La Pugna Continuación de "El Visitante"

Los Ejércitos del mundo, sus unidades, campañas y batallas. Los aviones, tanques y buques. Churchill, Roosevelt, Hitler, Stalin y sus generales.
Domper
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La Pugna Continuación de "El Visitante"

Mensaje por Domper »


Relato de Víctor Loreto Leñanza

El asunto del Mowinckel no solo había dejado mi hoja de servicios reluciente, sino que había creado un peligroso precedente: por una vez la salida al mar del que suscribe no acabó a remojo. Porque tras cuatro buenos chapuzones yo me sentía como un garbanzo, y entendía que los mandos a flote no quisiesen verme ni de lejos. Además la tradición decía que quien entrase en puerto comandando una presa tenía camino abierto hacia el fajín, más aun porque la presa la había capturado —mejor dicho, recapturado— por mis propios medios. De repente el alférez Loreto, o sea, aquí el hablante, resultó tener más novios que la Gámez.

Nada más amarrar en Cádiz recibí la orden de entregar a mis prisioneros a la justicia militar. Lamento tener que decir que el consejo de guerra no fue indulgente con los pobres hombres, ya que el motín en alta mar y el asesinato del mando es el peor crimen que puede cometer un marino. Al afrontar una nueva revuelta, en la Armada se recordaron las que ensangrentaron las cubiertas de nuestros buques en el 36, y fue de entender la preocupación que causó el asunto y las ganas de cortar por lo sano. El cabecilla del motín, aquel cabo de mar que no nombraré por respeto a su familia, ya no estaba al alcance de la justicia humana pues se había dado muerte por su propia mano. Pero una docena de amotinados se enfrentaron a la pena capital, de las que cuatro se ejecutaron. Les acompañaron un par de panameños que, como declararon los testigos, habían sido los asesinos del teniente Rovira. No sé quién les había dado vela en ese entierro, pero debió ser negra, porque pagaron su crimen en la tapia del cementerio. Si no hubo más ejecuciones fue porque los amotinados tuvieron la fortuna de depender de la jurisdicción naval, bastante más clemente de la del Ejército.

Por entonces yo también había recibido la orden de entregar el mando del Mowinckel, quedando en situación de disponible forzoso en Cádiz. Presté declaración ante el juez instructor, para que pudiese ser presentada en el consejo de guerra si se celebraba cuando yo estuviese en alta mar o —no lo quisiera Dios— bajo unos miles de metros de agua. Que visto que mi vida parecía una novela de aventuras, no era una posibilidad tan remota. Quedé pues a la espera de destino, ya imaginaba que por poco tiempo, porque en esas fechas no sobraban los alféreces de navío, que al menos había sacado un galón de tan feo asunto. Imaginé que acabaría en los bous de la patrulla costera o, con mucha suerte, en algún destructor. No sabía que los mandos se me peleaban por mi como si fuese una corista mona. Aunque el capitán Lostau quería que siguiese con él, tuvo que ceder ante los galones de Don Pedro Nieto Antúnez, comandante del crucero rápido Galicia.

¡Embarcar en el Galicia, el crucero más moderno de la flota! Durante meses se había tan trabajado febrilmente en el arsenal, que no se paraba ni para me… bueno, que se trabajaba a destajo. Los rumores que corrían decían que el Galicia había quedado fetén, y que era el crucero más moderno de toda Europa. Cierto es que eran un poco exagerados. Sus cañones del quince no eran como para discutir con ningún acorazado britón, y los pérfidos tenían crucerillos con doce cañones, que no sé cómo harían para meter tanto tubo en esos barcos, suerte tendrían si no daban la voltereta. Vamos, que el Galicia había quedado bien, pero como para pueblo, a ver si nos entendemos. Salvo por un cachivache que habían montado encima del puente, que emitía unos rayos mágicos que descubría a los ingleses agazapados tras las nubes o en la oscuridad. Era un radiotelémetro, un equipo alemán que emitía ondas de radio y detectaba los rebotes en aviones o barcos, descubriéndolos a gran distancia incluso de noche y con mal tiempo, y que al ser un equipo electromecánico ni se cansaba ni se distraía. Aunque varios suboficiales y oficiales habían seguido un cursillo en Alemania, en esta primera misión el equipo sería manejado por técnicos germanos. Era ese equipo el que había hecho que el Galicia se sumase a la flota, aunque la dotación apenas empezaba a conocer el barco: su función no solo sería detectar a los enemigos, sino dirigir nuestros aviones de caza y controlar el fuego antiaéreo.

El resto del barco también era de admirar. Se había cambiado la disposición del armamento principal, que ahora era mucho más moderna, con montajes dobles en los extremos; lástima que no se hubiesen podido meter en torres cerradas como Dios manda, y los artilleros tuviesen que seguir expuestos a la metralla y a la intemperie. El armamento secundario iba a ser de montajes dobles de 10,5 cm, pero aun no habían llegado de Alemania y, por lo que se decía, ni falta que hacía, porque no eran nada del otro jueves. Lo mejor era la potente batería de cañones de 3,7 cm, que eran de un nuevo modelo automático. Además, llevaba cinco montajes cuádruples de 2 cm “Vierling” que tiraban tantas balas que cuando alcanzaban al blanco parecía que lo cortasen con sierra mecánica. Yo iba a estar al mando de esos cañones.

Los montajes de 2 cm eran tan simples que mi tarea era la mar de sencilla. Como el lector recordará, en el Nadir ya había tenido ocasión de conocer los cañones alemanes del 2 cm, armas excelentes, cuyo único inconveniente era su escaso alcance: el justo para mantener a los aviones torpederos enemigos lejos. Si alguno más farruco se lanzaba a por nosotros, no podría derribarlo antes de que lanzase su torpedo, pero luego, cuando tratase de escapar, le pondría tibio. Pero en el Galicia los cañoncitos tenían un sistema de estabilización electromecánica en tres ejes que iba de puturrú. Pero no se vaya a pensar que era un artefacto de relojería, porque desmontándolo resultaron ser tan simple que daba rabia que no se nos hubiese ocurrido a nosotros. Unos motorcitos eléctricos ayudaban a orientar el montaje, que pesaba lo suyo y hacerlo a brazo no era plan. A cambio de tanta modernidad no había dirección de tiro centralizada, sino que cada pieza se apuntaba localmente. Todo lo que tenía el apuntador era un par de miras abiertas, y tenía que calcular a ojo hacia donde irían los proyectiles, que por lo menos eran trazadores, que siempre ayudaba. La munición iba en cargadores que se guardaban en cajas de urgencia junto a las piezas: si se necesitaban más, se subían a mano desde los pañoles con una cadena de marineros. Como hasta el lector más avezado podrá imaginar, con semejante nivel tecnológico mi función era complejísima: durante los enfrentamientos tenía que transmitir las órdenes de disparar, y señalar los objetivos a los apuntadores. El resto del tiempo tenía que asegurarme de que los sirvientes conociesen sus piezas y las cuidasen, que los cañones funcionasen bien, y que el manejo de munición fuese adecuado. Como esta tampoco sobraba, no se podrían hacer prácticas de tiro, algo inconveniente pero que facilitaba mi trabajo. Aunque nunca había viso esos montajes cuádruples antes de embarcar en el Galicia, como ya era zorro viejo no me costó mucho conocer sus intríngulis: bastó con buscar a un viejo cabo de mar, que llevaba en servicio desde los tiempos de Maricastaña y que había disparado hasta culebrinas, y pedirle que me pusiese al día.

Al poco de embarcar en el barco, éste salió en demanda del Estrecho para pasar al Mediterráneo. Ahí, en las aguas seguras cercanas a Cartagena, estuvimos haciendo prácticas con el radiotelémetro. Durante unos días el Galicia fue el objetivo de aviones y barcos, que los técnicos se esforzaban en detectar ¡Y como lo hacían! Hubo veces que el radiotelémetro era capaz de descubrir a los aviones intrusos —solo de pega, afortunadamente— a cuarenta millas de distancia, y por la noche era capaz de desvelar las tinieblas a más de quince. No será para tanto, pensará algún imprudente: quince millas de nada. Para que el bocazas de turno calle, que piense que el combate del Cabo de Palos, sí, ese en el que el flamante crucero Baleares se fue al fondo llevándose a la mitad de los fajines de la flota, se libró a poco menos de dos millas.

Todos los oficiales del buque hicimos algunos turnos en la cámara del radiotelémetro, observando asombrados como las antenas eran capaces de ver más que el mejor serviola… y más asombrados aun al ver que los técnicos eran capaces de atisbar algo en medio de esos manchurrones verdosos que recorrían las negras pantallas. En fin, a todos nos quedó claro que el radiotelémetro (RTM, Retemé para los amigos) era un antes y un después en la guerra sobre las olas.

No tan sencilla fue la coordinación con cazas y aviones de reconocimiento: era como si los pilotetes de avionetas se entrenasen en perderse en alta mar. Ya podía uno repetir la posición del barco por activa y pasiva, en sánscrito o en finés, que siempre llegaban mal y a destiempo. Parecerá mentira, porque desde ahí arriba tiene que verse mucho mar ¿no? Pues qué va, no había forma. Los más veteranos decían que la única manera sería sustituir todos esos chóferes de aerocosas por gente con uniforme blanco. Pero en Madrid habían que dicho que todo lo que volase era del Ejército del Aire, y se haría lo que mandasen, aunque yo no sabía para qué querían ponerle la cruz de San Andrés a las gaviotas.
Última edición por Domper el 14 Nov 2015, 00:07, editado 1 vez en total.



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JLVassallo
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Mensaje por JLVassallo »

No se porque pero el Galicia va a tener una vida llena de diversión. Para mi a Domper le cae mal Loreto Leñanza y lo esta haciendo parir. jajajaja
Muy buen relato como siempre Domper. Muchas gracias.
Saludos.


Domper
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Mensaje por Domper »

Me alegro que te guste. Pero visto lo ocurrido en otro hilo, no sé si continuaré la historia en este foro. Aguardaré decisiones.

Saludos



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urquhart
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Mensaje por urquhart »

Hola a todos,

Estimado Domper,

Sé que este mensaje debería ser enviado por MP, pero creo que es el momento en que de forma püblica te felicite por tu Historia. No me duelen prendas de confesar que cuando enciendo el ordenador, ya sea en mi trabajo o en mi hogar, lo primero que hago es conectarme al FMG, y ver si hay una nueva entrada en el hilo que nos ocupa.

No hace falta decirte, ya lo habrás observado, que soy afixionado a las Ucronías, y esencialmente me interesan los aspectos políticos, diplomáticos y sociales de éstas; y en especial a las que puedan afectar a España, deseando siempre encontrar alguna vía que hubiera permitido un mejor presente para nuestro país.

No sabría cómo expresarte mi deseo de que mantengas tu Ucronía en este foro, y que aceptes mi petición.

Somos muchos los que te seguimos, algunos solo como lectores, otros de forma más activa con propuestas, dudas, y críticas; siempre creo que constructivas, y sin ninguna duda desde el mayor de los respetos.

Soy consciente que a veces las aportaciones realizadas, no en este caso, no son bien recibidas, y a pesar de anunciar que abandonas el hilo, vuelves a aquél sin poder remediarlo. Y finalmente estallas, como ha sido mi caso, puesto que los aportes que realizas se hacen con buena voluntad, y si bien pueden ser discutidos, lo que nadie debe es estar dispuesto a ser menospreciado o insultado.

En resumen, y para no aburrir a nadie, espero que si no mañana, el lunes, cuando me conecte al ordenador, pueda ver una nueva entrega de la Ucronía, y saber de las aventuras del Galicia, del Artista, y de la renovada División Acorazada Ciudad Rodrigo.

Un cordial saludo


Tempus Fugit
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JLVassallo
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Mensaje por JLVassallo »

Domper escribió:Me alegro que te guste. Pero visto lo ocurrido en otro hilo, no sé si continuaré la historia en este foro. Aguardaré decisiones.

Saludos
No voy a mentir me va a doler en el alma que dejes la historia en este foro, pero siempre respetare tu posición. Comparto las cosas que dice el forista urquhart con respecto a tí. Solo te pediría que si cambias de foro nos lo digas para poder seguirte ya que siempre estoy en la oficina esperando tu posteo diario y haciendo mi dia mas llevadero.
Gracias por todo y a la esperá de tu decisión.
Un gran abrazo desde Argentina.


zaptor
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Mensaje por zaptor »

+1
(otro que sigue este hilo de fijo)


Thomas Pullings
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Mensaje por Thomas Pullings »

Me uno a las peticiones para que lo medites y finalmente no decidas privarnos de este relato apasionante. Ignoro lo que puede haber pasado, sólo sé que soy uno más que, ya en mi casa, ya en el trabajo, consulto de forma compulsiva las últimas entradas para ver si has podido regalarnos un nuevo fragmento, y creo que es de justicia agradecerte las molestias y el trabajo, así como los quebraderos de cabeza que las aportaciones que realizamos pueden depararte. Yo apenas he intervenido, pero se nota a la legua que, como ya se ha dicho, éstas son en su inmensa mayoría totalmente bienintencionadas y proporcionan un valiosísimo feedback para la historia.

Un saludo y por favor no nos prives de este agradable paréntesis en nuestro quehacer diario.


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Mensaje por Domper »


Como no sobraba el tiempo y menos para maniobras, no llevábamos ni una semana en Cartagena cuando nos volvimos para Gibraltar. No sin llenar los tanques de petróleo, que por fin empezaba a llegar en cantidad; unos decían que era fuel ruso, y otros, que lo traían de Egipto, de una gasolinera que había donde las Pirámides; el caso era que se habían acabado las penurias. A la altura de Málaga nos unimos al resto de la escuadra, que también había estado haciendo ejercicios en el Mediterráneo: el Canarias, que ya había acabado sus reparaciones, y el Cervera, antiguo gemelo del Galicia. Los dos barcos ya se parecían poco aunque, todo hay que decirlo, el Cervera tenía una línea mucho más elegante que nuestro Galicia: nuestro barco llevaba un puente que más parecía el de un paquebote que el de un buque de guerra. En Gibraltar, donde tuve el gozo de ver ondear la rojigualda, se nos unieron cuatro destructores: el Císcar, el Gravina —el que me había rescatado cuando lo del Eolo—, el Churruca y el Díez.

Fue al salir al Atlántico cuando llegó una compañía menos deseada: el RTM localizó un contacto grandote, que resultó ser un gran hidro de reconocimiento inglés. Se dedicó a seguirnos durante un par de horas, hasta que lo ahuyentaron un par de cazas procedentes de Larache que costó Dios y ayuda guiar hacia nosotros. No mucho después detectamos otro contacto en superficie que desapareció; podía ser una falsa alarma, pero también un sumergible lleno de peces mecánicos y malas intenciones. Aprovechando que el moscón britón ya no estaba a la vista, nos pegamos a la costa para interponer un campo de minas entre nosotros y eso que podía ser o no un submarino, y dimos un buen resguardo al posible contacto antes de volver a mar abierto. Fue entonces cuando el comandante Don Pedro convocó una reunión de oficiales y nos informó del objetivo de la misión: ¡Volvíamos a Canarias! Por ahora seguiríamos hacia el Este, como si fuésemos a efectuar otra incursión en el Atlántico, pero en pocas horas viraríamos hacia el Sur, en busca de las Afortunadas. Don Pedro dijo, por si a algún compañero más lento no se le había ocurrido, que la misión del Galicia sería hacer de ojos y oídos de la flota.

Don Adolfo Baturone, segundo del crucero, preguntó a Don Pedro por los aviones de reconocimiento que los ingleses tenían en Gran Canarias y que, hasta ahora, habían sido de lo más molesto. Yo recordaba el amplio resguardo que con el Nadir habíamos tenido que dar a las islas. El comandante nos tranquilizó, diciéndonos que la guerrilla española y la aviación del Sáhara iban a hacer un esfuerzo para destruir los aviones de patrulla que tenían los ingleses. Claro que sí, me dije para mis adentros, y ya de paso podríamos pedir un portaaviones a los Reyes Magos de Oriente. Pero ese plan tan alambicado debió resultar, porque al día siguiente los cielos estuvieron casi vacíos. Vimos un par de hidroaviones, pero eran españoles, que estaban vigilando las aguas ante nosotros para despejarlas de submarinos. También nos rondó un cuatrimotor, un Condor de los que los teutones habían mandado a Jerez para que hiciesen de ojos y oídos de la flota. Ya se sabe, siempre es más agradable entrar en casa ajena cuando sabes lo que te vas a encontrar. Luego llegó la noche, y al amanecer siguiente estaríamos a la vista de Gran Canaria.

La escuadra se iba a aplicar a eso que también se le había dado durante nuestra guerra: meterle el dedo en el ojo a los enemigos de la costa. Durante la noche el Galicia, al que seguían el Cervera y dos destructores, se había separado del Canarias, y poco antes del amanecer se ordenó el zafarrancho de combate. Cuando los primeros rayos del sol iluminaron el Pico de las Nieves, nosotros ya estábamos frente a Gando. Sabíamos que no había artillería costera, porque la española había quedado destruida en los combates del otoño anterior, y los ingleses eran tan presuntuosos que nunca esperaron que fuésemos a amanecer por ahí, nunca mejor dicho.

La ventaja de bombardear objetivos terrestres es que tomando como referencia puntos visibles del interior, que eran las altas montañas de la isla, podíamos calcular con exactitud dónde estábamos. Ya solo era cuestión de meter los datos en la dirección de tiro —un equipo nuevo de patente alemana—, que nos decía hacia donde apuntar para que no se perdiese ni un cañonazo. Dicho y hecho, aun estaban las aguas oscuras cuando abrimos fuego, y la primera noticia que de nuestra presencia tuvieron los ingleses fue el trueno de los proyectiles al caer. Don Pedro guio a los cruceros hasta apenas tres millas de tierra, y nos pusimos las botas. Los destructores no tardaron en unirse al concierto, y una hora después la base ya no era un objetivo: los depósitos de combustible ardían, los hangares se habían derrumbado, y a los pocos aviones que no se quemaban la metralla los había dejado como acericos. También nos acordamos de los barracones del personal, que no fuesen a pensar que la cosa no iba con ellos: la guerrilla canaria, que no quitaba ojos de la base, nos había pasado planos de las instalaciones de los míster para que no se nos olvidase ningún rincón.

Cuando el comandante pensó que la base no merecía gastar más pólvora, puso rumbo al norte a toda máquina. Porque no quería perderse la mejor parte de la operación. Mis cañones no habían pegado ni un tiro, pero si algo bueno tenía mandar los antiaéreos es que desde mi puesto tenía excelentes vistas, que incluían los fogonazos del Canarias disparando contra el Puerto de la Luz. Porque allí estaba el objetivo de todo el tinglado: el acorazado Ramillies.

Las fotos aéreas mostraban que el enemigo ya había conseguido reflotar al barco que, descargado de todo lo que pesaba, flotaba como una boya, quedando su cintura blindada alta sobre la superficie. El Canarias hizo como nosotros: acercarse por la noche y saludar el amanecer disparando a bocajarro. En condiciones normales un crucero pesado no podría soñar en arañar a un acorazado ni a tocapenoles, pero desde tan corta distancia el Canarias pudo apuntar a los extremos del acorazado, mucho menos protegidos, y además el Ramillies flotaba tan alto que muchos proyectiles pasaron bajo su coraza. Los proyectiles del veinte abrieron brechas en el casco y el acorazado empezó a escorar, mientras en cubierta estallaban los tanques de combustible de las bombas de achique que habían instalado los ingleses. El fuel ardiendo corrió por la cubierta del blindado que, con la escora, mostró al Canarias su débil cubierta blindada, pensada para hacer rebotar esquirlas y no para resistir los cañonazos del veinte. Los proyectiles del Canarias la atravesaron como si no estuviese, para luego estallar en las entrañas del acorazado. Aun llegamos a tiempo de ver como el Ramillies daba la voltereta. El Canarias cambió de objetivo y disparó contra todo lo que flotaba en el puerto. Don Pedro ordenó disparar unas cuantas andanadas, con proyectiles rompedores, contra el expuesto casco del acorazado: nuestros cañonazos abrieron en el derrelicto grandes brechas que impedirían cualquier nuevo intento de recuperarlo.

Los tres cruceros seguimos bombardeando inmisericordemente el Puerto de la Luz. Un almacén estalló: probablemente estaba lleno de municiones. También ardieron los depósitos de combustible, y se deshicieron las pocas grúas que quedaban. Una corbeta, que había salido desafiante, tuvo que encallar en la bocana tras recibir una andanada del Cervera; otras dos que mandó el crucero arrasaron al valiente barquito. Los del Galicia pudimos darnos el gustazo de mandar al fondo a un pequeño destructor que los ingleses tenían para vigilancia y que, valiente pero imprudente, se lanzó hacia nosotros: aunque trató de cubrirse con humo, el RTM lo detectó, y cuando el barco salió de la nube se encontró con nuestros cañones del quince: el destructor zigzagueó como un loco, y hasta lanzó un torpedo, pero en seguida recibió una salva en el combés que lo dejó al garete. Temiendo sorpresas y peces mecánicos no nos acercamos, y fue el Díez el que finiquitó al inglés con tres torpedos.

Cuando la escuadra puso proa hacia el norte, columnas de humo se elevaban por toda la costa este de la isla, y el Puerto de la Luz ya no era una base naval.



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Mensaje por urquhart »

Gracias Domper; por volver y por tu Historia

Urquhart, un brit con el corasón partío...


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Mensaje por Domper »

Por cortesía de ReyTuerto, el Galicia tras su modernización.

Imagen

Saludos



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Mensaje por cesar »

Domper escribió:Por cortesía de ReyTuerto, el Galicia tras su modernización.

[ Imagen ]

Saludos
Ahí hay espacios muy jugosos para instalar cosas en un futuro... ¿misiles?


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Mensaje por Domper »

No, no hay espacios.

En un barco el problema no solo es el espacio sino también la reserva de estabilidad, que demasiadas veces está muy ajustada. De hecho fue un problema de la numerosa serie de cruceros Cleveland: estaban un poco sobrecargados y por lo visto cabeceaban que era un primor, sobre todo cuando se fueron añadiendo radares y armas antiaéreas. Tras la guerra pasaron todos a la reserva y no fueron activados para la guerra de Corea. Solo seis fueron convertidos en lanzamisiles y tuvieron problemas tan serios de estabilidad que se desestimó el convertir unidades adicionales. Los otros veintiuno cruceros de la clase (y dos Fargo, casi iguales) acabaron en el soplete, alguno tras haber servido solo unos meses.

Eso le pasó al Méndez Núñez, convertido en un precioso crucero antiaéreo. Cuando en Ifni disparó una andanada completa, dio un balance que hasta el capitán debió santiguarse, y el barco acabó poco después en cometidos menos belicosos.

La estabilidad no es el único problema, porque en esos barcos con cascos que ya tienen años la diferente distribución de pesos incluso puede deformar el casco. De hecho la experiencia del siglo XX mostró que las conversiones pocas veces son rentables: son muy caras, salen gurruños, y además les quedan pocos años de vida.

Saludos



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Mensaje por urquhart »

Hola a todos,

en el cambio de año tenemos 2 cruceros modernos, el CA Canarias y el CL Galicia

Los hermanos del Galicia, Miguel de Cervantes y Cervera ¿serán modernizados?

El Mendez Nuñer, ¿como en la LTR?

Y el Navarra ¿qué, se hará algo con él?

Saludos


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Mensaje por Domper »

Pues habrá que preguntárselo al almirante Moreno. Pero, así a ojo, me hago idea de lo que piensa:

– Respecto al Navarra, nada. Es un barco viejo con velocidad reducida. Para lo único que puede tener alguna utilidad es para instrucción, o como mucho para apoyo a operaciones anfibias pero solo en aguas controladas.

– He oído que quieren convertir el Méndez Núñez en antiaéreo, en la línea del Emden y los Capitani Romani, pero intento disuadirles de la medida. Es un barco viejo con calderas de carbón y con poca reserva de estabilidad.

– Supongo que el Cervantes seguirá la estela del Galicia, si la conversión del Galicia da buenos resultados, que por ahora no parece mala.

– Del Cervera… lo ideal sería modernizarlo, pero se trata de uno de los tres únicos cruceros medianamente modernos en servicio. No creo se le toque ni un perno hasta que el Cervantes no pueda sustituirlo, y las obras me imagino que se harán si por ventura o desventura tiene que recalar más tiempo de la cuenta en puerto. Bien porque toque hacer un recorrido completo de las máquinas, que ya lo va necesitando, bien porque sufra algún daño.

Saludos



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urquhart
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Mensaje por urquhart »

Hola a todos,

que el Navarra acabe como pontón, o como batería es lógico...

Los otros 3 CL todavía son aprovechables.

Méndez Núñez, buque escuela de artillería, como p.e. el Bremse, y en funciones secundarias de director de flotilla de escolta, o en operaciones en frentes terciarios.

Cervera y Cervantes, en la línea del Galicia.


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