Roy escribió:Narrativa histórica (¡30 eurazos!), no estoy muy familiarizado con ese subgénero. ¿Tendrías la bondad, jorge, de informarme mejor? ¿Se trata de información histórica fidedigna o se trata de novelas históricas de gran rigor histórico al estilo Manfredi/McCullough/Renault?
Estimado Roy:
Es una novela histórica de gran rigor.
A fin de aclarar estos puntos es que repito algo que ya comenté en el Foro.
Muchas gracias por tu interés.
En aras de ser absolutamente fiel a los hechos históricos tomé como primera fuente al escritor toscano Indro Montanelli (1909-2001). Su libro “Historia de Roma”, es una versión inicialmente redactada en la década de 1950 y presentada en entregas periódicas en el semanario italiano Domenica del Corriere.
Montanelli, que en uno de sus capítulos se refiere específicamente a Sila, a su vez, cita a Plutarco de Queronea (48 d.C.-125 d.C.) quien, en el marco de las “Vidas Paralelas”, escribió una espléndida biografía del Patricio. Esta otra crónica es la estructura sobre la que fundé “El Quinto Infierno”. El griego aclara que para componer su historia se basó en los “Comentarios” de Sila, los cuales, lamentablemente, se perdieron. De ese mismo texto clásico obtuve información pormenorizada contenida en las biografías de Cayo Mario, los hermanos Graco, Sertorio, Julio César, Lúculo, Cneo Pompeyo Magno, Cicerón y Marco Craso.
No obstante, muchos otros escritos antiquísimos que examiné contienen referencias al personaje central. Por caso, “La Guerra de Yugurta”, de Salustio, que no sólo narra puntillosamente cada uno de los eventos que sucedieron en ocasión de aquella contienda política, diplomática y militar, sino que hace también un retrato psicológico y moral de sus protagonistas, uno de ellos, desde luego, Sila.
La particular personalidad de Marco Emilio Escauro está inspirada en los dichos de este autor. De esa monografía extraje los discursos que se pronunciaron ante el Senado y los modifiqué en la menor medida posible al solo efecto de hacer más llana su lectura e interpretación. Son piezas de un valor inapreciable, porque en esas páginas viven las palabras de Yugurta, Mario, Sila, Bocco y muchos otros hombres de aquel entonces. Cayo Salustio Crispo, tal era el nombre completo de aquel anti-optimate, fue tribuno de la plebe en el año 52 a.C. Había nacido en la ciudad sabina de Amiterno en 86 a.C., año del séptimo consulado de Mario, y murió en Roma en 35 a.C., es decir que vivió en parte del período en que se desarrolla la obra. Además, participó en la Guerra Civil a la par de César, fue procónsul en Numidia y, a los 23 años de edad, presenció la conjuración de Catilina, de la que efectuó una crónica.
La “Historia Romana” de Veleyo Patérculo me sirvió para complementar acontecimientos y agregar datos. El autor pertenecía a una distinguida familia de équites y su abuelo paterno fue nada más ni nada menos que praefectus fabrum de Cneo Pompeyo. Su bisabuelo materno, por otra parte, reclutó tropas para Sila en los días de la Guerra Social; por lo tanto, es de esperar que haya dispuesto de información de primera mano. Él mismo fue pretor en el año 15 d.C.
Las cartas personales y las comunicaciones de la Curia, que permanentemente aparecen a lo largo de mi libro, responden a adaptaciones de modelos originales, de los cuales solamente cambié los nombres y los temas tratados.
De más está señalar que la geografía de ese tiempo no contaba con el grado de conocimiento actual, pero de cualquier manera, al momento de estudiar la geografía política, fue necesario que me retrotrajera a los textos clásicos. Allí es donde la “Descripción de Grecia” de Pausanias -tal vez la primera guía turística de la Grecia Antigua-, que retrata las comarcas que el mismo autor visitó en el siglo II de nuestra era, adquiere la cualidad de indispensable, dados su contenido técnico y el peculiar modo de testimoniarlo.
Las reseñas y la forma de referir puntos y lugares de “El Quinto Infierno” tratan de asemejarse a las de este estudio. Con los grafitos sucede algo parecido. La recopilación realizada por Enrique Montero Cartelle, en “Grafitos Amatorios Pompeyanos”, de los letreros originales que se encuentran en las paredes de las ruinas de Pompeya, es de una utilidad inestimable pues, en su mayoría, pertenecen al ciclo silano.
Para las menciones mitológicas utilicé casi exclusivamente el “Diccionario de Mitología Griega y Romana” de Pierre Grimal. De ese mismo destacado latinista parisiense y profesor de la Sorbona, consulté “El Amor en la Roma Antigua”, que es la base que empleé para armar los relatos de las ceremonias nupciales y para comprender las connotaciones políticas de algunos matrimonios celebrados durante el período en cuestión.
También, muchos aspectos relacionados con la cultura romana antigua los obtuve de otro de sus trabajos: “La Vida en la Roma Antigua”. En ese sentido, “Los Placeres en Roma”, del investigador francés Jean - Noël Robert, me fueron de gran ayuda cuando tuve que narrar los espectáculos circenses, los placeres de la carne, las festividades religiosas, las actividades recreativas y los banquetes. Los menúes fueron extractados de este último tratado y complementados con las viejas recetas del cocinero romano Marco Gavio Apicio.
Hay un artículo, muy bueno, escrito por Joaquín Gómez Pantoja, profesor titular de Historia Antigua en la Universidad de Alcalá titulado “L. Cornelius Sulla, 25 años de investigación (1960-1985)”, al que me remití para comprender acabadamente la vida de Sila en la etapa anterior a la de su desempeño en la función pública, la implicancia de sus relaciones personales en el ascenso dentro del cursus honorum, y para desentrañar la madeja política de aquellos años. La valía de este texto es incalculable.
La noción de la muerte, la descripción de los infiernos, muchos eventos alusivos a la Sibila de Cumas y la iconografía de los dioses los extraje de la “Mitología Romana” del catedrático francés Francesc - Lluís Cardona. Este volumen, amén de sus estupendas exposiciones, posee útiles fotografías. Y, en cuanto a imágenes, los magníficos gráficos de Peter Conolly no tienen par. Los uniformes de los romanos y de sus enemigos, de sus aliados, la vestimenta que se usaba cien años antes de Cristo, las ceremonias, las armas, los premios, los campamentos, las obras de ingeniería civil y militar, los templos y las ciudades se encuentran magistralmente ilustrados por este gran dibujante e historiador.
Los mapas fueron todo un desafío. Particularmente el de la ciudad de Roma en época de las postrimerías de la República. A fin de que sea lo más fiel posible debí tomar la versión digitalizada de una vieja carta inglesa de Roma, confeccionada en el siglo XIX por W.B. Clarke, y modificarla electrónicamente con el objeto de eliminar los edificios imperiales; después agregué otros, aparecidos como fruto de investigaciones posteriores a la impresión de este precioso documento.
Una vez concluida esta pesada tarea, llegó a mis manos la monumental obra de Colleen Mc Cullough, donde se reproduce un mapa de aproximadamente el año 30 a.C. Inmediatamente chequeé el mío con el suyo y, por fortuna, comprobé que ambos son bastante análogos (el libro no tiene mapas, sólo se usaron para consulta) . Esta novelista australiana escribió una saga compuesta por “El Primer Hombre de Roma”, “La Corona de Hierba”, “Los Favoritos de Fortuna”, “Las Mujeres de César” y “César”.
En cada uno de sus volúmenes incluyó un extenso y claro glosario al que recurrí en innumerable cantidad de veces. Así, el quid de algunas leyes, funciones, procedimientos, asambleas, colegios sacerdotales y lugares, los he extraído de allí. Del mismo modo, la lectura del cuerpo, específicamente en “La Corona de Hierba”, me valió para tomar una idea acabada de la campaña de Sila a Oriente, el sitio de Roma, previo a aquel viaje, y la descripción del Subura.
Otro glosario, para mí imprescindible, es el que la joven autora alemana Tessa Korber introdujo al final de su atrapante novela “El Médico del Emperador”; ahí encontré un completo listado de los medicamentos y sustancias más empleados en Roma; por supuesto, hice uso de él. Algunas de las prácticas y técnicas médicas están tomadas también de ese trabajo.
Creo que sería imposible encarar una obra de este tipo, que verse acerca de la Roma antigua, sin echar mano a la “Historia de Roma” de Theodor Mommsen. Casi todo cuanto sabemos empieza y termina en el soberbio relato escrito a finales del siglo XIX por el Premio Nobel de Literatura del año 1902. La compleja Guerra Social, la revolución de los Graco, la reforma constitucional, las proscripciones y la dictadura de Sila están abordadas allí de manera insuperable. Aparte, las descripciones del historiador alemán acerca de las letras, el teatro, la pintura, la escultura y la arquitectura en tiempos de la República tardía, son sensacionales. En ambos grupos de temas, esta verdadera “Biblia de los romanófilos” ha sido mi puntal.
Consulté muchísimas más fuentes, clásicas y modernas; Tito Livio, Suetonio, Tácito, Petronio, Enrique Pinedo y Bruno Nice, por citar algunos autores, pero no quiero dejar de nombrar a las que, en mi caso, fueron vitales.
Quien, por un motivo u otro, posea un conocimiento profundo acerca de la vida de Lucio Cornelio Sila, y de la época en que le tocó vivir, cuando “camine” por “El Quinto Infierno” no encontrará datos novedosos ni revelaciones rimbombantes pues, todo cuanto sucede a lo largo del relato, de alguna forma, ya ha sido narrado por otros autores con anterioridad. No soy un historiador, soy simplemente uno más de quienes se dedican a contar, a su modo, la historia que ha leído de los historiadores.
Confieso que me habría encantado que el maestro de la biografía novelada, Irving Stone (1903-1989), hubiera puesto su atención en Sila. A menudo imagino cómo hubiera sido una vida del Carapálida escrita por él -y cuánto hubiera yo disfrutado al tenerla en mis manos- . Como lamentablemente esto nunca sucedió, entonces la escribí para mí, de manera ágil pero rigurosa. Con un lenguaje entre divulgativo y literario.
Es, por final, una obra que se encuentra más cerca de la novela histórica que de la biografía, con poquísimas licencias. Y es por ello que, a mi modesto criterio, la definción más acertada es la de “biografía novelada”.