EL ESCENARIO HA CAMBIADO¿Oís?, es el cañón. Mi pecho hirviendo
el cántico de guerra entonará,
y al eco ronco del cañón venciendo,
la lira del poeta sonará.
Espronceda, José Durante los primeros meses del año, las fuerzas contendientes se habían mantenido en un delicado equilibrio tan solo roto por ocasionales ataques que generalmente eran rechazados con altos costos y casi ninguna ganancia por ninguna de las partes. Para ese entonces tanto los Imperios centrales como la Entente habían desarrollado nuevas estrategias destinadas a llevarlos a la victoria. Los primeros a instancia de los militares españoles y con la aquiescencia de los austrohúngaros, habían decidido pasar a la defensiva en todos los frentes a excepción del ruso, al que consideraban el rival más débil. Los planes pasaban por derrotar a los rusos antes de fin de año para pacificar el frente oriental, pasando a continuación a la ofensiva sobre el siguiente enemigo con todas las fuerzas disponibles, y este no era sino Italia.
En la Entente por su parte todos los planes pasaban por llevar a sus enemigos al agotamiento lanzando ofensivas simultáneas en todos los frentes, tratando así de colapsar la capacidad de respuesta de sus enemigos. Los franceses y británicos debían atacar en la que sería conocida como ofensiva Nivelle desde el oeste en Francia y Flandes. Mientras los italianos se empeñarían a fondo con los austrohúngaros en la zona de Gorizia, dejando a los rusos la tarea de atacar desde el este. Con los rusos aun envueltos en las convulsiones provocadas por la caída del Zar, serían los aliados occidentales los que llevarían el peso de la lucha en esos momentos. Para ello, los británicos atacarían en la zona de Arras con el fin de atraer a aquella zona a las reservas alemanas, siendo su objetivo tomar las alturas de la zona que le abriesen el paso a la llanura de Douai. Después llegaría el ataque francés a unos 80km al sur de allí, atacando en el sector del Aisne, rompiendo las líneas para entrar en las llanura del país, y allí derrotar al ejército alemán en una guerra de movimientos. El objetivo, derrotar a Alemania en 48 horas…
En Arras el intento británico de romper las líneas alemanas durante la primera quincena de Abril resulto en un sonoro fracaso, en el que cayeron entre 160 y 200.000 hombres en cada uno de los bandos. Con todo, los británicos habían logrado causar más bajas que las que sufrieron lo que era un éxito no menor en aquellas circunstancias, por más que su mando en aquel momento lo desconociese. Un segundo intento francés en la segunda batalla del Aisne, el llamado camino de las Damas resulto en una debacle total, los carros de combate franceses que fueron empleados por primera vez en un ataque en masa, acabaron destrozados por la artillería o atascados en el barro, y aunque en algunos puntos lograron romper totalmente las líneas alemanas, la infantería no logro seguirlos por lo que tuvieron que retroceder.

Cuando días después el general Nivelle trato de seguir enviando tropas a la ofensiva, el ejército francés azotado por las cientos de miles de bajas sufridas los tres últimos años y con la moral por los suelos tras las matanzas de Verdún, simplemente colapso. Decenas de miles de hombres pertenecientes a 152 regimientos distintos se negaron a avanzar en ofensivas que consideraban simples mataderos. El presidente Poincare ordenó que Nivelle fuese rápidamente sustituido por Petain, quien prometió a los hombres enardecidos por incendiarios discursos de corte comunista una mejora en las condiciones de vida y la renuncia a nuevas ofensivas semejantes a las anteriores, al mismo tiempo no dudaría en llevar a miles de hombres ante consejos de guerra, ejecutándose a una cincuentena de ellos. Esta política de puño de hierro en guante de seda acabaría por funcionar y las aguas volverían a su cauce, pero el tiempo perdido pesaba como pocas cosas en el ánimo francés. Afortunadamente ni alemanes ni españoles se enterarían de estos motines y el frente permaneció en relativa calma.
En el frente italiano mientras tanto la ofensiva se había retrasado a causa del tardío deshielo, y no pudo lanzarse la que sería denominada como la 10ª batalla del Isonzo hasta un mes más tarde, el 12 de mayo. Una vez más los italianos se prepararon para atacar una zona densamente fortificada en la que cada una de las batallas anteriores había finalizado con más bajas que la anterior. En esta ocasión una vez más los italianos se lanzaron a la ofensiva tras renir un poderoso ejército de casi 40 divisiones que alineaban 400.000 hombres. Frente a ellos los austrohúngaros disponían de unas 17 divisiones y 200.000 hombres, pero estos estaban resguardados en casamatas de hormigón armado o de troncos y rocas reforzados, por lo que sobrellevaron bastante bien los bombardeos iniciales. A lo largo de un mes los combates se sucedieron en la zona causando más de 150.000 bajas entre los italianos y menos de la mitad entre los austrohúngaros, que tan solo lamentaron la perdida de una pequeñas porción de terreno. Una vez más la defensa se impuso al ataque en tierra.

La entrada de los EEUU en el conflicto alivio enormemente a franco-británicos insuflándoles moral en el peor momento posible. En el mar la carga a la que se veía sometida la Royal Navy, obligada a bloquear a la KM en el Báltico al mismo tiempo que impedía la salida del Goeben al mediterráneo, participaba en la conquista de las Canarias, y trataba de impedir los movimientos españoles y protegía sus convoyes era demasiado onerosa. Simplemente y pese a tratarse de la flota más poderosa del planeta, no tenía suficientes buques para todo, por lo que la adición de una poderosa flota suponía una gran ayuda en esos momentos, más aun cuando la atrición sufrida por sus buques se había disparado en los últimos tiempos.
Por lo tanto la primera tarea sería tratar de combatir a la flota española, que tras unos inicios titubeantes llevaba un tiempo aprovechando su amplia costa abierta a dos mares para operar en contra del tráfico comercial del Imperio. Para ello y aunque la tentación de enviar parte de la flota al mar del Norte para apoyar a la RN frente a los alemanes existió, se decidió enviar una escuadra formada por 8 modernos acorazados a las Canarias, desde donde tratarían de impedir nuevas acciones de la flota española. Con un nuevo mando naval, nuevos buques y una nueva táctica, los británicos esperaban lograr poner coto a las acciones españolas por medio de dos poderosas escuadras que operarían desde el sur de Inglaterra y las Canarias. No era una solución perfecta pues los españoles no utilizaban TSH para comunicarse mientras estaban en puerto, y de todas formas la RN no disponía de estaciones cerca de la península, pero era un comienzo. Sin duda en unos meses en cuanto la maquinaría bélica norteamericana se pusiese a pleno rendimiento y equipase debidamente a sus fuerzas las cosas cambiarían.
Mientras tanto en los EEUU se habían abierto cajas de reclutamiento en las que los voluntarios acudían por decenas de miles y tan solo estaban empezando. Pronto se hizo evidente que el impresionante ejército que estaba siendo reunido podría desempeñar un papel crucial en Europa, donde habían comprometido un millón de soldados que debían servir para dar un impulso definitivo a las operaciones. Igualmente serían necesarios miles de hombres en el Caribe, donde Cuba y Puerto Rico continuaban proyectando su amenazadora sombra sobre las comunicaciones marítimas de los EEUU como probaban la media decena de torpedeamientos que tuvieron lugar en la zona desde la entrada en la guerra.
Hasta que eso ocurriese la buena noticia era por supuesto que la pequeña escuadra española había adoptado un papel defensivo, ocultándose en el interior del puerto de la Habana para posteriormente navegar hasta el sur de la isla alejándose de los puertos norteamericanos. Una vez más elegían una estrategia defensiva, dejando a sus enemigos el peso de las operaciones mientras ellos mismos permanecían a la espera, dispuestos a descargar un brutal golpe sobre sus enemigos. La mala, era que a finales de marzo dos nuevos cruceros ligeros alemanes habían roto el bloqueo dirigiéndose a las islas Shetland, al norte de Escocia. Allí destrozarían uno de los convoyes enviados a Rusia, hundiendo los destructores Mary Rose y Strongbow, y 9 de sus mercantes, para posteriormente dirigirse a Ferrol.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.