LA FRACTURA
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- General de Ejército
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LA FRACTURA
—Lamentablemente, la posición de mi gobierno no ha cambiado ni un ápice. Rechaza el reconocimiento de la deuda contraída por Franco, que ya fue pagada religiosamente en su momento —que España había viajado en el tiempo ya no era ningún secreto—. España pagó hasta el último céntimo de la ayuda que ustedes prestaron a Franco durante la Guerra Civil.
El alemán volvió a esgrimir el argumento de la desinteresada ayuda alemana a España. El español no dijo lo que sabía: que de desinteresada, nada, y Alemania luego había cobrado cada tornillo a precios exagerados.
—Siento no poder aceptar su tesis. Como le he dicho, la postura de mi gobierno en esta cuestión no admite negociaciones. Si Alemania desea comerciar con España tendrá que ser en un intercambio justo.
¿Justo con Alemania? El español sabía que Hitler y sus secuaces habían utilizado un sobrevalorado marco para esquilmar a sus supuestos aliados. En el pecado estuvo la penitencia y fueron las derrotas de sus aliados las que a la postre llevaron a Alemania al desastre; pero en la línea temporal anterior el “comercio justo” alemán había sido uno de los factores que había dejado a España en la ruina.
—Específicamente, dadas las dificultades que se han presentado en los movimientos de divisas tras la Fractura —los alemanes también sabían que España había saltado en el tiempo— va a ser imposible establecer un tipo cambiario entre el Euro, la moneda española actual, y el Reichsmark. Lamentablemente, su país no dispone de productos manufacturados que puedan interesarnos, por lo que deberán efectuar los pagos en bienes tangibles: metales preciosos o materias primas. Como ya le expresé en la anterior reunión, mi país está muy interesada en adquirir acero alemán.
No había sido fácil decidir qué podía ofrecerse a los alemanes. La opinión pública española cada vez estaba más enconada contra los nazis. El grupo mediático Atresmedia —a saber con qué intención— había programado en sus canales todo tipo de películas y series sobre el genocidio: la clásica “Holocausto”, como no, pero también “La lista de Schindler” o “El pianista”. Las otras cadenas les habían imitado, y el público estaba siendo bombardeado con los horrores de los campos. Horrores que apenas acababan de empezar, pero que estaban en plena marcha.
Cada vez más voces pedían la guerra con Alemania. No solo en el gobierno o la prensa; hasta los centros de reclutamiento estaban desbordados por los refugiados. Un anuncio con unos cadáveres famélicos de niños y el mensaje “Aun puedes salvarles” habían calado muy hondo. El gobierno estaba en un brete. El frágil equilibrio que mantenía al gabinete se podría romper si se hacía cualquier cesión a los alemanes. Pero los consejeros militares habían sido claros: para España resultaría fácil derrotar al ejército alemán si se atrevía a atacar los Pirineos. Sin embargo, era demasiado reducido para convertir esa probable victoria táctica en una estratégica que acabase con el nazismo. Lo ideal sería ganar tiempo y a la vez detener o al menos paliar el Holocausto. Muy difícil, conociendo la catadura de Hitler y su entorno.
—Especialmente, España está dispuesta a reanudar las entregas de medicamentos aunque Alemania no ha cumplido ninguna de nuestras peticiones. Resulta inaceptable que ciudadanos de mi país sigan internados en centros abominables como su campo de Mauthausen. También habíamos pedido que los medicamentos que entregábamos se distribuyesen al mismo tiempo en Alemania y en las naciones alemanas, condición que ustedes no han cumplido.
En ese momento el alemán hizo además de interrumpir las conversaciones. Ya lo imaginaba el español. Permitió que los alemanes abandonasen la sala, pero en el exterior uno de sus subordinados —que descendía de emigrantes a Alemania y hablaba como los nativos— insinuó a un ayudante del otro bando que todo aquello no era sino una pose. España tenía fuerza militar suficiente para destruir Alemania de raíz, y le recordó la demostración a la que habían asistido hacía dos semanas. El Ejército del Aire tenía decenas de miles de bombas como esas, que podrían destruir tanto el ejército como la industria y las ciudades alemanas en un par de semanas. Luego serían carnaza para los ingleses o los rusos. Solo la tradicional amistad entre Alemania y España había impedido tomar esa medida. Pero para poder ofrecer un trato, los españoles precisaban un gesto por parte alemana. Necesitaban que se reiniciase el flujo de refugiados por la frontera y, sobre todo, era imprescindible que los españoles en sus manos fuesen liberados. Luego podrían seguir con las negociaciones. En ese momento el español mostró al alemán el reloj de pulsera: era realmente una minicomputadora de una potencia increíble. Le pidió que imaginase qué podrían hacer los cohetes que se estaban desarrollando en Alemania si se equipaban con instrumentos así. Pero solo se podría negociar si llegaban a España los refugiados. A cambio, y para salvar la cara a los germanos, se reiniciarían las entregas de medicamentos. Así se salvarían vidas con vidas.
El alemán volvió a esgrimir el argumento de la desinteresada ayuda alemana a España. El español no dijo lo que sabía: que de desinteresada, nada, y Alemania luego había cobrado cada tornillo a precios exagerados.
—Siento no poder aceptar su tesis. Como le he dicho, la postura de mi gobierno en esta cuestión no admite negociaciones. Si Alemania desea comerciar con España tendrá que ser en un intercambio justo.
¿Justo con Alemania? El español sabía que Hitler y sus secuaces habían utilizado un sobrevalorado marco para esquilmar a sus supuestos aliados. En el pecado estuvo la penitencia y fueron las derrotas de sus aliados las que a la postre llevaron a Alemania al desastre; pero en la línea temporal anterior el “comercio justo” alemán había sido uno de los factores que había dejado a España en la ruina.
—Específicamente, dadas las dificultades que se han presentado en los movimientos de divisas tras la Fractura —los alemanes también sabían que España había saltado en el tiempo— va a ser imposible establecer un tipo cambiario entre el Euro, la moneda española actual, y el Reichsmark. Lamentablemente, su país no dispone de productos manufacturados que puedan interesarnos, por lo que deberán efectuar los pagos en bienes tangibles: metales preciosos o materias primas. Como ya le expresé en la anterior reunión, mi país está muy interesada en adquirir acero alemán.
No había sido fácil decidir qué podía ofrecerse a los alemanes. La opinión pública española cada vez estaba más enconada contra los nazis. El grupo mediático Atresmedia —a saber con qué intención— había programado en sus canales todo tipo de películas y series sobre el genocidio: la clásica “Holocausto”, como no, pero también “La lista de Schindler” o “El pianista”. Las otras cadenas les habían imitado, y el público estaba siendo bombardeado con los horrores de los campos. Horrores que apenas acababan de empezar, pero que estaban en plena marcha.
Cada vez más voces pedían la guerra con Alemania. No solo en el gobierno o la prensa; hasta los centros de reclutamiento estaban desbordados por los refugiados. Un anuncio con unos cadáveres famélicos de niños y el mensaje “Aun puedes salvarles” habían calado muy hondo. El gobierno estaba en un brete. El frágil equilibrio que mantenía al gabinete se podría romper si se hacía cualquier cesión a los alemanes. Pero los consejeros militares habían sido claros: para España resultaría fácil derrotar al ejército alemán si se atrevía a atacar los Pirineos. Sin embargo, era demasiado reducido para convertir esa probable victoria táctica en una estratégica que acabase con el nazismo. Lo ideal sería ganar tiempo y a la vez detener o al menos paliar el Holocausto. Muy difícil, conociendo la catadura de Hitler y su entorno.
—Especialmente, España está dispuesta a reanudar las entregas de medicamentos aunque Alemania no ha cumplido ninguna de nuestras peticiones. Resulta inaceptable que ciudadanos de mi país sigan internados en centros abominables como su campo de Mauthausen. También habíamos pedido que los medicamentos que entregábamos se distribuyesen al mismo tiempo en Alemania y en las naciones alemanas, condición que ustedes no han cumplido.
En ese momento el alemán hizo además de interrumpir las conversaciones. Ya lo imaginaba el español. Permitió que los alemanes abandonasen la sala, pero en el exterior uno de sus subordinados —que descendía de emigrantes a Alemania y hablaba como los nativos— insinuó a un ayudante del otro bando que todo aquello no era sino una pose. España tenía fuerza militar suficiente para destruir Alemania de raíz, y le recordó la demostración a la que habían asistido hacía dos semanas. El Ejército del Aire tenía decenas de miles de bombas como esas, que podrían destruir tanto el ejército como la industria y las ciudades alemanas en un par de semanas. Luego serían carnaza para los ingleses o los rusos. Solo la tradicional amistad entre Alemania y España había impedido tomar esa medida. Pero para poder ofrecer un trato, los españoles precisaban un gesto por parte alemana. Necesitaban que se reiniciase el flujo de refugiados por la frontera y, sobre todo, era imprescindible que los españoles en sus manos fuesen liberados. Luego podrían seguir con las negociaciones. En ese momento el español mostró al alemán el reloj de pulsera: era realmente una minicomputadora de una potencia increíble. Le pidió que imaginase qué podrían hacer los cohetes que se estaban desarrollando en Alemania si se equipaban con instrumentos así. Pero solo se podría negociar si llegaban a España los refugiados. A cambio, y para salvar la cara a los germanos, se reiniciarían las entregas de medicamentos. Así se salvarían vidas con vidas.
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LA FRACTURA
Behovia
-Mi capitan, acaba de llegar un gran tren a la estación .
-De que tipo tropas , vehículos?
-El grupo de reconocimiento informa que de lo que parece ser un vagón carrozado estan saliendo tropas, y otro abierto trae dos carros de combate pero no saben certificar que modelo. El resto parecen vagones cerrados de carga.
- Parece que algo se mueve, estan descargando el tren parecen civiles mi capitan
- Civiles??
- Si señor desde reconocimiento informan que parecen ser mujeres niños ancianos. estan formando una larga columna y parece dirigirse hacia la isla.
-Madre mia y esos anormales no podian habernos comunicado nada ? si podiamos haber empezado una guerra, la madre que los pario , Cuantos civiles?
-Señor me comentan que no pueden dar cifra pero varios cientos.
-Rapido ponme con Capitania Maritima, necesitamos lanchas, y algun sitio donde alojarlos de momento.
-Que le parece el aeropuerto ? no tiene uso casi , y hay muchas dependencia amplias donde podriamos habilitar albergues.
-Si es buena idea, que lo vayan preparando todo, hay que aplicar los protocolos para refugiados de origen temporal a rajatabla , entendido?
- Si señor.
-Ah y que alguien se ponga en contacto en la frontera con los boches a ver que es lo que hacen...
-Mi capitan, acaba de llegar un gran tren a la estación .
-De que tipo tropas , vehículos?
-El grupo de reconocimiento informa que de lo que parece ser un vagón carrozado estan saliendo tropas, y otro abierto trae dos carros de combate pero no saben certificar que modelo. El resto parecen vagones cerrados de carga.
- Parece que algo se mueve, estan descargando el tren parecen civiles mi capitan
- Civiles??
- Si señor desde reconocimiento informan que parecen ser mujeres niños ancianos. estan formando una larga columna y parece dirigirse hacia la isla.
-Madre mia y esos anormales no podian habernos comunicado nada ? si podiamos haber empezado una guerra, la madre que los pario , Cuantos civiles?
-Señor me comentan que no pueden dar cifra pero varios cientos.
-Rapido ponme con Capitania Maritima, necesitamos lanchas, y algun sitio donde alojarlos de momento.
-Que le parece el aeropuerto ? no tiene uso casi , y hay muchas dependencia amplias donde podriamos habilitar albergues.
-Si es buena idea, que lo vayan preparando todo, hay que aplicar los protocolos para refugiados de origen temporal a rajatabla , entendido?
- Si señor.
-Ah y que alguien se ponga en contacto en la frontera con los boches a ver que es lo que hacen...
- Urbano Calleja
- General de Brigada
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- Ubicación: Ganándome las habichuelas en algun lugar del centro de europa...
LA FRACTURA
Si había algo que resultaba vital en el contexto de la guerra que se libraba mas allá de los Pirineos y que tal vez acabase por cruzarlos, era la información. Y ahora que las líneas temporales comenzaban a divergir de las históricas a España se le hacía vital mantener con conocimiento la ventaja que sus fuerzas armadas en proceso de baja forzada por falta de piezas y mantenimiento podían dejar de suponer.
Si, había planes para producir aviones y blindados. Aviones que serian de pistón en un principio para ser reemplazados por reactores. Blindados que serian ya antiguos puestos de nuevo en servicio o desarrollos de antiguos. Pero aun faltaba tiempo y hasta ese momento...el conocimiento era poder. Y una de las mejores formas de recabar información era en empleo de aviones de reconocimientos no tripulados. Suponían menos recursos que los tripulados y menor riesgo de pérdida de tripulaciones.
España disponía de pocas unidades en servicio, las mas, de modelos de lanzamiento mano de uso táctico. Y de hecho, prácticamente ninguno de uso estratégico. Al menos si se consideraban alcances de más de 1000km. Y de entre los de uso táctico...la falta de repuestos podría poner en entre dicho su uso.
Afortunadamente el de los drones era un área en el que España, pese a la horrible situación legal para la operación de drones, contaba con diversas empresas y experiencia. Una experiencia que, ahora que faltaba el soporte de las grandes compañías extranjeras, el Ministerio de Defensa estaba obligado a proteger y nutrir.
Además del mantenimiento de los sistemas ya en servicio (a saber, los Raven, Searcher y demás), el Ministerio de Defensa se dispuso a favorecer una serie de iniciativas alrededor de cuatro empresas 100% españolas.
Sener
Asociada como estuvo con General Dynamics en el contrato del Predator B, Sener acumulaba experiencia en temas construcción y control de equipos autónomos. Por motivos evidentes el trato se vino abajo y ahora en asociación con el INTA se les pidió que desarrollasen una evolución del Milano. Dicho prototipo había demostrado una serie de capacidades y debilidades que lo hacían aun interesante. De disponer de aparatos extranjeros hubiera sido posible centrarse en ellos pero en ese momento habría que hacer de necesidad virtud y tratar de seguir adelante se consideraba.
Así pues, se pidió desarrollar una serie de 12 aparatos y tres estaciones de control adicionales al prototipo y la estación ya existentes. Se consideraba posible alcanzar una carga útil de 180kg gracias al empleo de un motor turbo algo más potente que el que equipaba al prototipo. Suficiente para montar un radar de apertura sintética y un sistema de cámaras y equipos de adquisición de señales electromagnéticas.
Aerovision / INDRA
Toda vez que Thales había dejado de existir, Aerovision llego a un acuerdo con INDRA de modo que ambas dos empresas asociaron esfuerzos para desarrollar para producción sus os productos estrella: el Fulmar de Aerovision, que se postulaba como el reemplazo natural del ScanEagle de la Armada y empezaba a considerarse como equipamiento "de serie" en los nuevos escoltas de la armada, y el Pelicano que se consideraba en un pedido inicial de 10 unidades para complementar los helicópteros embarcados de las F-100 y los buques de mayor porte de la Armada.
Flightech Systems
Asociada a Aernnova , comenzó a desarrollar una versión militar de su modelo ALTEA, tratando de ofrecer funciones similares a los Searcher.
Flightech estaba desarrollando a su vez un modelo mayor pero requerirían de más tiempo antes de poder ofrecer nada a las Fuerzas Armadas.
USOL-Eulen
Integrada en la división de seguridad del grupo Eulen, para USOL la fractura supuso una oportunidad de oro para lograr sus primeros pedidos grandes...y se lanzaron a ello empleando sus contactos vía Eulen.
Con su modelo K50, pese a ser bastante mayor que los RQ-11 Raven del Ejercito, Eulen aposto fuerte por dotar de más pegada al
Si, había planes para producir aviones y blindados. Aviones que serian de pistón en un principio para ser reemplazados por reactores. Blindados que serian ya antiguos puestos de nuevo en servicio o desarrollos de antiguos. Pero aun faltaba tiempo y hasta ese momento...el conocimiento era poder. Y una de las mejores formas de recabar información era en empleo de aviones de reconocimientos no tripulados. Suponían menos recursos que los tripulados y menor riesgo de pérdida de tripulaciones.
España disponía de pocas unidades en servicio, las mas, de modelos de lanzamiento mano de uso táctico. Y de hecho, prácticamente ninguno de uso estratégico. Al menos si se consideraban alcances de más de 1000km. Y de entre los de uso táctico...la falta de repuestos podría poner en entre dicho su uso.
Afortunadamente el de los drones era un área en el que España, pese a la horrible situación legal para la operación de drones, contaba con diversas empresas y experiencia. Una experiencia que, ahora que faltaba el soporte de las grandes compañías extranjeras, el Ministerio de Defensa estaba obligado a proteger y nutrir.
Además del mantenimiento de los sistemas ya en servicio (a saber, los Raven, Searcher y demás), el Ministerio de Defensa se dispuso a favorecer una serie de iniciativas alrededor de cuatro empresas 100% españolas.
Sener
Asociada como estuvo con General Dynamics en el contrato del Predator B, Sener acumulaba experiencia en temas construcción y control de equipos autónomos. Por motivos evidentes el trato se vino abajo y ahora en asociación con el INTA se les pidió que desarrollasen una evolución del Milano. Dicho prototipo había demostrado una serie de capacidades y debilidades que lo hacían aun interesante. De disponer de aparatos extranjeros hubiera sido posible centrarse en ellos pero en ese momento habría que hacer de necesidad virtud y tratar de seguir adelante se consideraba.
Así pues, se pidió desarrollar una serie de 12 aparatos y tres estaciones de control adicionales al prototipo y la estación ya existentes. Se consideraba posible alcanzar una carga útil de 180kg gracias al empleo de un motor turbo algo más potente que el que equipaba al prototipo. Suficiente para montar un radar de apertura sintética y un sistema de cámaras y equipos de adquisición de señales electromagnéticas.
Aerovision / INDRA
Toda vez que Thales había dejado de existir, Aerovision llego a un acuerdo con INDRA de modo que ambas dos empresas asociaron esfuerzos para desarrollar para producción sus os productos estrella: el Fulmar de Aerovision, que se postulaba como el reemplazo natural del ScanEagle de la Armada y empezaba a considerarse como equipamiento "de serie" en los nuevos escoltas de la armada, y el Pelicano que se consideraba en un pedido inicial de 10 unidades para complementar los helicópteros embarcados de las F-100 y los buques de mayor porte de la Armada.
Flightech Systems
Asociada a Aernnova , comenzó a desarrollar una versión militar de su modelo ALTEA, tratando de ofrecer funciones similares a los Searcher.
Flightech estaba desarrollando a su vez un modelo mayor pero requerirían de más tiempo antes de poder ofrecer nada a las Fuerzas Armadas.
USOL-Eulen
Integrada en la división de seguridad del grupo Eulen, para USOL la fractura supuso una oportunidad de oro para lograr sus primeros pedidos grandes...y se lanzaron a ello empleando sus contactos vía Eulen.
Con su modelo K50, pese a ser bastante mayor que los RQ-11 Raven del Ejercito, Eulen aposto fuerte por dotar de más pegada al
"Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil que un malvado". Arturo Pérez-Reverte
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LA FRACTURA
En la primera recepción ofrecida a los representantes extranjeros, el rey aceptó las credenciales de Don José Nicomedes Rivas, embajador de Venezuela, Adalberto Tejeda Olivares, que volvía a un Madrid enormemente transformado, y de William Joseph Donovan. A Donovan no se le escapó que el rey primero había recibido y departido con los diplomáticos hispanoamericanos: un gesto medido que mostraba la nueva política española. El americano incluso pensó en protestar en la siguiente reunión, pues las actividades españolas estaban interfiriendo con los intereses de empresas norteamericanas en su “hinterland”. La recientemente promulgada Ley de Hidrocarburos venezolana parecía expresamente dirigida contra las petroleras tejanas, y México estaba considerando promulgar una normativa similar.
Para sus adentros, Donovan pensaba que tenían razón: algunas empresas se habían comportado como si fuesen los amos de esos países, imponiendo y derribando gobernantes a su antojo y cultivando un resentimiento que ahora se estaba revelando. Pero esas compañías tenían gran peso en la política norteamericana, y estaban apostando por los republicanos. Iba a tener que tratar esa cuestión con los españoles.
El americano no sabía que en el Palacio de Santa Cruz y en el de la Moncloa ya se había debatido el tema. Recordando los finales de la guerra fría, cuando la URSS “votaba” en las elecciones norteamericanas tomando unas u otras medidas durante la campaña electoral, el gobierno de España se planteó como influir. Tendría que ser a favor de Roosevelt, sin duda: el republicano Wilkie era un aislacionista, partidario de la neutralidad, pero también del “América para los americanos… del norte”. Además era improbable que Wilkie ganase las elecciones aunque los españoles lo apoyasen. Mejor era apostar a caballo ganador y ganarse un amigo.
A Donovan le agradaba el subsecretario de Asuntos Exteriores. Era bastante joven y llevaba poco tiempo en su puesto —los partidos de la izquierda habían exigido una limpieza completa en la administración pública— pero tenía grandes conocimientos históricos, y hablaba el inglés casi como un nativo. Según le había confesado el español a Donovan, había vivido varios años en Estados Unidos y admiraba a su país. Pero también le recordó que su admiración no quería decir ceguera, y que uno de los propósitos del gobierno español era evitar los errores que se habían producido en el futuro.
Uno de los que más habían preocupado en España era el colapso económico y moral de muchas naciones hispanoamericanas, que en 1940 tenían un nivel de vida igual o mejor que las europeas, pero que en el 2016 habían quedado en la ruina. Las causas de ese desastre habían sido múltiples, pero los gobiernos militares apoyados por Estados Unidos con el pretexto de la lucha anticomunista habían tenido gestiones catastróficas. El subsecretario aseguró a Donovan que el objetivo de España era favorecer la estabilidad y el progreso de las naciones hermanas de Iberoamérica. La alianza iberoamericana sería política, no militar, y nunca sería un rival de Estados Unidos sino, en todo caso, una amiga. Como mucho, algunas compañías (las grandes petroleras o las que comerciaban con materias primas) sufrirían algunas pérdidas temporales, que se compensarían con la apertura de un gran mercado continental.
El subsecretario, por otra parte, le dijo a Donovan que en el país e incluso en el gobierno había muchos recelos respecto a Estados Unidos, debidos en buena parte a esa política interesada que había permitido, por ejemplo, que el dictador Franco se mantuviese en el poder durante decenios. Pero en el resto de las cuestiones las dos potencias iban de la mano. Ambas eran democráticas, daban gran importancia a la opinión pública, deseaban el bienestar de sus ciudadanos, eran contrarias a los imperios coloniales y deseaban el desarrollo del resto del mundo. Sobre todo, ambas odiaban a los nazis y sabían que iba a ser preciso destruirlos.
El español había entregado a Donovan todo tipo de documentos que, según decía, provenían de su línea temporal y mostraban los crímenes que los nazis ya habían empezado a cometer. Incluían no solo las actas del Juicio de Nuremberg, sino películas, miles de fotografías, testimonios de supervivientes… Armas que Roosevelt podría esgrimir contra sus rivales políticos. También le había asegurado que los envíos de medicamentos se iban a multiplicar ahora que se habían acondicionado pistas aptas para grandes aviones en Langley y en Pensacola. Las industrias farmacéuticas españolas habían multiplicado su producción y lo harían más en el futuro gracias a las plantas que se estaban construyendo en León y en Madrid. Los aviones iban a llevar cientos de miles de dosis de esos medicamentos mágicos. Como concesión especial al presidente España estaba dispuesta a que fuese su esposa Eleanor la encargada de organizar la distribución. La opinión pública norteamericana ya había quedado asombrada al descubrir que enfermedades antes terribles, como la neumonía o la meningitis, podían curarse con unas pocas pastillas o algunos pinchazos. Los periódicos habían mostrado en primera plana como un brote de poliomielitis que afligía a Charleston había sido contenido mediante la administración de vacunas. La siguiente bomba sería la llegada de toneladas de medicamentos efectivos contra la tuberculosis que iban a vaciar los sanatorios.
El efecto de los nuevos medicamentos, de los que ahora se sabía que Iberoamérica y Estados Unidos estaban siendo destinos preferentes, había conmocionado a la opinión pública, y el descubrimiento que la administración Roosevelt estaba cultivando los lazos de amistad con España podría garantizarle una nueva presidencia. A la madre que había visto a su hijo salvarse de la meningitis poco le importaba que Esson consiguiese o no beneficios.
Pero el subsecretario también le había recordado a Donovan que España tenía necesidades. En parte eran de materias primas. Hasta ahora las había pagado con los medicamentos —según algunos expertos, quien estaba haciendo un excelente negocio era Estados Unidos— pero esperaba que en los próximos años pudiese hacerlo con productos manufacturados de alta tecnología. Pero tanto al gobierno como a la opinión española les repugnaba financiarse mediante la salud, y preferían ceder los fármacos por un precio módico. A cambio deseaban que el presidente avalase la concesión de empréstitos que permitiesen proseguir con las adquisiciones de materias primas —no solo petróleo y minerales, sino también acero— que serían abonados en el futuro mediante la venta de productos de alta tecnología. España también deseaba que el presidente pusiese coto a las intrigas de las compañías norteamericanas, pues ya se habían detectado movimientos que intentaban promover un golpe militar en Venezuela.
En un futuro lo que España deseaba era la forma de un tratado de alianza o al menos de defensa mutua con Estados Unidos, aunque entendía que en plena campaña electoral tal vez no fuese el mejor momento para publicarlo. Pero deseaba que se hiciese alguna mención que sirviese para frenar a Hitler durante algunos meses. No porque España no pudiese derrotarlo, sino para dar tiempo a un rearme que permitiría la destrucción fulminante del régimen nazi.
Por otra parte, España tenía necesidades militares, El subsecretario presentó a Donovan una lista de solicitudes. La de aviones de entrenamiento (un centenar de North American T-6 Texan y otro de Piper Cub) y de transporte (cuarenta C-53 en cuanto estuviesen disponibles) no planearía problemas. Sin embargo, la US Navy se iba a subir por las paredes con la otra demanda: España deseaba nueve destructores de la clase Gleaves, preferiblemente sin terminar, y nueve submarinos de la clase Gato. Como pago ofrecía la devolución de uno y otro de cada clase, completamente remodelados, para que sirviesen de modelo para futuras construcciones. También ofrecían los planos de un torpedo acústico de propulsión eléctrica, que además no usaba válvulas de vacío sino algo que llamaban “electrónica de estado sólido” y que prometía revolucionar la guerra antisubmarina.
Para sus adentros, Donovan pensaba que tenían razón: algunas empresas se habían comportado como si fuesen los amos de esos países, imponiendo y derribando gobernantes a su antojo y cultivando un resentimiento que ahora se estaba revelando. Pero esas compañías tenían gran peso en la política norteamericana, y estaban apostando por los republicanos. Iba a tener que tratar esa cuestión con los españoles.
El americano no sabía que en el Palacio de Santa Cruz y en el de la Moncloa ya se había debatido el tema. Recordando los finales de la guerra fría, cuando la URSS “votaba” en las elecciones norteamericanas tomando unas u otras medidas durante la campaña electoral, el gobierno de España se planteó como influir. Tendría que ser a favor de Roosevelt, sin duda: el republicano Wilkie era un aislacionista, partidario de la neutralidad, pero también del “América para los americanos… del norte”. Además era improbable que Wilkie ganase las elecciones aunque los españoles lo apoyasen. Mejor era apostar a caballo ganador y ganarse un amigo.
A Donovan le agradaba el subsecretario de Asuntos Exteriores. Era bastante joven y llevaba poco tiempo en su puesto —los partidos de la izquierda habían exigido una limpieza completa en la administración pública— pero tenía grandes conocimientos históricos, y hablaba el inglés casi como un nativo. Según le había confesado el español a Donovan, había vivido varios años en Estados Unidos y admiraba a su país. Pero también le recordó que su admiración no quería decir ceguera, y que uno de los propósitos del gobierno español era evitar los errores que se habían producido en el futuro.
Uno de los que más habían preocupado en España era el colapso económico y moral de muchas naciones hispanoamericanas, que en 1940 tenían un nivel de vida igual o mejor que las europeas, pero que en el 2016 habían quedado en la ruina. Las causas de ese desastre habían sido múltiples, pero los gobiernos militares apoyados por Estados Unidos con el pretexto de la lucha anticomunista habían tenido gestiones catastróficas. El subsecretario aseguró a Donovan que el objetivo de España era favorecer la estabilidad y el progreso de las naciones hermanas de Iberoamérica. La alianza iberoamericana sería política, no militar, y nunca sería un rival de Estados Unidos sino, en todo caso, una amiga. Como mucho, algunas compañías (las grandes petroleras o las que comerciaban con materias primas) sufrirían algunas pérdidas temporales, que se compensarían con la apertura de un gran mercado continental.
El subsecretario, por otra parte, le dijo a Donovan que en el país e incluso en el gobierno había muchos recelos respecto a Estados Unidos, debidos en buena parte a esa política interesada que había permitido, por ejemplo, que el dictador Franco se mantuviese en el poder durante decenios. Pero en el resto de las cuestiones las dos potencias iban de la mano. Ambas eran democráticas, daban gran importancia a la opinión pública, deseaban el bienestar de sus ciudadanos, eran contrarias a los imperios coloniales y deseaban el desarrollo del resto del mundo. Sobre todo, ambas odiaban a los nazis y sabían que iba a ser preciso destruirlos.
El español había entregado a Donovan todo tipo de documentos que, según decía, provenían de su línea temporal y mostraban los crímenes que los nazis ya habían empezado a cometer. Incluían no solo las actas del Juicio de Nuremberg, sino películas, miles de fotografías, testimonios de supervivientes… Armas que Roosevelt podría esgrimir contra sus rivales políticos. También le había asegurado que los envíos de medicamentos se iban a multiplicar ahora que se habían acondicionado pistas aptas para grandes aviones en Langley y en Pensacola. Las industrias farmacéuticas españolas habían multiplicado su producción y lo harían más en el futuro gracias a las plantas que se estaban construyendo en León y en Madrid. Los aviones iban a llevar cientos de miles de dosis de esos medicamentos mágicos. Como concesión especial al presidente España estaba dispuesta a que fuese su esposa Eleanor la encargada de organizar la distribución. La opinión pública norteamericana ya había quedado asombrada al descubrir que enfermedades antes terribles, como la neumonía o la meningitis, podían curarse con unas pocas pastillas o algunos pinchazos. Los periódicos habían mostrado en primera plana como un brote de poliomielitis que afligía a Charleston había sido contenido mediante la administración de vacunas. La siguiente bomba sería la llegada de toneladas de medicamentos efectivos contra la tuberculosis que iban a vaciar los sanatorios.
El efecto de los nuevos medicamentos, de los que ahora se sabía que Iberoamérica y Estados Unidos estaban siendo destinos preferentes, había conmocionado a la opinión pública, y el descubrimiento que la administración Roosevelt estaba cultivando los lazos de amistad con España podría garantizarle una nueva presidencia. A la madre que había visto a su hijo salvarse de la meningitis poco le importaba que Esson consiguiese o no beneficios.
Pero el subsecretario también le había recordado a Donovan que España tenía necesidades. En parte eran de materias primas. Hasta ahora las había pagado con los medicamentos —según algunos expertos, quien estaba haciendo un excelente negocio era Estados Unidos— pero esperaba que en los próximos años pudiese hacerlo con productos manufacturados de alta tecnología. Pero tanto al gobierno como a la opinión española les repugnaba financiarse mediante la salud, y preferían ceder los fármacos por un precio módico. A cambio deseaban que el presidente avalase la concesión de empréstitos que permitiesen proseguir con las adquisiciones de materias primas —no solo petróleo y minerales, sino también acero— que serían abonados en el futuro mediante la venta de productos de alta tecnología. España también deseaba que el presidente pusiese coto a las intrigas de las compañías norteamericanas, pues ya se habían detectado movimientos que intentaban promover un golpe militar en Venezuela.
En un futuro lo que España deseaba era la forma de un tratado de alianza o al menos de defensa mutua con Estados Unidos, aunque entendía que en plena campaña electoral tal vez no fuese el mejor momento para publicarlo. Pero deseaba que se hiciese alguna mención que sirviese para frenar a Hitler durante algunos meses. No porque España no pudiese derrotarlo, sino para dar tiempo a un rearme que permitiría la destrucción fulminante del régimen nazi.
Por otra parte, España tenía necesidades militares, El subsecretario presentó a Donovan una lista de solicitudes. La de aviones de entrenamiento (un centenar de North American T-6 Texan y otro de Piper Cub) y de transporte (cuarenta C-53 en cuanto estuviesen disponibles) no planearía problemas. Sin embargo, la US Navy se iba a subir por las paredes con la otra demanda: España deseaba nueve destructores de la clase Gleaves, preferiblemente sin terminar, y nueve submarinos de la clase Gato. Como pago ofrecía la devolución de uno y otro de cada clase, completamente remodelados, para que sirviesen de modelo para futuras construcciones. También ofrecían los planos de un torpedo acústico de propulsión eléctrica, que además no usaba válvulas de vacío sino algo que llamaban “electrónica de estado sólido” y que prometía revolucionar la guerra antisubmarina.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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LA FRACTURA
Sir Samuel Hoare volvió a un Madrid que no reconocía. Aun recordaba esa extraña mañana en la que había despertado en la embajada británica en Lisboa. Tuvo que soportar alguna impertinencia —pues sus colegas en Portugal creían que Hoare había escapado de Madrid— hasta que se comprendió que algo muy extraño había ocurrido en España.
Las relaciones entre Inglaterra y la nueva España habían sido tensas desde un primer momento. Varios incidentes armados habían demostrado a la Royal Navy que España ya no era una potencia de tercera, y hasta se habían permitido entregar en Gibraltar una nota que era casi un ultimátum. Una delegación española se había desplazado a Inglaterra donde había mantenido una reunión con Churchill en términos como poco tensos. El Premier —rival político de Hoare, que lo había enviado a Madrid para quitárselo de encima— había intentado hacer valer sus buenas maneras y su simpatía ante los españoles. Pero estos no se dejaron engatusar y exigieron de buenas a primeras la devolución de Gibraltar. Churchill, lógicamente, se había negado —se trataba de una cuestión innegociable— y había cometido la torpeza de amenazar a España con el bloqueo marítimo.
La respuesta española, aunque no violenta, había sido contundente. Los españoles habían abandonado Inglaterra en su aeronave futurista, pero horas después varios de sus aviones de combate con formas de tiburón habían hecho pasadas sobre las bases navales inglesas de Portsmouth y Plymouth. Los técnicos de radar no daban crédito a lo que decían sus instrumentos: ¡volaban a más de setecientas millas por hora! Pero bruscamente los radares ingleses quedaron ciegos: los aparatos españoles, de alguna forma, habían conseguido anular toda la red de defensa. Los cazas españoles se retiraron, pero el apagón electrónico se mantuvo de manera intermitente durante varias horas, al parecer producido por un gran avión que se mantenía alejado y a gran altura. Un intento de intercepción fracasó: los Spitfire no pudieron ni encontrar al intruso, pues sus comunicaciones por radio no funcionaban.
Cuando la misión en Lisboa recibió la invitación para que el Reino Unido enviase una delegación diplomática y militar a España, Churchill ya no se hizo rogar. Samuel Hoare recibió de nuevo la difícil encomienda y tuvo que lidiar con los españoles. Esta vez no se anduvieron con rodeos. Mantuvieron a los delegados aislados, los llevaron a ver una exhibición de armamento —el comodoro Harwood, tras ver la precisión de la bomba, dijo que esas armas podrían enviar a la Royal Navy al fondo en unas horas— y loe mantuvieron aislados en un pequeño hotel. Solo ahora les permitieron volver a la capital. Dijeron que la antigua embajada británica había desaparecido, y en su lugar les cedieron la de un país que aun no existía, situada en la Ciudad Lineal. Asimismo impusieron restricciones durísimas: no se les permitiría moverse solos por la capital, no podrían comprar nada, no tendrían acceso a la prensa española, y cualquier violación de estas reglas implicaría la expulsión inmediata y la ruptura de relaciones, con todo lo que eso significaba. Muestra de lo impresionado que había quedado Churchill por la exhibición aérea fue que aceptó las draconianas condiciones que iba a tener que sufrir la legación británica.
En su primera reunión con el subsecretario de Exteriores Hoare presentó una protesta por la violación de la inmunidad diplomática. El español —Díaz dijo llamarse— escuchó al inglés sin perturbarse, para luego responderle que la embajada inglesa estaba siendo sometida a las mismas condiciones que la que soportaban en Moscú sin que hubiesen rechistado. También le indicó que las legaciones de otros países estaban sometidas al mismo régimen, y que a algunas potencias, como Alemania y Japón, ni siquiera se les había permitido reabrir sus sedes. Además la ayuda médica enviada por España estaba salvando decenas de vidas cada día. Pero si al embajador le disgustaban las condiciones alas que tenía que atenerse, era muy libre de abandonar Madrid. Claro que en ese caso se suspenderían inmediatamente las relaciones entre ambos países, y España atendería únicamente a sus intereses.
Igual que el establecimiento de relaciones amistosas con Estados Unidos había supuesto un duro debate en el gobierno, había ocurrido lo mismo respecto a Inglaterra, pero con los papeles invertidos. La misma izquierda que consideraba a Estados Unidos como modelo del capitalismo rapaz cerraba los ojos ante el gran imperio colonial inglés, pues en el gabinete de Churchill había laboristas. Hubo que recordar que Inglaterra tampoco había movido un dedo para derrocar a Franco, pues todos sus intereses estuvieron destinados a mantener sus colonias. El ala derecha del gobierno, aunque era tan antinazi como la que más, recordó que Inglaterra había ido a la guerra no por idealismo sino por salvaguardar sus propios intereses —que eran evitar que hubiese potencias continentales fuertes— y que la retención de Gibraltar era una ofensa imperdonable.
Díaz indicó a Hoare cuál era la postura española. Los dos países eran aliados naturales contra los nazis, pero que la úlcera de Gibraltar imposibilitaba cualquier relación amistosa. Hoare replicó que España estaba presionando a Inglaterra en un momento de crisis y que esa actitud no sería olvidada; Díaz repuso que Inglaterra había hecho eso, precisamente, cuando España tenía problemas, y había aprovechado los momentos de debilidad de España primero para carcomer su Imperio —incluso cuando eran supuestamente aliados, como en 1810— y para ampliar Gibraltar.
Hoare volvió a la carga diciendo que España e Inglaterra debían permanecer unidas ante los nazis y los fascistas, y que sus contactos con los italianos —de los que Londres había tenido noticias, según, el embajador, por sus espías, aunque Díaz sabía cuál era el medio real— eran un acto hostil. El español contestó que España no necesitaba ayuda para derrotar a Hitler. Si Inglaterra quería unírsele, bienvenida sería. Pero no era necesaria. Respecto a lo del petróleo libio, Díaz sugirió a Hoare que tal vez Italia no fuese capaz de conservar su colonia africana, y que los beneficiarios del petróleo libio tal vez fuesen otros.
Hoare iba a seguir replicando, pero Díaz le planteó la exigencia de su gobierno. El reino Unido tenía que elegir entre la amistad o la rivalidad con España. Si prefería la rivalidad, España se iba a acoger estrictamente a las cláusulas del Tratado de Utrech. Quedaría prohibida cualquier relación entre la colonia y el territorio español. La zona neutral volvería a ser neutral y, aunque España no tomaría medidas militares para expulsar a los ingleses de ella, tendería barreras de globos que impedirían el empleo del aeropuerto. Ya que según el Tratado no se reconocían a la colonia aguas territoriales, España procedería a internar a cualquier barco de la Royal Navy que amarrase fuera del puerto militar, y que los civiles serían remolcados a Algeciras e inspeccionados por si llevaban contrabando de guerra. Ante la protesta de Hoare, Díaz señaló que no sería sino la misma medida que Inglaterra imponía con sus Navycerts. Además el español también indicó que al no tener derechos la colonia sobre las aguas que la rodeaban, cualquier intento de ampliación de la pista implicaría una respuesta militar, y lo mismo ocurriría si se tomaba alguna medida contra los globos barrera. También procedería a declarar zona neutral al Estrecho de Gibraltar y prohibir la navegación de buques de guerra, de cualquier bandera, por esas aguas. Cuando Hoare señaló que eso podía significar la guerra, Díaz le preguntó si su país estaba preparado para enfrentarse con España.
Por el contrario, señaló Díaz, si Londres prefería la amistad con Madrid, Londres solo tendría que hacer un gesto: ceder la colonia. No por ello la perdería definitivamente porque España admitiría su empleo como base aeronaval de uso conjunto durante cincuenta años. También permitiría la vuelta de los gibraltareños, a los que se les ofrecería una amplia autonomía y la doble nacionalidad. Asimismo España asistiría a Inglaterra en su lucha contra Hitler: aunque inicialmente no abandonaría la neutralidad, estaba dispuesta a permitir que barcos de bandera española transportasen algunas de las mercancías que se precisaban en la metrópoli. Hasta se podría llegar a un acuerdo por el que se abanderasen cierto número de mercantes en España. Díaz señaló que España no aceptaba las declaraciones de zona de guerra de ninguno de los bandos, y defendería los barcos españoles —o con bandera española— en todo su trayecto salvo en aguas territoriales; ni siquiera iba a permitir la inspección de sus buques.
Para Hoare estaba claro. Era el palo o la zanahoria. Una zanahoria envenenada, porque si se aceptaba significaría que España se convertiría en una potencia del transporte marítimo. Pero la alternativa podía significar perder la guerra y el Imperio. Iba a ser preciso que Londres eligiese. Porque el plazo era corto: Díaz había señalado que España no admitiría dilaciones. Si antes de quince días no se había producido la cesión de Gibraltar, se consideraría que Churchill rechazaba la oferta.
Las relaciones entre Inglaterra y la nueva España habían sido tensas desde un primer momento. Varios incidentes armados habían demostrado a la Royal Navy que España ya no era una potencia de tercera, y hasta se habían permitido entregar en Gibraltar una nota que era casi un ultimátum. Una delegación española se había desplazado a Inglaterra donde había mantenido una reunión con Churchill en términos como poco tensos. El Premier —rival político de Hoare, que lo había enviado a Madrid para quitárselo de encima— había intentado hacer valer sus buenas maneras y su simpatía ante los españoles. Pero estos no se dejaron engatusar y exigieron de buenas a primeras la devolución de Gibraltar. Churchill, lógicamente, se había negado —se trataba de una cuestión innegociable— y había cometido la torpeza de amenazar a España con el bloqueo marítimo.
La respuesta española, aunque no violenta, había sido contundente. Los españoles habían abandonado Inglaterra en su aeronave futurista, pero horas después varios de sus aviones de combate con formas de tiburón habían hecho pasadas sobre las bases navales inglesas de Portsmouth y Plymouth. Los técnicos de radar no daban crédito a lo que decían sus instrumentos: ¡volaban a más de setecientas millas por hora! Pero bruscamente los radares ingleses quedaron ciegos: los aparatos españoles, de alguna forma, habían conseguido anular toda la red de defensa. Los cazas españoles se retiraron, pero el apagón electrónico se mantuvo de manera intermitente durante varias horas, al parecer producido por un gran avión que se mantenía alejado y a gran altura. Un intento de intercepción fracasó: los Spitfire no pudieron ni encontrar al intruso, pues sus comunicaciones por radio no funcionaban.
Cuando la misión en Lisboa recibió la invitación para que el Reino Unido enviase una delegación diplomática y militar a España, Churchill ya no se hizo rogar. Samuel Hoare recibió de nuevo la difícil encomienda y tuvo que lidiar con los españoles. Esta vez no se anduvieron con rodeos. Mantuvieron a los delegados aislados, los llevaron a ver una exhibición de armamento —el comodoro Harwood, tras ver la precisión de la bomba, dijo que esas armas podrían enviar a la Royal Navy al fondo en unas horas— y loe mantuvieron aislados en un pequeño hotel. Solo ahora les permitieron volver a la capital. Dijeron que la antigua embajada británica había desaparecido, y en su lugar les cedieron la de un país que aun no existía, situada en la Ciudad Lineal. Asimismo impusieron restricciones durísimas: no se les permitiría moverse solos por la capital, no podrían comprar nada, no tendrían acceso a la prensa española, y cualquier violación de estas reglas implicaría la expulsión inmediata y la ruptura de relaciones, con todo lo que eso significaba. Muestra de lo impresionado que había quedado Churchill por la exhibición aérea fue que aceptó las draconianas condiciones que iba a tener que sufrir la legación británica.
En su primera reunión con el subsecretario de Exteriores Hoare presentó una protesta por la violación de la inmunidad diplomática. El español —Díaz dijo llamarse— escuchó al inglés sin perturbarse, para luego responderle que la embajada inglesa estaba siendo sometida a las mismas condiciones que la que soportaban en Moscú sin que hubiesen rechistado. También le indicó que las legaciones de otros países estaban sometidas al mismo régimen, y que a algunas potencias, como Alemania y Japón, ni siquiera se les había permitido reabrir sus sedes. Además la ayuda médica enviada por España estaba salvando decenas de vidas cada día. Pero si al embajador le disgustaban las condiciones alas que tenía que atenerse, era muy libre de abandonar Madrid. Claro que en ese caso se suspenderían inmediatamente las relaciones entre ambos países, y España atendería únicamente a sus intereses.
Igual que el establecimiento de relaciones amistosas con Estados Unidos había supuesto un duro debate en el gobierno, había ocurrido lo mismo respecto a Inglaterra, pero con los papeles invertidos. La misma izquierda que consideraba a Estados Unidos como modelo del capitalismo rapaz cerraba los ojos ante el gran imperio colonial inglés, pues en el gabinete de Churchill había laboristas. Hubo que recordar que Inglaterra tampoco había movido un dedo para derrocar a Franco, pues todos sus intereses estuvieron destinados a mantener sus colonias. El ala derecha del gobierno, aunque era tan antinazi como la que más, recordó que Inglaterra había ido a la guerra no por idealismo sino por salvaguardar sus propios intereses —que eran evitar que hubiese potencias continentales fuertes— y que la retención de Gibraltar era una ofensa imperdonable.
Díaz indicó a Hoare cuál era la postura española. Los dos países eran aliados naturales contra los nazis, pero que la úlcera de Gibraltar imposibilitaba cualquier relación amistosa. Hoare replicó que España estaba presionando a Inglaterra en un momento de crisis y que esa actitud no sería olvidada; Díaz repuso que Inglaterra había hecho eso, precisamente, cuando España tenía problemas, y había aprovechado los momentos de debilidad de España primero para carcomer su Imperio —incluso cuando eran supuestamente aliados, como en 1810— y para ampliar Gibraltar.
Hoare volvió a la carga diciendo que España e Inglaterra debían permanecer unidas ante los nazis y los fascistas, y que sus contactos con los italianos —de los que Londres había tenido noticias, según, el embajador, por sus espías, aunque Díaz sabía cuál era el medio real— eran un acto hostil. El español contestó que España no necesitaba ayuda para derrotar a Hitler. Si Inglaterra quería unírsele, bienvenida sería. Pero no era necesaria. Respecto a lo del petróleo libio, Díaz sugirió a Hoare que tal vez Italia no fuese capaz de conservar su colonia africana, y que los beneficiarios del petróleo libio tal vez fuesen otros.
Hoare iba a seguir replicando, pero Díaz le planteó la exigencia de su gobierno. El reino Unido tenía que elegir entre la amistad o la rivalidad con España. Si prefería la rivalidad, España se iba a acoger estrictamente a las cláusulas del Tratado de Utrech. Quedaría prohibida cualquier relación entre la colonia y el territorio español. La zona neutral volvería a ser neutral y, aunque España no tomaría medidas militares para expulsar a los ingleses de ella, tendería barreras de globos que impedirían el empleo del aeropuerto. Ya que según el Tratado no se reconocían a la colonia aguas territoriales, España procedería a internar a cualquier barco de la Royal Navy que amarrase fuera del puerto militar, y que los civiles serían remolcados a Algeciras e inspeccionados por si llevaban contrabando de guerra. Ante la protesta de Hoare, Díaz señaló que no sería sino la misma medida que Inglaterra imponía con sus Navycerts. Además el español también indicó que al no tener derechos la colonia sobre las aguas que la rodeaban, cualquier intento de ampliación de la pista implicaría una respuesta militar, y lo mismo ocurriría si se tomaba alguna medida contra los globos barrera. También procedería a declarar zona neutral al Estrecho de Gibraltar y prohibir la navegación de buques de guerra, de cualquier bandera, por esas aguas. Cuando Hoare señaló que eso podía significar la guerra, Díaz le preguntó si su país estaba preparado para enfrentarse con España.
Por el contrario, señaló Díaz, si Londres prefería la amistad con Madrid, Londres solo tendría que hacer un gesto: ceder la colonia. No por ello la perdería definitivamente porque España admitiría su empleo como base aeronaval de uso conjunto durante cincuenta años. También permitiría la vuelta de los gibraltareños, a los que se les ofrecería una amplia autonomía y la doble nacionalidad. Asimismo España asistiría a Inglaterra en su lucha contra Hitler: aunque inicialmente no abandonaría la neutralidad, estaba dispuesta a permitir que barcos de bandera española transportasen algunas de las mercancías que se precisaban en la metrópoli. Hasta se podría llegar a un acuerdo por el que se abanderasen cierto número de mercantes en España. Díaz señaló que España no aceptaba las declaraciones de zona de guerra de ninguno de los bandos, y defendería los barcos españoles —o con bandera española— en todo su trayecto salvo en aguas territoriales; ni siquiera iba a permitir la inspección de sus buques.
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Tu regere imperio fluctus Hispane memento
- tercioidiaquez
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“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
- Urbano Calleja
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- Registrado: 14 Ago 2009, 16:52
- Ubicación: Ganándome las habichuelas en algun lugar del centro de europa...
LA FRACTURA
Madrid, Palacio de la Moncloa
- Así pues hemos ofrecido la posibilidad de cesiones de material bélico y electrónico a Estados Unidos, algo que estamos incluso considerando extender al Reino Unido, México y Venezuela
- Y no será eso peligroso? Quiero decir...ceder materiales avanzados a Estados Unidos es jugarnos un problema a futuro. Su capacidad industrial es impresionante aun a medio gas (algo que se multiplicara cuando entren en guerra) y son capaces de sobrepasar nuestra producción de forma sobrada. No nos exponemos a crearnos un enemigo a medio plazo?
- Entiendo el riesgo, pero lo que no nos hemos comprometido es a unas condiciones en concreto...
- Que quiere decir subsecretario Díaz?
- Nadie dice que vayamos a cederles la tecnología gratis, ni que vayan a poder hacer uso gratuito de la misma
- No le entiendo...me temo
- Vera, digamos que decidimos que clases de tecnologías vamos a ceder: supongamos un par de reactores de finales de los cuarenta, un par de modelos de sistemas electrónicos basados en transistores de diseño de los cincuenta.
Como lo haremos? Nuestra idea es ceder el diseño y el uso de su patente a una empresa que lo explote. Esa empresa debe crear una filial en Estados Unidos (seria positivo hacerlo con un socio local), puede cotizar en bolsa y financiar la aventura con fondos ingresados vía salida a bolsa, y con fondos invertidos desde Europa. Eso nos permite comprar esa tecnología cuando se considere necesario o interesante, controlar su exportación a terceros países empleando la capacidad industrial americana, y evidentemente, la Hacienda Pública ingresara royalties por el uso de las patentes que dichas empresas hagan.
Esto aplica a su vez a otros países...aunque el mayor interés en este momento seria los Estados Unidos por su capacidad industrial.
- Entiendo...quedara la aprobación de estas cesiones sujeta a control parlamentario?
- Es posible, pero podría complicar de forma radical gestionarlo. Tal vez en una comisión especifica...habría que discutir los detalles
- Es algo que podríamos estudiar...
- Así pues hemos ofrecido la posibilidad de cesiones de material bélico y electrónico a Estados Unidos, algo que estamos incluso considerando extender al Reino Unido, México y Venezuela
- Y no será eso peligroso? Quiero decir...ceder materiales avanzados a Estados Unidos es jugarnos un problema a futuro. Su capacidad industrial es impresionante aun a medio gas (algo que se multiplicara cuando entren en guerra) y son capaces de sobrepasar nuestra producción de forma sobrada. No nos exponemos a crearnos un enemigo a medio plazo?
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Como lo haremos? Nuestra idea es ceder el diseño y el uso de su patente a una empresa que lo explote. Esa empresa debe crear una filial en Estados Unidos (seria positivo hacerlo con un socio local), puede cotizar en bolsa y financiar la aventura con fondos ingresados vía salida a bolsa, y con fondos invertidos desde Europa. Eso nos permite comprar esa tecnología cuando se considere necesario o interesante, controlar su exportación a terceros países empleando la capacidad industrial americana, y evidentemente, la Hacienda Pública ingresara royalties por el uso de las patentes que dichas empresas hagan.
Esto aplica a su vez a otros países...aunque el mayor interés en este momento seria los Estados Unidos por su capacidad industrial.
- Entiendo...quedara la aprobación de estas cesiones sujeta a control parlamentario?
- Es posible, pero podría complicar de forma radical gestionarlo. Tal vez en una comisión especifica...habría que discutir los detalles
- Es algo que podríamos estudiar...
"Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil que un malvado". Arturo Pérez-Reverte
- Urbano Calleja
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LA FRACTURA
CASA, Madrid
El Águila tomaba forma. Tras el diseño de concepto inicial, los planos empezaban a tomar forma alrededor de los cinco bloques de construcción.
La piedra angular del gran pájaro era su caja central, una pieza hecha a base de aluminio y fibra de carbono que alojaba el pozo de la bodega, los anclajes de las alas y la conexión a la sección frontal del fuselaje y el puro de cola. Una pieza ligera, rígida y resistente.
La sección frontal del fuselaje era una pieza monocasco de aluminio donde se incluía la célula de seguridad que era la cabina, el compartimento delantero donde se montarían el pod designador y las ametralladoras. La célula de seguridad estaba delimitada por un unas placas de Kevlar de protección y unos mamparos de ilumino que separaban la oficina del resto de compartimentos.
Las alas estaban fabricadas de aluminio y acero de alta resistencia. Eran de una sola pieza que iba unida a la caja central, y disponían de conexiones para el montaje de las góndolas donde los motores, los trenes y los equipos eléctricos iban dispuestos.
El puro de cola seria tambien de alumino, teniendo incluida la cola. Las superficies de control y hipersustentación tanto en cola como ala eran de fibra de carbono o compuestas de fibra de carbono y acero.
Cada una de las secciones estaba pensada para ser producida por subcontratistas, como deseaba el MinDef: la caja central estaba destinada a Aernnova, empresa líder en fabricación de piezas de fibras de carbono, las alas a empresas cercanas a CASA con las que habían trabajado antes en otros modelos, el fuselaje frontal se fabricaría de inicio en CASA, aunque se consideraba sacarla a concurso a un proveedor externo a fin de poder habilitar espacio para otros proyectos, y el fuselaje trasero se realizaría en Gamesa que había alcanzado un acuerdo para fabricar componentes con CASA habida cuenta que su actividad en aerogeneradores iba a verse impactada de forma significativa.
Las conversaciones con las empresas proveedoras iban a empezar, a la vez que con la planta madrileña de PSA (ahora llamada León) a la que se pensaba encargar un año después de la entrada en producción en serie de hacerse cargo de la sección del fuselaje frontal y el montaje final. Aun faltaba un mes para poder cerrar el diseño y oficialmente comenzar con la preparación de los primeros prototipos, pero las cosas iban quedando más claras, y eso liberaría recursos que CASA necesitaba para acometer el siguiente proyecto encargado por el MinDef: la nueva versión del C-101 que supondría con el F-5 la segunda oleada de reactores de combate de la industria española.
El Águila tomaba forma. Tras el diseño de concepto inicial, los planos empezaban a tomar forma alrededor de los cinco bloques de construcción.
La piedra angular del gran pájaro era su caja central, una pieza hecha a base de aluminio y fibra de carbono que alojaba el pozo de la bodega, los anclajes de las alas y la conexión a la sección frontal del fuselaje y el puro de cola. Una pieza ligera, rígida y resistente.
La sección frontal del fuselaje era una pieza monocasco de aluminio donde se incluía la célula de seguridad que era la cabina, el compartimento delantero donde se montarían el pod designador y las ametralladoras. La célula de seguridad estaba delimitada por un unas placas de Kevlar de protección y unos mamparos de ilumino que separaban la oficina del resto de compartimentos.
Las alas estaban fabricadas de aluminio y acero de alta resistencia. Eran de una sola pieza que iba unida a la caja central, y disponían de conexiones para el montaje de las góndolas donde los motores, los trenes y los equipos eléctricos iban dispuestos.
El puro de cola seria tambien de alumino, teniendo incluida la cola. Las superficies de control y hipersustentación tanto en cola como ala eran de fibra de carbono o compuestas de fibra de carbono y acero.
Cada una de las secciones estaba pensada para ser producida por subcontratistas, como deseaba el MinDef: la caja central estaba destinada a Aernnova, empresa líder en fabricación de piezas de fibras de carbono, las alas a empresas cercanas a CASA con las que habían trabajado antes en otros modelos, el fuselaje frontal se fabricaría de inicio en CASA, aunque se consideraba sacarla a concurso a un proveedor externo a fin de poder habilitar espacio para otros proyectos, y el fuselaje trasero se realizaría en Gamesa que había alcanzado un acuerdo para fabricar componentes con CASA habida cuenta que su actividad en aerogeneradores iba a verse impactada de forma significativa.
Las conversaciones con las empresas proveedoras iban a empezar, a la vez que con la planta madrileña de PSA (ahora llamada León) a la que se pensaba encargar un año después de la entrada en producción en serie de hacerse cargo de la sección del fuselaje frontal y el montaje final. Aun faltaba un mes para poder cerrar el diseño y oficialmente comenzar con la preparación de los primeros prototipos, pero las cosas iban quedando más claras, y eso liberaría recursos que CASA necesitaba para acometer el siguiente proyecto encargado por el MinDef: la nueva versión del C-101 que supondría con el F-5 la segunda oleada de reactores de combate de la industria española.
"Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil que un malvado". Arturo Pérez-Reverte
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LA FRACTURA
A los doce meses justos tras la Fractura la fragata F-121 Bernardo de Gálvez, antiguo DD-434 Meredith, era entregada a la Armada Española. El Gálvez, primera unidad de su clase, guardaba ya muy poco parecido con sus primos de la clase Livermore pues había sufrido más que una conversión una completa transformación.
El destructor había sido entregado, aun sin finalizar, como parte de los acuerdos de Santa Cruz. Aunque la US Navy había intentado impedir la entrega de varios de sus destructores más modernos por todos los medios, incluyendo las presiones políticas, el reelegido presidente Roosevelt reconocía su deuda hacia España —cuya ayuda médica había tenido un gran impacto en la opinión norteamericana– había dado una orden tajante. También había almirantes que deseaban ver qué era lo que España iba a hacer con esos pequeños destructores.
Entre la urgencia de la conversión, as dificultades experimentadas en la reproducción de los sistemas electrónicos y de armas, y las limitaciones de los barcos —que ya en origen tenían escaso margen de estabilidad— las opciones habían sido muy limitadas. Tras una inspección de los buques, entregados sin finalizar —el Meredith había llegado sin el armamento y las superestructuras a medio construir—, se optó por una transformación inspirada en parte en la de los destructores Álava y en parte en las corbetas de la clase Descubierta. Se desmontó una caldera para aumentar el espacio interior —originariamente muy limitado, y que iba a ser aun menor tras la instalación de los nuevos equipos—. El armamento era parecido al de las Descubierta aunque de menor capacidad: un cañón automático SBB de 76 mm, que era una copia, con escasos cambios, del Oto Melara de amplio uso en la Armada. Dos montajes Milenio con un cañón revólver de 35 mm, y un lanzamisiles Rezón, que era la versión naval del Banderilla: un misil de guiado por IIR con un alcance de 3.000 m y un techo máximo de 1.500; muy limitado, especialmente contra bombarderos en picado, pero letal para los torpederos. El Gálvez llevaba como armamento antisubmarino un lanzacohetes antisubmarino doble de 375 mm, y varaderos para torpedos T-1C (desarrollo del Mk 37 corto, con electrónica de estado sólido). También tenía una pequeña pista desde la que podían operar helicópteros teledirigidos. Se preveía instalar más adelante el misil antibuque Arpón, pero el desarrollo del arma se estaba retrasando, y otras unidades tenían prioridad para recibirlos.
El equipo electrónico era equivalente al de las Descubierta, e incluía radares aéreos, de superficie, de navegación y de dirección de tiro. Disponía de un sónar de casco de media frecuencia que permitía detectar submarinos a más de 3.000 m y dirigir el fuego de los cohetes antisubmarinos. Por desgracia, aun no se había instalado un datalink que les permitiese cooperar con las unidades mayores de la Armada; pero era urgente finalizarla.
El aspecto no recordaba ni a los Livermore ni a las Descubierta, sino que se parecía a una F-100 en miniatura. Se había disminuido la señal radar retirando elementos típicos de la época como las barandillas, grúas, etcétera, y en su lugar una superestructura de líneas oblicuas hacía que la Gálvez fuese casi indetectable para los primitivos radares de la época. Se había evitado el uso de aleaciones ligeras, aunque para ello fue preciso añadir lastre; ente el aumento de calado y la retirada de la caldera la velocidad había disminuido a 31 nudos; más que suficiente para la misión de escolta que iba a tener asignada.
Con todo, ningún marino español se llamaba a engaño. Las Gálvez, así como las otras quince que estaban siendo finalizadas pues el pedido original se había duplicado— no eran sino una medida de emergencia, y probablemente serían cedidas a las marinas de las naciones amigas iberoamericanas en un plazo muy corto. Pero permitirían aumentar el número de escoltas rápidamente, en un momento en el que eran muy necesarios.
En un muelle cercano estaba el Ericsson, que iba a ser devuelto a la US Navy en breve. Presentaba algunas diferencias con los Gálvez: por insistencia de los norteamericanos, conservaba dos de los cañones de 127 mm (a proa y a popa) y un montaje lanzatorpedos, y tampoco se había modificado la propulsión; como armamento secundario llevaba dos montajes dobles de 35 mm. Tampoco montaba misiles. Lo mejor, con todo, era el equipo electrónico: similar al de los Gálvez pero sin la capacidad de procesamiento que daba la electrónica moderna; aun así era equivalente a la de los barcos norteamericanos de los sesenta —de la antigua línea temporal— y multiplicaba la eficacia del resto de la flota.
El destructor había sido entregado, aun sin finalizar, como parte de los acuerdos de Santa Cruz. Aunque la US Navy había intentado impedir la entrega de varios de sus destructores más modernos por todos los medios, incluyendo las presiones políticas, el reelegido presidente Roosevelt reconocía su deuda hacia España —cuya ayuda médica había tenido un gran impacto en la opinión norteamericana– había dado una orden tajante. También había almirantes que deseaban ver qué era lo que España iba a hacer con esos pequeños destructores.
Entre la urgencia de la conversión, as dificultades experimentadas en la reproducción de los sistemas electrónicos y de armas, y las limitaciones de los barcos —que ya en origen tenían escaso margen de estabilidad— las opciones habían sido muy limitadas. Tras una inspección de los buques, entregados sin finalizar —el Meredith había llegado sin el armamento y las superestructuras a medio construir—, se optó por una transformación inspirada en parte en la de los destructores Álava y en parte en las corbetas de la clase Descubierta. Se desmontó una caldera para aumentar el espacio interior —originariamente muy limitado, y que iba a ser aun menor tras la instalación de los nuevos equipos—. El armamento era parecido al de las Descubierta aunque de menor capacidad: un cañón automático SBB de 76 mm, que era una copia, con escasos cambios, del Oto Melara de amplio uso en la Armada. Dos montajes Milenio con un cañón revólver de 35 mm, y un lanzamisiles Rezón, que era la versión naval del Banderilla: un misil de guiado por IIR con un alcance de 3.000 m y un techo máximo de 1.500; muy limitado, especialmente contra bombarderos en picado, pero letal para los torpederos. El Gálvez llevaba como armamento antisubmarino un lanzacohetes antisubmarino doble de 375 mm, y varaderos para torpedos T-1C (desarrollo del Mk 37 corto, con electrónica de estado sólido). También tenía una pequeña pista desde la que podían operar helicópteros teledirigidos. Se preveía instalar más adelante el misil antibuque Arpón, pero el desarrollo del arma se estaba retrasando, y otras unidades tenían prioridad para recibirlos.
El equipo electrónico era equivalente al de las Descubierta, e incluía radares aéreos, de superficie, de navegación y de dirección de tiro. Disponía de un sónar de casco de media frecuencia que permitía detectar submarinos a más de 3.000 m y dirigir el fuego de los cohetes antisubmarinos. Por desgracia, aun no se había instalado un datalink que les permitiese cooperar con las unidades mayores de la Armada; pero era urgente finalizarla.
El aspecto no recordaba ni a los Livermore ni a las Descubierta, sino que se parecía a una F-100 en miniatura. Se había disminuido la señal radar retirando elementos típicos de la época como las barandillas, grúas, etcétera, y en su lugar una superestructura de líneas oblicuas hacía que la Gálvez fuese casi indetectable para los primitivos radares de la época. Se había evitado el uso de aleaciones ligeras, aunque para ello fue preciso añadir lastre; ente el aumento de calado y la retirada de la caldera la velocidad había disminuido a 31 nudos; más que suficiente para la misión de escolta que iba a tener asignada.
Con todo, ningún marino español se llamaba a engaño. Las Gálvez, así como las otras quince que estaban siendo finalizadas pues el pedido original se había duplicado— no eran sino una medida de emergencia, y probablemente serían cedidas a las marinas de las naciones amigas iberoamericanas en un plazo muy corto. Pero permitirían aumentar el número de escoltas rápidamente, en un momento en el que eran muy necesarios.
En un muelle cercano estaba el Ericsson, que iba a ser devuelto a la US Navy en breve. Presentaba algunas diferencias con los Gálvez: por insistencia de los norteamericanos, conservaba dos de los cañones de 127 mm (a proa y a popa) y un montaje lanzatorpedos, y tampoco se había modificado la propulsión; como armamento secundario llevaba dos montajes dobles de 35 mm. Tampoco montaba misiles. Lo mejor, con todo, era el equipo electrónico: similar al de los Gálvez pero sin la capacidad de procesamiento que daba la electrónica moderna; aun así era equivalente a la de los barcos norteamericanos de los sesenta —de la antigua línea temporal— y multiplicaba la eficacia del resto de la flota.
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LA FRACTURA
El general Lear presidía la delegación que observaba con interés las cinco armas que la industria armamentística española ofrecía al ejército norteamericano.
Todas eran impresionantes y estaban mucho más allá de cualquier cosa que tuviese el US Army. La más sencilla de todas, la ASTAR Z-84, era un subfusil como los que los alemanes habían puesto de moda por toda Europa, pero mucho más compacto y ligero, podía manejarse con una sola mano, y además era increíblemente resistente: una unidad había sido metida en un balde con agua, luego revolcada por la arena, y había seguido disparando. El inconveniente era que el Z-84 usaba un cartucho de uso común en Europa pero no en Estados Unidos. Podía ser adaptado para utilizar el potente 45 ACP, pero significaría un notorio aumento de peso y dimensiones. Los españoles recomendaron que se mantuviese el calibre original, y destinar el subfusil para las tropas especializadas, en lugar de fabricar la mucho menos eficiente carabina M1.
El fusil de asalto —así lo habían llamado los españoles— CETME C era un arma similar al fusil de infantería Garand M1, pero más compacto, con un diseño muy moderno, que recordaba al de un subfusil al llevar empuñadura de pistola y un gran cargador, y tenía una característica de la que el M1 carecía: podía hacer fuego automático. Esa arma podía sustituir con ventaja a fusiles o subfusiles, multiplicando la potencia de fuego de la infantería.
La ametralladora CETME MG3 era casi igual a la alemana MG34, pero diseñada para facilitar su producción en serie, disminuir la cadencia de tiro, excesiva en el arma alemana, lo que la desestabilizada y aumentaba el gasto de munición. Podía usarse tanto con bípode, sustituyendo a los fusiles ametralladores como el BAR, o con trípode. Era mucho más ligera que las Browning M1919 lo que facilitaba su despliegue. Tanto la ametralladora como el fusil usaban un cartucho muy similar al empleado por el ejército y resultaría fácil su conversión.
La siguiente era un lanzacohetes antitanque portátil, el Instalaza C-90. Curiosamente se trataba de un arma desechable, y solo la mira y la empuñadura se reutilizaban —Lear no sabía que se estaba enseñando una versión con solo mira óptica, sin calculador—. Era pequeño, ligero, pero con características impresionantes: podía atravesar de lado a lado cualquier tanque; incluso podía atravesar la plancha de un acorazado. De hecho, en el blanco se había puesto una placa de 203 mm, de las producidas para cruceros pesados, y el arma la había atravesado limpiamente.
La última era un cañón antitanque, pero de diseño completamente diferente a los existentes. Recordaba a los cañones Davis ingleses de la anterior guerra, con una recámara con unas pequeñas toberas. Al disparar salía un enorme rebufo —un serio inconveniente táctico— pero se compensaba con su ligereza, pues pesaba menos que el cañón antitanque estándar de 37 mm, y sobre todo con su potencia: disparaba proyectiles de 105 mm, los mismos que la artillería de campaña, y tenía un alcance de más de mil metros.
Los nuevos equipos resultaban enormemente atractivos. Seguramente los armeros norteamericanos podrían desarrollar otros similares, aunque fuese partiendo del fusil M1, pero costaría mucho tiempo, mientras que las armas españolas estaban preparadas para que su producción se iniciase inmediatamente. Desde luego, a la industria armamentística norteamericana no le agradaría. Pero los españoles no estaban pensando en vender armas directamente a Estados Unidos, sino en licenciar su producción. Recibirían a cambio una suculenta comisión, pero más caro resultaría diseñar equipos similares. Lear iba a recomendar su adquisición.
Luego pasaría a inspeccionar otro de esos equipos increíbles: un radioteléfono de campaña portátil que no podía ser interferido. Más allá esperaba un cañón antiaéreo automático con una pinta excelente. Lear se sentía como en el País de las Maravillas.
Todas eran impresionantes y estaban mucho más allá de cualquier cosa que tuviese el US Army. La más sencilla de todas, la ASTAR Z-84, era un subfusil como los que los alemanes habían puesto de moda por toda Europa, pero mucho más compacto y ligero, podía manejarse con una sola mano, y además era increíblemente resistente: una unidad había sido metida en un balde con agua, luego revolcada por la arena, y había seguido disparando. El inconveniente era que el Z-84 usaba un cartucho de uso común en Europa pero no en Estados Unidos. Podía ser adaptado para utilizar el potente 45 ACP, pero significaría un notorio aumento de peso y dimensiones. Los españoles recomendaron que se mantuviese el calibre original, y destinar el subfusil para las tropas especializadas, en lugar de fabricar la mucho menos eficiente carabina M1.
El fusil de asalto —así lo habían llamado los españoles— CETME C era un arma similar al fusil de infantería Garand M1, pero más compacto, con un diseño muy moderno, que recordaba al de un subfusil al llevar empuñadura de pistola y un gran cargador, y tenía una característica de la que el M1 carecía: podía hacer fuego automático. Esa arma podía sustituir con ventaja a fusiles o subfusiles, multiplicando la potencia de fuego de la infantería.
La ametralladora CETME MG3 era casi igual a la alemana MG34, pero diseñada para facilitar su producción en serie, disminuir la cadencia de tiro, excesiva en el arma alemana, lo que la desestabilizada y aumentaba el gasto de munición. Podía usarse tanto con bípode, sustituyendo a los fusiles ametralladores como el BAR, o con trípode. Era mucho más ligera que las Browning M1919 lo que facilitaba su despliegue. Tanto la ametralladora como el fusil usaban un cartucho muy similar al empleado por el ejército y resultaría fácil su conversión.
La siguiente era un lanzacohetes antitanque portátil, el Instalaza C-90. Curiosamente se trataba de un arma desechable, y solo la mira y la empuñadura se reutilizaban —Lear no sabía que se estaba enseñando una versión con solo mira óptica, sin calculador—. Era pequeño, ligero, pero con características impresionantes: podía atravesar de lado a lado cualquier tanque; incluso podía atravesar la plancha de un acorazado. De hecho, en el blanco se había puesto una placa de 203 mm, de las producidas para cruceros pesados, y el arma la había atravesado limpiamente.
La última era un cañón antitanque, pero de diseño completamente diferente a los existentes. Recordaba a los cañones Davis ingleses de la anterior guerra, con una recámara con unas pequeñas toberas. Al disparar salía un enorme rebufo —un serio inconveniente táctico— pero se compensaba con su ligereza, pues pesaba menos que el cañón antitanque estándar de 37 mm, y sobre todo con su potencia: disparaba proyectiles de 105 mm, los mismos que la artillería de campaña, y tenía un alcance de más de mil metros.
Los nuevos equipos resultaban enormemente atractivos. Seguramente los armeros norteamericanos podrían desarrollar otros similares, aunque fuese partiendo del fusil M1, pero costaría mucho tiempo, mientras que las armas españolas estaban preparadas para que su producción se iniciase inmediatamente. Desde luego, a la industria armamentística norteamericana no le agradaría. Pero los españoles no estaban pensando en vender armas directamente a Estados Unidos, sino en licenciar su producción. Recibirían a cambio una suculenta comisión, pero más caro resultaría diseñar equipos similares. Lear iba a recomendar su adquisición.
Luego pasaría a inspeccionar otro de esos equipos increíbles: un radioteléfono de campaña portátil que no podía ser interferido. Más allá esperaba un cañón antiaéreo automático con una pinta excelente. Lear se sentía como en el País de las Maravillas.
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LA FRACTURA
La catástrofe del Cabo de Ajo
El petrolero Loukas, perteneciente a la compañía Marflet, regresaba de México cargado de petróleo en el que era su noveno viaje pos Fractura, debiendo arribar a Bilbao para descargar en su refinería. El 14 de diciembre la niebla cubría el Cantábrico, y la mala mar convertía el viaje en un pequeño suplicio, o lo hubiese convertido de no ser por las grandes dimensiones del petrolero que le permitían viajar sin problemas. Por desgracia esa misma mala mar debió romper el cable de una mina de orinque, tal vez alemana, que derivo siguiendo la línea de costa española hasta la ruta del petrolero.
En condiciones normarles tal vez el sonar del petrolero hubiese podido alertar de la presencia del objeto, pero por desgracia con la mala mar los ecos se multiplicaban dificultando la labor de la tripulación, y la llegada a Bilbao prevista para menos de una hora después había relajado a la tripulación que no advirtió la presencia de la mina. Serían las seis de la mañana cuando el Loukas choco con la mina a la altura de la aleta de estribor, haciendo explosión causando graves desperfectos en el buque. Lo peor estaba sin embargo por llegar. Tras la explosión la brusca maniobra del petrolero lo dirigió directamente sobre su escolta, la fragata F.83 Numancia, que no tuvo tiempo de esquivar al petrolero.
El petrolero embistió a la Numancia alcanzándola de lleno en su banda de estribor a la altura del puente, penetrando en los camarotes de la tripulación aplastando a muchos de los marineros que dormían allí. El impacto fue tan grande que la Numancia estuvo a un tris de ser partida por la mitad. Desde Bilbao y Santander partieron de inmediato helicópteros de rescate y varios remolcadores, que lucharon con el mar embravecido para llegar hasta el lugar de la colisión y rescatar a hombres y buques. Los primeros en llegar fueron por supuesto los helicópteros, en los que ne las horas siguientes se evacuaron varios heridos en la colisión.
El petrolero pudo ser remolcado esa misma tarde hasta Bilbao, donde descargo su preciada carga y fue internado para realizar reparaciones que se alargarían hasta verano de 1941. Por desgracia la fragata no tendría tanta suerte. Todo su costado se había transformado en un amasijo de hierros retorcidos y había embarcado cientos de toneladas de agua, y como sus compartimentos estancos habían perdido eficacia con la brutal colisión, el agua seguía filtrándose. Durante horas los remolcadores lucharon por salvar a la Numancia, pero antes de anochecer las olas alcanzaron los siete metros de altura, convirtiendo la tarea en un imposible.
Tras muchas horas de lucha finalmente se dio la orden de abandono del buque poco después de anochecer, hundiéndose la fragata en pocos minutos. Cuarenta y cinco hombres habían fallecido durante la colisión.
El petrolero Loukas, perteneciente a la compañía Marflet, regresaba de México cargado de petróleo en el que era su noveno viaje pos Fractura, debiendo arribar a Bilbao para descargar en su refinería. El 14 de diciembre la niebla cubría el Cantábrico, y la mala mar convertía el viaje en un pequeño suplicio, o lo hubiese convertido de no ser por las grandes dimensiones del petrolero que le permitían viajar sin problemas. Por desgracia esa misma mala mar debió romper el cable de una mina de orinque, tal vez alemana, que derivo siguiendo la línea de costa española hasta la ruta del petrolero.
En condiciones normarles tal vez el sonar del petrolero hubiese podido alertar de la presencia del objeto, pero por desgracia con la mala mar los ecos se multiplicaban dificultando la labor de la tripulación, y la llegada a Bilbao prevista para menos de una hora después había relajado a la tripulación que no advirtió la presencia de la mina. Serían las seis de la mañana cuando el Loukas choco con la mina a la altura de la aleta de estribor, haciendo explosión causando graves desperfectos en el buque. Lo peor estaba sin embargo por llegar. Tras la explosión la brusca maniobra del petrolero lo dirigió directamente sobre su escolta, la fragata F.83 Numancia, que no tuvo tiempo de esquivar al petrolero.
El petrolero embistió a la Numancia alcanzándola de lleno en su banda de estribor a la altura del puente, penetrando en los camarotes de la tripulación aplastando a muchos de los marineros que dormían allí. El impacto fue tan grande que la Numancia estuvo a un tris de ser partida por la mitad. Desde Bilbao y Santander partieron de inmediato helicópteros de rescate y varios remolcadores, que lucharon con el mar embravecido para llegar hasta el lugar de la colisión y rescatar a hombres y buques. Los primeros en llegar fueron por supuesto los helicópteros, en los que ne las horas siguientes se evacuaron varios heridos en la colisión.
El petrolero pudo ser remolcado esa misma tarde hasta Bilbao, donde descargo su preciada carga y fue internado para realizar reparaciones que se alargarían hasta verano de 1941. Por desgracia la fragata no tendría tanta suerte. Todo su costado se había transformado en un amasijo de hierros retorcidos y había embarcado cientos de toneladas de agua, y como sus compartimentos estancos habían perdido eficacia con la brutal colisión, el agua seguía filtrándose. Durante horas los remolcadores lucharon por salvar a la Numancia, pero antes de anochecer las olas alcanzaron los siete metros de altura, convirtiendo la tarea en un imposible.
Tras muchas horas de lucha finalmente se dio la orden de abandono del buque poco después de anochecer, hundiéndose la fragata en pocos minutos. Cuarenta y cinco hombres habían fallecido durante la colisión.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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LA FRACTURA
Buques de Patrulla Oceanicos
A solo dos semanas de la Fractura se tubo claro que las necesidades de escoltar praticamente todo el trafico mercante , por lo cual dentro del programa de armamentos urgentes se decidio transformar tres porta contenedores en Buques de Patrulla Oceanicos.
Dicha conversión consistía en construir un hangar así como una plataforma para helicopteros , con capacidad para operar hasta 5 helicopteros. Se instalarian gruas para llevar 4 rhibs, y se intalaraia o adecuaria espacio para operar dos lcvp o dos lanchas interceptoras, las cuales se ocuparia la empresa Aresa de ir desarrollando. tanto con sensores aunque fuese de origen civil requisado como con armas.
Asi mismo se esperaba operar tambien varios uav tanto de ala fija tipo fulmar como de ala rotatoria, de hecho se pensaba en mantener y apoyar no solo a los uav del buque si no a todos los de los buques que estubiesen en su grupo
la convesión duró poco mas de dos meses, sin embargo fue normal que durante las travesias continuasen los trabajos de instalacion de diverso material.
A solo dos semanas de la Fractura se tubo claro que las necesidades de escoltar praticamente todo el trafico mercante , por lo cual dentro del programa de armamentos urgentes se decidio transformar tres porta contenedores en Buques de Patrulla Oceanicos.
Dicha conversión consistía en construir un hangar así como una plataforma para helicopteros , con capacidad para operar hasta 5 helicopteros. Se instalarian gruas para llevar 4 rhibs, y se intalaraia o adecuaria espacio para operar dos lcvp o dos lanchas interceptoras, las cuales se ocuparia la empresa Aresa de ir desarrollando. tanto con sensores aunque fuese de origen civil requisado como con armas.
Asi mismo se esperaba operar tambien varios uav tanto de ala fija tipo fulmar como de ala rotatoria, de hecho se pensaba en mantener y apoyar no solo a los uav del buque si no a todos los de los buques que estubiesen en su grupo
la convesión duró poco mas de dos meses, sin embargo fue normal que durante las travesias continuasen los trabajos de instalacion de diverso material.
- urquhart
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LA FRACTURA
AERODROMO DE BURDEOS/MERIGNAC
Juan no podía creérselo, allí estaban, tan cerca, que podría destruirlos fácilmente...era cuestión de echar mano al LAG40... pero las órdenes eran claras; debía informar de las unidades alemanas desplazadas a uno de los aeródromos meridionales más importantes de la Francia Ocupada. Respecto a los Condor, las ordenes eran más precisas, hora de despegue y aterrizaje de cada aparato
Con la información transmitida a la unidad de inteligencia situada en las proximidades de la frontera; y a partir de ahí, ya decidirían los mandos que hacer.
Suponía, por lo poco que sabía de Historia, que los Condor eran el verdadero quebradero de cabeza de los británicos. Ya lo decía el lema del CNI Ex Notitia Victoria... Juan pensaba ¿y si mis informes se venden a los británicos?... no, eso no iba con el lema de su unidad Sólo merece vivir quién por un noble ideal está dispuesto a morir
Uno de los Condor regresaba
En fin, a transmitir.... día, hora, matrícula F8+AB... atención... daños en el timón de profundidad izquierdo... mascota!!! no se aprecian otros daños
http://nsm08.casimages.com/img/2013/03/ ... 023216.jpg
Juan no podía creérselo, allí estaban, tan cerca, que podría destruirlos fácilmente...era cuestión de echar mano al LAG40... pero las órdenes eran claras; debía informar de las unidades alemanas desplazadas a uno de los aeródromos meridionales más importantes de la Francia Ocupada. Respecto a los Condor, las ordenes eran más precisas, hora de despegue y aterrizaje de cada aparato
Con la información transmitida a la unidad de inteligencia situada en las proximidades de la frontera; y a partir de ahí, ya decidirían los mandos que hacer.
Suponía, por lo poco que sabía de Historia, que los Condor eran el verdadero quebradero de cabeza de los británicos. Ya lo decía el lema del CNI Ex Notitia Victoria... Juan pensaba ¿y si mis informes se venden a los británicos?... no, eso no iba con el lema de su unidad Sólo merece vivir quién por un noble ideal está dispuesto a morir
Uno de los Condor regresaba
En fin, a transmitir.... día, hora, matrícula F8+AB... atención... daños en el timón de profundidad izquierdo... mascota!!! no se aprecian otros daños
http://nsm08.casimages.com/img/2013/03/ ... 023216.jpg
Tempus Fugit
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LA FRACTURA
BERLÍN
La reunión del Oberkommando der Wehrmacht para analizar la situación en España había sido tensa y bronca.
El Führer había dado instrucciones de examinar las posibilidades de actuar contra esa nación en caso de que fuera necesario. Pero los datos obtenidos eran contradictorios y confusos. Si bien parecían coincidir en que había aparecido una España del futuro, de un futuro donde Alemania había perdido la guerra que estaban librando.
Una de las principales fuentes era un ciudadano español llamado Jaume, que había sido nombrado Sturmbannführer de las SS. Pero la información que daba, incluso con su maquina que los científicos temían desmontar porque no sabrían como rearmarla, no era clara del todo.
Jaume había hablado de las glorias del Reich, de victorias en los Balcanes, de la ofensiva sobre la URSS, de la enorme victoria de Kiev, Tobruk,... Pero también de gloriosas “resistencias” que para los militares no dejaban de ser derrotas futuras en Stalingrado, Kurks, Sicilia,..., incluso en las cumbres del Seelow, es decir a unos kilómetros de donde se encontraban reunidos.
Mostró también algunas películas bélicas del futuro en algo llamado HD, que habían dejado pálido a Goebbels por su calidad frente al Agfacolor, con cosas como desembarcos en Normandía de soldados estadounidenses abriéndose paso por las defensas.
Es más, los datos sobre carros de combates o futuros aviones diseñados por Alemania que habían atraído la atención, ahora preocupaban a los militares profesionales porque las imágenes que traía no explicaban los detalles de su fabricación y mantenimientos, sobre todo al conocer el consumo de combustible de algunos. Y aterraba saber que los aliados y soviéticos enviarían 40 por cada uno de los que Alemania fabricase.
Los altos mandos reunidos, algunos de los cuáles ahora sabían que serían mariscales o defenestrados por las derrotas, se encontraban con varios problemas para analizar la situación en España.
En primer lugar toda la información era atrasada, es tenían mapas de carreteras que se habían quedado desfasados; además las áreas urbanas eran ahora enormes y las imágenes grabadas en la maquina de Jaume sobre algunas guerras libradas en el S. XXI mostraban que la lucha urbana era letal para los carros de combate y un atasco para la infantería.
En segundo lugar la superioridad técnica española parecía abrumadora, tanto que incluso Jodl había reconocido que era enfrentar al ejército de Federico el Grande contra uno actual.
En tercer lugar pensaban que los españoles, con sus aviones y satélites les podrían vigilar perfectamente. Y además ahora sabían que con Enigma, que los técnicos se afanaban en desmontar y volver a idear, era como entregar a los británicos una copia firmada de todas las órdenes.
Pero lo peor era que el gobierno había entrado en un caos paranoide y esquizofrénico, no tanto por la noticias de las futuras masacres que ahora ya no eran solo rumores, sino porque algunas de las películas y documentales obtenidos mostraban las futuras conspiraciones y pugnas incluso en el refugio de la Cancillería. Así Himmler que no dejaba de hablar de alienígenas exigía crear una retahila de divisiones SS con nombres ya listos, Göring estaba reaccionando exigiendo divisiones panzer de la Lufwaffe y llegando a fortificar los ministerios, Bormann y Hess habían llegado a las manos en los pasillos,...
La reunión del Oberkommando der Wehrmacht para analizar la situación en España había sido tensa y bronca.
El Führer había dado instrucciones de examinar las posibilidades de actuar contra esa nación en caso de que fuera necesario. Pero los datos obtenidos eran contradictorios y confusos. Si bien parecían coincidir en que había aparecido una España del futuro, de un futuro donde Alemania había perdido la guerra que estaban librando.
Una de las principales fuentes era un ciudadano español llamado Jaume, que había sido nombrado Sturmbannführer de las SS. Pero la información que daba, incluso con su maquina que los científicos temían desmontar porque no sabrían como rearmarla, no era clara del todo.
Jaume había hablado de las glorias del Reich, de victorias en los Balcanes, de la ofensiva sobre la URSS, de la enorme victoria de Kiev, Tobruk,... Pero también de gloriosas “resistencias” que para los militares no dejaban de ser derrotas futuras en Stalingrado, Kurks, Sicilia,..., incluso en las cumbres del Seelow, es decir a unos kilómetros de donde se encontraban reunidos.
Mostró también algunas películas bélicas del futuro en algo llamado HD, que habían dejado pálido a Goebbels por su calidad frente al Agfacolor, con cosas como desembarcos en Normandía de soldados estadounidenses abriéndose paso por las defensas.
Es más, los datos sobre carros de combates o futuros aviones diseñados por Alemania que habían atraído la atención, ahora preocupaban a los militares profesionales porque las imágenes que traía no explicaban los detalles de su fabricación y mantenimientos, sobre todo al conocer el consumo de combustible de algunos. Y aterraba saber que los aliados y soviéticos enviarían 40 por cada uno de los que Alemania fabricase.
Los altos mandos reunidos, algunos de los cuáles ahora sabían que serían mariscales o defenestrados por las derrotas, se encontraban con varios problemas para analizar la situación en España.
En primer lugar toda la información era atrasada, es tenían mapas de carreteras que se habían quedado desfasados; además las áreas urbanas eran ahora enormes y las imágenes grabadas en la maquina de Jaume sobre algunas guerras libradas en el S. XXI mostraban que la lucha urbana era letal para los carros de combate y un atasco para la infantería.
En segundo lugar la superioridad técnica española parecía abrumadora, tanto que incluso Jodl había reconocido que era enfrentar al ejército de Federico el Grande contra uno actual.
En tercer lugar pensaban que los españoles, con sus aviones y satélites les podrían vigilar perfectamente. Y además ahora sabían que con Enigma, que los técnicos se afanaban en desmontar y volver a idear, era como entregar a los británicos una copia firmada de todas las órdenes.
Pero lo peor era que el gobierno había entrado en un caos paranoide y esquizofrénico, no tanto por la noticias de las futuras masacres que ahora ya no eran solo rumores, sino porque algunas de las películas y documentales obtenidos mostraban las futuras conspiraciones y pugnas incluso en el refugio de la Cancillería. Así Himmler que no dejaba de hablar de alienígenas exigía crear una retahila de divisiones SS con nombres ya listos, Göring estaba reaccionando exigiendo divisiones panzer de la Lufwaffe y llegando a fortificar los ministerios, Bormann y Hess habían llegado a las manos en los pasillos,...
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LA FRACTURA
CARRO DE COMBATE M1 SPINOLA
El carro de combate M-1 Spinola fue el primer carro de combate desarrollado en la España pos Fractura. Fue desarrollado por un equipo conjunto del ejército de Tierra, Santa Bárbara Sistemas, y las industrias del automóvil de Iveco e Hispano (la antigua Ford de Almussafes). Fue desde el principio un carro de combate diseñado para la exportación, pues se consideraba que el ET contaba con suficientes Leopardo y M-60 para cubrir sus necesidades a corto plazo. Por el contrario se conocían las carencias de los carros “aliados” de la segunda guerra mundial, y con este carro se pretendía darles un carro superior al de sus enemigos nazis o circunstanciales aliados soviéticos.
Diseñado en el tiempo record de 4 meses por un equipo liderado por el coronel Torcal, sus primeros prototipos pudieron probarse a primeros de 1941, y entro en producción en la fábrica de Material Pesado de Albuixech que no era sino la antigua Vossloh o Standler Rail especializada en construcción ferroviaria reformada para la ocasión. Esta fábrica especializada en la construcción de trenes, especialmente en estructuras metálicas en trenes, tranvías, locomotoras diésel o eléctricas, y boogies o ruedas de tren, gracias a lo cual pudo pasar a trabajar en montaje de carros con cierta facilidad. Tan solo el tren de rodaje de los carros se producía en la propia fábrica de Standler Rail, ahora llamada MPA, siendo traídas el resto de piezas de fábricas cercanas.
Las planchas de acero eran traídas desde los altos hornos y tratadas en la cercana acería de Arcelor-Mittal sanguntina que tuvo que reorientar su producción tras la desaparición de la demanda de automóviles. Los motores eran un derivado de los Vector 30 de Iveco, ahora producidos en la cercana factoría de Hispano. Igualmente otras piezas como la transmisión y amortiguación eran fabricadas en las cercanías y llevadas a las instalaciones de MPA, donde eran montados los carros de combate. Igualmente el armamento, especialmente los cañones, eran llevados desde las lejanas fábricas de Trubia o Santa Barbara para su montaje en la fábrica.
Su tripulación constaba de cuatro hombres dispuestos en las posiciones que posteriormente se convirtieron en habituales. En la barcaza se encontraba el conductor, y en la torre el artillero, el cargador, y el comandante del carro que, gracias a la miniaturización de los equipos, ejercía también de radiooperador.
Este poderoso carro de combate de 45 toneladas fue construido a partir de planchas de acero RHA de 390 de dureza en la escala Brinell. Una plancha de 90 mm de blindaje inclinado a 50° protegía el frontal, y 70 mm los laterales. Estos grosores eran aumentados en la torre que alcanzaba los 110 mm de acero. En 1943 entró en servicio el M-1 A2, que sería el primer carro en montar un blindaje compuesto, con una lámina de aramida entre dos chapas de acero que sumaban el grosor antes mencionado, pero que a causa de la capa de aramida aumentaba su volumen pareciendo doblar su blindaje.
El motor dispuesto en la posición trasera tradicional en los carros de combate, era un V-12 diseñado por el equipo de ingeniería de Nissan a partir del motor V-12 Vector 30 de Iveco. Este motor de doce cilindros daba 650 Cv de potencia pues su potencia original de 1.000 Cv había sido limitada para alargar la vida del motor, proporcionando al carro una relación potencia peso de 14.5 Cv por tonelada. Una plancha de acero de 5 mm y una de cerámica de 2 cm separaban el motor y el depósito de combustible del habitáculo de combate, aislando a la tripulación en caso de incendio. La transmisión era hidromecánica AZ-14 (basada en la Renk que equipaba a otros blindados españoles), y era construida por JP. En cuanto a la suspensión era de barras de torsión y amortiguadores rotativos.
Su armamento estaba concentrado en la torre poligonal y estaba compuesto por un cañón SB40 de 75mm L 50 y dos ametralladoras CETME M-40 de 7.62 mm, una coaxial y otra antiaérea para el jefe de carro (posteriormente en algunos carros se montó una tercera Mg CETME m-40 para el cargador). En algunos carros las ametralladoras antiaéreas fueron sustituidas por AMP del calibre 12.70. El compartimento de munición se encontraba en la zona trasera de la torre y contaba con un sistema de extinción de incendios automático entre otros medios de seguridad.
Los británicos montaron sus propios cañones y ametralladoras en sus M-1 Spinola, sin embargo la Francia Libre acabo utilizando las armas originales españolas, iniciando una colaboración en armamento que se extendió las décadas siguientes.
En 1944 entró en servicio la versión A5 equipada con un cañón de 90 mm L45, siendo modificados a esta versión muchos de los carros anteriores, especialmente los A4 de blindaje compuesto. La versión A5 incluyo un cañón estabilizado en dos ejes, equipos de visión nocturna que en versiones anteriores solo habían sido montados en las versiones españolas, y un sistema de puntería Enosa A3b asociado al cañón.
En España equipo a una división de reserva, siendo exportado en gran número a varios países durante el conflicto.
Versiones
El carro de combate M-1 Spinola fue el primer carro de combate desarrollado en la España pos Fractura. Fue desarrollado por un equipo conjunto del ejército de Tierra, Santa Bárbara Sistemas, y las industrias del automóvil de Iveco e Hispano (la antigua Ford de Almussafes). Fue desde el principio un carro de combate diseñado para la exportación, pues se consideraba que el ET contaba con suficientes Leopardo y M-60 para cubrir sus necesidades a corto plazo. Por el contrario se conocían las carencias de los carros “aliados” de la segunda guerra mundial, y con este carro se pretendía darles un carro superior al de sus enemigos nazis o circunstanciales aliados soviéticos.
Diseñado en el tiempo record de 4 meses por un equipo liderado por el coronel Torcal, sus primeros prototipos pudieron probarse a primeros de 1941, y entro en producción en la fábrica de Material Pesado de Albuixech que no era sino la antigua Vossloh o Standler Rail especializada en construcción ferroviaria reformada para la ocasión. Esta fábrica especializada en la construcción de trenes, especialmente en estructuras metálicas en trenes, tranvías, locomotoras diésel o eléctricas, y boogies o ruedas de tren, gracias a lo cual pudo pasar a trabajar en montaje de carros con cierta facilidad. Tan solo el tren de rodaje de los carros se producía en la propia fábrica de Standler Rail, ahora llamada MPA, siendo traídas el resto de piezas de fábricas cercanas.
Las planchas de acero eran traídas desde los altos hornos y tratadas en la cercana acería de Arcelor-Mittal sanguntina que tuvo que reorientar su producción tras la desaparición de la demanda de automóviles. Los motores eran un derivado de los Vector 30 de Iveco, ahora producidos en la cercana factoría de Hispano. Igualmente otras piezas como la transmisión y amortiguación eran fabricadas en las cercanías y llevadas a las instalaciones de MPA, donde eran montados los carros de combate. Igualmente el armamento, especialmente los cañones, eran llevados desde las lejanas fábricas de Trubia o Santa Barbara para su montaje en la fábrica.
Su tripulación constaba de cuatro hombres dispuestos en las posiciones que posteriormente se convirtieron en habituales. En la barcaza se encontraba el conductor, y en la torre el artillero, el cargador, y el comandante del carro que, gracias a la miniaturización de los equipos, ejercía también de radiooperador.
Este poderoso carro de combate de 45 toneladas fue construido a partir de planchas de acero RHA de 390 de dureza en la escala Brinell. Una plancha de 90 mm de blindaje inclinado a 50° protegía el frontal, y 70 mm los laterales. Estos grosores eran aumentados en la torre que alcanzaba los 110 mm de acero. En 1943 entró en servicio el M-1 A2, que sería el primer carro en montar un blindaje compuesto, con una lámina de aramida entre dos chapas de acero que sumaban el grosor antes mencionado, pero que a causa de la capa de aramida aumentaba su volumen pareciendo doblar su blindaje.
El motor dispuesto en la posición trasera tradicional en los carros de combate, era un V-12 diseñado por el equipo de ingeniería de Nissan a partir del motor V-12 Vector 30 de Iveco. Este motor de doce cilindros daba 650 Cv de potencia pues su potencia original de 1.000 Cv había sido limitada para alargar la vida del motor, proporcionando al carro una relación potencia peso de 14.5 Cv por tonelada. Una plancha de acero de 5 mm y una de cerámica de 2 cm separaban el motor y el depósito de combustible del habitáculo de combate, aislando a la tripulación en caso de incendio. La transmisión era hidromecánica AZ-14 (basada en la Renk que equipaba a otros blindados españoles), y era construida por JP. En cuanto a la suspensión era de barras de torsión y amortiguadores rotativos.
Su armamento estaba concentrado en la torre poligonal y estaba compuesto por un cañón SB40 de 75mm L 50 y dos ametralladoras CETME M-40 de 7.62 mm, una coaxial y otra antiaérea para el jefe de carro (posteriormente en algunos carros se montó una tercera Mg CETME m-40 para el cargador). En algunos carros las ametralladoras antiaéreas fueron sustituidas por AMP del calibre 12.70. El compartimento de munición se encontraba en la zona trasera de la torre y contaba con un sistema de extinción de incendios automático entre otros medios de seguridad.
Los británicos montaron sus propios cañones y ametralladoras en sus M-1 Spinola, sin embargo la Francia Libre acabo utilizando las armas originales españolas, iniciando una colaboración en armamento que se extendió las décadas siguientes.
En 1944 entró en servicio la versión A5 equipada con un cañón de 90 mm L45, siendo modificados a esta versión muchos de los carros anteriores, especialmente los A4 de blindaje compuesto. La versión A5 incluyo un cañón estabilizado en dos ejes, equipos de visión nocturna que en versiones anteriores solo habían sido montados en las versiones españolas, y un sistema de puntería Enosa A3b asociado al cañón.
En España equipo a una división de reserva, siendo exportado en gran número a varios países durante el conflicto.
Versiones
- M1-A1; El carro original con cañón de 75mm
M1-A2; Carro de exportación para UK con cañón QF-17 británico.
M-1 A3; No paso del prototipo con un cañón de 105mm de baja presión.
M-1 A4; Con cañón de 75mm y blindaje compuesto.
M-1 A5; Un A4 con cañón de 90mm, en muchos casos fueron rearmados.
M-1 Escorpión; Carro de recuperación
- España; 88 M-1 A1 y 128 M1-A5
Francia; 389 M-1 A1 la Francia Libre, y ya como Francia 520 M-1 A4, de los que 324 serían potenciados a la versión A5.
UK; 396 M-1-A2 con cañón QF-17 de 76.2mm.
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A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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