jandres escribió:O por ejemplo, en la proxima visita del Papa, cuando presida la homilía de Valencia, mi opinión será la misma si algunos ciudadanos fueran a recordarle algo de sus curas pedofilos.
Uy, excelente idea...hacemos como los cachorros teapartyanos nacionales
CRÓNICA: Celebración conflictiva de la Fiesta Nacional
"¿Qué le gritamos? ¿ZP, hijo de...?"
Grupos de quinceañeros llevan banderas preconstitucionales al desfile de la Fiesta Nacional
Celebración conflictiva de la Fiesta Nacional
Malestar del Rey por que los abucheos a Zapatero empañen la Fiesta Nacional
El griterío arreció durante el solemne acto de homenaje a los caídos
MIGUEL GONZÁLEZ - MADRID - 13/10/2010
Ni siquiera el Rey, siempre cuidadoso al expresar públicamente sus opiniones, disimuló su malestar por los pitidos y abucheos que salpicaron ayer el desfile de la Fiesta Nacional. Sobre todo porque los gritos de "¡Zapatero dimisión!" arreciaron en uno de los momentos más emotivos y solemnes del día: cuando don Juan Carlos, acompañado por familiares de los militares y guardias civiles fallecidos en acto de servicio en el último año, depositaba una corona de laurel en homenaje a los caídos
Fuentes de Defensa aseguraron que los agitadores eran "grupos minoritarios", situados "estratégicamente" en las zonas más próximas a las tribunas, y que la protesta se organizó con antelación a través de redes sociales, como Twitter y Facebook, y se coordinó mediante mensajes de móvil.
Frente al malestar de la Familia Real y la indignación de un buen número de militares, el PP guardó silencio. Ni su presidente, Mariano Rajoy, ni su portavoz parlamentaria, Soraya Sáenz de Santamaría, presentes en el acto, criticaron en público a los alborotadores. Y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, pareció incluso justificar su conducta cuando subrayó que Defensa había dispuesto menos tribunas para el público y más alejadas de las autoridades para evitar abucheos a Zapatero.
LA CRÓNICA
Octubre español: Gobierno espectral y vocerío de la extrema derecha
ENRIC JULIANA | 13/10/2010 | Actualizada a las 00:32h | Política
Fue algo más que un abucheo al presidente del Gobierno. Fue una apreciable demostración de fuerza de la extrema derecha madrileña, que nunca ha dejado de existir aunque carezca de unas siglas específicas y visibles desde el ocaso de Fuerza Nueva en la transición. Miles de personas, convocadas por la jornada patriótica del 12 de octubre y por el tam-tam de la mensajería electrónica, acudieron ayer al paseo de la Castellana con el deliberado propósito de abuchear, insultar y pedir la dimisión de José Luis Rodríguez Zapatero, que se encuentra en el momento más bajo de su mandato.
No fue la bronca ritual de años anteriores, en los que el líder socialista solía ser abucheado a la llegada y a la salida de la tribuna presidencial. En esta ocasión, los gritos pidiendo la dimisión de Zapatero festonearon el desfile militar de principio a fin, sin respetar siquiera el momento más trascendente de la ceremonia: el homenaje a los caídos. Los gritos arreciaron cuando el presidente acompañó al Rey en la colocación de una corona de laurel en recuerdo de los militares muertos en el cumplimiento de su deber. En la comitiva figuraban los familiares de los fallecidos este último año, la mayoría de ellos en Afganistán.
La sola presencia de Zapatero en las pantallas de televisión dispuestas en varios puntos de la Castellana excitó el vocerío. Fue un momento tenebroso. Mientras sonaba el himno a los caídos (La muerte no es el final, composición original del sacerdote vasco Cesáreo Gabaraín Azurmendi), entre los vociferantes se hallaban no pocos familiares de militares, ubicados tradicionalmente en los aledaños de las tribunas. Es el tea party madrileño. Té con un buen chorro de cazalla. Una corriente que jamás ha dejado de existir y que cuenta ahora con dos alicientes. Uno le da alas y el otro la orienta. La excita la caída en picado de la popularidad del Gobierno como consecuencia de la crisis económica. Y la orienta un grupo de comunicación cuya eficacia orgánica comienza a ser notable. Tomando como modelo la cadena Fox norteamericana, emisora de televisión que aglutina y da sentido al ala derecha del Partido Republicano, el grupo español Intereconomía (televisión digital terrestre, radio y el diario La Gaceta), fundado por el ex diputado del Partido Popular Julio Ariza y en cuya órbita asoma la figura del ex banquero Mario Conde, se ha convertido en el nuevo punto de referencia de la derecha dura en España, tras el apaciguamiento de la cadena Cope por decisión expresa de la Santa Sede. El conglomerado Intereconomía está consiguiendo condicionar la línea editorial de los tres diarios de centroderecha que se publican en Madrid y que en viva competición intentan guiar intelectualmente al Partido Popular. En la capital de España, el centro moderado cotiza a la baja desde hace años. Una expresión acuñada en los micrófonos de la Cope sigue vigente. Centrismo y moderación igual a maricomplejines.
El de la derecha extrema es un público fiel, estable y berroqueño. Y en un momento de fuerte competición mediática, caracterizada por la fragmentación de las audiencias, ese nicho tiene muchos pretendientes. El centro se va a la derecha. Y la derecha se corre hacia la extrema derecha. Este peculiar fenómeno capitalino –alentado también desde el Gobierno de la Comunidad de Madrid– otorga un destacado protagonismo a la minoría más vociferante. Es un fenómeno digno de estudio, que sería erróneo confundir con un mero tardofalangismo. Contiene ecos de El Alcázar y El Imparcial, los dos diarios de extrema derecha que tensaron la transición, pero también conecta con los nuevos movimientos populistas de la derecha en Europa y Estados Unidos.
El tea party madrileño abroncó ayer a Zapatero hasta que se quedó sin voz. Y envió un mensaje a Mariano Rajoy: estamos aquí y tendrás que tenernos en cuenta si el hundimiento del PSOE te lleva en volandas a la Moncloa. El fenómeno es digno de estudio. Y puede encerrar más de una paradoja. La exacerbación de la derecha dura siempre acaba movilizando a los electores de izquierda.
La bronca fue de tal calibre que no pudo ser zanjada como una anécdota por las autoridades. Tanto el Rey como el Príncipe expresaron su disgusto por lo ocurrido durante la posterior recepción en el Palacio Real. Don Juan Carlos comentó que la situación no le había agradado nada y el príncipe Felipe lamentó que el abucheo al presidente del Gobierno se haya convertido en un "hecho recurrente" en el 12 de octubre. El presidente del Gobierno intentó quitar hierro a la situación: "Son los de siempre y forma parte del guión". El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, calificó los abucheos de "duros y lamentables". El Ministerio de Defensa los atribuyó a "pequeños grupos organizados". Las Juventudes Socialista lo adjudicaron a una campaña encubierta de Nuevas Generaciones. Y el Partido Popular no dijo nada.
y, en nombre de la libertad de expresion, como decis, se le gritan insultos..a ver si os parece tan bien en este caso.