Sin embargo los alemanes, en cierto sentido, se sintieron como Napoleón, cuando la flota británica mantenía el dominio del mar en el Canal. Pero, a diferencia de aquel, disponían de una fuerza aérea que podía - pensaba el mariscal Goering - abrir el camino al ejército germano. Los aviones alemanes - operando como una caballería ligera sobre la tierra y el mar - podían anular la flota británica y, aunque los buques disponían de armamento antiaéreo, el número de aviones germanos en servicio podía vaticinar la victoria. Las Fuerzas Aéreas alemanas disponían de 1.300 aviones - unos 300 de bombardeo en picado - que teóricamente tenían alcance y precisión para destruir, al menos, los destructores o cruceros menos protegidos que los acorazados. Por otra parte las pérdidas de aviones eran más fáciles de reponer que los buques. Pero las Fuerzas Aéreas alemanas no podían atacar la flota sin destruir antes la aviación británica, que ya había mostrado su importancia contribuyendo al éxito de la retirada de Dunkerque.
Durante la II Guerra Mundial las principales mejoras en los aviones se produjeron en la velocidad y capacidad de carga. La batalla aérea sobre Inglaterra ya se libró con verdaderos aviones modernos como el Messerschmitt 109 o el Spitfire . Así mismo se pudo comprobar la bondad del radar - y otros avances - y también que era más difícil reemplazar a un piloto que a un avión. En cuanto a innovaciones tácticas, las más relevantes se refieren a ataques a baja cota que permitieron alcanzar con éxito vehículos, ferrocarriles, puentes... . Los rusos fueron, quizás, los más eficaces en ataques a tierra, mediante el empleo de cañones de 37 mm que se mostraron especialmente útiles contra carros en espacios abiertos.
La aviación de caza jugó un muy importante papel en la guerra pero, tanto los británicos como los americanos invirtieron los mayores recursos económicos y de personal en fuerzas de bombarderos, pensando que la guerra se ganaría, fundamentalmente, mediante una estrategia dirigida contra la economía. Los bombardeos británicos realizados, durante 1939 y 1940, se revelaron poco eficaces pues no solo los lanzamientos eran imprecisos sino que, incluso, era difícil encontrar el blanco aunque, a veces, fuese una ciudad. De otra parte los bombarderos, sin escolta, se mostraron muy vulnerables. En una de las primeras incursiones, los británicos pierden 15 de 31 aparatos – y a los alemanes les pasaba lo mismo -. Los cazas no tenían autonomía suficiente para acompañar a los bombarderos y, por ello, se comenzaron a realizar bombardeos nocturnos, ya que la artillería antiaérea era menos eficaz. Pero no se resolvió el problema pues la precisión era aún menor y los reconocimientos demostraron que solo una de cada diez bombas alcanzaba un blanco de 1 milla (casi como en la IGM.). Quizá fue el conocimiento de esta ineficacia lo que llevó a los aliados a cambiar de blancos, de manera que en lugar de bombardear fábricas o estaciones férreas atacaron objetivos de zona. Y así los ataques a las ciudades, para debilitar la moral del personal civil, llegaron a ser los objetivos de los bombardeos. Este cambio de objetivos significó lo que con propiedad podría denominarse la guerra por el terror.
Los bombardeos fueron terribles. Los británicos, en 1943, disponían de medios suficientes para conseguir la demolición de ciudades enteras; la producción de cuatrimotores aseguró la disponibilidad de 700/800 aparatos y el radar les aseguraba una precisión mayor. Con estos medios, el 60% de las bombas caía dentro de un radio de acción de unas 3 millas y esta precisión, y el empleo de bombas incendiarias, producía resultados tremendos – en estos ataques se empleaban 400/500 bombarderos durante 2 ó 3 horas - . Sin embargo, curiosamente, las incursiones alemanas, en este sentido, produjeron resultados contrarios a los buscados; la determinación y la moral británicas no sufrieron lo más mínimo, de manera que los británicos no tenían por qué pensar que fuese distinto en el bando contrario.

La estrategia aérea recibió un enorme refuerzo, en 1942, cuando los bombarderos de la USAF llegaron a Europa. Los bombarderos americanos eran más precisos que los europeos y montaban un armamento defensivo mayor; en consecuencia se pensó que los bombardeos nocturnos podían destruir la economía enemiga. Pero las pérdidas de aviones fueron impresionantes (proporción normal 315/60) hasta el punto que los americanos pensaban que pronto se quedarían sin aparatos. En octubre de 1943, 291 bombarderos hicieron una incursión perdiendo 60 aparatos y sin que el objetivo – una importante fábrica - sufriera lo más mínimo en su producción. Los alemanes (El radar, los cazas y la defensa a/a) producían en los británicos casi un 50% de pérdidas. Los 55.000 británicos muertos, durante la guerra, muestra claramente el alto costo de sus incursiones nocturnas.
En la primavera de 1944 los americanos superaron decisivamente las defensas alemanas. Escoltaron los bombarderos con cazas - a los que añadieron depósitos de combustible supletorios para aumentar su radio de acción - para empeñarse con los cazas alemanes a los que infringieron gravísimas pérdidas. Los aliados, en el verano de ese año, tenían bombarderos suficientes para llevar a cabo incursiones con regularidad y, sin embargo, aún cuando habían lanzado más de 750.000 toneladas de bombas, los alemanes fueron capaces de doblar su producción de armamento entre 1942/1944. La movilización total de la economía alemana, y el trabajo de los prisioneros de guerra, compensó suficientemente la labor de los bombarderos.

Las FF.AA. recibieron recursos sin precedentes durante la IIGM. Los británicos llegaron a tener más de 1.000 bombarderos operativos, y los EEUU más de 2.000 en Gran Bretaña y 1.200 en Italia. Es necesario resaltar que a pesar de estos enormes medios, y que el objetivo principal de los aliados era la industria de aviación, los alemanes alcanzaron el máximo nivel de producción en septiembre de 1944. En ese mes la producción fue de más de 3.500 aviones y en otoño, del mismo año, sus fábricas superaron aún aquella producción. Por ello no es exagerado decir que el programa de bombardeo estratégico no contribuyó, en la manera esperada, a la victoria. Los aliados dedicaron 1/3 de sus recursos al esfuerzo aéreo y, sin embargo, no produjo un resultado paralelo en el desgaste alemán. Los británicos construyeron 44.000 aviones – muchos bimotores y cuatrimotores -. Los alemanes aproximadamente el mismo número y los EEUU nada menos que 100.000. Estas cifras indican, por sí solas, el esfuerzo que requirió el bombardeo estratégico. Solo en 1944 los británicos y americanos tenían 4.200 cuatrimotores operativos y los alemanes unos 1.600 cazas con que oponerse a sus acciones. Cada aparato tenía dos dotaciones (7 hombres o más) lo que también ilustra sobre el costo del esfuerzo en el aire.
Al final de la IIGM aparece el avión a reacción que constituyó un incremento increíble en la velocidad. Desde las 450 millas, de los cazas más rápidos, se pasó a las 650 y aún el doble en algunos aparatos. Al mismo tiempo aumentaron de tamaño con la posibilidad de mayores cargas. El período inmediato de la posguerra puede con propiedad, denominarse la era del cohete - que se empleó tanto en los aviones como en las armas a/a que, con ayuda de radares muy precisos, incrementó la eficacia de ambos sistemas -.Las guerras contemporáneas (árabe-israelí y del Vietnam) son escaparates para observar los avances de la aviación que siguieron en las guerras del Golfo y Afganistán, donde el avión se situó un poco más cerca de las teorías de Guilio Douhet.
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