Ucronia España vs EE.UU., Duelo de aguilas
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Ucronia España vs EE.UU., Duelo de aguilas
COMBATE DE NEGROS, Filipinas, noche del 20 al 21 de marzo
Durante semanas las fuerzas torpederas estacionadas en Cebú habían contemplado el avance japonés que amenazaba con engullir todas las Filipinas en cuestión de semanas impávidas. Impávidas pero no inactivas, pues habían estudiado detalladamente la dirección y progresión del avance japonés, con el fin de contraatacar con mayor efectividad. Tras muchos estudios y planes, cuando las fuerzas japonesas desembarcaron en la isla de Negros, a pocos kilómetros de Cebú, por fin llegó el momento de actuar. Al tener noticias de la invasión en Negros las fuerzas de torpederos abandonaron el puerto de Cebú para trasladarse al norte de la isla, al puerto de Medellín, donde repostaron y descansaron mientras esperaban la puesta de sol.
Al caer la noche del día 20, abandonaron el puerto para trasladarse a la cercana isla de Bantayan, que ya había sido inspeccionada por la Armada Imperial Japonesa durante el día en busca de amenazas. Allí repostaron una vez más, dirigiéndose a continuación al Oeste, donde se desplegaron en un amplio semicírculo para esperar la llegada de la escuadra nipona que apoyaba las operaciones en Negros. Allí esperaron con los motores a ralentí, mientras los comandantes de las pequeñas torpederas trataban de localizar a la escuadra enemiga en la oscuridad.
Por fin tras dos horas de espera el sargento Puti, comandante de la lancha LT-4 creyó divisar una negra mole de acero en la penumbra, posiblemente uno de los destructores que abría la marcha de la escuadra enemiga, tras unas breves palabras con su tripulación, y una vez se hubo cerciorado del rumbo del buque, metió gases a fondo decidido a buscar a los escurridizos acorazados. Pronto el poderoso motor diésel resonó en la noche impulsando a la ligera lancha que salió propulsada hacia delante.
A bordo del destructor japonés Yayoi los vigías escucharon claramente el motor dando la alarma de forma inmediata, encendiéndose los poderosos reflectores instantes más tarde. A estos no tardaron en sumarse los reflectores del resto de buques de la escuadra que respondieron a la alerta con rapidez y eficacia pues no tardaron en localizar la amenaza y abrir fuego sobre ella.
A bordo de la LT-4 el sargento Puti apretó los dientes al ver como los reflectores centraban su torpedera con sus haces, pues a partir de ese momento era cuestión de tiempo el que los cañones enemigos le destruyesen. Sin embargo esos mismos haces facilitaban su trabajo, pues contando el número de reflectores que montaba cada buque pudo hacerse una imagen mental de su tamaño y por lo tanto de su importancia. Por supuesto no tardo más de unos segundos en localizar al que pareció ser el mayor buque de la zona y dirigirse hacia él a cuanto daba su motor, mientras el timonel maniobraba una y otra vez para dificultar la puntería enemiga.
Mientras en el resto de lanchas torpederas los focos enemigos habían servido para situar a la escuadra enemiga en la zona, y ahora acudían en tropel para atacarla. Doce lanchas torpederas estaban a punto de enfrentarse a una escuadra compuesta por tres acorazados, cinco cruceros, y trece destructores.
Continuara...
Durante semanas las fuerzas torpederas estacionadas en Cebú habían contemplado el avance japonés que amenazaba con engullir todas las Filipinas en cuestión de semanas impávidas. Impávidas pero no inactivas, pues habían estudiado detalladamente la dirección y progresión del avance japonés, con el fin de contraatacar con mayor efectividad. Tras muchos estudios y planes, cuando las fuerzas japonesas desembarcaron en la isla de Negros, a pocos kilómetros de Cebú, por fin llegó el momento de actuar. Al tener noticias de la invasión en Negros las fuerzas de torpederos abandonaron el puerto de Cebú para trasladarse al norte de la isla, al puerto de Medellín, donde repostaron y descansaron mientras esperaban la puesta de sol.
Al caer la noche del día 20, abandonaron el puerto para trasladarse a la cercana isla de Bantayan, que ya había sido inspeccionada por la Armada Imperial Japonesa durante el día en busca de amenazas. Allí repostaron una vez más, dirigiéndose a continuación al Oeste, donde se desplegaron en un amplio semicírculo para esperar la llegada de la escuadra nipona que apoyaba las operaciones en Negros. Allí esperaron con los motores a ralentí, mientras los comandantes de las pequeñas torpederas trataban de localizar a la escuadra enemiga en la oscuridad.
Por fin tras dos horas de espera el sargento Puti, comandante de la lancha LT-4 creyó divisar una negra mole de acero en la penumbra, posiblemente uno de los destructores que abría la marcha de la escuadra enemiga, tras unas breves palabras con su tripulación, y una vez se hubo cerciorado del rumbo del buque, metió gases a fondo decidido a buscar a los escurridizos acorazados. Pronto el poderoso motor diésel resonó en la noche impulsando a la ligera lancha que salió propulsada hacia delante.
A bordo del destructor japonés Yayoi los vigías escucharon claramente el motor dando la alarma de forma inmediata, encendiéndose los poderosos reflectores instantes más tarde. A estos no tardaron en sumarse los reflectores del resto de buques de la escuadra que respondieron a la alerta con rapidez y eficacia pues no tardaron en localizar la amenaza y abrir fuego sobre ella.
A bordo de la LT-4 el sargento Puti apretó los dientes al ver como los reflectores centraban su torpedera con sus haces, pues a partir de ese momento era cuestión de tiempo el que los cañones enemigos le destruyesen. Sin embargo esos mismos haces facilitaban su trabajo, pues contando el número de reflectores que montaba cada buque pudo hacerse una imagen mental de su tamaño y por lo tanto de su importancia. Por supuesto no tardo más de unos segundos en localizar al que pareció ser el mayor buque de la zona y dirigirse hacia él a cuanto daba su motor, mientras el timonel maniobraba una y otra vez para dificultar la puntería enemiga.
Mientras en el resto de lanchas torpederas los focos enemigos habían servido para situar a la escuadra enemiga en la zona, y ahora acudían en tropel para atacarla. Doce lanchas torpederas estaban a punto de enfrentarse a una escuadra compuesta por tres acorazados, cinco cruceros, y trece destructores.
Continuara...
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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y continuó..
A bordo de .la LT-6 el sargento Dimatulac había sido alertado de la presencia de la escuadra nipona por el repentino encendido de multitud de reflectores cuyos haces buscaban el origen de la amenaza a unos cientos de metros de su posición. La misma zona en la que había permanecido a la espera la LT-4 de su amigo el sargento Lagip. Decidido a aprovechar la oportunidad que se le presentaba metió gases a fondo para dirigirse a la agrupación enemiga por la misma zona por la que acababa de pasar su compañero. Quería aprovechar el caos que sin duda estarían viviendo en esa zona para atravesar las defensas enemigas.
A bordo del acorazado Settsu el contralmirante Mononobe acudió al puente desde donde pudo contemplar como una veloz lancha a motor volaba literalmente sobre las aguas directamente hacia su buque perseguida por los disparos de la escuadra. Desgraciadamente los bruscos cambios de rumbo que la liviana embarcación realizaba le permitían esquivar el fuego de artillería al salir de los haces de luz. Sin duda corregir los disparos en esas condiciones estaba resultando extremadamente difícil.
-Capitán, dispare iluminantes ¡Rápido! –Ordeno al comandante del Settsu en un intento de contemplar la amenaza en toda su magnitud. Los artilleros del buque, que ya estaban preparando los iluminantes pues el capitán Fukakusa se había anticipado por segundos a su almirante, dispararon las pesadas bengalas que iluminaron con su rojiza luz el mar circundante. Fue entonces cuando el contralmirante Mononobe pudo contemplar como una docena de lanchas convergían sobre su escuadra desde todas direcciones. La situación era peor de lo que pensaba y pronto sus buques se vieron forzados a maniobrar para defenderse, aunque ahora al menos podían corregir con mayor facilidad sus disparos.
A bordo de la LT-02 el Sargento Nuño, quien había formado el límite del piquete exterior en el flanco izquierdo estaba ahora muy cerca del crucero Yodo. Decidido a no perder más tiempo y dispuesto a lograr una victoria pues por pequeña que fuese significaba disminuir la fuerza enemiga, arrumbó hacia él, disparando su torpedo segundos después. Mientras la LT-02 viraba en redondo para alejarse, Nuñez conto los segundos empleados por su torpedo en recorrer los 600 metros hasta el crucero enemigo, contemplando la explosión que sacudió a este poco después. Un acierto en pleno buque, posiblemente en la zona central. Tal vez la sala de calderas o el eje de la hélice.
La poderosa explosión sorprendió a Mononobe que casi no escucho las voces que alertaban del disparo del torpedo realizado por la lancha enemiga segundos antes de ser alcanzada por un proyectil de artillería que la volatilizo. El Settsu viro entonces violentamente a estribor para tratar de esquivar el torpedo, pero la distancia era demasiado escasa y no pudo evitar que este impactase en su proa, por la que entraron 780 toneladas de aguas en cuestión de segundos. Si tan solo dispusiese de los nuevos bulges antitorpedo que utilizaban los británicos…
Peor aún fue que la abrupta perdida de velocidad del acorazado lo convirtió en un tentador blanco para las lanchas que aún se dirigían hacia él, la PT-06 y la PT-07. Pronto ambas dispararon sus torpedos para a continuación tratar de huir, pero la PT-07 sería alcanzada por un disparo de la batería secundaria del Settsu, un proyectil de 152mm que la volatilizo. Sin embargo los dos torpedos hicieron blanco y las explosiones sacudieron al acorazado que quedo así sentenciado. En los minutos siguientes fue escorando lentamente a estribor, desapareciendo bajo las aguas una hora después.
Mientras esto ocurría el combate entre la escuadra nipona y las torpederas continuaba, imponiéndose lentamente las armas japonesas que de forma lenta pero segura acabaron con tres de las atacantes sin que estas lograsen ponerse en posición de ataque. Con cuatro lanchas hundidas, dos en retirada tras quedarse sin municiones tras torpedear al Settsu, y otras tres que fallaron en sus ataques, dos al fallar los disparos y la tercera, la LT-05 que acertó al Kawachi, tan solo para contemplar como el torpedo fallaba estrepitosamente, restaban dos lanchas torpederas armadas. No queriendo arriesgarse en esas condiciones el sargento Lima decidió atacar al buque más cercano, un destructor japonés que esquivo el torpedo gracias a su elevada velocidad. El último ataque, el realizado por la LT-12 finalizo cuando su torpedo ni tan siquiera quiso caer al agua la dispararlo.
El combate finalizo tan abruptamente como empezó, tan solo habían transcurrido 27 minutos pero el acorazado Settsu y el crucero Yodo se hundían lentamente. Cinco de las lanchas torpederas también habían sido hundidas, y aunque el mando japonés no lo sabía, otras 6 serían dadas de baja a causa de los desperfectos ocasionados por la metralla. Al amanecer tan solo la LT-12 regresaría a Cebú para rendir su informe al brigadier Valdés.
A bordo de .la LT-6 el sargento Dimatulac había sido alertado de la presencia de la escuadra nipona por el repentino encendido de multitud de reflectores cuyos haces buscaban el origen de la amenaza a unos cientos de metros de su posición. La misma zona en la que había permanecido a la espera la LT-4 de su amigo el sargento Lagip. Decidido a aprovechar la oportunidad que se le presentaba metió gases a fondo para dirigirse a la agrupación enemiga por la misma zona por la que acababa de pasar su compañero. Quería aprovechar el caos que sin duda estarían viviendo en esa zona para atravesar las defensas enemigas.
A bordo del acorazado Settsu el contralmirante Mononobe acudió al puente desde donde pudo contemplar como una veloz lancha a motor volaba literalmente sobre las aguas directamente hacia su buque perseguida por los disparos de la escuadra. Desgraciadamente los bruscos cambios de rumbo que la liviana embarcación realizaba le permitían esquivar el fuego de artillería al salir de los haces de luz. Sin duda corregir los disparos en esas condiciones estaba resultando extremadamente difícil.
-Capitán, dispare iluminantes ¡Rápido! –Ordeno al comandante del Settsu en un intento de contemplar la amenaza en toda su magnitud. Los artilleros del buque, que ya estaban preparando los iluminantes pues el capitán Fukakusa se había anticipado por segundos a su almirante, dispararon las pesadas bengalas que iluminaron con su rojiza luz el mar circundante. Fue entonces cuando el contralmirante Mononobe pudo contemplar como una docena de lanchas convergían sobre su escuadra desde todas direcciones. La situación era peor de lo que pensaba y pronto sus buques se vieron forzados a maniobrar para defenderse, aunque ahora al menos podían corregir con mayor facilidad sus disparos.
A bordo de la LT-02 el Sargento Nuño, quien había formado el límite del piquete exterior en el flanco izquierdo estaba ahora muy cerca del crucero Yodo. Decidido a no perder más tiempo y dispuesto a lograr una victoria pues por pequeña que fuese significaba disminuir la fuerza enemiga, arrumbó hacia él, disparando su torpedo segundos después. Mientras la LT-02 viraba en redondo para alejarse, Nuñez conto los segundos empleados por su torpedo en recorrer los 600 metros hasta el crucero enemigo, contemplando la explosión que sacudió a este poco después. Un acierto en pleno buque, posiblemente en la zona central. Tal vez la sala de calderas o el eje de la hélice.
La poderosa explosión sorprendió a Mononobe que casi no escucho las voces que alertaban del disparo del torpedo realizado por la lancha enemiga segundos antes de ser alcanzada por un proyectil de artillería que la volatilizo. El Settsu viro entonces violentamente a estribor para tratar de esquivar el torpedo, pero la distancia era demasiado escasa y no pudo evitar que este impactase en su proa, por la que entraron 780 toneladas de aguas en cuestión de segundos. Si tan solo dispusiese de los nuevos bulges antitorpedo que utilizaban los británicos…
Peor aún fue que la abrupta perdida de velocidad del acorazado lo convirtió en un tentador blanco para las lanchas que aún se dirigían hacia él, la PT-06 y la PT-07. Pronto ambas dispararon sus torpedos para a continuación tratar de huir, pero la PT-07 sería alcanzada por un disparo de la batería secundaria del Settsu, un proyectil de 152mm que la volatilizo. Sin embargo los dos torpedos hicieron blanco y las explosiones sacudieron al acorazado que quedo así sentenciado. En los minutos siguientes fue escorando lentamente a estribor, desapareciendo bajo las aguas una hora después.
Mientras esto ocurría el combate entre la escuadra nipona y las torpederas continuaba, imponiéndose lentamente las armas japonesas que de forma lenta pero segura acabaron con tres de las atacantes sin que estas lograsen ponerse en posición de ataque. Con cuatro lanchas hundidas, dos en retirada tras quedarse sin municiones tras torpedear al Settsu, y otras tres que fallaron en sus ataques, dos al fallar los disparos y la tercera, la LT-05 que acertó al Kawachi, tan solo para contemplar como el torpedo fallaba estrepitosamente, restaban dos lanchas torpederas armadas. No queriendo arriesgarse en esas condiciones el sargento Lima decidió atacar al buque más cercano, un destructor japonés que esquivo el torpedo gracias a su elevada velocidad. El último ataque, el realizado por la LT-12 finalizo cuando su torpedo ni tan siquiera quiso caer al agua la dispararlo.
El combate finalizo tan abruptamente como empezó, tan solo habían transcurrido 27 minutos pero el acorazado Settsu y el crucero Yodo se hundían lentamente. Cinco de las lanchas torpederas también habían sido hundidas, y aunque el mando japonés no lo sabía, otras 6 serían dadas de baja a causa de los desperfectos ocasionados por la metralla. Al amanecer tan solo la LT-12 regresaría a Cebú para rendir su informe al brigadier Valdés.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
- Luis M. García
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Bueeeeeno, no ha ido del todo mal, un acorazado y un crucero...Estoy...
Bien pensé que habría una escabechina entre nuestras lanchitas y a cambio algunos daños en un par de buques nipones.
Pero la felicidad nunca es completa, por que...
... vaya con las lanchitas, ni que fueran de papel. Y los proyectiles navales de la época, qué pasa, que llevaban espoletas de proximidad? Siempre había creído que explotaban por contacto.
En fin, habrá que consolarse con aquello de "Dios aprieta pero no ahoga".
Saludos.
Bien pensé que habría una escabechina entre nuestras lanchitas y a cambio algunos daños en un par de buques nipones.
Pero la felicidad nunca es completa, por que...
Cinco de las lanchas torpederas también habían sido hundidas, y aunque el mando japonés no lo sabía, otras 6 serían dadas de baja a causa de los desperfectos ocasionados por la metralla. Al amanecer tan solo la LT-12 regresaría a Cebú para rendir su informe al brigadier Valdés.
... vaya con las lanchitas, ni que fueran de papel. Y los proyectiles navales de la época, qué pasa, que llevaban espoletas de proximidad? Siempre había creído que explotaban por contacto.
En fin, habrá que consolarse con aquello de "Dios aprieta pero no ahoga".
Saludos.
Qué gran vasallo, si hubiese buen señor...
- brenan
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Hola a todos
Un acorazado y un crucero al fondo muy bien.
Y estoy con Luis en aquella época era de impacto directo y no de explota de proximidad, hay que añadir que no había sistemas de tiro, que era a ojo de buen cubero, añadamos factor noche, con vengarlas, humo eso dificultaría muchísimo el apuntar.
En fin el SH lo a querido así y no hay más que hablar.
Un saludo
Un acorazado y un crucero al fondo muy bien.
Y estoy con Luis en aquella época era de impacto directo y no de explota de proximidad, hay que añadir que no había sistemas de tiro, que era a ojo de buen cubero, añadamos factor noche, con vengarlas, humo eso dificultaría muchísimo el apuntar.
En fin el SH lo a querido así y no hay más que hablar.
Un saludo
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¿ Como que no?
Es la hora de regalarle una corbata de cañamo, por tramposo
Como si fuese tan facil acertarle a una embarcación pequeña y super rapida que cambia continuamente de dirección
Es la hora de regalarle una corbata de cañamo, por tramposo
Como si fuese tan facil acertarle a una embarcación pequeña y super rapida que cambia continuamente de dirección
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Luis M. García escribió:... vaya con las lanchitas, ni que fueran de papel. Y los proyectiles navales de la época, qué pasa, que llevaban espoletas de proximidad? Siempre había creído que explotaban por contacto.huarlot escribió:Y estoy con Luis en aquella época era de impacto directo y no de explota de proximidad, hay que añadir que no había sistemas de tiro, que era a ojo de buen cubero, añadamos factor noche, con vengarlas, humo eso dificultaría muchísimo el apuntar.brenan escribió:Como si fuese tan facil acertarle a una embarcación pequeña y super rapida que cambia continuamente de dirección
¿Y nadie ha pensado en el efecto que tendrían las explosiones cercanas de proyectiles de 10 y 15cm a escasos metros de este tipo de embarcaciones
http://en.wikipedia.org/wiki/HM_Coastal_Motor_Boat_4
Solo la presión del agua de las explosiones las abriría en canal...
similar a lo que sucedió con buques mucho mayores y las minas y espoletas magnéticas en la ww2
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Gaspacher escribió:¿Y nadie ha pensado en el efecto que tendrían las explosiones cercanas de proyectiles de 10 y 15cm a escasos metros de este tipo de embarcaciones
Claro que lo he pensado, pero mi inexperiencia me ha impedido llegar a conclusiones taxativas...
La cuestión es, un proyectil de 10 ó 15 cm. de forma ojival explota al contacto con la superficie del mar? Porque sólo así se entiende que la metralla haya dañado las lanchas.
Estoy dispuesto a ser crédulo...
Saludos.
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LÍNEA DEL FRENTE EN EL MIDI, al sur de Montauban, 22 de marzo
El infierno se desató a poco después de amanecer cuando la artillería francesa entró en acción arrasando las trincheras españolas. A lo largo de casi 70 kilómetros de frente entre Valence y Villemur sur Tarn, más de dos mil piezas de artillería, principalmente cañones Schneider de 75mm, descargaron cientos de miles de proyectiles sobre unos españoles que fueron tomados por sorpresa pero que contaban con buenas trincheras en las que resguardarse. Peores fueron los efectos de la artillería pesada, cañones y obuses pesados, especialmente de las grandes piezas navales montadas en Ferrocarril, los cañones de 240, y especialmente de 305mm causaron grandes destrozos en las trincheras.
En las líneas españolas nadie dudo que tamaño bombardeo era la antesala de un ataque a gran escala, solo así se explicaba tamaño dispendio de proyectiles. Afortunadamente la primera línea era poco más que un señuelo tan solo ocupado por los centinelas de turno que regresaron corriendo, en muchos casos aturdidos o heridos. Poco después y con el bombardeo aun en curso los soldados aprestaron sus armas y desempacaron las municiones, mientras a retaguardia los artilleros preparaban las espoletas y las cargas de propelente dispuestos a hacer frente al ataque que había de llegar.
En Toulouse el Tte. Gral. Ochando recibió las noticias del bombardeo cuyos ecos incluso podía escuchar desde allí, segundos después de iniciarse el ataque. Decidido a visitar el frente para hacerse una idea de que ocurría en la zona, dejo a su nuevo jefe de Estado Mayor, el que fuera ministro de la Guerra Ramon Echagüe y Mendez Vigo a cargo del Estado Mayor mientras él se dirigía al frente situado a una treintena de kilómetros al norte. No tardó en llegar a la zona, desembarcando de su hispano suiza para conversar brevemente con el general Diego Muñoz Cobo, comandante del Ejército del Noroeste.
La situación era sin duda extremadamente mala, en las últimas semanas se habían descubierto preparativos británicos en la zona de Burdeos, pero nada había hecho pensar que los franceses se preparasen para un ataque de semejante envergadura. Para dos profesionales como ellos no había duda, el ataque sería brutal y sus fuerzas tendrían pocas oportunidades de repelerlo. Sin duda había llegado el momento de retroceder a los Pirineos, pero esto solo podía lograrse en orden si antes rechazaban el ataque para ganar algo de tiempo.
-Gaste todas las municiones que no puedas transportar, especialmente las de artillería, general Muñoz. –Ordeno Ochando. –A partir de ahora tiene vía libre para abrir los arsenales. Por mi parte en cuanto regrese a Toulouse ordenare que suspendan el suministro de municiones al frente, a partir de ahora seguiremos el protocolo de actuación Jenofonte.
-A la orden, mi general, eso haremos, pero con su permiso, si desea podemos enviar el mensaje desde este puesto de mando, eso nos ahorrara tiempo.
-Buena idea, encárguese de ello Muñoz. –Dijo al general que en esos momentos contemplaba como una agrupación de cinco aviones que volaba en una formación de flecha adentrándose en la zona española volando hacia el sur.
-¿Son nuestros o son franceses, Muñoz?
-Sin duda franceses, los nuestros rara vez son los suficientes para volar en número superior a una pareja. Además no suelen adentrarse en zona francesa a menos que se trate de los aviones rápidos de exploración, por aquello de los sincronizadores de disparo.
-¿En serio? Creía que esa orden ya se había revocado, no importa, si son franceses son franceses y no hay más que hablar. Ha sido un placer, Muñoz, regreso a mi puesto de mando, ¡Buena suerte!
-Gracias mi general. ¡Buena suerte a usted también!
Minutos después el Hispano Suiza de Ochando corría de regreso hacia Toulouse por el precario camino que unía esta ciudad con Villemur sur Tan, cuando los aviones franceses aparecieron frente a ellos disparando sus armas contra el vehículo. Sin duda los pilotos habían decidido que ante la falta de aviones enemigos en los cielos, un automóvil bien valía la pena. Afortunadamente fallaron, pensó el cabo Vicente cuando dio un volantazo para esquivarlos dirigiéndose a un bosquecillo cercano que le serviría de cobertura. Desgraciadamente el eje de la dirección no resistió uno de los baches del camino partiéndose y precipitando el automóvil directamente sobre un olmo que detuvo súbitamente su carrera. El impacto fue brutal, y tanto el cabo Vicente como el general Ochando salieron despedidos del coche cayendo a varios metros de él.
Tras unos instantes de pánico, el cabo Vicente trato de ponerse en pie, cosa que logro con cierta dificultad pues se había fracturado el brazo izquierdo, sin duda al golpearse con el volante, y sufría fuertes dolores en el estómago y las piernas, posiblemente por la misma razón. Cerca de él yacía el general Ochando que no daba señales de vida. Durante unos instantes sintió una mezcla de pánico y lastima por el viejo general a cuyo servicio llevaba desde el inicio de la guerra. Tan solo cuando este tosió y se movió un poco salió de su estupor y corrió en su ayuda. Aparte de un buen corte en la cabeza no pudo observar ninguna otra herida, evidentemente ayudarlo estaba más allá de su habilidad, y debía encontrar la forma de socorrerlo de inmediato.
Tuvo que recurrir a las bengalas que llevaba en el vehículo, aunque cargar la pistola de señales con una sola mano fue una odisea agravada por los fuertes dolores que sentía. Disparo la primera pero tuvo que sentarse para la segunda bengala. Cuando un grupo de guardias civiles llego a la zona alertado por las bengalas Vicente estaba al borde de la inconsciencia.
El infierno se desató a poco después de amanecer cuando la artillería francesa entró en acción arrasando las trincheras españolas. A lo largo de casi 70 kilómetros de frente entre Valence y Villemur sur Tarn, más de dos mil piezas de artillería, principalmente cañones Schneider de 75mm, descargaron cientos de miles de proyectiles sobre unos españoles que fueron tomados por sorpresa pero que contaban con buenas trincheras en las que resguardarse. Peores fueron los efectos de la artillería pesada, cañones y obuses pesados, especialmente de las grandes piezas navales montadas en Ferrocarril, los cañones de 240, y especialmente de 305mm causaron grandes destrozos en las trincheras.
En las líneas españolas nadie dudo que tamaño bombardeo era la antesala de un ataque a gran escala, solo así se explicaba tamaño dispendio de proyectiles. Afortunadamente la primera línea era poco más que un señuelo tan solo ocupado por los centinelas de turno que regresaron corriendo, en muchos casos aturdidos o heridos. Poco después y con el bombardeo aun en curso los soldados aprestaron sus armas y desempacaron las municiones, mientras a retaguardia los artilleros preparaban las espoletas y las cargas de propelente dispuestos a hacer frente al ataque que había de llegar.
En Toulouse el Tte. Gral. Ochando recibió las noticias del bombardeo cuyos ecos incluso podía escuchar desde allí, segundos después de iniciarse el ataque. Decidido a visitar el frente para hacerse una idea de que ocurría en la zona, dejo a su nuevo jefe de Estado Mayor, el que fuera ministro de la Guerra Ramon Echagüe y Mendez Vigo a cargo del Estado Mayor mientras él se dirigía al frente situado a una treintena de kilómetros al norte. No tardó en llegar a la zona, desembarcando de su hispano suiza para conversar brevemente con el general Diego Muñoz Cobo, comandante del Ejército del Noroeste.
La situación era sin duda extremadamente mala, en las últimas semanas se habían descubierto preparativos británicos en la zona de Burdeos, pero nada había hecho pensar que los franceses se preparasen para un ataque de semejante envergadura. Para dos profesionales como ellos no había duda, el ataque sería brutal y sus fuerzas tendrían pocas oportunidades de repelerlo. Sin duda había llegado el momento de retroceder a los Pirineos, pero esto solo podía lograrse en orden si antes rechazaban el ataque para ganar algo de tiempo.
-Gaste todas las municiones que no puedas transportar, especialmente las de artillería, general Muñoz. –Ordeno Ochando. –A partir de ahora tiene vía libre para abrir los arsenales. Por mi parte en cuanto regrese a Toulouse ordenare que suspendan el suministro de municiones al frente, a partir de ahora seguiremos el protocolo de actuación Jenofonte.
-A la orden, mi general, eso haremos, pero con su permiso, si desea podemos enviar el mensaje desde este puesto de mando, eso nos ahorrara tiempo.
-Buena idea, encárguese de ello Muñoz. –Dijo al general que en esos momentos contemplaba como una agrupación de cinco aviones que volaba en una formación de flecha adentrándose en la zona española volando hacia el sur.
-¿Son nuestros o son franceses, Muñoz?
-Sin duda franceses, los nuestros rara vez son los suficientes para volar en número superior a una pareja. Además no suelen adentrarse en zona francesa a menos que se trate de los aviones rápidos de exploración, por aquello de los sincronizadores de disparo.
-¿En serio? Creía que esa orden ya se había revocado, no importa, si son franceses son franceses y no hay más que hablar. Ha sido un placer, Muñoz, regreso a mi puesto de mando, ¡Buena suerte!
-Gracias mi general. ¡Buena suerte a usted también!
Minutos después el Hispano Suiza de Ochando corría de regreso hacia Toulouse por el precario camino que unía esta ciudad con Villemur sur Tan, cuando los aviones franceses aparecieron frente a ellos disparando sus armas contra el vehículo. Sin duda los pilotos habían decidido que ante la falta de aviones enemigos en los cielos, un automóvil bien valía la pena. Afortunadamente fallaron, pensó el cabo Vicente cuando dio un volantazo para esquivarlos dirigiéndose a un bosquecillo cercano que le serviría de cobertura. Desgraciadamente el eje de la dirección no resistió uno de los baches del camino partiéndose y precipitando el automóvil directamente sobre un olmo que detuvo súbitamente su carrera. El impacto fue brutal, y tanto el cabo Vicente como el general Ochando salieron despedidos del coche cayendo a varios metros de él.
Tras unos instantes de pánico, el cabo Vicente trato de ponerse en pie, cosa que logro con cierta dificultad pues se había fracturado el brazo izquierdo, sin duda al golpearse con el volante, y sufría fuertes dolores en el estómago y las piernas, posiblemente por la misma razón. Cerca de él yacía el general Ochando que no daba señales de vida. Durante unos instantes sintió una mezcla de pánico y lastima por el viejo general a cuyo servicio llevaba desde el inicio de la guerra. Tan solo cuando este tosió y se movió un poco salió de su estupor y corrió en su ayuda. Aparte de un buen corte en la cabeza no pudo observar ninguna otra herida, evidentemente ayudarlo estaba más allá de su habilidad, y debía encontrar la forma de socorrerlo de inmediato.
Tuvo que recurrir a las bengalas que llevaba en el vehículo, aunque cargar la pistola de señales con una sola mano fue una odisea agravada por los fuertes dolores que sentía. Disparo la primera pero tuvo que sentarse para la segunda bengala. Cuando un grupo de guardias civiles llego a la zona alertado por las bengalas Vicente estaba al borde de la inconsciencia.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Luis M. García escribió:Claro que lo he pensado, pero mi inexperiencia me ha impedido llegar a conclusiones taxativas...
La cuestión es, un proyectil de 10 ó 15 cm. de forma ojival explota al contacto con la superficie del mar? Porque sólo así se entiende que la metralla haya dañado las lanchas.
Estoy dispuesto a ser crédulo...
Saludos.
¿Explota un proyectil de forma ojival al contacto con la superficie de la tierra?
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Luis M. García escribió:Gaspacher escribió:¿Y nadie ha pensado en el efecto que tendrían las explosiones cercanas de proyectiles de 10 y 15cm a escasos metros de este tipo de embarcaciones
Claro que lo he pensado, pero mi inexperiencia me ha impedido llegar a conclusiones taxativas...
La cuestión es, un proyectil de 10 ó 15 cm. de forma ojival explota al contacto con la superficie del mar? Porque sólo así se entiende que la metralla haya dañado las lanchas.
Estoy dispuesto a ser crédulo...
Saludos.
Yo es que NO ME CREO NADA,
consideraria aceptable la mitad de los daños y eso ya con suerte y contando que pudiese haber ametralladoras en los barcos disparando y mas por la noche
Disparale a una liebre en un monte en carrera a 300 metros con un rifle y me cuentas lo cerca que dan los impactos de bala, multiplica por 10 cazadores y veras el corte de manga que les hace la liebre cuando alcanza los 600 metros
Pero claro, el Yanukovich de la Ucronía es como es
Aceptaremos pulpo como animal acuático, porque sino se lleva el trivial
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Disparale a la liebre con un obús y dará igual que aciertes o no, la onda expansiva provocara un cambio de presión en sus tejidos que en el mejor de los casos le arrancara algún miembro (a eso se puede sobrevivir), en el peor la destrozara por dentro y morirá en poco tiempo.
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Gaspacher escribió:Disparale a la liebre con un obús y dará igual que aciertes o no, la onda expansiva provocara un cambio de presión en sus tejidos que en el mejor de los casos le arrancara algún miembro (a eso se puede sobrevivir), en el peor la destrozara por dentro y morirá en poco tiempo.
Si detona, que en muchos casos no lo hará,( puesto que si hace tiro tenso rebotarán en la superficie muchos proyectiles), cerca, que en muchos casos tampoco caerá lo suficientemente cerca
Otra cosita: las lanchas de madera no sangran, ni tienen visceras
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Venga sigue, no te distraigas y arreglaló
Sino
Ya sabes ...
PS ¿ sabes cuantas vueltas tiene ese nudo para ser reglamentario?
13
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Gaspacher escribió:Luis M. García escribió:Claro que lo he pensado, pero mi inexperiencia me ha impedido llegar a conclusiones taxativas...
La cuestión es, un proyectil de 10 ó 15 cm. de forma ojival explota al contacto con la superficie del mar? Porque sólo así se entiende que la metralla haya dañado las lanchas.
Estoy dispuesto a ser crédulo...
Saludos.
¿Explota un proyectil de forma ojival al contacto con la superficie de la tierra?
Claro, pero la superficie del mar tiene algo menos de densidad, no? Ya sé que la superficie marina puede ser como un bloque de cemento si te caes a ella desde una altura considerable y no entras de cabeza y con los brazos estendidos por delante, pero precisamente si el proyectil tiene forma ojival me surge la duda de que no pueda penetrar un par de metros antes de que la masa de agua le haga estallar.
Saludos.
Qué gran vasallo, si hubiese buen señor...
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