Régula, al igual que muchas otras viudas de la Puebla de Alcocer y vilaas colindantes, se acercaron al Ayuntamiento en la fecha fijada para recibir los contrartos de arrendamiento de las explotaciones otorgadas.
Unas horas antes, en el mismo Ayuntamiento habían sido citados los propietarios de las fincas declaradas manifiestamente mejorables, y los alcaldes de las poblaciones cuyas tierras comunales iban a ser puestas en manos de los deudos de los caídos en combate.
El propio Alcalde de la Puebla de Alcocer, miembro del Partido Conservador, y cacique local, era uno de los propietarios que verían sus tierras expropiadas, y que destinaba a la caza menor. El precio que le concedía el Estado no era bajo, era incluso mayor que el que en 1917 le habían ofrecido algunos especuladores de Sevilla. Para Justino Palenzuela, el problema era que se le pagaba en Bonos de Guerra, con un interés anual del 1% y vencimiento a 50 años. ël, que bordeaba la cincuentena, no disfrutaría de aquel dinero, tal vez sus hijos. Aunque los Bonos de Guerra eran negociables, la profusa emisión de éstos tras cuatro años de Guerra, rebajaba su pago en el mercado a menos de la décima parte de su valor facial. Palenzuela, al igual que otros propietarios, no estaba dispuesto a recibir la décima parte del valor de su tierra.
Poco a poco, los propietarios se negaron a firmar las Actas de Expropiación, siguiendo el ejemplo de Palenzuela. Para el Secretario del Ayuntamiento, un funcionario estatal aunque a cargo del erario municipal, y para el Delegado del Minsiterio de Trabajo Y Previsión Social, los problemas acababan de empezar.
Los Alcaldes se negaban en rotundo a ceder tierras comunales. Argumentaban que se cedían los mejores bancales, y que sufrirían las arcas municipales... y sus sueldos y como no sus corruptelas. Muchos de esos bancales, estaban explotados por agricultores ceracnos a los ediles, y como relató allí mismo el funcionario del Minsiterio de Agricultura, que había trazado las particiones, los mojones habían sido movidos, cuando no derribados.
El Notario, que debía dar fé del traspaso de la propiedad al Estado, viendo la imposibilidad de que aquél se produjera, y por tanto invalidando los actos de arrendamiento, simplemente dio por finalizado el acto. Sin Escrituras, no habría reparto.
Fuera, los beneficiarios del arriendo de las tierras, se impacientaban. El calor aumentaba cuando dos guardias civiles acudieron a las puertas del Ayuntamiento. Poco después de su llegada, los funcionarios estatales y el Secretario abandonaban la CAsa Consistorial, anunciando la negativa de propietarios y alcaldes a llevar a cabo el proceso de traspaso de la propiedad, y de arrendamiento de las parcelas.
Cuando los propietarios y alcaldes de la Comarca de la Siberia intentaron abandonar el edificio, las decenas, o cientos de vecinos que habían acudido a recoger sus títulos de arrendamiento, estallaron en cólera. Con todo tipo de armas improvisadas, desde azadas a horcas, con piedras y cascotes; los allí reunidos zarandearon y golpearon a los que les negaban lo que consideraban un derecho ganado con la sangre de sus maridos, padres, hermanos, hijos... con dificultad, los guardias civiles lograron proteger a alcaldes y propietarios de un seguro linchamiento.

Desde la Casa Consistorial, uno de los Guardias Civiles solicitó refuerzos a los puestos más cercanos, e informó al Gobierno Civil de Badajoz.
Desde varias localidades, se reunió una fuerza de una decena de Guardias Civiles, pero al acercarse a la Puebla de Alcocer, fueron recibidos por un gentío ahora armado con armas de caza. La indignación por lo ocurrido se había conocido por toda la comarca, y cientos de siberianos acudían a la Puebla a solidarizarse con las viudas y huérfanos.

Con la llegada de la noche, los encerrados en la Casa Consistorial, veían como sus problemas crecían. Los indignados no abandonaban la Plaza, cubrían las salidas, y habían cortado el acceso al pozo de agua, y la línea telefónica. Solo contaban con la luz de algunos candiles. Estaban extrañados de que pasadas más de doce horas, nadie hubiera acudido a sacarles de allí.
Continuará