5 de marzo. Zona fronteriza entre Venezuela y Colombia-¡Suban a los tanques! ¡Ya nos vamos!
“Por fin”, pensó la soldado Patricia Vega.
Pasaban varios minutos de la una de la tarde cuando por fin llegó la orden de avanzar para el carro de combate de Vega y sus compañeros de tripulación, el sargento Nestor Maza, un joven pero veterano suboficial, orgulloso y enamorado de los grandes carros de combate, el cabo primera Tomás Sojo, un fanático de los autos de carrera y el soldado Robert Moreno, el cargador, un tipo deportista y también mecánico del tanque. Al AMX-30V que tripulaban le habían puesto el apodo de “Gato Salvaje”, aunque otros en el batallón lo denominaban a mala fe “Princesita”.
Patricia subió a la torre del AMX y se introdujo por la escotilla hasta su puesto de artillera del carro. Era una de las pocas mujeres, si no la única hasta donde ella sabía, que era artillera de un carro de combate en el Ejército venezolano. A ella también le atraía aquel mundo de la milicia y los grandes tanques de batalla, y durante el entrenamiento había demostrado aptitudes más que sobradas para el cargo de tiradora del carro, así que hacía ya varios meses que ocupaba el puesto y había logrado ganarse el aprecio de sus compañeros de tripulación, aunque en el batallón siempre había quien la miraba con suspicacia y en su envidia, pensaban que se había ganado el puesto por ser una cara bonita. Y aunque ella estaba orgullosa de su largo pelo negro azabache que se recogía en una coleta y de sus finos ojos rasgados, más de una vez había tenido que defenderse de aquella gente. “Si fuera una cara bonita ahora estaría en algún concurso de belleza, y no aquí, llena de grasa arreglando esta mole de acero” le había dicho una vez a uno de aquellos jodedores y malpensados del batallón, pero por mucho que intentara ser una más, era duro ser mujer en un mundo reservado hasta hacía poco solo para los hombres. Pero todo aquello iba a quedar en un muy segundo plano, o al menos eso esperaba ella, con los acontecimientos de los últimos días. Ahora se vería quien valía para el puesto de verdad, y nada de comentarios de boquilla. Iban a la guerra y tocaba “graduarse” en serio.
La soldado Vega era una mujer muy activa y siempre necesitaba estar haciendo algo, así que por fin dejó de dar vueltas como un jaguar enjaulado, y puso los cinco sentidos en hacer su tarea lo mejor posible. Se puso el casco y todos comprobaron las comunicaciones.
-Chequeo de comunicaciones - dijo el sargento Maza
-Conductor listo.
-Artillera lista.
-Cargador listo.
-Muy bien. Tomás arranquemos ya, el punto de reunión con la infantería es en el puesto fronterizo.
El "Gato Salvaje" en movimiento.Al fin el AMX-30V de Vega y otros dos carros más se ponían en movimiento. Habían sido los últimos en llegar a la zona de reunión del 412º Batallón Blindado “Francisco José Bermudez”, por que cuando llegó la orden de movilización días atrás, aquellos tres vehículos estaban a medio desmontar en su base de Valencia. A toda prisa se volvieron a montar y probar, pero llevaba su tiempo, así que siempre fueron algo por detrás del resto de carros del batallón, aunque gracias al entusiasmo de sus tripulaciones y a los mecánicos encargados de ellos, apenas llegaron al área de despliegue con unas pocas horas de retraso respecto al resto del batallón.
Para consternación de la tripulación, el comandante del batallón, había ordenado que se revisaran a fondo los tres vehículos tras el largo viaje desde su base hasta allí. En el “Gato Salvaje” encontraron algún pequeño problema mecánico, nada irresoluble, pero el Teniente Coronel se mostró inflexible y ordenó que estuvieran mecánicamente aptos al 100% antes de entrar en combate, lo que tenía lógica pensando que cualquier fallo, podría dejarlos tirados en el momento más inoportuno, lo cual en el pasado había ocurrido a menudo. Por lo tanto, el soldado Moreno, ayudado por toda la tripulación, estuvo efectuando reparaciones en el carro durante casi toda la noche y una parte de la mañana hasta dejarlo en perfecto estado de revista. Los otros dos tanques tardaron un poco más, pero finalmente estaban listos para operar y habían recibido autorización del mando para unirse al combate que se desarrollaba a pocos kilómetros de la frontera.
En el puesto fronterizo, justo donde acababa Venezuela y comenzaba Colombia, a los tres AMX-30 se les unió una compañía del 131º Batallón de Infantería “Manuel Piar” que también habían llegado con cierto retraso al inicio de la ofensiva aquella mañana.
Un capitán se les acercó y encaramándose a la torreta del tanque, se puso a hablar con Maza, que hacía las veces de líder de aquella pequeña escuadra de tanques.
-Sargento, deben escoltarnos hasta Maicao. Una vez allí se pondrán a la orden de su comandante ¿Entendido?
-Afirmativo, mi capitán – respondió con seguridad el tanquista, que previamente había recibido las mismas ordenes de su mando de batallón.
-Quiero a dos de sus carros en vanguardia y otro cerrando la columna. Estén atentos por que me informan que todavía pueden quedar algunos elementos de unidades enemigas que intenten jodernos al avanzar por la carretera, pero tengan cuidado, por que también hay de los nuestros en la zona, así que miren bien a que disparan. Por lo demás solo la artillería enemiga debería molestarnos, aunque a nosotros más que a ustedes.
-Eso parece, mi capitán. No se preocupe, les llevaremos sanos y salvos a Maicao.
-Muy bien, entonces vámonos ya.
-A la orden.
El viaje de apenas 10 kilómetros fue tenso. Algunos proyectiles de artillería caían todavía cerca de la carretera, aunque ahora parecía que no los dirigía nadie y eran poco precisos, aún así, la parte trasera de un camión que transportaba a los soldados de infantería, fue alcanzado por la metralla producida por la explosión de un obús que impactó a una decena de metros, y dos soldados resultaron heridos. Pero el momento más tenso fue cuando “Tempestad”, el tanque que acompañaba a “Gato Salvaje” creyó haber visto movimientos de tropas enemigas trescientos metros más adelante, a la salida de un camino que daba a la carretera. Con los dos cañones enfilados hacia aquel punto, apareció un Tpz-1 venezolano que estaba ayudando en las tareas de limpieza de enemigos de los alrededores de la carretera, pero al cual le faltó poco para llevarse un par de granadas del 105. Tras una lenta marcha de casi veinte minutos debido al mal estado en que estaba quedando la carretera por los impactos de algunos proyectiles, la pequeña columna llegaba a su destino, una instalación agrícola a las afueras de la ciudad donde se había preparado un improvisado puesto de mando.
La columna se detuvo por completo, dispersándose para no ser blanco fácil de la artillería, y mientras el capitán de la compañía de infantería y el sargento Mata fueron a presentarse a sus superiores, Vega asomó la cabeza por la escotilla y vio más claramente las columnas de humo que se elevaban sobre Maicao, así como el sonido de las armas ligeras y los proyectiles explosivos que sacudían la ciudad e incluso el viento le traía algo de olor a pólvora.
Y allí fue donde vio por primera vez a compatriotas suyos muertos. Cubiertos por ponchos o cualquier tipo de telas, una fila de cuerpos en el suelo se entreveían a través de la puerta que daba acceso a una pequeña nave. De otra nave situada al lado, se oían gritos y se veían entrar heridos y a enfermeros y médicos ir de un lado para otro. Aquello la impacto mucho y se puso algo nerviosa. Iba tomando contacto con la realidad y la gravedad de la situación. Pese a lo mucho que habían hablado sobre ello los días anteriores y lo preparada que pensaba que estaba para algo así, la verdad es que se le giró el estomago y durante unos minutos sus manos temblaron ligeramente, aunque por suerte para ella, lo pudo controlar tras unos minutos intentando relajarse y nadie se dio cuenta. Si hubiese mirado a sus demás compañeros, hubiese visto que ellos también estaban pasando por algo parecido.
También había en aquel improvisado cuartel, como unas dos docenas de soldados colombianos que habían sido hechos prisioneros, en una cerca vallada, rodeados de dos soldados que montaban guardia a su alrededor. Algunos parecían tener rasguños o heridas leves, pero llevaban vendas, así que supuso que habían sido tratados por los enfermeros, aunque no sabía si por los colombianos o venezolanos. Desde luego que se les daban todos los cuidados necesarios a los prisioneros que estuviesen heridos pensó Vega, al fin y al cabo, era en interés de todos el trato humano a los prisioneros por ambos bandos, o al menos eso esperaba ella.
El sargento Maza volvía a paso ligero al tanque tras haber hablado con los otros dos jefes de carro. Un poco más allá el capitán de la infantería habló con los soldados de uno de los camiones y tras comentarles algo, les indicó hacia los tanques. El camión con los soldados llegaron a la vez que Maza y este les comentó a su vez alguna otra cosa antes de subir a la torre y ocupar su puesto.
-Sargento, son todo suyos. Cuídelos bien.
Fue lo que atisbó a oír al capitán, a lo que Maza respondió sacando el brazo por la escotilla con el pulgar en alto.
Por fin parecía que era el turno de ser informados para la tripulación del “Gato Salvaje”.
-Escúchenme con atención. Me han informado que el grueso del batallón está intentando rodear la ciudad por el norte, mientras que los “Bravos de Apure” y sus AMX-13 lo hacen por el sur. Tienen algo de apoyo de infantería, pero el terreno y las defensas enemigas, básicamente unidades de caballería blindada, los está retrasando. A nosotros nos han asignado reforzar un ataque que se está llevando a cabo para intentar impulsar el avance de nuestro batallón. Una sección de cuatro carros y media compañía de infantería está intentando tomar el aeropuerto y el estadio de fútbol. Eso dejaría a los defensores de la ciudad cortados de sus unidades más al norte que combaten contra nuestros tanques, y que tampoco tendrían contacto con la ciudad. La idea es obligarles a retroceder para restablecer la continuidad de su frente, y si no lo hacen, aprovecharlo para meter por allí a más carros y atacar la retaguardia de la caballería colombiana. También quieren que capturemos el estadio de fútbol para hacerlo servir de base de apoyo y logística en cuanto se pueda. ¿Preguntas?
-¿Como marcha el ataque que vamos a reforzar? - preguntó el conductor.
-En la última comunicación de hace veinte minutos, informaban que se estaban aproximando al aeropuerto con resistencia esporádica.
-¿Nos esperan? - dijo Patricia.
-Si, han sido avisados. Nuestro indicativo de radio es “Piraña”, nosotros somos “Piraña Uno”, y el suyo “Mara” ¿entendido?
-Afirmativo.
-De acuerdo, pues ahora en marcha, que ya hemos perdido demasiado tiempo aquí...ah, se me olvidaba. Ese Tiuna de ahí enfrente nos guiará hasta nuestro objetivo, así que Tomás, pegate a él.
-Recibido mi sargento. Cojo su rebufo.
Y dando un fuerte acelerón, las 36 toneladas del carro de combate saltaron hacia adelante, seguidos de sus otros tres compañeros y el camión con los soldados de infantería.
El Tiuna del escuadrón de caballería de la Brigada, guió a los AMX-30V a través de algunos descampados al norte de la explotación agrícola, y luego se metieron por caminos sin asfaltar, rodeando un pequeño barrio residencial separado de la ciudad, que parecía estar bajo el control del Ejercito venezolano, para seguir por más caminos, y claros salpicados de arbustos con alguna que otra casa ocasional. En el trayecto Vega pudo ver a través de su visor un camión y un todoterreno ardiendo, pero no había manera de saber si era de los suyos o del enemigo. A su alrededor contó cuatro cuerpos calcinados.
-¡Aviones a la izquierda, aviones a la izquierda! - anunció el sargento.
-¿Son de los nuestros? - quiso saber Moreno.
-Ni idea, son de hélice. Cuatro. Cojo la ametralladora de la cúpula. Patricia, usa la coaxial, pero espera que te de la orden para disparar.
-De cuerdo mi sargento.
Vega cogió la ametralladora de 12,7 mm coaxial al cañón principal, que con una inclinación independiente de hasta 40º era el principal arma antiaérea del tanque, aunque lo limitado de la visión a través del visor le restaba efectividad para esa tarea.
Maza localizó de nuevo a los aviones y los identifico con los prismáticos que colgaban de su cuello. Cuatro Supertucanos de la Fuerza Aérea Colombiana se dirigían al norte, pero dos de ellos, los más cercanos comenzaron a girar hacia su posición. De los otros dos que volaban más al norte, se desprendieron bombas que parecían girar en el aire en dirección a algún objetivo imposible de ver para el sargento y luego varias explosiones a varios kilómetros de allí. No se detuvo a ver en que terminaba todo aquello.
-¡Aviones enemigos! ¡Aviones enemigos! ¡Artillera, fuego libre, fuego libre!
-Recibido.
La artillera intentó centrar a alguno de los dos pequeños aviones que habían girado hacia ellos. “coñ*, nos agarraron en un claro” pensó Vega, y como si la hubiese oído, el sargento ordenó al conductor que buscara refugio lo antes posible y que zigzagueara, algo que Tomás no tardó en obedecer. Las ametralladoras de los tres tanques comenzaron a lanzar proyectiles hacia el cielo, secundadas por otras 3 ametralladoras del Tiuna, a la vez que el camión con los soldados de infantería aceleraba a toda velocidad.
-¡Vamos, vamos! ¡No te muevas tanto cabrón, que así no hay manera de alcanzarte! - gritó Patricia al avión colombiano sin darse mucha cuenta por la excitación del momento, que era su tanque el que no paraba de girar a un lado y a otro. Disparó ráfagas cortas al principio, pero conforme se acercaban los aparatos enemigos y el peligro se hacía más latente, apretaba el gatillo durante más tiempo, pero ninguna de sus trazadoras, ni de las de los demás vehículos lograba alcanzar a sus objetivos. Y cuando más concentrada estaba en intentar acabar con aquellos pájaros, vio como comenzaban a salir cohetes de debajo de sus alas. Durante un momento se le heló la sangre y contuvo la respiración. Si aquellos cohetes tenían una cabeza HEAT podrían perforar el blindaje de su carro, y si acertaban la parte superior del mismo, peor todavía. Uno, otro y luego otro más, impactaron en las cercanías de su tanque, y sintió como algunas esquirlas rebotaban en el blindaje del tanque. Hubo más impactos, pero ninguno cerca de su carro. Tampoco los otros tres tanques sufrieron daños. Vega siguió entonces disparando hasta acabar con la munición del arma sin resultados aparentes. Se puso entonces a recargar el arma y no pudo ver como los Super Tucano colombianos lanzaban cuatro bombas Mk.82 de 22 Kg contra ellos, y solo se dio cuenta cuando una de ellas impactó realmente cerca del carro, y de nuevo numerosas esquirlas impactaron contra el blindaje del “Gato Salvaje”. Los impactos y la sacudida, fueron tan fuertes que por un momento pensó que habían penetrado la coraza del tanque, pero tras unos segundos de angustia parecía que no había sido así. “¡Mierda. El sargento está ahí arriba!” pensó.
-¡Mi sargento, mi sargento! ¿Esta bien? - y ante la falta de respuesta, salió por la escotilla para ver como se encontraba su superior.
-¿Que coñ* haces Patricia? Vuelve a tu puesto, y gira la torre, esos hijos de puta han destrozado al camión con un bombazo y van a dar otra pasada.
Patricia vio como el camión ardía y varios hombres se alejaban de él cubiertos de llamas. Luego miró a su superior y se dio cuenta que del hombro derecho del sargento salía un fino reguero de sangre.
-¿Estas bien Nestor? - le preguntó a la vez que le indicaba la herida.
-¿Ah, esto? No me había dado cuenta, así que no será nada. Vamos, baja de una vez que ya vuelven.
-Como ordenes.
La joven soldado acabó de recargar la ametralladora pesada y giró la torre del tanque, enfrentando a sus agresores. Los aviones habían dado la vuelta y comenzaron a disparar con un cañón de 20 mm cada uno a la parte trasera de los carros, pero desde mucha distancia, por que los tanques estaban llegando a una zona arbolada que les serviría para ocultarse. Patricia volvió a disparar la ametralladora hacia aquellos aviones, de nuevo sin resultados. “coñ* de la M…, que me pasa hoy. Maldita...” pensaba para si mientras como sus proyectiles se quedaban cortos o se pasaban.
Finalmente los carros de combate lograron ponerse a cubierto entre los arboles e inmediatamente cambiaron el rumbo que seguían y se dispersaron por la zona. Los Super Tucano lanzaron otras dos ráfagas con sus cañones antes de elevarse y desaparecer en el cielo hacia el oeste.
-Alto. Se marchan.
Tomás detuvo el vehículo y Patricia salio inmediatamente de la torre con el botiquín.
-Dejame ver eso del hombro.
-¿Estáis bien ahí abajo?
-Todos bien. Un poco asustados – reconoció la soldado.
-Muy bien, los otros tanques tampoco parecen haber sido tocados durante el ataque, y el todoterreno de la Caballería está ahí intacto.
-¿Y los soldados del camión?
-Algunos saltaron del camión en llamas, los demás murieron en el acto, y de los que saltaron no veo que ninguno se mueva, de todas maneras el Tiuna va a dar un vistazo.
Mientras los de la caballería inspeccionaban los cuerpos de los infantes, Vega le dio un vistazo a la herida de su sargento. Parecía una herida limpia. Seguramente un trozo de esquirla incandescente que le había atravesado el hombro de lado a lado. Cuando finalmente el sargento Maza se calmó un poco pudo sentir como la movilidad de su brazo derecho se resentía, a la vez que el dolor iba en aumento. La artillera le aplicó unas curas de urgencia hasta que llegara a un puesto médico.
-Mi sargento, debería ir a que lo viera un médico, si no le podría empeorar. Los de la Caballería lo podrían llevar de regreso al puesto médico donde hemos estado.
-¡No me jodas Paty! Mi primer combate está ahí al lado y por un rasguño ¿quieres que salga corriendo? Ni por el coñ* me pierdo esta pelea. Vamos a localizar al destacamento “Mara” y a cumplir nuestra misión.
-Pero se le podría inf...
-Dejalo soldado. Te lo agradezco, pero estoy bien para continuar, así que se acabo la charla. - Los del Tiuna le hicieron un gesto clarificador al pasar a su lado, no quedaba ningún soldado con vida. Una docena de vidas se habían extinguido sin más. Maza estaba cabreado, pero se controló. “Aquí ya no tenemos nada más que hacer” - Conductor, sigamos, adelante.
-A la orden mi sargento.
El Tiuna volvió a avanzar con los 3 tanques siguiéndolo de cerca, hasta que llegó a un camino más ancho y en mejor estado que se dirigía hacia la ciudad.
-Recibido – dijo el sargento Maza. - Atención – dijo hablando para los tres carros a través de la radio - Aquí dejaron al Grupo “Mara” antes los de la caballería. Debian seguir este camino durante otros doscientos metros y luego girar hacia el oeste. Allí se supone que está el aeropuerto - dijo tras consultar su mapa. - Ellos se marchan ya, tienen nuevas ordenes, así que ahora estamos solos para avanzar. Abrid bien los ojos.
En cuanto cortó la comunicación con sus compañeros de fatiga, volvió a usar la radio.
-“Mara”, “Mara”, aquí “Piraña”. Adelante.
Solo sonido de estática.
-“Mara”, “Mara”, aquí “Piraña”. Adelante. Estamos llegando al aeropuerto por el este.
Otros interminables segundos más de estática antes de obtener respuesta.
-Aquí “Mara Dos”. Adelante “Piraña”, le recibo.
-“Mara Dos”, “Mara Dos”. Aquí “Piraña Uno”. Danos tu posición, estamos llegando por el este, veo ahora la cabecera de la pista del aeropuerto – anunció al salir de una arboleda. - Somo tres AMX-30.
-“Piraña Uno”. Estamos hacia la mitad de la pista, tras unas pequeñas casas al norte de la pista, justo al otro lado de donde debe estar el estadio de fútbol.
-¿Cual es su estado?
-Ahora mismo detenidos. Hemos perdido a “Mara Uno” y a varios soldados de infantería. Seis muertos y trece heridos creo. Recibimos un fuego muy preciso desde el sur de la pista y tienen armas antitanque. Los hemos cañoneado e intentado asaltar, pero fuimos rechazados. Nos paramos para reorganizarnos.
-Recibido – contesto Maza que veía como el AMX-30V de “Mara Uno” ardía cerca de la posición que debían haber intentado asaltar, a unos 800 metros de distancia de su pequeño grupo de refuerzo.
-¿Blindados enemigos?
-Cazamos nada más llegar a un M-113 al final de la pista, aparte de ese, nada más.
El sargento miró detenidamente a su alrededor. A ambos lados de la pista, a menos de 100 metros de esta, hileras de viviendas, casas en su mayoría, discurrían en paralelo a ella. Avanzar por allí le hacía sentirse como uno de esos patos de feria a los que se les tira bolas en las casetas. Pero no había otro remedio. Meterse por las calles entre las casas hubiese sido peor todavía.
-“Mara Dos” vamos a hacer lo siguiente. Vamos a avanzar a toda velocidad por el centro de la pista hacia la posición que hay que tomar. Ustedes van a lanzar proyectiles fumigenos para cubrirnos y luego dispararan en dirección al punto de resistencia con todas las armas desde su posición actual cuando se los diga. Entonces nosotros caeremos sobre ellos y ustedes nos siguen. ¿Recibido? - dijo el sargento sin estar muy convencido de si el plan que acababa de organizar, daría resultado o sería un desastre total y dentro de unos minutos estaría ardiendo como “Mara Uno”.
-Recibido. Estamos listos. A tu señal.
-De acuerdo.
-¿Está claro “Piraña Dos y Tres”?
-“Piraña Dos” afirmativo.
-“Piraña Tres” afirmativo”
-Patricia. Humo delante nuestro a seiscientos metros, y luego carga rompedoras – ordenó el sargento, poco después de haber ordenado lo mismo a “Pirañas Dos y Tres”. - Tomás, preparate para poner este juguetito a toda velocidad.
-Afirmativo sargento – dijo el conductor regocijándose de poder poner el carro a toda velocidad en una zona apta para ello.
-Atención “Piraña Dos y Tres” Formación en cuña. Voy delante “Dos” a la izquierda, “Tres” a la derecha. A toda velocidad. ¿Adelante, adelante!
Cuando la pequeña cortina de humo comenzaba a extenderse, la pequeña formación avanzó a casi 65 kilómetros por hora por la pista del aeropuerto de Maicao.
“Mara” había hecho su trabajo y ayudo a que un espeso humo blanco se extendiera por su eje de avance, haciendo muy difícil localizar a los carros, lanzados a toda velocidad en una alocada carrera.
Cuarenta y cinco segundos después de comenzarla, atravesaron los restos de la última cortina cortina de humo.
-Ahora “Mara Dos” disparen todo lo que tengan contra esos cabrones.
-Recibido. Allá vamos.
Patricia vio desde su visor como proyectiles de varios calibres cruzaban la pista de norte a sur justo en frente de ellos, y como eran respondidos desde las posiciones colombianas. Pero entonces, estos se dieron cuenta de la presencia de la nueva amenaza que se les venía encima a toda velocidad y actuaron en consecuencia dividiendo su fuego.
-“Grupo Mara”, avanzad ahora, avanzad.
-Vamos. Adelante – respondió “Mara Dos”
-Artillera fuego sobre esas casas.
-Recibido...¡Fuego!
Una lengua de fuego salió proyectada delante del carro a la vez que un proyectil salía del ánima rayada del cañón del “Gato Salvaje”, y aunque iba a toda velocidad, el proyectil encontró su destino gracias al gran tamaño de su blanco, a la estabilización del cañón y a la pericia de la artillera Vega.
El “Tempestad” y el “Valencia” también dispararon. Los colombianos devolvían el fuego con todo tipo de armas, incluyendo lanza-granadas RPG-22, uno de cuyos proyectiles pasó rozando al “Gato Salvaje” pero se perdió tras él sin causar daños.
-Adelante. A todas las unidades, vamos a arrollarlos – arengo el sargento a sus tropas.
Vega volvió a disparar el cañón contra las posiciones colombianas que estaban quedando envueltas en una espesa humareda que hacía difícil apuntar. Entonces, cuando Moreno terminó de recargar un proyectil y Patricia agotaba otra caja de munición de la ametralladora disparando hacia las posiciones enemigas, recibieron el impacto.
Un proyectil de 72,5 mm antitanque fue a impactar contra el faldón frontal izquierdo de la cadena, muy cerca del puesto de conductor. Patricia notó el impacto como si hubiera recibido una pedrada en el pecho. El tanque fue perdiendo velocidad y se detuvo.
-¿Están bien? - preguntó algo conmocionada todavía.
-Cargador bien.
-Jefe de carro bien.
…
-¿Tomás? ¿Estás herido?
…
-Esperen, voy a ver – dijo Moreno.
-Verga, apenas se ve nada...Tomás...dime algo coñ*...nojoda, parece conmocionado y tiene varias heridas sangrantes - anuncio el cargador.
-Hay que sacarlo de aquí y atenderlo – dijo Patricia.
El sargento por fin recobró la conciencia del combate y miró por los periscopios de su cúpula. La lucha seguía ahí afuera, pero el combate se desarrollaba delante de ellos, a no mucha distancia.
-Estamos detenidos en muy mal sitio. Robert ¿puedes mover el tanque para sacarnos de aquí?
-Imposible. No llego a los mandos, y creo que las cadenas se han salido.
-Mierda...de acuerdo – dijo tras pensar unos segundos - ¿puedes sacar a Tomás por abajo?
-Creo que si.
-Pues hazlo. Vamos a abandonar el carro de momento, aquí somos un blanco fácil si nos vuelven a prestar atención.
-Sargento, el cañón está bien, puedo seguir disparando.
-Negativo. Tenemos a los nuestros delante bloqueandonos la linea de visión hacia el objetivo, y los del Grupo “Mara” también andan cerca, podríamos hacer más daño que beneficio. Vamos a salir y reagruparnos en esa casa verde pistacho de la izquierda ¿entendido?
-Entendido – respondieron la artillera y el cargador.
Pero antes de poder poner en práctica su plan, Maza vio algo por su periscopio.
-Patricia al final de la pista. ¿Que es aquello?
-No se ...¡mierda es un todoterreno con un cañón sin retroceso!
-Se ha parado ¡Dispara! ¡Destruyelo antes de que nos alcance!
-Voy.
La soldado Vega movió la torre, realizo las correcciones oportunas y apuntó todo lo rápido que le fue posible. Finalmente apretó el disparador...a la misma vez que el artillero del CSR colombiano. Ambos proyectiles lograron un impacto bajo, pero mientras el todoterreno salía dando un par de vueltas de campana al explotar el proyectil bajo el vehículo, hiriendo gravemente a sus ocupantes, la granada del CSR destrozó la cadena derecha del carro.
-¡coñ*, coñ*, coñ*! ¿Como están? - preguntó el sargento de nuevo un poco conmocionado.
-Aquí abajo bien...bueno yo, Tomás sigue igual.
-Artillera bien, pero...no puedo mover la torre, parece que se ha encallado.
-Prueba manualmente.
-Estoy en ello...pero no quiere, me cuesta muchísimo, imposible combatir así.
-De acuerdo. Vamos a seguir el mismo plan de antes de que apareciera ese inoportuno cañón ¿de acuerdo? Afuera todo el mundo.
Moreno y Sojo lograron salir del carro por la escotilla inferior del carro y arrastrarse hacia la parte trasera del vehículo, mientras que Vega y Maza salieron por las escotillas. Luego todos comenzaron a correr hacia la casa que había dicho el sargento. Llegaron los tres a la vez, ya que Moreno, incluso con el conductor a cuestas, era el mejor preparado físicamente de todo el batallón.
Entraron en la casa por la puerta trasera que estaba abierta. Patricia y el sargento registraron la casa con sus Uzi,s en mano.
-¡Despejado! - gritó el sargento desde una punta de la casa.
-Aquí no hay nadie tampoco – respondió la artillero Vega.
-Bien, Patricia, atiende a Tomás. Robert, coge tu arma monta guardia en la puerta principal, pero no dispares si ves a soldados enemigos a no ser que quieran entrar aquí o se hayan dado cuenta que estamos nosotros, ¿entendido?
-Claro jefe.
-Perfecto, yo voy a la puerta trasera a ver si puedo ver como va el combate.
Patricia examinó como pudo a Tomás. No era enfermera ni mucho menos médico, pero había hecho algunos cursos de primeros auxilios y era a la que mejor se le daba de sus compañeros. Rasgo partes del uniforme de Tomás para ver mejor las heridas. Sin duda habían sido producidas al saltar pequeñas esquirlas del interior del tanque hacia él, al impactar el proyectil anticarro. No sabría decirlo a ciencia cierta, pero no parecía que ninguna fuera mortal o muy grave. Quizás el shock producido por el impacto y las heridas era lo que había hecho que el conductor hubiese caído inconsciente. Comenzó a limpiar y vendar las heridas que consideró más peligrosas. En ello estaba cuando reapareció el sargento Maza en la casa.
-Soy el sargento, traigo ayuda.
Patricia levantó la cabeza de las heridas de Tomás y vio a un soldado junto a Maza.
-Es el enfermero de “Mara”.
-Es mucho decir mi sargento. Estoy estudiando todavía para ello, el enfermero de verdad está al otro lado de la pista atendiendo a más heridos.
-De acuerdo, como tu digas, pero ayudanos a curar a mi conductor - Ordenó el sargento mientras salía de nuevo fuera.
-Haré lo que pueda.
-¿Puedo ayudar? - pregunto Patricia.
-Claro, te voy a necesitar.
Durante esos instantes, la soldado Vega se dio cuenta que el sonido de las armas y las explosiones había cesado, al menos las que se oían antes más cerca. Miró al enfermero mientras atendían a Tomás.
-¿Que ha pasado? ¿Como ha ido el combate?
-Hemos tomado la posición enemiga y hemos hecho algunos prisioneros. Dice mi sargento que el tuyo a actuado con mucha valentía.
Patricia sonrió.
-Él es así. Por cierto, tiene un hombro atravesado de lado a lado, deberías echarle un vistazo.
-Claro, después de este, pero sería mejor que fuera a que lo viera el otro enfermero.
-Habrá que convencerlo, y no va a ser fácil. ¿Hemos tenido más bajas en el asalto? ¿Algún carro más?
-No, y milagrosamente muy pocas bajas de infantería, y las que hay, están menos grave que él . Dijo mirando al conductor – y ya las he atendido de urgencia.
Maza volvió a entrar. Esta vez estaba exultante.
-Buenas noticias. Los hemos puesto en retirada y hemos llegado hasta el estadio de fútbol. Otros grupos de infantería de los nuestros están llegando a la zona por el este y el sur y ahora mismo los tenemos rodeados. La ciudad entera debería caer dentro de poco, ya lo verán.
Pero el optimismo del sargento se mostraría erróneo. Todavía quedaba mucha ciudad por tomar, e incluso en los barrios por los que que se había avanzado, el control era más bien precario, apareciendo fuerzas colombianas a retaguardia de la infantería venezolana en demasiadas ocasiones.
La tripulación del “Gato Salvaje” aguardó en aquella casa toda la tarde. Finalmente ningún tanque apareció por allí para intentar explotar su conquista, y tanto “Mara” como “Tempestad” y “Valencia” se vieron involucrados en el combate urbano por controlar aquella parte de la ciudad. Así que cuando una pequeña fuerza de soldados colombianos con el apoyo de un M-113 intentó recuperar el aeropuerto, los pocos soldados que se habían quedado para vigilar el objetivo recién capturado, tuvieron que vérselas con ellos y llamar a refuerzos para evitar su perdida. Segundos después apareció un Mi-35 en el cielo y comenzó a lanzar cohetes y escupir plomo entre los atacantes hasta que los disperso tras causar algunas bajas. Después de aquello, solo fuego de hostigamiento con morteros.
Por fin llegó un convoy con tropas de refresco para asegurar la posición, y un AMX-30D de recuperación de carros que se llevó a “Gato salvaje” a la retaguardia para repararlo. Ellos y los heridos subieron a algunos camiones para volver a la retaguardia. Tomás ya había recuperado el conocimiento y sus heridas estaban atendidas, pero como aullaba de dolor se le hubo de inyectar morfina, con lo que al poco tiempo cayó de nuevo inconsciente.
Al sargento Maza le vio la herida el enfermero de “Mara”. Le dio algo para el dolor y le hizo algunas curas para que aguantara hasta llegar a un hospital.
En el camino de vuelta, hacia el puesto de mando y el improvisado hospital de campaña en la explotación agrícola, Patricia pensó que el sargento se recuperaría pronto, muy pronto, ya que sus ansias por cumplir con su deber y estar con su carro y su tripulación lo iban a hacer sobreponerse, pero el pobre Tomás estaba grave, para él la guerra, sin duda había terminado. Deberían encontrar un conductor para seguir en el combate, si lograban reparar su tanque, pero no dudaba que lo encontrarían, lo que no tenía tan claro es que fuera tan bueno como el suyo. Por otra parte, estaba agotada, si, pero a la vez contenta en cierto modo. Había participado en su primer combate, la habían bombardeado aviones, alcanzado proyectiles antitanque, pero todavía seguía con vida y sin un rasguño. Le sonaba egoísta dadas las circunstancias, pero estaba contenta de estar viva.
Credito de la lámina: Lord Henry
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro