Imagino que habrá un ataque a Rusia o una campaña parecida a Barbarroja (Quiero pensar que mucho mejor que Barbarroja) Ese ataque a la URSS será en 1942???
Domper escribió:Desde luego que puedes usar lo que necesites.
Eternamente agradecido.
Sospecho que su idea es provocar una revolucion anticomunista en las etnias no rusas de la URRS y apoyarlas, haciendo innecesaria Barbarroja.
Estimado Domper, ¿podrias ilustrar el relato con algunos mapas para darnos una mejor idea del escenario donde se desenvuelve la historia?.
Saludos cordiales
It matters not how strait the gate. How charged with punishments the scroll.
I am the master of my fate: I am the captain of my soul. - From "Invictus", poem by William Ernest Henley
Domper escribió:Están a medio hacer, ya lo pondré.
Saludos
Saludos
It matters not how strait the gate. How charged with punishments the scroll.
I am the master of my fate: I am the captain of my soul. - From "Invictus", poem by William Ernest Henley
Más o menos, como era en 1941. Las rutas eran más pistas aptas para vehículos todo terreno que otra cosa. En la zona costera había carreteras en mejor estado, supongo que sin pavimentar, pero ahí el problema del barro no es demasiado relevante.
Según el plan original, tras una campaña de bombardeos contra Aqaba y las bases aéreas británicas se atacaría al Sur del Canal. El ejército italiano presiona hacia Port Said para comprometer al resto de las fuerzas inglesas. Sobre el Paso de Mitla debe saltar un batallón paracaidista, mientras dos divisiones de infantería cruzan el Canal. Posteriormente la 15ª y la 7ª Panzer avanzan hacia Aqaba mientras la 15ª Panzer actúa como cortina. Una vez bloqueado el puerto de Aqaba las fuerzas británicas de Palestina solo disponen de una carretera de servicio de un oleoducto que cruza el desierto entre Galilea y Habbaniya (en el Éufrates).
Notad que la ruta de Aqaba - Mitla es la principal vía de suministros. En la llanuraa costera al norte hay mejores rutas y un ferrocarril, pero de escasa utilidad ya que no conecta con Aqaba. Parte de la 9ª División Australiana sigue ocupando el Delta del Nilo alrededor de Port Said.
Los paracaidistas de Bräuer saltan sobre Mitla pero no consiguen tomar el paso, protegido por una brigada neozelandesa, sino tan solo los cerros al sur de la entrada. El asalto fracasa en la zona sur (frente a "el Bastión") pero triunfa en los otros puntos de cruce, dispersando a la 6ª Div. Inf. Aus. La 2ª Brigada Sudafricana contraataca pero es derrotada. Una columna mecanizada dirigida po Barkmann consigue enlazar con los paracaidistas y ascender a los cerros. Llegan más sudafricanos desde Aqaba.
Los paracaidistas de MItla, a pesar de la ayuda de Barkmann, siguen aislados, y fracasan los posteriores intentos alemanes. La llegada de otra brigada desde Aqaba supone una grave amenaza, a pesar del apoyo de la artillería alemana, ya suficientemente cerca de las posiciones de los paracaidistas. Los bombardeos aéreos, afortunadamente, consiguen paralizar a los británicos.
Por ahora creo que valdrá para que os hagáis una idea. Seguiré poniendo mapas... pero es que es muy latoso hacerlos.
Saludos
Última edición por Domper el 29 Nov 2014, 18:36, editado 1 vez en total.
Por quinta noche consecutiva las sirenas aullaban sobre Londres. Parecía que la Luftwaffe se había empeñado en destruir la ciudad. La noche anterior una bomba de alto explosivo había derrumbado la fachada de la Catedral de San Pablo, hasta entonces símbolo de resistencia. Esta noche los bombarderos castigaban otra vez los barrios populosos del East End. El Primer Ministro Churchill, en la azotea del número 10 de Downing Street, aplaudía cada vez que veía caer un avión en llamas, pero a su lado el general Alan Brooke pensaba que había muy poco que celebrar.
Brooke necesitaba consultar urgentemente con Churchill, pero el Primer Ministro estaba fascinado por el juego de luces de los reflectores y las explosiones, y resultaba difícil captar su atención. Pero la crisis de Palestina requería la atención del Premier, por lo que el general siguió insistiendo.
Había tenido que destituir a Wawell por orden de Churchill, pero al general Beresford-Peirse, su sustituto provisional, no se le había ocurrido mejor idea que irse de inspección y desaparecer. Se había tardado casi un día en encontrar los restos achicharrados de su coche y de su camión de comunicaciones, con los que se habían cebado los aviones alemanes. Eso no preocupaba a Alan Brooke, porque los generales eran prescindibles. Pero lo imprescindible era el tiempo. Antes de desaparecer Beresford-Peirse había dado órdenes categóricas de no mover ni una bota sin su permiso, y su Estado Mayor, obedientemente, había confirmado las órdenes a las unidades del frente, cada vez más apuradas. Los alemanes habían aprovechado esas 24 horas de parálisis para romper el frente. El general Mackay había informado desde el Paso de Mitla que estaba sufriendo un ataque muy intenso, y había dejado de comunicar. La 5ª División India y la 6ª Australiana habían sido destruidas, y la 9ª Australiana intentaba escapar de Port Said y Port Fuad. También se había perdido el contacto con la 6ª División Británica, la unidad más potente que quedaba en Suez. El general sabía que peor que las malas noticias era no tener noticias, y se temía lo peor.
Las últimas nuevas eran aun más alarmantes: desde El Arish informaban que se estaban acercando los alemanes, que iban a destruir las máquinas de cifrado y que se iban a retirar a Gaza. Brooke intentó impedirlo, porque la evacuación de El Arish cortaría las comunicaciones con el resto de las unidades del frente de Suez, pero desde El Arish ya no se respondió a sus comunicaciones. Preocupado por la suerte de los últimos defensores de Suez y el Sinaí, el general Brooke decidió saltarse al Comando del Medio Oriente y ordenar directamente la retirada hasta la línea Gaza – Beersheva. También pidió al general Auchinleck que se dirigiese inmediatamente a Gaza para asumir el mando. Pero no creía esas medidas fuesen suficientes e iban a ser precisas medidas drásticas, para las cuales necesitaba la autorización del Primer Ministro.
Finalmente el general Brooke consiguió que Churchill le acompañase a la sala de reuniones del sótano. El Premier estaba exultante. Debía ser la única persona alegre en la ciudad.
—¿Ha visto, Alan? —dijo Churchill—. He visto caer por lo menos a una docena de jerries. Ese payaso de Goering no podrá resistir esas pérdidas durante mucho tiempo.
El general Brooke pensaba que menos podrían aguantar los londinenses. Pero ahora había cuestiones más urgentes.
—Primer Ministro —dijo el general—. Le repito que la situación en Palestina es crítica y se necesita una decisión. Los alemanes han roto el frente de Suez y…
—¡Pamplinas! —exclamó Churchill—. Usted siempre con lo mismo, que si los alemanes han roto el frente aquí, que si han conquistado eso allá ¿Pero qué nos importan unas cuantas dunas? La clave está en Gaza ¿Se está fortificando la línea de Gaza, como le ordené? Allí unos cuantos pordioseros turcos detuvieron a Allenby durante siete meses en 1917 ¡Seguro que nosotros podremos aguantar más! El tiempo que necesitaremos para contraatacar.
Brooke pensó que Churchill estaba perdiendo el contacto con la realidad—. Sir Winston —dijo el general—, Allenby solo tenía unos pocos soldados en camello. Los alemanes usan divisiones acorazadas.
—Nosotros también tenemos tanques.
—No es así, Primer Ministro. Hemos perdido casi todos en Suez.
—Pues aguantaremos con infantería y cañones. En las fortificaciones de Gaza no se necesitarán tanques.
—Primer Ministro, ni siquiera tenemos infantería organizada en Palestina. Vengo del Estado Mayor Imperial, que sigue sin poder contactar con la mayor parte del ejército de Suez. Creo que gran parte se retira desordenadamente o ha sido copado. En Palestina solo quedan unas pocas brigadas de voluntarios judíos, pero son muy inexpertas y carecen de armamento pesado. Las únicas fuerzas organizadas que quedan allí son el Cuerpo de Ejército Indio en Aqaba, y la Habforce, la columna que mantiene abiertas las comunicaciones con Mesopotamia.
—Los jerries lo habrán pasado tan mal como nosotros. Si resistimos un poco los detendremos— dijo Churchill.
Brooke deseaba soltarle un par de verdades, pero entonces Churchill lo despediría, y el ejército británico no podía permitirse un relevo en el mando en ese momento. Sería mejor buscar una solución intermedia.
—Ordenaré que se defienda la línea de Gaza —dijo el general—, pero será preciso estar preparado para cualquier eventualidad. Me gustaría mantener al Cuerpo de Ejército Sudafricano en Aqaba y en la costa Este del Sinaí para mantener abierto el Golfo de Aqaba a la navegación. Pero voy a ordenar a Auchinleck que prepare planes de retirada.
Brooke vio como Churchill enrojecía como un tomate tras escuchar la palabra maldita— ¡Otra retirada! ¡Jamás!
—Primer Ministro, no le pido autorización para retirarnos, sino tan solo que se preparen los planes.
—Si existen esos planes, se ejecutarán.
—Al menos, podríamos preparar la retirada de los civiles judíos —dijo Brooke—. En Palestina hay medio millón de hebreos, que son partidarios nuestros, y que peligran si llegan los nazis allí. Estamos enviando muchos barcos a Aqaba. Le propongo que a la vuelta recojan a los refugiados y los lleven hasta la India.
Churchill pensó que mientras se evacuase a los civiles no habría retiradas—. De acuerdo. Puede retirar a la población civil siempre que no interfiera con los movimientos militares.
El general Alan Brooke asintió, pero pensaba que si seguía las instrucciones de Churchill llevaría al ejército británico a la catástrofe. La inspiración de Churchill había ayudado a resistir durante las horas negras del verano de 1940, pero Brooke empezaba a creer que al final solo serviría para hundir aun más profundamente al Imperio. La disciplina y la tradición le impulsaban a seguir las órdenes del Gobierno, pero el general empezaba a dudar de la sensatez del hombre que dirigía el país.
—Después de todo, esto es Nakeh— dijo el coronel Hauser mirando las pocas casas situadas junto a la carretera. Tras los esfuerzos que había costado forzar el paso de Mitla, esperaba llegar a una ciudad, tal vez a una aldea. Pero Nakeh era poco más que una parada en la ruta de las caravanas, con unos pocos chamizos infectos más llenos de chinches que de arena. Bueno, él no pensaba entrar en esos antros. Prefería pasar calor en la tienda de mando.
Se oyó un rumor familiar: el motor de una de las avionetas Storch que cooperaban con el ejército. Hauser admiraba el valor de los pilotos que, montados en avionetas que eran poco más que cometas, se exponían al fuego enemigo para ser los ojos de sus hombres. La avioneta, tras sobrevolar los tanques del 25º Regimiento Panzer, tomo tierra en una explanada cercana.
Hauser se dirigió hacia la avioneta, pensando que traería algún mensaje, y se sorprendió cuando descendió el mismísimo General der Panzertruppe Erwin Rommel.
Rommel se dirigió al coronel—: Permítame felicitarle, coronel Hauser. Su 25º Regimiento Panzer ha conseguido romper las últimas defensas en Mitla. Pero ¿por qué se ha detenido?
—General, mis tanques han tenido que luchar por cada vuelta y revuelta de este maldito camino, y los cañones de los sudafricanos han puesto fuera de combate a la mitad de mis máquinas. Mis máquinas necesitan reparaciones, y mis hombres, descanso.
—Coronel, no piense que menosprecio el esfuerzo de sus hombres. Pero ese descanso beneficia más al enemigo. Ha conquistado el punto más valioso de todo el Sinaí, pero si se detiene dejará escapar el fruto de su victoria. Necesito que sus hombres sigan adelante.
—Harán lo que puedan.
—Necesito que hagan más. Mire, toda la línea enemiga se está desmoronando, pero las tropas inglesas disponen de muchos vehículos y, si les dejamos, se escaparán. Hay una brigada acorazada enemiga justo al Norte de su posición, apostada en el Paso de Jatma, y que tiene los últimos tanques ingleses en el Sinaí. Por lo visto aun no saben que los demás ingleses están retirando y no se han movido. Necesito que se dirija hacia el Norte, hacia el Arish, y los encierre. Siga con lo que le quede, aunque tenga que dejar aquí a medio regimiento. Pero no se detenga.
—Lo haré ¿Pero no era mi objetivo Aqaba?
—En Aqaba hay por lo menos una división enemiga y la ciudad está al otro lado del golfo. No creo que sus tanques basten para tomar el puerto. Pero si atrapa a los ingleses del Paso de Jatma ya no les quedará nada para defenderse en Gaza. De todas formas, le permito que envíe un grupo de reconocimiento persiguiendo a los sudafricanos hacia Aqaba. Que hagan mucho ruido y, si pueden, que lleguen hasta el mar. Pero no comprometa más fuerzas.
Desde una barricada construida con rocas y sacos de arena Ofer vigilaba la noche. El pequeño Moshav de Kfar Yesoshua, en Galilea, estaba rodeado de pueblos árabes, y los colonos temían ser atacados en cualquier momento. El Moshav (un tipo de colonia agrícola creado por el movimiento sionista) solo tenía unos pocos fusiles franceses para defenderse, pero unos días los británicos habían traído dos docenas de fusiles Máuser y unas cuantas cajas de municiones. Las armas eran de las capturadas a los turcos en 1918 y estaban cubiertas de herrumbres, pero con ellas se pudo armar a los defensores de la aldea, entre los que no había casi jóvenes: los hebreos en edad militar habían sido reclutados por el ejército británico.
Ofer oyó un ruido a su espalda y se giró, apuntando con el fusil hacia las sombras.
—Ofer, ten cuidado con el rifle.
—No le había oído llegar, padre.
—Tienes que pensar menos y estar más atento. O un fellagha llegará y te cortará el cuello.
—Tendré cuidado, padre.
—No te preocupes. No creo que los bandidos árabes lleguen mientras sigan los ingleses por aquí. Pero cuando se vayan…
—¿Usted cree que los ingleses se irán? —preguntó Ofer.
—Los alemanes han echado a los ingleses de Noruega, de Francia, de Grecia, de Egipto ¿por qué crees que esta vez no van a hacerlo? No, yo creo que los ingleses se irán.
—¿Y no sería mejor que nos fuésemos con ellos?
Ari Dinstein, el padre de Ofer, calló unos instantes antes de responder.
—Ofer ¿de dónde eres?
—¿Por qué me pregunta eso, padre? Usted sabe que he nacido aquí, en Kfar Yesoshua.
Ari siguió interrogando a su hijo—: No te pregunto dónde has nacido, sino de dónde eres ¿cuál es tu tierra?
—Ya lo sabe, padre. Israel es la Tierra Prometida de nuestro pueblo.
—No eludas la pregunta, Ofer ¿de dónde eres?
Ofer pensó un momento y respondió—: Padre, fue aquí donde nací y donde crecí, donde vive mi padre, donde está enterrada mi madre. Soy de aquí.
—Entonces, si esta es tu tierra ¿Por qué quieres abandonarla? Sabes que en cuanto dejemos nuestras casas los árabes las saquearán. Robarán nuestro ganado y se quedarán con nuestros campos. Quemarán la sinagoga y labrarán la tierra que acoge los restos de tu madre. Ofer ¿Quieres dejar tu tierra?
—No, padre. No dejaré nuestra tierra. No abandonaré a mi madre.
—Bien, Ofer. Porque nos aguardan tiempos difíciles. Cuando los ingleses se vayan los árabes caerán sobre nosotros.
—Pero padre —protestó Ofer—, el Statthalter Goering ha prometido protegernos si…
Ari pensó en la volubilidad de la adolescencia. Su hijo antes quería escapar, y ahora pensaba en confiar en los nazis. Tras unos segundos, Ari contestó.
—Has estado hablando con ese loco de Shmuel, el del grupo Stern ¿verdad? Mira, Ofer, esos del Stern odian tanto a los ingleses que han olvidado cual es nuestro verdadero enemigo. Piensa un poco ¿de verdad te crees las promesas de Goering? Sería bueno que hablases con los Herzog, los padres de tu amigo Yoel. Eran buenos alemanes que creían en su país, hasta que los nazis les quitaron su tienda y los apalearon. Luego ese Goering del que hablas creo una organización que para dejarles venir aquí los exprimió, robándoles hasta el último céntimo. ¿Crees que el lobo deja de ser lobo por vestirse con pieles de oveja? No, Goering no nos protegerá. Tendremos que luchar por nuestra tierra.
Ofer tragó saliva— Padre, lucharé y moriré por nuestra tierra. Pero ¿y mis hermanas?
—Tienes razón, Ofer. Luchar es nuestro deber, pero el de tus hermanas es preservar la familia. Pero no te preocupes por eso. Mira, hijo, no puedo dormir. Déjame que me encargue de la guardia.
Ari tomó el fusil que le entrega su hijo, y sin poderlo evitar empezó a pensar en el futuro. No en el suyo, ni en el de su hijo, ni siquiera en el de Kfar Yesoshua, porque su destino ya estaba escrito: se inmolarían como otros judíos lo hicieron en Masada dos mil años antes. Pero sus hijas tenían que mantener la semilla de la familia. En cuanto llegase el convoy de evacuación, se irían.
Malos presagios acompañaron a la llegada del general Auchinleck a Palestina. Una tormenta de arena le había retenido en Habbaniya durante dos días. Cuando por fin aterrizó en Tel Nof la aviación italiana estaba bombardeando el aeródromo, y tuvo que saltar del avión en cuanto tocó tierra. Se arrastró por una zanja y, una vez finalizado el ataque, recorrió un aeródromo sembrado de cráteres de bomba hasta encontrar al oficial al mando. Este le comunicó que no tenía ningún vehículo disponible, aunque Auchinleck veía un par de Austin ahí mismo. El general tuvo que hacer valer su autoridad para hacerse con ellos, pensando que si un jefe de ejército necesitaba tirar de galones para conseguir un coche algo andaba muy mal.
El trayecto entre Revochot y Gaza resultó aun más preocupante. Cuando atravesó Jaffa se encontró con una turba de árabes profiriendo insultos y apedreando los coches. La multitud no se dispersó hasta que uno de los soldados empezó a disparar al aire. Entre Jaffa y Gaza el vehículo de Auchinleck adelantó a convoyes cargados de refugiados, la mayor parte civiles pero también algunos con soldados. En la cuneta había camiones averiados, y a ambos lados de la carretera pudo ver grupos de soldados acampados de cualquier forma. De vez en cuando se encontraban con señales de ataques aéreos: cráteres de bombas, coches quemados.
En Gaza aun fue peor. Aunque Beresford-Peirse había muerto varios días antes, su Estado Mayor seguía repitiendo las órdenes de no retirarse. Nadie parecía saber dónde estaba el nuevo puesto de mando. Finalmente Auchinleck se dirigió a la cercana Beerseba, donde encontró al coronel Blunt, el jefe de estado mayor del finado Beresford. El atribulado coronel, preso de una crisis nerviosa, estaba tan empeñado en mantener las directrices dadas por el finado Beresford que se había negado a acatar las órdenes directas de Londres, y rechazó la autoridad de Auchinleck, argumentando que el general tenía que presentar el documento del nombramiento.
El general ordenó a un ayudante que detuviese al coronel y lo llevase al hospital, y luego intentó hacerse cargo de la situación, todavía más confusa que en Gaza. Como los equipos de comunicaciones habían sido destruidos y las líneas telefónicas estaban cortadas, solo se podían dar órdenes mediante mensajeros que tenían que buscar a las unidades destinatarias. Interrogándolos Auchinleck llegó a conocer la posición aproximada de sus unidades, pero nadie sabía por dónde se estaban moviendo los alemanes.
Todo le recordaba al desastre de Noruega, pero con magnitud mucho mayor. El general comprendió que su nombre iba a quedar otra vez asociado a una derrota, y que la única posibilidad del ejército británico en Medio Oriente pasaba por la retirada y una evacuación más o menos ordenada.
“La situación militar en Palestina requiere medidas urgentes.
Tras romper nuestras líneas en Suez los tanques alemanes avanzan rápidamente por la península del Sinaí. Hasta el momento habíamos identificado dos ejes principales de avance: el primero, a lo largo de la costa Norte, acercándose hacia El Arish, y el segundo, cruzando el Paso de Mitla y Nakeh dirigiéndose hacia Aqaba.
La mayor parte de las unidades que defendían la línea de Suez han sido destruidas. En el Sur la 6ª División Australiana y la 4ª Brigada neozelandesa han sido rodeadas y hemos perdido comunicación con ellas. Creemos que han tenido que rendirse. La 1ª División sudafricana ha sido derrotada pero se retira en buen orden hacia Aqaba conservando aproximadamente un 40% de su fuerza inicial. En el Norte la 9ª División Australiana ha conseguido escapar del Delta del Nilo, pero ha sido perseguida por las columnas móviles alemanas perdiendo gran parte de sus efectivos en la retirada hacia El Arish y Gaza
En el centro la 5ª División India y la 6ª División Británica también habían sido copadas, pero han conseguido romper el cerco y escapar hacia el Paso de Jatma. Sin embargo han tenido que abandonar su equipo y su artillería, han sufrido importantes pérdidas, y están desorganizadas y desmoralizadas. En el Paso de Jatma resisten también la 1ª Brigada Acorazada y la 22ª Brigada de Guardias. Las dos brigadas siguen manteniendo su cohesión aunque su potencial es reducido tras haber sido derrotadas en el contraataque ordenado por el general Beresford-Peirse. Estas dos brigadas, con el refuerzo de los escapados de la 5ª India y la 6ª Británica podrían mantener la posición incluso contra ataques importantes.
Sin embargo un reconocimiento de la RAF ha detectado una importante fuerza alemana que desde Nakeh se dirige hacia el Nordeste, por Al Hasana, en dirección hacia Abu Agueila, y que amenaza con rodear a nuestras fuerzas del Paso de Jatma. Por ello he ordenado la retirada del paso. Por desgracia las tropas ahí desplegadas disponen de un número limitado de vehículos de transporte, y va a ser preciso abandonar parte de la artillería para poder eludir el cerco.
En resumen, hemos perdido o vamos a perder la mitad de los efectivos con los que defendíamos Suez, prácticamente toda su artillería y casi todos sus tanques. Solo la 1ª División de Sudáfrica dispone de unos pocos blindados. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de los evadidos son tropas de servicios, y que las bajas en las unidades de combate llegan al 70%.
Durante la batalla de Suez la aviación enemiga ha dejado de atacar al puerto de Aqaba. Han llegado varios convoyes de tropas, pero los daños sufridos en las instalaciones del puerto por los bombardeos limitan la capacidad de descarga. Hasta el momento ha desembarcado la 50ª División Northumbrian, la 11ª División del Ejército Indio y una brigada canadiense, traída desde Canarias. Sin embargo parte de su artillería y la mayor parte de sus vehículos, especialmente los tanques, siguen a bordo de los barcos. Están llegando a Aqaba miles de refugiados civiles, la mayor parte hebreos pero también bastantes británicos, que intentan conseguir plaza en algún barco. Falta agua potable y se han declarado casos de disentería y de tifus.
Las dos divisiones desembarcadas apenas bastan para defender el golfo de Aqaba y el puerto, pero en el Norte la línea Gaza-Beerseba está guarnecida solo por los soldados de la 1ª División Judía. Esta división iba a ser dispersada para proveer reemplazos a las otras formaciones, pero ha tenido que ser desplegada urgentemente. Aunque es entusiasta, es novata, y está mal equipada y encuadrada. Considero que no está capacitada para resistir un ataque alemán decidido. Por ello, y asumiendo el riesgo que corre Aqaba, he ordenado a la 11ª División India que se dirija desde Aqaba hacia Beerseba, para poder mantener el frente el tiempo suficiente para que se incorporen las unidades dispersas que se retiran desde Suez.
Con estas medidas espero defender la línea Gaza – Beerseba con la 1ª División Judía, la 11ª India y con los restos de la 9ª Australiana, 5ª India, 6ª Británica, la 1ª Brigada acorazada y los Guardias. La defensa de Aqaba correrá a cargo de la 50ª Northumbrian, los canadienses, y los refuerzos que sigan llegando. El espacio central, entre Beerseba y Aqaba, es abrupto y desértico y puede ser vigilado por fuerzas móviles.
La disposición de las fuerzas enemigas es solo aproximada. Hasta el momento hemos identificado elementos de tres divisiones Panzer, dos de infantería, una paracaidista, y de tres divisiones de infantería italianas. Suponemos que los alemanes y los italianos también habrán tenido importantes pérdidas, especialmente en Mitla. Aunque no se conoce su magnitud estimo que su potencial no supera el 50% del inicial. Sin embargo sus unidades siguen manteniendo la cohesión y parecen tener suficientes suministros. Además pueden recibir refuerzos desde Italia en pocos días o semanas, mientras que la llegada de fuerzas adicionales del Imperio puede demorarse meses.
El factor principal es que los alemanes han conseguido la superioridad aérea tanto sobre la línea del frente como sobre Palestina. Los bombardeos aéreos causan pocas bajas pero destruyen mucho equipo, desmoralizan a los soldados e impiden los movimientos durante el día. Además la aviación puede volver a cerrar el golfo de Aqaba a la navegación. Por ello he ordenado enviar a Aqaba los escuadrones de la RAF supervivientes y a la artillería antiaérea, aun a costa de dejar sin ella al resto del ejército.
Sin embargo considero que las medidas tomadas serán insuficientes para detener una ofensiva alemana. La pérdida de la línea de Gaza o del puerto de Aqaba será catastrófica. Si perdemos Aqaba nuestra única ruta de comunicación será por la carretera de Irak, larga, en malas condiciones y expuesta a los ataques franceses desde Siria. Esta ruta solo permite tráfico limitado. Si cae Gaza, los alemanes podrán avanzar por la costa hacia Haifa y el Líbano. En ambos casos el ejército del Medio Oriente sufrirá pérdidas muy graves.
Teniendo en cuenta estos factores, considero que intentar mantenerse en Palestina es muy arriesgado. Las fuerzas disponibles solo pueden resistir durante unas semanas. Sin embargo si se emplean en acciones dilatorias nuestro ejército se podría retirar hacia Aqaba y embarcar en los buques ya presentes. Propongo mantener la línea de Gaza solo el tiempo suficiente para permitir la evacuación de los civiles, e irnos retirando paulatinamente hacia Aqaba. Esta retirada debe iniciarse cuanto antes para que sea exitosa.”
—¡General Brooke! ¿Es que solo tenemos derrotistas en Palestina? Wavell pensaba en retirarse, Auchinleck nos exige que nos retiremos.
—Sir Winston —el general Alan Brooke iba a intentar moderar al exaltado Premier—, el Estado Mayor Imperial considera que el análisis realizado por el General Auchinleck es correcto. Si nuestro ejército hubiese podido retirarse de Suez la resistencia en Gaza sería posible. Pero tras las pérdidas que hemos tenido a lo más que podemos aspirar es a no sufrir muchas más.
—¡Tonterías! —gritó Churchill— ¿Es que nadie de ese condenado ejército sabe cavar una trinchera y aguantar? Recuerde 1918. Si Lloyd George hubiese escuchado a los generales hubiese evacuado nuestro ejército de Francia, y los alemanes hubiesen vencido. Pero ordenó resistir, y seis meses después éramos nosotros los que derrotábamos a los teutones.
—Primer Ministro, en 1918 los alemanes no tenían ni tanques ni aviones.
—¡Pero tenían muchísimos soldados y más cañones! En 1918 nos atacaron con setenta y dos divisiones y vencimos. Ahora los alemanes tienen solo cinco, y mis generales me dicen que tenemos que escapar ¡Pues no! ¿Me entiende? Ha acabado el tiempo de las retiradas. Nuestro ejército se fortificará en Gaza y en Aqaba y vencerá. Mientras usted enviará el ejército de la India a Palestina, para preparar el contraataque, y al Sinaí, para atacar desde el Sur a esos condenados jerries.
—Primer Ministro, no va a ser posible…
—General Brooke, no es una sugerencia sino una orden. Si usted no la cumple encontraré a otro que sepa obedecer.
El general Brooke calló. Iba a ignorar la diatriba de Churchill y autorizar a Auchinleck a retirarse, aunque le costase la carrera. Brooke no pensaba contemplar cómo el Imperio se hundía por la estolidez de un alcohólico que vivía en un mundo de sueños.
Yo creo que no. Churchill tiene una aureola a su alrededor, producto de su tenacidad (indudable) y de una serie de circunstancias, pero como político cometió todo tipo de errores, y como estratega era mediocre. Es curioso que siendo directo responsable del desastre de Noruega, saliese de ahí como Primer Ministro. Si hubiese sido por él aun no se hubiese desembarcado en Francia, y el ejército británico se hubiese desgastado en una serie de campañas inútiles y costosas en Italia y los Balcanes (pero USA dijo que a por Francia). Churchill tiene mucho que decir de los desastres de Grecia, en buena parte provocado por él, del casi desastre de Egipto, y de lo de Singapur, especialmente de la pérdida del PoW y del Repulse.
Espero que no haga falta recordar que su decisión de enviar tropas a Etiopía y a Grecia impidió que O'Connor consiguiese expulsar a los italianos de África. Se empeñó en enviar tropas a Grecia, aunque no lo consiguió hasta que murió Metaxas, porque el dictador griego sabía que eso llevaría a una invasión alemana y a un desastre para Grecia... como ocurrió en la realidad.
Pero lo peor es que otras decisiones churchillianas estuvieron cerca de costarle la guerra a su país, especialmente el ataque a Mers el Kebir y luego la fracasada invasión de Dakar. En situación normal algo así hubiese llevado a una declaración de guerra por parte francesa, lo que hubiese creado un problema muy grave en el Atlántico. Lo realmente sorprendente fue que Pétain resistiese a los que le pedían una declaración de guerra. Ayudado también porque algunos marinos inteligentes consiguieron impedir que en Alejandría se repitiese lo de Mers el Kebir. Pero en Alejandría las dos flotas estuvieron apuntándose con los cañones durante días, y si algún marino nervioso llega a disparar...
Respecto a Egipto y Palestina: en la realidad el ejército británico hizo planes para resistir en Palestina e incluso en el Líbano, sin consideraciones logísticas: todo dependía o del puerto de Aqaba, o de una larguísima carretera a Habbaniya, en Irak, o del ferrocarril de Palestina y Alepo. A mí eso me suena a receta para el desastre.
No fueron las únicas churchilladas. Las hizo en la Gran Guerra, en la que tuvo un papel destacado en la entrada de Gran Bretaña en la guerra, más aun, hubiese podido llevar a la guerra a su país el solito con las órdenes que dio por su cuenta a la Royal Navy antes de la declaración de guerra. Su actuación tras la guerra no fue mucho mejor, y como ministro de economía (como lord del tesoro) al empecinarse al mantenerse en el patrón oro cuando la libra no podía resistirlo causó una seria depresión económica en plenos años veinte... lo que lastró la economía inglesa y de paso hizo que sus ejércitos se quedasen sin fondos. A causa de eso en 1938 la RAF era una colección de viejos biplanos, y la Royal Navy acumulaba óxido. La guinda estuvo cuando en plena crisis económica ordenó al ejército disparar contra los huelguistas, aunque otros políticos con mejor sentido lo impidieron. Eso lo recordaron los laboristas. Unido a sus cambios de chaqueta (cambió dos veces de partido) hizo que se pegase unos años en el dique seco. También hizo de las suyas en el ministerio de colonias, y era especialmente bien recordado en la India. A su prestigio en el subcontinente también contribuyó que cuando se produjo la terrible hambruna de Bengala de 1943 no moviese ni un dedo. De hecho su respuesta a una demanda urgente de Wawell fue "si en la India hay hambre, por qué no se ha muerto todavía Ghandi". Cuando el gobierno por fin liberó grandes reservas de arroz acopiadas por si los japoneses invadían Assam, la hambruna acabó... tras tres millones de muertes. No es un hecho muy conocido, pero en la puerta de los clubes de Calcuta donde los oficiales británicos descansaban o planeaban quiméricas ofensivas, los parias morían a miles.
En la posguerra, cuando volvió al poder también volvió a sus ínfulas imperiales, y de nuevo tuvo mucho que decir en lo de Suez (aunque cuando se produjo la crisis se había tenido que retirar por motivos de salud), que fue la puntilla para los imperios coloniales francés y británico.
Todo esto es histórico ¿seguro que no exagero con Churchill?
