Tomando como punto de partida la noche del 30 al 31 de Octubre de 2016, España se ve una vez más lanzada en el tiempo, solo que esta vez su destino es el mismo día en el año 1914. Unas horas antes del evento, Don Tancredo ha jurado como presidente del Gobierno gracias a la abstención de la mayor parte de los diputados del PSOE y se augura una legislatura difícil, con un gobierno débil y en minoría.
Parecido a lo que sucede en La Fractura, sólo los españoles viajan en el tiempo, y aquellos que se encuentren en el extranjero aparecerán en las colonias. Los habitantes en el territorio español de 1914 simplemente desaparecen. En este caso, los diplomáticos y otros residentes extranjeros en el pasado también se desvanecen. Los miembros de las Fuerzas Armadas de 2016 en el exterior y su equipamiento aparecen de vuelta en sus bases, para confusión general.
Así a primera vista, se me ocurre que, al contrario de la Segunda Guerra, aquí hay poco inocente entre los países en conflicto. La gente de la época aun vive en la creencia de que la guerra es un método aceptable y prestigioso para conseguir objetivos políticos. Todavía ambos bandos están convencidos de que esta guerra va a ser breve y que terminará con una victoria más o menos barata, aunque ya se empiezan a ver los primeros indicios de que eso no va a ser así.
En esta situación, la repentina transformación de un país atrasado, arruinado e irrelevante que viene de perder una guerra y la mayor parte de sus últimas colonias como quien dice anteayer por uno que viene de más de cien años en el futuro, con una tecnología inimaginable y literalmente montañas de conocimiento histórico y científico tiene que producir efectos poco menos que cataclísmicos en el resto del mundo. Sólo con la información sobre lo que la guerra en curso va a suponer para los países en ella ya debería bastar para que muchos de sus líderes sufran pesadillas: la caída del Zar, la revolución bolchevique, Alemania aplastada, el imperio Austrohúngaro disuelto, Francia y el Reino Unido arruinados, Italia y Japón estafados en el tratado de paz, los Estados Unidos, quizá los únicos claros ganadores, imponiendo su voluntad como un elefante entrando en una cacharrería y cayendo luego en la depresión que arrastrará a la mayor parte de las economías mundiales. Weimar, Hitler, Stalin, la segunda guerra, las guerras coloniales. La lista es interminable.
Con respecto a España, si un viaje a la Segunda Guerra ya planteaba enormes dificultades, el mundo de 1914 es un desafío aún mayor. Para empezar, va a ser mucho más difícil encontrar fuentes de materias primas para seguir funcionando. El mayor proveedor mundial, que ya es Estados Unidos, va a ver con enorme desconfianza la repentina modernización de un país al que no hace aún dos décadas atacó sin provocación en una guerra de expansión. No es descabellado que piensen que corren el riesgo de que se la devuelvan.
El mundo de 1914 es uno de imperialismo rampante, donde la diplomacia está basada en ver quién la tiene más grande (hablo de la Armada, que nadie se confunda
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¿Sería posible que España forzara un final de la guerra antes de que todo se desmande definitivamente? Y si la cosa ya no tiene solución posible, ¿qué sesgo podrían tomar los acontecimientos?