre en La Haya. Uno de sus candidatos para matrimonio fue, entre otros, el príncipe Federico Guillermo I de Brandeburgo.
Luisa tenía un gran talento en el arte y la pintura, un talento que ella compartía con su hermano, el príncipe Ruperto. Era estudiante de Gerard van Honthorst y pintaba de manera tan similar y habilidosa que algunas de sus obras fueron atribuidas a él.
Los retratos que pintó a menudo están hechos en estilo barroco, pero hay excepciones, los que probablemente no fueron comisionados. Sus obras se mantuvieron en general dentro de su familia, y algunas se pueden encontrar ahora en museos alemanes y españoles. Son especialmente apreciadas las obras costumbristas pintadas durante su periodo español, en las que retrata la vida de la ciudad de Valencia, ciudad a la que se trasladó tras su matrimonio con el marqués del Puerto. Estas obras permiten contemplar los abundantes cambios sufridos en una ciudad que encabezó algunos de los principales cambios urbanísticos de la época.
Por razones desconocidas, y para consternación de su familia protestante, en 1643 huyó al Flandes católico y se casó con el maques del puerto, uno de los principales generales del rey de España. Tras su matrimonio permaneció con él en Flandes, trasladándose posteriormente a Valencia donde residiría desde entonces. En esta última ciudad se doctoro en Filosofía, dando clases en la Universidad de Valencia durante más de veinte años. Fue por lo tanto la primera mujer en dar clases en aquella universidad de la que se tiene noticia…
Como filosofa, Luisa del Palatinado responde al racionalismo defendido por Rene Descartes con su ensayo sobre la razón, hoy desaparecido. Existen sin embargo, abundantes muestras de su pensamiento gracias a la abundante correspondencia que mantuvo con muchos de los intelectuales europeos del momento, así como una abundante obra universitaria. En ellas quedan reflejadas sus ideas, cercanas al empirismo desarrollado posteriormente por Locke, con ciertas pinceladas cercanas al materialismo filosófico moderno.
Es especialmente importante su defensa del fin de la esclavitud y su obra sobre los derechos del hombre defendidos por la Escolástica tardía española de la escuela de Salamanca (Luis de Molina, Domingo de Soto, Francisco Suarez), donde defiende la existencia de unos derechos alienables del ser humano, independientes de su raza o condición social, y defiende la existencia de límites en el poder de los monarcas.
Tras su conversión al catolicismo destacó en su defensa del catolicismo frente a las corrientes luteranas y calvinistas, no desde la teología sino desde el racionalismo filosófico…
Durante esa estancia en Valencia, Luisa del Palatinado desarrollo una intensa obra social y de caridad. Apadrino la construcción de escuelas a lo largo y ancho del reino de Valencia y junto a su esposo fue una firme defensora de la escolarización de las mujeres, creando una escuela de oficios que financio hasta su muerte.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Luis Santisteve Porta
Luis Santisteve Porta, a veces llamando Luis de Santisteve (agosto de 1598 – 23 de febrero de 1657) fue un pionero, cazador y colonizador español que recorrió los apalaches y fundó la ciudad de Filadelfia.
Luis nació en algún lugar cerca de Cuenca, en España. Hijo de Lorenzo Santisteve Olmedo y Marta Porta, fue el quinto de siete hermanos. Por influencia de su madre que esperaba pudiese buscarse la vida en el oficio de escribano, tuvo una educación esmerada y sabía leer y escribir con considerable destreza. Luis fue sin embargo un niño vivaracho e inquieto, y al alcanzar la mayoría de edad abandono el hogar paterno alistándose en el ejército en algún momento de finales de la década de 1610. Alistado en los tercios de la Mar Oceana, se sabe que participo en el ataque a Argel y en varias acciones contra berberiscos y franceses, antes de ser aceptado para su traslado a las Indias, donde formaría parte de las nuevas guarniciones que allí se estaban estableciendo.
En 1635 pasaría al apostadero de Aldebaran, en la bahía de Delaware, con el rango de sargento. Durante los años siguientes participo en la construcción del nuevo asentamiento y tras el fallecimiento de su primera esposa al dar a luz a su cuarto hijo, tomo una esposa nativa de la tribu “Unalachtigo” los que viven cerca del océano, a la que bautizó como Eva, con la que tendría ocho hijos.
Abandonaría el ejército en 1641, dirigiéndose hacia el interior en busca de tierras para asentarse junto a su familia. Convertido en un hombre de frontera y trampero, en 1642 se establecería cerca de la desembocadura del río Delaware, donde una veintena de familias se establecieron en lo que sería ZZZZZZZZZZ. Durante los años siguientes pasó grandes periodos cazando en solitario por la zona, explorando grandes zonas de los Apalaches y entablando relaciones amistosas con varias tribus de la nación Lenape.
En 1650, con casi 52 años de edad, abandonaría la población para dirigirse al norte siguiendo el río. Tras pasar el invierno de 1652-1653 en algún lugar de los Apalaches, donde entablaría relaciones amistosas con los indígenas, fundaría Filadelfia, del griego “Phylos” amor, y “adelfos” fraternal, pues deseaba que fuese un símbolo de unión de las poblaciones española e indígena. Durante este último periodo escribió frecuentemente a la corte y a varias autoridades eclesiásticas y militares españolas, solicitando la vacunación de las tribus amigas de los Lenape, que estaban siendo asoladas por la viruela. Por desgracia no llegaría a ver el éxito de sus esfuerzos, pues moriría pocos meses antes de que llegase la primera expedición de la vacuna…
Luis Santisteve en la cultura popular.
El personaje central del libro "El hombre del oeste", "Carlos corazón de lobo", está basado en sus numerosas aventuras.
Es el antagonista principal en el videojuego "The Colonies"
Es nombrado en la canción "Espíritu del bosque", del grupo de folk nativo "Corazón de Águila",
Se admiten nombres para la nueva ciudad de ZZZZZZZZZZ
Luis Santisteve Porta, a veces llamando Luis de Santisteve (agosto de 1598 – 23 de febrero de 1657) fue un pionero, cazador y colonizador español que recorrió los apalaches y fundó la ciudad de Filadelfia.
Luis nació en algún lugar cerca de Cuenca, en España. Hijo de Lorenzo Santisteve Olmedo y Marta Porta, fue el quinto de siete hermanos. Por influencia de su madre que esperaba pudiese buscarse la vida en el oficio de escribano, tuvo una educación esmerada y sabía leer y escribir con considerable destreza. Luis fue sin embargo un niño vivaracho e inquieto, y al alcanzar la mayoría de edad abandono el hogar paterno alistándose en el ejército en algún momento de finales de la década de 1610. Alistado en los tercios de la Mar Oceana, se sabe que participo en el ataque a Argel y en varias acciones contra berberiscos y franceses, antes de ser aceptado para su traslado a las Indias, donde formaría parte de las nuevas guarniciones que allí se estaban estableciendo.
En 1635 pasaría al apostadero de Aldebaran, en la bahía de Delaware, con el rango de sargento. Durante los años siguientes participo en la construcción del nuevo asentamiento y tras el fallecimiento de su primera esposa al dar a luz a su cuarto hijo, tomo una esposa nativa de la tribu “Unalachtigo” los que viven cerca del océano, a la que bautizó como Eva, con la que tendría ocho hijos.
Abandonaría el ejército en 1641, dirigiéndose hacia el interior en busca de tierras para asentarse junto a su familia. Convertido en un hombre de frontera y trampero, en 1642 se establecería cerca de la desembocadura del río Delaware, donde una veintena de familias se establecieron en lo que sería ZZZZZZZZZZ. Durante los años siguientes pasó grandes periodos cazando en solitario por la zona, explorando grandes zonas de los Apalaches y entablando relaciones amistosas con varias tribus de la nación Lenape.
En 1650, con casi 52 años de edad, abandonaría la población para dirigirse al norte siguiendo el río. Tras pasar el invierno de 1652-1653 en algún lugar de los Apalaches, donde entablaría relaciones amistosas con los indígenas, fundaría Filadelfia, del griego “Phylos” amor, y “adelfos” fraternal, pues deseaba que fuese un símbolo de unión de las poblaciones española e indígena. Durante este último periodo escribió frecuentemente a la corte y a varias autoridades eclesiásticas y militares españolas, solicitando la vacunación de las tribus amigas de los Lenape, que estaban siendo asoladas por la viruela. Por desgracia no llegaría a ver el éxito de sus esfuerzos, pues moriría pocos meses antes de que llegase la primera expedición de la vacuna…
Luis Santisteve en la cultura popular.
El personaje central del libro "El hombre del oeste", "Carlos corazón de lobo", está basado en sus numerosas aventuras.
Es el antagonista principal en el videojuego "The Colonies"
Es nombrado en la canción "Espíritu del bosque", del grupo de folk nativo "Corazón de Águila",
Se admiten nombres para la nueva ciudad de ZZZZZZZZZZ
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Un soldado de cuatro siglos
Un grupo de indios se arremolinaba alrededor de una cabaña de recios troncos que más parecía una pequeña fortaleza que una vivienda. Construida con troncos de buen diámetro sobre cimientos de piedra, tenía gruesas ventanas arpilladas, ahora abiertas, desde las que era posible controlar todos los alrededores. También la puerta, ahora abierta, era de grueso tamaño y cualquier observador avezado podría ver que podía atrancarse con dos gruesos travesaños que sellarían eficazmente aquella. El tejado también era de troncos, esta vez recubiertos de tierra, y estaba construido en forma de tejadillo inclinado para permitir que las nieves resbalasen hasta el suelo y no pusiesen en peligro la estructura.
La construcción se completaba con una pequeña torre construida en una de las esquinas de la edificación, que era al fin y al cabo la verdadera vivienda de los fronterizos que allí trabajaban y en la que podía encontrarse la cocina, el baño y las habitaciones en diferentes alturas. Y si la torre era la vivienda, el resto de la cabaña era realmente el almacén que hacía las veces de comercio, en el que se acumulaban barriles y cajas repletos de herramientas, ron, y las pieles que los indios intercambiaban por aquellos.
—Diez pieles de castor y dos de lobo por un hacha de buen acero y puedes llevarte un juego de ollas contigo. —dijo el encargado del puesto comercial a un joven guerrero que había acudido a la pequeña cabaña de troncos en la que comerciaba al norte de Villanueva del río Kennebeck.
—Querer también un cuchillo, y querer ron, dos botellas. —respondió el guerrero en un mal español enseñando dos dedos para asegurarse que le había comprendido. Saturnino, el comerciante, estaba más que dispuesto a pagar el precio pedido por aquellas pieles de excelente calidad, pues sin duda alcanzarían un precio muchas veces superior en Europa. Sin embargo tenía órdenes estrictas de racionar el alcohol que repartía entre los indios. La explicación dada por sus jefes era que estos parecían soportar muy mal sus efectos, algo en lo que sin duda contribuía el que no tuviesen medida y fuesen capaces de vaciar una botella en unos pocos segundos, aunque él en su fuero interno se preguntaba si existía alguna otra razón.
—Solo una botella, y te daré una parte hoy y otra dentro de siete lunas. —respondió Saturnino. Al fin y al cabo quien paga, manda, y no estaba dispuesto a poner en riesgo su lucrativo negocio por unas botellas de más o de menos. —Si no puedes regresar te daré media botella y una herramienta a tu elección de esa pared. —dijo señalando una de las paredes, repleta de pequeñas herramientas como escariadores, martillos y tenazas, todas herramientas adecuadas para carpintería, herrería, o peletería.
Esperaba que si el joven regresaba en varias ocasiones mejoraría la relación de amistad que mantenía con él e incluso con su pueblo. Incluso el misionero local, fray Valentín, tendría mejores posibilidades para enseñar la palabra de Dios entre aquellas gentes.
Esa noche Saturnino atrancó con fuerza, la puerta de su pequeño comercio, que una cosa era comerciar con los indios y otra confiar con ellos a la hora de irse a la cama. Saturnino llevaba ya seis años en aquel paraje por cuenta de la Compañía del Carmen, comprando a buen precio todas las pieles que pudiese conseguir. Y aunque era cierto que había medio centenar de tramperos españoles en la zona, muchos de los cuales habían ido a vivir junto a los indios, su principal fuente de pieles eran precisamente aquellos mismos indios que llegada la primavera, bajaban al río a desprenderse de sus pieles viejas. Las mismas pieles que él compraba y eran enviadas a España para convertirlas en finos sombreros y prendas delicadas que vendían por toda Europa.
Una vez atrancada la puerta y antes de acostarse subió a la pequeña torre que adornaba una de las esquinas del puesto comercial y encendió una luz para hacer una señal con ella. Poco después un destello al sur de allí, en la dirección de Villanueva del río, respondió a su señal. Ahora en la base militar sabían que todo marchaba bien, y él podía retirarse a descansar. Las relaciones con los iroqueses eran amistosas, pero era mejor actuar con precaución.
La construcción se completaba con una pequeña torre construida en una de las esquinas de la edificación, que era al fin y al cabo la verdadera vivienda de los fronterizos que allí trabajaban y en la que podía encontrarse la cocina, el baño y las habitaciones en diferentes alturas. Y si la torre era la vivienda, el resto de la cabaña era realmente el almacén que hacía las veces de comercio, en el que se acumulaban barriles y cajas repletos de herramientas, ron, y las pieles que los indios intercambiaban por aquellos.
—Diez pieles de castor y dos de lobo por un hacha de buen acero y puedes llevarte un juego de ollas contigo. —dijo el encargado del puesto comercial a un joven guerrero que había acudido a la pequeña cabaña de troncos en la que comerciaba al norte de Villanueva del río Kennebeck.
—Querer también un cuchillo, y querer ron, dos botellas. —respondió el guerrero en un mal español enseñando dos dedos para asegurarse que le había comprendido. Saturnino, el comerciante, estaba más que dispuesto a pagar el precio pedido por aquellas pieles de excelente calidad, pues sin duda alcanzarían un precio muchas veces superior en Europa. Sin embargo tenía órdenes estrictas de racionar el alcohol que repartía entre los indios. La explicación dada por sus jefes era que estos parecían soportar muy mal sus efectos, algo en lo que sin duda contribuía el que no tuviesen medida y fuesen capaces de vaciar una botella en unos pocos segundos, aunque él en su fuero interno se preguntaba si existía alguna otra razón.
—Solo una botella, y te daré una parte hoy y otra dentro de siete lunas. —respondió Saturnino. Al fin y al cabo quien paga, manda, y no estaba dispuesto a poner en riesgo su lucrativo negocio por unas botellas de más o de menos. —Si no puedes regresar te daré media botella y una herramienta a tu elección de esa pared. —dijo señalando una de las paredes, repleta de pequeñas herramientas como escariadores, martillos y tenazas, todas herramientas adecuadas para carpintería, herrería, o peletería.
Esperaba que si el joven regresaba en varias ocasiones mejoraría la relación de amistad que mantenía con él e incluso con su pueblo. Incluso el misionero local, fray Valentín, tendría mejores posibilidades para enseñar la palabra de Dios entre aquellas gentes.
Esa noche Saturnino atrancó con fuerza, la puerta de su pequeño comercio, que una cosa era comerciar con los indios y otra confiar con ellos a la hora de irse a la cama. Saturnino llevaba ya seis años en aquel paraje por cuenta de la Compañía del Carmen, comprando a buen precio todas las pieles que pudiese conseguir. Y aunque era cierto que había medio centenar de tramperos españoles en la zona, muchos de los cuales habían ido a vivir junto a los indios, su principal fuente de pieles eran precisamente aquellos mismos indios que llegada la primavera, bajaban al río a desprenderse de sus pieles viejas. Las mismas pieles que él compraba y eran enviadas a España para convertirlas en finos sombreros y prendas delicadas que vendían por toda Europa.
Una vez atrancada la puerta y antes de acostarse subió a la pequeña torre que adornaba una de las esquinas del puesto comercial y encendió una luz para hacer una señal con ella. Poco después un destello al sur de allí, en la dirección de Villanueva del río, respondió a su señal. Ahora en la base militar sabían que todo marchaba bien, y él podía retirarse a descansar. Las relaciones con los iroqueses eran amistosas, pero era mejor actuar con precaución.
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Un soldado de cuatro siglos
Todos los miembros de la tribu se arremolinaban alrededor de una hoguera que ardía en el centro del poblado, calentando e iluminando a partes iguales a los presentes entre los que se encontraba Sebastián, un antiguo soldado devenido en fronterizo que ahora vivía en aquellas tierras del norte de América. Tras la cena Sebastián esperaba sentado a la hora en la que todos empezarían a contar historias, compartiendo y transmitiendo la sabiduría oral de la tribu.
No mucho después uno de los presentes empezó a hablar, y tras mirar unos instantes a Sebastián pareció escoger un relato muy particular, el del día que las grandes naves negras arribaron a aquellas aguas.
—El padre de mi padre me contó que un día aparecieron un día sobre el mar, navegando siguiendo la costa, sin embargo después de eso no volvió a saberse nada de ellas durante mucho tiempo, y muchos creyeron que habían sido ilusiones enviadas por Gagqa. No sería hasta los tiempos de mi padre cuando supimos tuvimos noticias de otros clanes sobre el regreso de aquellas extrañas embarcaciones. Las tribus cercanas a la costa habían visto como grandes moles como aquellas, arribaban a sus costas y de ellas desembarcaban unos desconocidos hombres de tez blanca que construyeron poblados para vivir.
Teníamos las noticias, y algunos de nuestros guerreros incluso habían visto a los blancos en alguno de sus viajes, sin embargo nada no preparó para la llegada de los españoles. —Explicó mirando a Sebastián, —Si cuando llegaron los ingleses, lo hicieron con un “barco”, los españoles trajeron tres veces diez, y de ellos desembarcaron un clan entero, con cerca de mil guerreros. Cuando vimos aquello desde las colinas los guerreros se reunieron preocupados, y corrieron a prepararse. Por fortuna vimos como los españoles se quedaban en la costa, construían casas en ellas, y no tenían intenciones hostiles contra nosotros. Por el contrario se ofrecieron a comerciar con nosotros desde el principio y nos ofrecieron buen acero a cambio de las pieles del invierno.
Sebastián sonrió mientras el anciano iba desgranando la historia del contacto de su tribu con los españoles. Por fortuna este había sido pacifico, en parte por las órdenes del rey de no buscar conquistas militares tras asentarse, pero también por la propia debilidad de aquellas tribus que tan solo podían reunir unos pocos miles de guerreros mal armados. “Qué diferente de las civilizaciones que Hernán Cortes o Pizarro encontraron al sur de allí”. Como fuere, iroqueses y españoles habían contactado, tímidamente primero, y de forma más intensa después. El gobernador español había ordenado mantenerse alejado de las zonas en las que los iroqueses establecían sus poblados y cultivaban los campos, y gracias a ello el asentamiento español había crecido. Pronto a las fortificaciones y viviendas siguieron los campos de cultivo, y solo habían pasado un par de años cuando los primeros hombres abandonaron el asentamiento para dirigirse al norte en busca de pieles.
Él sería uno de aquellos fronterizos. Pronto empezaría a vivir alejado de la civilización, sin más compañía que un grupo de una docena de fronterizos como él. Así, viviendo en la frontera, cazando animales para vender su piel en Villanueva del Río, y comerciando con los nativos, había llegado al punto actual, en el que la herida de un oso le había obligado a pasar todo un mes en compañía de una de las tribus amigas que habían hecho. Ahora ya curado, esperaba ansioso el regreso de su partida para poder volver a la frontera.
No mucho después uno de los presentes empezó a hablar, y tras mirar unos instantes a Sebastián pareció escoger un relato muy particular, el del día que las grandes naves negras arribaron a aquellas aguas.
—El padre de mi padre me contó que un día aparecieron un día sobre el mar, navegando siguiendo la costa, sin embargo después de eso no volvió a saberse nada de ellas durante mucho tiempo, y muchos creyeron que habían sido ilusiones enviadas por Gagqa. No sería hasta los tiempos de mi padre cuando supimos tuvimos noticias de otros clanes sobre el regreso de aquellas extrañas embarcaciones. Las tribus cercanas a la costa habían visto como grandes moles como aquellas, arribaban a sus costas y de ellas desembarcaban unos desconocidos hombres de tez blanca que construyeron poblados para vivir.
Teníamos las noticias, y algunos de nuestros guerreros incluso habían visto a los blancos en alguno de sus viajes, sin embargo nada no preparó para la llegada de los españoles. —Explicó mirando a Sebastián, —Si cuando llegaron los ingleses, lo hicieron con un “barco”, los españoles trajeron tres veces diez, y de ellos desembarcaron un clan entero, con cerca de mil guerreros. Cuando vimos aquello desde las colinas los guerreros se reunieron preocupados, y corrieron a prepararse. Por fortuna vimos como los españoles se quedaban en la costa, construían casas en ellas, y no tenían intenciones hostiles contra nosotros. Por el contrario se ofrecieron a comerciar con nosotros desde el principio y nos ofrecieron buen acero a cambio de las pieles del invierno.
Sebastián sonrió mientras el anciano iba desgranando la historia del contacto de su tribu con los españoles. Por fortuna este había sido pacifico, en parte por las órdenes del rey de no buscar conquistas militares tras asentarse, pero también por la propia debilidad de aquellas tribus que tan solo podían reunir unos pocos miles de guerreros mal armados. “Qué diferente de las civilizaciones que Hernán Cortes o Pizarro encontraron al sur de allí”. Como fuere, iroqueses y españoles habían contactado, tímidamente primero, y de forma más intensa después. El gobernador español había ordenado mantenerse alejado de las zonas en las que los iroqueses establecían sus poblados y cultivaban los campos, y gracias a ello el asentamiento español había crecido. Pronto a las fortificaciones y viviendas siguieron los campos de cultivo, y solo habían pasado un par de años cuando los primeros hombres abandonaron el asentamiento para dirigirse al norte en busca de pieles.
Él sería uno de aquellos fronterizos. Pronto empezaría a vivir alejado de la civilización, sin más compañía que un grupo de una docena de fronterizos como él. Así, viviendo en la frontera, cazando animales para vender su piel en Villanueva del Río, y comerciando con los nativos, había llegado al punto actual, en el que la herida de un oso le había obligado a pasar todo un mes en compañía de una de las tribus amigas que habían hecho. Ahora ya curado, esperaba ansioso el regreso de su partida para poder volver a la frontera.
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Un soldado de cuatro siglos
Flandes, en algún lugar de las Ardenas
Pedro cabalgaba en compañía de su esposa dando un paseo por los alrededores de la ciudad, disfrutando de la compañía y de una buena conversación. Normalmente conversaban de teología, filosofía, y política, analizando las razones de las actuales guerras de religión, sin embargo en esta ocasión ella saco a relucir un problema que parecía preocuparla en exceso.
Recientemente habían aparecido pasquines por Alemania y algunas zonas de Flandes, en los que se acusaba a los españoles de marranos y orientalizantes debido a las nuevas costumbres higiénicas que proliferaban entre la tropa, siendo normal el bañarse una o incluso dos veces por semana, lavados de manos y cara antes de cada comida, entre otros menos comunes.
Sin duda era una preocupación fundada. La guerra propagandística luterana seguía campando a sus anchas por el norte de Europa, culpando de todos los males imaginables a una España a la que se acusaba de querer conquistar el mundo, de ser a la vez judaizante y antisemita, de quemar a miles de herejes o de exterminar a los indios americanos entre otras muchas acusaciones.
Acusaciones sin pies ni cabeza, y si bien era cierto que España estaba inmersa en la conquista de América, en Europa tan solo defendía las posesiones de sus reyes, de hecho todas las guerras que libraba eran guerras iniciadas por otros, pues desde muchas décadas atrás España había adoptado una posición defensiva renunciando a nuevas conquistas. Eran por supuesto antisemitas y habían exterminado a los judíos de España cuando en realidad los habían expulsado en condiciones mucho mejores que las que tuvieron en las expulsiones de Inglaterra o Francia por citar únicamente dos de ellas. Pero a la vez eran judeizantes en secreto y la sangre judía corría por las venas de los españoles, lo que demostraba que en realidad eran el resto de pueblos de Europa los que tenían problemas étnicos con los judíos. La inquisición quemaba a miles de herejes cuando en realidad las condenas podían contarse sin demasiados problemas, y sus juicios eran mil veces más justos que los que pudieren tener los reos en el resto de Europa, donde miles o decenas de miles de personas eran condenadas a la hoguera sin garantías judiciales y en acusaciones sin fundamento. Y si bien era cierto que la llegada de los europeos al Nuevo Mundo había extendido mortales epidemias entre ellos, eso había sido un hecho fortuito, fruto del contacto entre ambas poblaciones…
¿Pero cómo explicarle eso a un luterano o un católico francés?... tampoco es que quisiese explicárselo, para Pedro la guerra de la propaganda era una faceta más de la guerra, y creía que la estaba ganando. Durante tres lustros había venido librando una guerra de propaganda que se retroalimentaba a si misma, creando corrientes de opinión en los diferentes estados y reinos de Europa, cada una sobre un tema o un matiz importante que trataba de adaptar a la idiosincrasia de sus habitantes. Eso había cosechado bastantes éxitos, y cuando las noticias de esa propaganda llegaron a los estados vecinos, que ya habían sido sometidos a sus propias campañas de manipulación, encontraron el terreno abonado para extenderse sin cesar, de resultas de lo cual noticias que habían impulsado en Nápoles o Roma ya habían aparecido en lugares tan alejados como Buda o Estocolmo.
Sí, sin duda la propaganda marchaba bien… tendría que decirle a Salvador que ordenase que pusiesen más énfasis en las acusaciones sobre las malas costumbres españolas de bañarse de forma habitual…
Pedro cabalgaba en compañía de su esposa dando un paseo por los alrededores de la ciudad, disfrutando de la compañía y de una buena conversación. Normalmente conversaban de teología, filosofía, y política, analizando las razones de las actuales guerras de religión, sin embargo en esta ocasión ella saco a relucir un problema que parecía preocuparla en exceso.
Recientemente habían aparecido pasquines por Alemania y algunas zonas de Flandes, en los que se acusaba a los españoles de marranos y orientalizantes debido a las nuevas costumbres higiénicas que proliferaban entre la tropa, siendo normal el bañarse una o incluso dos veces por semana, lavados de manos y cara antes de cada comida, entre otros menos comunes.
Sin duda era una preocupación fundada. La guerra propagandística luterana seguía campando a sus anchas por el norte de Europa, culpando de todos los males imaginables a una España a la que se acusaba de querer conquistar el mundo, de ser a la vez judaizante y antisemita, de quemar a miles de herejes o de exterminar a los indios americanos entre otras muchas acusaciones.
Acusaciones sin pies ni cabeza, y si bien era cierto que España estaba inmersa en la conquista de América, en Europa tan solo defendía las posesiones de sus reyes, de hecho todas las guerras que libraba eran guerras iniciadas por otros, pues desde muchas décadas atrás España había adoptado una posición defensiva renunciando a nuevas conquistas. Eran por supuesto antisemitas y habían exterminado a los judíos de España cuando en realidad los habían expulsado en condiciones mucho mejores que las que tuvieron en las expulsiones de Inglaterra o Francia por citar únicamente dos de ellas. Pero a la vez eran judeizantes en secreto y la sangre judía corría por las venas de los españoles, lo que demostraba que en realidad eran el resto de pueblos de Europa los que tenían problemas étnicos con los judíos. La inquisición quemaba a miles de herejes cuando en realidad las condenas podían contarse sin demasiados problemas, y sus juicios eran mil veces más justos que los que pudieren tener los reos en el resto de Europa, donde miles o decenas de miles de personas eran condenadas a la hoguera sin garantías judiciales y en acusaciones sin fundamento. Y si bien era cierto que la llegada de los europeos al Nuevo Mundo había extendido mortales epidemias entre ellos, eso había sido un hecho fortuito, fruto del contacto entre ambas poblaciones…
¿Pero cómo explicarle eso a un luterano o un católico francés?... tampoco es que quisiese explicárselo, para Pedro la guerra de la propaganda era una faceta más de la guerra, y creía que la estaba ganando. Durante tres lustros había venido librando una guerra de propaganda que se retroalimentaba a si misma, creando corrientes de opinión en los diferentes estados y reinos de Europa, cada una sobre un tema o un matiz importante que trataba de adaptar a la idiosincrasia de sus habitantes. Eso había cosechado bastantes éxitos, y cuando las noticias de esa propaganda llegaron a los estados vecinos, que ya habían sido sometidos a sus propias campañas de manipulación, encontraron el terreno abonado para extenderse sin cesar, de resultas de lo cual noticias que habían impulsado en Nápoles o Roma ya habían aparecido en lugares tan alejados como Buda o Estocolmo.
Sí, sin duda la propaganda marchaba bien… tendría que decirle a Salvador que ordenase que pusiesen más énfasis en las acusaciones sobre las malas costumbres españolas de bañarse de forma habitual…
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Un soldado de cuatro siglos
En algún lugar de Flandes
—Buenos días, señor Smith. ¿Os encontráis mejor hoy? —preguntó solicitó el posadero a su huésped, un comerciante inglés que no llevaba alojado en la posada desde que un mes antes no pudiese continuar viaje debido a unas inoportunas fiebres. Por fortuna Smith era un comerciante de posibles y pudo pagar el alojamiento sin problemas, por lo que el posadero no tenía ninguna prisa en que se fuese.
—Mucho mejor, gracias. Creo que pronto podre continuar viaje. —respondió el inglés antes de sentarse en la mesa para comer antes de preguntar. —¿Hay noticias del camino y de Inglaterra?
—Nada digno de mención. Los caminos están bien y sin barro, y en Inglaterra continúa la guerra. Si os recuperáis pronto y lográis regresar a Inglaterra podréis vender vuestros productos a buen precio.
—Eso espero, gracias. —dijo Smith antes de empezar a comer la sopa que acababan de servirle. La velada continuó sin problemas y Smith acabó su cena con satisfacción. A continuación, y como hacia todas las noches, preparó un tablero de ajedrez y empezó a jugar una partida en, sin acceder a jugar con nadie. Media hora después dos hombres que acababan de llegar se acercaron a él y observaron el juego unos segundos.
—¡Vaya, el caballo blanco está en problemas! —dijo uno de ellos. —Mi abuelo me enseñó a jugar, pero yo nunca disfrute del juego.
Smith por fin levantó la vista y se fijó en los dos hombres que acababan de llegar. —El caballero está en problemas, pero si juega bien puede llevar a la captura del rey blanco, aunque, para eso, el rey debe ser capturado al descubierto.
—Lo está, sale a cabalgar casi a diario con la única compañía de su esposa y un escolta, pero hará falta un buen ataque y armas.
—Las armas las tengo aquí… ¿Hombres?
—Por lo hombres no habéis de preocuparos pues tenemos partidarios incluso aquí.
Al día siguiente Smith abandonaba la posada, nadie vio como esa tarde se reunía con un grupo de hombres en un bosque cercano y mostraba la carga de su carromato. Bajo la habitual parafernalia comercia se escondían suficientes mosquetes, pistolas y espadas como para dar un buen golpe.
—Buenos días, señor Smith. ¿Os encontráis mejor hoy? —preguntó solicitó el posadero a su huésped, un comerciante inglés que no llevaba alojado en la posada desde que un mes antes no pudiese continuar viaje debido a unas inoportunas fiebres. Por fortuna Smith era un comerciante de posibles y pudo pagar el alojamiento sin problemas, por lo que el posadero no tenía ninguna prisa en que se fuese.
—Mucho mejor, gracias. Creo que pronto podre continuar viaje. —respondió el inglés antes de sentarse en la mesa para comer antes de preguntar. —¿Hay noticias del camino y de Inglaterra?
—Nada digno de mención. Los caminos están bien y sin barro, y en Inglaterra continúa la guerra. Si os recuperáis pronto y lográis regresar a Inglaterra podréis vender vuestros productos a buen precio.
—Eso espero, gracias. —dijo Smith antes de empezar a comer la sopa que acababan de servirle. La velada continuó sin problemas y Smith acabó su cena con satisfacción. A continuación, y como hacia todas las noches, preparó un tablero de ajedrez y empezó a jugar una partida en, sin acceder a jugar con nadie. Media hora después dos hombres que acababan de llegar se acercaron a él y observaron el juego unos segundos.
—¡Vaya, el caballo blanco está en problemas! —dijo uno de ellos. —Mi abuelo me enseñó a jugar, pero yo nunca disfrute del juego.
Smith por fin levantó la vista y se fijó en los dos hombres que acababan de llegar. —El caballero está en problemas, pero si juega bien puede llevar a la captura del rey blanco, aunque, para eso, el rey debe ser capturado al descubierto.
—Lo está, sale a cabalgar casi a diario con la única compañía de su esposa y un escolta, pero hará falta un buen ataque y armas.
—Las armas las tengo aquí… ¿Hombres?
—Por lo hombres no habéis de preocuparos pues tenemos partidarios incluso aquí.
Al día siguiente Smith abandonaba la posada, nadie vio como esa tarde se reunía con un grupo de hombres en un bosque cercano y mostraba la carga de su carromato. Bajo la habitual parafernalia comercia se escondían suficientes mosquetes, pistolas y espadas como para dar un buen golpe.
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Un soldado de cuatro siglos
…Con la llegada del invierno las operaciones militares parecieron languidecer en todos los frentes. España parecía agotada, incapaz de emprender nuevas operaciones militares tras las explosivas campañas de los dos años anteriores. Los soldados españoles, cansados hasta el extremo, parecían contentos de mantener sus posiciones en Flandes y el norte de Francia. Sin duda estaban agonizando debido a su propio éxito, pues el elevado número de tropas desplegadas en guarniciones en Las Provincias Unidas lastraba sus operaciones futuras.
Y es que en las navidades de 1645 España mantenía alrededor de 60.000 hombres en Flandes, de los que tan solo entre treinta y treinta y cinco mil estaban en disposición de combatir contra Francia. El resto de tropas estaban desperdigadas en decenas de guarniciones a lo largo y ancho de Flandes y los Países Bajos vigilando las zonas recién sometidas, sin ir más lejos en Ámsterdam languidecían dos mil soldados y en Utrecht otros mil quinientos. También las ciudades de Calais y Amiens, habían sido protegidas por poderosas guarniciones para mantenerlas bajo el poder español, y ahora se encontraban bajo asedio. En aquellas circunstancias el ejército español se retiró al norte, buscando acortar sus rutas de suministros y pasar el invierno en posiciones más ventajosas que estuviesen completamente bajo su control.
Mientras tanto los franceses tenían sus propios problemas. Con las arcas del estado agotadas, la monarquía vivía momentos convulsos y se enfrentaba a un estado cuasi de guerra civil, que acabaría llevando a la Fronda, de la que hablaremos más adelante. Pese a ello aun mantenían un poderoso ejército que podía mantener setenta y seis mil hombres en el norte, guarniciones aparte, lo que le daba una indudable superioridad numérica contra el ejército de Flandes español.
Su mayor problema no era sin embargo ese, sino que la estrategia española había funcionado, y como Cromwell dijo al embajador francés, “España había encerrado a Francia en un anillo de fuego”. Y es que en aquellos momentos Francia estaba totalmente rodeada por posesiones españolas. Al sur la propia España, en la que salvo por la aun revelada Cataluña amenazaba la frontera francesa, dándose frecuentes incursiones de caballería que mantenían a las tropas francesas en un estado permanente de alerta. Al sureste se encontraba el ducado de Saboya, ahora bajo control español. Aquel ducado proteguido por la barrera natural de los Alpes cortaba las rutas comerciales con los estados italianos y proporcionaba a los españoles, que controlaban los pasos de los Alpes, una base desde la que apoyar sus posesiones en el Franco Condado.
Precisamente el Franco Condado por fin se había liberado de la ocupación francesa y se mantenía fiel a Felipe IV, cortando la ruta comercial con Suiza. Una ruta de vital importancia por ser el principal producto de comercio el de los mercenarios suizos, que ahora debían pagar un peaje para poder viajar a España. Más al norte estaba el ducado de Lorena, cada vez más dependiente de España, donde ocurría otro tanto solo que con los mercenarios alemanes. Y a continuación estaba Flandes, donde los ejércitos españoles parecían invencibles.
Aquel anillo reforzado por la superioridad naval española, estaba ahogando lentamente a una Francia que padecía graves problemas alimenticios derivados de la Pequeña Edad de Hielo. Las calles de Paris estaban llenas de mendigos y los niños expósitos abundaban tanto que Marin Mersenne comentó que “parecían reunirse todos los males de su tiempo en ellos”. Problema por cierto común a toda la Europa afectada por las guerras de religión.
Ambos contendientes parecían incapaces de tomar nuevos impulsos, contentándose en cambio en realizar pequeñas operaciones encaminadas a lograr pequeñas rectificaciones en las fronteras que mejorasen su posición defensiva. De esta forma la anterior guerra de movimientos se había reducido a una guerra de posiciones. El general Llopis dedicó los meses siguientes a mejorar la logística de su ejército, creando depósitos de alimentos, pólvora, armas, y mejorando la cabaña ganadera. Mientras tanto Mazarino, incapaz de ganar el apoyo de la nobleza precisaba de un golpe de efecto que elevase la moral, y era aquel ejército francés, mucho más numeroso que el español, el que debía dar dicho golpe recuperando Amiens y Calais.
Y es que en las navidades de 1645 España mantenía alrededor de 60.000 hombres en Flandes, de los que tan solo entre treinta y treinta y cinco mil estaban en disposición de combatir contra Francia. El resto de tropas estaban desperdigadas en decenas de guarniciones a lo largo y ancho de Flandes y los Países Bajos vigilando las zonas recién sometidas, sin ir más lejos en Ámsterdam languidecían dos mil soldados y en Utrecht otros mil quinientos. También las ciudades de Calais y Amiens, habían sido protegidas por poderosas guarniciones para mantenerlas bajo el poder español, y ahora se encontraban bajo asedio. En aquellas circunstancias el ejército español se retiró al norte, buscando acortar sus rutas de suministros y pasar el invierno en posiciones más ventajosas que estuviesen completamente bajo su control.
Mientras tanto los franceses tenían sus propios problemas. Con las arcas del estado agotadas, la monarquía vivía momentos convulsos y se enfrentaba a un estado cuasi de guerra civil, que acabaría llevando a la Fronda, de la que hablaremos más adelante. Pese a ello aun mantenían un poderoso ejército que podía mantener setenta y seis mil hombres en el norte, guarniciones aparte, lo que le daba una indudable superioridad numérica contra el ejército de Flandes español.
Su mayor problema no era sin embargo ese, sino que la estrategia española había funcionado, y como Cromwell dijo al embajador francés, “España había encerrado a Francia en un anillo de fuego”. Y es que en aquellos momentos Francia estaba totalmente rodeada por posesiones españolas. Al sur la propia España, en la que salvo por la aun revelada Cataluña amenazaba la frontera francesa, dándose frecuentes incursiones de caballería que mantenían a las tropas francesas en un estado permanente de alerta. Al sureste se encontraba el ducado de Saboya, ahora bajo control español. Aquel ducado proteguido por la barrera natural de los Alpes cortaba las rutas comerciales con los estados italianos y proporcionaba a los españoles, que controlaban los pasos de los Alpes, una base desde la que apoyar sus posesiones en el Franco Condado.
Precisamente el Franco Condado por fin se había liberado de la ocupación francesa y se mantenía fiel a Felipe IV, cortando la ruta comercial con Suiza. Una ruta de vital importancia por ser el principal producto de comercio el de los mercenarios suizos, que ahora debían pagar un peaje para poder viajar a España. Más al norte estaba el ducado de Lorena, cada vez más dependiente de España, donde ocurría otro tanto solo que con los mercenarios alemanes. Y a continuación estaba Flandes, donde los ejércitos españoles parecían invencibles.
Aquel anillo reforzado por la superioridad naval española, estaba ahogando lentamente a una Francia que padecía graves problemas alimenticios derivados de la Pequeña Edad de Hielo. Las calles de Paris estaban llenas de mendigos y los niños expósitos abundaban tanto que Marin Mersenne comentó que “parecían reunirse todos los males de su tiempo en ellos”. Problema por cierto común a toda la Europa afectada por las guerras de religión.
Ambos contendientes parecían incapaces de tomar nuevos impulsos, contentándose en cambio en realizar pequeñas operaciones encaminadas a lograr pequeñas rectificaciones en las fronteras que mejorasen su posición defensiva. De esta forma la anterior guerra de movimientos se había reducido a una guerra de posiciones. El general Llopis dedicó los meses siguientes a mejorar la logística de su ejército, creando depósitos de alimentos, pólvora, armas, y mejorando la cabaña ganadera. Mientras tanto Mazarino, incapaz de ganar el apoyo de la nobleza precisaba de un golpe de efecto que elevase la moral, y era aquel ejército francés, mucho más numeroso que el español, el que debía dar dicho golpe recuperando Amiens y Calais.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Un soldado de cuatro siglos
Una pequeña revista a la situación militar española en invierno de 1645.
Tropas “españolas”
Flandes
I Ejército; 16.600 infantería, 3.124 caballería, 14 cañones.
II Ejército; 14.560 infantería, 2.360 caballería, 12 cañones.
Guarniciones
Amiens; -5000 (bajo asedio), Chatillon con 31.000 hombres.
Calais; -5000 (bajo asedio), Turena con 34.000 hombres.
Ámsterdam; 2.500
Bolduque; +- 1.200
Arnhem, Utrech, La Haya, Zwolle, y otras seis ciudades; 800
Red de telégrafos; 1.200
En recuperación en hospitales; 6.900
Total, de las tropas españolas desplegadas en Flandes; 69.500 (incluyendo 3000 artilleros). Eso se traduce en 1.5 millones de ducados al mes de soldadas, a las que sumar las pólvoras y suministros.
Otras tropas de la monarquía:
Egipto; 30.000
Norte de Italia; 15.000
Nápoles y Sicilia; 12.000 (incluyendo los tercios de la armada).
Presidios africanos; 8.000
Presidios atlánticos; 9.500
Presidios americanos; 8.000
A las que sumar las que permanecen en España junto a Diego, aunque estas son en gran parte milicias.
Tropas “españolas”
Flandes
I Ejército; 16.600 infantería, 3.124 caballería, 14 cañones.
II Ejército; 14.560 infantería, 2.360 caballería, 12 cañones.
Guarniciones
Amiens; -5000 (bajo asedio), Chatillon con 31.000 hombres.
Calais; -5000 (bajo asedio), Turena con 34.000 hombres.
Ámsterdam; 2.500
Bolduque; +- 1.200
Arnhem, Utrech, La Haya, Zwolle, y otras seis ciudades; 800
Red de telégrafos; 1.200
En recuperación en hospitales; 6.900
Total, de las tropas españolas desplegadas en Flandes; 69.500 (incluyendo 3000 artilleros). Eso se traduce en 1.5 millones de ducados al mes de soldadas, a las que sumar las pólvoras y suministros.
Otras tropas de la monarquía:
Egipto; 30.000
Norte de Italia; 15.000
Nápoles y Sicilia; 12.000 (incluyendo los tercios de la armada).
Presidios africanos; 8.000
Presidios atlánticos; 9.500
Presidios americanos; 8.000
A las que sumar las que permanecen en España junto a Diego, aunque estas son en gran parte milicias.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Un soldado de cuatro siglos
ESPEJO DE NAVEGANTES, programa radiofónico
13/07/2018, Hoy conversamos con la historiadora María Celades sobre su reciente biografía del Marques del Puerto, Pedro Llopis.
Ramón García; Dígame, Doña María. ¿Qué hay de cierto en las afirmaciones de Anthony Borrows, que acusan al general Llopis de genocida e impulsor de la guerra biológica en Europa?
María Celades; Es simplemente una estupidez, digna de un historicista (que no historiador), de quinta regional.
Ramón García; Sin embargo Borrows ha aportado una abundante prueba documental para respaldar esas afirmaciones.
María Celades; Prueba documental… ¿De qué? Borrows basa toda su teoría en dos cartas de Salvador, el secretario del general Llopis, dirigidas a Quevedo, solicitando que escriba una serie de pasquines en los que ataque las costumbres de higiene españolas acusándolas de orientales, mahometanas y judaizantes. Curiosamente son las mismas costumbres de higiene que en gran medida el propio Llopis ayudo a extender por España, pero que ahora intenta no se expandan por el resto de Europa. A partir de ahí, Borrows construye una teoría, en mi opinión cogida con alfileres. Afirma sin ambages que Llopis, sabiendo que muchas de las enfermedades de la época proliferaban gracias a la falta de higiene, trata de limitar el acceso a esta higiene a los pueblos enemigos de España, lo que es sin duda una barbaridad…y no contento con eso, le adjudica la etiqueta de genocidio sin dudarlo.
Ramón García; Pero no negara que esas cartas existieron.
María Celades; Por supuesto que existieron. Pero de ahí a llegar a las conclusiones de Borrows hay un verdadero abismo. Llopis fue un gran general, sin duda uno de los cinco mejores del siglo XVII, y más importante aún, fue un gran propagandista. Posiblemente el primer gran propagandista desde Julio César y su “De Bello Gallico”. De hecho superando a César por la escala de la campaña de propaganda emprendida por Llopis, una campaña propagandística que no tendrá parangón en la historia de la humanidad hasta la aparición de los medios masivos del siglo XX.
Es ahí, en ese marco de guerra de propaganda, en el que hay que enmarcar esas dos misivas de Salvador requiriendo a Quevedo que ataque la idea de la higiene española. No en una supuesta intención de que proliferen las enfermedades en las zonas protestantes. Aún faltaban décadas para el nacimiento de la microbiología, y si bien en España ya habían aparecido manuales sanitarios que defendían la relación entre falta de higiene y enfermedades, estos manuales no solo no estaban sujetos a censura de ningún tipo, sino que estaban siendo ampliamente difundidos por cirujanos de toda Europa.
Ramón García; Parece extraño que los mismos que estaban difundiendo las ideas de la pre-ilustración, estén tirando piedras sobre su propio tejado.
María Celades; Es que no lo hace… tengamos en cuenta que cuando la estrella de Llopis empieza a despuntar en España, España vive sus horas más bajas en los últimos ciento cincuenta años. La guerra de Flandes se eterniza y la propaganda antiespañola corre a raudales por toda Europa, incluso por territorios aliados o vasallos como Nápoles o Sicilia. Llopis se da cuenta de ello, y no duda en emprender una campaña de contrapropaganda, posiblemente la primera y más eficaz de la historia, y lo hace con una maestría difícil de imaginar.
De alguna forma, Llopis supone que bombardear los países europeos con noticias positivas sobre España no servirá de nada, pues esas noticias se perderán entre la superstición y el odio hacia España y lo que esta representa. En su lugar, Llopis, identifica correctamente los temas empleados por los enemigos de España para atacarla; inquisición, fanatismo, acusaciones de crímenes horrendos y genocidio en América, etc., y sabiendo que no podrá desactivarlas, decide poner a los propagandistas antiespañoles frente a un espejo. Para ello no duda en emprender campañas particulares según los territorios, esparciendo noticias que se ajusten a la idiosincrasia de cada territorio, y predispongan a sus habitantes para posteriores campañas.
Esto podemos verlo claramente en la primera campaña propagandística que emprende Llopis. Sabiendo las grandes acusaciones que por toda Europa se vertían contra la inquisición, empieza a repartir pasquines en el Imperio acusando a los luteranos fanáticos y asesinos. Para ello no duda en relatar las grandes persecuciones a mujeres acusadas de brujería, describiendo minuciosamente las torturas y vejaciones a las que son sometidas y sus posteriores asesinatos en la hoguera. Esos panfletos, verídicos por otra parte, sirven para que los católicos del imperio aparten sus ojos de España y miren a las regiones luteranas con otros ojos. De pronto ya no es España la fanática, sino que son los luteranos y calvinistas los verdaderos barbaros. Esa primera campaña en el Imperio es acompañada en Francia por una campaña propia. Sabiendo que una campaña proespañola caería en saco roto, Llopis empieza con una campaña anti inglesa en la que se describen las persecuciones a católicos que tienen lugar en Inglaterra.
Llopis ha identificado correctamente la forma de entrar en las mentes de franceses e imperiales, incluso ha puesto la primera piedra a lo que será una campaña de propaganda global, pues después esos panfletos se irán extendiendo por toda Europa por vasos comunicantes. Aquellos panfletos que aparecieron en Viena acusando a los alemanes y especialmente a luteranos y calvinistas de fanatismo, acabaran por entrar en una Francia que ya está habitada a ese tipo de noticias, y otro tanto ocurre en el Imperio, donde entran las noticias procedentes de Francia e Italia.
De hecho, entre 1638 y 1640, cuando tienen lugar las epidemias de peste de Lyon, Borgoña y Languedoc, los habitantes de aquellos lugares están soliviantados por los relatos de la peste de Ginebra ocurrida con Calvino, cuando los curas calvinistas se negaron a prestar ayuda a los enfermos y moribundos en total discrepancia con la actitud que siempre habían tenido los religiosos católicos, que no dudaron en atender y apoyar a cuanto enfermo requiriese su ayuda aun a costa de poner en riesgo sus propias vidas.
Sin nombrar ni una sola vez a España, sin decir una sola palabra a favor de España, Llopis logra despertar la conciencia de la Europa católica al enfrentarla a la realidad en su conjunto. De hecho tiene tanto éxito que la campaña cobra vida propia y supera las impresiones de Llopis, y empiezan a aparecer pasquines y panfletos de forma espontánea. Allí donde un católico ve una muestra de fanatismo luterano, aparece un pasquín. Pronto son los propios franceses los que listan los ataques que los hugonotes han realizado a sus iglesias, o que describen como los holandeses han basado todo su éxito comercial en el saqueo y expolio de los bienes de la Iglesia primero, y de los católicos después.
Ramón García; Entiendo eso. Pero las cartas a las que hace referencia Borrows si hace referencia a España y lo hace en negativo sobre la higiene. Sin duda es suficiente para como mínimo, extender la sobra de la duda sobre su figura.
María Celades; Eso ocurre porque hay que verlas en su contexto. A esas alturas de los años cuarenta, la propaganda ya puede considerarse un arma de la guerra de los treinta años, y Llopis no duda en utilizarla, y una vez más lo hace de una forma magistral. Tras tres lustros de propaganda anti luterana y anti anglicana, ya ha logrado crear una corriente de opinión pro católica y parcialmente pro española en el sur de Europa, y lo ha hecho sin defender ni a España ni al catolicismo, simplemente mostrando el verdadero rostro del protestantismo. Logrado esto, el siguiente paso es diferenciar claramente al mundo católico del protestante, y para ello utiliza las armas que tiene a su disposición, y una de ellas es la higiene…así, mientras en los países católicos la propaganda habla de la higiene como una herencia de la Roma más culta, reclamándola como parte del renacimiento, en las zonas protestantes la ataca por ser oriental, de forma que estos se muestran totalmente contrarios a esas nuevas modas.
El éxito es tremendo, arrollador incluso. En un lustro logra que todos los católicos europeos se consideren herederos del Imperio Romano, y aún más importante, gracias al éxito de su campaña "anti española", que los que han adoptado esas costumbres renacentistas, vean a los protestantes como los nuevos bárbaros que amenazan sus fronteras. Aun en plena guerra ha creado una unión espiritual y moral entre los católicos, que en las décadas posteriores aun ira a más.
En definitiva, ¿La propaganda anti higiene causo o aumento la mortandad por infecciones en aquellas regiones donde fue expuesta? Es posible, como mínimo no gozaron de las ventajas que empezaron a disfrutar los católicos, ventajas por cierto que sin Llopis tampoco hubiesen disfrutado aquellos que no fuesen españoles, pero… ¿Era la intención de Llopis que no disfrutasen de esas ventajas? Eso es simplemente una barbaridad. Como dije al principio, no se conocía la microbiología ni los efectos de la falta de higiene para la proliferación de enfermedades, y si Llopis hubiese querido privar a sus enemigos de esas medidas, no hubiese dudado en incluir a franceses y otros enemigos de España entre los receptores de esa propaganda…
13/07/2018, Hoy conversamos con la historiadora María Celades sobre su reciente biografía del Marques del Puerto, Pedro Llopis.
Ramón García; Dígame, Doña María. ¿Qué hay de cierto en las afirmaciones de Anthony Borrows, que acusan al general Llopis de genocida e impulsor de la guerra biológica en Europa?
María Celades; Es simplemente una estupidez, digna de un historicista (que no historiador), de quinta regional.
Ramón García; Sin embargo Borrows ha aportado una abundante prueba documental para respaldar esas afirmaciones.
María Celades; Prueba documental… ¿De qué? Borrows basa toda su teoría en dos cartas de Salvador, el secretario del general Llopis, dirigidas a Quevedo, solicitando que escriba una serie de pasquines en los que ataque las costumbres de higiene españolas acusándolas de orientales, mahometanas y judaizantes. Curiosamente son las mismas costumbres de higiene que en gran medida el propio Llopis ayudo a extender por España, pero que ahora intenta no se expandan por el resto de Europa. A partir de ahí, Borrows construye una teoría, en mi opinión cogida con alfileres. Afirma sin ambages que Llopis, sabiendo que muchas de las enfermedades de la época proliferaban gracias a la falta de higiene, trata de limitar el acceso a esta higiene a los pueblos enemigos de España, lo que es sin duda una barbaridad…y no contento con eso, le adjudica la etiqueta de genocidio sin dudarlo.
Ramón García; Pero no negara que esas cartas existieron.
María Celades; Por supuesto que existieron. Pero de ahí a llegar a las conclusiones de Borrows hay un verdadero abismo. Llopis fue un gran general, sin duda uno de los cinco mejores del siglo XVII, y más importante aún, fue un gran propagandista. Posiblemente el primer gran propagandista desde Julio César y su “De Bello Gallico”. De hecho superando a César por la escala de la campaña de propaganda emprendida por Llopis, una campaña propagandística que no tendrá parangón en la historia de la humanidad hasta la aparición de los medios masivos del siglo XX.
Es ahí, en ese marco de guerra de propaganda, en el que hay que enmarcar esas dos misivas de Salvador requiriendo a Quevedo que ataque la idea de la higiene española. No en una supuesta intención de que proliferen las enfermedades en las zonas protestantes. Aún faltaban décadas para el nacimiento de la microbiología, y si bien en España ya habían aparecido manuales sanitarios que defendían la relación entre falta de higiene y enfermedades, estos manuales no solo no estaban sujetos a censura de ningún tipo, sino que estaban siendo ampliamente difundidos por cirujanos de toda Europa.
Ramón García; Parece extraño que los mismos que estaban difundiendo las ideas de la pre-ilustración, estén tirando piedras sobre su propio tejado.
María Celades; Es que no lo hace… tengamos en cuenta que cuando la estrella de Llopis empieza a despuntar en España, España vive sus horas más bajas en los últimos ciento cincuenta años. La guerra de Flandes se eterniza y la propaganda antiespañola corre a raudales por toda Europa, incluso por territorios aliados o vasallos como Nápoles o Sicilia. Llopis se da cuenta de ello, y no duda en emprender una campaña de contrapropaganda, posiblemente la primera y más eficaz de la historia, y lo hace con una maestría difícil de imaginar.
De alguna forma, Llopis supone que bombardear los países europeos con noticias positivas sobre España no servirá de nada, pues esas noticias se perderán entre la superstición y el odio hacia España y lo que esta representa. En su lugar, Llopis, identifica correctamente los temas empleados por los enemigos de España para atacarla; inquisición, fanatismo, acusaciones de crímenes horrendos y genocidio en América, etc., y sabiendo que no podrá desactivarlas, decide poner a los propagandistas antiespañoles frente a un espejo. Para ello no duda en emprender campañas particulares según los territorios, esparciendo noticias que se ajusten a la idiosincrasia de cada territorio, y predispongan a sus habitantes para posteriores campañas.
Esto podemos verlo claramente en la primera campaña propagandística que emprende Llopis. Sabiendo las grandes acusaciones que por toda Europa se vertían contra la inquisición, empieza a repartir pasquines en el Imperio acusando a los luteranos fanáticos y asesinos. Para ello no duda en relatar las grandes persecuciones a mujeres acusadas de brujería, describiendo minuciosamente las torturas y vejaciones a las que son sometidas y sus posteriores asesinatos en la hoguera. Esos panfletos, verídicos por otra parte, sirven para que los católicos del imperio aparten sus ojos de España y miren a las regiones luteranas con otros ojos. De pronto ya no es España la fanática, sino que son los luteranos y calvinistas los verdaderos barbaros. Esa primera campaña en el Imperio es acompañada en Francia por una campaña propia. Sabiendo que una campaña proespañola caería en saco roto, Llopis empieza con una campaña anti inglesa en la que se describen las persecuciones a católicos que tienen lugar en Inglaterra.
Llopis ha identificado correctamente la forma de entrar en las mentes de franceses e imperiales, incluso ha puesto la primera piedra a lo que será una campaña de propaganda global, pues después esos panfletos se irán extendiendo por toda Europa por vasos comunicantes. Aquellos panfletos que aparecieron en Viena acusando a los alemanes y especialmente a luteranos y calvinistas de fanatismo, acabaran por entrar en una Francia que ya está habitada a ese tipo de noticias, y otro tanto ocurre en el Imperio, donde entran las noticias procedentes de Francia e Italia.
De hecho, entre 1638 y 1640, cuando tienen lugar las epidemias de peste de Lyon, Borgoña y Languedoc, los habitantes de aquellos lugares están soliviantados por los relatos de la peste de Ginebra ocurrida con Calvino, cuando los curas calvinistas se negaron a prestar ayuda a los enfermos y moribundos en total discrepancia con la actitud que siempre habían tenido los religiosos católicos, que no dudaron en atender y apoyar a cuanto enfermo requiriese su ayuda aun a costa de poner en riesgo sus propias vidas.
Sin nombrar ni una sola vez a España, sin decir una sola palabra a favor de España, Llopis logra despertar la conciencia de la Europa católica al enfrentarla a la realidad en su conjunto. De hecho tiene tanto éxito que la campaña cobra vida propia y supera las impresiones de Llopis, y empiezan a aparecer pasquines y panfletos de forma espontánea. Allí donde un católico ve una muestra de fanatismo luterano, aparece un pasquín. Pronto son los propios franceses los que listan los ataques que los hugonotes han realizado a sus iglesias, o que describen como los holandeses han basado todo su éxito comercial en el saqueo y expolio de los bienes de la Iglesia primero, y de los católicos después.
Ramón García; Entiendo eso. Pero las cartas a las que hace referencia Borrows si hace referencia a España y lo hace en negativo sobre la higiene. Sin duda es suficiente para como mínimo, extender la sobra de la duda sobre su figura.
María Celades; Eso ocurre porque hay que verlas en su contexto. A esas alturas de los años cuarenta, la propaganda ya puede considerarse un arma de la guerra de los treinta años, y Llopis no duda en utilizarla, y una vez más lo hace de una forma magistral. Tras tres lustros de propaganda anti luterana y anti anglicana, ya ha logrado crear una corriente de opinión pro católica y parcialmente pro española en el sur de Europa, y lo ha hecho sin defender ni a España ni al catolicismo, simplemente mostrando el verdadero rostro del protestantismo. Logrado esto, el siguiente paso es diferenciar claramente al mundo católico del protestante, y para ello utiliza las armas que tiene a su disposición, y una de ellas es la higiene…así, mientras en los países católicos la propaganda habla de la higiene como una herencia de la Roma más culta, reclamándola como parte del renacimiento, en las zonas protestantes la ataca por ser oriental, de forma que estos se muestran totalmente contrarios a esas nuevas modas.
El éxito es tremendo, arrollador incluso. En un lustro logra que todos los católicos europeos se consideren herederos del Imperio Romano, y aún más importante, gracias al éxito de su campaña "anti española", que los que han adoptado esas costumbres renacentistas, vean a los protestantes como los nuevos bárbaros que amenazan sus fronteras. Aun en plena guerra ha creado una unión espiritual y moral entre los católicos, que en las décadas posteriores aun ira a más.
En definitiva, ¿La propaganda anti higiene causo o aumento la mortandad por infecciones en aquellas regiones donde fue expuesta? Es posible, como mínimo no gozaron de las ventajas que empezaron a disfrutar los católicos, ventajas por cierto que sin Llopis tampoco hubiesen disfrutado aquellos que no fuesen españoles, pero… ¿Era la intención de Llopis que no disfrutasen de esas ventajas? Eso es simplemente una barbaridad. Como dije al principio, no se conocía la microbiología ni los efectos de la falta de higiene para la proliferación de enfermedades, y si Llopis hubiese querido privar a sus enemigos de esas medidas, no hubiese dudado en incluir a franceses y otros enemigos de España entre los receptores de esa propaganda…
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Un soldado de cuatro siglos
R.G.; …Siguiendo con nuestra invitada, aquel invierno Pedro Llopis sufrió un atentado, ¿No es así?
M.C.; En efecto. Las muchas victorias que había logrado le habían causado muchos enemigos, siendo los puritanos ingleses unos de los más acérrimos pues le consideraban el propio anticristo. Sería un grupo de estos el que viajo a Flandes con la intención de asesinarlo durante una de las habituales salidas que efectuaba con su esposa.
R.G.; Sin embargo fracasaron, y aquel fracaso está envuelto en la leyenda, aunque usted tiene su propia teoría, una teoría que aparece en su última obra, la novela histórica “La Espada del Rey”.
M.C.; Así es… a partir de varias fuentes pude reconstruir los hechos de diciembre del 45, cuando los puritanos trataron de asesinar a Llopis en las afueras de Luxemburgo. Por fortuna su secretario, Salvador, pudo divisar a los jinetes, y Llopis, temiendo una emboscada ordenó a Salvador que pusiese a salvo a su esposa mientras él se dejaba ver para atraer a los asesinos hacia el bosque. Poco sabemos de lo que ocurrió a continuación, pero Salvador condujo a la marquesa Luisa hasta la ciudad, donde fue puesta bajo la protección de una fuerte guardia. A continuación Salvador reunió ayuda y regresar al bosque, solo para encontrar a Llopis sentado tranquilamente sobre un tocón de árbol.
R.G.; ¿Qué ocurrió entonces con los asesinos? Durante mucho tiempo se ha defendido que Llopis acabó con ellos con ayuda de armas muy avanzadas como uno de los revólveres que inventó.
M.C.; Sin duda murieron todos, pues sabemos que entraron en el bosque pero ninguno de ellos logró salir. La utilización de revólveres es sin embargo, más dudosa, pues las fuentes son consistentes en que en toda la jornada no se escuchó ni un solo disparo. En cambio sí pudieron escucharse varios gritos, los de los hombres que fueron asesinados ese día, por lo que de haberse utilizado armas de fuego sin duda habría documentación sobre el hecho.
R.G.; Y sobre esa base, usted describe a Llopis como un asesino silencioso, que utiliza las sombras para acabar con los asesinos uno a uno con su cuchillo de combate y armas improvisadas.
M.C.; Es una posibilidad real, al fin y al cabo Llopis fue un gran reformador militar, y una de las unidades a las que prestó más atención fue a las unidades de cazadores, la infantería ligera a la que entrenó para aprovechar el terreno, camuflarse, y ser silenciosos y mortales de necesidad. En esas circunstancias es muy probable que esas fuesen las tácticas que llevó a cabo aquel día. Seguramente se ocultaría en las sombras, cubriría su cuerpo con ramas y hojas, y acecharía a sus enemigos para acabar con ellos uno a uno.
R.G.; Parece difícil de creer, aunque sin duda es posible.
M.C.; Por supuesto que parece difícil de creer, al fin y al cabo estamos hablando de un hombre contra varios…pero tengamos en cuenta que entonces, como hoy, la mayor parte de la población vivía de espaldas al bosque, siendo la mayor parte de ellos territorio salvaje. En esas circunstancias no es imposible que…
M.C.; En efecto. Las muchas victorias que había logrado le habían causado muchos enemigos, siendo los puritanos ingleses unos de los más acérrimos pues le consideraban el propio anticristo. Sería un grupo de estos el que viajo a Flandes con la intención de asesinarlo durante una de las habituales salidas que efectuaba con su esposa.
R.G.; Sin embargo fracasaron, y aquel fracaso está envuelto en la leyenda, aunque usted tiene su propia teoría, una teoría que aparece en su última obra, la novela histórica “La Espada del Rey”.
M.C.; Así es… a partir de varias fuentes pude reconstruir los hechos de diciembre del 45, cuando los puritanos trataron de asesinar a Llopis en las afueras de Luxemburgo. Por fortuna su secretario, Salvador, pudo divisar a los jinetes, y Llopis, temiendo una emboscada ordenó a Salvador que pusiese a salvo a su esposa mientras él se dejaba ver para atraer a los asesinos hacia el bosque. Poco sabemos de lo que ocurrió a continuación, pero Salvador condujo a la marquesa Luisa hasta la ciudad, donde fue puesta bajo la protección de una fuerte guardia. A continuación Salvador reunió ayuda y regresar al bosque, solo para encontrar a Llopis sentado tranquilamente sobre un tocón de árbol.
R.G.; ¿Qué ocurrió entonces con los asesinos? Durante mucho tiempo se ha defendido que Llopis acabó con ellos con ayuda de armas muy avanzadas como uno de los revólveres que inventó.
M.C.; Sin duda murieron todos, pues sabemos que entraron en el bosque pero ninguno de ellos logró salir. La utilización de revólveres es sin embargo, más dudosa, pues las fuentes son consistentes en que en toda la jornada no se escuchó ni un solo disparo. En cambio sí pudieron escucharse varios gritos, los de los hombres que fueron asesinados ese día, por lo que de haberse utilizado armas de fuego sin duda habría documentación sobre el hecho.
R.G.; Y sobre esa base, usted describe a Llopis como un asesino silencioso, que utiliza las sombras para acabar con los asesinos uno a uno con su cuchillo de combate y armas improvisadas.
M.C.; Es una posibilidad real, al fin y al cabo Llopis fue un gran reformador militar, y una de las unidades a las que prestó más atención fue a las unidades de cazadores, la infantería ligera a la que entrenó para aprovechar el terreno, camuflarse, y ser silenciosos y mortales de necesidad. En esas circunstancias es muy probable que esas fuesen las tácticas que llevó a cabo aquel día. Seguramente se ocultaría en las sombras, cubriría su cuerpo con ramas y hojas, y acecharía a sus enemigos para acabar con ellos uno a uno.
R.G.; Parece difícil de creer, aunque sin duda es posible.
M.C.; Por supuesto que parece difícil de creer, al fin y al cabo estamos hablando de un hombre contra varios…pero tengamos en cuenta que entonces, como hoy, la mayor parte de la población vivía de espaldas al bosque, siendo la mayor parte de ellos territorio salvaje. En esas circunstancias no es imposible que…
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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