La Pugna Continuación de "El Visitante"

Los Ejércitos del mundo, sus unidades, campañas y batallas. Los aviones, tanques y buques. Churchill, Roosevelt, Hitler, Stalin y sus generales.
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reytuerto
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La Pugna Continuación de "El Visitante"

Mensaje por reytuerto »

Lo tengo en MOBI, a vuestra entera disposicion, si es que no viola ningun copyright.


La verdad nos hara libres
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Domper
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La Pugna Continuación de "El Visitante"

Mensaje por Domper »

reytuerto escribió:Lo tengo en MOBI, a vuestra entera disposición, si es que no viola ningún copyright.


Teniendo en cuenta que tengo los dos en papel (y por tanto tener una versión electrónica creo que no sería hacer nada malo, sería como si me lo escanease), y como están en el fondo de no sé qué caja, no me vendrían nada mal.

Saludos



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Mensaje por Domper »


El periplo del Nadir había cosechado ocho barcos, seis de los cuales navegaban hacia España —aunque más adelante sabríamos que el Aegeon acabaría siendo hundido en el golfo de Cádiz por un submarino inglés—. Apenas nos quedaba combustible, y por las escuchas sabíamos que media Royal Navy iba en nuestra caza. Era el momento de volver a casa. Pero yo no lo haría en el Nadir, sino que iba a comandar el Park. El comandante Lostau me cedió dieciséis hombres y al guardiamarina Atienza. Justos íbamos a estar para cubrir las guardias, y tampoco iban a andar muy sobrados en la sala de máquinas, porque el Park normalmente requería una dotación triple. Pero mis hombres eran buenos marineros, procedentes de la marina mercante o pescadores, todos ellos en el retiro forzoso a causa del bloqueo inglés. También contaría con tres artilleros para cubrir el cañón de cubierta del Park, una antigüedad de cuatro pulgadas que seguro que había navegado en algún viejo crucero decimonónico. No tan bueno era que como en el Nadir con tanto prisionero iban apretados como piojos en costura, recibí un obsequio en forma de cuarenta detenidos y seis infantes de marina para custodiarlos. Distribuir las guardias entre solo dos oficiales era buena receta para el agotamiento, pero no había otro remedio. Los tres artilleros pasaron a actuar como serviolas. Los infantes de marina no solo tendrían que vigilar a los prisioneros, que encerrados en un sollado poco mal podrían dar, sino a mis marineros, que la guerra civil estaba demasiado cercana y podríamos tener algún garbanzo negro.

Emprendimos el retorno acompañando al Nadir, lo que al menos nos ahorraba tener que calcular la ruta. El Mowinckel y mi Park nos separábamos durante el día todo lo posible, él al norte y nosotros al sur, manteniendo el contacto visual: era la forma de explorar mayor superficie oceánica y de poder comunicarnos sin usar la radio, instrumento peligroso en aguas cercanas a Inglaterra. Solo tenía autorización para usar la radio en caso de emergencia vital que no pudiese solucionarse con otros medios, y conociendo la trayectoria de Don Alfredo Lostau, no sé si existían situaciones que pudiesen calificarse así.

Durante la primera parte del viaje no vimos nada. El cuarto día amaneció algo neblinoso. Acababa de empezar la guardia de mediodía cuando uno de los artilleros me tomó del brazo y me dijo:

—Don Víctor, me parece que por allí hay algo.

No eran formas de avisar de un avistamiento, pero me callé y me acerqué al alerón del puente. A simple vista observé una columna de humo, y con los prismáticos pude ver que la producía un barco bastante grande que tendría que haberse visto mucho antes, pero preferí no abroncar al artillero metido a serviola, que bastante había hecho con verlo. Le ordené que llamase a Atienza, y cuando llegó al puente le pedí que avisase al Nadir con señales luminosas. Desde el Nadir respondieron con la señal que significaba "emprendo la caza". Según los planes previos, nosotros y el Mowinckel teníamos que acercarnos y mantenernos a la espera.

Vi al Nadir pasar ante nosotros a toda máquina, persiguiendo al contacto, que seguía su ruta ignorando que tenía compañía. Al poco tanto el contacto como el Nadir desaparecieron en la neblina. Pero lo que me alarmó era que al Mowinckel tampoco se le veía por ninguna parte. Tal vez la niebla fuese más densa por el norte, pero quien sabe. Por si las moscas ordené a los artilleros que cubriesen el cañón, y alerté a los infantes de marina. Yo tomé del armero el pistolón más grande que encontré, y entregué otro a Atienza. Preparado para lo que pudiese pasar yo emprendí mi propia caza.
Última edición por Domper el 12 Ago 2015, 22:51, editado 1 vez en total.



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kaiser-1
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Mensaje por kaiser-1 »

Espero que el Park cuenta con una buena cantidad de botes salvavidas, porque con los antecedentes del capitán :pena:


- “El sueño de la razón produce monstruos”. Francisco de Goya.
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Mensaje por Gaspacher »

Aun de ser un pesquero el que choco con la mina las posibilidades de descubrir el campo de minas por un único hundimiento, sobre todo siendo el campo tan pequeño, juega en contra de los británicos. Por ejemplo un crucero auxiliar germano hundió alrededor de media docena de mercantes en Australia tras minar uno de sus puertos.

En cuanto a actuar en aguas del ártico, todo es posible, pero dudo que Lostau supiese que los cruceros alemanes actuaban en esas aguas como para evitarlas, y de saberlo también es raro que no existiesen códigos de reconocimiento entre las flotas aliadas.

Para patrulleros o dragaminas existen los pesqueros a vapor de bajura, los tipo Vigo construidos en los astilleros Barreras, que tan buenos resultados dieron a las marinas de la Entente durante la Gran Guerra, los bous del cantábrico pueden ser más semejantes a algunos de los modelos de cazasubmarinos que los británicos pusieron en servicio durante la ww2.


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Mensaje por Domper »

Varias cuestiones:

– Respecto a las posibilidades de que un pesquero encuentre una mina, las actividades de los pesqueros parecen encaminadas a encontrarlas: trabajan en aguas no muy profundas, y hacen grandes “barridos”, en el caso de la pesca de sardinas (como se hacía en Walvis Bay en la época) con aparejos de cerco. De hecho durante la Gran Guerra se encomendó a los pescadores la búsqueda de minas, y para evitar su remoción con facilidad (y para hacérselo pasar más a los dragaminas aficionados) se pusieron sistemas de anclaje, etcétera, que hacían detonar las minas a la mínima. Si unos pescadores encuentran una mina hay por desgracia suficientes boletos para que consigan una cita con San Pedro.

– Sobre los campos de minas, de todo hubo, pero lo habitual era que en cuanto un buque tocaba una mina el puerto se cerrase hasta que se investigaba la presencia de otros artefactos. Además la zona del Cabo de las Agujas recibió frecuentes visitas de minadores durante las dos guerras, y por eso me parece razonable pensar que pronto llegarían los dragaminas a Walvis Bay, a un par de días de navegación.

– Respecto a los códigos de reconocimiento entre buques de diferentes marinas, yo no apostaría por ellos, al menos a la luz de lo ocurrido en la LTR, donde hasta hubo casos de submarinos alemanes que atacaron a forzadores del bloqueo con su misma bandera. Hubo casos de encuentros de corsarios, pero fueron “citas” organizadas desde Alemania. Teniendo en cuenta la inseguridad de las claves (que en esta historia se han puesto de manifiesto), y que en la LTR Alemania no cedió a sus aliados sus equipos de cifrado más avanzados (Italia o España tuvieron que conformarse con variantes de la Enigma comercial, sobre todo los mensajes españoles eran leídos casi de corrido por los ingleses), yo no organizaría una cita en alta mar entre un corsario alemán y otro español.

– Efectivamente, había muchos modelos de pesqueros que podían dar buen resultado en misiones auxiliares. Los británicos usaron esos pesqueros convertidos (los “Trawler”) en gran número, en teoría como antisubmarinos, pero muchas veces como buques de rescate, etcétera. Como antisubmarinos lastra a los pesqueros la baja velocidad y lo ruidosísimo de sus motores, pero pueden ser muy efectivos en aguas confinadas (las entradas de los puertos, o los accesos a Gibraltar). Como dragaminas pueden hacer buen papel, pero también pueden servir como patrulleros, para guiar a otros barcos por los campos de minas, etcétera. Además yo no olvidaría que en el Mediterráneo había muchos carpinteros de ribera, casi en cada puerto, que podían construir barcos de madera (material no estratégico), de ciertas dimensiones (de 15 metros o más) que eran movidos por cafeteras que eran poco más que un motor de camión. Esos barcos podían hacer buen papel buscando minas magnéticas, que los ingleses también tenían desde el principio de la guerra, aunque en pequeño número. Más adelante esos carpinteros de ribera podrían fabricar pequeñas lanchas de asalto.

Saludos



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Lucas de Escola
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Mensaje por Lucas de Escola »

Respecto a las posibilidades de que un pesquero encuentre una mina, las actividades de los pesqueros parecen encaminadas a encontrarlas


Minas y...bombas nucleares. Y si no que le pregunten a "Paco el de la bomba", en Palomares. :militar21:
¿O ya murió?

Perdón por el apunte intrascendente.


Un plan que no puede modificarse, no es un buen plan.
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Mensaje por Domper »


Cinco horas tardé en ponerme a la par del petrolero, sin que me terminase de creer que había conseguido encontrarlo. La visibilidad había disminuido durante la tarde y ahora era de menos de una milla. En estas condiciones, encontrar al Mowinckel era como hallar la proverbial aguja del pajar.

Pensé que si en el petrolero se había producido un motín, temerían sobre todo al Nadir, y pensarían que nosotros éramos inofensivos. Por lo que intentarían poner la mayor distancia posible entre ellos y el crucero auxiliar, tomando el rumbo contrario. En la carta marqué su última posición conocida, luego un rumbo inverso al del Nadir, y tracé la derrota que nos llevaría a interceptarlos. Nos dirigimos al norte y nos adentramos en la neblina, en la que intentaban penetrar los prismáticos de los artilleros. Llegamos a la posición que había estimado y nada ¿habían sido más inteligentes los amotinados de lo que pensaba? Porque en ese caso bastaba con cualquier variación del rumbo para que se perdiesen en la niebla. Pero también pensé que había hecho mis cálculos pensando que el petrolero navegaría a su máxima velocidad pero ¿y si algo la limitaba? Puestos a buscar, tampoco sería mala idea recorrer en dirección inversa el rumbo que pensábamos que iba a seguir el Mowinckel. Ordené caer a babor hasta arrumbar a 150°. En la siguiente hora no vimos nada, y ya desesperaba, cuando de un banco de niebla vimos surgir una forma baja. Por el motivo que fuese el petrolero solo se movía a siete nudos y lo habíamos adelantado. Nos pusimos a su par y con el megáfono ordené que se detuviesen, mientras el cañón apuntaba contra su puente. Entonces el guardiamarina Atienza llegó corriendo:

—¡Don Víctor, están emitiendo una llamada de auxilio!

No me lo pensé y ordené disparar. Aun estando a solo unos cientos de metros el primer proyectil pasó alto, pero el segundo estalló en la chimenea, y el tercero arrancó la antena de la radio. Vimos agitación en el puente, y alguien agitó un trapo blanco mientras el Mowinckel perdía arrancada.

A toda prisa preparé un trozo de abordaje que yo mismo dirigirí, con los tres artilleros, dos infantes de marina y cuatro elementos de confianza. En un bote nos acercamos al costado del petrolero, y ascendí por la escala de gato que nos lanzaron. Salté a cubierta empuñando el pistolón y corrí al puente. Allí me encontré un espectáculo no apto para estómagos delicados: un muerto por su propia mano, que aun empuñaba una pistola y cuyos sesos salpicaban el puente. Había manchas de sangre más antiguas y marcas de proyectiles, pero no encontré ningún otro cadáver. Vi un hombre temeroso en un rincón, y entre sus sollozos entendí que el culpable de todo era el muerto. Ya veríamos. Envié a mis hombres a registrar el barco, con la orden de enviar a todo el mundo a cubierta. A medida que subían mis infantes los registraban en busca de armas y les hacían sentarse con las manos en la cabeza. Uno de mis marineros de confianza trajo a una docena de hombres que había encontrado en un camarote cerrado. Supuse que eran españoles leales, e interrogué a uno que llevaba galones de suboficial, que me relató lo ocurrido.

Yo temía que hubiese garbanzos negros en mi olla, pero estaban en la del Mowinckel: un cabo de mar, veterano de la guerra civil en nuestra Armada, pero que rumiaba odios. Ese traidor consiguió que se le uniesen unos cuantos de esos descontentos que hay en todas partes, y se las arreglaron para ser incluidos en una dotación de presa. Se prepararon para amotinarse y tomar el control del barco capturado, pero la fiesta casi se les agua al ver que el petrolero tenía que seguir al lado del Nadir. Pensaron en intentar su jugada durante algún temporal, si tenían suerte y se producía, pero la fortuna se les alió cuando vieron al Nadir perderse en la niebla. No desaprovecharon la oportunidad, abrieron el armero, del que habían conseguido una llave, e inmediatamente asaltaron el puente. El teniente Rovira, al mando de la presa, intentó defenderse, pero le cosieron a tiros. Luego los amotinados liberaron a los prisioneros y les ofrecieron la libertad a cambio de su ayuda. Hicieron lo mismo con los miembros de la dotación que creían afines, y al resto los recluyeron en un camarote. Un valiente había conseguido vaciar una caldera, y aunque le había costado la vida había limitado temporalmente la velocidad del petrolero y nos había permitido encontrarles.

Me dirigí a los presos, poniéndoles las cosas claras: el motín era un crimen capital, y después de haber asesinado a los oficiales me daban ganas de hacerles saltar a todos por la borda. Aunque los prisioneros ingleses cumplían su deber intentando escapar, al unirse a una banda de asesinos se ponían al margen de las leyes de la guerra. Lo repetí en el pobre inglés que conocía, y en seguida uno de los ingleses se adelantó, muy digno, gritándome una parrafada que apenas comprendí, pero de la que entendí que el tipo no aceptaba mi autoridad. El muy gallito se estaba dando cuenta de que me estaba tirando un farol, ya que solo podía contar con la lealtad de media docena de hombres, enfrentados a casi un centenar entre prisioneros, antiguos miembros de la tripulación panameña y amotinados.

Solo había una forma de solucionar el problema. Desenfundé la pistola, la amartillé y le apunté. El tipo valeroso era, pero listo no, y dio otro paso. Apreté el gatillo y le metí cinco gramos de plomo en el pecho. El inglés se desplomó, y yo, empuñando la automática, repetí lo mismo: los prisioneros ya no lo eran, sino solo amotinados, y si querían evitar una corte marcial tenían que señalar a los cabecillas del motín. Unos pocos señalaron a otros a quienes ordené poner grilletes. Luego había que lidiar con los panameños, cuya situación legal era bastante más dudosa: tras haber visto que no me había andado con bromas con los ingleses, que estaban protegidos por la Convención de la Haya, los hispanoamericanos se mostraron muy colaboradores, y tras señalar a dos de ellos, que también fueron encadenados, se ofrecieron a ayudarme a navegar el petrolero. Me guardé muy mucho de confiar en ellos y los metí en un sollado. Con los españoles hice lo mismo, pero encadenados: sería una corte marcial quien distinguiese entre ellos. Solo me fiaba de los que habíamos encontrado encerrados, y no del todo.

Devolví el trozo de abordaje al Park, quedándome solo con los dos infantes y con los marinos liberados, supuestamente de confianza, a los que entregué las armas que había encontrado. Temiendo que la llamada de auxilio hubiese sido captada, ordené a Atienza que me siguiese con el Park y me dirigí al encuentro del Nadir. Tardamos seis horas en hallarlo. Me puse a la par del crucero auxiliar, al que acompañaba otra presa, e indiqué al capitán Lostau que era el Mowinckel el que había emitido una llamada de socorro. Sin perder tiempo, los cuatro buques nos dirigimos hacia el oeste para despistar a posibles perseguidores, luego al sur y de nuevo, al este. Solo al día siguiente pude pasar al Nadir. Expliqué al capitán lo ocurrido, y me felicitó, y de paso refrendó mis actuaciones en el petrolero, incluyendo el disparo al prisionero. Me confirmó en el mando del Mowinckel y, tras cederme veinte hombres más, incluyendo ocho infantes de marina y otro alférez, me dijo que no iba a correr el riesgo de dejar que los buques fuesen independientemente hacia la Península, sino que navegaríamos en conserva hasta nuestro destino.

Llegábamos a la parte más peligrosa del viaje, cerca de las nuevas bases inglesas en Portugal y al alcance de la Royal Navy y de la R.A.F. Para ponerles las cosas difíciles rodeamos Madeira muy por el norte, y luego arrumbamos hacia Poniente, manteniéndonos alejados del Cabo San Vicente. En lugar de dirigirnos hacia Gibraltar, lo hicimos hacia Casablanca, el principal puerto en Marruecos de nuestro renuente aliado francés. No llegamos a entrar, porque fuimos convocado a una cita que nos alegró: a la altura de Rabat nos encontramos con una agrupación naval que nos iba a proteger durante las últimas millas: dos cruceros pesados italianos, el Trento y el Bolzano, y ¡el Almirante Cervera! Llenos de orgullo nos dejamos escoltar por esos nombres tan familiares: Císcar, Lepanto, Jorge Juan, Churruca, Ulloa. La arribada, que tanto temíamos, fue como un desfile. En las últimas millas dos bous armados nos escoltaron. Entramos en Cádiz el día de Todos los Santos entre las ovaciones de la multitud.



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Mensaje por kaiser-1 »

Y los sustos que se llevan aún hoy en día pesqueros por el Levante encontrando cositas que hacen pum.


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Mensaje por Gaspacher »

Dudo mucho que fuese en el puerto... la bahia si seria mas probable.

Primero habria que saber que se trataba de una mina pues podia deberse a otras causas; ataque con torpedo, explosion fortuita, accidente por pesca con dinamita...

El problema en la historia de Lostau es que si conoce que los alemanes operaban alli, se deduce que la cooperacion hispano germana estaba muy desarrollada y no se comprende la falta de codigos. Si por el contrario no habia cooperacion no sabria de la presencia de los alemanes en aguas del artico, y por lo tanto esta renunciando a presas de indudable valor.

Los trawler irian justitos para escoltar convoyes por su inadecuada velocidad, pero España no tiene convoyes que proteger y si mucha costa que patrullar para impedir que los submarinos enemigos actuen y por ejemplo, minen sus aguas

Slds


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Mensaje por Domper »

A vuelapluma:

Desde luego que las minas se plantarían en la bahía. A esa podía sser un submarino, pero también podría haber supervivientes que dijesen algo.

Respecto a lo de la cooperación, en la LTR no se produjo. Bastante sería que se les dijese "cuidadín que por ahí ronda el Penguin" ¿Códigos de reconocimiento, citas? Improbable.

Saludos



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Mensaje por APVid »

¿España no podría enviar un velero con motor al Pacífico como corsario?

En plan Seeadler, un barco de vela con autonomía absoluta, que pueda deslizarse vía Cabo de Hornos al Pacífico, con el motor para los ataques.
Solo necesitaría algún reaprovisionamiento de alimentos que podría lograrse en Suramérica pues el combustible estaría controlado por los servicios de inteligencia pero la comida no.

Una vez allí operar en los archipiélagos del Pacífico (España y Alemania tienen cartas nauticas de sus antiguas colonias) o en la costa occidental de Canada. Si empiezan a desaparecer pesqueros o pequeños barcos de cabotaje en esa zona empezarán a ponerse nerviosos porque pensarán en una base de submarinos o de un crucero corsario.


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Mensaje por Gaspacher »

Supervivientes en el pesquero... tal vez pero poco probable, no solo por chocar con una mina con una embarcación de tamaño moderado, sino también por los tiburones que abundan en aquellas aguas.

Precisamente si no hay tal colaboración Lostau no sabría que los alemanes andaban por allí, pero si que los balleneros eran una presa suculenta...


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Mensaje por Domper »

APVid escribió:¿España no podría enviar un velero con motor al Pacífico como corsario?

En plan Seeadler, un barco de vela con autonomía absoluta, que pueda deslizarse vía Cabo de Hornos al Pacífico, con el motor para los ataques.
Solo necesitaría algún reaprovisionamiento de alimentos que podría lograrse en Suramérica pues el combustible estaría controlado por los servicios de inteligencia pero la comida no.


El Seeadler solo atacó los veleros que hacían la ruta del Cabo de Hornos y que aun se usaban en 1917; pero en 1941 ni había veleros de ese porte en España, ni podían esperar dar caza a nada. Los corsarios, a motor.

Saludos



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Mensaje por APVid »

Estoy pensando en buques de vela con motor para economizar durante los viajes.

La marina dispone de dos, sus buques escuela, puede enviar al Galatea, que tenía 4 piezas de 151 mm, al Pacífico navegando a vela y allí aprovechar sus motores en los ataques (dos motores que al máximo creo que superaban 10 nudos) suficiente para cazar pesqueros, cargueros pequeños y mercantes isleños, y el pequeño consumo de diesel en esos ataques lo recupera de sus presas.

La ventaja es que un velero no parece una amenaza en esta época con lo que podría acercarse.
Luego ocultarse con sus presas en los archipiélagos del Pacífico hasta nuevos ataques.


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