Crisis. El Visitante, tercera parte
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Crisis. El Visitante, tercera parte
Royal Indian Navy en 1942
La Royal Indian Navy en DeviantArt
La Royal Indian Navy era una pequeña fuerza naval, nominalmente dependiente del Dominio de la India, pero en la práctica subordinada a los británicos. En 1939 solo tenía ocho unidades de pequeño porte, apenas aptas para actuar como guardacostas, pero que se expandió durante la Guerra de supremacía. En 1942, cuando se produjo el motín de Bombay que llevó a la sublevación de la colonia, los dos buques de mayor parte eran el HMIS Jumna y HMIS Sutlej, de la clase Bittern, que habían entrado en servicio pocos meses antes. Durante la sublevación gran parte de las unidades se amotinaron y se dirigieron hacia Adén, pero varias fueron recapturadas o hundidas por los ingleses.
Dibujos cortesía de reytuerto
Saludos
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La Royal Indian Navy era una pequeña fuerza naval, nominalmente dependiente del Dominio de la India, pero en la práctica subordinada a los británicos. En 1939 solo tenía ocho unidades de pequeño porte, apenas aptas para actuar como guardacostas, pero que se expandió durante la Guerra de supremacía. En 1942, cuando se produjo el motín de Bombay que llevó a la sublevación de la colonia, los dos buques de mayor parte eran el HMIS Jumna y HMIS Sutlej, de la clase Bittern, que habían entrado en servicio pocos meses antes. Durante la sublevación gran parte de las unidades se amotinaron y se dirigieron hacia Adén, pero varias fueron recapturadas o hundidas por los ingleses.
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Crisis. El Visitante, tercera parte
El raid del Índico
Lemonnier no quería permanecer ante Bombay, donde corría el peligro de ataques aéreos o submarinos, y en cuanto Lumley capituló los buques franceses se hicieron a la mar, quedando solo el Mameluk y el Adroit para proteger a los británicos de las iras de los hindúes. Con el resto de las unidades Lemonnier pretendía barrer la costa oeste de la India para acabar con la navegación costera. Primero se dirigió hacia el norte recorriendo el golfo de Cambay, y en las cercanías del estuario del río Tapti acabó con un pequeño convoy costero que se dirigía a Surat, donde los ingleses que aun resistían estaban pasando dificultades. Estaba compuesto por seis pequeños mercantes escoltados por el patrullero Jamnagar y por dos lanchas cañoneras. El Jamnagar intentó proteger a los mercantes, pero se convirtió en objetivo de los veteranos cañones del Marseillaise, y fue rematado por un torpedo del Hardy. Las dos lanchas escaparon, y los mercantes depusieron su bandera. La destrucción del convoy acabó con la resolución de los defensores de Surat, que estaban sometidos a los bombardeos de los aviones del Pacto, y se rindieron en condiciones similares a las de Bombay.
Los destructores Cassard y Valmy escoltaron a los barcos capturados hasta Bombay, donde había llegado Lemonnier el día anterior. Allí se unieron al Adroit y al Mameluk, ya que a la ciudad ya habían llegado fuerzas francesas transportadas por hidroaviones, cuya misión sería garantizar la seguridad de los rendidos. Hubo momentos tensos entre nacionalistas hindúes y franceses, y finalmente se estableció una zona de seguridad en el extremo occidental de la península de Colaba.
El escuadrón de Lemonnier permaneció en Bombay tres días, aprovechando las instalaciones navales británicas para llenar los depósitos de sus destructores, y posteriormente partió hacia el sur, aunque solo encontró algunos pesqueros que enarbolaban banderas hindúes, ya que los buques británicos se habían refugiado en los puertos de la costa. Al día siguiente Lemonnier llegó hasta Goa, la colonia portuguesa que estaba en manos de los oliveristas aliados de los ingleses. Allí se enfrentó al cañonero Afonso de Albuquerque, que combatió valientemente pero tuvo que embarrancar tras ser repetidamente alcanzado por el Suffren. Después el francés partió hacia el sur, hacia Mangalore. De nuevo encontró la costa vacía, pero la presencia de los franceses ante el puerto resultó crucial para los sublevados, que consiguieron arrebatar a los ingleses el puerto, capturando una decena de pequeños mercantes de cabotaje que se habían refugiado en la rada. Al día siguiente el escuadrón francés se presentó ante Calicut y Mahé, dos pequeños enclaves franceses. Las autoridades locales se habían mantenido indecisas, pero al acercarse la escuadra proclamaron su adhesión a París.
Lemonnier apenas permaneció unas horas ante Mahé, pues no quería acercarse más a Ceilán; en la gran isla la situación era confusa ya que la población tamil de la isla había declarado la huelga general, pero el almirante francés temía encontrarse con los dos portaaviones británicos. No sabía que ya no estaban en Ceilán, sino que se habían retirado a Singapur donde les esperaban veinte torpederos Vildebeest y otros tantos bombarderos en picado Curtiss Helldiver, que habían sido llevados a la base por el transporte de hidroaviones Langley.
Mientras los barcos franceses habían partido de Mahé hacia el sur, pero en cuanto oscureció pusieron rumbo a Mogadiscio, capital de la Somalia italiana, donde entraron cuatro días después.
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Crisis. El Visitante, tercera parte
Un pequeño cambio. Los dos últimos párrafos quedan así:
Lemonnier apenas permaneció unas horas ante Mahé, pues no quería acercarse más a Ceilán; en la gran isla la situación era confusa ya que la población tamil de la isla había declarado la huelga general, pero el almirante francés temía encontrarse con los dos portaaviones británicos. No sabía que ya no estaban en Ceilán, sino que estaban doblando el cabo de Buena Esperanza para incorporarse a la Home Fleet. El francés tampoco conocía que Ceilán estaba casi indefensa ya que la mayor parte de los aviones británicos en la India habían sido destruidos, y la difícil situación en Europa impedía enviar refuerzos.
Mientras los barcos franceses habían partido de Mahé hacia el sur, pero en cuanto oscureció pusieron rumbo a Mogadiscio, capital de la Somalia italiana, donde entraron cuatro días después.
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Lemonnier apenas permaneció unas horas ante Mahé, pues no quería acercarse más a Ceilán; en la gran isla la situación era confusa ya que la población tamil de la isla había declarado la huelga general, pero el almirante francés temía encontrarse con los dos portaaviones británicos. No sabía que ya no estaban en Ceilán, sino que estaban doblando el cabo de Buena Esperanza para incorporarse a la Home Fleet. El francés tampoco conocía que Ceilán estaba casi indefensa ya que la mayor parte de los aviones británicos en la India habían sido destruidos, y la difícil situación en Europa impedía enviar refuerzos.
Mientras los barcos franceses habían partido de Mahé hacia el sur, pero en cuanto oscureció pusieron rumbo a Mogadiscio, capital de la Somalia italiana, donde entraron cuatro días después.
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Crisis. El Visitante, tercera parte
El bombardeo de las Seychelles
Tras el combate de Mori y la retirada de la Eastern Fleet, incluyendo sus submarinos (que como los portaaviones habían sido llamados a Europa) el Índico había quedado abierto a la navegación del Pacto. Los destructores del escuadrón italiano aprovecharon las operaciones de Lemonnier para escoltar un importante convoy destinado a Mogadiscio. Los ocho barcos (que eran veteranos de Mogador) llevaban provisiones y municiones, y ante la ausencia de oposición continuaron su viaje hasta Kismayo, donde dejaron municiones y provisiones destinadas a la proyectada invasión de Kenia. En Mogadiscio se quedaron tres petroleros y dos mercantes de bandera francesa, que llevaron las municiones y el combustible que necesitaba el escuadrón francés. Tres días después partió, ostensiblemente en dirección a Mombasa, que había sido reconocida por hidroaviones franceses.
Sin embargo Lemonnier prefería no acercarse a la costa de Kenia, en la que la RAF aun era activa; el movimiento era otra finta ya que el objetivo real eran las islas Seychelles. De nuevo el francés logró la sorpresa y el primer aviso de su llegada fueron los proyectiles que empezaron a caer sobre el puerto y el aeródromo de Victoria, la capital de Mahé, la isla principal (no debe confundirse con la ciudad hindú del mismo nombre). Los cañones de seis pulgadas del Ceylon Garrison Artillery libraron un duelo contra el crucero Suffren; el crucero fue tocado dos veces sin serias consecuencias, pero el fuego naval dirigido por hidroaviones de observación fue letal. Mientras el Foch anuló el aeródromo, y el Marseillaise cañoneó el de la cercana isla de Grand Anse. Una vez suprimidas las defensas los franceses prosiguieron con la destrucción de la base naval y de los barcos atracados. Uno de ellos, el Empire Dabchick, que entre otras cargas transportaba cuatro cañones antiaéreos y doce toneladas de munición, estalló al recibir un proyectil del Mogador. La explosión partió al buque por la mitad, y aunque no causó daños en tierra levantó una columna de humo que ocultó los objetivos a los apuntadores franceses. Lemonnier no quería cañonear la ciudad indiscriminadamente y ordenó que cesase el fuego.
Tras el bombardeo los destructores franceses barrieron las aguas cercanas, capturando tres pequeños cargueros. Después Lemonnier partió aparentemente hacia el norte pero varió al oeste en cuanto estuvo fuera de las vistas desde tierra. Esta vez su objetivo era proteger un importante convoy destinado a Madagascar, que transportó combustible, municiones, un escuadrón de bombarderos Leo 451 y otro de cazas de largo alcance Potez 670. La presencia de aviones franceses en Madagascar y en las Comores cerró el canal de Mozambique salvo a los convoyes protegidos, de tal manera que Kenia y Tanzania quedaron prácticamente aisladas. Después de tres semanas de provechoso crucero Lemonnier volvió hacia Adén. Había arrebatado a los ingleses el control de otro océano.
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Crisis. El Visitante, tercera parte
A Savely le enfadaba haber sentido miedo. Por primera vez desde que había llegado a Berlín creyó que no podría escapar, y si lo había logrado era porque los fascistas eran tan tontos que no habían asegurado las entradas de la estación. Pero sabía que ese error ya no se repetiría.
Iba a entrar por la boca del U-Bahn cuando pensó que era probable que los vigilantes estuviesen esperándole. Hubiese sido mucha casualidad que solo estuviese siendo controlada la Hauptbahnhof, y siendo tan tarde habría pocos viajeros entre los que pasar desapercibido. Decidió no emplear el metro y procurando no hacer gestos excesivos se arrodilló en la boca como si fuese a atarse un zapato, y luego siguió su marcha por las calles sin llamar la atención.
Tenía que llegar al edificio antes de que amaneciese o el portero lo vería entrar, pero no iba a ser fácil. Cruzar el Tiergarten por la noche sería expuesto porque los policías buscarían mendigos que respondiesen a su descripción. Aun así, más peligroso sería acercarse al vigilado barrio gubernamental, y no iba a tener tiempo para rodear el parque por el otro lado. No tuvo otra opción que arriesgarse. Caminó por el populoso Moabit intentando escudarse en las sombras y después cruzó el Spree para internarse en el Tiergarten. La suerte le acompañó porque empezó a caer un aguanieve que alejaría a inoportunos mirones. Cruzar bosques a oscuras era una especialidad de Savely, y el Tiergarten no era sino una variante especialmente ordenada. Minutos después llegó al puente del canal, otro paso peligroso pero que encontró vacío, y finalmente pudo llegar al edificio. Con cuidado abrió la puerta trasera y subió por las escaleras.
Cansado tras una noche de tensión no se fijó en el rastro de barro que dejó en la entrada y en la escalera.
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El escuadrón español del Índico
La imagen a la escala original en DeviantArt.
Aunque el grueso de la reducida Armada Española actuó principal-mente en el Atlántico durante la Guerra de Supremacía, también destacó buques al Índico. A principios de 1942 el escuadrón español del Índico, mandado por el contralmirante Agacino, estaba compuesto por el crucero Navarra y los destructores Ceuta, Melilla, Huesca y Teruel. Eran unidades viejas, con máquinas en mal estado, pero que prestaron un meritorio servicio apoyando las operaciones anfibias del Pacto.
Dibujo cortesía de reytuerto
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Aunque el grueso de la reducida Armada Española actuó principal-mente en el Atlántico durante la Guerra de Supremacía, también destacó buques al Índico. A principios de 1942 el escuadrón español del Índico, mandado por el contralmirante Agacino, estaba compuesto por el crucero Navarra y los destructores Ceuta, Melilla, Huesca y Teruel. Eran unidades viejas, con máquinas en mal estado, pero que prestaron un meritorio servicio apoyando las operaciones anfibias del Pacto.
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El escuadrón del almirante Lemonnier en el Índico
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El grueso de la flota del Pacto en el Már Rojo y en el Índico estaba formado por la marina francesa y estaba compuesto por el acorazado rápido Strasbourg, el más viejo Provence (que solo operó en misiones de apoyo artillero), los cruceros Algérie, Suffren, Foch y Marseillaise, y varios destructores. Con el gallardete del almirante Lemonnier realizó un afortunado crucero por el Índico que expulsó a los británicos de Arabia y debilitó su posición en la India y en África oriental.
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El grueso de la flota del Pacto en el Már Rojo y en el Índico estaba formado por la marina francesa y estaba compuesto por el acorazado rápido Strasbourg, el más viejo Provence (que solo operó en misiones de apoyo artillero), los cruceros Algérie, Suffren, Foch y Marseillaise, y varios destructores. Con el gallardete del almirante Lemonnier realizó un afortunado crucero por el Índico que expulsó a los británicos de Arabia y debilitó su posición en la India y en África oriental.
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—¡Policía! ¡Abra!
—Señor policía, este es un vecindario decente y…
—¿Es usted el portero?
—Sí, señoría, y soy un alemán leal que…
—Deje de decir tonterías y acompáñeme —salieron los dos a la calle y el policía le señaló unas ventanas, preguntando— ¿Cuándo han reparado esas ventanas?
—Hará quince días. Es que una bomba que calló cerca…
—Ábranos ese departamento.
—Señoría, es de Herr Lange que…
—¿Le he preguntado de quién era? Ábralo inmediatamente si no quiere acompañarnos a la Prinzalbrechtstrasse…
El portero corrió solícito a por las llaves. Mientras la patrulla se preparó: dos hombres se quedaron en el portal, otros dos vigilaron el patio interior, y cuatro subieron por las escaleras. Cuando el portero abrió la puerta, se apartaron a ambos lados y solo al ver que nadie respondía entraron en tromba. Encontraron a Herr Lange en la cama, intentando tapar a una joven opulenta que no parecía Fraulein Lange.
A la patrulla solo le quedaban otros veinte pisos por registrar.
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Otro magnífico dibujo de reytuerto
INS Clive
El INS Clive en DeviantArt con la resolución original.
El Clive fue un cañonero ordenado por el programa de emergencia durante la Gran Guerra, pero que fue construido poco después de acabar el conflicto. SE trataba de un buque de gran porte (2.050 Tn) con líneas de yate, pero con armamento relativamente ligero, dos cañones de 10,2 cm y dos automáticos de 4 cm. Al comenzar la Guerra de Supremacía realizó patrullas antisubmarinas en el mar Arábigo, y en 1942 se encontraba en Bombay cuando se produjo el motín que llevó a la independencia de la India.
En el Clive los marineros hindúes detuvieron a sus oficiales e izaron la bandera del Congreso, pero el crucero británico Diomede le intimó a la rendición. Tras un corto combate el Clive se hundió con cincuenta de sus hombres, pero antes consiguió alcanzar al Diomede en la sala de calderas de popa. Las averías del Diomede le impidieron abandonar Bombay y significaron su perdición cuando días después se presentó el escuadrón francés del almirante Lemonnier.
Aunque le Clive llevaba el nombre de un gobernador británico, la marina de la India dio su nombre a uno de sus destructores lanzamisiles en honor del cañonero y su valiente lucha con el Diomede.
INS Clive
El INS Clive en DeviantArt con la resolución original.
El Clive fue un cañonero ordenado por el programa de emergencia durante la Gran Guerra, pero que fue construido poco después de acabar el conflicto. SE trataba de un buque de gran porte (2.050 Tn) con líneas de yate, pero con armamento relativamente ligero, dos cañones de 10,2 cm y dos automáticos de 4 cm. Al comenzar la Guerra de Supremacía realizó patrullas antisubmarinas en el mar Arábigo, y en 1942 se encontraba en Bombay cuando se produjo el motín que llevó a la independencia de la India.
En el Clive los marineros hindúes detuvieron a sus oficiales e izaron la bandera del Congreso, pero el crucero británico Diomede le intimó a la rendición. Tras un corto combate el Clive se hundió con cincuenta de sus hombres, pero antes consiguió alcanzar al Diomede en la sala de calderas de popa. Las averías del Diomede le impidieron abandonar Bombay y significaron su perdición cuando días después se presentó el escuadrón francés del almirante Lemonnier.
Aunque le Clive llevaba el nombre de un gobernador británico, la marina de la India dio su nombre a uno de sus destructores lanzamisiles en honor del cañonero y su valiente lucha con el Diomede.
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Capítulo 42
La sabiduría más verdadera es una resuelta determinación.
Napoleón Bonaparte
El receptor del U-165 había detectado las emisiones de los escoltas horas antes, y poco después los hidrófonos confirmaron que una masa de buques pasaba al norte de su posición. A pesar del peligro, el submarino elevó sus antenas sobre la superficie y envió un mensaje antes de iniciar la caza.
Ocho horas después, un Fw 200D procedente de Vigo localizó a un gran convoy al este de Terranova, cerca dela posición del último mensaje del U-165. Estaba compuesto por ochenta mercantes grandes, la cuarta parte petroleros, con una veintena de escoltas. Al día siguiente otro Condor encontró un segundo convoy de dimensiones similares, y observó que además de destructores y cañoneros también estaba protegido por cruceros modernos.
No solo los alemanes empleaban aviones de reconocimiento. El mismo día que el Condor descubría al segundo convoy, uno de los Douglas Digby basados en Reikiavik avistó tres grandes barcos en el estrecho de Dinamarca.
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Crisis. El Visitante, tercera parte
Tras volver de Canarias hubo reparto de cruces y medallas, incluyendo la naval para el Bautí —qué suerte tenía el cabroncete— y una colectiva para el Gajuchi. Tampoco me podía quejar porque se había acabado mi sequía medallera y me tocó la cruz del mérito naval con distintivo rojo por el asuntillo del Mowinckel, un pasador por mi papel en el Galicia cuando lo del torpedo britano, y la medalla de sufrimientos por la patria recordando mis desventuras en el Eolo. Tanta chapa era indicio de que se había olvidado mi pasado republicano y que el mando confiaba en darme un mando a flote incluso con mis naufragosos antecedentes. No me costó hacerme con el cañonero —el Gajuchi digo Motril era un primor— y seguí con la flotilla, que no dejaba que creciesen percebes en sus cascos. Pasamos un par de aburridas semanas vigilando el golfo de Cádiz, sin que encontrásemos escualos británicos, que ya no se atrevían a mostrar el morro mejor dicho periscopio por esas aguas. Con todo, esas tediosas singladuras sirvieron para meter un poco de sal en las venas a la banda de gaznápiros de secano que nos había caído. Era lo malo de esos días, que entre la limpia que los rojos hicieron en el escalafón, y la expansión de la Armada con tanto cañonero, ya no bastaba con echar mano de los pescadores y hubo que embarcar a más de uno que nunca había visto la mar.
A la vuelta a Cádiz el capitán Freire nos convocó para decirnos que la flotilla iba a cambiar de aires. Tuvimos dos días tras alistar los barcos, que tantas horas en el mar no pasan en balde, y salimos al mar poniendo proa al oeste hasta doblar el cabo de San Vicente, antes de infausto recuerdo pero que ahora traía a la memoria el petardazo que dio el crucero de batalla Repulse obra y gracia de los pepinos del veinte del Canarias. Después barajamos la costa portuguesa y finalmente llegamos a Vigo, que era la nueva base naval en Galicia.
A la Armada, Vigo no le terminaba de gustar. Para algo tenía al lado el Ferrol del Caudillo, esa base que tan buena había sido en la época de la vela. Un tal Pitt, un inglés de la misma raza que Churchill, decía que de tenerla Inglaterra la rodearía con murallas de plata. Sin embargo a los germanos no les llamaba la orfebrería y se decantaron por Vigo, que tampoco era mal lugar. No tenía una entrada tan estrecha como la del Ferrol, que se podía defender con un tirachinas, algo que no se echaba en falta en una época en que el alcance de los cañones pasaba de las veinte millas. Vigo estaba protegida de vientos y mares casi como la ría ferrolana, y podía albergar a todas las marinas del mundo juntas.
Aunque la Armada tuviese querencia al Ferrol y sus factorías, también le interesaba hacer acto de presencia en Vigo, no se fuese a olvidar que su preciosa ría seguía siendo rojigualda. Por eso se convirtió en la base de la flotilla. Cuando llegamos las instalaciones navales aun estaban en mantillas y los pocos muelles estaban atestados de barcos con variados tonos de gris. Los submarinistas tudescos se habían apropiado del muelle de Laxe, a donde habían llevado un dique flotante que usaban para dar una manita de pintura a los sumergibles después de sus singladuras por las procelosas aguas britanas. En el muelle de transatlánticos hacían sus últimos preparativos tres cruceros italianos, los Attendolo, Montecuccoli y Giussano. Barcos que buenos no sé si serían, pero bonitos un rato, que los espaguetis tenían mano para la moda. Bastante mejor que la de los ingenieros españoles, empeñados en hacer cosas que pareciesen mestizos de chalana y garaje con un aire de refinería. Francamente, los responsables del Canarias o del Navarra merecían ser echados por la borda con los honores de ordenanza.
En la base había destructores de todo pelaje, pero el que me saltó a los ojos fue el Álava, que vaya suerte que tenía el Bautí de cabalgar corcel nuevecito. Con tanto barco aparcado la flotilla tuvo que amarrar en Teis, al otro lado del monte de Guía. Un incordio porque para llegar a los tugurios que empezaban a infestar Vigo había que tomar el tren —cuando pasaba, que la línea estaba saturada de mercancías con suministros—, o un autobús cochambroso. Salvo cuando era asunto oficial, que entonces se acercaba un coche de la capitanía.
No estuvimos mucho en la ría viguesa. Aun no nos habíamos hecho a nuestro nuevo aposento cuando llegaron un par de coches, augurio de tiempos interesantes. Nos llevaron a un teatro vigilado por una porrada de centinelas para espantar moscones con orejas largas y también para impedir que saliésemos a escape al saber el marrón que nos iba a caer. Una vez sentaditos —los de la Armada y de las demás marinas delante, los de la mercante detrás— se presentaron las fajas: el contralmirante Leonardi, un italiano que comandaría los cruceros de escolta, y el español Pastor Tomasety, que ya había tenido un distinguido papel haciendo de cebo en Mogador. Tras las presentaciones se desplegó una gran carta del Atlántico para explicarnos nuestra misión. Básicamente se trataba de hacer de gasolineras a flote. Los cruceros, cuatro destructores italianos, cuatro españoles y el grupo de escolta del Vulcano protegeríamos a ocho petroleros, y cuando los chulos de la Combinada se quedasen en la reserva vendrían y nos gritarían «lleno, por favor».
Que los barcos tanque tuviesen escolta de campanillas no gustó a sus capitanes, que sabían que llevar mucho guardaespaldas es signo de que rondan matarifes. También nosotros nos quedamos un tanto mosqueados, que para los submarinos nosotros nos apañábamos, pero si la escolta iba a incluir cruceros a saber qué podría amanecer por ahí. Además nos previnieron que Leonardi igual se acercaba a echar una manita a la combinada, que traducido al cristiano significaba que nos quedaríamos con el cul* al aire. Igual que en Mogador.
Poco más entretenimiento hubo. Un par de gabarras gasolineras se acercaron para llenar de fuel los depósitos, y en la siguiente pleamar salimos por el canal del Norte, precedidos por un patrullero, el Monte Buciero, que nos guio entre los campos de minas. En un santiamén estábamos otra vez en el mar.
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NRP Afonso de Abuquerque
El Abuquerque a su resolución original en DeviantArt (con un texto añadido).
De nuevo, otro dibujo cortesía de reytuerto, que se ha basado en uno de WhyMe.
Saludos
El Abuquerque a su resolución original en DeviantArt (con un texto añadido).
De nuevo, otro dibujo cortesía de reytuerto, que se ha basado en uno de WhyMe.
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Última edición por Domper el 06 Mar 2020, 20:27, editado 1 vez en total.
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HMS Diomede
El HMS Diomede en DeviantArt
De nuevo, un gran trabajo de reytuerto basado en el de Novice y Krakatoa.
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De nuevo, un gran trabajo de reytuerto basado en el de Novice y Krakatoa.
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HMAS Warrego
El Warrego en DeviantArt, con texto adicional.
De nuevo, un excelente trabajo de reytuerto sobre una obra de Rowdy36.
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De nuevo, un excelente trabajo de reytuerto sobre una obra de Rowdy36.
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La reparación de las averías del U-217 estaba previsto que durase dos meses, pero en cuanto el sumergible llegó a Vigo se le indicó que amarrase en el muelle de la factoría Vulcano, donde le cayó encima un ejército de operarios que emprendieron las reparaciones más urgentes. Pocos días después estuvo listo para volver a la mar. La pintura fresca apenas tapaba las marcas de las soldaduras, y al Oberfähnrich zur See Dieter Oster se le comunicó que hasta que no se hiciese una revisión a fondo sería mejor que procurase no bajar de los cien metros. Al alférez poco le agradó ya que para un submarino profundidad era vida, sobre todo porque los ingleses aun no sabían la profundidad máxima a la que podían descender los submarinos alemanes, y sus cargas de profundidad solían estallar inofensivamente por encima. Pero de poco valieron las protestas porque una gabarra cargada de combustible se abarloó al U-217, y varios camiones trajeron torpedos para llenar los estantes. Eran los modernos T3, más fiables, más veloces y con mayor alcance.
Apenas se estibaron los torpedos el U-217 recibió la orden de zarpar. Tenía que navegar a la máxima velocidad posible para apostarse en el canal del Norte de Irlanda. Al alférez le sorprendió que se le exigiese navegar rápido porque sería a costa de la autonomía, pero el pliego de órdenes le autorizaba a repostar del nuevo U-460. Aun con todo, el U-217 iba a llegar dos días tarde a la posición de patrulla. Para acortar Oster ordenó acercarse a la costa irlandesa a pesar del peligro que suponían los aviones de patrulla ingleses. Aun no había llegado a la altura del corredor de Donegal cuando el FuMB 9 Java alertó de la cercanía de un radiotelémetro del tipo aerotransportado, y el submarino tuvo que realizar una inmersión de emergencia. Dos horas después volvió a la superficie pero solo pudo permanecer unos minutos antes de detectar la proximidad de otro avión. Oster se resignó a emplear el desagradable schnorchel. No estaba disgustado del todo, pues el que los ingleses hubiesen vuelto a violar el espacio aéreo irlandés en Donegal era indicio de buena caza.
Como si el enemigo quisiese confirmar las expectativas del oficial, unas horas después el Java detectó las emisiones de varios equipos de gran potencia.
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