Atlantropa: el megaproyecto que quiso cambiar el mundo
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En la actualidad muchos políticos, arquitectos e ingenieros nos sorprenden con megaproyectos a menudo disparatados, pero ninguno llega a hacerle sombra al propuesto por el arquitecto alemán Herman Sorgel en 1927: Panropa, posteriormente denominado Atlantropa.

Antes de nada hay que comprender que por aquellos años la práctica totalidad del planeta atravesaba una profunda crisis económica, y muchos ideólogos apuntaban la necesidad de buscar nuevas fuentes energéticas y alternativas al modelo económico y productivo dominante. Entre ellos, Herman Sorgel creía haber dado con la solución no solo a la crisis, sino a todos los problemas a los que se enfrentaba Europa.
Su proyecto consistía básicamente en hacer descender el nivel del mar Mediterráneo hasta los 200 metros. De esta manera se ganaban nuevas tierras en el litoral europeo y norteafricano, superficies especialmente amplias en el Adriático y en la costa libia y tunecina, y se unirían al continente islas como Córcega y Cerdeña. ¿Pero cómo? Pues mediante la construcción de una enorme presa ante el Estrecho de Gibraltar que regulase la salida de agua del Mediterráneo al Atlántico. De esta manera, la presa de 35 kilómetros de largo, no solo permitiría en unos años descender el nivel del mar, sino que produciría 50.000 megavatios de electricidad y un millón de puestos de trabajo.

Sin embargo, todo esto no es más que un “efecto secundario” del proyecto que Sorgel tenía en mente. Su gran meta era la creación de un enorme continente que comprendería a Europa y África. Y es que Sorgel era un pacifista radical que creía que su gran proyecto sería el mejor disuasorio para una posible guerra entre los países europeos, puesto que todos participarían del mismo plan y serían interdependientes energéticamente. Así las cosas, a la presa antes citada habría que sumar toda una serie de grandes obras de ingeniería como un gran dique que uniera Túnez y Sicilia a fin de mantener vías de comunicación marítimas estables; una presa en el Estrecho de Dardanelos con otra central hidroeléctrica; enormes puentes que comunicasen mediante autopistas y vías férreas Europa y África, etc.
Pero en el caso de África, Sorgel iba más allá, y proponía la reconfiguración total de su geografía, de nuevo mediante esclusas y diques pretendía la modificación de los cursos de ríos tan importantes como el Congo, dando lugar a un enorme mar interior que se llevaría por delante grandes extensiones de tierra, y del que nacería un “segundo Nilo” que irrigaría el Sahara hasta desembocar en el Mediterráneo.
Sorgel era un soñador que realmente consideraba que su proyecto podía poner fin a los conflictos internos de Europa y que podía elevarla a una categoría superior que pudiera hacer frente a América y Asia, independiente económica y energéticamente. Sin embargo su proyecto, aunque ciertamente despertó algún interés en la República de Weimar, fue totalmente rechazado por otras naciones como Italia, que no querían ni pensar en la posibilidad de que el mar se alejase de sus ciudades, como ocurriría en el caso de Venecia, a casi 500 kilómetros de la nueva línea costera. Y aunque además su proyecto conllevaba una serie de modificaciones climáticas sumamente peligrosas y menospreciaba a África, atrajo el interés de intelectuales e ingenieros, algunos de ellos interesados en determinados aspectos, como el aprovechamiento de las nuevas extensiones de tierra en el Mediterráneo Oriental para la creación de un estado judío. Finalmente el ascenso de Hitler al poder con un plan en el que resultaba difícil encajar la idea, y la propia muerte de Sorgel, atropellado mientras montaba en bicicleta, dieron carpetazo definitivo al proyecto.