Lo oculto de Pearl Harbor
- Capitan rojillo
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Alguien tendra informacion que pueda aclarar el siguiente escrito:
cinco días antes Japón, en vez de atacar a la URSS, como había acordado previamente con Hitler, para abrirle un frente oriental, un segundo frente a Stalin, había atacado en vez a Estados Unidos en Pearl Harbor, por lo que el 11 de diciembre, un día antes de la reunión, el ‘tercer’ Reich tuvo que reaccionar con una declaración de guerra contra Estados Unidos. Para Hitler había comenzado la guerra mundial en el peor momento.
Sería posible que Hitler supiera de los planes japoneses o le cayo de sorpresa dicha acción?, ya que un comentario del Almirante Erich Raeder en el juicio que le realizaran en Nuremberg lo atestiguo.Lo comento por el extracto encontrado.
Extracto tomado de http://www.cartapsi.org/revista/no5/hasam.htm
cinco días antes Japón, en vez de atacar a la URSS, como había acordado previamente con Hitler, para abrirle un frente oriental, un segundo frente a Stalin, había atacado en vez a Estados Unidos en Pearl Harbor, por lo que el 11 de diciembre, un día antes de la reunión, el ‘tercer’ Reich tuvo que reaccionar con una declaración de guerra contra Estados Unidos. Para Hitler había comenzado la guerra mundial en el peor momento.
Sería posible que Hitler supiera de los planes japoneses o le cayo de sorpresa dicha acción?, ya que un comentario del Almirante Erich Raeder en el juicio que le realizaran en Nuremberg lo atestiguo.Lo comento por el extracto encontrado.
Extracto tomado de http://www.cartapsi.org/revista/no5/hasam.htm
Última edición por Capitan rojillo el 20 Sep 2007, 11:00, editado 4 veces en total.
"La guerra es una matanza entre personas que no se conocen, para provecho de personas que sí se conocen, pero que no se matan”. decía Paul Valery.
- Capitan rojillo
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Von Kleist habia comentado que los americanos habian descifrado el codigo diplomatico japones y no el militar, con esto me surge de nuevo la dudad y pongo en tela de juicio el de que los americanos si sabian del ataque a PH, y expongo el caso.
En Noviembre el gabinete del Presidente Roosevelt se habia reunido, entre ellos Cordel Hull, el presidente pregunto en su momento si EU estaba en las posibilidades de hacerle la guerra al Japón y en respuesta le habian comentado que si lo dejaba a respuesta del congreso, esta dilataria demasiado en cuanto a su analisis para obtener la delcración de guerra.
Despues de que le pusieron sanciones y condicones a los japoneses, el 22 de Noviembre se reunen Roosevelt, Hull, (Henry L.) Stimson, (Frank) Knox, (George C.) Marshall y Stark, y empiezan a plantear las posibles defensas que tomarian en caso de un ataque japones, surge de Stimson el comentario de que el problema planteado era el de como hacer que el japon tomara el primer paso.
En Japón el emperador Hiroito reunia al antiguo consejo de jefes de estado, los cuales comentaban que tenian mucho tiempo que no les daban la oportunidad de opinar, Tojo presento un informe (el cual desconozco en que consistia), tres de los antiguos jefes creen que no es conveniente ir a la guerra, entonces el 1 de diciembre los nipones deciden declararle la guerra a los norteamericanos, pero nagano habia sugerido no entregar dicha declaracion a los EU hasta unas cuantas horas o minutos antes del ataque a Pearl Harbour, pero Togo se habia opuesto a dicha acción y comento que se deberia entregar el mensaje el día 7 de diciembre a las 13:00 hrs por Nomura y Kurusu a HUll, la cual era la hora local en Washington.
Entonces los japoneses empiezan a telegrafear por partes el mensaje y como los americanos estaban en posesión de la clave empleada por el Ministerio nipón de Asuntos Exteriores. Desde hacía varios meses sus rápidas máquinas de descifraje les proporcionaban decodificados las informaciones más secretas intercambiadas entre las diversas oficinas japonesas. El presidente y sus colaboradores más íntimos sabían, por lo tanto, lo que se preparaba al otro lado del Pacífico, conocían incluso la primer palabra clave que habian asignado para que se desencadenara el ataque: una indicación metereológica emitida por la Agencia de Prensa JAP: «Viento del Este. ¡Lluvia!».
El día que el presidente americano declaro en el mensaje a la nación de que Japón los habia atacado sin declarar la guerra previamente, eso era verdad,ya que Nomura entrego el mensaje 1 hora despues de haber ocurrido el ataque, pero los americanos debido a que ya habian descifrado el codigo diplomatico japones, sabian con 24 horas de anticipación los planes y Roosevelt ya tenía en su poder el texto de la nota japonesa y declaró, en presencia de un testigo ocular, a (Harry Lloyd) Hopkins: «Esto es la guerra».
El viernes 5 de diciembre la señora Roosevelt invita a uno de los periodistas más conocidos de los Estados Unidos, Edwar Murrow, a una cena informal y amistosa con el presidente el domingo 7 por la noche en la Casa Blanca. La cena estaba servida;
el 7 de diciembre de 1941, se produce el ataque a Pearl Harbor, Murrow lo recibe de inmediato, lo comunica a su periódico, ¡impacto en toda la nación! ¡Esto es inaceptable! Iremos a la guerra.
En Noviembre el gabinete del Presidente Roosevelt se habia reunido, entre ellos Cordel Hull, el presidente pregunto en su momento si EU estaba en las posibilidades de hacerle la guerra al Japón y en respuesta le habian comentado que si lo dejaba a respuesta del congreso, esta dilataria demasiado en cuanto a su analisis para obtener la delcración de guerra.
Despues de que le pusieron sanciones y condicones a los japoneses, el 22 de Noviembre se reunen Roosevelt, Hull, (Henry L.) Stimson, (Frank) Knox, (George C.) Marshall y Stark, y empiezan a plantear las posibles defensas que tomarian en caso de un ataque japones, surge de Stimson el comentario de que el problema planteado era el de como hacer que el japon tomara el primer paso.
En Japón el emperador Hiroito reunia al antiguo consejo de jefes de estado, los cuales comentaban que tenian mucho tiempo que no les daban la oportunidad de opinar, Tojo presento un informe (el cual desconozco en que consistia), tres de los antiguos jefes creen que no es conveniente ir a la guerra, entonces el 1 de diciembre los nipones deciden declararle la guerra a los norteamericanos, pero nagano habia sugerido no entregar dicha declaracion a los EU hasta unas cuantas horas o minutos antes del ataque a Pearl Harbour, pero Togo se habia opuesto a dicha acción y comento que se deberia entregar el mensaje el día 7 de diciembre a las 13:00 hrs por Nomura y Kurusu a HUll, la cual era la hora local en Washington.
Entonces los japoneses empiezan a telegrafear por partes el mensaje y como los americanos estaban en posesión de la clave empleada por el Ministerio nipón de Asuntos Exteriores. Desde hacía varios meses sus rápidas máquinas de descifraje les proporcionaban decodificados las informaciones más secretas intercambiadas entre las diversas oficinas japonesas. El presidente y sus colaboradores más íntimos sabían, por lo tanto, lo que se preparaba al otro lado del Pacífico, conocían incluso la primer palabra clave que habian asignado para que se desencadenara el ataque: una indicación metereológica emitida por la Agencia de Prensa JAP: «Viento del Este. ¡Lluvia!».
El día que el presidente americano declaro en el mensaje a la nación de que Japón los habia atacado sin declarar la guerra previamente, eso era verdad,ya que Nomura entrego el mensaje 1 hora despues de haber ocurrido el ataque, pero los americanos debido a que ya habian descifrado el codigo diplomatico japones, sabian con 24 horas de anticipación los planes y Roosevelt ya tenía en su poder el texto de la nota japonesa y declaró, en presencia de un testigo ocular, a (Harry Lloyd) Hopkins: «Esto es la guerra».
El viernes 5 de diciembre la señora Roosevelt invita a uno de los periodistas más conocidos de los Estados Unidos, Edwar Murrow, a una cena informal y amistosa con el presidente el domingo 7 por la noche en la Casa Blanca. La cena estaba servida;
el 7 de diciembre de 1941, se produce el ataque a Pearl Harbor, Murrow lo recibe de inmediato, lo comunica a su periódico, ¡impacto en toda la nación! ¡Esto es inaceptable! Iremos a la guerra.
"La guerra es una matanza entre personas que no se conocen, para provecho de personas que sí se conocen, pero que no se matan”. decía Paul Valery.
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- Soldado Primero
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Hola a todos
al respecto de este tema, es de destacar un en ensayo titulado "At dawn we slept" de un autor apellidado gordon,no recuerdo ahora el nombre. No sé si hay edición en castellano. Está muy bien trabajado, y aporta un dato más que se tuvo en cuenta por parte estadounidense y que forma parte de una cierta sensación se superioridad sobre los nipones que se demostró errónea. El dato es que el alto mando de la Navy y las altas esferas de la defensa Estadounidense habian barajado la posibilidad de que una flota japonesa atacase pearl harbor tomando rumbo por el pacífico norte para dificultar su detección por bases aliadas en el pacífico centro o sur. Esas rutas estaban más vigiladas, y para alguien avispado, que quiero creer que en la US Navy de aquel entonces alguno habría, la ruta de aproximación menos comprometida era la del pacífico norte.
Sin embargo esta opción fue desechada por informaciones (o desinformaciones) que poseía (o decía poseer) la inteligencia naval americana negando a la flota combinada la posibilidad de repostar en ruta a los destructores y buques de escolta de la flota combinada, y mucho menos en una zona como el pacífico norte, en la que el estado de la mar impediría la operación 9 de cada diez veces. Uniendo ese dato a la distancia que separaba PH de las bases de la combinada, se llegó a la conclusión de que la marina imperial japonesa no disponía todavía de la logística que le permitiera repostar y mantener una flota completa a 6000 millas de su base.
Evidentemente estaban equivocados. El repostaje, que realmente sí pesó lo suyo a la hora de planificar la operación, fue realizado con éxito, y la ruta resultó ser totalmente segura, al acercarse por una dirección inesperada y tras un frente de tormentas que les dió cobertura a los nipones en su acercamiento.
Desde luego, todas las teorías conspiranoides se basan en lo mismo, en que a la luz de acontecimientos posteriores todo hijo de vecino se lanza a decir que él fue más listo que nadie y previó el ataque, o que existían datos que apuntaban al ataque que fueron ocultados. y digo ocultados porque si simplemente fueron ignorados, entonces no hay conspiración de ningún tipo. Son cosas que pasan. Macarthur mismo decía que en los informes de inteligencia sólo había un 5% de información útil, y que la tarea de un buen mando consistía en localizar ese porcentaje entre el 95% restante que es desinformación. Pero no siempre se consigue.
Evidentemente, a toro pasado es fácil caer en la postura de decir: es imposible que con todos los datos que tenían en su mano los americanos no supiesen que los iban a atacar. Entonces...y el 11-S? nunca se debe subestimar la estupidez individual, y cuando hablamos de estupidez INSTITUCIONAL las probabilidades de que información importante pero fraccionada (ruptura del código, transmisiones, espionaje, avisos holandeses, lo que queráis) sea tomada en su conjunto, analizada sistemáticamente y se prevea una solución son muy remotas, porque la mitad de los informes permanecerán una semana como mínimo en la bandeja de tareas pendientes de algún oficial de inteligencia subalterno más preocupado por el baile del fin de semana que por adelantar trabajo, que para eso estaban en tiempo de paz. Sin embargo, a posteriori, es fácll reunir esa información y hacerse cruces diciendo "¿cómo pudo pasársenos esto?"
Por eso hablar de teorías conspiranoides sobre PH me suena mucho a retrohistoria, que es retrofantasía. Claro que los americanos pudieron haber previsto pearl harbor, pero el hecho es que NO LO HICIERON. Los comentarios sobre el "me deshago de unos cuantos barcos viejos y quedo como víctima, así el pueblo me suplicará indignado ir a una guerra que ahora no quieren ni en pintura" quedan desvirtuados por el hecho de que es una apuesta demasiado alta. De hecho la balanza cambia porque posteriormente, en midway, y contra todo pronóstico, una flota americana muy inferior a la atacante japonesa obtiene una victoria in extremis. ¿es que roosevelt tenía una bola de cristal que le dijo que dejase que le petasen la base más importante del pacífico, y las unidades consideradas en su momento más importantes, por no hablar del personal y tripulaciones entrenadas, casi más valiosas que los barcos en sí, porque unos meses más tarde un tal spruance, sustituto por enfermedad de Halsey, iba a ganar en midway y todo iba a ir bien? Lo dicho, bolas de cristal aparte, si realmente fue una apuesta, no querría jugar al póker con roosevelt ni de coña.
Las conspiraciones son muy atractivas, pero también tienen demasiada buena prensa. La realidad suele ser menos dramática y más relacionada con casualidades, informes que se traspapelan e incompetencia en general, que abunda en todas partes.
Por supuesto, es mi opinión y respeto las del resto.
Un saludo.
al respecto de este tema, es de destacar un en ensayo titulado "At dawn we slept" de un autor apellidado gordon,no recuerdo ahora el nombre. No sé si hay edición en castellano. Está muy bien trabajado, y aporta un dato más que se tuvo en cuenta por parte estadounidense y que forma parte de una cierta sensación se superioridad sobre los nipones que se demostró errónea. El dato es que el alto mando de la Navy y las altas esferas de la defensa Estadounidense habian barajado la posibilidad de que una flota japonesa atacase pearl harbor tomando rumbo por el pacífico norte para dificultar su detección por bases aliadas en el pacífico centro o sur. Esas rutas estaban más vigiladas, y para alguien avispado, que quiero creer que en la US Navy de aquel entonces alguno habría, la ruta de aproximación menos comprometida era la del pacífico norte.
Sin embargo esta opción fue desechada por informaciones (o desinformaciones) que poseía (o decía poseer) la inteligencia naval americana negando a la flota combinada la posibilidad de repostar en ruta a los destructores y buques de escolta de la flota combinada, y mucho menos en una zona como el pacífico norte, en la que el estado de la mar impediría la operación 9 de cada diez veces. Uniendo ese dato a la distancia que separaba PH de las bases de la combinada, se llegó a la conclusión de que la marina imperial japonesa no disponía todavía de la logística que le permitiera repostar y mantener una flota completa a 6000 millas de su base.
Evidentemente estaban equivocados. El repostaje, que realmente sí pesó lo suyo a la hora de planificar la operación, fue realizado con éxito, y la ruta resultó ser totalmente segura, al acercarse por una dirección inesperada y tras un frente de tormentas que les dió cobertura a los nipones en su acercamiento.
Desde luego, todas las teorías conspiranoides se basan en lo mismo, en que a la luz de acontecimientos posteriores todo hijo de vecino se lanza a decir que él fue más listo que nadie y previó el ataque, o que existían datos que apuntaban al ataque que fueron ocultados. y digo ocultados porque si simplemente fueron ignorados, entonces no hay conspiración de ningún tipo. Son cosas que pasan. Macarthur mismo decía que en los informes de inteligencia sólo había un 5% de información útil, y que la tarea de un buen mando consistía en localizar ese porcentaje entre el 95% restante que es desinformación. Pero no siempre se consigue.
Evidentemente, a toro pasado es fácil caer en la postura de decir: es imposible que con todos los datos que tenían en su mano los americanos no supiesen que los iban a atacar. Entonces...y el 11-S? nunca se debe subestimar la estupidez individual, y cuando hablamos de estupidez INSTITUCIONAL las probabilidades de que información importante pero fraccionada (ruptura del código, transmisiones, espionaje, avisos holandeses, lo que queráis) sea tomada en su conjunto, analizada sistemáticamente y se prevea una solución son muy remotas, porque la mitad de los informes permanecerán una semana como mínimo en la bandeja de tareas pendientes de algún oficial de inteligencia subalterno más preocupado por el baile del fin de semana que por adelantar trabajo, que para eso estaban en tiempo de paz. Sin embargo, a posteriori, es fácll reunir esa información y hacerse cruces diciendo "¿cómo pudo pasársenos esto?"
Por eso hablar de teorías conspiranoides sobre PH me suena mucho a retrohistoria, que es retrofantasía. Claro que los americanos pudieron haber previsto pearl harbor, pero el hecho es que NO LO HICIERON. Los comentarios sobre el "me deshago de unos cuantos barcos viejos y quedo como víctima, así el pueblo me suplicará indignado ir a una guerra que ahora no quieren ni en pintura" quedan desvirtuados por el hecho de que es una apuesta demasiado alta. De hecho la balanza cambia porque posteriormente, en midway, y contra todo pronóstico, una flota americana muy inferior a la atacante japonesa obtiene una victoria in extremis. ¿es que roosevelt tenía una bola de cristal que le dijo que dejase que le petasen la base más importante del pacífico, y las unidades consideradas en su momento más importantes, por no hablar del personal y tripulaciones entrenadas, casi más valiosas que los barcos en sí, porque unos meses más tarde un tal spruance, sustituto por enfermedad de Halsey, iba a ganar en midway y todo iba a ir bien? Lo dicho, bolas de cristal aparte, si realmente fue una apuesta, no querría jugar al póker con roosevelt ni de coña.
Las conspiraciones son muy atractivas, pero también tienen demasiada buena prensa. La realidad suele ser menos dramática y más relacionada con casualidades, informes que se traspapelan e incompetencia en general, que abunda en todas partes.
Por supuesto, es mi opinión y respeto las del resto.
Un saludo.
- urquhart
- General de Ejército
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- Registrado: 06 Feb 2006, 13:13
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Estimado Iuris:
se puede decir más lato pero no más claro.
De todos modos, entre cierta historografía estadounidense, realmente más cercana a un mal llamado "periodismo de investigación", que ve conspiraciones en cualquier acción o inacción del Gobierno. HAy muchos que sueñan con emular a Bob Woodward y Carl Bernstein (CAso Watergate), y Roosevelt siempre ha intentado ser desacreditado por una parte de la política estadounidense.
Es claro que las sanciones norteamericanas, y anglo holandesas, a Japón obligarían a éste a una acción violenta; y ya hemos discutido acerca de los posibles blancos de esta reacción, y desde luego en mente de un analista noteamericano de 1941, PH de encontrarse en alguna lista sería en último lugar. Guam, Wake, alguna isla de Filipinas, Hong Kong, sí.
Saludos.
se puede decir más lato pero no más claro.
De todos modos, entre cierta historografía estadounidense, realmente más cercana a un mal llamado "periodismo de investigación", que ve conspiraciones en cualquier acción o inacción del Gobierno. HAy muchos que sueñan con emular a Bob Woodward y Carl Bernstein (CAso Watergate), y Roosevelt siempre ha intentado ser desacreditado por una parte de la política estadounidense.
Es claro que las sanciones norteamericanas, y anglo holandesas, a Japón obligarían a éste a una acción violenta; y ya hemos discutido acerca de los posibles blancos de esta reacción, y desde luego en mente de un analista noteamericano de 1941, PH de encontrarse en alguna lista sería en último lugar. Guam, Wake, alguna isla de Filipinas, Hong Kong, sí.
Saludos.
Tempus Fugit
- Capitan rojillo
- Sargento Primero
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jmfer escribió:Excelente análisis, Iuris.
Al final, la explicación mas simple es (o al menos a mi me parece) la mas plausible.
Cada quien tendra su pensar, pero sigo con dudas.
«Un aviso de guerra»
El ataque... la guerra, habían sido decididos por el emperador Hiro Hito el 1 de diciembre. Tres días antes, el secretario de Estado de EE.UU. para la Marina, Frank Knox, telegrafió a todos los altos oficiales norteamericanos, incluido el contralmirante Theobaid, jefe de la flota del Pacífico, el siguiente mensaje: «Este telegrama debe considerarse como un aviso de guerra. Las negociaciones con Japón para estabilizar la situación en el Pacífico han cesado. Hay que prepararse para una agresión en los próximos días, que seguramente se producirá en Filipinas, Malasia o Borneo».
Tanto Theobaid como el almirante Kimmel, comandante en jefe de la escuadra estacionada en Pearl Harbor, fueron despistados por esa información. Al indicarles un peligro lejanísimo para su base, el Gobierno norteamericano propició que los jefes militares de Pearl Harbor no adoptaran precauciones contra un peligro cercano. El historiador John Toland asegura que «Washington ha ocultado durante décadas su fallo de no alertar a Pearl Harbor del inminente peligro».
Última edición por Capitan rojillo el 08 Nov 2007, 13:22, editado 1 vez en total.
"La guerra es una matanza entre personas que no se conocen, para provecho de personas que sí se conocen, pero que no se matan”. decía Paul Valery.
- urquhart
- General de Ejército
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Estimado Capitán:
pues tu propio mensaje debería deshacer tus dudas. Knox ya previene de un ataque. Se considera que la capacidad aeronaval del Japón, y teniendo en cuenta la experiencia de la guerra europea en curso, no puede ir más allá de acciones cercanas a las Islas Metropolitanas del Japón o Formosa, es concreto Clark Field y Manila en Luzón, o un golpe de mano en Guam, dada la cercanía de las bases niponas en las Marianas.
Imaginate por un momento que eres Kimmel o Short en diciembre de 1941, o Knox. Das por descontado una agresión nipona. Con lo que sabes o crees saber, y no olvidemos que a tus ojos los japos son poco más que los "coolies" que se deslomaron para tender el ferrocarril hace 80 años. donde esperarías el golpe .
Saludos.
pues tu propio mensaje debería deshacer tus dudas. Knox ya previene de un ataque. Se considera que la capacidad aeronaval del Japón, y teniendo en cuenta la experiencia de la guerra europea en curso, no puede ir más allá de acciones cercanas a las Islas Metropolitanas del Japón o Formosa, es concreto Clark Field y Manila en Luzón, o un golpe de mano en Guam, dada la cercanía de las bases niponas en las Marianas.
Imaginate por un momento que eres Kimmel o Short en diciembre de 1941, o Knox. Das por descontado una agresión nipona. Con lo que sabes o crees saber, y no olvidemos que a tus ojos los japos son poco más que los "coolies" que se deslomaron para tender el ferrocarril hace 80 años. donde esperarías el golpe .
Saludos.
Tempus Fugit
- Gran Capitán
- Cabo Primero
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- Ubicación: Principado de Asturias, España
En línea de lo mencionado por urquart acerca de la infravaloración de los yankes hacia sus enemigos, lo considero uno de los aspectos más necios y determinantes en el transcurso de los primeros compases de la guerra. Máxime cuando cualquier militar y más si cabe dealta graduación, ha de tener presente aquello de que "la avispa es pequeña, pero puede matar un león"....
cordiales saludos a todos
muy buen post, sí señor
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muy buen post, sí señor
"Dígale a su almirante que España prefiere honra sin barcos que barcos sin honra"
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- Sargento Segundo
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Absolutamente de acuerdo con iuris76.
Ya sabemos que las teorías conspiranoicas son muy atractivas a veces, nos hacen creer que estamos en posesión de una gran verdad ignorada por la mayoría, que somos algo así como unos pocos elegidos para conocer los hilos que lo mueven todo... pero en la mayor parte de los casos no son ciertas, y más bien somos unos crédulos que se tragan la inocentada. ¿Alguien se cree aún las del 11-S o las de la misión Apolo? Por favor... Los gobiernos a veces pueden montar alguna treta, como se dice de los americanos para provocar la guerra de Cuba con España, por ejemplo, pero ignorar la destrucción completa de su base principal y una buena parte de su flota, me parece demasiado. No olvidemos que si más tarde Midway se hubiera perdido, la guerra hubiera podido ser bastante diferente, y esa batalla se ganó por los pelos y con mucha mucha suerte. ¿Iban los americanos a dejar que destruyeran toda su flota del Pacífico sólo para provocar el conflicto? Había maneras más fáciles de hacerlo.
Ya sabemos que las teorías conspiranoicas son muy atractivas a veces, nos hacen creer que estamos en posesión de una gran verdad ignorada por la mayoría, que somos algo así como unos pocos elegidos para conocer los hilos que lo mueven todo... pero en la mayor parte de los casos no son ciertas, y más bien somos unos crédulos que se tragan la inocentada. ¿Alguien se cree aún las del 11-S o las de la misión Apolo? Por favor... Los gobiernos a veces pueden montar alguna treta, como se dice de los americanos para provocar la guerra de Cuba con España, por ejemplo, pero ignorar la destrucción completa de su base principal y una buena parte de su flota, me parece demasiado. No olvidemos que si más tarde Midway se hubiera perdido, la guerra hubiera podido ser bastante diferente, y esa batalla se ganó por los pelos y con mucha mucha suerte. ¿Iban los americanos a dejar que destruyeran toda su flota del Pacífico sólo para provocar el conflicto? Había maneras más fáciles de hacerlo.
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- Sargento Segundo
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Gran Capitán escribió:En línea de lo mencionado por urquart acerca de la infravaloración de los yankes hacia sus enemigos, lo considero uno de los aspectos más necios y determinantes en el transcurso de los primeros compases de la guerra. Máxime cuando cualquier militar y más si cabe dealta graduación, ha de tener presente aquello de que "la avispa es pequeña, pero puede matar un león"....
cordiales saludos a todos
muy buen post, sí señor
Pero eso siempre pasará. ¿O no crees que ahora mismo deben tener esa misma idea respecto a los iraníes, por ejemplo?
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- Teniente Primero
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- urquhart
- General de Ejército
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- Ubicación: Barcelona
Hola a todos:
las teorías supremacistas al uso en los Estados Unidos de 1941, evidentemente jugaron un papel de capital importancia al minusvalorar las capacidades niponas. Las mismas teorías que llevaron a formar unidades segregadas, o dudar de las capacidades de los oficiales de origen hispano o nativo americano, e incluso el vacío social que en más de una ocasión sufrirían los mandos de origen hebreo.
El mejor táctico del US Army, George Patton llegóa a realizar comentarios en este sentido, en referencia al 761st Tank Battalion
Que error. El 332nd Fighter Squadron "Redtails", cuyos pilotos eran negros, no perdió ni uno solo de los bombarderos que escoltó, según datos contemporáneos de los escuadrones de bombardeo
Dejando de lado las consideraciones biológicas que el transcurso del conflicto desmontarían, los mandos estadounidenses, en su mayoría, tenían poca consideración de sus oponentes japoneses, y de sus tropas no blancas.
Tanto es así, que McArthur se tomó la justicia por su mano con el General Yamashita, encargado de la defensa de Luzón, que le había "humillado" en el campo de batalla. Yamashita, el Tigre de Malaya, vencedor de Percival en Singapur; con una adecuada utilización de los medios disponibles, logró empantanar al 6º Ejercito de los Estados Unidos desde los desembarcos hasta el final de la guerra. Curioso final de este hombre, que abogó por la paz en 1941, siendo relegado a supuestos puestos de segunda por Tojo (Malasia y Filipinas ).
Hoy en día, no creo que ningún alto mando estadounidense dude de la capacidad de lucha de los iraníes, so pena de desconocer los sucesos entre 1980-88. Otra cosa es la capacidad militar global de los ejercitos iraníes frente a los ejercitos estadounidenses. Creo que en ese sentido, además de la SGM, la Guerra de Corea y de Vietnam les ayudará a calibrar la disposición de la posible oposición. Tanto es así, que para combatir a los talibanes, contaron con el apoyo de los sucesores de Ahmad Shah Massoud.
Saludos.
las teorías supremacistas al uso en los Estados Unidos de 1941, evidentemente jugaron un papel de capital importancia al minusvalorar las capacidades niponas. Las mismas teorías que llevaron a formar unidades segregadas, o dudar de las capacidades de los oficiales de origen hispano o nativo americano, e incluso el vacío social que en más de una ocasión sufrirían los mandos de origen hebreo.
El mejor táctico del US Army, George Patton llegóa a realizar comentarios en este sentido, en referencia al 761st Tank Battalion
"They gave a good first impression, but I have no faith in the inherent fighting ability of the race."
Que error. El 332nd Fighter Squadron "Redtails", cuyos pilotos eran negros, no perdió ni uno solo de los bombarderos que escoltó, según datos contemporáneos de los escuadrones de bombardeo
Dejando de lado las consideraciones biológicas que el transcurso del conflicto desmontarían, los mandos estadounidenses, en su mayoría, tenían poca consideración de sus oponentes japoneses, y de sus tropas no blancas.
Tanto es así, que McArthur se tomó la justicia por su mano con el General Yamashita, encargado de la defensa de Luzón, que le había "humillado" en el campo de batalla. Yamashita, el Tigre de Malaya, vencedor de Percival en Singapur; con una adecuada utilización de los medios disponibles, logró empantanar al 6º Ejercito de los Estados Unidos desde los desembarcos hasta el final de la guerra. Curioso final de este hombre, que abogó por la paz en 1941, siendo relegado a supuestos puestos de segunda por Tojo (Malasia y Filipinas ).
Hoy en día, no creo que ningún alto mando estadounidense dude de la capacidad de lucha de los iraníes, so pena de desconocer los sucesos entre 1980-88. Otra cosa es la capacidad militar global de los ejercitos iraníes frente a los ejercitos estadounidenses. Creo que en ese sentido, además de la SGM, la Guerra de Corea y de Vietnam les ayudará a calibrar la disposición de la posible oposición. Tanto es así, que para combatir a los talibanes, contaron con el apoyo de los sucesores de Ahmad Shah Massoud.
Saludos.
Tempus Fugit
- Capitan rojillo
- Sargento Primero
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A pesar de que ya esta avanzado el tema, posteo la historia d lo que sucedio antes, duarnte y despues del ataque de Pearl Harbor.
El 7 de diciembre de 1941, los japoneses atacan la flota americana del Pacífico, concentrado en Pearl Harbor, en las islas Hawaii.
Las consecuencias del ataque son incalculables. En primer lugar, provoca la entrada de Estados Unidos en la Guerra Mundial. Se inicia así una espiral de violencia que acabaría en Hirosima y Nagasaki. Y, a más largo plazo, contribuye decisivamente al triunfo de los aliados contra las potencias del Eje. Como escribió Churchill, «el destino de Hitler estaba sellado... habíamos ganado la guerra».
La ruptura de relaciones, una declaración de guerra
El 6 de diciembre de 1941, la máquina «púrpura» del Departamento de Marina de EE.UU. captó un mensaje del Gobierno japonés a su embajador en Washington, Nomura, instruyéndole para que anunciara la ruptura de relaciones diplomáticas a la una de la tarde del día siguiente. Ese descifrador de claves, que interceptaba los comunicados secretos de Tokio, no había recibido jamás una notificación tan clara de inicio de hostilidades como aquella lista de «agravios» de EE.UU. a Japón. Cuando el presidente Roosevelt leyó una transcripción del mensaje, exclamó: «¡Es la guerra!»
A la una de la tarde en Washington, Nomura halló algunas imprecisiones banales en la traducción de la declaración y decidió posponer en dos horas su presentación ante el Departamento de Estado. En ese mismo momento, un radar experimental de la gigantesca base naval norteamericana en el puerto-lago de Pearl Harbor en Honolulu, capital de las islas Hawaii, detectaba una gran formación de aviones acercándose desde el noroeste. Los confiados operadores supusieron que llegaban varios aparatos norteamericanos esperados en los aeropuertos del interior de la isla, Oahu.
El «día de la infamia»
Menos de una hora después, a las 7.55 (hora de Hawaii), la primera oleada de cazas y bombarderos japoneses, dirigida por Mitsuo Fuchida, descargaba un chaparrón de fuego sobre 96 de los 127 buques de guerra de la Flota norteamericana del Pacífico, que permanecían, totalmente expuestos a un ataque aéreo, en torno a la isla Ford, alrededor de la cual se cierra la bahía de Pearl Harbor.
En pocos minutos, la U. S. Navy recibía el más duro golpe que haya conocido, en una desvastadora operación producto del mayor error que pueda haber cometido el imperio bélico nipón y de la más flagrante negligencia —y la más «conveniente» — del Pentágono y de la Casa Blanca que se conozca. La jornada se selló como «el día de la infamia», para los norteamericanos, como el día en que la gigantesca máquina industrial-militar estadounidense entró en la Segunda Guerra Mundial, para los historiadores, y, por ello, como el día en que el Eje nazi-fascista firmó su sentencia de muerte.
El 7 de diciembre de 1941, los japoneses atacan la flota americana del Pacífico, concentrado en Pearl Harbor, en las islas Hawaii.
Las consecuencias del ataque son incalculables. En primer lugar, provoca la entrada de Estados Unidos en la Guerra Mundial. Se inicia así una espiral de violencia que acabaría en Hirosima y Nagasaki. Y, a más largo plazo, contribuye decisivamente al triunfo de los aliados contra las potencias del Eje. Como escribió Churchill, «el destino de Hitler estaba sellado... habíamos ganado la guerra».
La ruptura de relaciones, una declaración de guerra
El 6 de diciembre de 1941, la máquina «púrpura» del Departamento de Marina de EE.UU. captó un mensaje del Gobierno japonés a su embajador en Washington, Nomura, instruyéndole para que anunciara la ruptura de relaciones diplomáticas a la una de la tarde del día siguiente. Ese descifrador de claves, que interceptaba los comunicados secretos de Tokio, no había recibido jamás una notificación tan clara de inicio de hostilidades como aquella lista de «agravios» de EE.UU. a Japón. Cuando el presidente Roosevelt leyó una transcripción del mensaje, exclamó: «¡Es la guerra!»
A la una de la tarde en Washington, Nomura halló algunas imprecisiones banales en la traducción de la declaración y decidió posponer en dos horas su presentación ante el Departamento de Estado. En ese mismo momento, un radar experimental de la gigantesca base naval norteamericana en el puerto-lago de Pearl Harbor en Honolulu, capital de las islas Hawaii, detectaba una gran formación de aviones acercándose desde el noroeste. Los confiados operadores supusieron que llegaban varios aparatos norteamericanos esperados en los aeropuertos del interior de la isla, Oahu.
El «día de la infamia»
Menos de una hora después, a las 7.55 (hora de Hawaii), la primera oleada de cazas y bombarderos japoneses, dirigida por Mitsuo Fuchida, descargaba un chaparrón de fuego sobre 96 de los 127 buques de guerra de la Flota norteamericana del Pacífico, que permanecían, totalmente expuestos a un ataque aéreo, en torno a la isla Ford, alrededor de la cual se cierra la bahía de Pearl Harbor.
En pocos minutos, la U. S. Navy recibía el más duro golpe que haya conocido, en una desvastadora operación producto del mayor error que pueda haber cometido el imperio bélico nipón y de la más flagrante negligencia —y la más «conveniente» — del Pentágono y de la Casa Blanca que se conozca. La jornada se selló como «el día de la infamia», para los norteamericanos, como el día en que la gigantesca máquina industrial-militar estadounidense entró en la Segunda Guerra Mundial, para los historiadores, y, por ello, como el día en que el Eje nazi-fascista firmó su sentencia de muerte.
"La guerra es una matanza entre personas que no se conocen, para provecho de personas que sí se conocen, pero que no se matan”. decía Paul Valery.
- Capitan rojillo
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- Registrado: 07 Jul 2007, 08:30
Alerta: situación 3
En el momento en que el almirante japonés Chuichi Nagumo observaba el despegue de los primeros 183 cazas Zero y bombarderos Val y Kate, desde el buque insignia Akagi de la mayor flota de combate jamás destacada para una acción bélica, a sólo 350 kilómetros de Honolulu, la base de Pearl Harbor se encontraba en alerta Condition 3, situación prevista para tiempo de paz. Los depósitos de munición estaban cerrados, los escasos cuerpos de guardia comentaban indolentemente la creciente tensión entre Washington y Tokio, las redes antitorpedos estaban almacenadas y los ocho grandes acorazados norteamericanos flotaban tranquilamente, uno junto a otro, concentrados en línea al este de la isla Ford, ofreciendo un blanco perfecto. En aquella madrugada de domingo, la única «precaución» adoptada, en el aeropuerto del centro de la isla Ford, era contra atentados terroristas: los 231 aviones estaban apelotonados, uno pegado a otro, para que los centinelas pudieran observarles fácilmente y evitar posibles sabotajes.
Ni siquiera tenían accesible la munición de reserva las ametralladoras antiaéreas de los acorazados, pero, de todas formas, la primera que respondió a la lluvia de bombas tardó diez minutos, a partir del inicio del ataque. Dos minutos después, una bomba de media tonelada entraba por la chimenea del acorazado Amona y el navío, ya encabritado por varias bombas y un torpedo, saltaba en pedazos y arrastraba a la muerte a 1.106 norteamericanos.
Forzarles a disparar primero
Diez días antes del inesperado y demoledor ataque, el secretario del Ejército de EE.UU., Harry L. Stimson, se preguntaba en su diario personal, refiriéndose a los japoneses: «¿Cómo ponerlos en una situación en la que se vean forzados a disparar el primer tiro, sin exponernos demasiado?»
Simultáneamente, 6 portaaviones con 432 aviones, 2 acorazados, 2 cruceros pesados, 1 ligero, 9 destructores, 3 submarinos y 8 petroleros partían de las Kuriles con la misión de destruir la flota norteamericana del Pacífico, concentrada en Pearl Harbor.
Plan japonés: destruir la flota americana antes de entrar en guerra
El ambicioso plan había surgido casi un año antes, cuando, en enero de 1941, el general japonés Onishi aseveró, en una conversación casual, que «si vamos a la guerra con Estados Unidos, no tenemos ninguna esperanza de ganar a menos que la flota norteamericana en Hawaii pueda ser destruida». Hacía pocas semanas que el comandante en jefe de la Marina japonesa, almirante Yamamoto, había afirmado en una conferencia: «¿Contra los norteamericanos? Haremos estragos durante seis meses. Luego, que Dios nos ayude».
El poderío bélico japonés en el Pacífico era mucho mayor que el de EE.UU. Japón contaba con diez portaaviones, frente a los tres (Saratoga, Enterpríse y Lexington) de Estados Unidos. Y poseía más buques de guerra de todo tipo. Pero el gran problema de Tokio era que Japón no contaba con materias primas ni con capacidad industrial suficiente para sostener una larga guerra de desgaste contra EE.UU. Para los militares japoneses, deseosos de demostrar su «invencibilidad», la solución era clara: una vez inutilizada la flota estadounidense, Japón se apoderaría de todo el sudeste asiático y del Pacífico sin seria oposición y, cuando EE.UU. hubiera reconstruido su poder naval —a un año vista—, Washington se encontraría ante un hecho consumado.
En el momento en que el almirante japonés Chuichi Nagumo observaba el despegue de los primeros 183 cazas Zero y bombarderos Val y Kate, desde el buque insignia Akagi de la mayor flota de combate jamás destacada para una acción bélica, a sólo 350 kilómetros de Honolulu, la base de Pearl Harbor se encontraba en alerta Condition 3, situación prevista para tiempo de paz. Los depósitos de munición estaban cerrados, los escasos cuerpos de guardia comentaban indolentemente la creciente tensión entre Washington y Tokio, las redes antitorpedos estaban almacenadas y los ocho grandes acorazados norteamericanos flotaban tranquilamente, uno junto a otro, concentrados en línea al este de la isla Ford, ofreciendo un blanco perfecto. En aquella madrugada de domingo, la única «precaución» adoptada, en el aeropuerto del centro de la isla Ford, era contra atentados terroristas: los 231 aviones estaban apelotonados, uno pegado a otro, para que los centinelas pudieran observarles fácilmente y evitar posibles sabotajes.
Ni siquiera tenían accesible la munición de reserva las ametralladoras antiaéreas de los acorazados, pero, de todas formas, la primera que respondió a la lluvia de bombas tardó diez minutos, a partir del inicio del ataque. Dos minutos después, una bomba de media tonelada entraba por la chimenea del acorazado Amona y el navío, ya encabritado por varias bombas y un torpedo, saltaba en pedazos y arrastraba a la muerte a 1.106 norteamericanos.
Forzarles a disparar primero
Diez días antes del inesperado y demoledor ataque, el secretario del Ejército de EE.UU., Harry L. Stimson, se preguntaba en su diario personal, refiriéndose a los japoneses: «¿Cómo ponerlos en una situación en la que se vean forzados a disparar el primer tiro, sin exponernos demasiado?»
Simultáneamente, 6 portaaviones con 432 aviones, 2 acorazados, 2 cruceros pesados, 1 ligero, 9 destructores, 3 submarinos y 8 petroleros partían de las Kuriles con la misión de destruir la flota norteamericana del Pacífico, concentrada en Pearl Harbor.
Plan japonés: destruir la flota americana antes de entrar en guerra
El ambicioso plan había surgido casi un año antes, cuando, en enero de 1941, el general japonés Onishi aseveró, en una conversación casual, que «si vamos a la guerra con Estados Unidos, no tenemos ninguna esperanza de ganar a menos que la flota norteamericana en Hawaii pueda ser destruida». Hacía pocas semanas que el comandante en jefe de la Marina japonesa, almirante Yamamoto, había afirmado en una conferencia: «¿Contra los norteamericanos? Haremos estragos durante seis meses. Luego, que Dios nos ayude».
El poderío bélico japonés en el Pacífico era mucho mayor que el de EE.UU. Japón contaba con diez portaaviones, frente a los tres (Saratoga, Enterpríse y Lexington) de Estados Unidos. Y poseía más buques de guerra de todo tipo. Pero el gran problema de Tokio era que Japón no contaba con materias primas ni con capacidad industrial suficiente para sostener una larga guerra de desgaste contra EE.UU. Para los militares japoneses, deseosos de demostrar su «invencibilidad», la solución era clara: una vez inutilizada la flota estadounidense, Japón se apoderaría de todo el sudeste asiático y del Pacífico sin seria oposición y, cuando EE.UU. hubiera reconstruido su poder naval —a un año vista—, Washington se encontraría ante un hecho consumado.
"La guerra es una matanza entre personas que no se conocen, para provecho de personas que sí se conocen, pero que no se matan”. decía Paul Valery.
- Capitan rojillo
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Juegos de guerra
El capitán de fragata y excelente piloto de combate Minoru Genda opinó, tras diez días de estudio, que el proyecto de demoler la flota norteamericana en Pearl Harbor era «arriesgado, pero no imposible». Durante algunos meses, el jefe del Estado Mayor de la 1.a Flota Aérea, Ryonosuke Kusaka, perfiló el plan de ataque. A finales de agosto, Yamamoto pudo presentar una estrategia detallada a los quince más altos oficiales del Ejército japonés, encabezados por Osami Nagano, jefe del Estado Mayor General de la Marina, convocados especialmente a Tokio para ser informados del plan ultrasecreto.
Del 2 al 13 de septiembre, la ofensiva fue ensayada en la mesa de simulacros de la Escuela Naval de Japón, con el resultado de dos portaaviones nipones «destruidos». Pero eso no arredró a los militares japoneses, que veían en EE.UU. la única amenaza a su naciente imperio asiático. El mismo 13 de septiembre, el Mando Naval japonés expidió un borrador de un plan ofensivo que abarcaba Pearl Harbor, Malasia, Filipinas y las Indias Orientales Holandesas. Poco después, el capitán de fragata Mitsuo Fuchida era nombrado comandante en jefe de todos los grupos de Aviación de la 1.a Flota Aérea, ascendido a coronel y destinado al portaaviones Akagi, para su gran sorpresa y en base a su arrojo como piloto de combate.
Fuchida y Genda estuvieron cientos de horas ensayando y entrenando pilotos en las técnicas de bombardeo en picado y de vuelo rasante. Genda quedó convencido de la viabilidad de emplear también aviones torpederos y submarinos para el gran ataque.
Un espía japonés, en un buque «mercante»
Al mismo tiempo que Fuchida y Genda barajaban las diversas maneras de llevar a pique la flota de EE.UU., un discreto y desapercibido aviador japonés de 33 años, Suguro Suzuki, viajaba en el «mercante» nipón Taiyo Mam por una ruta extraordinariamente septentrional hacia Hawaii. Suzuki medía minuciosamente la presión atmosférica, registraba la intensidad y dirección de los vientos de la zona y estudiaba el balanceo de la nave. En toda la travesía, ni un solo barco se cruzó con el buque de Suzuki.
Ya en Honolulu, Suzuki averiguó los detalles del comportamiento de los marines y descubrió que el week-end era respetado religiosamente. Pero el gran hallazgo de Suzuki fue que la flota norteamericana ya no fondeaba en Lahaina, sino en el puerto de Honolulu.
Suzuki no sólo proporcionó a Tokio la descripción exacta de la disposición de la flota norteamericana en Honolulu, sino que obtuvo también datos técnicos sobre los sistemas de seguridad en los hangares de aviones de combate de la base aérea de Hickam e incluso deleitó a los hawaianos con acrobacias suicidas, pocos días antes del ataque japonés, con el fin de vigilar desde el aire, en una avioneta alquilada, la posición precisa de los buques de guerra de EE.UU. Un mes antes, el 21 de octubre, Suzuki había tomado fotografías aéreas de toda la isla y de la flota de EE.UU. en un vuelo turístico en el que cualquiera podía hacer fotos.
Los informes de Suzuki fueron enviados a Tokio en clave desde el consulado japonés, pero los expertos norteamericanos que poseían esa clave consideraron el asunto espionaje rutinario.
Entretanto, el capitán Maejima estudiaba detalladamente la posibilidad de emplear submarinos en las aguas poco profundas de Pearl Harbor.
El 5 de noviembre, la Orden n.° 1 de la Flota Combinada de Japón, supersecreta, detalló el plan de ataque. Muy pocos altos oficiales tuvieron acceso a ella. Dos días después, Chuichi Nagumo era nombrado comandante en jefe de la flota que asolaría Pearl Harbor.
La flota se reúne en secreto
El 17 de noviembre, el buque insignia Akagi, al frente de una flota de 31 unidades, zarpó de la base naval de Saeki. En el gran puerto de Kure, los mensajes radiados se intensificaron y los radiogramas inundaron las ondas como si decenas de naves japonesas fondearan allí. Todos los radiotelegrafistas de los portaaviones y acorazados de la flota de Nagumo operaban en el puerto, imprimiendo el «acento» del tecleo que identifica a cada uno de los que emiten en morse, para convencer a los escuchas norteamericanos de que nada había ocurrido con la flota japonesa.
Tres míseras chozas con sus mástiles de madera vibrando al viento eran toda la vida que había en la bahía de Tankan, en las remotas islas Kuriles, cuando la enorme flota japonesa llegó para esperar la orden de avanzar hacia Hawaii. No obstante, el almirante Nagumo obligó a sus hombres a quemar las basuras, y a no tirarlas al mar - como es habitual -, a retener temporalmente a los nativos y a guardar las máximas precauciones para que su presencia quedase inadvertida.
Rumbo a Hawaii
Nagumo recibió la orden de zarpar el 25 de noviembre y partió al día siguiente. Aquella madrugada, a las dos, despertó a Suzuki para insistir: «¿De verdad la flota no está en Lahaina?» Sólo 48 horas después, los augurios de Suzuki comenzaron a cumplirse: la flota trató de repostar y los petroleros fueron lanzados peligrosamente contra los otros buques por las mismas olas furiosas que atravesó el Taiyo Mam. Las grandes mangueras de los buques - tanque se soltaron, el chorro de petróleo inundó las cubiertas y varios marineros fueron arrojados al mar por los enloquecidos tubos. En el portaaviones Hiryu, el capitán Amagai, con una soga atada al cuerpo, patinó por el petróleo derramado durante una semana.
Los poderosos buques de guerra avanzaban con las luces apagadas; ni una transmisión de radio rompía el absoluto silencio de la comitiva. Cualquier informe sobre un presunto submarino cercano hacía cambiar la ruta a la mayor flota de ataque jamás vista. El 2 de diciembre, el almirante Yamamoto ordenó a Nagumo, por decisión del Consejo Imperial del Japón: «Escalad el monte Nittaka». Era la orden definitiva. Bueno, definitiva al estilo japonés.
Nagumo tenía un difícil encargo. Si la flota era descubierta el 5 de diciembre o antes, «regreso inmediato»; si el ataque se descubría el día 6, Nagumo había de decidir qué se tenía que hacer; el 7 se debía atacar aunque la formación fuese avistada. Esa misión era especialmente ingrata para un hombre aprensivo que había dudado del éxito de la operación desde un principio.
El capitán de fragata y excelente piloto de combate Minoru Genda opinó, tras diez días de estudio, que el proyecto de demoler la flota norteamericana en Pearl Harbor era «arriesgado, pero no imposible». Durante algunos meses, el jefe del Estado Mayor de la 1.a Flota Aérea, Ryonosuke Kusaka, perfiló el plan de ataque. A finales de agosto, Yamamoto pudo presentar una estrategia detallada a los quince más altos oficiales del Ejército japonés, encabezados por Osami Nagano, jefe del Estado Mayor General de la Marina, convocados especialmente a Tokio para ser informados del plan ultrasecreto.
Del 2 al 13 de septiembre, la ofensiva fue ensayada en la mesa de simulacros de la Escuela Naval de Japón, con el resultado de dos portaaviones nipones «destruidos». Pero eso no arredró a los militares japoneses, que veían en EE.UU. la única amenaza a su naciente imperio asiático. El mismo 13 de septiembre, el Mando Naval japonés expidió un borrador de un plan ofensivo que abarcaba Pearl Harbor, Malasia, Filipinas y las Indias Orientales Holandesas. Poco después, el capitán de fragata Mitsuo Fuchida era nombrado comandante en jefe de todos los grupos de Aviación de la 1.a Flota Aérea, ascendido a coronel y destinado al portaaviones Akagi, para su gran sorpresa y en base a su arrojo como piloto de combate.
Fuchida y Genda estuvieron cientos de horas ensayando y entrenando pilotos en las técnicas de bombardeo en picado y de vuelo rasante. Genda quedó convencido de la viabilidad de emplear también aviones torpederos y submarinos para el gran ataque.
Un espía japonés, en un buque «mercante»
Al mismo tiempo que Fuchida y Genda barajaban las diversas maneras de llevar a pique la flota de EE.UU., un discreto y desapercibido aviador japonés de 33 años, Suguro Suzuki, viajaba en el «mercante» nipón Taiyo Mam por una ruta extraordinariamente septentrional hacia Hawaii. Suzuki medía minuciosamente la presión atmosférica, registraba la intensidad y dirección de los vientos de la zona y estudiaba el balanceo de la nave. En toda la travesía, ni un solo barco se cruzó con el buque de Suzuki.
Ya en Honolulu, Suzuki averiguó los detalles del comportamiento de los marines y descubrió que el week-end era respetado religiosamente. Pero el gran hallazgo de Suzuki fue que la flota norteamericana ya no fondeaba en Lahaina, sino en el puerto de Honolulu.
Suzuki no sólo proporcionó a Tokio la descripción exacta de la disposición de la flota norteamericana en Honolulu, sino que obtuvo también datos técnicos sobre los sistemas de seguridad en los hangares de aviones de combate de la base aérea de Hickam e incluso deleitó a los hawaianos con acrobacias suicidas, pocos días antes del ataque japonés, con el fin de vigilar desde el aire, en una avioneta alquilada, la posición precisa de los buques de guerra de EE.UU. Un mes antes, el 21 de octubre, Suzuki había tomado fotografías aéreas de toda la isla y de la flota de EE.UU. en un vuelo turístico en el que cualquiera podía hacer fotos.
Los informes de Suzuki fueron enviados a Tokio en clave desde el consulado japonés, pero los expertos norteamericanos que poseían esa clave consideraron el asunto espionaje rutinario.
Entretanto, el capitán Maejima estudiaba detalladamente la posibilidad de emplear submarinos en las aguas poco profundas de Pearl Harbor.
El 5 de noviembre, la Orden n.° 1 de la Flota Combinada de Japón, supersecreta, detalló el plan de ataque. Muy pocos altos oficiales tuvieron acceso a ella. Dos días después, Chuichi Nagumo era nombrado comandante en jefe de la flota que asolaría Pearl Harbor.
La flota se reúne en secreto
El 17 de noviembre, el buque insignia Akagi, al frente de una flota de 31 unidades, zarpó de la base naval de Saeki. En el gran puerto de Kure, los mensajes radiados se intensificaron y los radiogramas inundaron las ondas como si decenas de naves japonesas fondearan allí. Todos los radiotelegrafistas de los portaaviones y acorazados de la flota de Nagumo operaban en el puerto, imprimiendo el «acento» del tecleo que identifica a cada uno de los que emiten en morse, para convencer a los escuchas norteamericanos de que nada había ocurrido con la flota japonesa.
Tres míseras chozas con sus mástiles de madera vibrando al viento eran toda la vida que había en la bahía de Tankan, en las remotas islas Kuriles, cuando la enorme flota japonesa llegó para esperar la orden de avanzar hacia Hawaii. No obstante, el almirante Nagumo obligó a sus hombres a quemar las basuras, y a no tirarlas al mar - como es habitual -, a retener temporalmente a los nativos y a guardar las máximas precauciones para que su presencia quedase inadvertida.
Rumbo a Hawaii
Nagumo recibió la orden de zarpar el 25 de noviembre y partió al día siguiente. Aquella madrugada, a las dos, despertó a Suzuki para insistir: «¿De verdad la flota no está en Lahaina?» Sólo 48 horas después, los augurios de Suzuki comenzaron a cumplirse: la flota trató de repostar y los petroleros fueron lanzados peligrosamente contra los otros buques por las mismas olas furiosas que atravesó el Taiyo Mam. Las grandes mangueras de los buques - tanque se soltaron, el chorro de petróleo inundó las cubiertas y varios marineros fueron arrojados al mar por los enloquecidos tubos. En el portaaviones Hiryu, el capitán Amagai, con una soga atada al cuerpo, patinó por el petróleo derramado durante una semana.
Los poderosos buques de guerra avanzaban con las luces apagadas; ni una transmisión de radio rompía el absoluto silencio de la comitiva. Cualquier informe sobre un presunto submarino cercano hacía cambiar la ruta a la mayor flota de ataque jamás vista. El 2 de diciembre, el almirante Yamamoto ordenó a Nagumo, por decisión del Consejo Imperial del Japón: «Escalad el monte Nittaka». Era la orden definitiva. Bueno, definitiva al estilo japonés.
Nagumo tenía un difícil encargo. Si la flota era descubierta el 5 de diciembre o antes, «regreso inmediato»; si el ataque se descubría el día 6, Nagumo había de decidir qué se tenía que hacer; el 7 se debía atacar aunque la formación fuese avistada. Esa misión era especialmente ingrata para un hombre aprensivo que había dudado del éxito de la operación desde un principio.
"La guerra es una matanza entre personas que no se conocen, para provecho de personas que sí se conocen, pero que no se matan”. decía Paul Valery.
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