La Légion Étrangère - La Legión Extranjera (2006-2010)
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- Recluta
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- Cristhom
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javier fernandez escribió:QUISIERA SABER SI CUANDO TE PRESENTAS PARA ALISTARTE Y SI TE HECHAN PARA ATRAS SI TE PUEDES VOLVER A PRESENTAR MAS VECES GRACIAS
Bienvenido saludar es bueno para la salud!!! Son tres oportunidades las que tienes, si quieres y te queda algo de tiempo leete el hilo asi resolveras muchas de tus dudas...
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- Cabo
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Remise des képis blancs de la Légion étrangère
Bram accueillera mardi 19 octobre la remise du "képi blanc". Cérémonie militaire traditionnelle, elle marque une étape importante dans le parcours de formation initiale du légionnaire, après 4 semaines de formation et une marche de 50 km sur deux jours...
Alguien sabe algo del amigo EV ya estará afectado a algún reg ??
http://bram.blogs.lindependant.com/archive/2010/10/16/remise-des-kepis-blancs-de-la-legion.html
Bram accueillera mardi 19 octobre la remise du "képi blanc". Cérémonie militaire traditionnelle, elle marque une étape importante dans le parcours de formation initiale du légionnaire, après 4 semaines de formation et une marche de 50 km sur deux jours...
Alguien sabe algo del amigo EV ya estará afectado a algún reg ??
http://bram.blogs.lindependant.com/archive/2010/10/16/remise-des-kepis-blancs-de-la-legion.html
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- Sargento Segundo
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s.blanclegion010 escribió:CEA rep escribió:s.blanclegion010 escribió:buenas tardes cea , guapa foto para variar
un favor , podria contestar mi pregunta ( esta en la pagina anterior , pero a comienzo de esta ente la cito.)
gracias y saludos
¿Que pregunta Blanc? Ya sabes que no tengo ningun problema en contestar a algo que te pueda dar mi opinion.
gracias cea , la pregunta es la siguiente:
que opinion o lo que a visto y segun su experiencia, al yo presentarme con 30 años y ser seleccionado y afectado al rep , este mismo no sea lo indicado para la progresion de mi carrera en la lef .
motivos:
-mi edad
-que los mas jovenes son claramente mas fisicamente fuertes( yo voy bien ah!! pero he empesado de 0 por motivo del sedentarismo que significa estudiar leyes)
- en el rep un cabo se q es muy fisico etc
no sera mas recomendable el 2rei que me mola mucho o el 2reg?
es que quiero una cia de combate.
y me pego un tiro en el rep en la 5ta cia ( sin desmerecer logicamente , pero simplemente no seria mi objetivo)
A los 30 es cuando se esta mejor físicamente ,tienes teóricamente muchos años en plena forma .La desventaja que tienes es puramente administrativa, ya que nunca podrás ser oficial, en cambio una carrera como suboficial se puede hacer perfectamente.(hay que darse mas prisa en ascender)
Los cabos, son cabos en el 2 REI y en el 2REP.
Todo el mundo después de la instrucción va a una Cia combate, luego eres tu a decidir,dependiendo de tu forma y tu manera de querer servir.
En el REP igual,cuando acabes la promo iras a una Cie combate.
- pasarratos
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¿EL TEMA ES LA MANERA DE LA QUE QUIERAS VIVIR?
Con poder llegar a ser legionarios ya estariamos plenos de orgullo y satisfaccion. La pregunta es ¿ que cuerpos nos permitiran un ascenso mas rapido a los que pretendemos hacer una carrera...?
Con lo que de momento me he ido quedando creo que con lo que mas prisa nos tenemos que dar es con aprender el frances el primer año y supongo, que no lo se ¿abra que estudiar algo tipo oposicion para poder ascender?
¿hay algun cuerpo en el que se ascienda mas rapidamente ya sea por meritos o cursos?
Con poder llegar a ser legionarios ya estariamos plenos de orgullo y satisfaccion. La pregunta es ¿ que cuerpos nos permitiran un ascenso mas rapido a los que pretendemos hacer una carrera...?
Con lo que de momento me he ido quedando creo que con lo que mas prisa nos tenemos que dar es con aprender el frances el primer año y supongo, que no lo se ¿abra que estudiar algo tipo oposicion para poder ascender?
¿hay algun cuerpo en el que se ascienda mas rapidamente ya sea por meritos o cursos?
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- Soldado
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CEA rep escribió:s.blanclegion010 escribió:CEA rep escribió:s.blanclegion010 escribió:buenas tardes cea , guapa foto para variar
un favor , podria contestar mi pregunta ( esta en la pagina anterior , pero a comienzo de esta ente la cito.)
gracias y saludos
¿Que pregunta Blanc? Ya sabes que no tengo ningun problema en contestar a algo que te pueda dar mi opinion.
gracias cea , la pregunta es la siguiente:
que opinion o lo que a visto y segun su experiencia, al yo presentarme con 30 años y ser seleccionado y afectado al rep , este mismo no sea lo indicado para la progresion de mi carrera en la lef .
motivos:
-mi edad
-que los mas jovenes son claramente mas fisicamente fuertes( yo voy bien ah!! pero he empesado de 0 por motivo del sedentarismo que significa estudiar leyes)
- en el rep un cabo se q es muy fisico etc
no sera mas recomendable el 2rei que me mola mucho o el 2reg?
es que quiero una cia de combate.
y me pego un tiro en el rep en la 5ta cia ( sin desmerecer logicamente , pero simplemente no seria mi objetivo)
A los 30 es cuando se esta mejor físicamente ,tienes teóricamente muchos años en plena forma .La desventaja que tienes es puramente administrativa, ya que nunca podrás ser oficial, en cambio una carrera como suboficial se puede hacer perfectamente.(hay que darse mas prisa en ascender)
Los cabos, son cabos en el 2 REI y en el 2REP.
Todo el mundo después de la instrucción va a una Cia combate, luego eres tu a decidir,dependiendo de tu forma y tu manera de querer servir.
En el REP igual,cuando acabes la promo iras a una Cie combate.
Incluso yo agradesco esta respuesta, era algo que desde hace tiempo queria saber pero estaba buscando en el foro a ver si no se habia contestado ya.
Yo tengo 27 años y por lo menos suboficial si quiero llegar a ser si es que llego a entrar.
Otra duda, para ser oficial desde que edad es ideal entrar??
- Chepicoro
- Teniente Coronel
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Como siempre gracias por sus respuestas, sobre todo las de s.blanclegion010, por las series de fondos para correr, es bastante más sofisticado que lo que actualmente hago... que es correr como Dios me da a entender.
Y la respuesta de vet327, en realidad no es tan buena, pero mejor enterarme aqui y no alla.
Y la respuesta de vet327, en realidad no es tan buena, pero mejor enterarme aqui y no alla.
.. honestamente creia que era mas maña que fuerza y con mis piecitos ya creia que no habría problemaSin manos me parece dificil la cuerda se hace sin pies para las pruebas de seleccion y para todos los cursos de ascenso
"La muerte tan segura de su victoria nos da la vida como ventaja"
- MEBO1986
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s.blanclegion010 escribió:
pd: tb podrias agregar ferclek ( no se como se escribe)
ejemplo en 10 mil
SISTEMA FARLEK... Método de progresión a intervalo continuo, lo utilizo bastante en progresión de fondo... Consiste en someter al corazón a distintos niveles de entrenamiento para lograr un ejercicio más completo, para practicarlo es ideal tener un pulsómetro (chiche nuevo que me compré) . Si no se tiene un pulsómetro por último hacer la medición con un reloj en tiempo de 10 seg y multilplicar X 6, lo que nos da el esfuerzo por minuto.
Ahora, los tiempos del farlek van según la necesidad... por ejemplo si quiero quemar grasas y mejorar mi fase aeróbica utilizaré una frecuencia de hasta 120 ppm (pulsaciones por minuto), un entrenamiento de resistencia DURO llega hasta los 150 ppm ,y pasado ese umbral ya viene la potencia y la fuerza. OJO QUE EL UMBRAL DE ESFUERZO FÍSICO ES 220 menos la edad del corredor. Por ejemplo, mi edad es 24 por ende la fórmula sería 220- 24= 196 ppm umbral máximo
Las ventajas de este sistema permite un equilibrio completo en el ejercicio, ya que más que resistencia, gano VELOCIDAD EN RESISTENCIA. Lo ideal es realizar cada umbral en tiempos de 8-12 minutos, PERO SI EL CUERPO NO AGUANTA bajen los tiempos. Por ejemplo si yo empiezo mi entrenamiento corriendo a 13 kmh y mi pulsaciones por minuto son de 150, pasado 12 minutos bajo mi entrenamiento a 120 ppm y después bajo-subo y alterno... si les queda el corazón en la boca, o si vomitan, significa que lo hicieron bien.
SALUDOS
Lo mejor es tomar la decisión correcta. Tomar una mala decisión también está bien. Lo peor es evadir el riesgo, no arriesgarse es fracasar
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- Recluta
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UN SALUDO MARCIAL CON TACONAZO PARA TODOS COMPAÑEROS , SOY DE MADRID TENGO 36 AÑOS Y ESTUVE EN EL 94 EN LAS FILAS DE LA LEGION ESPAÑOLA EN EL GRAN CAPITAN, Y MA VUELTO A DESPERTAR EL GUSANILLO DE LA ACCION OTRA VEZ Y DESPUES DE LAS NAVIDADES KE VIENEN VOY A PRESENTARME A LA LEGION FRANCESA ,YA VEO KE ESTA EL LISTON MUY ALTO PERO A MIS 36 LO VOY A SUBIR LO MAS KE PUEDA , EN MI CASO DECIROS KE ESTOY FISICAMENTE MEJOR KE CUANDO TENIA 20 Y SICOLOGICAMENTE MAS TODAVIA KE PIENSO KE ES LA PARTE MAS IMPORTANTE LA SICOLOGICA...A SIS KE LOS TREINTAAÑEROS ECHARLE COGONES KE YO CREO KE ES CUESTION DE LLEVAR UNA BUENA PREPARACION Y SABER LO KE SE KIERE Y DONDE BUSCARLO ...UN SALUDO CON HONOR Y CON RESPETO PARA TODOS Y MUCHA SUERTE ....YO IRE PARA FEBRERO APROSIMADAMENTE....ENORABUENA A LOS CREADORES DE ESTE FORO MA DISUELTO MUCHAS DUDAS KE TENIA !!!!
!!!!!! CON NOSOTROS KIEN KIERA... POR DELANTE KIEN PUEDA !!!!
!!!!!! CON NOSOTROS KIEN KIERA... POR DELANTE KIEN PUEDA !!!!
Última edición por leche de pantera el 17 Oct 2010, 07:15, editado 1 vez en total.
legionarios a luchar legionarios a morir
- s.blanclegion010
- Teniente Coronel
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MEBO1986 escribió:s.blanclegion010 escribió:
pd: tb podrias agregar ferclek ( no se como se escribe)
ejemplo en 10 mil
SISTEMA FARLEK... Método de progresión a intervalo continuo, lo utilizo bastante en progresión de fondo... Consiste en someter al corazón a distintos niveles de entrenamiento para lograr un ejercicio más completo, para practicarlo es ideal tener un pulsómetro (chiche nuevo que me compré) . Si no se tiene un pulsómetro por último hacer la medición con un reloj en tiempo de 10 seg y multilplicar X 6, lo que nos da el esfuerzo por minuto.
Ahora, los tiempos del farlek van según la necesidad... por ejemplo si quiero quemar grasas y mejorar mi fase aeróbica utilizaré una frecuencia de hasta 120 ppm (pulsaciones por minuto), un entrenamiento de resistencia DURO llega hasta los 150 ppm ,y pasado ese umbral ya viene la potencia y la fuerza. OJO QUE EL UMBRAL DE ESFUERZO FÍSICO ES 220 menos la edad del corredor. Por ejemplo, mi edad es 24 por ende la fórmula sería 220- 24= 196 ppm umbral máximo
Las ventajas de este sistema permite un equilibrio completo en el ejercicio, ya que más que resistencia, gano VELOCIDAD EN RESISTENCIA. Lo ideal es realizar cada umbral en tiempos de 8-12 minutos, PERO SI EL CUERPO NO AGUANTA bajen los tiempos. Por ejemplo si yo empiezo mi entrenamiento corriendo a 13 kmh y mi pulsaciones por minuto son de 150, pasado 12 minutos bajo mi entrenamiento a 120 ppm y después bajo-subo y alterno... si les queda el corazón en la boca, o si vomitan, significa que lo hicieron bien.
SALUDOS
el que haga 10 kilometros en 50 minutos , progresara mas rapido con los entrenamientos alternados ya es una marca ganada ( no es facil si comienzas de 0 por que haras el kilometro en 7 a 7min 1/2 , pero es bueno ganar la mayor cantidad de fondo primero.
yo empese de dos km a la semana ( sin apurar la carrera ) esto es de 0
-primer mes 2-8 kilometros
-segundo mes 10-14 es bueno quedarse hasta los 14 ( 2 semanas 12 kilometros )
-tercer mes, ejercicios alternados
cuarto mes , exigir las marcas que se obtengan en el 3er mes ( y progresar el fondo hasta los 20 kilometrs y ojo solo 2 o 1 vez por semna con 2 dias de descanzo activo/ y total) calentar y estirar 15 minutos antes y despues y que en la suma no se superen las 2 horas de entrenamiento dia.
pd: los que ya tienen fondo , aconsejable hacer ejercisicios de 10 kilometros y semi maraton( tecnicas de carrera ) ,y estos no superan los 2 meses 1/2 en cada ciclo
como ven , todo tiene su ciencia mimo son 6 meses de entrenamiento, si partes de 0 pero para que la memoria muscular realmente exista minimo 10 meses
pero con 6 meses para partir de 0 e ir con una marca razonable para la seleccion . y no olvidar entrenar los abdominales , el tren superior y los brazos , es integral el gym tb demanda minimo 6 meses , aunque progrese rapido( esto es para el general no todos tenemos o teniamos una vida deportiva constante sea por trabajo , la novia o los estudos , falta de dinero o motivacion)
saludos.
pour ce destin de chevalier, honneur et fidelite...LEGIO PATRIA NOSTRA
- pasarratos
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- juan irineo moreno macias
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un viaje por la historia
LA BATALLA DE CAMARON
En 1863, la Legión Extranjera llevó a cabo una de las acciones más heroicas de su historia, cuando dos compañías del primer regimiento de la Legión destacado en México, compuestas por poco más de 60 hombres, confrontaron un ataque de dos mil soldados del ejército mexicano.
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DESARROLLO DE LA ACCION
El 17 de julio de 1861 el presidente mexicano Benito Juárez, líder del partido liberal, decretó una moratoria en el pago de la deuda externa de su país, suspendiéndola por un período de dos años, al cabo de los cuales se comprometió a reanudarla. Las razones de esta medida eran consecuencia de la cruenta Guerra de la Reforma que había aquejado a México entre 1857 y 1860, y que concluyó con la derrota de los conservadores y la elección de Juárez como presidente de la república. Sin embargo, en octubre de ese año, tres potencias europeas acreedoras, Gran Bretaña, Francia y España, se reunieron en Londres para asumir una posición conjunta con respecto a la decisión del gobierno mexicano. Estos países rechazaron la moratoria y sin aceptar las justas razones del gobierno de Juárez, pues aquellos recursos eran necesarios para la reconstrucción del país, decidieron forzar el cumplimiento de las obligaciones financieras de México. Además del pago en moneda pretendieron compensaciones en tierras y otras concesiones. De este modo conformaron una alianza y organizaron una expedición armada a ese país.
Hacia fines de diciembre de 1861 las primeras fuerzas europeas llegaron a Veracruz. Se trataba de un fuerte contingente español al mando del general Juan Prim. Posteriormente, en enero, arribaron los contingentes franceses y británicos al mando de Dubois de Saligny por parte de los primeros y de Sir Charles Wike por los segundos. El presidente Juárez ordenó no oponer resistencia para evitar el estallido de una guerra y propuso negociaciones para buscar una salida a tan compleja coyuntura, lo que fue aceptado por las naciones de la triple alianza.
Las conversaciones se llevaron a cabo en el poblado de La Soledad cerca de Veracruz, encabezadas por el ministro Manuel Doblado en representación del gobierno mexicano y el general Juan Prim como representante de la triple alianza. El 19 de febrero de 1862 se firmaron los tratados preliminares de La Soledad, mediante los cuales se se estipulaba que México no necesitaba del auxilio de ninguna potencia extranjera para consolidar su forma de gobierno. Asimismo, mientras las negociaciones continuaban, México autorizaba a que las tropas de la alianza europea pasasen a ciudades de la zona salubre como Orizaba, Córdoba y Xalapa. Dichas fuerzas serían vigiladas por el ejército mexicano de oriente al mando de don Ignacio Zaragoza. En caso de la suspensión o rompimiento de las negociaciones las potencias aliadas dejarían las poblaciones ocupadas y se fortificarían cerca del puerto de Veracruz. Al ser ratificados por el presidente Juárez y por los comisionados de Inglaterra y España, los tratados de La Soledad adquirieron carácter oficial. Posteriormente México se comprometió a cancelar sus deudas mediante bonos de garantía, que fueron admitidos por los gobiernos de Londres y Madrid, mas no así por el de París. Como consecuencia, los ejércitos español y británico se retiraron de México en abril de ese año, mientras que el destacamento francés permaneció en el país. Las señales eran claras. El emperador Napoleón III, quien gobernaba Francia desde 1848, había usado aquel problema de acreencias externas como el pretexto para expandir el área de influencia francesa en América del Norte. En otras palabras, el emperador francés pretendía crear en México un imperio que serviría de muralla contra el expansionismo estadounidense, en el entendido de que sería una tarea fácil gracias a la guerra de secesión que se desarrollaba en Estados Unidos y que distraía su atención de acciones en el frente externo, tales como poder hacer valer la Doctrina Monroe.
A principios de abril, el nuevo ministro peruano en Washington, Federico Barreda, propuso al secretario de Estado norteamericano William H. Seward que Estados Unidos y todos los países de América Central y del Sur emitiesen una declaración en la cual afirmarían que jamás tolerarían el reconocimiento de una fuerza extranjera en el continente americano, en clara alusión a las pretensiones de Napoleón III. Sin embargo, Seward recusó la propuesta manifestando que tal declaración podría amenazar las relaciones de los Estados Unidos con las potencias europeas, lo que no convenía mientras estuviesen luchando contra la Confederación. El Perú sugirió entonces convocar un congreso panamericano, lo que tampoco fue aceptado por Washington. Otros países sudamericanos como Colombia, Chile y Venezuela tambien realizaron gestiones diplomáticas en favor del gobierno de Juárez.
El 25 de abril el general conde Charles Ferdinand de Lorencez, recientemente nombrado por Napoleón como comandante en jefe de las fuerzas francesas en México, escribió al mariscal Randon, ministro de Guerra en París, una deplorable carta que no hacía más que reflejar el real propósito de la presencia militar francesa, así como una actitud petulante hacia la nación mexicana:
“Somos tan superiores a los mexicanos por la raza, la organización, la disciplina, la moral y la elevación de los sentimientos, que ruego a su excelencia tenga la bondad de informar al emperador que, a la cabeza de 6,000 soldados, ya soy el amo de México”.
Como tantos otros oficiales europeos de su época, el general galo había cometido un error de apreciación basado en presunciones destempladas. Unos días después de esa comunicación, en la mañana del 5 de mayo de 1862, la fuerza de Lorencez atacó la ciudad de Puebla como primer paso para tomar la capital mexicana. El presidente Juárez había actuado con prontitud para repeler a los invasores, disponiendo que el jefe de la división de oriente, el joven general Ignacio Zaragoza, defendiera la ciudad. Los franceses ejecutaron un ataque de artillería desde diferentes posiciones, que no surtió ningún efecto.
Después de una hora y media los galos habían gastado más de la mitad de sus municiones y Lorencez envió a su infantería con la orden de ocupar los fuertes Loreto y Guadalupe. Los patriotas mexicanos sostuvieron su posición con extraordinario valor y heroismo. Las gallardas tropas de Napoleón III fueron recibidas con un intenso y certero fuego. Dos coroneles franceses fueron muertos cuando encabezaban el ataque de sus regimientos y pronto Lorencez observó horrorizado cómo los cadáveres de sus tropas iban apilándose frente a los muros de los fuertes. Zaragoza ordenó entonces a su caballería que atacase a la infantería francesa desplegada frente al fuerte. Aquella brillante acción fue suficiente. A las 17:00 horas se escuchó el clarín de retirada del considerado mejor ejército del mundo, que sufrió casi 500 bajas. De inmediato Zaragoza cursó el siguiente mensaje a Juárez:
“Hoy las armas nacionales se han cubierto de gloria”.
La supuesta superioridad que Lorencez atribuía a sus hombres había probado ser lo que realmente era, es decir, una bravuconada. Este glorioso triunfo mexicano sin embargo, no marcaría el final de la aventura francesa en ese país. Por el contrario, el humillado general Lorencez solicitó a París refuerzos de 15,000 a 20,000 hombres y más armamento, explicando que sólo así lograría con buen éxito la campaña. Evidentemente que seis mil soldados no eran suficientes para conquistar México.
En 1863, con la llegada de numerosos refuerzos y otro general, Elie Frederick Forey, se decidió atacar nuevamente Puebla. Para ello ahora los franceses contaban con 18,000 soldados de infantería, 1,400 de caballería, 2,150 artilleros, 450 zapadores y un cuerpo auxiliar de 2,300 individuos, además de 2,000 combatientes mexicanos proporcionados por el general conservador Márquez. También disponían de 56 cañones y 2.4 millones de proyectiles.
Entre las nuevas tropas recibidas de Francia se encontraban tres batallones de la Legión Extranjera al mando del coronel Jeanningros, un eficiente veterano con más de 30 años de servicio, quien había participado en la batalla de Moulay-Ishmael en Argelia. Dos de sus batallones desembarcaron en Veracruz el 31 de marzo de 1863 y el tercero lo haría en los próximos días. Los mexicanos disponían de un ejército de 20,000 hombres en el norte al mando del propio presidente Juárez y otros 20,000 efectivos en el sur comandados por el general Porfirio Díaz. Estas tropas, apoyadas por guerrillas, ejecutaban constantes ataques a la línea de comunicaciones francesa entre Veracruz y las afueras de Puebla, en una extensión de mas de 240 kilómetros de longitud, por lo cual las fuerzas invasoras requerían un elevado número de efectivos para proteger el envío de provisiones y comunicaciones.
En marzo de ese año, los soldados franceses y 13,000 auxiliares mexicanos marcharon contra la heroica ciudad que separaba a Veracruz de la capital. A los legionarios franceses, para su decepción, se les asignaron tareas menores, como resguardar los convoyes en la sección oriental, donde abundaban enfermedades como la fiebre amarilla y el tifus. A este respecto, el comandante en jefe del ejercito francés, general Elie Frederic Forey, había señalado que prefería que fuesen extranjeros y no franceses quienes tuvieran la responsabilidad de defender el área más insalubre, es decir, la zona tropical entre Veracruz y Córdoba, donde reinaba la malaria.
Para los legionarios este desdén no era cosa nueva y lo asumieron con estoicismo y sin resentimiento. Desde que fue creada en 1831 por el rey Luis Felipe, buena parte de la opinión pública francesa consideraba a la Legión como una desgracia y se mostraba profundamente ofendida por el hecho de que mercenarios foráneos fuesen empleados para pelear las batallas de Francia, pues todos sus cuadros, con excepción de los oficiales, no eran franceses sino ciudadanos de otros países enlistados bajo condiciones muy difíciles. Por esta misma razón el ejército regular francés tomó distancias de la Legión, no sin antes asegurarse de que si había algún trabajo sucio que realizar, sería la Legión la que lo ejecutaría. Así, aislados de su familia, sus hogares, sus países y la propia Europa, los legionarios pronto comprendieron que eran rechazados por la propia gente por la que luchaban. Como lógica reacción, hubo una retrospección interna y pronto se desarrolló un fiero esprit de corps, que mejor se reflejaba en la frase “Legio Patria Nostra” –La Legión es nuestra patria–. Así, era a la Legión a la que el soldado debía lealtad. No a Francia. Los hombres se enrolaban por una variedad de razones. Algunos eran simples mercenarios en busca de empleo; otros eran refugiados políticos; algunos buscaban escapar de sus esposas o sus deudas; otros, sin suerte en la vida, buscaban empezar de nuevo; el resto eran simples aventureros atraídos por la posibilidad de servir en tierras exóticas. Pero contrario a la creencia popular, la Legión no era un refugio para criminales ni se permitía a aquellos convictos por crímenes enlistarse en sus filas como una alternativa para cumplir con sus condenas. La Legión sirvió sus primeros años en Argelia y en 1835 se le destacó al servicio del gobierno de España durante las guerras carlistas. Pocos sobrevivieron a tan cruento conflicto, pero el concepto sobre la valía de este cuerpo quedó asentado. Durante la Guerra de Crimea regimientos de la Legión tomaron parte en las batallas de Alma y de Inkerman, así como en el sitio de Sebastopol. En 1859, durante la guerra entre Francia y el imperio austro-húngaro, los legionarios combatieron en las batallas de Magenta y Solferino y esta última resultó tan sangrienta que una de sus consecuencias fue la creación de la Cruz Roja. Así, hasta entonces, la Legión había probado ser igual a cualquier cuerpo de infantería en el mundo, pero aún debía probar que era el mejor de todos. La oportunidad pronto se presentaría en México.
El 15 de abril un convoy compuesto por 64 carretas que llevaban varios cañones destinados a demoler las defensas de Puebla, municiones, provisiones y cofres de oro para pagar a las tropas, partió desde Veracruz. La inteligencia mexicana era buena y gracias a ella pronto tomaron conocimiento sobre la existencia de este convoy.
El gobernador civil y militar del Estado de Veracruz, coronel don Francisco de Paula Milán, ensambló una fuerza integrada por tres batallones de infantería de 400 hombres cada uno: el batallón de la Guardia Nacional de Veracruz, el batallón de la Guardia Nacional de Córdoba y el batallón de la Guardia Nacional de Xalapa, más 800 hombres de caballería –500 lanceros y 300 irregulares– para interceptar y capturar el valioso cargamento enemigo. A primera impresión parecía ser una tarea fácil, particularmente porque la caballería mexicana era muy eficiente y estaba armada con rifles de repetición Remington y Winchester y modernos revólveres Colt, Paterson y Starr. A la vez, mantener la seguridad de este convoy era de particular preocupación para los franceses, razón por la cual el 27 de abril el comandante en jefe de los legionarios, el coronel René Jeanningros, quien había establecido su cuartel general en Chiquihuite, decidió que la tercera compañía del primer regimiento de la Legión debía llevar a cabo la tarea de escoltarlo mientras recorriera el área bajo su responsabilidad. La mayoría de oficiales de dicha compañía se encontraban enfermos. Tres oficiales se ofrecieron como voluntarios: el capitán Jean Danjou, ayudante del Estado Mayor de la compañía; el teniente Napoleón Villain y el teniente segundo Maudet. Estos hombres conformaban un trío formidable. El capitán Danjou era un legionario con varios años de antigüedad que sirvió con distinción en Argelia, Crimea e Italia. En Crimea perdió una mano, que había reemplazado con una prótesis de madera. Villain y Maudet aparentemente eran de nacionalidad francesa, pero se enlistaron como belgas ya que, como se indicó, la Legión prohibía que ciudadanos franceses se enrolaran como soldados. Estos hombres comenzaron como rasos, lucharon con eficacia y fueron promovidos al rango de oficiales en mérito a la conducta demostrada en la batalla de Magenta. La compañía a la cual pertenecían estaba compuesta por un total de 120 soldados, pero en aquel momento sólo 62 hombres de nacionalidad polaca, italiana, alemana y española, estaban aptos para realizar la tarea.
El 29 de abril, cuatro semanas después de su llegada a México, las tropas bajo Danjou se prepararon para ejecutar esta acción de rutina y se integraron al convoy para proteger la siguiente fase de su recorrido. A medianoche la tercera compañía, provista de 60 cartuchos por hombre, partió de Chiquihuite en misión de avanzada, adelantándose al recorrido del convoy para comprobar que la ruta se hallaba despejada. A las 02:30 del día 30, alcanzaron una posta defensiva preparada por la Legión en Paso del Macho y el comandante de esta, el capitán Saussier, impresionado por el reducido número de la escolta, ofreció a Danjou un pelotón de refuerzo, lo que este rechazó, continuando la marcha, para lo cual dividió a su fuerza en dos secciones separadas por 200 metros de distancia, mientras que él, al centro, marcharía con las provisiones. Atrás iba un pequeño destacamento de retaguardia. Sin embargo, Danjou carecía de avanzadas, pues la Legión no disponía de caballería.
Poco antes de las 06:00, la tercera compañía cruzó por la aldea del Camarón, o "Camerone", como la bautizaron los franceses, la cual, como todas las rancherías de la región, se encontraba medio destruida por la guerra. La construcción principal, conocida como la Hacienda de la Trinidad, consistía en una pequeña vivienda con modestas edificaciones de adobe alrededor. A un kilómetro y medio del Camarón, Danjou ordenó a sus tropas detenerse para tomar la ración de desayuno, y como medida preventiva mandó desplegar algunos centinelas. Unos minutos después vino la alarma. Los legionarios observaron que un fuerte contingente de caballería mexicana se acercaba hacia el lugar. De inmediato Danjou ordenó a sus hombres preparar sus rifles y conformar un rectángulo defensivo. Los legionarios sólo contaban con una ventaja natural en aquel campo abierto, cual era la profusa vegetación existente, que se convertía en una barrera natural contra la caballería oponente. Cuando los mexicanos estuvieron a una corta distancia, los legionarios, al grito de “¡viva el emperador!” abrieron fuego impidiendo su avance. Los mexicanos prefirieron no arriesgar una carga y ejecutarron una maniobra dirigida a rodearlos. Danjou entonces ordenó una retirada hacia el único sitio donde podrían organizar y mantener una defensa sostenida, no al Paso del Macho como algunos pretendían, sino a la hacienda del Camarón. En pequeños grupos, la caballería mexicana hostilizaba a la compañía de la Legión mientras esta se dirigía hacia su objetivo, haciendo de su repliegue un infierno. En dos ocasiones los legionarios se detuvieron y los hicieron retroceder con descargas. Finalmente Danjou y la mayoría de sus hombres lograron su cometido pero a costa de perder las raciones y las mulas con las municiones. Cuarentiseis de ellos alcanzaron la casa hacienda, algunos heridos, pero otros 16 fueron interceptados y capturados por las fuerzas de Milán. Lo peor para los franceses fue que los mexicanos pudieron llegar al Camarón casi simultáneamente, con lo cual se emplazaron en las partes altas y en uno de los establos ubicados en las esquinas.
Los legionarios estaban en una posición muy complicada. Las paredes externas de la ruinosa propiedad tenían un perímetro de 50 metros de ancho y 50 de largo y una altura de tres metros. Dos grandes puertas en la parte oeste y un forado en el este eran los puntos de acceso. Además, sólo contaban con 60 balas por hombre. Pero Danjou era un veterano acostumbrado a situaciones imposibles. De inmediato ordenó levantar barricadas en los claros y desplegó a sus hombres en posición defensiva. Para mala suerte de los legionarios, los patios estaban expuestos al fuego de los mexicanos desde las alturas y Danjou no podía hacer nada para neutralizarlos. Otra parte de la caballería mexicana desmontó y ejecutó bravos ataques, pero los legionarios los rechazaron. Poco después de las 09:00, en medio de un sol abrasador, el coronel Milán envió un oficial mexicano de origen francés, el jóven teniente Ramón Laine, para exigir la capitulación de los legionarios. Danjou rechazó la demanda con un rotundo no y luego se dirigió a cada uno de sus hombres para que le prometieran pelear hasta el final.
Aproximadamente a las 11:00 una bala disparada por un francotirador, posiblemente escondido en los establos, acabó con la vida de Danjou. Rápidamente el teniente Villain asumió el mando de la defensa. Cerca del mediodía los legionarios escucharon el sonido de clarines, y los zuavos, ubicados sobre los techos, observaron una columna de soldados que se aproximaba. Hubo un entusiasmo general pensando que se trataba de refuerzos del ejército francés, pero la algarabía pronto se apagó al comprender que eran refuerzos mexicanos solicitados por el coronel Milán, consistentes en tres batallones de infantería: el Guardia Nacional de Vercruz, el Guardia Nacional de Xalapa y el Guardia Nacional de Córdoba. La situación de los legionarios se complicó, pues además de la pérdida de su enérgico comandante, ahora estaban rodeados por dos millares de soldados enemigos. Con estas tropas, el fuego mexicano se hizo más intenso y sus incursiones se sucedieron con mayor frecuencia. Las horas pasaban, el calor arreciaba y los legionarios comenzaban a sufrir los efectos de la sed y la deshidratación, pues el agua de sus cantinas hacía un buen tiempo se había agotado. Villain mantuvo una defensa tan corajuda como la de Danjou, pero alrededor de las 14:00 horas cayó acribillado por el intenso fuego mexicano. El comando recayó en el teniente segundo Maudet.
Una vez más el coronel Milán, hombre de honor, prouso la rendición de los legionarios, garantizándoles la vida. Maudet se negó. Los mexicanos decidieron que había llegado el momento apropiado para emprender un asalto frontal y reducir de una vez por todas a sus enemigos. Uno sin embargo no fue suficiente. En consecuencia, oleadas de ataques pretendieron romper la cerrada defensa pero los certeros disparos de las disciplinadas tropas francesas los contuvieron. En varias ocasiones los hombres de Maudet cruzaron el patio para socorrer a sus compañeros caídos, lo que generalmente resultaba mortal. Fracasados los asaltos, los mexicanos prendieron fuego a los alrededores de la posición francesa, que se estaba convirtiendo en un verdadero infierno. Un gran coraje fue desplegado por ambas partes al tiempo que la lucha alcanzaba su clímax. Inclusive los mal entrenados irregulares mexicanos combatieron con estoico valor durante los reiterados intentos de ingresar por las puertas y ventanas. La gran mayoría de ellos resultaron muertos por efecto de las balas y las bayonetas de los legionarios, y sus cuerpos eran devueltos inermes sobre el patio.
Hacia las 17:00 horas sólo 12 legionarios permanecían en pie para contener la ofensiva mexicana. Se efectuaron nuevos llamados a la rendición que no fueron aceptados. Rodeados de los cadáveres de sus camaradas de armas, estaban dispuestos a morir. A las 18:00 horas únicamente quedaban cinco legionarios, los cabos Maine y Berg y los soldados Constantin, Leonard y Wensel, quienes contaban con muy poca munición. En el transcurso de los siguientes minutos Maudet, quien para entonces estaba herido, ordenó a sus hombres disparar la última andanada de balas, preparar bayonetas y cargar contra las tropas mexicanas, para morir con honor. Durante el combate los legionarios habían disparado más de 3,000 balas. Al pretender ejecutar esta acción Maudet volvió a recibir un balazo y cayó inconsciente, mientras que otros dos de sus hombres fueron muertos. Los sobrevivientes, los cabos Maine y Berg y el raso Wensel –un polaco– retrocedieron hasta ponerse hombro a hombro frente a una de las paredes de la hacienda, presentando sus bayonetas como única defensa.
Ante este espectáculo los soldados mexicanos titubearon si acabarlos o perdonarles la vida. Sus dudas fueron resueltas con la aparición de un oficial mexicano, el coronel Angel Lucio Cambas, quien también era de origen galo. Luego de apaciguar a sus hombres, se dirigió a sus adversarios en perfecto francés con las siguientes palabras: “Ahora sí supongo que se rendirán”.
El cabo Maine comprendió que si bien aquel hombre tenía el porte de un francés y hablaba perfectamente la lengua francesa, era tan mexicano como Juárez y por tanto un enemigo, que, por razones estrictamente humanitarias, deseaba salvar sus vidas. Observando a sus dos camaradas, respondió: “Nos rendimos, pero si nos permiten permanecer con nuestras armas y atender a nuestros heridos”. El coronel Cambas respondió con un saludo militar, y alzando su sable en señal de respeto expresó: “A un hombre como usted se le concede lo que sea”. Cambas demostraría una actitud de caballerosidad y el comportamiento de un verdadero militar, con alto sentido del honor a un uniforme del ejército por el que peleó con valor. De inmediato mandó que los legionarios heridos fueran atendidos.
Al ser informado de la rendición, el coronel Milán exclamó: “¡Pero estos no son hombres, son demonios!”. Los mexicanos brindaron a sus adversarios las mayores consideraciones. Veintitrés legionarios fueron asistidos por la tropa y 16 de ellos sobrevivieron a sus heridas. Se hizo lo posible por salvar la vida del teniente Maudet y se le envió junto con un sargento, también gravemente herido, al hospital de Huatusco, distante a 80 kilómetros. Ante la precaria situación del hospital, Maudet finalmente fue llevado a casa de doña Juana Marredo de Gomez, distinguida dama mexicana conocida por sus obras de caridad. Pese a los esfuerzos brindados por doña Juana, el oficial francés fallecería, no sin antes escribir las siguientes palabras:
“Yo dejé una madre en Francia, yo encontré otra en México”.
Los mexicanos causaron a los legionarios 26 muertes: tres oficiales y 23 soldados; pero a su vez 300 de sus hombres yacían muertos y heridos. Tampoco pudieron adueñarse de los cañones ni el botín, pues el convoy, al escuchar los disparos y encontrarse a distancia, logró evadir la acción, con lo cual la iniciativa de Danjou de marchar en avanzada dio un resultado apropiado para los intereses franceses. Al día siguiente, el coronel Jeanningros llegó al Camarón al frente de una columna de rescate, pero ya era tarde. Los mexicanos habían partido, dejando solo los cadáveres de los legionarios caídos en combate. Junto a ellos permanecía un herido, que se presumió como muerto, con ocho balas en su cuerpo, quien narró el heroico episodio protagonizado por sus camaradas ante fuerzas muy superiores. Desde prisión, el cabo Evaristo Berg pudo hacer llegar una nota a Jeanningros la cual concluyó con las siguientes palabras:
“La 3ª Compañía del 1er Regimiento está muerta mi coronel, pero ella hizo demasiado, y por lo que de ella se puede decir, tuvo unos bravos soldados”.
Al retorno de su cautiverio Berg sería promovido a oficial. El resto de prisioneros participantes en el incidente del Camarón, incluyendo los 16 legionarios apresados durante la retirada a la hacienda, es decir, un total de 32 hombres, fueron canjeados por oficiales mexicanos capturados por los franceses y casi todos se mantuvieron en la legión. El cabo Maine también fue ascendido a oficial y alcanzó el grado de capitán. Los otros sobrevivientes como Wensel, Schaffner, Fritz, Pinzinger y Brunswick fueron hechos Caballeros de la Legión de Honor de Francia, mientras que los clases Magnin, Palmaert, Kunassec, Schreiblick, Rebares y Groski recibieron la Medalla Militar.
Este extraordinario acto de coraje, que se prolongó ininterrumpidamente por espacio de once horas, fue para los franceses una victoria moral sin precedentes por haber sido peleada contra todas las adversidades. Y si bien una valiosa unidad de combate integrada por hombres leales y determinados a dar su vida por la causa francesa había sido exterminada, su acción permitió salvar un valioso convoy y levantó la moral de los soldados que luchaban por la implementación de la estrategia francesa en México. Más importante aun para las tradiciones de la Legión, la mano de madera del capitán Danjou fue hallada por el coronel Jeanningros en las ruinas del Camarón y se convirtió en la reliquia más preciada de esa institución militar. Tales fueron las repercusiones de la acción de la tercera compañía del primer regimiento de la Legión, que durante el resto de la ocupación francesa de México las tropas de ese país debían detenerse y presentar armas cuando cruzaran frente a la hacienda del Camarón.
Tras una tenaz resistencia y debido a la falta de pertrechos y municiones, el 19 de mayo de 1863 la heróica Puebla finalmente cayó en poder de las tropas francesas, que de este modo tuvieron el camino expedito para la ocupación de la capital mexicana. La toma de aquella ciudad se debió en gran parte al uso de los cañones del convoy salvados por la gesta del Camarón. Ante estos acontecimientos, el 31 de mayo el presidente Juárez anunció al Congreso que el gobierno se trasladaría a San Luis de Potosí, 320 kilómetros al norte de Ciudad de México. Varias legaciones de países extranjeros lo acompañaron a la capital provisoria, mas no así las de Estados Unidos, Ecuador, Perú y Venezuela. El ministro peruano, Manuel Nicolás Corpancho, había insistido en permanecer porque de ese modo era más fácil comunicarse con los respectivos gobiernos y desde allí salvaguardar los intereses de sus compatriotas y de la causa mexicana. Así fue, porque varios liberales buscados por los franceses después que estos ocuparon la capital, permanecieron ocultos en la legación peruana y Corpancho se valió de la valija diplomática para enviar información útil a Juárez. Cuando los franceses descubrieron las actividades del diplomático peruano, lo expulsaron de México. En su travesía de regreso al Perú, la nave que conducía a Corpancho se incendió y aquel perdió la vida, convirtiéndose en mártir de la diplomacia peruana.
El control francés sobre México, gracias al apoyo que brindó el partido conservador a esta aventura imperialista, desembocó en un plebiscito cuyo “resultado” permitió que el 10 de abril de 1864, a un año de la heroica acción del capitán Danjou y sus hombres, el joven archiduque Maximiliano de Habsburgo, hermano del kaiser austriaco Francisco José, aceptara la corona imperial de México en Miramar. Cuatro días después, el cándido emperador y Carlota, su joven esposa, abordaron la fragata francesa Novara y partieron hacia su nuevo hogar en las Américas.
Maximiliano, que era incapaz de comprender que México no lo buscó ni lo deseaba, encontró un ambiente hostil y el rechazo mayoritario de una población que se negaba a ser gobernada por un extranjero. En poco tiempo se enfrentaría a otra dura realidad: la imposibilidad de neutralizar la oposición armada liderada por Benito Juárez. Apenas a dos años de su inauguración, el imperio mexicano se estaba derrumbando a pasos agigantados. Ante los serios problemas políticos y económicos que enfrentaba su gobierno, el emperador pensó en renunciar al trono, sin embargo, la emperatriz Carlota logró disuadirlo y se ofreció a ir ella misma con Napoleón III para garantizar su respaldo. Pero Napoleón determinó retirar el ejército de ocupación en México por dos razones: la presión de los Estados Unidos y la necesidad de contar con todas las fuerzas disponibles para la defensa de Francia ante la amenaza de una guerra con Prusia. La misión de Carlota contemplaba igualmente una entrevista con el Papa, a fin de arreglar los problemas del gobierno de su esposo con la Iglesia y recobrar así el apoyo eclesiástico, pero el Sumo Pontífice también se negó a negociar, lo que provocó que Carlota enfermara gravemente y no regresara a México.
Al enterarse del fracaso de la misión y de la enfermedad de su cónyuge, Maximiliano insistió en renunciar, pero su familia en Europa se opuso argumentando que por honor debía permanecer en el trono hasta el final. Asimismo, sus seguidores le solicitaron quedarse en el país para defender la monarquía. Así, el emperador europeo de México, resignado a su suerte y sin el respaldo de las armas francesas, desistió definitivamente de abdicar.
Los generales Miramón y Márquez, recién llegados de Europa, fueron encargados de reorganizar el ejército imperial para enfrentarse a las ya bien organizadas fuerzas republicanas. Miramón consiguió capturar la plaza de Zacatecas, donde se hallaba el presidente Juárez, pero no pudo apresarlo. Sin embargo, días después el ejército de Miramón fue derrotado por el que encabezaba el general Escobedo, en San Jacinto. Este revés hizo pensar a los defensores del imperio que tenían que arriesgarse a una batalla decisiva en el centro del fragmentado país. Maximiliano escogió Querétaro, que resultó ser una mala estrategia, pues su defensa sólo era posible ocupando las alturas de esa ciudad, lo cual su disminuido ejército no podía hacer. Tan pronto como el ejercito republicano dirigido por Escobedo avanzó hacia Querétaro, se iniciaron dos largos meses de sitio que culminaron con la derrota definitiva del ejército monárquico y la captura de Maximiliano y Miramón. Juárez, basado en una ley redactada en 1862 que condenaba a muerte a todo aquel que atentara contra la independencia de México, dispuso que se juzgara a Maximiliano por traición. Fue un juicio sumario pero justo y la corte decretó la pena capital. Ni las súplicas de nobles europeos e incluso de los Estados Unidos pudieron impedir que el emperador fuera fusilado junto con Miramón y Mejía, en el Cerro de las Campanas en la mañana del 19 de junio de 1867. Antes de morir, el emperador, quien durante sus últimas horas demostró una admirable dignidad, pronunció las siguientes palabras que denotaron el cariño que había adquirido hacia México:
“Perdono a todos y le pido a todos que me perdonen. Que mi sangre, que está a punto de ser derramada, sea por el bien del país. ¡Viva México, viva la independencia!”.
La fecha de la batalla del Camarón se erigió desde 1904 en un evento ritual para la Legión Extranjera, y hoy día se celebra con gran pompa y respeto en el patio de honor del cuartel general de la Legión en Aubagne, cerca de Marsella. La mano del capitán Danjou, guardada en una pequeña urna, es exhibida frente a los regimientos y un recuento de la batalla es leído a cada una de las unidades de la Legión en el día de las ceremonias. Las cenizas de los demás muertos en el Camarón son preservadas en un relicario, mientras que el águila mexicana, que se convirtió en la insignia del primer regimiento, es paseada alrededor de la capilla. La palabra “Camerone” está inscrita en letras de oro en las paredes de Les Invalides en París.
Las conmemoraciones se han extendido a México. En 1892 se autorizó a Francia a levantar un monumento –remodelado en 1963 por el gobierno mexicano, al cumplirse un centenario de esta batalla– cuyas inscripciones dicen lo siguiente: “Aquí estuvieron menos de sesenta opuestos a todo un ejército. La vida abandonó a estos soldados franceses antes que el coraje el 30 de abril de 1863”. Las ceremonias son atendidas por ciudadanos franceses residentes en ese país y oficiales del ejército mexicano, para quienes por cierto no resulta extraña la máxima de la Legión,
“Cada legionario tiene a Camarón tallado en su corazón”.
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Juan Irineo
En 1863, la Legión Extranjera llevó a cabo una de las acciones más heroicas de su historia, cuando dos compañías del primer regimiento de la Legión destacado en México, compuestas por poco más de 60 hombres, confrontaron un ataque de dos mil soldados del ejército mexicano.
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DESARROLLO DE LA ACCION
El 17 de julio de 1861 el presidente mexicano Benito Juárez, líder del partido liberal, decretó una moratoria en el pago de la deuda externa de su país, suspendiéndola por un período de dos años, al cabo de los cuales se comprometió a reanudarla. Las razones de esta medida eran consecuencia de la cruenta Guerra de la Reforma que había aquejado a México entre 1857 y 1860, y que concluyó con la derrota de los conservadores y la elección de Juárez como presidente de la república. Sin embargo, en octubre de ese año, tres potencias europeas acreedoras, Gran Bretaña, Francia y España, se reunieron en Londres para asumir una posición conjunta con respecto a la decisión del gobierno mexicano. Estos países rechazaron la moratoria y sin aceptar las justas razones del gobierno de Juárez, pues aquellos recursos eran necesarios para la reconstrucción del país, decidieron forzar el cumplimiento de las obligaciones financieras de México. Además del pago en moneda pretendieron compensaciones en tierras y otras concesiones. De este modo conformaron una alianza y organizaron una expedición armada a ese país.
Hacia fines de diciembre de 1861 las primeras fuerzas europeas llegaron a Veracruz. Se trataba de un fuerte contingente español al mando del general Juan Prim. Posteriormente, en enero, arribaron los contingentes franceses y británicos al mando de Dubois de Saligny por parte de los primeros y de Sir Charles Wike por los segundos. El presidente Juárez ordenó no oponer resistencia para evitar el estallido de una guerra y propuso negociaciones para buscar una salida a tan compleja coyuntura, lo que fue aceptado por las naciones de la triple alianza.
Las conversaciones se llevaron a cabo en el poblado de La Soledad cerca de Veracruz, encabezadas por el ministro Manuel Doblado en representación del gobierno mexicano y el general Juan Prim como representante de la triple alianza. El 19 de febrero de 1862 se firmaron los tratados preliminares de La Soledad, mediante los cuales se se estipulaba que México no necesitaba del auxilio de ninguna potencia extranjera para consolidar su forma de gobierno. Asimismo, mientras las negociaciones continuaban, México autorizaba a que las tropas de la alianza europea pasasen a ciudades de la zona salubre como Orizaba, Córdoba y Xalapa. Dichas fuerzas serían vigiladas por el ejército mexicano de oriente al mando de don Ignacio Zaragoza. En caso de la suspensión o rompimiento de las negociaciones las potencias aliadas dejarían las poblaciones ocupadas y se fortificarían cerca del puerto de Veracruz. Al ser ratificados por el presidente Juárez y por los comisionados de Inglaterra y España, los tratados de La Soledad adquirieron carácter oficial. Posteriormente México se comprometió a cancelar sus deudas mediante bonos de garantía, que fueron admitidos por los gobiernos de Londres y Madrid, mas no así por el de París. Como consecuencia, los ejércitos español y británico se retiraron de México en abril de ese año, mientras que el destacamento francés permaneció en el país. Las señales eran claras. El emperador Napoleón III, quien gobernaba Francia desde 1848, había usado aquel problema de acreencias externas como el pretexto para expandir el área de influencia francesa en América del Norte. En otras palabras, el emperador francés pretendía crear en México un imperio que serviría de muralla contra el expansionismo estadounidense, en el entendido de que sería una tarea fácil gracias a la guerra de secesión que se desarrollaba en Estados Unidos y que distraía su atención de acciones en el frente externo, tales como poder hacer valer la Doctrina Monroe.
A principios de abril, el nuevo ministro peruano en Washington, Federico Barreda, propuso al secretario de Estado norteamericano William H. Seward que Estados Unidos y todos los países de América Central y del Sur emitiesen una declaración en la cual afirmarían que jamás tolerarían el reconocimiento de una fuerza extranjera en el continente americano, en clara alusión a las pretensiones de Napoleón III. Sin embargo, Seward recusó la propuesta manifestando que tal declaración podría amenazar las relaciones de los Estados Unidos con las potencias europeas, lo que no convenía mientras estuviesen luchando contra la Confederación. El Perú sugirió entonces convocar un congreso panamericano, lo que tampoco fue aceptado por Washington. Otros países sudamericanos como Colombia, Chile y Venezuela tambien realizaron gestiones diplomáticas en favor del gobierno de Juárez.
El 25 de abril el general conde Charles Ferdinand de Lorencez, recientemente nombrado por Napoleón como comandante en jefe de las fuerzas francesas en México, escribió al mariscal Randon, ministro de Guerra en París, una deplorable carta que no hacía más que reflejar el real propósito de la presencia militar francesa, así como una actitud petulante hacia la nación mexicana:
“Somos tan superiores a los mexicanos por la raza, la organización, la disciplina, la moral y la elevación de los sentimientos, que ruego a su excelencia tenga la bondad de informar al emperador que, a la cabeza de 6,000 soldados, ya soy el amo de México”.
Como tantos otros oficiales europeos de su época, el general galo había cometido un error de apreciación basado en presunciones destempladas. Unos días después de esa comunicación, en la mañana del 5 de mayo de 1862, la fuerza de Lorencez atacó la ciudad de Puebla como primer paso para tomar la capital mexicana. El presidente Juárez había actuado con prontitud para repeler a los invasores, disponiendo que el jefe de la división de oriente, el joven general Ignacio Zaragoza, defendiera la ciudad. Los franceses ejecutaron un ataque de artillería desde diferentes posiciones, que no surtió ningún efecto.
Después de una hora y media los galos habían gastado más de la mitad de sus municiones y Lorencez envió a su infantería con la orden de ocupar los fuertes Loreto y Guadalupe. Los patriotas mexicanos sostuvieron su posición con extraordinario valor y heroismo. Las gallardas tropas de Napoleón III fueron recibidas con un intenso y certero fuego. Dos coroneles franceses fueron muertos cuando encabezaban el ataque de sus regimientos y pronto Lorencez observó horrorizado cómo los cadáveres de sus tropas iban apilándose frente a los muros de los fuertes. Zaragoza ordenó entonces a su caballería que atacase a la infantería francesa desplegada frente al fuerte. Aquella brillante acción fue suficiente. A las 17:00 horas se escuchó el clarín de retirada del considerado mejor ejército del mundo, que sufrió casi 500 bajas. De inmediato Zaragoza cursó el siguiente mensaje a Juárez:
“Hoy las armas nacionales se han cubierto de gloria”.
La supuesta superioridad que Lorencez atribuía a sus hombres había probado ser lo que realmente era, es decir, una bravuconada. Este glorioso triunfo mexicano sin embargo, no marcaría el final de la aventura francesa en ese país. Por el contrario, el humillado general Lorencez solicitó a París refuerzos de 15,000 a 20,000 hombres y más armamento, explicando que sólo así lograría con buen éxito la campaña. Evidentemente que seis mil soldados no eran suficientes para conquistar México.
En 1863, con la llegada de numerosos refuerzos y otro general, Elie Frederick Forey, se decidió atacar nuevamente Puebla. Para ello ahora los franceses contaban con 18,000 soldados de infantería, 1,400 de caballería, 2,150 artilleros, 450 zapadores y un cuerpo auxiliar de 2,300 individuos, además de 2,000 combatientes mexicanos proporcionados por el general conservador Márquez. También disponían de 56 cañones y 2.4 millones de proyectiles.
Entre las nuevas tropas recibidas de Francia se encontraban tres batallones de la Legión Extranjera al mando del coronel Jeanningros, un eficiente veterano con más de 30 años de servicio, quien había participado en la batalla de Moulay-Ishmael en Argelia. Dos de sus batallones desembarcaron en Veracruz el 31 de marzo de 1863 y el tercero lo haría en los próximos días. Los mexicanos disponían de un ejército de 20,000 hombres en el norte al mando del propio presidente Juárez y otros 20,000 efectivos en el sur comandados por el general Porfirio Díaz. Estas tropas, apoyadas por guerrillas, ejecutaban constantes ataques a la línea de comunicaciones francesa entre Veracruz y las afueras de Puebla, en una extensión de mas de 240 kilómetros de longitud, por lo cual las fuerzas invasoras requerían un elevado número de efectivos para proteger el envío de provisiones y comunicaciones.
En marzo de ese año, los soldados franceses y 13,000 auxiliares mexicanos marcharon contra la heroica ciudad que separaba a Veracruz de la capital. A los legionarios franceses, para su decepción, se les asignaron tareas menores, como resguardar los convoyes en la sección oriental, donde abundaban enfermedades como la fiebre amarilla y el tifus. A este respecto, el comandante en jefe del ejercito francés, general Elie Frederic Forey, había señalado que prefería que fuesen extranjeros y no franceses quienes tuvieran la responsabilidad de defender el área más insalubre, es decir, la zona tropical entre Veracruz y Córdoba, donde reinaba la malaria.
Para los legionarios este desdén no era cosa nueva y lo asumieron con estoicismo y sin resentimiento. Desde que fue creada en 1831 por el rey Luis Felipe, buena parte de la opinión pública francesa consideraba a la Legión como una desgracia y se mostraba profundamente ofendida por el hecho de que mercenarios foráneos fuesen empleados para pelear las batallas de Francia, pues todos sus cuadros, con excepción de los oficiales, no eran franceses sino ciudadanos de otros países enlistados bajo condiciones muy difíciles. Por esta misma razón el ejército regular francés tomó distancias de la Legión, no sin antes asegurarse de que si había algún trabajo sucio que realizar, sería la Legión la que lo ejecutaría. Así, aislados de su familia, sus hogares, sus países y la propia Europa, los legionarios pronto comprendieron que eran rechazados por la propia gente por la que luchaban. Como lógica reacción, hubo una retrospección interna y pronto se desarrolló un fiero esprit de corps, que mejor se reflejaba en la frase “Legio Patria Nostra” –La Legión es nuestra patria–. Así, era a la Legión a la que el soldado debía lealtad. No a Francia. Los hombres se enrolaban por una variedad de razones. Algunos eran simples mercenarios en busca de empleo; otros eran refugiados políticos; algunos buscaban escapar de sus esposas o sus deudas; otros, sin suerte en la vida, buscaban empezar de nuevo; el resto eran simples aventureros atraídos por la posibilidad de servir en tierras exóticas. Pero contrario a la creencia popular, la Legión no era un refugio para criminales ni se permitía a aquellos convictos por crímenes enlistarse en sus filas como una alternativa para cumplir con sus condenas. La Legión sirvió sus primeros años en Argelia y en 1835 se le destacó al servicio del gobierno de España durante las guerras carlistas. Pocos sobrevivieron a tan cruento conflicto, pero el concepto sobre la valía de este cuerpo quedó asentado. Durante la Guerra de Crimea regimientos de la Legión tomaron parte en las batallas de Alma y de Inkerman, así como en el sitio de Sebastopol. En 1859, durante la guerra entre Francia y el imperio austro-húngaro, los legionarios combatieron en las batallas de Magenta y Solferino y esta última resultó tan sangrienta que una de sus consecuencias fue la creación de la Cruz Roja. Así, hasta entonces, la Legión había probado ser igual a cualquier cuerpo de infantería en el mundo, pero aún debía probar que era el mejor de todos. La oportunidad pronto se presentaría en México.
El 15 de abril un convoy compuesto por 64 carretas que llevaban varios cañones destinados a demoler las defensas de Puebla, municiones, provisiones y cofres de oro para pagar a las tropas, partió desde Veracruz. La inteligencia mexicana era buena y gracias a ella pronto tomaron conocimiento sobre la existencia de este convoy.
El gobernador civil y militar del Estado de Veracruz, coronel don Francisco de Paula Milán, ensambló una fuerza integrada por tres batallones de infantería de 400 hombres cada uno: el batallón de la Guardia Nacional de Veracruz, el batallón de la Guardia Nacional de Córdoba y el batallón de la Guardia Nacional de Xalapa, más 800 hombres de caballería –500 lanceros y 300 irregulares– para interceptar y capturar el valioso cargamento enemigo. A primera impresión parecía ser una tarea fácil, particularmente porque la caballería mexicana era muy eficiente y estaba armada con rifles de repetición Remington y Winchester y modernos revólveres Colt, Paterson y Starr. A la vez, mantener la seguridad de este convoy era de particular preocupación para los franceses, razón por la cual el 27 de abril el comandante en jefe de los legionarios, el coronel René Jeanningros, quien había establecido su cuartel general en Chiquihuite, decidió que la tercera compañía del primer regimiento de la Legión debía llevar a cabo la tarea de escoltarlo mientras recorriera el área bajo su responsabilidad. La mayoría de oficiales de dicha compañía se encontraban enfermos. Tres oficiales se ofrecieron como voluntarios: el capitán Jean Danjou, ayudante del Estado Mayor de la compañía; el teniente Napoleón Villain y el teniente segundo Maudet. Estos hombres conformaban un trío formidable. El capitán Danjou era un legionario con varios años de antigüedad que sirvió con distinción en Argelia, Crimea e Italia. En Crimea perdió una mano, que había reemplazado con una prótesis de madera. Villain y Maudet aparentemente eran de nacionalidad francesa, pero se enlistaron como belgas ya que, como se indicó, la Legión prohibía que ciudadanos franceses se enrolaran como soldados. Estos hombres comenzaron como rasos, lucharon con eficacia y fueron promovidos al rango de oficiales en mérito a la conducta demostrada en la batalla de Magenta. La compañía a la cual pertenecían estaba compuesta por un total de 120 soldados, pero en aquel momento sólo 62 hombres de nacionalidad polaca, italiana, alemana y española, estaban aptos para realizar la tarea.
El 29 de abril, cuatro semanas después de su llegada a México, las tropas bajo Danjou se prepararon para ejecutar esta acción de rutina y se integraron al convoy para proteger la siguiente fase de su recorrido. A medianoche la tercera compañía, provista de 60 cartuchos por hombre, partió de Chiquihuite en misión de avanzada, adelantándose al recorrido del convoy para comprobar que la ruta se hallaba despejada. A las 02:30 del día 30, alcanzaron una posta defensiva preparada por la Legión en Paso del Macho y el comandante de esta, el capitán Saussier, impresionado por el reducido número de la escolta, ofreció a Danjou un pelotón de refuerzo, lo que este rechazó, continuando la marcha, para lo cual dividió a su fuerza en dos secciones separadas por 200 metros de distancia, mientras que él, al centro, marcharía con las provisiones. Atrás iba un pequeño destacamento de retaguardia. Sin embargo, Danjou carecía de avanzadas, pues la Legión no disponía de caballería.
Poco antes de las 06:00, la tercera compañía cruzó por la aldea del Camarón, o "Camerone", como la bautizaron los franceses, la cual, como todas las rancherías de la región, se encontraba medio destruida por la guerra. La construcción principal, conocida como la Hacienda de la Trinidad, consistía en una pequeña vivienda con modestas edificaciones de adobe alrededor. A un kilómetro y medio del Camarón, Danjou ordenó a sus tropas detenerse para tomar la ración de desayuno, y como medida preventiva mandó desplegar algunos centinelas. Unos minutos después vino la alarma. Los legionarios observaron que un fuerte contingente de caballería mexicana se acercaba hacia el lugar. De inmediato Danjou ordenó a sus hombres preparar sus rifles y conformar un rectángulo defensivo. Los legionarios sólo contaban con una ventaja natural en aquel campo abierto, cual era la profusa vegetación existente, que se convertía en una barrera natural contra la caballería oponente. Cuando los mexicanos estuvieron a una corta distancia, los legionarios, al grito de “¡viva el emperador!” abrieron fuego impidiendo su avance. Los mexicanos prefirieron no arriesgar una carga y ejecutarron una maniobra dirigida a rodearlos. Danjou entonces ordenó una retirada hacia el único sitio donde podrían organizar y mantener una defensa sostenida, no al Paso del Macho como algunos pretendían, sino a la hacienda del Camarón. En pequeños grupos, la caballería mexicana hostilizaba a la compañía de la Legión mientras esta se dirigía hacia su objetivo, haciendo de su repliegue un infierno. En dos ocasiones los legionarios se detuvieron y los hicieron retroceder con descargas. Finalmente Danjou y la mayoría de sus hombres lograron su cometido pero a costa de perder las raciones y las mulas con las municiones. Cuarentiseis de ellos alcanzaron la casa hacienda, algunos heridos, pero otros 16 fueron interceptados y capturados por las fuerzas de Milán. Lo peor para los franceses fue que los mexicanos pudieron llegar al Camarón casi simultáneamente, con lo cual se emplazaron en las partes altas y en uno de los establos ubicados en las esquinas.
Los legionarios estaban en una posición muy complicada. Las paredes externas de la ruinosa propiedad tenían un perímetro de 50 metros de ancho y 50 de largo y una altura de tres metros. Dos grandes puertas en la parte oeste y un forado en el este eran los puntos de acceso. Además, sólo contaban con 60 balas por hombre. Pero Danjou era un veterano acostumbrado a situaciones imposibles. De inmediato ordenó levantar barricadas en los claros y desplegó a sus hombres en posición defensiva. Para mala suerte de los legionarios, los patios estaban expuestos al fuego de los mexicanos desde las alturas y Danjou no podía hacer nada para neutralizarlos. Otra parte de la caballería mexicana desmontó y ejecutó bravos ataques, pero los legionarios los rechazaron. Poco después de las 09:00, en medio de un sol abrasador, el coronel Milán envió un oficial mexicano de origen francés, el jóven teniente Ramón Laine, para exigir la capitulación de los legionarios. Danjou rechazó la demanda con un rotundo no y luego se dirigió a cada uno de sus hombres para que le prometieran pelear hasta el final.
Aproximadamente a las 11:00 una bala disparada por un francotirador, posiblemente escondido en los establos, acabó con la vida de Danjou. Rápidamente el teniente Villain asumió el mando de la defensa. Cerca del mediodía los legionarios escucharon el sonido de clarines, y los zuavos, ubicados sobre los techos, observaron una columna de soldados que se aproximaba. Hubo un entusiasmo general pensando que se trataba de refuerzos del ejército francés, pero la algarabía pronto se apagó al comprender que eran refuerzos mexicanos solicitados por el coronel Milán, consistentes en tres batallones de infantería: el Guardia Nacional de Vercruz, el Guardia Nacional de Xalapa y el Guardia Nacional de Córdoba. La situación de los legionarios se complicó, pues además de la pérdida de su enérgico comandante, ahora estaban rodeados por dos millares de soldados enemigos. Con estas tropas, el fuego mexicano se hizo más intenso y sus incursiones se sucedieron con mayor frecuencia. Las horas pasaban, el calor arreciaba y los legionarios comenzaban a sufrir los efectos de la sed y la deshidratación, pues el agua de sus cantinas hacía un buen tiempo se había agotado. Villain mantuvo una defensa tan corajuda como la de Danjou, pero alrededor de las 14:00 horas cayó acribillado por el intenso fuego mexicano. El comando recayó en el teniente segundo Maudet.
Una vez más el coronel Milán, hombre de honor, prouso la rendición de los legionarios, garantizándoles la vida. Maudet se negó. Los mexicanos decidieron que había llegado el momento apropiado para emprender un asalto frontal y reducir de una vez por todas a sus enemigos. Uno sin embargo no fue suficiente. En consecuencia, oleadas de ataques pretendieron romper la cerrada defensa pero los certeros disparos de las disciplinadas tropas francesas los contuvieron. En varias ocasiones los hombres de Maudet cruzaron el patio para socorrer a sus compañeros caídos, lo que generalmente resultaba mortal. Fracasados los asaltos, los mexicanos prendieron fuego a los alrededores de la posición francesa, que se estaba convirtiendo en un verdadero infierno. Un gran coraje fue desplegado por ambas partes al tiempo que la lucha alcanzaba su clímax. Inclusive los mal entrenados irregulares mexicanos combatieron con estoico valor durante los reiterados intentos de ingresar por las puertas y ventanas. La gran mayoría de ellos resultaron muertos por efecto de las balas y las bayonetas de los legionarios, y sus cuerpos eran devueltos inermes sobre el patio.
Hacia las 17:00 horas sólo 12 legionarios permanecían en pie para contener la ofensiva mexicana. Se efectuaron nuevos llamados a la rendición que no fueron aceptados. Rodeados de los cadáveres de sus camaradas de armas, estaban dispuestos a morir. A las 18:00 horas únicamente quedaban cinco legionarios, los cabos Maine y Berg y los soldados Constantin, Leonard y Wensel, quienes contaban con muy poca munición. En el transcurso de los siguientes minutos Maudet, quien para entonces estaba herido, ordenó a sus hombres disparar la última andanada de balas, preparar bayonetas y cargar contra las tropas mexicanas, para morir con honor. Durante el combate los legionarios habían disparado más de 3,000 balas. Al pretender ejecutar esta acción Maudet volvió a recibir un balazo y cayó inconsciente, mientras que otros dos de sus hombres fueron muertos. Los sobrevivientes, los cabos Maine y Berg y el raso Wensel –un polaco– retrocedieron hasta ponerse hombro a hombro frente a una de las paredes de la hacienda, presentando sus bayonetas como única defensa.
Ante este espectáculo los soldados mexicanos titubearon si acabarlos o perdonarles la vida. Sus dudas fueron resueltas con la aparición de un oficial mexicano, el coronel Angel Lucio Cambas, quien también era de origen galo. Luego de apaciguar a sus hombres, se dirigió a sus adversarios en perfecto francés con las siguientes palabras: “Ahora sí supongo que se rendirán”.
El cabo Maine comprendió que si bien aquel hombre tenía el porte de un francés y hablaba perfectamente la lengua francesa, era tan mexicano como Juárez y por tanto un enemigo, que, por razones estrictamente humanitarias, deseaba salvar sus vidas. Observando a sus dos camaradas, respondió: “Nos rendimos, pero si nos permiten permanecer con nuestras armas y atender a nuestros heridos”. El coronel Cambas respondió con un saludo militar, y alzando su sable en señal de respeto expresó: “A un hombre como usted se le concede lo que sea”. Cambas demostraría una actitud de caballerosidad y el comportamiento de un verdadero militar, con alto sentido del honor a un uniforme del ejército por el que peleó con valor. De inmediato mandó que los legionarios heridos fueran atendidos.
Al ser informado de la rendición, el coronel Milán exclamó: “¡Pero estos no son hombres, son demonios!”. Los mexicanos brindaron a sus adversarios las mayores consideraciones. Veintitrés legionarios fueron asistidos por la tropa y 16 de ellos sobrevivieron a sus heridas. Se hizo lo posible por salvar la vida del teniente Maudet y se le envió junto con un sargento, también gravemente herido, al hospital de Huatusco, distante a 80 kilómetros. Ante la precaria situación del hospital, Maudet finalmente fue llevado a casa de doña Juana Marredo de Gomez, distinguida dama mexicana conocida por sus obras de caridad. Pese a los esfuerzos brindados por doña Juana, el oficial francés fallecería, no sin antes escribir las siguientes palabras:
“Yo dejé una madre en Francia, yo encontré otra en México”.
Los mexicanos causaron a los legionarios 26 muertes: tres oficiales y 23 soldados; pero a su vez 300 de sus hombres yacían muertos y heridos. Tampoco pudieron adueñarse de los cañones ni el botín, pues el convoy, al escuchar los disparos y encontrarse a distancia, logró evadir la acción, con lo cual la iniciativa de Danjou de marchar en avanzada dio un resultado apropiado para los intereses franceses. Al día siguiente, el coronel Jeanningros llegó al Camarón al frente de una columna de rescate, pero ya era tarde. Los mexicanos habían partido, dejando solo los cadáveres de los legionarios caídos en combate. Junto a ellos permanecía un herido, que se presumió como muerto, con ocho balas en su cuerpo, quien narró el heroico episodio protagonizado por sus camaradas ante fuerzas muy superiores. Desde prisión, el cabo Evaristo Berg pudo hacer llegar una nota a Jeanningros la cual concluyó con las siguientes palabras:
“La 3ª Compañía del 1er Regimiento está muerta mi coronel, pero ella hizo demasiado, y por lo que de ella se puede decir, tuvo unos bravos soldados”.
Al retorno de su cautiverio Berg sería promovido a oficial. El resto de prisioneros participantes en el incidente del Camarón, incluyendo los 16 legionarios apresados durante la retirada a la hacienda, es decir, un total de 32 hombres, fueron canjeados por oficiales mexicanos capturados por los franceses y casi todos se mantuvieron en la legión. El cabo Maine también fue ascendido a oficial y alcanzó el grado de capitán. Los otros sobrevivientes como Wensel, Schaffner, Fritz, Pinzinger y Brunswick fueron hechos Caballeros de la Legión de Honor de Francia, mientras que los clases Magnin, Palmaert, Kunassec, Schreiblick, Rebares y Groski recibieron la Medalla Militar.
Este extraordinario acto de coraje, que se prolongó ininterrumpidamente por espacio de once horas, fue para los franceses una victoria moral sin precedentes por haber sido peleada contra todas las adversidades. Y si bien una valiosa unidad de combate integrada por hombres leales y determinados a dar su vida por la causa francesa había sido exterminada, su acción permitió salvar un valioso convoy y levantó la moral de los soldados que luchaban por la implementación de la estrategia francesa en México. Más importante aun para las tradiciones de la Legión, la mano de madera del capitán Danjou fue hallada por el coronel Jeanningros en las ruinas del Camarón y se convirtió en la reliquia más preciada de esa institución militar. Tales fueron las repercusiones de la acción de la tercera compañía del primer regimiento de la Legión, que durante el resto de la ocupación francesa de México las tropas de ese país debían detenerse y presentar armas cuando cruzaran frente a la hacienda del Camarón.
Tras una tenaz resistencia y debido a la falta de pertrechos y municiones, el 19 de mayo de 1863 la heróica Puebla finalmente cayó en poder de las tropas francesas, que de este modo tuvieron el camino expedito para la ocupación de la capital mexicana. La toma de aquella ciudad se debió en gran parte al uso de los cañones del convoy salvados por la gesta del Camarón. Ante estos acontecimientos, el 31 de mayo el presidente Juárez anunció al Congreso que el gobierno se trasladaría a San Luis de Potosí, 320 kilómetros al norte de Ciudad de México. Varias legaciones de países extranjeros lo acompañaron a la capital provisoria, mas no así las de Estados Unidos, Ecuador, Perú y Venezuela. El ministro peruano, Manuel Nicolás Corpancho, había insistido en permanecer porque de ese modo era más fácil comunicarse con los respectivos gobiernos y desde allí salvaguardar los intereses de sus compatriotas y de la causa mexicana. Así fue, porque varios liberales buscados por los franceses después que estos ocuparon la capital, permanecieron ocultos en la legación peruana y Corpancho se valió de la valija diplomática para enviar información útil a Juárez. Cuando los franceses descubrieron las actividades del diplomático peruano, lo expulsaron de México. En su travesía de regreso al Perú, la nave que conducía a Corpancho se incendió y aquel perdió la vida, convirtiéndose en mártir de la diplomacia peruana.
El control francés sobre México, gracias al apoyo que brindó el partido conservador a esta aventura imperialista, desembocó en un plebiscito cuyo “resultado” permitió que el 10 de abril de 1864, a un año de la heroica acción del capitán Danjou y sus hombres, el joven archiduque Maximiliano de Habsburgo, hermano del kaiser austriaco Francisco José, aceptara la corona imperial de México en Miramar. Cuatro días después, el cándido emperador y Carlota, su joven esposa, abordaron la fragata francesa Novara y partieron hacia su nuevo hogar en las Américas.
Maximiliano, que era incapaz de comprender que México no lo buscó ni lo deseaba, encontró un ambiente hostil y el rechazo mayoritario de una población que se negaba a ser gobernada por un extranjero. En poco tiempo se enfrentaría a otra dura realidad: la imposibilidad de neutralizar la oposición armada liderada por Benito Juárez. Apenas a dos años de su inauguración, el imperio mexicano se estaba derrumbando a pasos agigantados. Ante los serios problemas políticos y económicos que enfrentaba su gobierno, el emperador pensó en renunciar al trono, sin embargo, la emperatriz Carlota logró disuadirlo y se ofreció a ir ella misma con Napoleón III para garantizar su respaldo. Pero Napoleón determinó retirar el ejército de ocupación en México por dos razones: la presión de los Estados Unidos y la necesidad de contar con todas las fuerzas disponibles para la defensa de Francia ante la amenaza de una guerra con Prusia. La misión de Carlota contemplaba igualmente una entrevista con el Papa, a fin de arreglar los problemas del gobierno de su esposo con la Iglesia y recobrar así el apoyo eclesiástico, pero el Sumo Pontífice también se negó a negociar, lo que provocó que Carlota enfermara gravemente y no regresara a México.
Al enterarse del fracaso de la misión y de la enfermedad de su cónyuge, Maximiliano insistió en renunciar, pero su familia en Europa se opuso argumentando que por honor debía permanecer en el trono hasta el final. Asimismo, sus seguidores le solicitaron quedarse en el país para defender la monarquía. Así, el emperador europeo de México, resignado a su suerte y sin el respaldo de las armas francesas, desistió definitivamente de abdicar.
Los generales Miramón y Márquez, recién llegados de Europa, fueron encargados de reorganizar el ejército imperial para enfrentarse a las ya bien organizadas fuerzas republicanas. Miramón consiguió capturar la plaza de Zacatecas, donde se hallaba el presidente Juárez, pero no pudo apresarlo. Sin embargo, días después el ejército de Miramón fue derrotado por el que encabezaba el general Escobedo, en San Jacinto. Este revés hizo pensar a los defensores del imperio que tenían que arriesgarse a una batalla decisiva en el centro del fragmentado país. Maximiliano escogió Querétaro, que resultó ser una mala estrategia, pues su defensa sólo era posible ocupando las alturas de esa ciudad, lo cual su disminuido ejército no podía hacer. Tan pronto como el ejercito republicano dirigido por Escobedo avanzó hacia Querétaro, se iniciaron dos largos meses de sitio que culminaron con la derrota definitiva del ejército monárquico y la captura de Maximiliano y Miramón. Juárez, basado en una ley redactada en 1862 que condenaba a muerte a todo aquel que atentara contra la independencia de México, dispuso que se juzgara a Maximiliano por traición. Fue un juicio sumario pero justo y la corte decretó la pena capital. Ni las súplicas de nobles europeos e incluso de los Estados Unidos pudieron impedir que el emperador fuera fusilado junto con Miramón y Mejía, en el Cerro de las Campanas en la mañana del 19 de junio de 1867. Antes de morir, el emperador, quien durante sus últimas horas demostró una admirable dignidad, pronunció las siguientes palabras que denotaron el cariño que había adquirido hacia México:
“Perdono a todos y le pido a todos que me perdonen. Que mi sangre, que está a punto de ser derramada, sea por el bien del país. ¡Viva México, viva la independencia!”.
La fecha de la batalla del Camarón se erigió desde 1904 en un evento ritual para la Legión Extranjera, y hoy día se celebra con gran pompa y respeto en el patio de honor del cuartel general de la Legión en Aubagne, cerca de Marsella. La mano del capitán Danjou, guardada en una pequeña urna, es exhibida frente a los regimientos y un recuento de la batalla es leído a cada una de las unidades de la Legión en el día de las ceremonias. Las cenizas de los demás muertos en el Camarón son preservadas en un relicario, mientras que el águila mexicana, que se convirtió en la insignia del primer regimiento, es paseada alrededor de la capilla. La palabra “Camerone” está inscrita en letras de oro en las paredes de Les Invalides en París.
Las conmemoraciones se han extendido a México. En 1892 se autorizó a Francia a levantar un monumento –remodelado en 1963 por el gobierno mexicano, al cumplirse un centenario de esta batalla– cuyas inscripciones dicen lo siguiente: “Aquí estuvieron menos de sesenta opuestos a todo un ejército. La vida abandonó a estos soldados franceses antes que el coraje el 30 de abril de 1863”. Las ceremonias son atendidas por ciudadanos franceses residentes en ese país y oficiales del ejército mexicano, para quienes por cierto no resulta extraña la máxima de la Legión,
“Cada legionario tiene a Camarón tallado en su corazón”.
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Juan Irineo
¨El trabajo y la lucha,llaman siempre a los mejores
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buenas noches caballeros.
lo primero que os quiero decir .
es que, despues de leerme toooooooooodo el foro.
desde la pagina ciento y algo... hace dos años.
NO TENGO NIIIIIIIGUNA PREGUNTA
solo es que creo que debo un enorme GRACIAS ,por toda esta información,
que, por cierto, es mucho trabajo y paciencia por vuestra parte
.....CEA,VET gracias por vuestros aportes tan valiosos para mi...motivacion sobre todo.
y gracias BLANC Y METRALLA por vuestras investigaciones y colaboracion.....videos, articulos,etc. Y TODOS LOS QUE OLVIDE...
y solo esto ,agradeceros
haver conocido, tan bien, este gran cuerpo de elite
J'AME LA LEGION ETRANGERE
lo primero que os quiero decir .
es que, despues de leerme toooooooooodo el foro.
desde la pagina ciento y algo... hace dos años.
NO TENGO NIIIIIIIGUNA PREGUNTA
solo es que creo que debo un enorme GRACIAS ,por toda esta información,
que, por cierto, es mucho trabajo y paciencia por vuestra parte
.....CEA,VET gracias por vuestros aportes tan valiosos para mi...motivacion sobre todo.
y gracias BLANC Y METRALLA por vuestras investigaciones y colaboracion.....videos, articulos,etc. Y TODOS LOS QUE OLVIDE...
y solo esto ,agradeceros
haver conocido, tan bien, este gran cuerpo de elite
J'AME LA LEGION ETRANGERE
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