Curiosidades de la historia militar
-
- Teniente Coronel
- Mensajes: 2478
- Registrado: 26 Feb 2009, 13:45
La mafia y la Segunda Guerra Mundial
Durante la Segunda Guerra Mundial, el famoso ganster Lucky Luciano estaba en la cárcel, pero esto no fue inconveniente para que fuera reclutado por los servicios de inteligencia americanos. Sus buenos contactos en la mafia italiana, muy perseguida por Mussolini, consiguieron una importante colaboración de esta con el ejército americano.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el famoso ganster Lucky Luciano estaba en la cárcel, pero esto no fue inconveniente para que fuera reclutado por los servicios de inteligencia americanos. Sus buenos contactos en la mafia italiana, muy perseguida por Mussolini, consiguieron una importante colaboración de esta con el ejército americano.
- Ismael
- General
- Mensajes: 20003
- Registrado: 28 Ene 2003, 13:20
- Ubicación: Por ahí.
Zyrux escribió:El primer conflicto laboral
En el año 1150 a.C. tuvo lugar el primer conflicto laboral del que se tiene conocimiento. Los sepultureros de algunas ciudades de Egipto pedían mejores condiciones de trabajo.
Nada, nada, se supone que esto es del siglo anterior:
Después de esto, Moisés y Aarón se presentaron ante el Faraón y le dijeron: "Esto dice el Señor, Dios de Israel: Deja ir a mi pueblo para que celebre una fiesta en el desierto". El Faraón dijo: "¿Quién es el Señor para que yo obedezca su voz y deje ir a Israel? No conozco al Señor y no dejaré ir a Israel". Ellos le dijeron: "El Dios de los hebreos se nos ha aparecido. Deja que vayamos al desierto, a tres jornadas de camino, para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios, no sea que nos castigue con peste o espada". Pero el rey de Egipto les dijo: "¿Por qué, Moisés y Aarón, revolucionáis al pueblo en sus trabajos? Id a vuestras obligaciones". Y añadió: "Ahora que el pueblo de la tierra es numeroso, ¿vosotros queréis que dejen su trabajo?". Aquel mismo día el Faraón dio esta orden a los capataces e inspectores del pueblo: "No volváis a darle paja al pueblo para fabricar los ladrillos, como hasta ahora; que vayan ellos mismos a recogerla. Más aún, exigidles la misma cantidad de ladrillos que antes, sin perdonarles ni uno, pues son unos holgazanes. Por eso dicen: Déjanos ir a ofrecer sacrificios a nuestro Dios. Cargadlos de trabajo para que estén ocupados y no den oídos a esos embustes".
Los delegados sindicales piden unos días libres para los fabricantes de ladrillos, y el patrón les castiga aumentando la carga de trabajo. Un conflicto laboral en toda regla que se desmadró
Un saludo
Si Dios me hubiere consultado sobre el sistema del universo, le habría dado unas cuantas ideas (Alfonso X el Sabio)
Debemos perdonar a nuestros enemigos, pero nunca antes de que los cuelguen (H.Heine)
Debemos perdonar a nuestros enemigos, pero nunca antes de que los cuelguen (H.Heine)
-
- Teniente Coronel
- Mensajes: 2478
- Registrado: 26 Feb 2009, 13:45
Ismael escribió:Zyrux escribió:El primer conflicto laboral
En el año 1150 a.C. tuvo lugar el primer conflicto laboral del que se tiene conocimiento. Los sepultureros de algunas ciudades de Egipto pedían mejores condiciones de trabajo.
Nada, nada, se supone que esto es del siglo anterior:
Después de esto, Moisés y Aarón se presentaron ante el Faraón y le dijeron: "Esto dice el Señor, Dios de Israel: Deja ir a mi pueblo para que celebre una fiesta en el desierto". El Faraón dijo: "¿Quién es el Señor para que yo obedezca su voz y deje ir a Israel? No conozco al Señor y no dejaré ir a Israel". Ellos le dijeron: "El Dios de los hebreos se nos ha aparecido. Deja que vayamos al desierto, a tres jornadas de camino, para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios, no sea que nos castigue con peste o espada". Pero el rey de Egipto les dijo: "¿Por qué, Moisés y Aarón, revolucionáis al pueblo en sus trabajos? Id a vuestras obligaciones". Y añadió: "Ahora que el pueblo de la tierra es numeroso, ¿vosotros queréis que dejen su trabajo?". Aquel mismo día el Faraón dio esta orden a los capataces e inspectores del pueblo: "No volváis a darle paja al pueblo para fabricar los ladrillos, como hasta ahora; que vayan ellos mismos a recogerla. Más aún, exigidles la misma cantidad de ladrillos que antes, sin perdonarles ni uno, pues son unos holgazanes. Por eso dicen: Déjanos ir a ofrecer sacrificios a nuestro Dios. Cargadlos de trabajo para que estén ocupados y no den oídos a esos embustes".
Los delegados sindicales piden unos días libres para los fabricantes de ladrillos, y el patrón les castiga aumentando la carga de trabajo. Un conflicto laboral en toda regla que se desmadró
Un saludo
Si se podria considerar como tal, pero los hebreos eran esclavos, por lo tanto carentes de derechos o de condiciones laborales favorables, mientras que los sepultureros son trabajadores.
-
- Teniente Coronel
- Mensajes: 2478
- Registrado: 26 Feb 2009, 13:45
Enrique IV y su embajador en España
En una ocasión, el embajador en España de Enrique IV de Francia le estaba contando a este como había entrado en Madrid. El embajador le comentó que por ciertas circunstancias, tuvo que entrar en la capital de España montado en un burro. El rey le interrumpió comentando: "Un gran burro cabalgando sobre un burrito". A lo que el embajador contestó: "Señor, yo representaba a vuestra majestad".
En una ocasión, el embajador en España de Enrique IV de Francia le estaba contando a este como había entrado en Madrid. El embajador le comentó que por ciertas circunstancias, tuvo que entrar en la capital de España montado en un burro. El rey le interrumpió comentando: "Un gran burro cabalgando sobre un burrito". A lo que el embajador contestó: "Señor, yo representaba a vuestra majestad".
- Ismael
- General
- Mensajes: 20003
- Registrado: 28 Ene 2003, 13:20
- Ubicación: Por ahí.
Me ha recordado a otra de un embajador de España en Turquía. Cuando fue recibido por el sultán, éste le preguntó por qué puerto se salía de Madrid: aparentemente ignoraba que Madrid no está en la costa. El embajador le respondió que por el de Guadarrama.
Un saludo
Un saludo
Si Dios me hubiere consultado sobre el sistema del universo, le habría dado unas cuantas ideas (Alfonso X el Sabio)
Debemos perdonar a nuestros enemigos, pero nunca antes de que los cuelguen (H.Heine)
Debemos perdonar a nuestros enemigos, pero nunca antes de que los cuelguen (H.Heine)
-
- Teniente Coronel
- Mensajes: 2478
- Registrado: 26 Feb 2009, 13:45
Las Islas del Canal durante la Segunda Guerra Mundial
Durante la Segunda Guerra Mundial, las Islas del Canal o Islas Anglonormandas fueron la única parte de Gran Bretaña ocupada por los alemanes (sin contar algunas zonas de Egipto que cambiaron de manos durante la guerra en África).
http://es.wikipedia.org/wiki/Islas_del_Canal
Durante la Segunda Guerra Mundial, las Islas del Canal o Islas Anglonormandas fueron la única parte de Gran Bretaña ocupada por los alemanes (sin contar algunas zonas de Egipto que cambiaron de manos durante la guerra en África).
http://es.wikipedia.org/wiki/Islas_del_Canal
-
- Teniente Coronel
- Mensajes: 2478
- Registrado: 26 Feb 2009, 13:45
-
- Teniente Coronel
- Mensajes: 2478
- Registrado: 26 Feb 2009, 13:45
El uniforme de Jerónimo, hermano de Napoleón
Cuando Jerónimo Bonaparte fue nombrado alférez de navío después de la reconquista de Puerto Príncipe, el uniforme que le correspondía le pareció demasiado soso y optó por un uniforme de húsares de Berchiny. Este uniforme era efectivamente mucho más vistoso, pero era un uniforme de caballería y el un marino.
Cuando Jerónimo Bonaparte fue nombrado alférez de navío después de la reconquista de Puerto Príncipe, el uniforme que le correspondía le pareció demasiado soso y optó por un uniforme de húsares de Berchiny. Este uniforme era efectivamente mucho más vistoso, pero era un uniforme de caballería y el un marino.
-
- Teniente Coronel
- Mensajes: 2478
- Registrado: 26 Feb 2009, 13:45
La suerte de Napoleón en Egipto (1798)
En el viaje de Napoleón a Egipto, el Gran Corso cruzó el Mediterráneo con una gran flota cargada de soldados, eruditos y todo lo necesario para una larga estancia. Todos temían encontrarse con el almirante Nelson, ya que con seguridad el perdedor sería la flota francesa. Parece ser que las dos flotas se cruzaron una noche, sin mucha distancia entre ellos (4 o 5 millas), pero sin detectarse. Sin duda, aquello fue una suerte para Napoleón ya que llegó a Egipto sin problemas, para desembarcar de forma acelerada temiendo un ataque de Nelson en aquel momento, sin posibilidad de defensa.
En el viaje de Napoleón a Egipto, el Gran Corso cruzó el Mediterráneo con una gran flota cargada de soldados, eruditos y todo lo necesario para una larga estancia. Todos temían encontrarse con el almirante Nelson, ya que con seguridad el perdedor sería la flota francesa. Parece ser que las dos flotas se cruzaron una noche, sin mucha distancia entre ellos (4 o 5 millas), pero sin detectarse. Sin duda, aquello fue una suerte para Napoleón ya que llegó a Egipto sin problemas, para desembarcar de forma acelerada temiendo un ataque de Nelson en aquel momento, sin posibilidad de defensa.
-
- General de Brigada
- Mensajes: 5943
- Registrado: 16 Dic 2006, 14:41
Las Navas.
LA CARGA DE LOS TRES REYES
Patente de corso, por Arturo Pérez-Reverte
ya ni siquiera se estudia en los colegios, creo. Moros y cristianos degollándose, nada menos. Carnicería sangrienta. Ese medioevo fascista, etcétera. Pero es posible que, gracias a aquello, mi hija no lleve hoy velo cuando sale a la calle. Ocurrió hace casi ocho siglos justos, cuando tres reyes españoles dieron, hombro con hombro, una carga de caballería que cambió la historia de Europa. El próximo 16 de julio se cumple el 798 aniversario de aquel lunes del año 1212 en que el ejército almohade del Miramamolín Al Nasir, un ultrarradical islámico que había jurado plantar la media luna en Roma, fue destrozado por los cristianos cerca de Despeñaperros. Tras proclamar la yihad –seguro que el término les suena– contra los infieles, Al Nasir había cruzado con su ejército el estrecho de Gibraltar, resuelto a reconquistar para el Islam la España cristiana e invadir una Europa –también esto les suena, imagino– debilitada e indecisa.
Los paró un rey castellano, Alfonso VIII. Consciente de que en España al enemigo pocas veces lo tienes enfrente, hizo que el papa de Roma proclamase aquello cruzada contra los sarracenos, para evitar que, mientras guerreaba contra el moro, los reyes de Navarra y de León, adversarios suyos, le jugaran la del chino, atacándolo por la espalda. Resumiendo mucho la cosa, diremos que Alfonso de Castilla consiguió reunir en el campo de batalla a unos 27.000 hombres, entre los que se contaban algunos voluntarios extranjeros, sobre todo franceses, y los duros monjes soldados de las órdenes militares españolas. Núcleo principal eran las milicias concejiles castellanas –tropas populares, para entendernos– y 8.500 catalanes y aragoneses traídos por el rey Pedro II de Aragón; que, como gentil caballero que era, acudió a socorrer a su vecino y colega. A última hora, a regañadientes y por no quedar mal, Sancho VII de Navarra se presentó con una reducida peña de doscientos jinetes –Alfonso IX de León se quedó en casa–. Por su parte, Al Nasir alineó casi 60.000 guerreros entre soldados norteafricanos, tropas andalusíes y un nutrido contingente de voluntarios fanáticos de poco valor militar y escasa disciplina: chusma a la que el rey moro, resuelto a facilitar su viaje al anhelado paraíso de las huríes, colocó en primera fila para que se comiera el primer marrón, haciendo allí de carne de lanza.
La escabechina, muy propia de aquel tiempo feroz, hizo época. En el cerro de los Olivares, cerca de Santa Elena, los cristianos dieron el asalto ladera arriba bajo una lluvia de flechas de los temibles arcos almohades, intentando alcanzar el palenque fortificado donde Al Nasir, que sentado sobre un escudo leía el Corán, o hacía el paripé de leerlo –imagino que tendría otras cosas en la cabeza–, había plantado su famosa tienda roja. La vanguardia cristiana, mandada por el vasco Diego López de Haro, con jinetes e infantes castellanos, aragoneses y navarros, deshizo la primera línea enemiga y quedó frenada en sangriento combate con la segunda. Milicias como la de Madrid fueron casi aniquiladas tras luchar igual que leones de la Metro Goldwyn Mayer. Atacó entonces la segunda oleada, con los veteranos caballeros de las órdenes militares como núcleo duro, sin lograr romper tampoco la resistencia moruna. La situación empezaba a ser crítica para los nuestros –porque sintiéndolo mucho, señor presidente, allí los cristianos eran los nuestros–; que, imposibilitados de maniobrar, ya no peleaban por la victoria, sino por la vida. Junto a López de Haro, a quien sólo quedaban cuarenta jinetes de sus quinientos, los caballeros templarios, calatravos y santiaguistas, revueltos con amigos y enemigos, se batían como gato panza arriba. Fue entonces cuando Alfonso VII, visto el panorama, desenvainó la espada, hizo ondear su pendón, se puso al frente de la línea de reserva, tragó saliva y volviéndose al arzobispo Jiménez de Rada gritó: «Aquí, señor obispo, morimos todos». Luego, picando espuelas, cabalgó hacia el enemigo. Los reyes de Aragón y de Navarra, viendo a su colega, hicieron lo mismo. Con vergüenza torera y un par de huevos, ondearon sus pendones y fueron a la carga espada en mano. El resto es Historia: tres reyes españoles cabalgando juntos por las lomas de Las Navas, con la exhausta infantería gritando de entusiasmo mientras abría sus filas para dejarles paso. Y el combate final en torno al palenque, con la huida de Al Nasir, el degüello y la victoria.
¿Imaginan la película? ¿Imaginan ese material en manos de ingleses, o norteamericanos? Supongo que sí. Pero tengan la certeza de que, en este país imbécil, acomplejado de sí mismo, no la rodará ninguna televisión, ni la subvencionará jamás ningún ministerio de Educación, ni de Cultura.
Saludos
Patente de corso, por Arturo Pérez-Reverte
ya ni siquiera se estudia en los colegios, creo. Moros y cristianos degollándose, nada menos. Carnicería sangrienta. Ese medioevo fascista, etcétera. Pero es posible que, gracias a aquello, mi hija no lleve hoy velo cuando sale a la calle. Ocurrió hace casi ocho siglos justos, cuando tres reyes españoles dieron, hombro con hombro, una carga de caballería que cambió la historia de Europa. El próximo 16 de julio se cumple el 798 aniversario de aquel lunes del año 1212 en que el ejército almohade del Miramamolín Al Nasir, un ultrarradical islámico que había jurado plantar la media luna en Roma, fue destrozado por los cristianos cerca de Despeñaperros. Tras proclamar la yihad –seguro que el término les suena– contra los infieles, Al Nasir había cruzado con su ejército el estrecho de Gibraltar, resuelto a reconquistar para el Islam la España cristiana e invadir una Europa –también esto les suena, imagino– debilitada e indecisa.
Los paró un rey castellano, Alfonso VIII. Consciente de que en España al enemigo pocas veces lo tienes enfrente, hizo que el papa de Roma proclamase aquello cruzada contra los sarracenos, para evitar que, mientras guerreaba contra el moro, los reyes de Navarra y de León, adversarios suyos, le jugaran la del chino, atacándolo por la espalda. Resumiendo mucho la cosa, diremos que Alfonso de Castilla consiguió reunir en el campo de batalla a unos 27.000 hombres, entre los que se contaban algunos voluntarios extranjeros, sobre todo franceses, y los duros monjes soldados de las órdenes militares españolas. Núcleo principal eran las milicias concejiles castellanas –tropas populares, para entendernos– y 8.500 catalanes y aragoneses traídos por el rey Pedro II de Aragón; que, como gentil caballero que era, acudió a socorrer a su vecino y colega. A última hora, a regañadientes y por no quedar mal, Sancho VII de Navarra se presentó con una reducida peña de doscientos jinetes –Alfonso IX de León se quedó en casa–. Por su parte, Al Nasir alineó casi 60.000 guerreros entre soldados norteafricanos, tropas andalusíes y un nutrido contingente de voluntarios fanáticos de poco valor militar y escasa disciplina: chusma a la que el rey moro, resuelto a facilitar su viaje al anhelado paraíso de las huríes, colocó en primera fila para que se comiera el primer marrón, haciendo allí de carne de lanza.
La escabechina, muy propia de aquel tiempo feroz, hizo época. En el cerro de los Olivares, cerca de Santa Elena, los cristianos dieron el asalto ladera arriba bajo una lluvia de flechas de los temibles arcos almohades, intentando alcanzar el palenque fortificado donde Al Nasir, que sentado sobre un escudo leía el Corán, o hacía el paripé de leerlo –imagino que tendría otras cosas en la cabeza–, había plantado su famosa tienda roja. La vanguardia cristiana, mandada por el vasco Diego López de Haro, con jinetes e infantes castellanos, aragoneses y navarros, deshizo la primera línea enemiga y quedó frenada en sangriento combate con la segunda. Milicias como la de Madrid fueron casi aniquiladas tras luchar igual que leones de la Metro Goldwyn Mayer. Atacó entonces la segunda oleada, con los veteranos caballeros de las órdenes militares como núcleo duro, sin lograr romper tampoco la resistencia moruna. La situación empezaba a ser crítica para los nuestros –porque sintiéndolo mucho, señor presidente, allí los cristianos eran los nuestros–; que, imposibilitados de maniobrar, ya no peleaban por la victoria, sino por la vida. Junto a López de Haro, a quien sólo quedaban cuarenta jinetes de sus quinientos, los caballeros templarios, calatravos y santiaguistas, revueltos con amigos y enemigos, se batían como gato panza arriba. Fue entonces cuando Alfonso VII, visto el panorama, desenvainó la espada, hizo ondear su pendón, se puso al frente de la línea de reserva, tragó saliva y volviéndose al arzobispo Jiménez de Rada gritó: «Aquí, señor obispo, morimos todos». Luego, picando espuelas, cabalgó hacia el enemigo. Los reyes de Aragón y de Navarra, viendo a su colega, hicieron lo mismo. Con vergüenza torera y un par de huevos, ondearon sus pendones y fueron a la carga espada en mano. El resto es Historia: tres reyes españoles cabalgando juntos por las lomas de Las Navas, con la exhausta infantería gritando de entusiasmo mientras abría sus filas para dejarles paso. Y el combate final en torno al palenque, con la huida de Al Nasir, el degüello y la victoria.
¿Imaginan la película? ¿Imaginan ese material en manos de ingleses, o norteamericanos? Supongo que sí. Pero tengan la certeza de que, en este país imbécil, acomplejado de sí mismo, no la rodará ninguna televisión, ni la subvencionará jamás ningún ministerio de Educación, ni de Cultura.
Saludos
-
- Subteniente
- Mensajes: 894
- Registrado: 29 Jun 2008, 18:20
- Ubicación: Granada
¿Imaginan la película? ¿Imaginan ese material en manos de ingleses, o norteamericanos? Supongo que sí. Pero tengan la certeza de que, en este país imbécil, acomplejado de sí mismo, no la rodará ninguna televisión, ni la subvencionará jamás ningún ministerio de Educación, ni de Cultura.
Por desgracia tiene usted toda la razon,mas bien llamaria a esos dos ministerios los ministerios de analfabetismo y de incultura,para hacer gala de sus quehaceres
Saludos
Por Dios y por España servir hasta la muerte
- Ismael
- General
- Mensajes: 20003
- Registrado: 28 Ene 2003, 13:20
- Ubicación: Por ahí.
Re: Las Navas.
AFOCES escribió:LA CARGA DE LOS TRES REYES
Patente de corso, por Arturo Pérez-Reverte
Si sólo fueran los políticos .... no sé si leiste la segunda parte del artículo:
Las 17 Navas de Tolosa
XLSemanal - 27/9/2010
No se cansa uno de aprender. Crees como un idiota que conoces todos los palos del registro, y los lectores demuestran que van siempre por delante de ti. Por eso teclear esta página me resulta tan instructivo. Por los rebotes. Tal es la razón de que hace unas semanas les contara que, aunque me es imposible responder a las cartas que llegan, leo hasta la última de ellas con el máximo interés. Aprendiendo de nosotros mismos.
Algunos de ustedes recordarán que hace poco hablé de las Navas de Tolosa: la carga de los reyes de Castilla, Aragón y Navarra contra las tropas almohades de Al Nasir. Batalla decisiva, dije, que apenas figura ya -o no figura en absoluto-, en los libros escolares. Quien me lee sabe que el arriba firmante tiene días gamberros, pero las cosas se las curra. Para eso está la biblioteca. A Las Navas nunca me habría atrevido a ir sin refrescar los clásicos: Ambrosio Hici, el texto fundamental de García Fitz, los dos volúmenes de Lago y González, la espléndida reconstrucción de mi compadre Juan Eslava y media docena de cosas más. Quiero decir que no improviso esas cosas, vamos. No las saco de Wikipedia.
Pero oigan. El retorno postal del artículo ha sido interesantísimo, porque el conjunto de cartas es asombroso. Aquel 16 de julio de 1212, fecha en cuya importancia coinciden todos los historiadores del mundo, hasta los guiris, me enfrenta a una triste radiografía de lo que somos y de lo que nos negamos a ser. Las cartas que agradecen la referencia histórica, las que sugieren libros o aportan opiniones y datos, han sido numerosas. Aunque lo fascinante, esta vez, es el modo en que lectores de buena fe, en cartas inteligentes, respetuosas y documentadas, reaccionan ante los detalles de la historia que yo contaba. Todos, sin excepciones, en función de su localización geográfica: la comunidad autónoma, la ciudad, casi el pueblo de cada cual.
El conjunto es desolador: diecisiete versiones distintas. Sabemos que ciertos detalles de aquel suceso aún son debatidos por los historiadores, y que la unidad lograda ese día iba cogida con alfileres; pero el hecho indiscutible, y ejemplar, es que tres reyes españoles batieron juntos en Las Navas al ejército almohade. Es lo que, sencillamente, yo destacaba en el limitado espacio de folio y medio. Sin embargo, dos lectores leoneses de buena solvencia, picados por que el artículo mencionase la ausencia histórica de tropas leonesas en la batalla -pues, efectivamente, el rey de León no estuvo allí-, me escriben para dejar claro que Las Navas no fue tan decisiva como se dice, que el rey Alfonso VIII de Castilla era -uno lo sentencia expresamente- «un verdadero miserable»; y que si los leoneses aprovecharon el trajín para tomar algunas plazas ocupadas por Castilla, sus motivos tenían. Cosa que, por cierto, no negaba el artículo. Otro profesor, navarro y con prestigio universitario, lamenta que no se destacara en el texto «al verdadero protagonista de la batalla», el rey Sancho VII de Navarra; monarca al que, desde una opuesta óptica castellana, otro lector, burgalés, califica como «rey turbio y poco de fiar». Por supuesto, el papel en Las Navas de Pedro II de Aragón -«el monarca catalán Pere II», matizan desde Tarragona con toda la seriedad del mundo- varía de unas cartas a otras: de «rey caballero» a «oportunista aventurero». Tampoco falta quien rebaja la importancia del enemigo, Al Nasir, que no suponía, sostiene, amenaza para el mundo cristiano, por lo que «habría dado lo mismo que lo derrotaran o no». En lo de quitar méritos tampoco zaguea un lector aragonés, que pone al rey castellano de vuelta y media, afirmando que la fama de la batalla se debe a un proceso de manipulación y propaganda organizado a medias por Alfonso de Castilla -«Guerrero mediocre, derrotado en Uclés»- y el arzobispo Jiménez de Rada.
Y ojo. Esos que cito son los doctos: gente respetable por su cultura y argumentos. En otros niveles, imaginen el percal. Ahí entran a saco lectores más elementales, incluidos algunos que blasonan, osados, de su ignorancia. Uno me reprocha que llame moros a los moros, otro confunde almohades -que eran norteafricanos- con andalusíes, y otro, desconociendo que la palabra Hispania la usaban los romanos, critica «que hable de tres reyes españoles cuando en 1212 España todavía no existía» y propone el delicioso término «reyes de naciones ibéricas». Incluido el pobre indocumentado -joven me temo, con la gravedad que eso implica- que afirma, en correo electrónico, que Diego López de Haro, que mandaba la vanguardia cristiana en la batalla, «no era vasco, pues es mentira histórica que los vascos defendiéramos nunca otra cosa que nuestra independencia de Castilla».
Todo lo cual confirma, una vez más, la vieja sospecha: España no tiene otro problema que nosotros. Los españoles.
Si Dios me hubiere consultado sobre el sistema del universo, le habría dado unas cuantas ideas (Alfonso X el Sabio)
Debemos perdonar a nuestros enemigos, pero nunca antes de que los cuelguen (H.Heine)
Debemos perdonar a nuestros enemigos, pero nunca antes de que los cuelguen (H.Heine)
-
- Teniente Coronel
- Mensajes: 2478
- Registrado: 26 Feb 2009, 13:45
Puta ignorancia la de muchos españoles, sinceramente a veces pienso que no merece la pena,pero otras veces alguien te escucha cuando cuentas la heroica defensa de Don Blas de Lezo o como Don Fadrique tomo San Salvador y asi un largo etc.... y ves que algo se enciende al ver su expresion de asombro ante cosas que ignoraba y piensas que aun existe la posibilidad de que la gente se interese por nuestra historia mas que por la historia de otros. Pero amigos el cine es muy poderoso y aborrega a las masas creyendo que los otros son mil veces mejores que nosotros, pero en lo que tengamos a estos politicos de mierda acomplejados incapaces de invertir un solo euro, que ademas sale de nuestros bolsillos, en cine historico mal vamos o tambien las televisiones que te emiten como se conocieron el Principe y Leticia o el Rey y la Reina en lugar de contar lo que fuimos mal vamos.
Amigos mios, lamentablemente, todos nosotros seremos vistos como gente rara como una especie de frikis, palabra muy popular hoy en día para clasificar o encasillar a alguien, y solo por el mero hecho de que nos apasione la historia de España.
Amigos mios, lamentablemente, todos nosotros seremos vistos como gente rara como una especie de frikis, palabra muy popular hoy en día para clasificar o encasillar a alguien, y solo por el mero hecho de que nos apasione la historia de España.
-
- Teniente Coronel
- Mensajes: 2478
- Registrado: 26 Feb 2009, 13:45
Bueno ahogemos nuestras penas continuando con una curiosidad mas.
La invasión de Inglaterra por Napoleón
Cuando Napoleón estaba planeando la posible invasión de Inglaterra a comienzos del siglo XIX, el Primer Lord del Almirantazgo inglés comentó: "Yo no digo, Señorías, que los franceses no puedan venir. Simplemente digo que no lo harán por mar".
La invasión de Inglaterra por Napoleón
Cuando Napoleón estaba planeando la posible invasión de Inglaterra a comienzos del siglo XIX, el Primer Lord del Almirantazgo inglés comentó: "Yo no digo, Señorías, que los franceses no puedan venir. Simplemente digo que no lo harán por mar".
¿Quién está conectado?
Usuarios navegando por este Foro: ClaudeBot [Bot] y 1 invitado