La Pugna Continuación de "El Visitante"
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La Pugna Continuación de "El Visitante"
Los mensajes resultaban cada vez más interesantes. El último confirmaba el despliegue de dos tercios de las alas de bombardeo de la Luftwaffe en Bélgica, Francia y España. Los ingleses iban a pasarlo mal, pero al agente le alegraba que los enemigos de clase se matasen entre ellos.
Igualmente importante era que el resto de las unidades estaba encontrando dificultades para mantener su programa de entrenamiento a causa del invierno, por lo que varias escuadrillas estaban siendo destacadas al sur de Alemania o a Francia en búsqueda de mejor tiempo, y no se esperaba que volviesen al Gobierno General hasta mayo, al final de la primavera.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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Una escuadrilla de bombarderos monomotores en forma de uve sobrevoló a los observadores. Eran aviones grandes, con prominente motor radial, fuertemente blindados y defendidos por un ametrallador: aviones que podían reírse de los cazas enemigos. De sus alas colgaban cohetes.
La escuadrilla sobrevoló el blanco, describió un círculo, y se lanzó en picado. Mientras volvían a pasar sobre los observadores dispararon sus cohetes, y el terreno donde estaban los blancos se cubrió de humo. Cuando se levantó, de los carteles no quedaba nada.
Los observadores se acercaron a inspeccionar a los blancos, y felicitaron al coronel de la fuerza aérea. Pero un teniente de tanques notó que los cohetes no habían conseguido ningún impacto directo, y habían sido las explosiones las que habían deshecho los carteles, que estaban hechos con troncos y paneles de madera. La coraza de su tanque se hubiese reído de esas explosiones. Sin embargo, el teniente no se atrevió a decir nada: el ejercicio había sido un éxito y todos los blindados enemigos habían sido destruidos.
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La línea de tanques avanzaba por la planicie, a la que los primeros hielos habían dado firmeza. El oficial al mando, en pie en la torre de uno de los carros de combate, indicaba al resto de los vehículos que se apresurasen, pero al llegar a un terreno irregular parte de los tanques se retrasaron. El oficial ordenó a los retrasados que se desplegasen mientras seguía adelante con el resto.
Tras los tanques, los soldados intentaban seguir a los blindados, vestidos con los gruesos uniformes del ejército que poco más de un año antes los había apresado. Pero los sargentos solo conseguían hacerse entender a patadas, y los reclutas forzados se apelotonaban, separándose de los blindados a los que debían seguir. Tropezaban con los helados tormos o resbalaban en las manchas de nieve, atrayendo la atención de los suboficiales, que corrían a fustigarles.
Cientos de metros más atrás un hombre protegido por un pesado abrigo observaba la maniobra y tomaba notas de lo que veía. La caótica dispersión de los soldados demostraba que el capitán, al que se le había dado la oportunidad de suceder al traidor que había sido su antiguo comandante, no estaba mostrando la diligencia que debía tener un servidor del Estado. Unas anotaciones sellaron la suerte del joven oficial.
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A mi jefe no le gustó que reconociese mi impotencia, y se enfadó cuando le pedí más hombres. Pero yo solo no puedo contra un ejército, y tuvo que comprender que precisaba auxilio.
No me presenté a mis nuevos ayudantes, porque no quería que se acercasen a mi despacho. Solo he tenido con ellos citas clandestinas en baños y pasillos. Pero han entendido mi tarea, que va a ser la suya. La próxima vez que Johan asome su hocico le estarán esperando.
Nicole, siento tu falta como si perdiese mi alma. No me olvides porque yo no te olvido. Hago todo esto por Marcel y por ti.
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- urquhart
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La Pugna Continuación de "El Visitante"
Hola a todos,
acechan nubarrones por el Este... tormenta de acero y fuego.....
Es posible que ya esté comentado anteriormente, pero no recuerdo
¿cuál es la relación entre la UPE y Finlandia?
¿Existe la misión militar alemana en Rumanía? sé que con Mosul la importancia de Ploesti es menor, pero...
El conglomerado de Inteligencia alemán, y de sus acólitos orientales, ¿sabe algo de lo que ocurre en la URSS?
acechan nubarrones por el Este... tormenta de acero y fuego.....
Es posible que ya esté comentado anteriormente, pero no recuerdo
¿cuál es la relación entre la UPE y Finlandia?
¿Existe la misión militar alemana en Rumanía? sé que con Mosul la importancia de Ploesti es menor, pero...
El conglomerado de Inteligencia alemán, y de sus acólitos orientales, ¿sabe algo de lo que ocurre en la URSS?
Tempus Fugit
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La Pugna Continuación de "El Visitante"
Entiendo las maniobras, pero el problema soviético es variado: es difícil que salgan las críticas de lo que se hace mal, no se da margen a aprender de los errores, y los que destacan corren el riesgo de ser suprimidos (véase donde estaban generales y diseñadores militares en junio de 1941 en la LTR).urquhart escribió:acechan nubarrones por el Este... tormenta de acero y fuego.....
También gran parte de los recursos están siendo usados en constuir la Línea Molotov.
Por ello dudo que el ejército rojo esté preparado, los errores de Polonia y Finlandia aún no estarán corregidos, no hay que olvidar el enorme número de oficiales bisoños que lo forman. Y la nueva purga está acabando con todos los que muestran iniciativa y experiencia; así en octubre de 1940 comenzó la purga de los Comisariados de Munición, Armamento e Industria Aeronáutica,... en la primavera de 1941 la tomaron con las Fuerzas Aéreas (Loktionov, Rychagov, Smushkevich,... y los subordinados).
Lo cual me hace dudar si Zhukov seguirá activo en 1942.
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Como ya he dicho más de una vez, cuando no se dice nada es que la situación está como en la realidad. Las relaciones entre Finlandia y la URSS serán malas no, pésimas, aunque al haberse incorporado Finlandia a la UP las presiones tal vez sean algo menores que en la realidad.
De Rumania, su petróleo sigue siendo crucial, supone por lo menos dos terceras partes del petróleo de la UP. Mosul produce algo pero está lejos, se está reparando la refinería de Haifa, etcétera. Los pozos egipcios producen cierta cantidad, suficiente para las necesidades españolas (no es que todo lo reciba España, es para que os hagáis idea de la cantidad).
De la URSS ¿es que lo que he citado es muy diferente a lo que pasó en la realidad? En 1941 el Ejército Rojo era monstruosamente grande, con más de 20.000 tanques (por ejemplo), y en la realidad durante la primavera del 41 hizo ejercicios con frecuencia. Está teniendo varios meses más.
En esta historia, recordad (el libro anterior) la inteligencia alemana ha agitado la paranoia de Stalin y provocado una nueva purga ¿recordáis que Zhukov ha sido sucedido por Meretskov? Sobre el estado de preparación del Ejército Rojo, de acuerdo que no era bueno pero ¿tenían los soviéticos conciencia de ello? Por entrevistas (leed “La guerra de los Ivanes”) se suponían preparadísimos para derrotar y llevar la guerra a territorio enemigo. Al menos eso creía Stalin ¿se atrevería alguien a contradecirle? ¿quién se arriesga a decir que el emperador está desnudo?
Para acabar, sobre lo que la inteligencia alemana pueda o no pueda saber ¿se enteraba de mucho en la realidad? En palabras de Churchill, la URSS era “un enigma dentro de un misterio envuelto en un acertijo”. Pues eso.
Saludos
De Rumania, su petróleo sigue siendo crucial, supone por lo menos dos terceras partes del petróleo de la UP. Mosul produce algo pero está lejos, se está reparando la refinería de Haifa, etcétera. Los pozos egipcios producen cierta cantidad, suficiente para las necesidades españolas (no es que todo lo reciba España, es para que os hagáis idea de la cantidad).
De la URSS ¿es que lo que he citado es muy diferente a lo que pasó en la realidad? En 1941 el Ejército Rojo era monstruosamente grande, con más de 20.000 tanques (por ejemplo), y en la realidad durante la primavera del 41 hizo ejercicios con frecuencia. Está teniendo varios meses más.
En esta historia, recordad (el libro anterior) la inteligencia alemana ha agitado la paranoia de Stalin y provocado una nueva purga ¿recordáis que Zhukov ha sido sucedido por Meretskov? Sobre el estado de preparación del Ejército Rojo, de acuerdo que no era bueno pero ¿tenían los soviéticos conciencia de ello? Por entrevistas (leed “La guerra de los Ivanes”) se suponían preparadísimos para derrotar y llevar la guerra a territorio enemigo. Al menos eso creía Stalin ¿se atrevería alguien a contradecirle? ¿quién se arriesga a decir que el emperador está desnudo?
Para acabar, sobre lo que la inteligencia alemana pueda o no pueda saber ¿se enteraba de mucho en la realidad? En palabras de Churchill, la URSS era “un enigma dentro de un misterio envuelto en un acertijo”. Pues eso.
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En cambio los ejercicios en EE.UU. eran más públicos y conocidos, por lo que el servicio de inteligencia podría obtener datos, y copiar alguna cosa (por ejemplo mejorar el sistema sanitario de campaña o las raciones).Domper escribió:Para acabar, sobre lo que la inteligencia alemana pueda o no pueda saber ¿se enteraba de mucho en la realidad? En palabras de Churchill, la URSS era “un enigma dentro de un misterio envuelto en un acertijo”. Pues eso.
Si pero si está pasando lo mismo que con los ejercicios de enero de 1941 donde se tergiversó todo, la situación es bastante mala.Domper escribió:De la URSS ¿es que lo que he citado es muy diferente a lo que pasó en la realidad? En 1941 el Ejército Rojo era monstruosamente grande, con más de 20.000 tanques (por ejemplo), y en la realidad durante la primavera del 41 hizo ejercicios con frecuencia. Está teniendo varios meses más.
Si pero no quedó claro, se menciona a Meretskov y que su antecesor fue ejecutado.Domper escribió:En esta historia, recordad (el libro anterior) la inteligencia alemana ha agitado la paranoia de Stalin y provocado una nueva purga ¿recordáis que Zhukov ha sido sucedido por Meretskov?
¿Se entiende que en junio de 1941 liquidaron a Zhukov y nombraron Jefe del Estado Mayor Central a Meretskov?
Por cierto que el mariscalato soviético está bastante diezmado, solo quedan 5 (Budyonny, Voroshilov, Timoshenko, Kulik y Shaposhnikov) que o eran conservadores militarmente, o zorros políticos o incompetentes (el técnico Shaposhnikov y Timoshenko serían lo mejor del lote).
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- General de Ejército
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No se cita expresamente lo que pasa con Zhukov y su panda, si son finiquitados o si simplemente se van a contar árboles. Es de suponer que alguno que para alguno que ya había pasado por el Gulag, como Rokossovsky, el pronóstico sería peor. Lo que también ayudaría a dar flexibilidad e imaginación al mando. Pedirían una orden escrita hasta para cambiar la guardia del cuartel.
Sobre sanidad militar, de acuerdo en que la alemana era una porquería, pero no veo muy claro como mejorarla. Se me ocurre una idea, pero ya veremos.
Saludos
Sobre sanidad militar, de acuerdo en que la alemana era una porquería, pero no veo muy claro como mejorarla. Se me ocurre una idea, pero ya veremos.
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Pues como le hayan dado el finiquito definitivo a Zhukov, los veo mal a los soviéticos... sobre todo si ponen al de los bigotes enormes a dirigir el cotarro en cualquier nivel... , ¿Konev también ha "pasado a la reserva"?
¿Y luego algunos mandos más o menos competentes como Kirponos o Lelyushenko tampoco van a estar... esto, disponibles?
Normal que entonces estos "genios" les vayan a servir en bandeja Barbarroja a los alemanes, ni siquiera van a tener que ir a buscar al grueso soviético, ya viene él solito a ponerse a tiro de envolvimiento.
En otro orden de cosas, ya que están poniendo los cimientos de la paz y la concordia en Europa y todo eso (quizás sin darse cuenta), ¿qué hay de Polonia?
¿Y luego algunos mandos más o menos competentes como Kirponos o Lelyushenko tampoco van a estar... esto, disponibles?
Normal que entonces estos "genios" les vayan a servir en bandeja Barbarroja a los alemanes, ni siquiera van a tener que ir a buscar al grueso soviético, ya viene él solito a ponerse a tiro de envolvimiento.
En otro orden de cosas, ya que están poniendo los cimientos de la paz y la concordia en Europa y todo eso (quizás sin darse cuenta), ¿qué hay de Polonia?
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- Teniente Coronel
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Es que tal y como estaba planteada la ofensiva soviética en los estudios de 1941, el cerco en Polonia central puede dejar en ridículo lo sucedido en Kiev y en Bagration.cesar escribió:Normal que entonces estos "genios" les vayan a servir en bandeja Barbarroja a los alemanes, ni siquiera van a tener que ir a buscar al grueso soviético, ya viene él solito a ponerse a tiro de envolvimiento.
Además de que si destrozan esas fuerzas, las líneas Molotov y Stalin quedarán totalmente inútiles.
Dicen que respecto al predecesor de Meretskov: Sabía que su antecesor en la silla había recibido como recompensa una estancia en la prisión de Sujánov y, como premio final, una bala en la nuca.Domper escribió:o se cita expresamente lo que pasa con Zhukov y su panda, si son finiquitados o si simplemente se van a contar árboles.
La cuestión es el puesto de Meretskov, si es el Jefe del Estado Mayor Central, al que finiquitaron fue a Zhukov.
Está el problema del Triage, los alemanes tendieron en muchas ocasiones a invertirlo para disponer de más hombres en el frente (curar más heridos leves rápidamente recuperables).Domper escribió:Sobre sanidad militar, de acuerdo en que la alemana era una porquería, pero no veo muy claro como mejorarla. Se me ocurre una idea, pero ya veremos.
También la infección de las heridas, que como mencionaste en otro hilo, se puede introducir el método Trueta para corregirlo.
La falta de formación de mucho personal, y la tendencia a usarlos como mandos de compañía (en Rusia); sería necesario aumentar el personal médico y dotarlo de más medios (mejorar los bancos de plasma y sangre), además de darles mejores perspectivas de rango y de reputación (digamos que era una época en la que los médicos ambiciosos y hábiles se dedicaron a usar los conocimientos en otras áreas medrando por ejemplo en las SS).
Otros aspectos serían mejorar las raciones de combate, en la potabilización del agua y la instrucción en primeros auxilios. Y dar carta de naturaleza a las lesiones psiquicas, mejorando su tratamiento.
Un análisis del tratamiento militar alemán comparado con el de EE.UU. realizado por el ejercito estadounidense: http://history.amedd.army.mil/booksdocs ... s/appd.htm
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Sexta parte
Capítulo 26
Sebastian Haffner. “El nacimiento de Europa”. Op. cit.
El objetivo de la Operación Streitkolben era emprender una ofensiva conjunta y simultánea contra los intereses británicos por todo el mundo, con doble objetivo. En primer lugar, al ser las ofensivas más o menos simultáneas, se dificultaría la respuesta militar británica. En segundo y no menos importante, si las operaciones se llevaban a buen término, la sucesión de derrotas podría bastar para llevar a los ingleses a la mesa de negociación. Sin embargo, para emprender una ofensiva coordinada tenía gran importancia la cooperación italiana.
Tras la muerte de Mussolini en el atentado de Jerusalén el rey Víctor Manuel III, en lugar de escuchar al Gran Consejo Fascista, nombró Primer Ministro al Mariscal Pietro Badoglio, el que había sido conquistador de Abisinia y jefe del ejército, y que era un firme partidario de la monarquía. Badoglio era jefe de Estado Mayor en 1940, y aunque era pesimista sobre las posibilidades del ejército italiano no se había opuesto a la entrada en guerra. Dirigió la fallida invasión de Grecia, donde las tropas italianas sufrieron un duro revés, teniendo que retirarse de territorio griego e incluso teniendo que ceder parte de Albania tras la contraofensiva helena. El fracaso hizo que el mariscal dimitiese.
Parece que la derrota creó en Badoglio un hondo resentimiento, por lo que al llegar al poder intrigó para retirar a Italia de la guerra. Mantuvo las operaciones militares en el Mediterráneo, pero una vez conquistada Malta juzgó que ya era suficiente e intentó un acercamiento con los británicos. Tras conseguir la mediación de la Cruz Roja inició los contactos con delegados ingleses en Estados Unidos. Sin embargo las posiciones británica e italiana eran incompatibles: Italia pretendía conservar todas sus conquistas, mantener el protectorado de Egipto y en Sudán, y conservar Malta. Churchill exigía la restitución de todas las conquistas italoalemanas e incluso de Malta, y tan solo estaba dispuesta a admitir un protectorado conjunto sobre Sudán y la neutralidad egipcia.
Al mismo tiempo la penuria que estaban sufriendo los italianos empezó a repercutir sobre el prestigio del gobierno de Badoglio. La guerra que había debido ser corta se había estancado, y tras casi año y medio lo que había empezado como pequeñas incomodidades (como la falta de productos ultramarinos o el racionamiento de alimentos y ropa) se había convertido en una grave carestía. Aunque el racionamiento asignaba a los civiles una ración suficiente, en las tiendas no se encontraban los alimentos o eran de pésima calidad, teniéndose que recurrir al mercado negro, en el que los precios de los productos de primera necesidad se había disparado. La llegada de petróleo procedente de Egipto había hecho que se recuperasen las casi vacías reservas de combustible de las fuerzas armadas, y la expulsión de la Royal Navy del Mediterráneo había permitido reiniciar el comercio marítimo, permitiendo aliviar la situación en Cerdeña. Pero los mercados exteriores seguían cerrados, y la actitud italiana hizo que se demorase la llegada de suministros procedentes de Alemania o controlados por ella (como el cereal de los Balcanes). La escasez de carbón amenazaba con paralizar la industria y los transportes, por lo que las escasas reservas no pudieron ser utilizadas para uso civil; los italianos se encontraron con dificultades para cocinar sus pobres raciones, y el próximo invierno amenazaba, sobre todo en el norte del país. Además la paralización de las operaciones militares ofensivas no impidió que siguiese habiendo un goteo de bajas debido a los combates en Abisinia, Sudán y el desierto libio.
El fracaso de las conversaciones con los británicos hundió todavía más el prestigio del mariscal Badoglio. El atentado de Verdún, que costó la vida al mariscal Pétain y al primer ministro francés Pierre Laval, causó gran impresión en la opinión pública italiana, que tras la sucesión de victorias de la primavera y el verano deseaba que la guerra finalizase cuanto antes. Cuando Alemania amenazó con suspender las entregas de petróleo, carbón y cereales, el rey Víctor Manuel se vio obligado a aceptar la dimisión de Badoglio y a escuchar al Gran Consejo Fascista, que propuso al conde Galeazzo Ciano. El rey lo aceptó como Primer Ministro, aunque sin concederle los poderes dictatoriales de los que había gozado su antecesor Mussolini.
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Federico Artigas Lorenzo
Salir del berenjenal de Ciudad Rodrigo con vida y con las cuatro extremidades fue más de lo que muchos podían decir, así que el que mi valiosísima piel (al menos para mí, para mi señora madre, y para mi adorada Merchines) hubiese quedado con media docena de rasgones no era para quejarse. Tampoco voy a exagerar, ya que solo eran arañazos de la metralla que no habían pillado nada gordo: dolían como cabrones, pero para conseguir mis alitas y un arpa tendría que esperar mejor ocasión.
Lo bueno fue que el Generalísimo debía estar compungido tras la actuación del ceporro de Dávila. Yo no tengo dudas sobre la sabiduría de nuestro Caudillo, pero alguien le debió aconsejar mal para escoger semejante mostrenco ¿sería el dichoso coronel de los Madriles, el que me perseguía metiéndome en emboladas? El caso es que el Generalísimo quiso compensarnos con un diluvio de medallas y de ascensos, que nunca vienen mal. La división –lo poco que quedaba de ella– fue condecorada con la Laureada colectiva, y recibió el nombre de “1ª División Acorazada Ciudad Rodrigo”. Ya solo quedaba que además del nombre recibiese algo acorazado, y de paso algún soldado. El general Galera no solo recibió una merecidísima Laureada, sino que le cayó encima una colección de medallas de nuestros vecinos: la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro alemana, la Medalla de Plata al Valor italiana ¿a quién le darán la medalla de oro los espaguetis? También fue nombrado caballero de la Legión de Honor, de la Orden de Isabel la Católica, y no sé de cuántas cosas más.
Otro que recibió la Laureada fue el sargento Erraul. A mí me cayó la Militar Individual, que no es moco de pavo. Me quedé un poco mosca porque no la acompañó un ascenso, aunque se prodigaron. Pero el general, que me visitó en el puesto de socorro y vio que estaba más o menos entero, me prometió la estrella de ocho puntas para cuando volviese y, de paso, el mando del batallón antitanque. Cuando tuviese antitanques, que ni uno había sobrevivido a la batalla. Mientras, como mi experiencia dando cachiporrazos a las latas con orugas dejaba chiquita incluso a la del legendario Barkmann –el héroe de Suez–, el Mando quiso aprovechar mis aptitudes en un puesto en el que, por una vez, no me jugaría el tipo: el coronelucho ese que tanto me quiere, que cuando lo pille verá quien es el hijo de la señora Lorenzo, debió quedarse tan anonadado al ver que había salido del lío con solo unos pocos sietes que no fue capaz de endosarme otro de sus regalos. El caso es que me mandaron de observador ¡a una división panzer! A la sexta nada menos, una de las famosas divisiones de Guderian que había roto la espina del ejército francés, y que estaba mandada por un buen amigo de España, el general Von Thoma. Me iban a destinar –temporalmente– al batallón antitanque, para que ilustrase a los teutones con mi experiencia con los abrelatas, y para ver si nuestros aliados habían descubierto el hilo negro.
De agujerear tanques el menda sabía, pero de alemán, ni repajolera idea, por lo que me llevé de ayudante al ya teniente Coll, que había estudiado en un colegio de jesuitas donde tenían un páter con la peregrina idea de enseñar alemán en lugar del gabacho que nos querían hacer aprender a los demás chiquillos. Hice mis maletas y tomé el tren hasta Zaragoza, donde iba a reunirme con el resto de la expedición. Tuve la tremenda alegría de besar a Merchines –muy castamente, solo le di un ósculo en la mejilla, que había moros, digo padres, en la costa–, ya que la familia de la pobre no había podido volver a Badajoz, que a estas alturas parecía una escombrera. Luego me reuní con el resto de los oficiales que íbamos a viajar a Francia ¿a Francia me dirá? ¿Está de guasa? Porque usted sabe que la sexta panzer fue de las que se distinguieron en Évora. Pero es que la división se había tenido que hacer la remolona y quedarse un ratillo en Versalles. Pasaba que tras matar los herejes a Pétain, las aguas por París andaban un poco revueltas, y la división se había quedado por allí unos días para apoyar a los amigos de Alemania… o para apoyarse en sus enemigos, que con lo que pesaban sus tanques podían dejar al más gallito como un sello de correos.
En la zaragozana estación del Portillo me reuní con el comandante Fernández, que encabezaría el grupo, y con los demás oficiales que nos acompañarían. Me alegré al ver a varias caras conocidas de la Acorazada. Se nos unió también un tal Pérez, un tipo ratonil y con gafas de cul* de vaso que, aunque mucha presencia no tuviese, era un políglota que hablaba el gabacho y decía Oh là là! que ni el Maurice Chevalier, y que sabía echar juramentos en teutón que hubiesen espantado a un sargento de caballería. El general Monasterio nos dirigió unas palabras al despedirnos. Lo típico, que si éramos embajadores de España, que si dejar bien alta la bandera, que nos portásemos bien y que no llorásemos por las noches. Luego salimos en el canfranero, una especie de aprendiz de tren que por una vía horrible atravesaba los Pirineos.
En Canfranc cambiamos a un tren un poquillo mejor, y seguimos hasta Pau, donde volvimos a transbordar. A partir de allí la mayor parte del trayecto fue por vía doble, y menos mal, porque nos cruzamos con decenas de trenes cargados hasta los topes de soldados, cañones y tanques. Día y medio después llegamos a Versalles. Bajamos del tren pensando que el mismo trayecto, pero por España, nos hubiese costado un verano.
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Con todo lo que se dice de la eficiencia germánica, en la estación no nos esperaba nadie. Resultó que en Versalles había dos estaciones, una muy grande que se usaba para casi todo, y una pequeñita de cercanías, donde nos había dejado el puñetero tren. Como tampoco estaba muy lejos del palacio, que era donde suponíamos que estaría el puesto de mando de la división, nos fuimos para allí, que no era más que un paseíto. Un paseíto molesto, porque caía una lluvia fina muy desagradable, pero en la guerra a todo hay que hacerse. Pero al llegar al Palacio –que era grande pero no tanto como decían, el Real de Madrid le da unas cuantas vueltas– nos encontramos con unos carteles que decían “verboten” y unos policías militares que con muy malos modos nos dijeron que nos fuésemos a tomar viento. El teniente Coll intentó aclararse con los centinelas, pero todo lo que sacó en claro era que nos teníamos que largar echando pipas. Más adelante supimos que la división había recibido órdenes terminantes de molestar a los franceses lo menos posible, y que los terrenos del palacio, sobre todo sus parques, estaban estrictamente prohibidos. Pensándolo detenidamente, hicieron bien, porque con los soldados de una división entera rondando por los jardines hubiesen dejado los rincones abonados para varias generaciones, que hay por ahí mucho recluta guarro y más de un desvergonzado.
Tras mucho preguntar llegamos por fin al Hotel de France, un hotelito pequeñito cercano al palacio. Digo que era pequeñito porque ahí se notaba la mano de los Borbones, que no dejaban construir casas de más de dos pisos para que no les tapasen las vistas. Allí estaba el dichoso puesto de mando, donde nos esperaba –es un decir, los que tuvimos que hacer antesala fuimos nosotros– el general Von Thoma. El hombre había aprendido algunas palabras de castellano de cuando estuvo en nuestra guerra, y chapurreó una especie de saludo que ni Coll entendió. Luego cedió la palabra al teniente coronel Von Waldenfels, que empezó a hablar en alemán como si fuese una ametralladora. El comandante Fernández le tuvo que parar los pies, porque Pérez no daba abasto. Luego pudimos entender que nos pedía que nos comportásemos bien con los franceses, que la sexta estaba como aliada y no como conquistadora, y que si necesitábamos algo lo pidiésemos por favor muchas gracias señor franchute, y que pagásemos religiosamente. Como nuestras pesetas no valían nada en Versalles, me resigné a no catar los famosos vinos de La France.
También nos dijo que teníamos que ser buenos chicos –se lo habría copiado a Monasterio– y que íbamos a aprender un montón, que nos enseñarían hasta por donde salían las balas. Nosotros aguantamos todas esas impertinencias con estoicismo, por aquello de ser embajadores de la patria con banderas en alto, y también por no saber el alemán necesario para soltarle cuatro frescas. Luego nos distribuyeron.
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A mí, que ya llevaba unos cuantos tanques machacados, me mandaron al batallón antitanque 4. Estaba en la otra estación de tren, la grande, donde habían aparcado los vagones que llevaban el material. Los hombres se habían alojado en un gran edificio no demasiado alejado que resultó ser una escuela para señoritas. Allí conocí a su jefe, el capitán Reimar. Entonces entendí que no me hubiesen ascendido antes del viaje: mandando el batallón un capitán, si llega a tener un comandante como invitado hubiese sido motivo de líos jerárquicos. Reimar era un tío más majo que las pesetas. Delgado, con cara alargada y unas buenas entradas, supongo que envidiaría la pelambrera con que la madre naturaleza me había agraciado –que llevaba bien cortada, no crea–. Tampoco hablaba ni papa de cristiano, pero era de los que intentan entender y que le entiendan, y con la ayuda de Coll nos aclaramos.
Estaba muy interesado en mis experiencias. Le hablé de los rusos del cuatro y medio, que se quedaban un poco justos frente a los tanques Matilda y Valentine de los herejes, y de los checos del ocho, que no eran ninguna maravilla pero tiraban pepinos de buen orden. También le hablé de lo bien que venía tener antitanques móviles, aunque los Tejones tampoco fuesen cosa del otro jueves. Reimar me guiñó el ojo y me dijo que a la mañana siguiente me enseñaría un nuevo tipo de antitanque móvil. En seguida cambió de tema, y me preguntó cómo emplazaba mis cañones, las formas de aprovechar el terreno, todo eso. Vamos, que yo me estaba quedando un poco mosca, porque se suponía que era yo el que tenía que aprender ¿no? Pero se notaba que el capitán, que también tenía bastantes tablas, quería aprovechar hasta la última gota de mi experiencia.
Le conté que la mayor parte de los tanques ingleses seguían sin munición explosiva –una suerte, para qué vamos a negarlo– pero que habían recibido algunos tanques norteamericanos con cañón del siete y medio. Reimar me dijo que Rommel también se los había encontrado en Irak, y que pensaban que esos tanques salían de las fábricas useñas como churros. Malo. Tras la charla, una buena cena y un par de copas, y a la piltra, que buen día llevábamos. Al día siguiente habría faena.
Nos levantamos con las gallinas –malas costumbres teutónicas– y nos fuimos para la estación. Yo esperaba ver allí, no sé, lanzarrayos como los de Flas Gordón, pero ni mucho menos. Tenían cañones Pak 38 del cinco, solo un poquito mejores que los rusos del cuatro y medio. Una batería estaba armada con unos montajes curiosos: eran cañones franceses del siete y medio, con un tremendo freno de boca, montados en cureñas de Pak 38. Los llamaban Pak 97/38, y se llevaban muy poco con nuestros checos del ocho. Un poco más ligeros, pero mucho menos efectivos, me pareció, y semejante freno de boca regalaría un soberbio petardazo a los sirvientes. Vamos, que para ver eso, me quedaba en casa. Al menos los alemanes tenían bastantes vehículos para moverlos, incluyendo unos trastos muy cucos que venían a ser como la hija mestiza de una motocicleta y una excavadora.
Pero Reimar, en plan misterioso, me llevó a un vagón cerrado. Ahí tenían unos coches pequeños –aunque más grandes que los Balillas– cubiertos con lonas. Apartó una de ellas, y pude ver que tenían montado una especie de tubo de estufa.
—Capitán Artigas —me tradujo Coll—, está viendo un arma secreta: el Panzerabwehrücktossfreies PAR 41.
Debí poner cara de circunstancias, porque el capitán empezó a explicar que eso que parecía un desagüe mal acabado era un cañón sin retroceso, y que íbamos a probarlo. Volvió a cubrir el cañón con la lona, desembarcamos el coche –no costó nada, de lo ligero que era–, y nos acercamos a un campo de tiro que no muy lejos había organizado la división, aprovechando un viejo fortín decimonónico. Ante uno de sus muros se habían colocado paneles de madera que servían como blancos; luego las recias murallas paraban los proyectiles. El capitán nos dijo que tenían prohibido usar munición “viva”, y que íbamos a hacer unos disparos de prácticas con proyectiles inertes. El cochecito se llegó hasta el campo y apuntó a uno de los paneles, que estaba como a quinientos metros. El capitán nos había dicho que no nos pusiésemos detrás, pero antes de disparar se aseguró de que no hubiese nadie despistado. Estábamos avisados de que hacía ruido, así que nos tapamos los oídos, abrimos la boca… y el aire estalló.
El ruido que hizo el cañón no fue un petardazo, sino un estampido que debió escucharse en Berlín. Por detrás soltó un señor fogonazo, que Reimar nos dijo que era un chorro de gas que equilibraba el retroceso. Al mismo tiempo, en el panel que hacía de blanco se abrió un bonito agujero, aunque un poco bajo. Los sirvientes de la pieza recargaron –vi que el cartucho que cargaban era muy grande y tenía pequeños orificios–, corregían el tiro y volvían a disparar. Otro trueno y esta vez el proyectil pasó por el centro del panel.
No estaba mal, pensé, esos trastos venían a ser como nuestros cañones Skoda. Más ligeros, pero tan indiscretos, que más valía salir por pies, mejor dicho por ruedas, nada más disparar. El capitán nos dijo que los proyectiles eran de un tipo especial que hacía grandes agujeros en los tanques enemigos. Si él lo decía… Pero se me ocurrió que los trastos esos, los PAR 41, tenían el mismo problema con la puntería que los Tejones, y que admitirían la misma solución. Le conté al capitán lo de los fusiles que habíamos acoplado a los cañones de los Tejones, y que tal vez tuviesen por allí algo parecido. Lo tenían: esa misma tarde un sargento amaneció con dos fusiles antitanque Panzerbüchse 39. Tan solo fue cosa de acoplarlos, preparar varios cartuchos para el fusil –quitando un poco de pólvora–, probarlo en el campo para acertar con la cantidad exacta de carga que se necesitaba, y ya teníamos fusil de puntería.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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