La Batalla de Teruel, caida de la plaza
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- Recluta
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La Batalla de Teruel, caida de la plaza
Yo propongo un tema, sobre el que considero que entiendo algo y me gustaría contrastar opiniones sobre cuanto de él se conozca.
El tema que propongo es LA BATALLA DE TERUEL. NO me refiero a la Batalla del Alfambra, que como todos conocemos, tuvo lugar en la reconquista de la plaza.
Me gustaría conocer puntos de vista e información desde ambos bandos.
Creo que he leido mucho de lo que se ha escrito sobre el tema, y también he escrito un libro sobre ello.
Esfero vuestros comentarios, que siemprec resultarán enriquecedores.
Saludos
El tema que propongo es LA BATALLA DE TERUEL. NO me refiero a la Batalla del Alfambra, que como todos conocemos, tuvo lugar en la reconquista de la plaza.
Me gustaría conocer puntos de vista e información desde ambos bandos.
Creo que he leido mucho de lo que se ha escrito sobre el tema, y también he escrito un libro sobre ello.
Esfero vuestros comentarios, que siemprec resultarán enriquecedores.
Saludos
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- Soldado Primero
- Mensajes: 75
- Registrado: 21 Nov 2006, 20:31
- Ubicación: Murcia
Con semejante curriculum
Con semejante curriculum realmente uno se lo piensa dos veces antes de hacer cualquier comentario. Lamentablemente en poco te puedo, personalmente, ayudar. Es un tema del cual tan solo tengo algunas nociones historicas. Lo lamenteo, quizas otros foristas mas veteranos puedan entablar animado discurso contigo.
Un saludo
Un saludo
Ardua molimur,
sed nulla nisi ardua virtus.
sed nulla nisi ardua virtus.
- ZULU 031
- General de Ejército
- Mensajes: 14967
- Registrado: 17 Mar 2003, 12:45
- Ubicación: Península Independiente de La Magdalena - EXPAÑA
En noviembre y diciembre de 1937 los nacionales estaban reuniendo hombres y suministros para lanzar una nueva ofensiva sobre Madrid, convencidos de que la toma de Madrid supondría la finalización de la guerra. Por otra parte, sabían los republicanos que, los nacionales atacarían Madrid el 18 de diciembrey decidierón los republicanos atacar Terue,l una semana antes.
La República tuvo que recurrir al ataque (¿tal vez se podría haber evitado?) para evitar una derrota lenta pero segura. Indalecio Prieto, ministro de Defensa y sus oficiales del Estado Mayor, los coroneles Hernández Sarabia y Vicente Rojo, escogieron Teruel para este fin, ya que estaba en un terreno alto y rocoso, encima de la confluencia de los ríos Alfambra y Guadalaviar. Teruel constituía una cuña rodeada por líneas republicanas en sus dos terceras partes y se sabía que estaba mal defendida.
Como anécdota, una huelga de maquinistas de tren en Barcelona hizo retrasar cuatro días el ataque
El ataque se inició la mañana del 15 de diciembre
La República tuvo que recurrir al ataque (¿tal vez se podría haber evitado?) para evitar una derrota lenta pero segura. Indalecio Prieto, ministro de Defensa y sus oficiales del Estado Mayor, los coroneles Hernández Sarabia y Vicente Rojo, escogieron Teruel para este fin, ya que estaba en un terreno alto y rocoso, encima de la confluencia de los ríos Alfambra y Guadalaviar. Teruel constituía una cuña rodeada por líneas republicanas en sus dos terceras partes y se sabía que estaba mal defendida.
Como anécdota, una huelga de maquinistas de tren en Barcelona hizo retrasar cuatro días el ataque
El ataque se inició la mañana del 15 de diciembre
EX NOTITIA VICTORIA
EX PLURIBUS UNUM
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- Sargento
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ZULU 031 escribió:Como anécdota, una huelga de maquinistas de tren en Barcelona hizo retrasar cuatro días el ataque
No te asombres tanto, que los trabajadores del ayuntamiento de Barcelona se negaban a retirar en sábado los escombros producidos por los bombardeos franquistas porque ese día libraban, y los derechos de los trabajadores estaba por encima de todo.
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- Recluta
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- Yorktown
- General
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- Registrado: 23 Oct 2007, 11:22
Imagina.
Durante el invierno 1937-38 en la ciudad de Teruel y sus proximidades tuvo lugar
una de las mayores batallas de toda la guerra civil española que pasaría a la
historia como la desarrollada en condiciones ambientales más extremas. Sus
consecuencias en el campo sanitario fueron un ingente número de combatientes de
ambos bandos con lesiones debidas en su mayoría no a las balas o metralla, sino
a la exposición prolongada del cuerpo a un frío extremo. Los sistemas de
evacuación y las redes de asistencia hospitalaria de ambos ejércitos sufrieron
un colapso a partir de diciembre de 1937, y las consecuencias no tardaron en
sentirse en las zonas situadas “a retaguardia”.
Navarra contaba en diciembre de 1937 con 18 centros hospitalarios en
funcionamiento destinados de forma específica, total o parcialmente, a la
atención de enfermos o heridos de guerra, integrados dentro de la red de
hospitales militares del ejército nacional como “establecimientos de segunda
línea”.
Sin embargo, tras la saturación de todos los centros sanitarios de la provincia
de Zaragoza –principal bastión sanitario del ejército sublevado en el Frente de
Aragón– durante las últimas semanas de 1937, los hospitales navarros pasaron a
ser destino de numerosas evacuaciones directas desde los mismos campos de
batalla de Teruel que, sin escala en la capital aragonesa, “desembarcaban”
diariamente en la pamplonesa Estación del Norte.
Los últimos días de 1937, la Jefatura de Sanidad ordenó a todos los hospitales
de la capital la ampliación urgente del número de camas y aceleró la creación de
nuevos centros sanitarios en otras localidades. Los hospitales militares de
Falces, Lumbier, Aoiz y el “José Antonio” de Pamplona abrieron sus salas en los
primeros días de 1938, mientras que el resto de centros navarros ampliaba su
capacidad de forma apresurada. Por ejemplo, el Hospital “Alfonso Carlos”,
instalado en el Seminario de Pamplona, pasó en dos meses de 780 camas a albergar
más de 1.300. En cuatro meses, los establecimientos de guerra navarros casi
duplicaron su capacidad para poder acoger hasta 4.970 hospitalizaciones.
Victoriano Juaristi, cirujano del Hospital Militar de Pamplona, describía el
panorama de este modo: “Nuestro hospital volvía a actuar como si fuera del
frente. Recibimos heridos desde el campo de batalla casi directamente, o con muy
breve escala en Zaragoza”.
A pesar de estas medidas la situación desbordó todas las previsiones. Tras la
saturación de los centros sanitarios de Pamplona, varias evacuaciones de heridos
por congelaciones terminaron en pequeños hospitales de convalecencia de la
Ribera de Navarra, sin apenas medios técnicos ni personal sanitario preparado, y
otras muchas continuaron ruta por ferrocarril hacia establecimientos del País
Vasco, Castilla, Asturias, Santander y Galicia. A partir de marzo de 1938, con
la mejoría de las condiciones meteorológicas, remitieron las evacuaciones
masivas y el funcionamiento de la red de hospitales militares en Navarra se
estabilizó.
Hasta la batalla de Teruel, los antecedentes médicos más próximos en el
tratamiento de las lesiones por congelación se remontaban a los célebres “pies
de trinchera” de la Gran Guerra europea de 1914-1918. Además, el número de
congelados durante el primer invierno de contienda civil (1936-1937) había sido
muy escaso.
Este período, sin duda el más intenso desde el punto de vista asistencial en los
hospitales navarros, dio pie a la aplicación y el desarrollo experimental de
técnicas médicas y quirúrgicas en el tratamiento de una afección novedosa: las
lesiones por congelación. Así lo percibieron tres facultativos destinados en los
equipos quirúrgicos de los principales hospitales militarizados de Pamplona:
Victoriano Juaristi Sagarzazu, del Hospital Militar de Pamplona; Pascual Ipiens
Lacasa, encargado del Servicio de Cirugía General, Traumatología y Urología del
Hospital Provincial; y Andrés Martínez Vargas jefe de las salas de cirugía del
Hospital “Alfonso Carlos”. Conocedores de la excepcionalidad de las lesiones y
apoyados en una casuística numerosa registraron el resultado de sus experiencias
y dejaron constancia escrita de sus impresiones personales. Además, Carlos Gil y
Gil, radiólogo del Hospital Provincial y encargado del Servicio de Onda Corta
establecido específicamente por la Dirección de Sanidad Militar para el
tratamiento de las congelaciones, recogió los resultados de sus experiencias en
un artículo publicado en 1939 por la Revista Española de Medicina y Cirugía de
Guerra.
Este material, junto a las estadísticas recogidas por la Jefatura de Sanidad y
los testimonios de personas implicadas directamente en los acontecimientos, nos
permite analizar este episodio sanitario desde perspectivas diferentes y
confrontar, 65 años después, opiniones, tratamientos y resultados sobre la misma
afección, un caso inusual en la medicina de nuestra guerra civil.
CONDICIONES EXCEPCIONALES
Las consecuencias de la exposición prolongada de los tejidos a temperaturas muy
bajas son bien conocidas. El frío forma cristales con parte del agua estructural
de las células, lo que supone un aumento de la concentración de sales en el
resto del agua y, como consecuencia, la desnaturalización de las proteínas.
Además, la alteración sobre las células endoteliales provoca un aumento de la
permeabilidad capilar con trasudación y agregación de los hematíes que, en
último término, desencadena la oclusión de la luz vascular y la consiguiente
isquemia. Patólogos franceses y alemanes, a raíz de sus estudios
sobre las lesiones por efecto del frío durante la Primera Guerra Mundial,
apuntaban en 1937 a la desnaturalización de las proteínas y, sobre todo, a la
isquemia vascular secundaria al espasmo arterial originado por el frío como
causas principales de las lesiones histológicas por congelación, hacia las que
orientaron buena parte de sus tratamientos.
El fenómeno se ve condicionado por tres factores principales: el grado de
temperatura del ambiente, el tiempo de acción del frío sobre el organismo y la
naturaleza del medio en el que tiene lugar el fenómeno. Durante la batalla de
Teruel las condiciones fueron extremas: según los partes meteorológicos del
ejército, las fuerzas destacadas en las inmediaciones de la capital turolense
soportaron temperaturas que oscilaban entre los seis y los veinte grados bajo
cero, a unos 1.200 metros de altura de media y con predominio del viento norte.
Respecto al tiempo de exposición, queda constancia de la especial “peligrosidad”
de las guardias nocturnas, en las que el soldado debía permanecer varias horas
seguidas a la intemperie en puestos de primera línea, inmóvil, en silencio y sin
posibilidad de encender fuegos que delataran su posición. Una de las primeras
medidas adoptadas por los mandos de ambos ejércitos contendientes consistió en
acortar la duración de las guardias y supervisar la correcta indumentaria de los
soldados.
Un voluntario navarro reflejó en su diario el dramatismo y la crudeza de la
situación, al recordar su guardia de la noche del 31 de diciembre de 1937 en la
posición de “La Muela”, a las afueras de la ciudad de Teruel: “Me toca la
primera guardia. A pesar del pasamontañas no siento las orejas. Recuerdo otras
nocheviejas en casa, todos juntos; pienso en los míos y en lo que ellos estarán
pensando en mí (…). Hay momentos en que el frío me va a hacer gritar y pienso
que no voy a poder resistirlo. Es tremendo”.
A pesar de las medidas anteriormente descritas, el porcentaje de bajas sufridas
por las unidades que tomaron parte en la batalla fue el más alto en toda la
contienda. El general D. Rafael García-Valiño y Marcen, que mandaba la Primera
División de Navarra (unos 15.000 hombres), cuantificó en más de 3.500 los casos
de congelación sufridos por sus soldados. Una de las unidades, el Tercio de
Navarra, por ejemplo, perdió en Teruel la mitad de sus efectivos: 303 muertos,
entre heridos y congelados. En total, según los diversos autores, las bajas
sufridas por los nacionalistas durante la batalla de Teruel superaron las
54.000; de ellas, más de 18.000 debidas a congelaciones. Entre las fuerzas
republicanas el total de bajas rondó los 60.000 hombres, un tercio de ellas
también como consecuencia del frío.
http://www.requetes.com/sanidad.html
Era requeté tu abuelo? El mio también estuvo allí, como capitán de artilleria.
Saludos.
Durante el invierno 1937-38 en la ciudad de Teruel y sus proximidades tuvo lugar
una de las mayores batallas de toda la guerra civil española que pasaría a la
historia como la desarrollada en condiciones ambientales más extremas. Sus
consecuencias en el campo sanitario fueron un ingente número de combatientes de
ambos bandos con lesiones debidas en su mayoría no a las balas o metralla, sino
a la exposición prolongada del cuerpo a un frío extremo. Los sistemas de
evacuación y las redes de asistencia hospitalaria de ambos ejércitos sufrieron
un colapso a partir de diciembre de 1937, y las consecuencias no tardaron en
sentirse en las zonas situadas “a retaguardia”.
Navarra contaba en diciembre de 1937 con 18 centros hospitalarios en
funcionamiento destinados de forma específica, total o parcialmente, a la
atención de enfermos o heridos de guerra, integrados dentro de la red de
hospitales militares del ejército nacional como “establecimientos de segunda
línea”.
Sin embargo, tras la saturación de todos los centros sanitarios de la provincia
de Zaragoza –principal bastión sanitario del ejército sublevado en el Frente de
Aragón– durante las últimas semanas de 1937, los hospitales navarros pasaron a
ser destino de numerosas evacuaciones directas desde los mismos campos de
batalla de Teruel que, sin escala en la capital aragonesa, “desembarcaban”
diariamente en la pamplonesa Estación del Norte.
Los últimos días de 1937, la Jefatura de Sanidad ordenó a todos los hospitales
de la capital la ampliación urgente del número de camas y aceleró la creación de
nuevos centros sanitarios en otras localidades. Los hospitales militares de
Falces, Lumbier, Aoiz y el “José Antonio” de Pamplona abrieron sus salas en los
primeros días de 1938, mientras que el resto de centros navarros ampliaba su
capacidad de forma apresurada. Por ejemplo, el Hospital “Alfonso Carlos”,
instalado en el Seminario de Pamplona, pasó en dos meses de 780 camas a albergar
más de 1.300. En cuatro meses, los establecimientos de guerra navarros casi
duplicaron su capacidad para poder acoger hasta 4.970 hospitalizaciones.
Victoriano Juaristi, cirujano del Hospital Militar de Pamplona, describía el
panorama de este modo: “Nuestro hospital volvía a actuar como si fuera del
frente. Recibimos heridos desde el campo de batalla casi directamente, o con muy
breve escala en Zaragoza”.
A pesar de estas medidas la situación desbordó todas las previsiones. Tras la
saturación de los centros sanitarios de Pamplona, varias evacuaciones de heridos
por congelaciones terminaron en pequeños hospitales de convalecencia de la
Ribera de Navarra, sin apenas medios técnicos ni personal sanitario preparado, y
otras muchas continuaron ruta por ferrocarril hacia establecimientos del País
Vasco, Castilla, Asturias, Santander y Galicia. A partir de marzo de 1938, con
la mejoría de las condiciones meteorológicas, remitieron las evacuaciones
masivas y el funcionamiento de la red de hospitales militares en Navarra se
estabilizó.
Hasta la batalla de Teruel, los antecedentes médicos más próximos en el
tratamiento de las lesiones por congelación se remontaban a los célebres “pies
de trinchera” de la Gran Guerra europea de 1914-1918. Además, el número de
congelados durante el primer invierno de contienda civil (1936-1937) había sido
muy escaso.
Este período, sin duda el más intenso desde el punto de vista asistencial en los
hospitales navarros, dio pie a la aplicación y el desarrollo experimental de
técnicas médicas y quirúrgicas en el tratamiento de una afección novedosa: las
lesiones por congelación. Así lo percibieron tres facultativos destinados en los
equipos quirúrgicos de los principales hospitales militarizados de Pamplona:
Victoriano Juaristi Sagarzazu, del Hospital Militar de Pamplona; Pascual Ipiens
Lacasa, encargado del Servicio de Cirugía General, Traumatología y Urología del
Hospital Provincial; y Andrés Martínez Vargas jefe de las salas de cirugía del
Hospital “Alfonso Carlos”. Conocedores de la excepcionalidad de las lesiones y
apoyados en una casuística numerosa registraron el resultado de sus experiencias
y dejaron constancia escrita de sus impresiones personales. Además, Carlos Gil y
Gil, radiólogo del Hospital Provincial y encargado del Servicio de Onda Corta
establecido específicamente por la Dirección de Sanidad Militar para el
tratamiento de las congelaciones, recogió los resultados de sus experiencias en
un artículo publicado en 1939 por la Revista Española de Medicina y Cirugía de
Guerra.
Este material, junto a las estadísticas recogidas por la Jefatura de Sanidad y
los testimonios de personas implicadas directamente en los acontecimientos, nos
permite analizar este episodio sanitario desde perspectivas diferentes y
confrontar, 65 años después, opiniones, tratamientos y resultados sobre la misma
afección, un caso inusual en la medicina de nuestra guerra civil.
CONDICIONES EXCEPCIONALES
Las consecuencias de la exposición prolongada de los tejidos a temperaturas muy
bajas son bien conocidas. El frío forma cristales con parte del agua estructural
de las células, lo que supone un aumento de la concentración de sales en el
resto del agua y, como consecuencia, la desnaturalización de las proteínas.
Además, la alteración sobre las células endoteliales provoca un aumento de la
permeabilidad capilar con trasudación y agregación de los hematíes que, en
último término, desencadena la oclusión de la luz vascular y la consiguiente
isquemia. Patólogos franceses y alemanes, a raíz de sus estudios
sobre las lesiones por efecto del frío durante la Primera Guerra Mundial,
apuntaban en 1937 a la desnaturalización de las proteínas y, sobre todo, a la
isquemia vascular secundaria al espasmo arterial originado por el frío como
causas principales de las lesiones histológicas por congelación, hacia las que
orientaron buena parte de sus tratamientos.
El fenómeno se ve condicionado por tres factores principales: el grado de
temperatura del ambiente, el tiempo de acción del frío sobre el organismo y la
naturaleza del medio en el que tiene lugar el fenómeno. Durante la batalla de
Teruel las condiciones fueron extremas: según los partes meteorológicos del
ejército, las fuerzas destacadas en las inmediaciones de la capital turolense
soportaron temperaturas que oscilaban entre los seis y los veinte grados bajo
cero, a unos 1.200 metros de altura de media y con predominio del viento norte.
Respecto al tiempo de exposición, queda constancia de la especial “peligrosidad”
de las guardias nocturnas, en las que el soldado debía permanecer varias horas
seguidas a la intemperie en puestos de primera línea, inmóvil, en silencio y sin
posibilidad de encender fuegos que delataran su posición. Una de las primeras
medidas adoptadas por los mandos de ambos ejércitos contendientes consistió en
acortar la duración de las guardias y supervisar la correcta indumentaria de los
soldados.
Un voluntario navarro reflejó en su diario el dramatismo y la crudeza de la
situación, al recordar su guardia de la noche del 31 de diciembre de 1937 en la
posición de “La Muela”, a las afueras de la ciudad de Teruel: “Me toca la
primera guardia. A pesar del pasamontañas no siento las orejas. Recuerdo otras
nocheviejas en casa, todos juntos; pienso en los míos y en lo que ellos estarán
pensando en mí (…). Hay momentos en que el frío me va a hacer gritar y pienso
que no voy a poder resistirlo. Es tremendo”.
A pesar de las medidas anteriormente descritas, el porcentaje de bajas sufridas
por las unidades que tomaron parte en la batalla fue el más alto en toda la
contienda. El general D. Rafael García-Valiño y Marcen, que mandaba la Primera
División de Navarra (unos 15.000 hombres), cuantificó en más de 3.500 los casos
de congelación sufridos por sus soldados. Una de las unidades, el Tercio de
Navarra, por ejemplo, perdió en Teruel la mitad de sus efectivos: 303 muertos,
entre heridos y congelados. En total, según los diversos autores, las bajas
sufridas por los nacionalistas durante la batalla de Teruel superaron las
54.000; de ellas, más de 18.000 debidas a congelaciones. Entre las fuerzas
republicanas el total de bajas rondó los 60.000 hombres, un tercio de ellas
también como consecuencia del frío.
http://www.requetes.com/sanidad.html
Era requeté tu abuelo? El mio también estuvo allí, como capitán de artilleria.
Saludos.
We, the people...
¡Sois todos un puñado de socialistas!. (Von Mises)
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- Sargento
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Batalla de Teruel. El Stalingrado español
POR EDUARDO GONZÁLEZ CALLEJA, HISTORIADOR
23-12-2007 12:40:17
Esos días, los combates prefiguraron la ferocidad de la guerra de exterminio de Rusia.
En la imagen, tropas republicanas en el frente.
Acomienzos de noviembre de 1937 el gobierno Negrín se planteó la alternativa estratégica a la caída del frente del Norte: el general Rojo diseñó el «Plan H» de conquista de Teruel con un triple propósito: desviar la nueva ofensiva que Franco estaba preparando sobre Madrid; prevenir una futura ofensiva generalizada hacia el mar que partiera de la capital bajoaragonesa, y ganar tiempo para ultimar las operaciones previstas en Extremadura, encaminadas a dividir la zona franquista en dos.
Como en Brunete, el ataque convergente de una fuerza de choque distribuida al Sur (los 15.000 efectivos del XVIII Cuerpo de Ejército), el Norte (los 18.000 soldados del XXII C.E.) y el Este de Teruel (los 13.500 combatientes del XX C.E.) se convirtió en una descarnada batalla de conquista y desgaste, pero bajo unas condiciones climatológicas radicalmente opuestas: en medio de una densa niebla y una intensa nevada, la 11 División comandada por Líster rompió el frente el 15 de diciembre por San Blas y enlazó con la 25 División del mayor García Vivancos lanzada desde el sur, interceptando las comunicaciones hacia Zaragoza. Teruel quedó bajo fuego enemigo la noche siguiente. El 18 cayó la meseta de La Muela, reducto principal de la defensa periférica de la capital. Rotas las líneas de contención, la guarnición se recluyó en la ciudad el día 16, preparando la defensa en los edificios principales, sobre todo el Seminario, donde se refugiaron 1.750 soldados, y la zona de la Comandancia militar, defendida por dos millares de combatientes a los que se unieron unos 4.000 civiles.
Franco decidió aceptar el desafío de Teruel, suspendiendo la proyectada ofensiva hacia Madrid contra la opinión expresa de sus asesores alemanes. El día 17 creó el Ejército de Operaciones de Galicia al mando del general Aranda, y el 20 mandó otro Cuerpo de Ejército (el de Castilla) dirigido por Varela, otro reputado especialista en combates de cerco.
Lucha casa por casa
Las siete divisiones de esta fuerza de socorro fueron ampliadas continuamente, mientras que el día 23 el propio Franco animaba a los defensores la resistencia y les recomendaba el combate callejero como la táctica defensiva más apropiada. Fueron días en que los combates prefiguraron la ferocidad de la guerra de exterminio de Rusia: luchas casa por casa, minas de efectos devastadores, supervivencia en los sótanos sin agua ni comida, el azote del mercado negro, los saqueos y las deserciones (combatidos con fusilamientos), y un aire helado que batía los muros abiertos y congelaba los miembros de los reclutas que, lanzados al combate con ropa de paisano, se afanaban en evitar la pérdida o el robo de una manta que era la única salvaguardia contra la muerte.
La ciudad de nadie
Un frustrado intento de ruptura del cerco estuvo a punto de tener éxito cuando en la Nochevieja las fuerzas liberadoras quedaron a la vista de los sitiados. La 84 y 87 Brigadas evacuaron precipitadamente la ciudad, pero retornaron a sus posiciones esa misma madruga al abrigo de una copiosa nevada que frustró el avance nacionalista. Fue el momento clave en el que, según el socialista Julián Zugazagoitia, «Teruel no fue de nadie por varias horas». Los últimos focos de resistencia cayeron los días 7 y 8 de enero, ante un enemigo veinte veces superior. Desde la segunda semana de enero, Franco impuso en el Alfambra una batalla de destrucción que condujo a la reconquista de la ciudad el 22 de febrero.
El ímpetu del Ejército Popular
La toma de Teruel -la única capital de provincia recuperada por los republicanos durante la guerra- fue el primer éxito ofensivo de la República. La esperanza de hacer de Teruel un nuevo Alcázar de Toledo resultó vana, no sólo por los imponderables geográficos y climatológicos, sino por la entidad de un enemigo que transitó desde las inexpertas milicias de la primera hora hasta el aguerrido y disciplinado Ejército Popular de la fase intermedia de la contienda. En la zona franquista la frustración se cebó sobre una víctima propiciatoria: el comandante militar, coronel Domingo Rey d´Harcourt, fue acusado de falta de energía en la defensa, ya que como el mariscal von Paulus, no se convirtió en el mártir que simbolizase el sacrificio del Stalingrado bajoaragonés.
La batalla de Teruel tuvo dos trágicos epílogos: tras distinguirse en la toma de la ciudad, dos batallones de la 84 Brigada Mixta del Ejército Popular que se amotinaron durante al contraofensiva del Alfambra fueron desarmados y diezmados el 20 de enero en Rubielos de Mora. Exactamente un año después de la rendición de Teruel, el obispo de la ciudad y el coronel Rey d´Harcourt fueron asesinados por sus guardianes en las inmediaciones de la frontera francesa.
POR EDUARDO GONZÁLEZ CALLEJA, HISTORIADOR
23-12-2007 12:40:17
Esos días, los combates prefiguraron la ferocidad de la guerra de exterminio de Rusia.
En la imagen, tropas republicanas en el frente.
Acomienzos de noviembre de 1937 el gobierno Negrín se planteó la alternativa estratégica a la caída del frente del Norte: el general Rojo diseñó el «Plan H» de conquista de Teruel con un triple propósito: desviar la nueva ofensiva que Franco estaba preparando sobre Madrid; prevenir una futura ofensiva generalizada hacia el mar que partiera de la capital bajoaragonesa, y ganar tiempo para ultimar las operaciones previstas en Extremadura, encaminadas a dividir la zona franquista en dos.
Como en Brunete, el ataque convergente de una fuerza de choque distribuida al Sur (los 15.000 efectivos del XVIII Cuerpo de Ejército), el Norte (los 18.000 soldados del XXII C.E.) y el Este de Teruel (los 13.500 combatientes del XX C.E.) se convirtió en una descarnada batalla de conquista y desgaste, pero bajo unas condiciones climatológicas radicalmente opuestas: en medio de una densa niebla y una intensa nevada, la 11 División comandada por Líster rompió el frente el 15 de diciembre por San Blas y enlazó con la 25 División del mayor García Vivancos lanzada desde el sur, interceptando las comunicaciones hacia Zaragoza. Teruel quedó bajo fuego enemigo la noche siguiente. El 18 cayó la meseta de La Muela, reducto principal de la defensa periférica de la capital. Rotas las líneas de contención, la guarnición se recluyó en la ciudad el día 16, preparando la defensa en los edificios principales, sobre todo el Seminario, donde se refugiaron 1.750 soldados, y la zona de la Comandancia militar, defendida por dos millares de combatientes a los que se unieron unos 4.000 civiles.
Franco decidió aceptar el desafío de Teruel, suspendiendo la proyectada ofensiva hacia Madrid contra la opinión expresa de sus asesores alemanes. El día 17 creó el Ejército de Operaciones de Galicia al mando del general Aranda, y el 20 mandó otro Cuerpo de Ejército (el de Castilla) dirigido por Varela, otro reputado especialista en combates de cerco.
Lucha casa por casa
Las siete divisiones de esta fuerza de socorro fueron ampliadas continuamente, mientras que el día 23 el propio Franco animaba a los defensores la resistencia y les recomendaba el combate callejero como la táctica defensiva más apropiada. Fueron días en que los combates prefiguraron la ferocidad de la guerra de exterminio de Rusia: luchas casa por casa, minas de efectos devastadores, supervivencia en los sótanos sin agua ni comida, el azote del mercado negro, los saqueos y las deserciones (combatidos con fusilamientos), y un aire helado que batía los muros abiertos y congelaba los miembros de los reclutas que, lanzados al combate con ropa de paisano, se afanaban en evitar la pérdida o el robo de una manta que era la única salvaguardia contra la muerte.
La ciudad de nadie
Un frustrado intento de ruptura del cerco estuvo a punto de tener éxito cuando en la Nochevieja las fuerzas liberadoras quedaron a la vista de los sitiados. La 84 y 87 Brigadas evacuaron precipitadamente la ciudad, pero retornaron a sus posiciones esa misma madruga al abrigo de una copiosa nevada que frustró el avance nacionalista. Fue el momento clave en el que, según el socialista Julián Zugazagoitia, «Teruel no fue de nadie por varias horas». Los últimos focos de resistencia cayeron los días 7 y 8 de enero, ante un enemigo veinte veces superior. Desde la segunda semana de enero, Franco impuso en el Alfambra una batalla de destrucción que condujo a la reconquista de la ciudad el 22 de febrero.
El ímpetu del Ejército Popular
La toma de Teruel -la única capital de provincia recuperada por los republicanos durante la guerra- fue el primer éxito ofensivo de la República. La esperanza de hacer de Teruel un nuevo Alcázar de Toledo resultó vana, no sólo por los imponderables geográficos y climatológicos, sino por la entidad de un enemigo que transitó desde las inexpertas milicias de la primera hora hasta el aguerrido y disciplinado Ejército Popular de la fase intermedia de la contienda. En la zona franquista la frustración se cebó sobre una víctima propiciatoria: el comandante militar, coronel Domingo Rey d´Harcourt, fue acusado de falta de energía en la defensa, ya que como el mariscal von Paulus, no se convirtió en el mártir que simbolizase el sacrificio del Stalingrado bajoaragonés.
La batalla de Teruel tuvo dos trágicos epílogos: tras distinguirse en la toma de la ciudad, dos batallones de la 84 Brigada Mixta del Ejército Popular que se amotinaron durante al contraofensiva del Alfambra fueron desarmados y diezmados el 20 de enero en Rubielos de Mora. Exactamente un año después de la rendición de Teruel, el obispo de la ciudad y el coronel Rey d´Harcourt fueron asesinados por sus guardianes en las inmediaciones de la frontera francesa.
"Nunca la pluma embotó la espada".
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- Sargento
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- Recluta
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Batalla de Teruel
En primer lugar, no se como se cambia en mi nombre el grado asignado, ya que no soy recluta, puesto que tengo el empleo de Alférez de Complemento de Artillería.
Con referencia al tema que nos ocupa debo de reconocer que es muy interesante la información de Yorktawn, pero se refiere todo a loa bajas y heridos por congelación que se encontraban entre las tropas tanto nacionales como del ejército rojo, que estaban fuera del cerco, los de dentro desgraciadamente no podían ser evacuados y debían permanecer en el Casino y en el Hospital de la Asunción, además de en los sótanos del Seminario y en la Comandancia Militar en el último momento.
A Jesús Fidelis debo decirle que sí, que mi padre estuvo allí y también era Capitán de Artillería en esos momentos, estando como responsable de la defensa del Seminario, por encargo del Coronel D. Francisco Barba.
Con referencia a las fotografías que incluye, ya conocía muchas de ellas, y en la que manda el día 4 de sep de 2007, puede verse en la primera de ellas, que corresponde a la Torre de San Martín, como en la segunda fila de ventanas, la que está a la derecha, desgraciadamente esos destrozos fueron causados por mi padre, pág. 197 del libro "Héroes o traidores. Teruel, la verdad se abre camino" en el que puede leerse "...Más de sesenta personas, quedaron sepultadas bajo los escombros. Era estremecedor, a la vez que desgarrador, oír gritar a aquellos pobres infelices pidiendo ayuda. Algunos pudieron ser rescatados, pero fueron muchos los que por estar más distantes de nuestras posiciones y batidos por el fuego enemigo, nada pudimos hacer por socorrerlos. Un comandante resultó herido, y fue retirado en una camilla, siendo trasladado a una sala contigua donde los médicos trataron de curarlo pero viendo que su estado era grave aunque no desesperado fue trasladado, y al atravesar la zanja abierta entre santa Clara y el seminario, tratando de ocultarse del fuego de la ametralladora enemiga que habían colocado en la torre de San Martín, la cual no cesaba de vomitar su fuego sobre la camilla, terminando con su vida. Al anochecer, de aquel día, el capitán Lloréns, subió a la parte alta del seminario, saliendo por una de las ventanas, y situándose a corta distancia, descargó sobre él un cargador completo, de aquel fusil ametrallador de procedencia rusa que días atrás habían cogido al enemigo, terminando definitivamente con el problema que día tras día los abatía impunemente.
¡Con que entusiasmo gritaba un pobre soldado, al que un trozo de metralla le había destrozado la lengua, animando a sus compañeros! Este chico, después de entrar las fuerzas republicanas en el seminario, quedó separado de sus compañeros con otros tres heridos más, permaneciendo olvidados en uno de los sótanos, donde después de cinco días sin comer, sin una gota de agua que llevarse a la boca y esperando la muerte, vieron que a poca distancia de ellos yacía una perrita en los estertores de la agonía. Los infelices muchachos quisieron acercarse al animalito con el deseo de comérselo crudo. En este esfuerzo murieron dos de ellos, por lo que los otros dos desistieron de volver a intentarlo. Estaban más muertos que vivos, pero aún pudieron resistir, siendo rescatados dos días después por un grupo de milicianos que los descubrieron en una de sus incursiones por el edificio.
Todo esto es terriblemente trágico pero solo son pinceladas, de fuerte colorido, que deben historiarse para poder llegar a conocer la magnitud del dolor vivido por aquellos soldados durante los aciagos días del cerco de Teruel. Las balas llovían por todas partes y las bajas se multiplicaban. Se agotó el material sanitario, y hubo que echar mano de sábanas y cortinas para hacer vendas y practicar curas a los heridos que seguían llegando a los hospitales en forma alarmante....". En resumen, aquello fue terrible y nunca se lo han reconocido.
Un saludo.
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Con referencia al tema que nos ocupa debo de reconocer que es muy interesante la información de Yorktawn, pero se refiere todo a loa bajas y heridos por congelación que se encontraban entre las tropas tanto nacionales como del ejército rojo, que estaban fuera del cerco, los de dentro desgraciadamente no podían ser evacuados y debían permanecer en el Casino y en el Hospital de la Asunción, además de en los sótanos del Seminario y en la Comandancia Militar en el último momento.
A Jesús Fidelis debo decirle que sí, que mi padre estuvo allí y también era Capitán de Artillería en esos momentos, estando como responsable de la defensa del Seminario, por encargo del Coronel D. Francisco Barba.
Con referencia a las fotografías que incluye, ya conocía muchas de ellas, y en la que manda el día 4 de sep de 2007, puede verse en la primera de ellas, que corresponde a la Torre de San Martín, como en la segunda fila de ventanas, la que está a la derecha, desgraciadamente esos destrozos fueron causados por mi padre, pág. 197 del libro "Héroes o traidores. Teruel, la verdad se abre camino" en el que puede leerse "...Más de sesenta personas, quedaron sepultadas bajo los escombros. Era estremecedor, a la vez que desgarrador, oír gritar a aquellos pobres infelices pidiendo ayuda. Algunos pudieron ser rescatados, pero fueron muchos los que por estar más distantes de nuestras posiciones y batidos por el fuego enemigo, nada pudimos hacer por socorrerlos. Un comandante resultó herido, y fue retirado en una camilla, siendo trasladado a una sala contigua donde los médicos trataron de curarlo pero viendo que su estado era grave aunque no desesperado fue trasladado, y al atravesar la zanja abierta entre santa Clara y el seminario, tratando de ocultarse del fuego de la ametralladora enemiga que habían colocado en la torre de San Martín, la cual no cesaba de vomitar su fuego sobre la camilla, terminando con su vida. Al anochecer, de aquel día, el capitán Lloréns, subió a la parte alta del seminario, saliendo por una de las ventanas, y situándose a corta distancia, descargó sobre él un cargador completo, de aquel fusil ametrallador de procedencia rusa que días atrás habían cogido al enemigo, terminando definitivamente con el problema que día tras día los abatía impunemente.
¡Con que entusiasmo gritaba un pobre soldado, al que un trozo de metralla le había destrozado la lengua, animando a sus compañeros! Este chico, después de entrar las fuerzas republicanas en el seminario, quedó separado de sus compañeros con otros tres heridos más, permaneciendo olvidados en uno de los sótanos, donde después de cinco días sin comer, sin una gota de agua que llevarse a la boca y esperando la muerte, vieron que a poca distancia de ellos yacía una perrita en los estertores de la agonía. Los infelices muchachos quisieron acercarse al animalito con el deseo de comérselo crudo. En este esfuerzo murieron dos de ellos, por lo que los otros dos desistieron de volver a intentarlo. Estaban más muertos que vivos, pero aún pudieron resistir, siendo rescatados dos días después por un grupo de milicianos que los descubrieron en una de sus incursiones por el edificio.
Todo esto es terriblemente trágico pero solo son pinceladas, de fuerte colorido, que deben historiarse para poder llegar a conocer la magnitud del dolor vivido por aquellos soldados durante los aciagos días del cerco de Teruel. Las balas llovían por todas partes y las bajas se multiplicaban. Se agotó el material sanitario, y hubo que echar mano de sábanas y cortinas para hacer vendas y practicar curas a los heridos que seguían llegando a los hospitales en forma alarmante....". En resumen, aquello fue terrible y nunca se lo han reconocido.
Un saludo.
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Re: Batalla de Teruel
Fernando Llorens Casani escribió: A Jesús Fidelis debo decirle que sí, que mi padre estuvo allí y también era Capitán de Artillería en esos momentos, estando como responsable de la defensa del Seminario, por encargo del Coronel D. Francisco Barba.
Un saludo.
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Creo que te refieres al padre de Yorktown.
Yo también tuve familiares allí, por partida doble, pero ninguo fue combatiente de primera línea, mis abuelos por parte de mi madre, eran civiles que sufrieron la guerra como población civil, poco antes de que el cerco se cerrara se fueron a Singra, apenas a 20 Km de Teruel, pueblo del que eran originarios y allí estuvieron hasta que acabaron los combates, quee s cuando regresaron a Teruel, vivían en un piso en la misma esquina de la Plaza de Torico con la calle del Salvador, tenían cinco hijos, que sufieron también la guerra, todos salvo mi madre que era la pequeña y nació acabada la guerra, precisamente en esa misma casa de la Plaza del Torico, hoy hay allí un hotel.
Mi abuela contaba bastantes cosas de aquellos días.
Por otro lado, mi abuelo paterno, sí que era militar y estaba encuadrado en la brigada de la Flechas Negras, unidad conjunta entre italianos y españoles que se creó después del desastre de Guadalajara de las tropas italianas. Vivió la batalla de Teruel en la retaguardia, no entraron allí en combate.
La batalla de Teruel, fue muy dura, la resistencia numantina, luchandose edificio a edificio y convirtiendose el Seminario en el centro principal de resistencia, que fue minado varias veces, para acabar con la misma.
El coronel Rey D'Hacourt fue denostado por la propaganda franquista, ya que se le acusaba de "impericia y flaqueza". Posteriormente el libro "El coronel Rey D'Harcourt y la rendición de Teruel: Historia y fin de una leyenda negra", de Eloy Fernandez Clemente, restituia la figura de este militar, que fue fusilado junto con el Obispo Polanco (obispo de Teruel que fue hecho prisionero mientras iba a recoger nieve para derretirla y dar agua a los heridos), en los últimos días de la guerra tras sacarlos del castillo de Montjuich donde estuvieron presos.
"Nunca la pluma embotó la espada".
- Yorktown
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Mi abuelo mi abuelo,no me echeis más años encima...
Se que estuvo alli con los nacionales y que era capitan de artilleria,pero no era militar profesional,pero la verdad que ni unidad ni nada más...tampoco es que me contase mucho de aquello.Era yo muy peque.
Saludos.
Se que estuvo alli con los nacionales y que era capitan de artilleria,pero no era militar profesional,pero la verdad que ni unidad ni nada más...tampoco es que me contase mucho de aquello.Era yo muy peque.
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¡Sois todos un puñado de socialistas!. (Von Mises)
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batalla de Teruel
Hola
Como ejemplo de la dureza de la batalla de Teruel la experiencia de mi abuelo que un dia me conto. Sirvio durante la guerra en un regimiento de artilleria y segun el no se perdio "ninguna de las gordas " En Teruel , me comentaba el frio terrible que alli sufrieron. Una noche antes de que su bateria entrara en posicion, llegaron a un pueblo que a ellos les hizo mucha gracia por la ironia del nombre "Fuentes Calientes" en unos momentos en los que el termometro estaba muy por debajo de los 0 grados . Como era brigada le encargaron buscar sitio para el vivaqueo, me dijo que llegaron a una especie de cortijo, al entrar pudo ver horrorizado filas y filas de cadaveres congelados y que a veces estaban apilados por falta de espacio. No tenia buenos recuerdos mi abuelo de aquellos dias.
Como ejemplo de la dureza de la batalla de Teruel la experiencia de mi abuelo que un dia me conto. Sirvio durante la guerra en un regimiento de artilleria y segun el no se perdio "ninguna de las gordas " En Teruel , me comentaba el frio terrible que alli sufrieron. Una noche antes de que su bateria entrara en posicion, llegaron a un pueblo que a ellos les hizo mucha gracia por la ironia del nombre "Fuentes Calientes" en unos momentos en los que el termometro estaba muy por debajo de los 0 grados . Como era brigada le encargaron buscar sitio para el vivaqueo, me dijo que llegaron a una especie de cortijo, al entrar pudo ver horrorizado filas y filas de cadaveres congelados y que a veces estaban apilados por falta de espacio. No tenia buenos recuerdos mi abuelo de aquellos dias.
"sed Fuertes en la guerra"
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