Antonio de Oquendo
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Antonio de Oquendo
Don Antonio de Oquendo nació en San Sebastián en octubre de 1577, hijo de un renombrado marino, don Miguel de Oquendo, veterano marino vasco, capitán general de la armada de Gipúzcoa y héroe de la Invencible. Antonio ingresa en las galeras de Nápoles a la edad de 16 años, dando los primeros atisbos de su genio militar. A finales de siglo pasa a la armada de la Mar Océana, a las órdenes de don Luis Fajardo. En 1603, el jovencísimo Oquendo, recomendado por don Diego Brochero y el gran Alonso de Bazán (hermano del Gran Marqués de Santa Cruz) recibe su primer mando, la "Dobladilla" y acto seguido, cambia al "Delfín de Escocia". Al mando de este pequeño bajel deberá patrullar las costas desde el cabo de San Vicente hasta Lisboa. Al año siguiente, el Delfín es abordado por un corsario inglés que, tras dos horas de enconada lucha, es rechazado y derrotado. Esta hazaña impresionó incluso al valiente Pedro de Zubiaur, que mandaba la flota más importante de la zona.
Tanto agradó a los mandos, que en 1605 es nombrado jefe interino de la escuadra de Vizcaya a la edad de 28 años. Tras excelentes acciones en el Cantábrico, se le asigna esta poderosa escuadra a su mando en el año 1607. Más tarde, el genial Oquendo volvía a demostrar su valía ocupando diversos cargos en la joven escuadra de Guarda del Estrecho, cuya función era escoltar a las flotas de Indias que, provenientes de las Azores se dirigían a la Península. Durante este duro servicio, sufre muchos daños en sus capitanas e incluso llega a superar una varada.
Es durante esta época, cuando llegó a cartearse personalmente con el rey Felipe III. En 1611, con el beneplácito real, su carrera se consolida al ser nombrado capitán general de la flota de Nueva España. Después de largas discusiones con la Casa de Contratación de Sevilla, consigue que se cumplan sus peticiones, que le conferían autoridades especiales sobre el viaje de la flota de Indias de aquel año. En el verano de 1611 zarpa la flota, y al año siguiente la flota de Indias, conjuntamente con la escuadra de Tierra Firme, parten del Caribe en pos de la ruta de las Azores. La eficiencia de este viaje hizo famoso a Oquendo, que trazó nuevas derrotas para eludir temporales y las amenazas piráticas, muy frecuentes en aguas caribeñas. En 1613, la Casa de Contratación volvió a escogerle para asignarle la flota de aquel año. Oquendo parte ya casado con una joven huérfana de veinte años, María de Lazcano, pudiendo disfrutar del matrimonio una primavera, pues en junio, Antonio de Oquendo zarpa al frente de la flota de Indias. Tras su vuelta, se ve envuelto en una querella bruocrática de la Casa de Contratación, pero es absuelto debido a su impecable administración.
Una vez en Cádiz, es nombrado caballero de la Orden de Santiago, pero la Casa reabrió el proceso contra él y sus subordinados, acusándolo de perder dos centenares de gente de mar y guerra, de consentir juegos de naipes y haber acortado raciones. La situación se zanja con una costosa multa de 68.000 maravedís que Oquendo deberá pagar. Tras este incidente, abandonó los negocios de la Casa, volviendo a su querida Armada y recibiendo la orden de hacerse cargo de la expedición de socorro a Filipinas, compuesta de ocho galeones, dos carabelas, un patache y 1.600 hombres. Sin embargo, cae gravemente enfermo, lo que le impedirá hacerse cargo de la misión.
En el año 1617 vuelve a la escuadra de Guarda del Estrecho, donde destacará de nuevo en su actividad incesante, neutralizando corsarios, alguno de los cuales capturará y llevará como botín a Cádiz. Poco después pasa a la escuadra de Cantabria, compuesta a su vez de las de Cuatro Villas, Vizcaya y Guipúzcoa, recibiendo el mando de esta última (nueve galeones y dos pataches). No obstante, en 1619, el almirante de la Armada del Mar Océano es desposeído de su cargo y encarcelado por motivos políticos (no ser de la cuerda del valido de Felipe III). A Oquendo se le ofrecerá dicho mando, el cual rehusa, solidarizándose con su compañero, lo que conllevará su encarcelamiento en el castillo de Fuenterrabía. Oquendo logra le sea concedido el cuatro grado, debido a la enfermedad de su esposa, y más tarde se le conmuta la pena, siendo confinado en el convento dominico de San Telmo, en San Sebastián, donde debía salir de día para volver a dormir en la noche. Es durante este momento, 1620-21, cuando proyecta la construcción de su soberbia capitana, la Santiago, de 1.100 toneladas, en el astillero de Pasajes.
Su confinamiento tocaba a su fin, puesto que las flotas de Indias pasaban por un mal momento. La flota de Tomás de Larraspuru de 1622 había sido azotada por un furioso huracán, diseminándola y retrasándola en el puerto de La Habana. Acto seguido se comisiona a Oquendo con una pequeña flotilla de galeones para que reúna y traiga de vuelta la maltrecha flota de Larraspuru. Pero cuando se conoce la verdadera naturaleza del retraso, se decide enviar una nueva flota al mando de Oquendo: nueve galeones con el Santiago a la cabeza. Zarpando en 1623 y tras un fulgurante viaje eludiendo a los piratas ingleses que acechaban el Caribe, se reúne con la flota americana puntualmente en La Habana. Estudiando las derrotas, Oquendo decide cruzar el canal de Bahamas, apartándose de las Azores. La flota zarpó el 26 de septiembre de 1623, pero el inesperado hundimiento del galeón "Espíritu Santo Mayor" provoca el regreso de la flota al puerto cubano, donde pasaría el invierno reparando los defectos de la flota. Por fin, en la primavera de 1624. Tras perder dos galeones más (haciendo un total de cuatro), arriva a Sevilla en mayo. Es procesado y absuelto en el verano de 1625 por los incidentes acaecidos en la flota de Indias, teniendo que pagar 12.000 ducados e inhabilitándose como almirante de la Casa de Contratación.
Viéndose librado del mando de flotas comerciales, vuelve a la Armada Española. Al mando del increíble Fadrique de Toledo, participa en su rotunda victoria de Bahía de Todos los Santos. En 1627 participará con Diego de Acevedo en la toma de la Mamora o La Mármora. De regreso a España tendrá una apasionada aventura con Ana de Molina y Estrada, de la que tendrá a su hijo Miguel Antonio, reconocido posteriormente. En la primavera de 1628 fallece su madre, María de Zandategui.
Tras volver de América con Fadrique de Toledo en 1629, después de una fulgurante campaña por tierras americanas, limpiando el Caribe de piratas, reciben la noticia de que la plazas de Pernambuco y Recife han sido tomadas por los holandeses, al mando de 67 naves y 6.000 hombres. Se disponen dos escuadras para contrarrestar la doble amenaza holandesa (pues Hauspater, después de su ataque en el Orinoco, se reunió con sus compatriotas en las costas brasileñas). La escuadra de Oquendo se compone de 26 barcos dividida en 3 escuadras a su vez. El segundo bloque, numéricamente impresionante, es destinado al mando de don Fadrique de Toledo, que al ver la disposición y el estado de la flota, renuncia, siendo apartado, humillado y condenado a una vida de penurias y descrédito, muriendo prácticamente en la miseria por no cumplir la misión que Olivares exigía, el que una vez fue el mejor marino de España (en su época): Fadrique de Toledo.
Este penoso e injustificado incidente, sólo provocó que el segundo bloque (y el realmente importante) de la expedición se retrasase al año 1635, dejando a Oquendo patéticamente en vanguardia, en completa inferioridad, escoltando un convoy comercial de 12 naves y sin apoyos de ningún tipo, contra prácticamente un centenar de embarcaciones holandesas.
Oquendo zarpó del estuario del Tajo en la primavera de 1631, desconociendo sus circunstancias. Tras 68 días de travesía, Oquendo arriva en la plaza Bahía de Todos los Santos, dejando allí a su contigente armado y rellenando de azúcar para la Península, con la esperanza de seguir una derrota que le permitiese eludir a los holandeses. Tras varios preparativos, el convoy queda definitivamente formado por 11 galeones de Castilla, 5 galeoncetes de Portugal, 12 carabelas de transporte y 20 urcas mercantes, repletos de azúcar, palo y artículos tropicales. Los holandeses, enterados de la presencia de Oquendo al sur, se disponen 17 galeones bien pertrechados y artillados al mando de Hauspater (un marino curtido y corsario o pirata temible, de la talla de Piet Heyn). En la flota holandesa se embarcan 1.500 soldados (sin contar marinería y tripulación). Volviendo a los barcos españoles, ninguno ha completado su tripulación, su inventario artillero es inferior al holandés y su gente de guerra se encuentra en tierra (Bahía de Todos los Santos). El 12 de septiembre, ambas flotas se encuentran a unos 240 kilómetros de los Abrolhos. No me explayaré en el tenaz y sangriento desarrollo de la batalla. Resumiendo: la batalla se decidió entorno al duelo que mantuvieron las capitanas, saldándose la batalla con un galeón español capturado (el San Buenaventura), dos hundidos (el del capitán Valecilla y el galeoncete Nuestra Señora de los Dos Placeres Menor) y un total aproximado de 500 muertos y 100 heridos. Los holandeses por su parte perdían 3 galeones y casi 2.000 bajas. Ambas flotas se retiraron, pero los holandeses acecharon aún por un tiempo a Oquendo, de cuya flota quedó separado el "Cuatro Villas" del capitán Martín de Larreta que, tras un combate con dos holandeses fue liberada por dos compatriotas, hundiéndose sin embargo, por el camino.
Aunque muchos historiadores consideran esta batalla en tablas, hay que tener en cuenta el brutal desequilibrio de fuerzas que existía entre ambos enemigos. Antonio de Oquendo fue recibido con honores en el puerto de San Sebastián por su mujer y sus hijos Antonio Felipe y María Teresa.
En 1633, se le encomienda a Oquendo una nueva flota de Indias. Tras reunirse con nuevas naves en Portobelo y La Habana y cargarse de los tesoros convenidos, hace unas reparaciones necesarias y zarpa, llegando sus 60 naves sanas y salvas al puerto de Cádiz. No obstante, y pese a su limpísima navegación y administración, se le abre un nuevo proceso a cargo de la Casa de la Contratación, del cual se libra debido a importantes problemas de salud.
Una vez recuperado, se le encomienda su sexta y última flota de Indias, la de 1635. Tras dejar algunos barcos en el puerto de Cádiz por su precario estado, vuelve de América con el hundimiento de un galeón por vía de agua. En noviembre del mismo año, la Casa absuelve finalmente al almirante español de sus acusaciones.
En 1636, se le concede una flota de galeones con la que pasa al Mediterráneo como gobernador de Menorca, para hacer frente al ataque francés, desplegando gran actividad y reduciendo la amenaza. Una vez paliado el problema en el Mediterráneo, se le requiere pra hacer frente a la incipiente flota francesa en el Cantábrico. En el viaje se bate en duelo con el almirante Nicolás de Judici Fiesco, quienes arrastraban ciertas disputas, venciendo en el duelo Oquendo y perdonándole la vida a su homónimo.
Tras esquivarle el almirante cardenal francés De Sourdis, se le encomienda a Oquendo la más grande misión hasta ahora: destruir la flota holandesa que priva de su comercio en Asia a la Corona. Para ello, quedó prácticamente vacía España: 51 naves de guerra y 12 transportes que pretendían trasladar 6.000 soldados para refrescar el ejército español, sin contar los 8.000 soldados embarcados a parte en la gigantesca escuadra. La flota holandesa, por su parte, se compone de 33 navíos (fragatas flamencas en su mayoría).
Volviendo a resumir, tras varios encontronazos entre la flota española y holandesa, tímidos e indecisos, la flota española se refugia en el estuario del Tamésis, mientras que los holandeses se reaprovisionan en puertos franceses. Sin embargo, Inglaterra no está dispuesta a pertrechar a España, a pesar de hallarse neutral, y pone constantes trabas al comercio hispano-inglés, por lo que la flota española quedó carente de pólvora, municiones y víveres. No obstante, se consigue eludir el bloqueo holandés, transportando al contigente de 6.000 hombres y depositándolos don Miguel de Horna (jefe de la escuadra de Dunquerque) en puertos españoles en Flandes.
Acto seguido, Antonio de Oquendo, sin posibilidad ninguna, decide salir del puerto, y afrontar la batalla antes que se situación empeore. El espectáculo dantesco es digno de la Historia. Se produjo una impresionante varada simultánea de la flota española en los bancos de arena de los Downs (las Dunas). Podría pararme a comentar la incompetencia de los capitanes asignados a cada barco, o de la genialidad de Feijóo para conseguir sobreponerse a la varada. La cuestión es, que antes de empezar la batalla, Oquendo ha perdido ya media flota. El almirante holandés Marteen Tromp, que se mostró esquivo y burlón en los "juegos preliminares" se lanza contra el Santiago de Galicia de Oquendo. El combate que se produjo entre la flota holandesa y española fue brutal y encarnizado. A tal punto llegó, que el piloto de la capitana, le sugirió a Oquendo volver al estuario, a lo que el bravo capitán general respondió encolerizado "Nunca me vio el enemigo las espaldas". El bombardeo incensante que se produjo sobre la capitana de Oquendo fue desporporcionado (más tarde se contabilizarían más de 1.500 cañonazos sobre ella). Tras un patriótico y fuerte discurso, los españoles siguieron batiéndose como leones, a sabiendas de lo pérdida de la batalla, sólo quedaba vender la piel lo más caro posible.
A la superioridad holandesa (debido a la varada española) se añadía la lluvia de infernales brulotes, por lo que los navíos españoles estaban aislados e incomunicados. Sin embargo, se sucedieron episodios heróicos, como el de Lope de Hoces, venciendo a los enemigos holandeses, fue enjaulado por 3 brulotes, mientras seguía trabado con otros dos navíos holandeses (que también fueron a pique). Cuentna los testigos, que aún mientras el fuego llegó a su culmen, seguía viendose a Lope de Hoces espada en mano dirigiendo el ataque.
El intento de romper el cerco holandés ha sido un fracaso, la capitana de Oquendo es la nave que se encuentra más próxima a conseguirlo, pero al verse rodeada de enemigos, ha sido desarbolada y prácticamente inutilizada. Los restantes navíos españoles van cayendo uno a uno. Al mediodía, sólo 12 galeones españoles siguen sin rendirse. Sin embargo, cuando la batalla parece ya una ruina, aparecen los 7 navíos de la escuadra de Flandes de Miguel de Horna, cumplida su misión, y socorren a Oquendo, remolcando al "Santiago de Galicia". Estos ocho galeones lucharon encarnizadamente por romper el cerrojo holandés (un navío español, llegó a caer batido por 10 holandeses).
Al ver el "hueso duro de roer" que son estas 6 naves, Marteen Tromp deja escapar a Oquendo y Horna, acción que fue muy discutida más tarde pero que el propio Tromp calificó como irreductible y dijo que el Santiago era invencible mientras Oquendo estuviese dentro. De esta forma, llegaron los 7 navíos al puerto español de Mardyck, en la costa flamenca. Aún se pudo formar un convoy de 20 naves, entre las supervivientes y la devueltas, que transportó a La Coruña un maltratado ejército de 3.000 valones.
Antonio de Oquendo aún aguantaría 80 días, alejado de la Armada, muriendo finalmente en junio de 1640, a la edad de 67 años y exclamando sus últimas palabras "¡Enemigos, enemigos! ¡Déjenme ir a la capitana para defender la Armada y morir en ella!". Estas fueron las últimas palabras de uno de los más grandes marinos que ha tenido España, olvidadas sus sobrenaturales hazañas, y recordado como el perdedor de las Dunas, título inmerecido y falso.
FUENTES:
- "La batalla naval de las Dunas. La Holanda comercial contra la España del Siglo de Oro. " Víctor San Juan Sílex, Madrid, 2007.
Tanto agradó a los mandos, que en 1605 es nombrado jefe interino de la escuadra de Vizcaya a la edad de 28 años. Tras excelentes acciones en el Cantábrico, se le asigna esta poderosa escuadra a su mando en el año 1607. Más tarde, el genial Oquendo volvía a demostrar su valía ocupando diversos cargos en la joven escuadra de Guarda del Estrecho, cuya función era escoltar a las flotas de Indias que, provenientes de las Azores se dirigían a la Península. Durante este duro servicio, sufre muchos daños en sus capitanas e incluso llega a superar una varada.
Es durante esta época, cuando llegó a cartearse personalmente con el rey Felipe III. En 1611, con el beneplácito real, su carrera se consolida al ser nombrado capitán general de la flota de Nueva España. Después de largas discusiones con la Casa de Contratación de Sevilla, consigue que se cumplan sus peticiones, que le conferían autoridades especiales sobre el viaje de la flota de Indias de aquel año. En el verano de 1611 zarpa la flota, y al año siguiente la flota de Indias, conjuntamente con la escuadra de Tierra Firme, parten del Caribe en pos de la ruta de las Azores. La eficiencia de este viaje hizo famoso a Oquendo, que trazó nuevas derrotas para eludir temporales y las amenazas piráticas, muy frecuentes en aguas caribeñas. En 1613, la Casa de Contratación volvió a escogerle para asignarle la flota de aquel año. Oquendo parte ya casado con una joven huérfana de veinte años, María de Lazcano, pudiendo disfrutar del matrimonio una primavera, pues en junio, Antonio de Oquendo zarpa al frente de la flota de Indias. Tras su vuelta, se ve envuelto en una querella bruocrática de la Casa de Contratación, pero es absuelto debido a su impecable administración.
Una vez en Cádiz, es nombrado caballero de la Orden de Santiago, pero la Casa reabrió el proceso contra él y sus subordinados, acusándolo de perder dos centenares de gente de mar y guerra, de consentir juegos de naipes y haber acortado raciones. La situación se zanja con una costosa multa de 68.000 maravedís que Oquendo deberá pagar. Tras este incidente, abandonó los negocios de la Casa, volviendo a su querida Armada y recibiendo la orden de hacerse cargo de la expedición de socorro a Filipinas, compuesta de ocho galeones, dos carabelas, un patache y 1.600 hombres. Sin embargo, cae gravemente enfermo, lo que le impedirá hacerse cargo de la misión.
En el año 1617 vuelve a la escuadra de Guarda del Estrecho, donde destacará de nuevo en su actividad incesante, neutralizando corsarios, alguno de los cuales capturará y llevará como botín a Cádiz. Poco después pasa a la escuadra de Cantabria, compuesta a su vez de las de Cuatro Villas, Vizcaya y Guipúzcoa, recibiendo el mando de esta última (nueve galeones y dos pataches). No obstante, en 1619, el almirante de la Armada del Mar Océano es desposeído de su cargo y encarcelado por motivos políticos (no ser de la cuerda del valido de Felipe III). A Oquendo se le ofrecerá dicho mando, el cual rehusa, solidarizándose con su compañero, lo que conllevará su encarcelamiento en el castillo de Fuenterrabía. Oquendo logra le sea concedido el cuatro grado, debido a la enfermedad de su esposa, y más tarde se le conmuta la pena, siendo confinado en el convento dominico de San Telmo, en San Sebastián, donde debía salir de día para volver a dormir en la noche. Es durante este momento, 1620-21, cuando proyecta la construcción de su soberbia capitana, la Santiago, de 1.100 toneladas, en el astillero de Pasajes.
Su confinamiento tocaba a su fin, puesto que las flotas de Indias pasaban por un mal momento. La flota de Tomás de Larraspuru de 1622 había sido azotada por un furioso huracán, diseminándola y retrasándola en el puerto de La Habana. Acto seguido se comisiona a Oquendo con una pequeña flotilla de galeones para que reúna y traiga de vuelta la maltrecha flota de Larraspuru. Pero cuando se conoce la verdadera naturaleza del retraso, se decide enviar una nueva flota al mando de Oquendo: nueve galeones con el Santiago a la cabeza. Zarpando en 1623 y tras un fulgurante viaje eludiendo a los piratas ingleses que acechaban el Caribe, se reúne con la flota americana puntualmente en La Habana. Estudiando las derrotas, Oquendo decide cruzar el canal de Bahamas, apartándose de las Azores. La flota zarpó el 26 de septiembre de 1623, pero el inesperado hundimiento del galeón "Espíritu Santo Mayor" provoca el regreso de la flota al puerto cubano, donde pasaría el invierno reparando los defectos de la flota. Por fin, en la primavera de 1624. Tras perder dos galeones más (haciendo un total de cuatro), arriva a Sevilla en mayo. Es procesado y absuelto en el verano de 1625 por los incidentes acaecidos en la flota de Indias, teniendo que pagar 12.000 ducados e inhabilitándose como almirante de la Casa de Contratación.
Viéndose librado del mando de flotas comerciales, vuelve a la Armada Española. Al mando del increíble Fadrique de Toledo, participa en su rotunda victoria de Bahía de Todos los Santos. En 1627 participará con Diego de Acevedo en la toma de la Mamora o La Mármora. De regreso a España tendrá una apasionada aventura con Ana de Molina y Estrada, de la que tendrá a su hijo Miguel Antonio, reconocido posteriormente. En la primavera de 1628 fallece su madre, María de Zandategui.
Tras volver de América con Fadrique de Toledo en 1629, después de una fulgurante campaña por tierras americanas, limpiando el Caribe de piratas, reciben la noticia de que la plazas de Pernambuco y Recife han sido tomadas por los holandeses, al mando de 67 naves y 6.000 hombres. Se disponen dos escuadras para contrarrestar la doble amenaza holandesa (pues Hauspater, después de su ataque en el Orinoco, se reunió con sus compatriotas en las costas brasileñas). La escuadra de Oquendo se compone de 26 barcos dividida en 3 escuadras a su vez. El segundo bloque, numéricamente impresionante, es destinado al mando de don Fadrique de Toledo, que al ver la disposición y el estado de la flota, renuncia, siendo apartado, humillado y condenado a una vida de penurias y descrédito, muriendo prácticamente en la miseria por no cumplir la misión que Olivares exigía, el que una vez fue el mejor marino de España (en su época): Fadrique de Toledo.
Este penoso e injustificado incidente, sólo provocó que el segundo bloque (y el realmente importante) de la expedición se retrasase al año 1635, dejando a Oquendo patéticamente en vanguardia, en completa inferioridad, escoltando un convoy comercial de 12 naves y sin apoyos de ningún tipo, contra prácticamente un centenar de embarcaciones holandesas.
Oquendo zarpó del estuario del Tajo en la primavera de 1631, desconociendo sus circunstancias. Tras 68 días de travesía, Oquendo arriva en la plaza Bahía de Todos los Santos, dejando allí a su contigente armado y rellenando de azúcar para la Península, con la esperanza de seguir una derrota que le permitiese eludir a los holandeses. Tras varios preparativos, el convoy queda definitivamente formado por 11 galeones de Castilla, 5 galeoncetes de Portugal, 12 carabelas de transporte y 20 urcas mercantes, repletos de azúcar, palo y artículos tropicales. Los holandeses, enterados de la presencia de Oquendo al sur, se disponen 17 galeones bien pertrechados y artillados al mando de Hauspater (un marino curtido y corsario o pirata temible, de la talla de Piet Heyn). En la flota holandesa se embarcan 1.500 soldados (sin contar marinería y tripulación). Volviendo a los barcos españoles, ninguno ha completado su tripulación, su inventario artillero es inferior al holandés y su gente de guerra se encuentra en tierra (Bahía de Todos los Santos). El 12 de septiembre, ambas flotas se encuentran a unos 240 kilómetros de los Abrolhos. No me explayaré en el tenaz y sangriento desarrollo de la batalla. Resumiendo: la batalla se decidió entorno al duelo que mantuvieron las capitanas, saldándose la batalla con un galeón español capturado (el San Buenaventura), dos hundidos (el del capitán Valecilla y el galeoncete Nuestra Señora de los Dos Placeres Menor) y un total aproximado de 500 muertos y 100 heridos. Los holandeses por su parte perdían 3 galeones y casi 2.000 bajas. Ambas flotas se retiraron, pero los holandeses acecharon aún por un tiempo a Oquendo, de cuya flota quedó separado el "Cuatro Villas" del capitán Martín de Larreta que, tras un combate con dos holandeses fue liberada por dos compatriotas, hundiéndose sin embargo, por el camino.
Aunque muchos historiadores consideran esta batalla en tablas, hay que tener en cuenta el brutal desequilibrio de fuerzas que existía entre ambos enemigos. Antonio de Oquendo fue recibido con honores en el puerto de San Sebastián por su mujer y sus hijos Antonio Felipe y María Teresa.
En 1633, se le encomienda a Oquendo una nueva flota de Indias. Tras reunirse con nuevas naves en Portobelo y La Habana y cargarse de los tesoros convenidos, hace unas reparaciones necesarias y zarpa, llegando sus 60 naves sanas y salvas al puerto de Cádiz. No obstante, y pese a su limpísima navegación y administración, se le abre un nuevo proceso a cargo de la Casa de la Contratación, del cual se libra debido a importantes problemas de salud.
Una vez recuperado, se le encomienda su sexta y última flota de Indias, la de 1635. Tras dejar algunos barcos en el puerto de Cádiz por su precario estado, vuelve de América con el hundimiento de un galeón por vía de agua. En noviembre del mismo año, la Casa absuelve finalmente al almirante español de sus acusaciones.
En 1636, se le concede una flota de galeones con la que pasa al Mediterráneo como gobernador de Menorca, para hacer frente al ataque francés, desplegando gran actividad y reduciendo la amenaza. Una vez paliado el problema en el Mediterráneo, se le requiere pra hacer frente a la incipiente flota francesa en el Cantábrico. En el viaje se bate en duelo con el almirante Nicolás de Judici Fiesco, quienes arrastraban ciertas disputas, venciendo en el duelo Oquendo y perdonándole la vida a su homónimo.
Tras esquivarle el almirante cardenal francés De Sourdis, se le encomienda a Oquendo la más grande misión hasta ahora: destruir la flota holandesa que priva de su comercio en Asia a la Corona. Para ello, quedó prácticamente vacía España: 51 naves de guerra y 12 transportes que pretendían trasladar 6.000 soldados para refrescar el ejército español, sin contar los 8.000 soldados embarcados a parte en la gigantesca escuadra. La flota holandesa, por su parte, se compone de 33 navíos (fragatas flamencas en su mayoría).
Volviendo a resumir, tras varios encontronazos entre la flota española y holandesa, tímidos e indecisos, la flota española se refugia en el estuario del Tamésis, mientras que los holandeses se reaprovisionan en puertos franceses. Sin embargo, Inglaterra no está dispuesta a pertrechar a España, a pesar de hallarse neutral, y pone constantes trabas al comercio hispano-inglés, por lo que la flota española quedó carente de pólvora, municiones y víveres. No obstante, se consigue eludir el bloqueo holandés, transportando al contigente de 6.000 hombres y depositándolos don Miguel de Horna (jefe de la escuadra de Dunquerque) en puertos españoles en Flandes.
Acto seguido, Antonio de Oquendo, sin posibilidad ninguna, decide salir del puerto, y afrontar la batalla antes que se situación empeore. El espectáculo dantesco es digno de la Historia. Se produjo una impresionante varada simultánea de la flota española en los bancos de arena de los Downs (las Dunas). Podría pararme a comentar la incompetencia de los capitanes asignados a cada barco, o de la genialidad de Feijóo para conseguir sobreponerse a la varada. La cuestión es, que antes de empezar la batalla, Oquendo ha perdido ya media flota. El almirante holandés Marteen Tromp, que se mostró esquivo y burlón en los "juegos preliminares" se lanza contra el Santiago de Galicia de Oquendo. El combate que se produjo entre la flota holandesa y española fue brutal y encarnizado. A tal punto llegó, que el piloto de la capitana, le sugirió a Oquendo volver al estuario, a lo que el bravo capitán general respondió encolerizado "Nunca me vio el enemigo las espaldas". El bombardeo incensante que se produjo sobre la capitana de Oquendo fue desporporcionado (más tarde se contabilizarían más de 1.500 cañonazos sobre ella). Tras un patriótico y fuerte discurso, los españoles siguieron batiéndose como leones, a sabiendas de lo pérdida de la batalla, sólo quedaba vender la piel lo más caro posible.
A la superioridad holandesa (debido a la varada española) se añadía la lluvia de infernales brulotes, por lo que los navíos españoles estaban aislados e incomunicados. Sin embargo, se sucedieron episodios heróicos, como el de Lope de Hoces, venciendo a los enemigos holandeses, fue enjaulado por 3 brulotes, mientras seguía trabado con otros dos navíos holandeses (que también fueron a pique). Cuentna los testigos, que aún mientras el fuego llegó a su culmen, seguía viendose a Lope de Hoces espada en mano dirigiendo el ataque.
El intento de romper el cerco holandés ha sido un fracaso, la capitana de Oquendo es la nave que se encuentra más próxima a conseguirlo, pero al verse rodeada de enemigos, ha sido desarbolada y prácticamente inutilizada. Los restantes navíos españoles van cayendo uno a uno. Al mediodía, sólo 12 galeones españoles siguen sin rendirse. Sin embargo, cuando la batalla parece ya una ruina, aparecen los 7 navíos de la escuadra de Flandes de Miguel de Horna, cumplida su misión, y socorren a Oquendo, remolcando al "Santiago de Galicia". Estos ocho galeones lucharon encarnizadamente por romper el cerrojo holandés (un navío español, llegó a caer batido por 10 holandeses).
Al ver el "hueso duro de roer" que son estas 6 naves, Marteen Tromp deja escapar a Oquendo y Horna, acción que fue muy discutida más tarde pero que el propio Tromp calificó como irreductible y dijo que el Santiago era invencible mientras Oquendo estuviese dentro. De esta forma, llegaron los 7 navíos al puerto español de Mardyck, en la costa flamenca. Aún se pudo formar un convoy de 20 naves, entre las supervivientes y la devueltas, que transportó a La Coruña un maltratado ejército de 3.000 valones.
Antonio de Oquendo aún aguantaría 80 días, alejado de la Armada, muriendo finalmente en junio de 1640, a la edad de 67 años y exclamando sus últimas palabras "¡Enemigos, enemigos! ¡Déjenme ir a la capitana para defender la Armada y morir en ella!". Estas fueron las últimas palabras de uno de los más grandes marinos que ha tenido España, olvidadas sus sobrenaturales hazañas, y recordado como el perdedor de las Dunas, título inmerecido y falso.
FUENTES:
- "La batalla naval de las Dunas. La Holanda comercial contra la España del Siglo de Oro. " Víctor San Juan Sílex, Madrid, 2007.
Última edición por Roy el 05 Feb 2010, 10:50, editado 1 vez en total.
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Re: Antonio de Oquendo
En primer lugar, permítame felicitarle por el hilo.
En segundo, entremos en materia:
Por lo que explica, el incidente parece otro caso más de la firme resolución que Olivares optaba por tomar en un caso de desobediencia. Aunque no dudo que la flota que mandaba gobernar a don Fadrique de Toledo estuviera mal pertrechada, y por lo tanto fuera inapropiado enviarla, Olivares tomó una política de meter en cintura a las personas con cargos - generalmente nobles - con sanciones importantes, ya fueran pecuniarias, encarcelamientos o "destierros".
Desde luego el caso de García de Toledo, hermano del anterior, parece no tener excusa: simplemente, se negó a comandar una escuadra que escoltaría al Cardenal Infante de Barcelona a Génova, porque no tenía el "prometido" cargo en el Consejo de Estado, cuando lo cierto es que había sido nombrado, pero se habían dado instrucciones que no se le otorgara oficialmente hasta su llegada a Milán.
De hecho, apoyó al propio Cardenal Infante en sus pretensiones de no pasar a Milán, sino era con título de "Vicario General de Italia". También al hermano del rey hubo que llamarlo al orden - aunque sin amonestación - porque era necesario atajar las pretensiones de estos, sino querían verse ahogados en demandas. El hecho es que había cierta tendencia entre la nobleza a verse encumbrados y recompensados antes de cumplir con sus obligaciones. Es normal que Olivares instaurará entocnes esa Junta de Obediencia, que se ocupaba de discutir los casos, y de la cual, nadie escapaba. Puede que Fadrique fuera víctima de esa obstinación del valido del rey.
Estas cabezonerías de los nobles - en muchos casos movidas por la vanidad - originaban numerosos retrasos, a veces, incluso, de años enteros. El orgullo de García de Toledo inspiró a Calderón de la Barca, que era criado del suegro de aquel, para el famoso discurso del Alcalde de Zalamea:
las palabras que puso el escritor en su comedia:
"Al rey, la hacienda y la vida de ha de dar. Pero el honor es patrimonio del alma. Y el alma sólo es de Dios".
parecen inspiradas en las que García de Toledo escribió al rey:
"El cargo es del rey, nuestro señor, la vida y la hacienda. La honra, de Dios y de quien trata de conservarla".
Otro comentario que me suscita el texto, es que parece que la escuadra que se envió a Pernambuco, parecía, por el objetivo indicado, un convoy de transporte escoltado. Lo digo por la carga del azúcar. De todas maneras, está claro que el valor de este territorio portugués era por sus productos coloniales.
Lo último, es que uno de los principales motivos del descontento portugués que acabó derivando en la oportuna rebelión de 1640, fue la poca defensa que su señor, el rey de España, hacía de los territorios portugueses de ultramar atacados por los holandeses. La pérdida de Pernambuco fue muy sentida entre los mercaderes portugueses, y parece ser uno de los motivos que se argumentó para la secesión.
En fin, demasiados frentes que atender.
Respecto a la batalla de las Dunas: parece claro que a los españoles Dios los hizo de secano. En fin...
En segundo, entremos en materia:
Roy escribió:El segundo bloque, numéricamente impresionante, es destinado al mando de don Fadrique de Toledo, que al ver la disposición y el estado de la flota, renuncia, siendo apartado, humillado y condenado a una vida de penurias y descrédito, muriendo prácticamente en la miseria por no cumplir la misión que Olivares exigía, el que una vez fue el mejor marino de España (en su época): Fadrique de Toledo.
Este penoso e injustificado incidente, sólo provocó que el segundo bloque (y el realmente importante) de la expedición se retrasase al año 1635, dejando a Oquendo patéticamente en vanguardia, en completa inferioridad, escoltando un convoy comercial de 12 naves y sin apoyos de ningún tipo, contra prácticamente un centenar de embarcaciones holandesas.
Por lo que explica, el incidente parece otro caso más de la firme resolución que Olivares optaba por tomar en un caso de desobediencia. Aunque no dudo que la flota que mandaba gobernar a don Fadrique de Toledo estuviera mal pertrechada, y por lo tanto fuera inapropiado enviarla, Olivares tomó una política de meter en cintura a las personas con cargos - generalmente nobles - con sanciones importantes, ya fueran pecuniarias, encarcelamientos o "destierros".
Desde luego el caso de García de Toledo, hermano del anterior, parece no tener excusa: simplemente, se negó a comandar una escuadra que escoltaría al Cardenal Infante de Barcelona a Génova, porque no tenía el "prometido" cargo en el Consejo de Estado, cuando lo cierto es que había sido nombrado, pero se habían dado instrucciones que no se le otorgara oficialmente hasta su llegada a Milán.
De hecho, apoyó al propio Cardenal Infante en sus pretensiones de no pasar a Milán, sino era con título de "Vicario General de Italia". También al hermano del rey hubo que llamarlo al orden - aunque sin amonestación - porque era necesario atajar las pretensiones de estos, sino querían verse ahogados en demandas. El hecho es que había cierta tendencia entre la nobleza a verse encumbrados y recompensados antes de cumplir con sus obligaciones. Es normal que Olivares instaurará entocnes esa Junta de Obediencia, que se ocupaba de discutir los casos, y de la cual, nadie escapaba. Puede que Fadrique fuera víctima de esa obstinación del valido del rey.
Estas cabezonerías de los nobles - en muchos casos movidas por la vanidad - originaban numerosos retrasos, a veces, incluso, de años enteros. El orgullo de García de Toledo inspiró a Calderón de la Barca, que era criado del suegro de aquel, para el famoso discurso del Alcalde de Zalamea:
las palabras que puso el escritor en su comedia:
"Al rey, la hacienda y la vida de ha de dar. Pero el honor es patrimonio del alma. Y el alma sólo es de Dios".
parecen inspiradas en las que García de Toledo escribió al rey:
"El cargo es del rey, nuestro señor, la vida y la hacienda. La honra, de Dios y de quien trata de conservarla".
Otro comentario que me suscita el texto, es que parece que la escuadra que se envió a Pernambuco, parecía, por el objetivo indicado, un convoy de transporte escoltado. Lo digo por la carga del azúcar. De todas maneras, está claro que el valor de este territorio portugués era por sus productos coloniales.
Lo último, es que uno de los principales motivos del descontento portugués que acabó derivando en la oportuna rebelión de 1640, fue la poca defensa que su señor, el rey de España, hacía de los territorios portugueses de ultramar atacados por los holandeses. La pérdida de Pernambuco fue muy sentida entre los mercaderes portugueses, y parece ser uno de los motivos que se argumentó para la secesión.
En fin, demasiados frentes que atender.
Respecto a la batalla de las Dunas: parece claro que a los españoles Dios los hizo de secano. En fin...
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De todas maneras, España no podía permitirse en esa época la pérdida de su mejor marino y menos de una forma tan deshonrosa e inapropiada.
Sobre la escuadra otorgada a Oquendo en Pernambuco. Es simple. Desconozco la naturaleza de la misión de aquellas 12 naves mercantes, pero a Oquendo se le otorgó la escolta y protección de las mismas (de las que además hizo buen uso, antes, durante y después de la batalla) hasta la plaza de Bahía debido a la evidente experiencia en conducción de flotas de Indias de la que era partícipe don Antonio.
Sobre la poca atención que España dio a sus posesiones portuguesas, discrepo. En 1580 se anexionan los territorios portugueses a la Corona española y en apenas 30 años ya tenemos una escuadra pendiente de la piratería (holandesa sobretodo) en la Carrera da Indias. La política americana de la Corona fue equivocada en todos los aspectos, no sólo económicamente, que ahora no viene al caso, sino que no se introdujo un cuerpo patrullero hasta el siglo XVIII, y esto fue en el Caribe. En Brasil acostumbraban a recalar las flotas grandes marinos, que no tenían otra que batirse con los piratas holandeses que azotaban esa costa (y que permanecieron casi 50 años con las plazas nombradas en la "biografía").
Sobre la escuadra otorgada a Oquendo en Pernambuco. Es simple. Desconozco la naturaleza de la misión de aquellas 12 naves mercantes, pero a Oquendo se le otorgó la escolta y protección de las mismas (de las que además hizo buen uso, antes, durante y después de la batalla) hasta la plaza de Bahía debido a la evidente experiencia en conducción de flotas de Indias de la que era partícipe don Antonio.
Sobre la poca atención que España dio a sus posesiones portuguesas, discrepo. En 1580 se anexionan los territorios portugueses a la Corona española y en apenas 30 años ya tenemos una escuadra pendiente de la piratería (holandesa sobretodo) en la Carrera da Indias. La política americana de la Corona fue equivocada en todos los aspectos, no sólo económicamente, que ahora no viene al caso, sino que no se introdujo un cuerpo patrullero hasta el siglo XVIII, y esto fue en el Caribe. En Brasil acostumbraban a recalar las flotas grandes marinos, que no tenían otra que batirse con los piratas holandeses que azotaban esa costa (y que permanecieron casi 50 años con las plazas nombradas en la "biografía").
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Roy escribió:De todas maneras, España no podía permitirse en esa época la pérdida de su mejor marino y menos de una forma tan deshonrosa e inapropiada.
Desde luego, por lo que interpreto, Olivares entendía que la eficiencia debía estar supeditada a la obediencia, algo que no voy a criticar, maxime cuando las comunicaciones no eran rápidas [un correo por la posta de Barcelona a Madrid tardaba 8 jornadas; de Madrid a Bruselas, vía Milán, varias semanas] y las réplicas y contraréplicas, y discusiones de las instrucciones entregadas, generaban una importante demora en su ejecución.
Otra cosa, es que lo indicado en las instrucciones pudiera llevarse realmente a cabo, pero aunque Olivares era [¿demasiado?] ambicioso en su planteamiento, no era tan rígido que no supiera mostrarse flexible, y otorgar ciertas concesiones, pero de ahí, a permitir la "rebeldía" iba un paso.
Ya digo, que el caso concreto de don Fadrique lo desconozco, pero había, a mi parecer, una excesiva preponderancia de la honra en el trato de los nobles [particularmente, aquellos con grandeza] con la "administración" por así decirlo, donde la dignidad degeneraba en rabieta, pero quizás el vicio estaba en la propia administración, donde la calidad de la persona a nombrar pesaba demasiado para conceder los cargos.
Sobre la poca atención que España dio a sus posesiones portuguesas, discrepo.
Y yo también
Lo cierto es que el sentimiento portugués, la valoración que hacían, más allá de la eficacia de las medidas para la defensa de los territorios portugueses de ultramar emprendidas desde Madrid [ya fuera en Brasil, o en las Indias Orientales] era negativa, y se fue agudizando durante la década de los 30, teniendo como exponente la pérdida de Pernambuco, hasta que en 1640, el sentimiento entre los mercaderes portugueses era que mejor les sería no ser súbditos del rey de España. Fue uno de tantos motivos por los cuales Portugal se rebeló, aunque la corte madrileña lo juzgara en primera instancia como una mera rabieta, que no había de tener trascendencia.
Relacionar directamente la actuación de ambas compañías holandesas de indias [occidental y oriental] las pérdidas territoriales y económicas que sufrían los portugueses, y la empecinada guerra contra los holandeses que mantenía su señor, el rey de España, no creo que fuera difícil.
Alguien pordría argumentar que el corso holandés contra las plazas portuguesas de ambas indias se hubiera producido de cualquier manera, siendo o no los portugueses súbditos del rey de España, pero cuanto menos en Brasil, fue la obstinación del estado [o provincia] de Holanda, principal accionista del compañía occidental, la que, a pesar del deficit de la misma en la década de los 20, insistió en mantenerla, no por los hipotéticos beneficios que pudiera obtenerse o del corso, o de la ocupación de territorios, sino por el daño que se hacía a su enemigo.
Los mercaderes portugueses hicieron "una y dos son tres", y nació el sentimiento de que la unión con Castilla no traía más que problemas.
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- Capitán
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En cualquier caso, y entendiendo la mentalidad española de la época, fue una exageración desproporcionada el trato que se le dio a Fadrique de Toledo.
Sobre la protección española de las colonias portuguesas, en América tanto las plazas españolas como las portuguesas estuvieron desprotegidas contra los ataques de piratas y corsarios. De ahí a que durante los últimos años del siglo XVI y principios del XVII se procediera a una fortificación de las plazas más importantes para los ingresos de la metrópoli. En Asia, la situación era muchísimo más precaria. Las posesiones portuguesas eran asentamientos, fuertes, factorías, ciudades las que más, interconectadas y con una zona de influencia muy amplio, pero sobre el que se tenía muy poco dominio (más aún cuando las autoridades autóctonas se reforzaron y quisieron recuperar su territorio: ejemplo en Ormuz). Los soldados destinados allí siempre fueron escasos, pero esto responde a un doble problema: la necesidad de un cuerpo administrativo y la inutilidad del ejército en esos lares, y el enorme costo que suponía mantener allí a un ejército. Amén de que las tropas eran más necesarias en Europa. De todos modos, se creó durante el siglo XVII una flota para proteger las posesiones del Índico de los ataques holandeses.
En ningún caso fueron menospreciadas las posesiones portuguesas, pero la Corona tuvo que elegir sus prioridades, dando más importancia a unas que a otras.
Sobre la protección española de las colonias portuguesas, en América tanto las plazas españolas como las portuguesas estuvieron desprotegidas contra los ataques de piratas y corsarios. De ahí a que durante los últimos años del siglo XVI y principios del XVII se procediera a una fortificación de las plazas más importantes para los ingresos de la metrópoli. En Asia, la situación era muchísimo más precaria. Las posesiones portuguesas eran asentamientos, fuertes, factorías, ciudades las que más, interconectadas y con una zona de influencia muy amplio, pero sobre el que se tenía muy poco dominio (más aún cuando las autoridades autóctonas se reforzaron y quisieron recuperar su territorio: ejemplo en Ormuz). Los soldados destinados allí siempre fueron escasos, pero esto responde a un doble problema: la necesidad de un cuerpo administrativo y la inutilidad del ejército en esos lares, y el enorme costo que suponía mantener allí a un ejército. Amén de que las tropas eran más necesarias en Europa. De todos modos, se creó durante el siglo XVII una flota para proteger las posesiones del Índico de los ataques holandeses.
En ningún caso fueron menospreciadas las posesiones portuguesas, pero la Corona tuvo que elegir sus prioridades, dando más importancia a unas que a otras.
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Roy escribió:En cualquier caso, y entendiendo la mentalidad española de la época, fue una exageración desproporcionada el trato que se le dio a Fadrique de Toledo.
Ya indiqué que mis comentarios venían suscitados por el caso, pero no tenía la intención de analizar el caso de don Fadrique, para mí conocido sólo por muy leves referencias, y siempre en relación al caso de su hermano. Únicamente intentaba aportar otra perspectiva en la que el particular caso expuesto pudiera "englobarse".
Los soldados destinados allí siempre fueron escasos, pero esto responde a un doble problema: la necesidad de un cuerpo administrativo y la inutilidad del ejército en esos lares y el enorme costo que suponía mantener allí a un ejército.
Esto de la inutilidad no lo acabo de entender.
En ningún caso fueron menospreciadas las posesiones portuguesas, pero la Corona tuvo que elegir sus prioridades, dando más importancia a unas que a otras.
Si bien entiendo que la defensa de los territorios portugueses de ultramar frente a los ataques holandeses, principalmente, no es algo que por parte de la corte madrileña se menospreciara, yo insisto en que el análisis que realizaban los portugueses era distinto.
Después de algunas tentativas de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales en el Caribe [netamente castellano] a primeros del XVII, la atención se fue desviando hacia Brasil, y allí estuvo el empeño principal holandés de formar una colonia productiva, más allá de una mera base "pirática" . Pero el resto de las posesiones españolas también sufrió ataques y pérdidas de control temporales [como las salinas de Puerta Araya; por lo visto el salazón de arenques requería un tipo muy específico de sal ¿no era cloruro sódico sin más? que antaño se obtenía muy abundantemente precisamente en Portugal].
Evidentemente, los súbditos castellanos que se podían ver afectados por estos ataques, también se quejarían y demandarían mayor protección, y el rey la concedería, dentro de un marco de actuación limitado por recursos en declive, pero... al final la cuestión sentimental es importante, y de percibir las cosas de una manera u otra, y de explotarlas para conseguir las metas que se pretenden.
A mí, y esto sería rayar el campo de la historia-ficción, me da la sensación de que el choque en las indias orientales entre Holanda y una hipotética Portugal independiente se hubiera producido en todo caso [la verdad es que no sé lo que tuvo lugar más tarde] pero por lo que parece, como indiqué en anteriores mensajes, la actuación de la Compañía Occidental, fue antes política [debilitar al enemigo con el que se mantenía una guerra] que motivada por "simples negocios".
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Carlos Valenzuela escribió:Ya indiqué que mis comentarios venían suscitados por el caso, pero no tenía la intención de analizar el caso de don Fadrique, para mí conocido sólo por muy leves referencias, y siempre en relación al caso de su hermano. Únicamente intentaba aportar otra perspectiva en la que el particular caso expuesto pudiera "englobarse".
En ese caso me disculpo contigo ;)
Carlos Valenzuela escribió:Los soldados destinados allí siempre fueron escasos, pero esto responde a un doble problema: la necesidad de un cuerpo administrativo y la inutilidad del ejército en esos lares y el enorme costo que suponía mantener allí a un ejército.
Esto de la inutilidad no lo acabo de entender.
Es muy sencillo. Las posesiones portuguesas en Asia (y la costa este africana) estaban tan diseminadas, y la situación era tan inestable, que un ejército sólo habría supuesto el problema de su manutención, así como la falta de tropas en Europa, por supuesto.
Carlos Valenzuela escribió:Después de algunas tentativas de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales en el Caribe [netamente castellano] a primeros del XVII, la atención se fue desviando hacia Brasil, y allí estuvo el empeño principal holandés de formar una colonia productiva, más allá de una mera base "pirática" . Pero el resto de las posesiones españolas también sufrió ataques y pérdidas de control temporales [como las salinas de Puerta Araya; por lo visto el salazón de arenques requería un tipo muy específico de sal ¿no era cloruro sódico sin más? que antaño se obtenía muy abundantemente precisamente en Portugal].
Sí, de hecho logró establecerse en plazas permanentes (Recife, Pernambuco), estableciendo su control por casi toda la Costa Salvaje (desde la desembocadura del Orinoco hasta la zona del Amazonas), así como controlando la región alrededor del río Surinam (hoy Guayanas).
Pero a pesar del control del monopolio azucarero por parte de los holandeses durante buena parte del XVII, dichas posesiones brasileñas estaban más encaminadas a estorbar a la Corona española que a beneficiarse las Provincias Unidas.
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- Sargento
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Roy escribió:En ese caso me disculpo contigo ;)
No veo el porqué... ¿o quizás esté siendo usted irónico?
Las posesiones portuguesas en Asia (y la costa este africana) estaban tan diseminadas, y la situación era tan inestable, que un ejército sólo habría supuesto el problema de su manutención, así como la falta de tropas en Europa, por supuesto.
Un ejército como el de Flandes o Italia, quizás no sería posible - ni siquiera deseable - pero imagino que la defensa se orquestró como en el norte de África, plazas fuertes presidiadas por guarniciones portuguesas o castellanas.
No es algo respecto a lo que esté muy al tanto, pero por lo menos en las Molucas "portuguesas" había tropas españolas. Y entrecomillo lo de portuguesas, porque el rey era el mismo, pero la relación socioeconómica [y hasta religiosa] pasaba por manos portuguesas más comúnmente que por españolas, aunque no fuera así siempre en lo político. ¿No era una monarquía universal?
Respecto a las Guyanas, parece que al considerarse un territorio marginal [cuyo dominio no era prioritario más allás de fines estratégicos] no hubo excesiva preocupación por defenderlo. En el Caribe, aún a pesar del valor que demostraría más tarde, quien no tuvo una isla fue porque no osó intentarlo. Hasta la Compañía Danesa de las Indias Occidentales tuvo sus plantaciones de azúcar.
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Carlos Valenzuela escribió:Un ejército como el de Flandes o Italia, quizás no sería posible - ni siquiera deseable - pero imagino que la defensa se orquestró como en el norte de África, plazas fuertes presidiadas por guarniciones portuguesas o castellanas.
En efecto, así era. La Carrera da Indias estuvo basada en pequeñas ciudades fortificadas (Sao Jorge da Mina, Calicut, El Cabo), pero las plazas más abundantes eran las fortalezas y las factorías.
Carlos Valenzuela escribió:No es algo respecto a lo que esté muy al tanto, pero por lo menos en las Molucas "portuguesas" había tropas españolas. Y entrecomillo lo de portuguesas, porque el rey era el mismo, pero la relación socioeconómica [y hasta religiosa] pasaba por manos portuguesas más comúnmente que por españolas, aunque no fuera así siempre en lo político. ¿No era una monarquía universal?
Más bien, la tropa predominante en las Molucas, el Timor y Japón fueron tropas portuguesas, que llevaban allí ya desde la decada de 1520 (1540 en Japón). Las expediciones castellanas poco pudieron hacer contra la dominación portuguesa, a pesar de darse numerosos intentos (Magallanes-Elcano, García Jofre de Loaísa, Saavedra).
Carlos Valenzuela escribió:Respecto a las Guyanas, parece que al considerarse un territorio marginal [cuyo dominio no era prioritario más allás de fines estratégicos] no hubo excesiva preocupación por defenderlo. En el Caribe, aún a pesar del valor que demostraría más tarde, quien no tuvo una isla fue porque no osó intentarlo. Hasta la Compañía Danesa de las Indias Occidentales tuvo sus plantaciones de azúcar.
Exacto, la zona brasileña siempre estuvo un tanto descuidada por la Corona, quizás porque la Corona despreció siempre los productos agrícolas en favor de los metales preciosos (política que será la perdición de la economía americana, así como de la española en conjunto), por lo que esa zona no gozó de excesiva atención.
En el Caribe, digamos que la existencia de tantas islas (algunas de las cuales, muy pequeñas, de origen volcánico y situadas a barlovento; no daban ninguna ventaja a la Corona) hacía imposible el control total de la región. De ahí empezaron las demás potencias a dominar pequeñas islas (Inglaterra, Jamaica; Holanda, San Martín y Curaçao; Francia, Martinica), dominio que se acrecentaría notablemente en el siglo XVIII.
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Carlos Valenzuela escribió:Más bien, la tropa predominante en las Molucas, el Timor y Japón fueron tropas portuguesas, que llevaban allí ya desde la decada de 1520 (1540 en Japón). Las expediciones castellanas poco pudieron hacer contra la dominación portuguesa, a pesar de darse numerosos intentos (Magallanes-Elcano, García Jofre de Loaísa, Saavedra).
Yo me refería al periodo de unión entre ambas coronas [1580-1640/1665]:
http://www.colonialvoyage.com/spainmoluccas.html
La gobernación de las Molucas fue española entre 1606-1663. Aquí se narra como el socorro enviado desde las Filipinas contra los holandeses, hizo que el control de las islas pasara de manos portuguesas a españolas directamente.
También:
http://www.archive.org/details/coleccindedoc52madruoft
Que era la fuente que yo manejaba cuando hice el comentario, sobre Gerónimo de Silva, gobernador de ls Molucas entre 1611 y 1616, donde habla de los soldados españoles que guarnicionaban los presidios... también había portugueses.
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Roy escribió: La política americana de la Corona fue equivocada en todos los aspectos, no sólo económicamente, que ahora no viene al caso, sino que no se introdujo un cuerpo patrullero hasta el siglo XVIII, y esto fue en el Caribe. En Brasil acostumbraban a recalar las flotas grandes marinos, que no tenían otra que batirse con los piratas holandeses que azotaban esa costa (y que permanecieron casi 50 años con las plazas nombradas en la "biografía").
Bueno tampoco nos pasemos compañeros, se hicieron muchas cosas bien con respecto a la economía y la defensa de América en cuanto empezaron los problemas, el imperio no se conservó casi íntegro por nada. En lo que se refiere a la defensa: durante todo el siglo XVI se destinaron intermitentemente, de hecho casi permanentemente, fuerzas con el cometido específico de defender el tráfico o limpiar de piratas los mares. A finales de dicho siglo y principios del XVII se establecen definitivamente varios grupos navales para la defensa y lucha en el mar
http://www.uv.es/rseapv/Anales/01_02/A_ ... strias.pdf
http://www.bibliojuridica.org/libros/1/163/5.pdf
http://www.bibliojuridica.org/libros/1/163/9.pdf
Respecto a la cuestión de las colonias portuguesas: creo que lo que se consiguió entrando bajo la protección de España fue retrasar la caída de dicho imperio, sin los ejércitos y flotas españoles defendiendo esos territorios la diferencia hubiera sido que ingleses u holandeses los hubieran ocupado antes. Se tiende a poner como ejemplo de lo que realmente podía hacer Portugal la recuperación de colonias de la segunda mitad del XVII, pero se tiende a olvidar sobretodo por parte portuguesa que eso pudo consumarse en el contexto de la alianza con Inglaterra, que sostenía guerras de mucha mayor entidad con los holandeses en aguas europeas.
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zimisces escribió:Respecto a la cuestión de las colonias portuguesas: creo que lo que se consiguió entrando bajo la protección de España fue retrasar la caída de dicho imperio, sin los ejércitos y flotas españoles defendiendo esos territorios la diferencia hubiera sido que ingleses u holandeses los hubieran ocupado antes. Se tiende a poner como ejemplo de lo que realmente podía hacer Portugal la recuperación de colonias de la segunda mitad del XVII, pero se tiende a olvidar sobretodo por parte portuguesa que eso pudo consumarse en el contexto de la alianza con Inglaterra, que sostenía guerras de mucha mayor entidad con los holandeses en aguas europeas.
Yo me remito a lo dicho: las indias orientales eran muy atractivas. Las especias dejaban grandes beneficios, y tenían un margen muy alto, para construir fuertes, armadas y mantener tropas. Holanda hubiera chocado con Portugal en este territorio de cualquier manera.
El caso brasileño es diferente: la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales era deficitaria, y el empeño de estar allí fue político, y no económico. De hecho, como indicaba, durante la década de los 20 se estuvo a punto de renunciar a la propia existencia de la compañía, y entre 1642-1654 los holandeses vivieron un repliegue a manos de los portugueses, que por cierto, mantenían una guerra en la península, perdiendo el pie los holandeses en Brasil, a excepción de la guyana, que sinceramente, no sé si era territorio portugués o de quien.
PD:
zimisces escribió:Bueno tampoco nos pasemos compañeros
Entienda que en nuestras casas, sin vernos las caras, y teniendo la letra como única forma de expresión, ciertas expresiones pueden ser malinterpretadas, a nivel formal, por supuesto. Alguno igual podía creer que "busca pelea".
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PD:
Entienda que en nuestras casas, sin vernos las caras, y teniendo la letra como única forma de expresión, ciertas expresiones pueden ser malinterpretadas, a nivel formal, por supuesto. Alguno igual podía creer que "busca pelea". [/quote]
jaja cierto, sólo quería indicar que ni tanto ni tan poco, nuestro imperio en ese sentido daba de tanto en tanto una de cal y otra de arena.
zimisces escribió:Bueno tampoco nos pasemos compañeros
Entienda que en nuestras casas, sin vernos las caras, y teniendo la letra como única forma de expresión, ciertas expresiones pueden ser malinterpretadas, a nivel formal, por supuesto. Alguno igual podía creer que "busca pelea". [/quote]
jaja cierto, sólo quería indicar que ni tanto ni tan poco, nuestro imperio en ese sentido daba de tanto en tanto una de cal y otra de arena.
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