El presidente Weyler paseaba por la ciudad en compañía del capitán de fragata Nimuel Cáson, un filipino alistado en la armada en 1898 que no había dejado de ascender desde entonces, las más de las veces por méritos de guerra. En esta ocasión el estallido de la guerra lo había sorprendido en Bilbao, donde ejercía la jefatura de la comandancia naval desde primeros de año. Pese a no tener un mando operativo su desempeño podía considerarse excelente, se dijo Weyler. Durante los dos últimos años no había dejado de exigir los mejores resultados a las industrias de la ciudad, aunando exigencia con una buena dosis de mano izquierda para mantener los ánimos de los trabajadores o que había repercutido en un gran desempeño de los astilleros de la ciudad. No por ello olvido las tareas militares, y cuando se hizo evidente que las fuerzas españolas retrocederían de nuevo a los pirineos trato de contemplar la situación en la que quedaría Bilbao en ese momento.
-Espero que sea consciente de que está pidiendo una gran cantidad de armamento, señor Cáson. –Estaba diciendo en esos momentos el presidente Weyler, refiriéndose a las en opinión de algunos desorbitadas peticiones de armamento que se estaban haciendo desde la ciudad. –En los últimos 18 meses usted ha ya recibido 48 ametralladoras de 7mm, y 12 de 37mm, a las que se suman 12 cañones de 75mm. En Madrid algunos políticos se preguntan si teme usted que los franceses traten de desembarcar en la ría.
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-No se trata de eso señor presidente. Su excelencia como militar comprenderá las implicaciones de tener el frente a 100km del núcleo industrial que es esta ciudad. Hace veinte años esto no hubiese significado nada, no cuando tenemos las líneas defensivas de los pirineos, pero a día de hoy los franceses pueden llegar volando para bombardear nuestras industrias y marcharse tal y como han llegado, dejando tras de si un rastro de destrucción. Debemos proteger estas industrias pues gran parte del poderío industrial de la nación depende de ellas.
-Tiene usted mi atención, Don Cáson, explíqueme que ha hecho hasta ahora, muéstreme que ha preparado, y convénzame de la necesidad de seguir dándole el apoyo que requiere, -Dijo Weyler con una sonrisa.
-Sí, señor presidente. –Respondió el capitán de fragata Cáson. –Para combatir esta amenaza he dispuesto una serie de puestos de observación a lo largo de la costa, especialmente entre Zumaya y Bermeo por ser la zona que creemos tiene mayor probabilidad de ser utilizada por los aviones enemigos. Allí tenemos un puesto de observación cada kilómetro, mientras en el resto de la costa los puestos están a dos o tres kilómetros el uno del otro. Cada puesto de observación consta de cinco hombres al mando de un cabo, y dispone de teléfono y dos prismáticos para alertarnos si observan cualquier avión.
Además tenemos equipos secundarios de observación en todos los pueblos de la zona, en este caso instalados en los campanarios o edificaciones más altas, y en este momento quiero extender esos puestos a las montañas más elevadas de la provincia.
-Todo ello para saber cuándo llegan los aviones.
-Exacto, señor presidente, para saber cuándo llegan y estar esperándolos bien preparados. Como le decía hemos identificado la que creemos será la ruta más probable enemiga, y a ella hemos dedicado la mayor atención. Esa ruta sobrevuela Guernica y entra en Bilbao volando a escasa distancia del Bizcargi, una cota de unos 560 metros de altura situada a 14 kilómetros de la ciudad de Bilbao. Allí hemos instalado una batería con 4 cañones de 75mm en afustes fabricados especialmente para darles una gran elevación del tiro. Lo hemos logrado, pero me hubiese gustado que también fuesen más móviles en el eje horizontal pues lo precisaran debido a la velocidad de los aeroplanos, y digo que me hubiese gustado pues aunque se ha adoptado una solución no acaba de convencerme. Además la casa Orbea ha diseñado unas espoletas a tiempos de fulminato de mercurio para las granadas rompedoras que prometen buenas prestaciones, aunando suficiente estabilidad sin perder la sensibilidad precisa para su función.
Esta batería esta completada por otras dos baterías similares situadas tras ella, en las colinas al noroeste de Gaztelu. Cualquier avión que se acerque a Bilbao desde Bayona sera recibido por una lluvia de metralla.
-Muy bien, entiendo que la espoleta a tiempos es para provocar la explosión a la altura a la que vuela el avión, cubriendo la zona de metralla que acabe con él.-Dijo Weyler. –Pero ¿Cómo averiguan esa altura para graduar la espoleta?
-A fuer de ser sincero, a ojo de buen cubero, señor presidente. –Respondió Cáson.
-En ese caso debemos cambiar eso. –Dijo Weyler antes de dirigirse a su secretario. –Don Hipólito, por favor, tome nota para pasarla a los ingenieros de los ministerios correspondientes a la menor brevedad.
- Afuste de gran elevación y giro horizontal para artillería antiaérea.
- Sistema de estimación de la altitud de vuelo de aeroplanos.
-Y ahora, Don Cáson, dígame como ha dispuesto las ametralladoras.
Sí, señor presidente, como puede ver los cañones dispararan a estimación, tratando de alcanzar a los aeroplanos con la metralla delas explosiones. Las ametralladoras en cambio van a disparar en fuego directo, tratando de alcanzar a los propios aviones. Para ello las hemos instalado en afustes especiales para su uso contra aeroplanos en diversas azoteas o colinas alrededor de la ciudad. A excepción de 4 ametralladoras de 37mm que instalamos en la cresta del serrantes al oeste de la ría, el resto están situadas al este, desde donde pueden tratar de impedir las incursiones. En cuanto a las ametralladoras del 7 están en los tejados de la propia ciudad.
-Dígame, ha pensado en la posibilidad de que para evitar sorpresas esos aviones vuelen siguiendo la costa y entren en Bilbao desde la ría evitando los antiaéreos.
-Sí, señor presidente, y por eso me gustaría conseguir varios remolcadores o bous para equiparlos con armas antiaéreas y proteger la entrada de la ría, además de efectuar labores de alerta temprana pues a unos aviones que siguiesen esa ruta no los veríamos hasta tenerlos encima.
-Bien, hecho Don Cáson, prosiga con su magnífica labor. –Dijo Weyler antes de despedirse y proseguir su viaje. Sin duda estaba complacido con ese joven oficial, quien había visto el peligro antes que nadie y actuado en consecuencia, si sin duda era un oficial prometedor y entendía sus ascensos por méritos, su futuro prometía.
Ahora era tiempo de viajar a la cuenca asturiana, donde dedicaría unos días a dar su apoyo a los trabajadores de la zona y vería si podía hacer algo por ayudarles y levantar su moral. Tal vez podrían emprender la construcción de algunas viviendas de provisión social, al fin y al cabo ahora que las necesidades de cemento portland para los pirineos habían desaparecido podían emplear algo de tiempo y dinero en apoyar a los trabajadores.