Las guerras más olvidadas
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La guerra de los boxers, otro conflicto poco conocido pero que finalmente tuvo consecuencias importantes.
Con el término Yi He Tuan (puños de justicia y concordia) o bóxers, como les denominaron los ingleses, se designa a los miembros de una sociedad secreta china de carácter, al mismo tiempo, religioso y político, cuyos orígenes se remontan a los primeros años del siglo XIX. En un principio, los bóxers arrastraron una vida precaria, ganando su sustento mediante exhibiciones de la danza de los sables y de combates de boxeo. En las últimas décadas del siglo, el centro de su actividad era la península de Shantung, que hubieron de abandonar cuando Yuan Che Kai (más tarde presidente de la República) ocupó el cargo de gobernador y los combatió. Dirigiéndose entonces hacia el N, los bóxers llegaron a las proximidades de Pekín. La situación del país era calamitosa. El movimiento reformista de 1898 y su fracaso posterior condujeron al establecimiento de un régimen más reaccionario que nunca. La emperatriz se apoyó en los bóxers, cuya fuerza era ya temible, canalizando el movimiento en su provecho hasta convertirlo en corriente xenófoba.
China estaba sumergida en una xenofobia profundamente arraigada, resultado de una larga historia de intervenciones extranjeras y, más recientemente, de condiciones sociales y económicas en decadencia. La sociedad secreta de los bóxers reforzaba sus campañas jurando que mataría a todos los extranjeros («hombres peludos primarios») y a sus simpatizantes chinos («hombres peludos secundarios»). Siguiendo la iniciativa de la emperatriz, varios gobernadores provinciales apoyaron la violenta resistencia de los bóxers en sus jurisdicciones.
Fortalecidos de esta manera, saquearon el campo, destruyeron las estaciones de ferrocarril y las líneas de telégrafos y, finalmente, mataron a 231 extranjeros y a millares de chinos cristianos. El 21 de junio de 1900, la emperatriz, impulsada por su patriotismo, declaró la guerra a todas las potencias extranjeras que interferían en la vida política china por intereses egoístas. Los bóxers iniciaron un asedio de dos meses a las embajadas en Pekín. Las naciones que sufrieron el ataque, incluyendo Japón, Rusia, Alemania, Gran Bretaña, Estados Unidos, Austria-Hungría e Italia, rápidamente se agruparon en una fuerza internacional con la que llegaron a Pekín el 14 de agosto y vencieron fácilmente a los bóxers.
Los términos del protocolo bóxer, el tratado de paz que finalizó con la rebelión, fueron extremadamente duros: China fue condenada a pagar una indemnización de 333 millones de dólares; las tropas extranjeras dejaron guarniciones desde Pekín hasta el mar; los exámenes del servicio civil fueron suspendidos durante cinco años; tres oficiales simpatizantes de los bóxers fueron ejecutados, y un cuarto fue empujado al suicidio. El kaiser Guillermo II, uno de cuyos ministros había sido asesinado por los boxer, proclamó triunfante: «Nunca más, ningún chino se atreverá a mirar con desdén a un alemán».
Con el término Yi He Tuan (puños de justicia y concordia) o bóxers, como les denominaron los ingleses, se designa a los miembros de una sociedad secreta china de carácter, al mismo tiempo, religioso y político, cuyos orígenes se remontan a los primeros años del siglo XIX. En un principio, los bóxers arrastraron una vida precaria, ganando su sustento mediante exhibiciones de la danza de los sables y de combates de boxeo. En las últimas décadas del siglo, el centro de su actividad era la península de Shantung, que hubieron de abandonar cuando Yuan Che Kai (más tarde presidente de la República) ocupó el cargo de gobernador y los combatió. Dirigiéndose entonces hacia el N, los bóxers llegaron a las proximidades de Pekín. La situación del país era calamitosa. El movimiento reformista de 1898 y su fracaso posterior condujeron al establecimiento de un régimen más reaccionario que nunca. La emperatriz se apoyó en los bóxers, cuya fuerza era ya temible, canalizando el movimiento en su provecho hasta convertirlo en corriente xenófoba.
China estaba sumergida en una xenofobia profundamente arraigada, resultado de una larga historia de intervenciones extranjeras y, más recientemente, de condiciones sociales y económicas en decadencia. La sociedad secreta de los bóxers reforzaba sus campañas jurando que mataría a todos los extranjeros («hombres peludos primarios») y a sus simpatizantes chinos («hombres peludos secundarios»). Siguiendo la iniciativa de la emperatriz, varios gobernadores provinciales apoyaron la violenta resistencia de los bóxers en sus jurisdicciones.
Fortalecidos de esta manera, saquearon el campo, destruyeron las estaciones de ferrocarril y las líneas de telégrafos y, finalmente, mataron a 231 extranjeros y a millares de chinos cristianos. El 21 de junio de 1900, la emperatriz, impulsada por su patriotismo, declaró la guerra a todas las potencias extranjeras que interferían en la vida política china por intereses egoístas. Los bóxers iniciaron un asedio de dos meses a las embajadas en Pekín. Las naciones que sufrieron el ataque, incluyendo Japón, Rusia, Alemania, Gran Bretaña, Estados Unidos, Austria-Hungría e Italia, rápidamente se agruparon en una fuerza internacional con la que llegaron a Pekín el 14 de agosto y vencieron fácilmente a los bóxers.
Los términos del protocolo bóxer, el tratado de paz que finalizó con la rebelión, fueron extremadamente duros: China fue condenada a pagar una indemnización de 333 millones de dólares; las tropas extranjeras dejaron guarniciones desde Pekín hasta el mar; los exámenes del servicio civil fueron suspendidos durante cinco años; tres oficiales simpatizantes de los bóxers fueron ejecutados, y un cuarto fue empujado al suicidio. El kaiser Guillermo II, uno de cuyos ministros había sido asesinado por los boxer, proclamó triunfante: «Nunca más, ningún chino se atreverá a mirar con desdén a un alemán».
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Antecedentes de la guerra bóxer
Guerras y Tratados Desiguales
En 1840 estalló la Primera Guerra del Opio entre Gran Bretaña y China. Ésta y la Segunda Guerra del Opio fueron libradas debido a las disputas sobre el comercio del opio en China, cuyo gobierno trataba de prohibir. Los británicos no pensaban renunciar al negocio de la droga, que era cultivada en grandes extensiones en la India y exportada más tarde a todo el sureste asiático. Tras la fácil derrota del ejército chino, los británicos obligaron al gobierno imperial a cederles la isla de Hong Kong a perpetuidad (a la que más tarde se agregaron la península e islas adyacentes), permitir las importaciones de opio y abrir una serie de puertos al comercio extranjero.
En esa misma época, los franceses, rusos y japoneses comenzaron a aumentar su influencia sobre China. Debido a su inferioridad económica y militar, la dinastía Qing fue obligada a firmar numerosos acuerdos que serían conocidos como los "Tratados Desiguales". Dentro de éstos se incluyen el Tratado de Nanjing (1842), el Tratado de Aigun (1858), el Tratado de Tianjin (1858), la Convención de Pekín (1860), el Tratado de Shimonoseki (1895), y la Segunda Convención de Pekín (1898).
China volvió a perder otra gran guerra, esta vez contra Japón, en 1895. El enfrentamiento, particularmente violento, se saldó con la pérdida de Corea, las islas Pescadores y Taiwan, además del pago de fuertes indemnizaciones y concesiones comerciales a los vencedores. Todo esto se tradujo en una importante crisis económica en todo el país.
Movimiento Antioccidental
Los tratados fueron considerados fuertemente injustos por muchos chinos, creciendo su odio hacia los foráneos así como también su desaprobación hacia el gobierno imperial, cuyo prestigio había quedado en entredicho con las derrotas militares ante Gran Bretaña y Japón. Tales fracasos, unidos a la pérdida de ingentes cantidades de territorio sin apenas discusión (Hong Kong, Taiwan, Corea, la región del Amur, Sajalín, partes de Mongolia exterior y Asia Central...) causaron una fuerte conmoción en el pueblo, hasta entonces inmerso en la idea ficticia de una superioridad absoluta del estado chino frente a unos bárbaros extranjeros a los que se despreciaba. Pronto comenzaron a cundir los rumores sobre crímenes realizados impunemente por los extranjeros, ante los que el sumiso emperador prefería hacer la vista gorda. La gran llegada de misioneros occidentales tras la derrota china también causó fricciones con la Iglesia Católica. En Guizhou, las autoridades locales manifestaron su desconcierto ante la visión de un cardenal que era transportado en una litera con la decoración propia de un gobernador regional. Todas estas desconfianzas desembocaron en numerosos brotes de desobediencia civil en gran parte del país a finales del siglo XIX, registrándose agresiones contra extranjeros y chinos convertidos al Cristianismo.
El levantamiento popular fue impulsado por los boxer, grupo que se opuso inicialmente a la dinastía manchú de los Qing pero más tarde se reconcilió con ella, y se concentró en el norte del país, donde las potencias europeas habían comenzado a exigir concesiones territoriales, ferroviarias y mineras. En noviembre de 1897, el Imperio Alemán respondió a la muerte de dos misioneros en la provincia de Shandong apoderándose del puerto de Qingdao. Al mes siguiente, una escuadra rusa tomó posesión de Lüshun, en el sur de Liaoning. Gran Bretaña y Francia les siguieron, tomando posesión de Weihai y Zhanjiang, respectivamente.
Guerras y Tratados Desiguales
En 1840 estalló la Primera Guerra del Opio entre Gran Bretaña y China. Ésta y la Segunda Guerra del Opio fueron libradas debido a las disputas sobre el comercio del opio en China, cuyo gobierno trataba de prohibir. Los británicos no pensaban renunciar al negocio de la droga, que era cultivada en grandes extensiones en la India y exportada más tarde a todo el sureste asiático. Tras la fácil derrota del ejército chino, los británicos obligaron al gobierno imperial a cederles la isla de Hong Kong a perpetuidad (a la que más tarde se agregaron la península e islas adyacentes), permitir las importaciones de opio y abrir una serie de puertos al comercio extranjero.
En esa misma época, los franceses, rusos y japoneses comenzaron a aumentar su influencia sobre China. Debido a su inferioridad económica y militar, la dinastía Qing fue obligada a firmar numerosos acuerdos que serían conocidos como los "Tratados Desiguales". Dentro de éstos se incluyen el Tratado de Nanjing (1842), el Tratado de Aigun (1858), el Tratado de Tianjin (1858), la Convención de Pekín (1860), el Tratado de Shimonoseki (1895), y la Segunda Convención de Pekín (1898).
China volvió a perder otra gran guerra, esta vez contra Japón, en 1895. El enfrentamiento, particularmente violento, se saldó con la pérdida de Corea, las islas Pescadores y Taiwan, además del pago de fuertes indemnizaciones y concesiones comerciales a los vencedores. Todo esto se tradujo en una importante crisis económica en todo el país.
Movimiento Antioccidental
Los tratados fueron considerados fuertemente injustos por muchos chinos, creciendo su odio hacia los foráneos así como también su desaprobación hacia el gobierno imperial, cuyo prestigio había quedado en entredicho con las derrotas militares ante Gran Bretaña y Japón. Tales fracasos, unidos a la pérdida de ingentes cantidades de territorio sin apenas discusión (Hong Kong, Taiwan, Corea, la región del Amur, Sajalín, partes de Mongolia exterior y Asia Central...) causaron una fuerte conmoción en el pueblo, hasta entonces inmerso en la idea ficticia de una superioridad absoluta del estado chino frente a unos bárbaros extranjeros a los que se despreciaba. Pronto comenzaron a cundir los rumores sobre crímenes realizados impunemente por los extranjeros, ante los que el sumiso emperador prefería hacer la vista gorda. La gran llegada de misioneros occidentales tras la derrota china también causó fricciones con la Iglesia Católica. En Guizhou, las autoridades locales manifestaron su desconcierto ante la visión de un cardenal que era transportado en una litera con la decoración propia de un gobernador regional. Todas estas desconfianzas desembocaron en numerosos brotes de desobediencia civil en gran parte del país a finales del siglo XIX, registrándose agresiones contra extranjeros y chinos convertidos al Cristianismo.
El levantamiento popular fue impulsado por los boxer, grupo que se opuso inicialmente a la dinastía manchú de los Qing pero más tarde se reconcilió con ella, y se concentró en el norte del país, donde las potencias europeas habían comenzado a exigir concesiones territoriales, ferroviarias y mineras. En noviembre de 1897, el Imperio Alemán respondió a la muerte de dos misioneros en la provincia de Shandong apoderándose del puerto de Qingdao. Al mes siguiente, una escuadra rusa tomó posesión de Lüshun, en el sur de Liaoning. Gran Bretaña y Francia les siguieron, tomando posesión de Weihai y Zhanjiang, respectivamente.
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La Rebelión
Los bóxers comenzaron a incrementar su actividad en Shandong en marzo de 1898. El detonante de la rebelión ocurrió en una pequeña aldea de la provincia, donde unos misioneros demandaban la entrega de un templo local que según ellos era una antigua iglesia católica confiscada por el emperador Kangxi (1661-1722), en fuerte oposición a los lugareños. Las autoridades locales mediaron en el conflicto, fallando a favor de los misioneros y entregándoles el control del edificio. Como respuesta, los campesinos se sublevaron y atacaron la reconstituida iglesia bajo el mando de los bóxers.
La extensión de la rebelión coincidió con la llamada Reforma de los cien días (del 11 de junio al 21 de septiembre de 1898), impulsada por el emperador Guangxu con el fin de modernizar la administración, cosa a la que se oponía fuertemente su tía, la emperatriz Cixi. Tras una primera derrota de los bóxers a manos del ejército chino en el mes de octubre, los rebeldes acataron la autoridad imperial o, con mayor exactitud, la de Cixi, que decidió usarlos como medio para destruir toda influencia extranjera en China. Así, el gobierno chino, fuertemente controlado por la emperatriz, dictó varias leyes en favor de los bóxers a partir de enero de 1900, mientras que éstos concentraron sus ataques contra los misioneros y conversos al Cristianismo. Las crecientes protestas de los gobiernos occidentales fueron desoídas.
En junio de ese año, los bóxers (a los que se sumaron varios soldados imperiales) atacaron destacamentos de occidentales en Tianjin y Pekín. Las embajadas extranjeras en la capital, a las que habían huido sus ciudadanos residentes en Pekín, se convirtieron pronto en objetivo de los bóxers, aunque la mayoría de las delegaciones se encontraban bien protegidas por sus propias murallas y la cercanía a la Ciudad Prohibida, donde, paradójicamente, habían sido construidas por orden del emperador con el fin de tenerlas bajo vigilancia permanente. Las delegaciones de Gran Bretaña, Francia, los Países Bajos, Estados Unidos, Rusia y Japón, de hecho, compartían el mismo complejo defensivo, y a sólo unas calles de distancia se encontraban las de Bélgica y España, desde donde llegaron sus representantes para ponerse a salvo.
No pudo hacer lo mismo la delegación alemana, de constitución más reciente y por ello situada en el otro extremo de la ciudad. El día 20 fue asaltada finalmente por los bóxers, quienes capturaron y ejecutaron al embajador alemán, Barón Klemens von Ketteler. A resultas de ello, las potencias extranjeras declararon la guerra a China, cuyo gobierno respondió proclamando las hostilidades contra ellas. Hasta la llegada de las fuerzas militares enviadas en su ayuda, el propio personal diplomático debió defenderse del asedio de los bóxers solamente con armas menores y un viejo cañón al que se apodó como el "Arma Internacional"[1] debido a que el cilindro era británico, el soporte italiano, los proyectiles rusos y los artilleros a cargo estadounidenses. Dirigieron la defensa el ministro británico para China, Claude Maxwell MacDonald, y el coronel japonés Shiba Goro.
El enfrentamiento fue ampliamente seguido por la prensa internacional, que describió toda clase barbaridades cometidas contra los extranjeros residentes en China, muchas de ellas enormemente exageradas. Esto provocó un amplio sentimiento antichino en América del Norte, Europa y Japón. No obstante, los principales afectados fueron los cristianos chinos (de los que la prensa no se ocupó), que sin poder huir a ninguna parte fueron objeto de violaciones, torturas y asesinatos.
A pesar de sus esfuerzos, los bóxers no lograron superar las defensas del recinto. En agosto, el asedio de las embajadas era levantado por las tropas enviadas por la llamada Alianza de las Ocho Naciones suscrita por los gobiernos de Alemania, Austria-Hungría, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia.
Los bóxers comenzaron a incrementar su actividad en Shandong en marzo de 1898. El detonante de la rebelión ocurrió en una pequeña aldea de la provincia, donde unos misioneros demandaban la entrega de un templo local que según ellos era una antigua iglesia católica confiscada por el emperador Kangxi (1661-1722), en fuerte oposición a los lugareños. Las autoridades locales mediaron en el conflicto, fallando a favor de los misioneros y entregándoles el control del edificio. Como respuesta, los campesinos se sublevaron y atacaron la reconstituida iglesia bajo el mando de los bóxers.
La extensión de la rebelión coincidió con la llamada Reforma de los cien días (del 11 de junio al 21 de septiembre de 1898), impulsada por el emperador Guangxu con el fin de modernizar la administración, cosa a la que se oponía fuertemente su tía, la emperatriz Cixi. Tras una primera derrota de los bóxers a manos del ejército chino en el mes de octubre, los rebeldes acataron la autoridad imperial o, con mayor exactitud, la de Cixi, que decidió usarlos como medio para destruir toda influencia extranjera en China. Así, el gobierno chino, fuertemente controlado por la emperatriz, dictó varias leyes en favor de los bóxers a partir de enero de 1900, mientras que éstos concentraron sus ataques contra los misioneros y conversos al Cristianismo. Las crecientes protestas de los gobiernos occidentales fueron desoídas.
En junio de ese año, los bóxers (a los que se sumaron varios soldados imperiales) atacaron destacamentos de occidentales en Tianjin y Pekín. Las embajadas extranjeras en la capital, a las que habían huido sus ciudadanos residentes en Pekín, se convirtieron pronto en objetivo de los bóxers, aunque la mayoría de las delegaciones se encontraban bien protegidas por sus propias murallas y la cercanía a la Ciudad Prohibida, donde, paradójicamente, habían sido construidas por orden del emperador con el fin de tenerlas bajo vigilancia permanente. Las delegaciones de Gran Bretaña, Francia, los Países Bajos, Estados Unidos, Rusia y Japón, de hecho, compartían el mismo complejo defensivo, y a sólo unas calles de distancia se encontraban las de Bélgica y España, desde donde llegaron sus representantes para ponerse a salvo.
No pudo hacer lo mismo la delegación alemana, de constitución más reciente y por ello situada en el otro extremo de la ciudad. El día 20 fue asaltada finalmente por los bóxers, quienes capturaron y ejecutaron al embajador alemán, Barón Klemens von Ketteler. A resultas de ello, las potencias extranjeras declararon la guerra a China, cuyo gobierno respondió proclamando las hostilidades contra ellas. Hasta la llegada de las fuerzas militares enviadas en su ayuda, el propio personal diplomático debió defenderse del asedio de los bóxers solamente con armas menores y un viejo cañón al que se apodó como el "Arma Internacional"[1] debido a que el cilindro era británico, el soporte italiano, los proyectiles rusos y los artilleros a cargo estadounidenses. Dirigieron la defensa el ministro británico para China, Claude Maxwell MacDonald, y el coronel japonés Shiba Goro.
El enfrentamiento fue ampliamente seguido por la prensa internacional, que describió toda clase barbaridades cometidas contra los extranjeros residentes en China, muchas de ellas enormemente exageradas. Esto provocó un amplio sentimiento antichino en América del Norte, Europa y Japón. No obstante, los principales afectados fueron los cristianos chinos (de los que la prensa no se ocupó), que sin poder huir a ninguna parte fueron objeto de violaciones, torturas y asesinatos.
A pesar de sus esfuerzos, los bóxers no lograron superar las defensas del recinto. En agosto, el asedio de las embajadas era levantado por las tropas enviadas por la llamada Alianza de las Ocho Naciones suscrita por los gobiernos de Alemania, Austria-Hungría, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia.
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La Rebelión
Los bóxers comenzaron a incrementar su actividad en Shandong en marzo de 1898. El detonante de la rebelión ocurrió en una pequeña aldea de la provincia, donde unos misioneros demandaban la entrega de un templo local que según ellos era una antigua iglesia católica confiscada por el emperador Kangxi (1661-1722), en fuerte oposición a los lugareños. Las autoridades locales mediaron en el conflicto, fallando a favor de los misioneros y entregándoles el control del edificio. Como respuesta, los campesinos se sublevaron y atacaron la reconstituida iglesia bajo el mando de los bóxers.
La extensión de la rebelión coincidió con la llamada Reforma de los cien días (del 11 de junio al 21 de septiembre de 1898), impulsada por el emperador Guangxu con el fin de modernizar la administración, cosa a la que se oponía fuertemente su tía, la emperatriz Cixi. Tras una primera derrota de los bóxers a manos del ejército chino en el mes de octubre, los rebeldes acataron la autoridad imperial o, con mayor exactitud, la de Cixi, que decidió usarlos como medio para destruir toda influencia extranjera en China. Así, el gobierno chino, fuertemente controlado por la emperatriz, dictó varias leyes en favor de los bóxers a partir de enero de 1900, mientras que éstos concentraron sus ataques contra los misioneros y conversos al Cristianismo. Las crecientes protestas de los gobiernos occidentales fueron desoídas.
En junio de ese año, los bóxers (a los que se sumaron varios soldados imperiales) atacaron destacamentos de occidentales en Tianjin y Pekín. Las embajadas extranjeras en la capital, a las que habían huido sus ciudadanos residentes en Pekín, se convirtieron pronto en objetivo de los bóxers, aunque la mayoría de las delegaciones se encontraban bien protegidas por sus propias murallas y la cercanía a la Ciudad Prohibida, donde, paradójicamente, habían sido construidas por orden del emperador con el fin de tenerlas bajo vigilancia permanente. Las delegaciones de Gran Bretaña, Francia, los Países Bajos, Estados Unidos, Rusia y Japón, de hecho, compartían el mismo complejo defensivo, y a sólo unas calles de distancia se encontraban las de Bélgica y España, desde donde llegaron sus representantes para ponerse a salvo.
No pudo hacer lo mismo la delegación alemana, de constitución más reciente y por ello situada en el otro extremo de la ciudad. El día 20 fue asaltada finalmente por los bóxers, quienes capturaron y ejecutaron al embajador alemán, Barón Klemens von Ketteler. A resultas de ello, las potencias extranjeras declararon la guerra a China, cuyo gobierno respondió proclamando las hostilidades contra ellas. Hasta la llegada de las fuerzas militares enviadas en su ayuda, el propio personal diplomático debió defenderse del asedio de los bóxers solamente con armas menores y un viejo cañón al que se apodó como el "Arma Internacional"[1] debido a que el cilindro era británico, el soporte italiano, los proyectiles rusos y los artilleros a cargo estadounidenses. Dirigieron la defensa el ministro británico para China, Claude Maxwell MacDonald, y el coronel japonés Shiba Goro.
El enfrentamiento fue ampliamente seguido por la prensa internacional, que describió toda clase barbaridades cometidas contra los extranjeros residentes en China, muchas de ellas enormemente exageradas. Esto provocó un amplio sentimiento antichino en América del Norte, Europa y Japón. No obstante, los principales afectados fueron los cristianos chinos (de los que la prensa no se ocupó), que sin poder huir a ninguna parte fueron objeto de violaciones, torturas y asesinatos.
A pesar de sus esfuerzos, los bóxers no lograron superar las defensas del recinto. En agosto, el asedio de las embajadas era levantado por las tropas enviadas por la llamada Alianza de las Ocho Naciones suscrita por los gobiernos de Alemania, Austria-Hungría, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia.
Los bóxers comenzaron a incrementar su actividad en Shandong en marzo de 1898. El detonante de la rebelión ocurrió en una pequeña aldea de la provincia, donde unos misioneros demandaban la entrega de un templo local que según ellos era una antigua iglesia católica confiscada por el emperador Kangxi (1661-1722), en fuerte oposición a los lugareños. Las autoridades locales mediaron en el conflicto, fallando a favor de los misioneros y entregándoles el control del edificio. Como respuesta, los campesinos se sublevaron y atacaron la reconstituida iglesia bajo el mando de los bóxers.
La extensión de la rebelión coincidió con la llamada Reforma de los cien días (del 11 de junio al 21 de septiembre de 1898), impulsada por el emperador Guangxu con el fin de modernizar la administración, cosa a la que se oponía fuertemente su tía, la emperatriz Cixi. Tras una primera derrota de los bóxers a manos del ejército chino en el mes de octubre, los rebeldes acataron la autoridad imperial o, con mayor exactitud, la de Cixi, que decidió usarlos como medio para destruir toda influencia extranjera en China. Así, el gobierno chino, fuertemente controlado por la emperatriz, dictó varias leyes en favor de los bóxers a partir de enero de 1900, mientras que éstos concentraron sus ataques contra los misioneros y conversos al Cristianismo. Las crecientes protestas de los gobiernos occidentales fueron desoídas.
En junio de ese año, los bóxers (a los que se sumaron varios soldados imperiales) atacaron destacamentos de occidentales en Tianjin y Pekín. Las embajadas extranjeras en la capital, a las que habían huido sus ciudadanos residentes en Pekín, se convirtieron pronto en objetivo de los bóxers, aunque la mayoría de las delegaciones se encontraban bien protegidas por sus propias murallas y la cercanía a la Ciudad Prohibida, donde, paradójicamente, habían sido construidas por orden del emperador con el fin de tenerlas bajo vigilancia permanente. Las delegaciones de Gran Bretaña, Francia, los Países Bajos, Estados Unidos, Rusia y Japón, de hecho, compartían el mismo complejo defensivo, y a sólo unas calles de distancia se encontraban las de Bélgica y España, desde donde llegaron sus representantes para ponerse a salvo.
No pudo hacer lo mismo la delegación alemana, de constitución más reciente y por ello situada en el otro extremo de la ciudad. El día 20 fue asaltada finalmente por los bóxers, quienes capturaron y ejecutaron al embajador alemán, Barón Klemens von Ketteler. A resultas de ello, las potencias extranjeras declararon la guerra a China, cuyo gobierno respondió proclamando las hostilidades contra ellas. Hasta la llegada de las fuerzas militares enviadas en su ayuda, el propio personal diplomático debió defenderse del asedio de los bóxers solamente con armas menores y un viejo cañón al que se apodó como el "Arma Internacional"[1] debido a que el cilindro era británico, el soporte italiano, los proyectiles rusos y los artilleros a cargo estadounidenses. Dirigieron la defensa el ministro británico para China, Claude Maxwell MacDonald, y el coronel japonés Shiba Goro.
El enfrentamiento fue ampliamente seguido por la prensa internacional, que describió toda clase barbaridades cometidas contra los extranjeros residentes en China, muchas de ellas enormemente exageradas. Esto provocó un amplio sentimiento antichino en América del Norte, Europa y Japón. No obstante, los principales afectados fueron los cristianos chinos (de los que la prensa no se ocupó), que sin poder huir a ninguna parte fueron objeto de violaciones, torturas y asesinatos.
A pesar de sus esfuerzos, los bóxers no lograron superar las defensas del recinto. En agosto, el asedio de las embajadas era levantado por las tropas enviadas por la llamada Alianza de las Ocho Naciones suscrita por los gobiernos de Alemania, Austria-Hungría, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia.
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Operaciones de la Alianza
El ejército de rescate de los aliados se componía de unos 54000 hombres a las órdenes del general británico Alfred Gaselee, de los cuales unos 5000 eran chinos contrarios a los bóxers, 20840 japoneses, 13150 rusos, 12020 británicos, 3520 franceses, 3420 estadounidenses, 900 alemanes, 80 italianos y 75 austro-húngaros. En julio desembarcaron cerca de Tianjin y pusieron sitio a la ciudad, que cayó el día 14. También capturaron los fuertes Taku, situados en el estuario del río Hai He, y cuatro destructores chinos, labor en la que se destacó el barón Roger Keyes.
Tras asegurar la zona, el ejército de Gaselee partió hacia Pekín (a 120 km de distancia) el 4 de agosto. La marcha fue sorprendentemente fácil a pesar de que en el recorrido se encontraban estacionados unos 70000 soldados imperiales y un número aproximado de rebeldes armados, que prefirieron evitar los enfrentamientos directos. Sólo se produjo un combate de cierta importancia en Yangcun, a unos 30 km de Tianjin. No obstante, el avance de las tropas extranjeras tuvo que ralentizarse debido al mal tiempo, extremadamente húmedo y con temperaturas de hasta 43ºC. El ejército entró finalmente en Pekín el 14 de agosto, donde levantó el asedio a las embajadas y posteriormente procedió a desplegarse por la ciudad con el fin de ocuparla, registrándose numerosos combates callejeros. La familia imperial y su corte abandonaron entonces la Ciudad Prohibida y se refugiaron en Xi'an.
Tras la ocupación, las tropas extranjeras se entregaron al saqueo, la destrucción, los asesinatos sumarios y las violaciones. La propia Ciudad Prohibida y otras dependencias imperiales fueron saqueadas, llegando a sacrificarse los animales de los Jardines Imperiales para servir de alimento a los soldados (lo que significó entre otras cosas, la extinción del ciervo del Padre David en China). La población fue fuertemente reprimida para evitar que se levantase nuevamente contra los extranjeros a pesar de la destrucción y robo de sus propiedades. El trato más duro provino de los 900 soldados alemanes, a los que el propio Káiser Guillermo II había exhortado el 27 de julio a "hacer que la palabra "Alemán" sea recordada en China durante mil años, de forma que ningún chino vuelva a atreverse siquiera a mirar mal a un alemán", dentro de un discurso en el que invocaba la memoria de los antiguos hunos (razón por la que los británicos se referirían a los soldados alemanes como "hunos" durante la I Guerra Mundial). En octubre, las tropas rusas estacionadas en la región del Amur cruzaron la frontera e invadieron Manchuria, donde también actuaron con violencia contra la población civil.
Las hostilidades terminaron finalmente el 7 de septiembre de 1901, cuando la dinastía Qing accedió a firmar el Tratado de Xinchou o "Protocolo Bóxer", un nuevo tratado desigual con los gobiernos de Alemania, Austria-Hungría, Bélgica, Francia, Estados Unidos, España, Gran Bretaña, Italia, Japón, Países Bajos y Rusia.
El ejército de rescate de los aliados se componía de unos 54000 hombres a las órdenes del general británico Alfred Gaselee, de los cuales unos 5000 eran chinos contrarios a los bóxers, 20840 japoneses, 13150 rusos, 12020 británicos, 3520 franceses, 3420 estadounidenses, 900 alemanes, 80 italianos y 75 austro-húngaros. En julio desembarcaron cerca de Tianjin y pusieron sitio a la ciudad, que cayó el día 14. También capturaron los fuertes Taku, situados en el estuario del río Hai He, y cuatro destructores chinos, labor en la que se destacó el barón Roger Keyes.
Tras asegurar la zona, el ejército de Gaselee partió hacia Pekín (a 120 km de distancia) el 4 de agosto. La marcha fue sorprendentemente fácil a pesar de que en el recorrido se encontraban estacionados unos 70000 soldados imperiales y un número aproximado de rebeldes armados, que prefirieron evitar los enfrentamientos directos. Sólo se produjo un combate de cierta importancia en Yangcun, a unos 30 km de Tianjin. No obstante, el avance de las tropas extranjeras tuvo que ralentizarse debido al mal tiempo, extremadamente húmedo y con temperaturas de hasta 43ºC. El ejército entró finalmente en Pekín el 14 de agosto, donde levantó el asedio a las embajadas y posteriormente procedió a desplegarse por la ciudad con el fin de ocuparla, registrándose numerosos combates callejeros. La familia imperial y su corte abandonaron entonces la Ciudad Prohibida y se refugiaron en Xi'an.
Tras la ocupación, las tropas extranjeras se entregaron al saqueo, la destrucción, los asesinatos sumarios y las violaciones. La propia Ciudad Prohibida y otras dependencias imperiales fueron saqueadas, llegando a sacrificarse los animales de los Jardines Imperiales para servir de alimento a los soldados (lo que significó entre otras cosas, la extinción del ciervo del Padre David en China). La población fue fuertemente reprimida para evitar que se levantase nuevamente contra los extranjeros a pesar de la destrucción y robo de sus propiedades. El trato más duro provino de los 900 soldados alemanes, a los que el propio Káiser Guillermo II había exhortado el 27 de julio a "hacer que la palabra "Alemán" sea recordada en China durante mil años, de forma que ningún chino vuelva a atreverse siquiera a mirar mal a un alemán", dentro de un discurso en el que invocaba la memoria de los antiguos hunos (razón por la que los británicos se referirían a los soldados alemanes como "hunos" durante la I Guerra Mundial). En octubre, las tropas rusas estacionadas en la región del Amur cruzaron la frontera e invadieron Manchuria, donde también actuaron con violencia contra la población civil.
Las hostilidades terminaron finalmente el 7 de septiembre de 1901, cuando la dinastía Qing accedió a firmar el Tratado de Xinchou o "Protocolo Bóxer", un nuevo tratado desigual con los gobiernos de Alemania, Austria-Hungría, Bélgica, Francia, Estados Unidos, España, Gran Bretaña, Italia, Japón, Países Bajos y Rusia.
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- El Templario
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Consecuencias
El tratado de paz establecía el compromiso del gobierno chino de ejecutar a 10 oficiales implicados en la revuelta, pagar 333 millones de dólares a los vencedores en concepto de reparaciones de guerra a lo largo de 40 años, conceder aún más ventajas comerciales a los extranjeros y permitir el estacionamiento de tropas por parte de éstos entre Pekín y el Mar Amarillo, con el fin de garantizar la seguridad de las embajadas extranjeras en la capital.
China no perdió nuevos territorios en esta ocasión debido en gran parte a que los vencedores no terminaron de ponerse de acuerdo sobre los límites de sus zonas de influencia y/o anexión en el futuro. En los años siguientes la alianza se disolvió y cada uno de sus antiguos integrantes intentó imponer su propio plan para China. Las disputas entre Rusia y Japón en torno al dominio de Manchuria y Corea llevaron finalmente a la Guerra Ruso-Japonesa de 1905, en la que se impusieron los nipones. Con esta victoria, Japón aumentó aún más el prestigio internacional conseguido en las guerras contra China y afianzó su posición como potencia hegemónica en el área, en detrimento de Rusia. Con el fin de contrarrestar el ascenso japonés, Estados Unidos y Gran Bretaña decidieron más tarde reducir el castigo impuesto a China, invirtiendo gran parte de las indemnizaciones de guerra en la concesión de becas a ciudadanos chinos y en la construcción de universidades como la de Tsinghua. Los pagos se reducirían o cancelarían definitivamente a lo largo de la década de los 30, antes de lo previsto.
Por su parte, la dinastía Qing quedó desacreditada una vez más a ojos de la opinión pública, aumentando los apoyos al establecimiento de una república. Cixi trató de frenar esto abandonando la política conservadora que había defendido hasta entonces y realizando múltiples reformas en sus últimos años, llegando a prometer el establecimiento de un nuevo régimen constitucional en 1916. Su muerte en 1908 truncó estos planes, y finalmente China se convertiría en una república tras la revolución de 1911.
El tratado de paz establecía el compromiso del gobierno chino de ejecutar a 10 oficiales implicados en la revuelta, pagar 333 millones de dólares a los vencedores en concepto de reparaciones de guerra a lo largo de 40 años, conceder aún más ventajas comerciales a los extranjeros y permitir el estacionamiento de tropas por parte de éstos entre Pekín y el Mar Amarillo, con el fin de garantizar la seguridad de las embajadas extranjeras en la capital.
China no perdió nuevos territorios en esta ocasión debido en gran parte a que los vencedores no terminaron de ponerse de acuerdo sobre los límites de sus zonas de influencia y/o anexión en el futuro. En los años siguientes la alianza se disolvió y cada uno de sus antiguos integrantes intentó imponer su propio plan para China. Las disputas entre Rusia y Japón en torno al dominio de Manchuria y Corea llevaron finalmente a la Guerra Ruso-Japonesa de 1905, en la que se impusieron los nipones. Con esta victoria, Japón aumentó aún más el prestigio internacional conseguido en las guerras contra China y afianzó su posición como potencia hegemónica en el área, en detrimento de Rusia. Con el fin de contrarrestar el ascenso japonés, Estados Unidos y Gran Bretaña decidieron más tarde reducir el castigo impuesto a China, invirtiendo gran parte de las indemnizaciones de guerra en la concesión de becas a ciudadanos chinos y en la construcción de universidades como la de Tsinghua. Los pagos se reducirían o cancelarían definitivamente a lo largo de la década de los 30, antes de lo previsto.
Por su parte, la dinastía Qing quedó desacreditada una vez más a ojos de la opinión pública, aumentando los apoyos al establecimiento de una república. Cixi trató de frenar esto abandonando la política conservadora que había defendido hasta entonces y realizando múltiples reformas en sus últimos años, llegando a prometer el establecimiento de un nuevo régimen constitucional en 1916. Su muerte en 1908 truncó estos planes, y finalmente China se convertiría en una república tras la revolución de 1911.
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Hola a todos.
Solo en Sudamerica hay varias guerras olvidadas
1828- Perú le declara la Guerra a La Gran Colombia (Colombia, Venezuela, Ecuador) por la ciudad de Guayaquil, saliendo victoriosos los ejercitos "colombinos" en la Batalla de Portete de Tanqui.
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1841- Perú invade Bolivia sin declaracion de Guerra, siendo completamente derrotados en la Batalla de Ingavi, por el Ejercito boliviano al mando de su Presidente Ballivian, en la que muere el Presidente de Perú, Agustin Gamarra, tras lo cual Bolivia ocupa las ciudades peruanas de Tacna, Arica, Moquehua y Arequipa, retirandose y volviendo al "statu quo" por insistencia del Gobierno de Chile (General Bulnes)
1932- Perú invade Colombia, por la ciudad de Leticia, siendo derrotados por los colombianos.
saludos
Solo en Sudamerica hay varias guerras olvidadas
1828- Perú le declara la Guerra a La Gran Colombia (Colombia, Venezuela, Ecuador) por la ciudad de Guayaquil, saliendo victoriosos los ejercitos "colombinos" en la Batalla de Portete de Tanqui.
Como prêmio pela participação na Batalha de Portete de Tanqui, em Quito, no Equador, Simon Bolívar concedeu-lhe o título de “general”. De volta ao Brasil, manteve suas ligações com o ciclo de lutas políticas do século 19 e participou da Revolução Praieira. Novamente preso, foi condenado a prisão perpétua em Fernando de Noronha, mas depois acabou sendo absolvido.
http://www2.uol.com.br/JC/_2000/1308/cd1308h.htm
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1841- Perú invade Bolivia sin declaracion de Guerra, siendo completamente derrotados en la Batalla de Ingavi, por el Ejercito boliviano al mando de su Presidente Ballivian, en la que muere el Presidente de Perú, Agustin Gamarra, tras lo cual Bolivia ocupa las ciudades peruanas de Tacna, Arica, Moquehua y Arequipa, retirandose y volviendo al "statu quo" por insistencia del Gobierno de Chile (General Bulnes)
De aquí para adelante empieza otra etapa del Ejército y del Estado en su afán de poder alcanzar el desarrollo y grandeza pero no fue así sino que impero el caos y la anarquía hasta el año 1841 donde se libra la batalla de Ingavi el 18 de abril.
El ejercito invasor estuvo de pie con su uniforme de gala habiendo saludado a la aurora con descargas de artillería y dianas mientras las tropas bolivianas se encontraban desplegados a lo largo de la casa de hacienda de Ingavi, pocos momentos antes del inicio de la batalla Ballivián arenga a sus tropas “ ¡SOLDADOS! : El cielo ha desplegado nuestra bandera; y nos anuncia la victoria: ¡A vencer!” ,ya frente al enemigo lanza esta proclama ¡SOLDADOS! : A esos enemigos que tenéis al frente los veréis desaparecer como las nubes cuando las bate el viento!”.
Producida la batalla, el desastre peruano comenzó cuando Gamarra fue muerto de un disparo. De inmediato sus tropas comenzaron a dispersarse . Cayeron 3.200 soldados peruanos prisioneros, 500 muertos y 442 heridos de esta manera se sella definitivamente los intentos de invasión a la tierra sagrada de Bolivar.
http://fab-extraoficial.webcindario.com ... storia.htm
Ante el peligro dé la invasión de Gamarra, los Bolivianos rodearon a Ballivián y se alistaron en sus ejércitos, que, situados en las llanuras de la altiplanicie de Ingaví, retaron a los peruanos. "Los enemigos que veis al frente - dijo Ballivián a sus soldados - pronto desaparecerán como las nubes cuando las bate el viento."
Muerto Agustín Gamarra en el campo de batalla, el Ejército Peruano se retira de Bolivia. La noticia genera un caos político sin precedentes en Lima, donde el Vicepresidente Manuel Menéndez poco o nada puedo hacer para mantener su autoridad, siendo derrocado al poco tiempo de asumir su mandato. Esto daría paso a un período de anarquía en el Perú que duraría hasta 1844.
Este duro golpe al Ejército Peruano dieron a Ballivián y el Ejército Boliviano la oportunidad de contraatacar e invadir territorio peruano, acercándose al Cuzco y amenazando con buscar la anexión del puerto de Arica. La expulsión de las tropas bolivianas del Perú se lograría por parte de la resistencia peruana y la intercesión de Chile en el conflicto, quienes fuerzan a que Bolivia firme un "Tratado de Paz" en Puno el 7 de junio de 1842.
Sin embargo, el clima de tensión entre Lima y La Paz seguiría latente hasta 1847, año en que se hace efectiva la firma de un "Tratado de Paz y Comercio".
http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Ingavi
1932- Perú invade Colombia, por la ciudad de Leticia, siendo derrotados por los colombianos.
Al culminar la "hegemonía" conservadora, habrá un incidente de guerra contra el Perú en 1932, donde Colombia recupera la franja amazónica invadida.
http://www.uniandes.edu.co/Colombia/His ... toria.html
saludos
- El Templario
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Otra de estas curiosas guerras, y pequeño anticipo de lo que estaba por venir fue la guerra entre los Estados Unidos de América y Trípoli (1801-1805) más conocida bajo el nombre de guerra beréber.
Desde hacía tiempo, los caudillos del Magreb ofrecieron un “trato” a las potencias occidentales: pagar un tributo por los buques que surcaban el Mediterráneo Occidental o habérselas con la piratería bereber, y en 1797 los jovencísimos Estados Unidos se avinieron a pagar 10 millones de dólares a tal efecto.
Que no sorprenda la relación tan antigua de EE.UU. con el Magreb. Ya que en 1777, los reinos de lo que hoy es Marruecos fueron los primeros en reconocer la independencia de las trece colonias.
En Mayo de 1801, el Pasha de Trípoli fue depuesto. El usurpador subió de inmediato el montante del tributo. Cuando Thomas Jefferson, ya predidente, se negó a acatarlo, el usurpador y sus aliados de Túnez y Argel declararon la guerra a los Estados Unidos de América.
Estados Unidos envió una escuadra de 4 barcos al mando del comodoro Preble e instigó una rocambolesca invasión por tierra desde Egipto por un pequeño ejercito compuesto de algunos marines, 500 mercenarios, en su mayoría europeos, y 190 camellos al mando del consul americano en Túnez, William Eaton. Los hechos de armas más destacables fueron el bombardeo de la ciudad de Derna por la flota americana y su asalto por parte del "ejercito" de Eaton y la perdida de la nave americana "Philadelphia".
La guerra terminó cuando el gobierno americano pagó un rescate por los tripulantes de su barco.
Esta guerra tuvo su prolongación en 1815 con la expedición naval contra la regencia de Argel, dirigida por el Comodoro Stephen Decatur, que forzó a Rey Omar a firmar un tratado que ponía fin a los ataques contra embarcaciones estadounidenses por los corsarios beréberes.
Desde hacía tiempo, los caudillos del Magreb ofrecieron un “trato” a las potencias occidentales: pagar un tributo por los buques que surcaban el Mediterráneo Occidental o habérselas con la piratería bereber, y en 1797 los jovencísimos Estados Unidos se avinieron a pagar 10 millones de dólares a tal efecto.
Que no sorprenda la relación tan antigua de EE.UU. con el Magreb. Ya que en 1777, los reinos de lo que hoy es Marruecos fueron los primeros en reconocer la independencia de las trece colonias.
En Mayo de 1801, el Pasha de Trípoli fue depuesto. El usurpador subió de inmediato el montante del tributo. Cuando Thomas Jefferson, ya predidente, se negó a acatarlo, el usurpador y sus aliados de Túnez y Argel declararon la guerra a los Estados Unidos de América.
Estados Unidos envió una escuadra de 4 barcos al mando del comodoro Preble e instigó una rocambolesca invasión por tierra desde Egipto por un pequeño ejercito compuesto de algunos marines, 500 mercenarios, en su mayoría europeos, y 190 camellos al mando del consul americano en Túnez, William Eaton. Los hechos de armas más destacables fueron el bombardeo de la ciudad de Derna por la flota americana y su asalto por parte del "ejercito" de Eaton y la perdida de la nave americana "Philadelphia".
La guerra terminó cuando el gobierno americano pagó un rescate por los tripulantes de su barco.
Esta guerra tuvo su prolongación en 1815 con la expedición naval contra la regencia de Argel, dirigida por el Comodoro Stephen Decatur, que forzó a Rey Omar a firmar un tratado que ponía fin a los ataques contra embarcaciones estadounidenses por los corsarios beréberes.
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Otra guerra extraña y olvidada en America del sur e incluso en mi Patria es la guerra que se llevo a cabo en el siglo XVIII ( no se la fecha exacta) entre Argentina y bolivia, donde se disputaron la region de Tarija, actual provincia Boliviana y una de las zonas con mas recursos mineros y de extraccion de gas. la derrota se debio principalmente a la imposibilidad que tenia el Estado Argentino de financiar la guerra, puesto que estaba destruida por la anarquia y las luchas internas.
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Otro desconocido conflicto (al menos en occidente) fue el intento japonés de conquistar y someter Corea con vistas a extenderse luego por China… a finales del S. XV, bajo el gobierno de Totoyomi no Hideyoshi. Si bien las tropas del Taiko lograron dominar la península se vieron incapaces de avanzar hacia el interior de Chian y el conflicto terminó con un tratado que de facto establecía un protectorado japonés sobre Corea que se extinguió tras la muerte de Hideyoshi.
- El Templario
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Otra guerra curiosa...
Una sencilla equivocación puso en guerra, durante más de un siglo, a una ciudad británica con una de las naciones más importantes del mundo. La pacífica pero prolongarla guerra tuvo como protagonistas a Rusia y a la ciudad de Berwick-upon-Tweed, en el condado de Northumberland, fronteriza entre Inglaterra y Escocia.
A lo largo de los siglos, Berwick pasó alternativamente a poder de Escocia y de Inglaterra. En 1482, finalmente, la ciudad volvió a formar parte de Inglaterra. Pero a causa de su particular localización geográfico-histórica, la ciudad fue tradicionalmente considerada como una entidad aparte en todos los documentos estatales.
Cuando estalló la guerra de Crimea, Gran Bretaña declaró la guerra a la Rusia zarista, en nombre de la reina Victoria, soberana de Inglaterra, de Irlanda, de Berwick-upon-Tweed y de todos los dominios británicos.
La guerra terminó en 1856, pero debido a un descuido, el tratado de paz de París, firmado ese año, no hizo mención a Berwick.
Por lo tanto, la ciudad permaneció oficialmente en guerra con Rusia durante los 110 años siguientes, hasta que en 1966, un funcionario soviético hizo una visita especial de buena voluntad a Berwick, a fin de declarar la paz.
El alcalde de la ciudad, el consejero Robert Knox, contestó a las palabras del enviado del Kremlin: “Por favor, dígale usted a los ciudadanos soviéticos que por fin pueden dormir tranquilos”.
Lo más curioso del tema es la posibilidad de que Casa de Alba se encuentre todavía en guerra por este motivo: El Ducado de Berwick-upon-Tweed es un título nobiliario inglés. Fue otorgado a James Fitz-James, hijo ilegítimo de Jacobo II de Inglaterra y Arabella Churchill, en 1687. Generalmente en Inglaterra se considera que es un título perdido por cuando el primer duque siguió al exilio a su padre natural, el rey Jacobo II de Inglaterra, y por tanto retornó a manos de la casa real. Sin embargo, algunos han discutido esta pérdida pues nunca fue realizada correctamente.
Durante casi trescientos años los duques de Berwick han vivido en España. Cuando Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó muere en 1953, su hija Cayetana aplicó para la sucederlo en el título y correspondiente Grandeza de España, por lo que en España es reconocida como Duquesa de Berwick. Esto, bajo el amparo de la legislación española.
Sin embargo, a la muerte de Don Jacobo, y bajo legislación británica, el heredero del título de Duque de Berwick es su sobrino, Don Fernando Fitz-James Stuart y Saavedra, padre del actual Duque of Berwick Jacobo Hernando Fitz-James Stuart y Gómez.
Como consecuencia, luego de la muerte de Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, quedan dos títulos en existencia, uno bajo el amparo de Gran Bretaña y otro a parte en España (quiere decir que existe el título español de Duque de Berwick y el británico de Duque de Berwick). Esto se debe a que el título de Duque de Berwick sólo permite la sucesión masculina, por ende, en un principio, es el sobrino de Jacobo Fitz-James Stuart el heredero de este título y sus subsidiarios y legalmente se le llama Duque of Berwick. Sin embargo, la prima de este último, Cayetana Fitz-James Stuart, también hereda un título más bien nuevo, una suerte de clon del mismo, pero de naturaleza española, y será llamada Duquesa de Berwick y de acuerdo a sus títulos subsidiarios.
Una sencilla equivocación puso en guerra, durante más de un siglo, a una ciudad británica con una de las naciones más importantes del mundo. La pacífica pero prolongarla guerra tuvo como protagonistas a Rusia y a la ciudad de Berwick-upon-Tweed, en el condado de Northumberland, fronteriza entre Inglaterra y Escocia.
A lo largo de los siglos, Berwick pasó alternativamente a poder de Escocia y de Inglaterra. En 1482, finalmente, la ciudad volvió a formar parte de Inglaterra. Pero a causa de su particular localización geográfico-histórica, la ciudad fue tradicionalmente considerada como una entidad aparte en todos los documentos estatales.
Cuando estalló la guerra de Crimea, Gran Bretaña declaró la guerra a la Rusia zarista, en nombre de la reina Victoria, soberana de Inglaterra, de Irlanda, de Berwick-upon-Tweed y de todos los dominios británicos.
La guerra terminó en 1856, pero debido a un descuido, el tratado de paz de París, firmado ese año, no hizo mención a Berwick.
Por lo tanto, la ciudad permaneció oficialmente en guerra con Rusia durante los 110 años siguientes, hasta que en 1966, un funcionario soviético hizo una visita especial de buena voluntad a Berwick, a fin de declarar la paz.
El alcalde de la ciudad, el consejero Robert Knox, contestó a las palabras del enviado del Kremlin: “Por favor, dígale usted a los ciudadanos soviéticos que por fin pueden dormir tranquilos”.
Lo más curioso del tema es la posibilidad de que Casa de Alba se encuentre todavía en guerra por este motivo: El Ducado de Berwick-upon-Tweed es un título nobiliario inglés. Fue otorgado a James Fitz-James, hijo ilegítimo de Jacobo II de Inglaterra y Arabella Churchill, en 1687. Generalmente en Inglaterra se considera que es un título perdido por cuando el primer duque siguió al exilio a su padre natural, el rey Jacobo II de Inglaterra, y por tanto retornó a manos de la casa real. Sin embargo, algunos han discutido esta pérdida pues nunca fue realizada correctamente.
Durante casi trescientos años los duques de Berwick han vivido en España. Cuando Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó muere en 1953, su hija Cayetana aplicó para la sucederlo en el título y correspondiente Grandeza de España, por lo que en España es reconocida como Duquesa de Berwick. Esto, bajo el amparo de la legislación española.
Sin embargo, a la muerte de Don Jacobo, y bajo legislación británica, el heredero del título de Duque de Berwick es su sobrino, Don Fernando Fitz-James Stuart y Saavedra, padre del actual Duque of Berwick Jacobo Hernando Fitz-James Stuart y Gómez.
Como consecuencia, luego de la muerte de Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, quedan dos títulos en existencia, uno bajo el amparo de Gran Bretaña y otro a parte en España (quiere decir que existe el título español de Duque de Berwick y el británico de Duque de Berwick). Esto se debe a que el título de Duque de Berwick sólo permite la sucesión masculina, por ende, en un principio, es el sobrino de Jacobo Fitz-James Stuart el heredero de este título y sus subsidiarios y legalmente se le llama Duque of Berwick. Sin embargo, la prima de este último, Cayetana Fitz-James Stuart, también hereda un título más bien nuevo, una suerte de clon del mismo, pero de naturaleza española, y será llamada Duquesa de Berwick y de acuerdo a sus títulos subsidiarios.
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