Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
- efossil
- Cabo Primero
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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Pues... si dejan que el relato siga normalmente y van con las discusiones en los hilos correspondientes?
- comando_pachacutec
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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Si, creo que abusamos de nuestra potestad de poner mensajes, mis sinceras disculpas al Men del relato y al resto por seguir la discusion! jejeje
Sigamosla en otro lado... aunque mas que seguro Flanker lo tomo como un descanso...jejeje a esperar mas
Sigamosla en otro lado... aunque mas que seguro Flanker lo tomo como un descanso...jejeje a esperar mas
"SER Y NO PARECER"
El Comando Nunca Muere
God is Airborne, because he failed the Commando Course
Mas preocupado que Infante en bote
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- flanker33
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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Hola a todos.
El próximo fragmento ya esta casi a punto. Espero subirlo mañana.
Saludos.
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Saludos.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
- flanker33
- Teniente Coronel
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Hola a todos.
Aquí dejo un nuevo fragmento.
Saludos.
Aquí dejo un nuevo fragmento.
Saludos.
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- flanker33
- Teniente Coronel
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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Noche del 7 al 8 de marzo. A las afueras de Caracas. Venezuela.
El oficial de guardia en el CODA lo tenía delante de sus ojos, en la pantalla que estaba mirando. Un pequeño punto aparecía en el radar, al sur de Cucuta. Había despegado hacía poco, e iba ganando altura, mientras que el oficial trataba de discernir si era una posible amenaza para el espacio aéreo venezolano. Su perfil de vuelo indicaba que se debía de tratar de un avión lento y de pequeño tamaño, quizás un transporte militar...o civil. Dudaba sobre si avisar a los cazas de defensa aérea. Los Su-30 que patrullaban por encima del puente “General Urdaneta” eran intocables, eso había quedado bien claro desde el ataque de la FAC al puente y los retrasos para los suministros y refuerzos que supuso para la campaña de las fuerzas terrestres en la Guajira. Reclamar a los Mirage que patrullaban en aquel momento el Golfo de Venezuela también era complicado, ya que protegía también importantes objetivos. Lo ideal sería hacer despegar a unos Su-30 o F-16 de sus bases y que dieran buena cuenta del aparato, aunque por otro lado, aquellos pilotos y equipos llevaban volando todo el día, cumpliendo exigentes misiones. Los hombres estarían cansados y las máquinas debían ser revisadas, ya que al día siguiente les aguardaban más y más misiones. Si decidía hacer saltar la alarma de “scramble” en El Sombrero o Barquisimeto, debía estar bien convencido que aquel aparato era una amenaza para su país, así que en ello estaba en aquel momento.
-¿Que le parece sargento? - le preguntó al suboficial responsable de aquella consola.
-Parece un pequeño avión de hélice saliendo de Cucuta rumbo sur, mi Coronel.
-Si, eso parece – dijo el oficial sin estar demasiado satisfecho de la contestación de su subordinado. Estaba claro que no quería aventurarse a emitir alguna hipótesis sin tener más datos. “Bueno, y que puedo esperar, yo estoy haciendo lo mismo”...
El Coronel dejó pasar unos minutos más, mientras mantenía toda su atención en aquel punto en el cercano espacio aéreo colombiano, ya que en aquel momento era lo más interesante en las pantallas de los radares venezolanos.
En los días que duraba el conflicto, no era el primer vuelo de aquel tipo que veía, tanto en esa zona como en otras. Parecían vuelos de aviones de transporte que llevaban carga o personal de un punto a otro de la geografía colombiana...aunque uno de aquellos AC-47 Fantasma del enemigo tendría un perfil parecido. La misma noche anterior, un vuelo de características similares aparecía en los registros del CODA que estaba ojeando en aquel momento. “Quizás equipos, pertrechos o personal entrando y saliendo de la zona, sería lo más lógico. Incluso podrían ser aviones civiles...es imposible de saber”. En condiciones ideales, con un buen número de cazas dedicado a la cobertura total del espacio aéreo venezolano, ese avión sería un firme candidato a ser identificado y en su caso, derribado, pero dada la escasez de aviones para dicha misión y las tácticas de engaño que había empleado la FAC hasta el momento, el Coronel prefería ser cauto.
-Mi Coronel, parece que el avión se está desviando a rumbo sur-suroeste...podría dirigirse a Bogotá.
-Déjeme ver...si, parece que se aleja de nuestro espacio aéreo. - Y tras sopesar sus opciones durante un momento prosiguió. - De acuerdo, vamos a hacer lo siguiente. Sígalo durante unos minutos para cerciorarse que sigue en ese rumbo. Si es así, anótelo en el libro de incidencias...no creo que merezca la pena hacer salir a un caza para esto.
-A la orden mi Coronel.
Noche del 7 al 8 de marzo. A unos 20 km al sureste de San Cristóbal. Venezuela.
-Zero-Kilo-Lima. Atención Zero-Kilo-Lima. Aquí Comadreja Delta.
-...fff...Zero-Kilo-Lim...fff...adelante Comadre...fff..lta.
-Zulu-Alfa seguro, repito, Zulu-Alfa seguro. Marca activa...ahora – dijo el Capitán Luís Gómez mientras accionaba una luz estroboscópica solo visible con gafas de visión infrarrojas. Tras unos segundos la radio volvió a sonar en el oído del Capitán.
-fff...tenemos contacto con la marca...fff...empo estimado...cuatro minutos...fff
-Recibido. Cuatro minutos.
Mientras el Capitán Gómez sostenía y accionaba a intervalos regulares la luz estroboscópica, y esperaba la llegada del resto del equipo, repasaba mentalmente todo lo sucedido en las últimas 24 horas.
Todo había comenzado la noche anterior, cuando desde un C-212 Aviocar había saltado junto a su compañero, el Teniente Barros, desde el interior del espacio aéreo colombiano, al sur de Cucuta. Mediante un salto HAHO (High Altitude High Opening) habían recorrido los 50 km que los separaban de su zona de aterrizaje. Había sido un descenso difícil, un salto HAHO nocturno siempre lo era, más de esa distancia, si se va bien cargado y sobre territorio hostil. Las condiciones atmosféricas habían sido tolerables, dentro de los margenes de seguridad, pero alguna ráfaga de viento los pusieron en apuros un par de veces. Su rumbo de planeo les llevó cerca de San Cristóbal, justo al sur de la ciudad, pero con todo, lograron llegar sin ser descubiertos gracias a la ayuda de la brújula, el GPS, las gafas de visión nocturna y su duro entrenamiento como comandos de la ACOEA, la Agrupación de Comandos Especiales Aéreos de la FAC. Los miembros de esta joven unidad recibían un duro entrenamiento en todo tipo de técnicas de comando, pero con especial énfasis en las tácticas de rescate de rehenes en aviones secuestrados y en CSAR, aunque tampoco se descuidaba la acción directa para destruir el poder aéreo enemigo en tierra. Era esa última misión en la que se había embarcado Gómez y su equipo.
El punto en el que habían aterrizado la noche anterior, donde se encontraban ahora aguardando al resto del equipo, era un pequeño claro situado en la ladera de una colina, a algo más de 7 kilómetros al oeste del Aeropuerto Internacional de Santo Domingo y Base Aérea Buenaventura Vivas, tras una sierra que los ocultaba de la visión directa del personal del aeropuerto, así como lo suficientemente apartado de otros núcleos urbanos para pasar lo más desapercibidos posibles.
Cuando Barros y él llegaron allí, y tras cerciorarse de la falta de enemigos en la zona, recogieron y enterraron sus paracaídas. Luego, en completo silencio, con trajes bien camuflados y equipos de visión nocturna, trataron de moverse usando zonas densamente boscosas, midiendo muy bien sus pasos para no ser descubiertos, y finalmente subieron a lo alto de la sierra. Algunas luces de caseríos lejanos indicaban que estaban en una zona de campo, con pequeñas zonas urbanizadas, casi todas a lo largo de la carretera que comunicaba San Cristóbal con Barinas, y que quedaba casi al pie de la sierra. Quizás la población más grande de los alrededores fuera San Lorenzo, al este del aeropuerto, pero para Gómez era como si estuviera al otro lado del mundo, no tenía ninguna intención de acercarse allí para nada.
Comenzaron el descenso de la colina, y tras menos de mil metros de camino encontraron una zona como la que estaban buscando. Tenía una vegetación muy nutrida para que fuera difícil acceder allí, y proporcionaba buena cobertura para que el escondrijo que excavaron, y en el cual se ocultarían durante el día, no fuera descubierto si no se pasaba justo al lado de él. Pero a la vez, desde allí se tenía un campo de visión lo suficientemente decente para observar la Base Aérea y sus alrededores, con un mínimo desplazamiento de su escondite, para algunas zonas ni siquiera haría falta que salieran del mismo.
Así pasaron las horas diurnas del día 7 de marzo. Recogiendo información de la seguridad de la Base. Establecieron la localización de varios “checkpoints” en las vías de acceso al aeropuerto, así como patrullas de soldados, algunas con perros guardianes, que patrullaban el perímetro exterior e interior de la Base. Además dos vehículos Tiunas patrullaban por las carreteras situadas al norte y al sur del aeropuerto, a la vez que otro lo hacía por la parte este del mismo. Otros dos vehículos realizaban el transporte en los cambios de guardia que sucedían cada dos horas.
El Capitán Gómez estableció que debía haber entre 20 y 25 soldados de guardia en cada momento, más otros tantos en el mismo turno para los relevos. Suponiendo al menos dos turnos de guardia de 12 horas, podía estimar que la seguridad de la base estaba a cargo de entre 80 y 100 efectivos, si no más. El Capitán agradeció que no se hubiese impuesto la idea de un ataque “clásico” contra el mismo aeropuerto a pie de pista y colocando cargas en los propios aviones enemigos. Hubiese sido muy complicado superar aquellas defensas.
Además habían identificado cuatro posiciones de cañones antiaéreos de 40 mm, una a unos 200 metros de la cabecera de la pista, otra al final de la misma, una más al lado del aparcamiento de aeronaves norte y la última, al lado de la pista, a mitad de la misma. Aquellas armas se suponían que habían sido retiradas del servicio, pero parecía que ante la gravedad del conflicto, alguien pensó en sacarlas de donde estuvieran almacenadas y darle una utilidad defendiendo aquella Base Aérea. Identificadas con anterioridad por inteligencia aérea, su presencia en aquel lugar suponía un inconveniente para la exfiltración de los comandos una vez realizado el ataque, por lo que se tuvo que variar la forma inicialmente prevista.
Gómez y el Teniente Barros también podían haber proporcionado información sobre el despegue de las aeronaves enemigas, pero se había establecido que se limitaran al máximo las comunicaciones por radio para evitar ser interceptadas y estropear la misión antes de tiempo.
Cuando el sol comenzaba a ponerse sobre el horizonte, los dos comandos colombianos tenían una extraña sensación mezcla de tensión y aburrimiento. Habían cumplido con su trabajo y, estaban en constante alerta para no ser descubiertos, pero aún así, las horas habían pasado lentamente. Solo las salidas de su escondrijo para observar el aeropuerto, y una comunicación con uno de los elementos claves de la operación les habían sacado un poco de la rutina/tensión de aquel día. La comunicación había tenido lugar con unos agentes “civiles” de la inteligencia militar colombiana, infiltrados en la zona antes del estallido del conflicto para llevar a cabo diversas misiones, entre las cuales, proporcionar ayuda para la evasión y exfiltración del equipo, una vez realizado el ataque.
Ahora, Gómez y Barros habían vuelto a la zona de aterrizaje que ellos mismos usaron el día anterior aprovechando la oscuridad, para asegurar la zona y guiar a sus compañeros. Estos, otros ocho comandos aéreos, habían realizado un salto de iguales características que el suyo solo que el cielo estaba algo más tapado que la noche anterior, pero también hacía menos viento, por lo que tras algo más de una hora de descenso, el resto del equipo estaba a punto de tomar tierra en el pequeño descampado sin novedades reseñables.
El equipo Zero, nombre en clave de toda la unidad, estaba formado por tres subunidades. El equipo Comadreja formado por Gómez y Barros, eran los observadores y equipo de seguridad, a la vez que el Capitán, ejercía el mando de toda la unidad. El equipo Kilo, formado por seis hombres, transportaban dos morteros M224 en su versión completa con placa base M7, bípode y los elementos de puntería. La munición para los mismos se había repartido entre todos los comandos del equipo Zero. Y el último equipo, denominado Lima, estaba formado por dos francotiradores armados con 2 fusiles de largo alcance M82A1 del calibre .50.
Gómez vio como sus compañeros iban aterrizando en el claro, y rápidamente se hacían con su paracaídas, para plegarlo adecuadamente. El Capitán y el Teniente establecieron contacto con ellos, y los guiaron hacia una zona donde habían comenzado a excavar para ocultar los paracaídas de los recién llegados. En pocos minutos aquellas señales inequívocas de que alguien había descendido allí, habían desaparecido bajo tierra, y ocultas tras restos de vegetación para disimular el movimiento de tierras.
Luego comenzó otra difícil fase de la misión. Los diez comandos debían marchar en absoluta oscuridad y en perfecto silencio, comunicándose mediante señales, hacia la parte opuesta de la sierra como había hecho el equipo Comadreja la noche anterior, solo que esta vez eran cinco veces más hombres, y por lo tanto el cuidado y el sigilo debían ser mayores si cabe. El encuentro con alguna patrulla de la policía o soldados venezolanos era una posibilidad, pero el encuentro fortuito con uno o varios civiles, era más probable y casi igual de peligroso. Como era medianoche, todavía quedaban algunas luces encendidas en las casas de campo, y algún que otro vehículo recorría los caminos con las luces encendidas en la distancia. Así pues, cuando en circunstancias normales tardarían menos de una hora en recorrer los poco más de cuatro kilómetros que los separaban del punto de observación que habían establecido Gómez y Barros durante el día, aquella noche habían tardado tres horas en llegar allí. En el camino incluso se produjo un desagradable encuentro en el camino que recorría lo alto de la sierra, donde divisaron a una cercana patrulla militar enemiga en un vehículo que circulaba por dicha vía, y al que tuvieron que esperar que se alejara lo suficiente como para cruzar el camino con seguridad. Era un recordatorio más de lo peligroso de la misión.
Por fin, una vez en el lugar previsto, el Capitán intercambió unas palabras con los tiradores del equipo Lima y les dio instrucciones sobre lo convenido con los agentes infiltrados, y luego habló con Kilo. Al final se despidió con unas palabras.
-Muchachos, ya saben lo que espero de ustedes. Esperen a mi orden para iniciar el ataque. Luego replieguense según lo convenido. Nos vemos en el punto de recogida dentro de un rato. ¿Alguna pregunta más? - nadie dijo nada - ¿No? De acuerdo entonces, mucha suerte a todos.
Acto seguido, Gómez guió al equipo Kilo hacia un lugar que habían reconocido durante el día. Un pequeño claro densamente rodeado de vegetación que dificultaba mucho su localización, pero permitía el disparo de los morteros, y que se encontraba a apenas 80 o 90 metros de su punto de observación. Una vez establecidos, el Capitán los dejó preparándose, mientras él volvía a ascender hacia lo alto de la sierra, por el punto donde deberían escapar sus hombres hacia la otra vertiente de la colina, con la idea de proteger aquel lugar si surgían dificultades, pero a la vez, con un excelente campo de visión sobre la gran explanada donde se situaba la Base Aérea, y desde donde podría observar y coordinar todo el ataque y la evasión.
Mientras, Lima y Barros descendían todavía más y aguardaba un buen momento para cruzar la carretera de San Cristobal a Barinas y, buscar la posición que tenían marcadas en sus GPS para establecer su puesto de tiro, no sin antes haberse cerciorado de la presencia de las dos motocicletas que les servirían para abandonar la zona a toda velocidad y que se encontraban convenientemente ocultas cerca de la cuneta de la carretera y, vigiladas desde la distancia por uno de los agentes infiltrados, con el que se había establecido contacto previamente. Cuando los dos francotiradores llegaron a su puesto y comenzaron a prepararse, el Teniente Barros se marcho en busca de su posición establecida para la misión, situada entre la vegetación, en la curva de la carretera que daba acceso al aeropuerto y que con una recta de casi 4 km, también llegaba hasta San Lorenzo. Su misión allí era proteger la huida de los tiradores, y la suya propia, por si el Tiuna que patrullaba aquella carretera al este de su posición le daba por acercarse por allí, o cualquier otra incidencia que pudiera poner en peligro la vía de escape de los francotiradores. Para ello contaba, ademas de con su M4, con un RPG-22.
Tras otra hora más para colocar las piezas sobre el tablero, en el momento convenido Gómez accionó su radio.
-Comadreja 1 en posición. Comprobación.
-Comadreja 2 en posición.
-Kilo en posición.
-Lima en posición y listos.
El Capitán miró su reloj. Las 04:46. Todos los relojes del equipo habían sido sincronizados, por lo que solo le quedaba indicar la hora de inicio.
-Equipo Zero, inicien ataque a las 04:48. Repito, inicien ataque a las 04:48. Confirmen.
-Kilo Roger.
-Lima Roger.
-Comadreja 2 Roger.
-Recibido. Buena suerte. Corto.
Gómez dio un último vistazo a su alrededor y comprobó que en las zonas despejadas de vegetación no había ninguna amenaza inminente, no había ningún vehículo por el camino sin asfaltar que recorría la cresta de la sierra, y en la casa que había a unos doscientos metros a su derecha, no parecía haber nadie ni ninguna luz estaba encendida, por lo que se giró y buscó una buena zona desde donde observar el ataque a la Base Aérea. Por suerte parecía que todo seguía igual allá abajo. Hacia ya un buen rato que había aterrizado el que parecía ser el último aparato en regresar a la Base aquel día. Desde su posición podía ver los diversos aviones y helicópteros que había a lo largo y ancho de la base. Pero aunque desperdigados, y algunos, los situados más al este, fuera de alcance de sus armas, en las dos plataformas de estacionamiento de la base, la situada más al norte y desde donde operaba el tráfico civil, y la situada al sur y que estaba más cerca de la zona militar del aeropuerto, había suficientes blancos para sus hombres.
En el aparcamiento norte había 2 AT-27 Tucano, un helicóptero Bell 206 y un Be-200 Super King Air. Aquel sería el objetivo de los morteros del equipo Kilo. Al sur de la pista, y dentro del alcance de los Barrett del calibre .50, Gómez observó un Bronco y un Mi-35, uno de los principales blancos para aquella misión. Del segundo Mi-35 que habían visto durante el día no había ni rastro. Quizás estuviera dentro del hangar, o quizás simplemente estaba situado en algún lugar que no podía observar desde allí arriba. Otro Bronco y otro Tucano se encontraban más al este, a lo largo de la pista y a su lado, demasiado lejanos para sus armas.
Gómez volvió a controlar su reloj... “doce segundos...”
El mejor tirador de la ACOEA fue quien abrió el ataque. A pesar de estar en una pendiente descendente y con bastante vegetación, había conseguido una posición cómoda para el disparo. En el visor nocturno de su Barrett tenía fijada una de las dos turbinas de un Mi-35 Caribe. En su cargador, 10 balas perforantes capaces de atravesar el blindaje del helicóptero, y en su mente un único objetivo, hacer blanco contra aquella turbina a 2.150 metros. Era un disparo difícil, ya que el alcance teórico para el M82 era de unos 1.800 metros, pero se habían dado casos de objetivos humanos abatidos a distancias superiores. De todas formas, si lo lograba, sería uno de los disparos certeros de más alcance registrados hasta el momento.
Dos segundos antes de la hora estipulada abrió fuego. Luego otro y otro más. Al final uso seis disparos contra el Mi-35, logrando cuatro impactos certeros. Casi con toda seguridad aquella turbina estaría fuera de servicio un tiempo, y con ella el helicóptero, además era posible que algún proyectil hubiera traspasado hasta la segunda turbina situado junta a la primera. El francotirador estaba muy satisfecho. Casi a la vez, el segundo “sniper” efectuó sus disparos contra los motores de un Bronco, situado algo más cerca, a unos 1.900 metros logrando dos y tres impactos en cada uno de ellos.
El equipo Kilo también usó sus armas a la hora indicada. Igualmente, los dos morteros disparaban sus proyectiles casi al límite de su alcance efectivo, pero usando granadas con espoleta de proximidad trataron de cubrir la mayor superficie posible para dañar al mayor número de aparatos. Tras los dos primeros proyectiles, se realizaron las correcciones oportunas y en total, en dos minutos habían lanzado los 20 proyectiles que entre ambos morteros tenían como dotación de munición aquella noche. Por último, los comandos inutilizaron los morteros y comenzaron a correr colina arriba a toda velocidad, mientras que treinta segundos antes, los francotiradores hacían lo propio, en busca de sus motocicletas todoterreno que les servirían para llegar a la hora convenida al punto de recogida.
En lo alto, Gómez observaba satisfecho el resultado del ataque, a la vez que observaba el repliegue de sus hombres. Hacía uno minutos que había llamado al helicóptero que aguardaba justo al otro lado de la frontera, y que debía recogerlos y sacarlos de allí. Pero entonces las cosas comenzaron a torcerse.
El Teniente Barros observaba con intranquilidad al vehículo que proveniente de las inmediaciones del aeropuerto se dirigía a toda velocidad hacia la curva donde estaba situado. Escuchó explosiones cercanas, pero no tuvo tiempo de pararse a investigar que era aquello, ya que estaba claro que aquel condenado vehículo llegaría antes que sus compañeros del equipo Lima. Se situó en posición de disparo con rodilla en tierra. El vehículo de la policía aérea avanzaba con los faros encendidos, pero era poco probable que descubriera al Teniente a tiempo para reaccionar. Barros dejó acercarse el vehículo hasta que estuvo a menos de 100 metros, entonces disparó su RPG-22. Fue un impacto directo. El vehículo se detuvo casi en seco mientras ardía en llamas y caía a la cuneta de la carretera. Los dos ocupantes que se sentaban delante murieron casi al instante, otro más salió con parte del uniforme en llamas y muy malherido, arrastrándose por el suelo mientras se alejaba del Tiuna.
En aquel momento, Barros miró hacia atrás, donde el rugido de dos motocicletas se acercaban.
-Teniente ¿le llevamos?
-¡Salgamos de aquí como alma que lleva el diablo!
-A la orden...
-¿Que mierda a pasado ahí atrás? ¿Que eran esas explosiones?
-Unos recaditos en forma de proyectiles de 40 mm que nos estaban lanzando los antiaéreos, pero dudo que nos tuviesen localizados con exactitud, lanzaban aun área bastante dispersa – le respondió el tirador que conducía la moto en la que se había subido Barros, mientras arrancaba de nuevo y comenzaba a dirigirse al cortafuegos que separaba parte de la masa forestal de la sierra y que en camino ascendente, les llevaría hasta el punto de paso hacia la zona de recogida al otro lado de la sierra, donde los antiaéreos no tenían linea de tiro directa y que por lo tanto no suponían un riesgo para el helicóptero que los sacaría de allí.
El Capitán Gómez desde su punto de observación privilegiado, veía como algún aparato estaba en llamas en el aeropuerto, le pareció uno de los Tucano. De todas formas, hizo fotografías con una cámara con un potente zoom para su evaluación posterior. Pero los venezolanos no se habían quedado dormidos. Gómez vio la acción del Teniente allá abajo en la carretera, y como sus francotiradores huían entre cañonazos de los antiaéreos, pero ahora, veía como estaban formando un convoy de tres o cuatro vehículos, entre ellos un camión, dispuestos para salir de la Base Aérea. No hacía falta ser muy listo para saber cual era su destino. “Mierda, el ataque ha sido rápido, pero estos cabrones están reaccionando bien...aunque el daño ya está hecho, y solo queda salir de aquí cuanto antes”.
Al instante siguiente observó a sus “artilleros” subir a la carrera hacia donde él se encontraba, les hizo señas con la linterna y a los pocos segundos estaban allí reunidos. Tras intercambiar unas palabras, el Capitán les dio nuevas instrucciones.
-Márchense al punto de encuentro y aseguren la zona cuanto antes
-A la orden.
-Yo me quedo esperando a Lima y asegurando el paso.
Por la ladera ascendían las dos motocicletas. Cuando llegaran a lo alto, todavía deberían recorrer kilómetro y medio para reunirse con él, abandonar las motocicletas y avanzar a través de un frondoso bosque hacia un claro donde se encontraba la zona de recogida. El equipo Lima y Barros llegarían en menos de un minuto. Gómez consultó su reloj otra vez. Cuatro minutos para el encuentro con el helicóptero. El margen era justo, pero suficiente. Volvió a observar la Base Aérea. El convoy de vehículos enemigos comenzaba a enfilar la salida de la Base.
-Equipo Lima, estáis llegando a mi posición. 300 metros – dijo por radio, mientras encendía la linterna a pequeños intervalos.
-Recibido...te vemos Comadreja.
Cuando los tres hombres que llegaban en las motos estuvieron a la altura del Capitán, estos las dejaron caer sin muchos miramiento y se unieron a su mando.
-Sin novedad mi Capitán, misión cumplida.
-Lo he visto. Gran trabajo señores. Pero todavía tenemos...¿que es eso?
Gómez vio la silueta de un vehículo que se les acercaba con las luces apagadas y que al dejar las motos en el suelo los comandos, comenzó a acelerar.
-Cuidado. Enemigos al oeste – advirtió Barros.
Una patrulla de la Guardia Nacional que vigilaba aquella zona, había visto las motocicletas subir la sierra, y al no estar seguros de quienes era, habían actuado con cautela y se habían comunicado con sus superiores. Al poco recibieron ordenes de detener a aquellos moteros, así que cuando vieron que las dejaban, se abalanzaron sobre ellos.
Gómez reaccionó al instante y sacó su RPG, disparando rápidamente...demasiado rápidamente. El proyectil falló, pero hizo que los soldados tres venezolanos decidiesen salir del vehículo y dispersarse, a la vez que disparaban sus armas automáticas.
Los cuatro comandos replicaron al fuego y comenzó el tiroteo. Un soldado venezolano cayó malherido a las primeras de cambio, pero los otros dos continuaban disparando.
“Mierda, no podemos quedarnos aquí”, pensó Gómez, mientras echaba una mirada hacia el convoy de vehículos militares venezolanos que estaba llegando a la base de la sierra. En poco tiempo se iban a ver sobrepasados. Ellos tenían equipos de visión nocturna, y seguramente el enemigo no, pero de todas formas la distancia era corta y su fuego relativamente preciso.
-Cuchilla uno a equipo Zero. Estamos acercándonos a la zona de recogida. Tiempo estimado para llegada, 45 segundos. Confirmen situación – oyó por los auriculares de la radio.
“Mierda, mierda, mierda. El helicóptero ya está aquí y nosotros empantanados con esta gente”
-Aquí Zero. La mitad del “paquete” estamos en posición. Zona asegurada. Esperamos al resto del equipo – dijo por radio uno de los comandos de Kilo que aguardaba en el punto de recogida.
-Aquí líder Zero a Cuchilla. Estaremos en posición en 45 segundos. Proceda con la aproximación final. Corto - dijo Gómez mientras agotaba el segundo cargador de su M4.
Les hizo unas señas a los demás comandos que estaban con él y todos lanzaron una granada de humo en dirección a los disparos enemigos. Tras esperar unos segundos para que el humo bloqueara más la visión de los venezolanos, comenzaron a moverse sin dejar de disparar y cruzaron el pequeño trecho despejado de lo alto de la colina, hasta meterse en el bosque. Comenzaron a correr como posesos hacia donde ya oían el el rotor del Black Hawk que estaba a punto de aterrizar. “Unos metros más, unos metros más, y estaremos en el aparato y fuera...vamos, vamos”, se iba animando a sí mismo Gómez. Salieron al claro y vieron al helicóptero ya posado en tierra. El equipo Kilo estaba abordándolo, mientras que un poco más arriba, otro helicóptero artillado protegía el embarque.
-Vamos muchachos, ahí está nuestra salida de este agujero. Al helicópte...
No pudo acabar de decir la frase.
El suboficial al mando de la patrulla de la Guardia Nacional con la que habían mantenido el tiroteo, tras escuchar el ruido del rotor de los helicópteros y ver el lanzamiento de granadas de humo por parte de sus enemigos, sumo dos más dos. Dejó al otro soldado al cuidado del herido, y él se lanzó a la carrera hacia donde oía el rotor de lo que seguramente era un aparato colombiano. Cuando llegó al limite del bosque y comenzaba el claro, vio como varios soldados enemigos estaban montando en un helicóptero. Pero no todos, cuatro iban algo más rezagados. Vio como uno de ellos hacía señas a los otros tres, y no se lo pensó dos veces. Apuntó y disparó su FAL contra él. Un bala le alcanzó en la espada.
Entonces, el artillero del Black Hawk posado en tierra, abrió fuego con su ametralladora contra el punto de donde había salido el disparo, mientras que el helicóptero de protección hacía lo mismo. El suboficial solo pudo salir de allí y guarecerse como mejor pudo.
-¡Capitán! ¡Capitán! - acertó a oír Gómez. Era la voz de Barros. - ¡Mierda, le han alcanzado en la espalda! ¡Tenemos que sacarlo de aquí!
Pero Gómez apenas podía respirar y mucho menos articular palabra. Cuando trataron de cogerlo entre dos hombres, el Capitán soltó un alarido. La bala le había alcanzado la columna vertebral. Barros haciendo de sanitario, que era otro de sus roles en el equipo, confirmó la lesión.
-¡La puta...tiene la columna destrozada, si lo movemos lo podemos matar!
-Teniente, debemos hacer algo rápido o se nos van a echar encima todo el puto ejército enemigo ¿lo llevamos al helicóptero?
-...no, lo mataríamos. Tenemos que dejarlo aquí...y confiar que los venezolanos lo curen, si no, está bien jodido.
-Pero Teniente... – quiso protestar uno de los tiradores.
-Está decidido. A mi me jode más que a nadie, pero no voy a matar a nuestro Capitán. Aquí al menos tiene una oportunidad – dijo tajante a la vez que miraba a Gómez.
El Capitán le devolvió la mirada, una mirada de asentimiento. Le indicó como pudo que cogiera la camara, los códigos de radio y demás material sensible que llevaba, y les indicó con la vista que se marchasen. Barros accedió rápidamente a las instrucciones de su Capitán, y tras lo que solo fueron unos pocos segundos, pero que habían parecido horas, siguieron su camino hacia la cabina del helicóptero. Este no había dejado de disparar hacia el bosque cubriendo a los comandos hasta que estuvieron todos a bordo. El Teniente Barros se colocó los cascos y el micro.
-Piloto, sáquenos de aquí...ahora.
-Recibido. Cuchilla saliendo de la zona de recogida.
Mientras ganaban algo de altura, el equipo Kilo miraba al Teniente sin comprender por que no habían llevado al Capitán a bordo. Cuando terminó de explicarse, Barros tenía un nudo en la garganta.
Poco después de que los helicópteros colombianos saliesen de la zona de recogida, llegó el convoy a la cima de la sierra, y pudieron todavía disparar con sus ametralladoras pesadas algunas ráfagas contra los aparatos colombianos. Estos, maniobrando y usando el montañoso terreno a su favor, pronto quedaron fuera del alcance de los disparos enemigos. Once minutos después cruzaban la frontera y regresaban a Colombia. Un Tucano que había sobrevivido al ataque y que logró despegar minutos después, buscó infructuosamente a los helicópteros. En la oscuridad y con los aparatos colombianos volando entre montañas para evitar el radar de largo alcance, el piloto venezolano no puedo evitar la huida de los comandos enemigos.
Estos, horas después a salvo en su base, recibieron la noticia de los de foto interpretación. Las fotografiás de la cámara del Capitán Gómez revelaban daños importantes en un Tucano, y más leves en una avioneta Super King Air y en un helicóptero Bell 206, además de la seguridad de los francotiradores de haber alcanzado al Mi-35 y al Bronco. No era un mal resultado. Seguramente un Tucano sería una baja total, mientras que los demás aparatos, estarían unos cuantos días fuera de servicio por reparaciones, pero no podían evitar pensar en su Capitán, que había quedado atrás, y que en el mejor de los casos le quedaba ser prisionero y una dura operación para salvarle la vida, aunque lo más posible es que a esas horas ya estuviera muerto. No había sido una noche fácil.
El oficial de guardia en el CODA lo tenía delante de sus ojos, en la pantalla que estaba mirando. Un pequeño punto aparecía en el radar, al sur de Cucuta. Había despegado hacía poco, e iba ganando altura, mientras que el oficial trataba de discernir si era una posible amenaza para el espacio aéreo venezolano. Su perfil de vuelo indicaba que se debía de tratar de un avión lento y de pequeño tamaño, quizás un transporte militar...o civil. Dudaba sobre si avisar a los cazas de defensa aérea. Los Su-30 que patrullaban por encima del puente “General Urdaneta” eran intocables, eso había quedado bien claro desde el ataque de la FAC al puente y los retrasos para los suministros y refuerzos que supuso para la campaña de las fuerzas terrestres en la Guajira. Reclamar a los Mirage que patrullaban en aquel momento el Golfo de Venezuela también era complicado, ya que protegía también importantes objetivos. Lo ideal sería hacer despegar a unos Su-30 o F-16 de sus bases y que dieran buena cuenta del aparato, aunque por otro lado, aquellos pilotos y equipos llevaban volando todo el día, cumpliendo exigentes misiones. Los hombres estarían cansados y las máquinas debían ser revisadas, ya que al día siguiente les aguardaban más y más misiones. Si decidía hacer saltar la alarma de “scramble” en El Sombrero o Barquisimeto, debía estar bien convencido que aquel aparato era una amenaza para su país, así que en ello estaba en aquel momento.
-¿Que le parece sargento? - le preguntó al suboficial responsable de aquella consola.
-Parece un pequeño avión de hélice saliendo de Cucuta rumbo sur, mi Coronel.
-Si, eso parece – dijo el oficial sin estar demasiado satisfecho de la contestación de su subordinado. Estaba claro que no quería aventurarse a emitir alguna hipótesis sin tener más datos. “Bueno, y que puedo esperar, yo estoy haciendo lo mismo”...
El Coronel dejó pasar unos minutos más, mientras mantenía toda su atención en aquel punto en el cercano espacio aéreo colombiano, ya que en aquel momento era lo más interesante en las pantallas de los radares venezolanos.
En los días que duraba el conflicto, no era el primer vuelo de aquel tipo que veía, tanto en esa zona como en otras. Parecían vuelos de aviones de transporte que llevaban carga o personal de un punto a otro de la geografía colombiana...aunque uno de aquellos AC-47 Fantasma del enemigo tendría un perfil parecido. La misma noche anterior, un vuelo de características similares aparecía en los registros del CODA que estaba ojeando en aquel momento. “Quizás equipos, pertrechos o personal entrando y saliendo de la zona, sería lo más lógico. Incluso podrían ser aviones civiles...es imposible de saber”. En condiciones ideales, con un buen número de cazas dedicado a la cobertura total del espacio aéreo venezolano, ese avión sería un firme candidato a ser identificado y en su caso, derribado, pero dada la escasez de aviones para dicha misión y las tácticas de engaño que había empleado la FAC hasta el momento, el Coronel prefería ser cauto.
-Mi Coronel, parece que el avión se está desviando a rumbo sur-suroeste...podría dirigirse a Bogotá.
-Déjeme ver...si, parece que se aleja de nuestro espacio aéreo. - Y tras sopesar sus opciones durante un momento prosiguió. - De acuerdo, vamos a hacer lo siguiente. Sígalo durante unos minutos para cerciorarse que sigue en ese rumbo. Si es así, anótelo en el libro de incidencias...no creo que merezca la pena hacer salir a un caza para esto.
-A la orden mi Coronel.
Noche del 7 al 8 de marzo. A unos 20 km al sureste de San Cristóbal. Venezuela.
-Zero-Kilo-Lima. Atención Zero-Kilo-Lima. Aquí Comadreja Delta.
-...fff...Zero-Kilo-Lim...fff...adelante Comadre...fff..lta.
-Zulu-Alfa seguro, repito, Zulu-Alfa seguro. Marca activa...ahora – dijo el Capitán Luís Gómez mientras accionaba una luz estroboscópica solo visible con gafas de visión infrarrojas. Tras unos segundos la radio volvió a sonar en el oído del Capitán.
-fff...tenemos contacto con la marca...fff...empo estimado...cuatro minutos...fff
-Recibido. Cuatro minutos.
Mientras el Capitán Gómez sostenía y accionaba a intervalos regulares la luz estroboscópica, y esperaba la llegada del resto del equipo, repasaba mentalmente todo lo sucedido en las últimas 24 horas.
Todo había comenzado la noche anterior, cuando desde un C-212 Aviocar había saltado junto a su compañero, el Teniente Barros, desde el interior del espacio aéreo colombiano, al sur de Cucuta. Mediante un salto HAHO (High Altitude High Opening) habían recorrido los 50 km que los separaban de su zona de aterrizaje. Había sido un descenso difícil, un salto HAHO nocturno siempre lo era, más de esa distancia, si se va bien cargado y sobre territorio hostil. Las condiciones atmosféricas habían sido tolerables, dentro de los margenes de seguridad, pero alguna ráfaga de viento los pusieron en apuros un par de veces. Su rumbo de planeo les llevó cerca de San Cristóbal, justo al sur de la ciudad, pero con todo, lograron llegar sin ser descubiertos gracias a la ayuda de la brújula, el GPS, las gafas de visión nocturna y su duro entrenamiento como comandos de la ACOEA, la Agrupación de Comandos Especiales Aéreos de la FAC. Los miembros de esta joven unidad recibían un duro entrenamiento en todo tipo de técnicas de comando, pero con especial énfasis en las tácticas de rescate de rehenes en aviones secuestrados y en CSAR, aunque tampoco se descuidaba la acción directa para destruir el poder aéreo enemigo en tierra. Era esa última misión en la que se había embarcado Gómez y su equipo.
El punto en el que habían aterrizado la noche anterior, donde se encontraban ahora aguardando al resto del equipo, era un pequeño claro situado en la ladera de una colina, a algo más de 7 kilómetros al oeste del Aeropuerto Internacional de Santo Domingo y Base Aérea Buenaventura Vivas, tras una sierra que los ocultaba de la visión directa del personal del aeropuerto, así como lo suficientemente apartado de otros núcleos urbanos para pasar lo más desapercibidos posibles.
Cuando Barros y él llegaron allí, y tras cerciorarse de la falta de enemigos en la zona, recogieron y enterraron sus paracaídas. Luego, en completo silencio, con trajes bien camuflados y equipos de visión nocturna, trataron de moverse usando zonas densamente boscosas, midiendo muy bien sus pasos para no ser descubiertos, y finalmente subieron a lo alto de la sierra. Algunas luces de caseríos lejanos indicaban que estaban en una zona de campo, con pequeñas zonas urbanizadas, casi todas a lo largo de la carretera que comunicaba San Cristóbal con Barinas, y que quedaba casi al pie de la sierra. Quizás la población más grande de los alrededores fuera San Lorenzo, al este del aeropuerto, pero para Gómez era como si estuviera al otro lado del mundo, no tenía ninguna intención de acercarse allí para nada.
Comenzaron el descenso de la colina, y tras menos de mil metros de camino encontraron una zona como la que estaban buscando. Tenía una vegetación muy nutrida para que fuera difícil acceder allí, y proporcionaba buena cobertura para que el escondrijo que excavaron, y en el cual se ocultarían durante el día, no fuera descubierto si no se pasaba justo al lado de él. Pero a la vez, desde allí se tenía un campo de visión lo suficientemente decente para observar la Base Aérea y sus alrededores, con un mínimo desplazamiento de su escondite, para algunas zonas ni siquiera haría falta que salieran del mismo.
Así pasaron las horas diurnas del día 7 de marzo. Recogiendo información de la seguridad de la Base. Establecieron la localización de varios “checkpoints” en las vías de acceso al aeropuerto, así como patrullas de soldados, algunas con perros guardianes, que patrullaban el perímetro exterior e interior de la Base. Además dos vehículos Tiunas patrullaban por las carreteras situadas al norte y al sur del aeropuerto, a la vez que otro lo hacía por la parte este del mismo. Otros dos vehículos realizaban el transporte en los cambios de guardia que sucedían cada dos horas.
El Capitán Gómez estableció que debía haber entre 20 y 25 soldados de guardia en cada momento, más otros tantos en el mismo turno para los relevos. Suponiendo al menos dos turnos de guardia de 12 horas, podía estimar que la seguridad de la base estaba a cargo de entre 80 y 100 efectivos, si no más. El Capitán agradeció que no se hubiese impuesto la idea de un ataque “clásico” contra el mismo aeropuerto a pie de pista y colocando cargas en los propios aviones enemigos. Hubiese sido muy complicado superar aquellas defensas.
Además habían identificado cuatro posiciones de cañones antiaéreos de 40 mm, una a unos 200 metros de la cabecera de la pista, otra al final de la misma, una más al lado del aparcamiento de aeronaves norte y la última, al lado de la pista, a mitad de la misma. Aquellas armas se suponían que habían sido retiradas del servicio, pero parecía que ante la gravedad del conflicto, alguien pensó en sacarlas de donde estuvieran almacenadas y darle una utilidad defendiendo aquella Base Aérea. Identificadas con anterioridad por inteligencia aérea, su presencia en aquel lugar suponía un inconveniente para la exfiltración de los comandos una vez realizado el ataque, por lo que se tuvo que variar la forma inicialmente prevista.
Gómez y el Teniente Barros también podían haber proporcionado información sobre el despegue de las aeronaves enemigas, pero se había establecido que se limitaran al máximo las comunicaciones por radio para evitar ser interceptadas y estropear la misión antes de tiempo.
Cuando el sol comenzaba a ponerse sobre el horizonte, los dos comandos colombianos tenían una extraña sensación mezcla de tensión y aburrimiento. Habían cumplido con su trabajo y, estaban en constante alerta para no ser descubiertos, pero aún así, las horas habían pasado lentamente. Solo las salidas de su escondrijo para observar el aeropuerto, y una comunicación con uno de los elementos claves de la operación les habían sacado un poco de la rutina/tensión de aquel día. La comunicación había tenido lugar con unos agentes “civiles” de la inteligencia militar colombiana, infiltrados en la zona antes del estallido del conflicto para llevar a cabo diversas misiones, entre las cuales, proporcionar ayuda para la evasión y exfiltración del equipo, una vez realizado el ataque.
Ahora, Gómez y Barros habían vuelto a la zona de aterrizaje que ellos mismos usaron el día anterior aprovechando la oscuridad, para asegurar la zona y guiar a sus compañeros. Estos, otros ocho comandos aéreos, habían realizado un salto de iguales características que el suyo solo que el cielo estaba algo más tapado que la noche anterior, pero también hacía menos viento, por lo que tras algo más de una hora de descenso, el resto del equipo estaba a punto de tomar tierra en el pequeño descampado sin novedades reseñables.
El equipo Zero, nombre en clave de toda la unidad, estaba formado por tres subunidades. El equipo Comadreja formado por Gómez y Barros, eran los observadores y equipo de seguridad, a la vez que el Capitán, ejercía el mando de toda la unidad. El equipo Kilo, formado por seis hombres, transportaban dos morteros M224 en su versión completa con placa base M7, bípode y los elementos de puntería. La munición para los mismos se había repartido entre todos los comandos del equipo Zero. Y el último equipo, denominado Lima, estaba formado por dos francotiradores armados con 2 fusiles de largo alcance M82A1 del calibre .50.
Gómez vio como sus compañeros iban aterrizando en el claro, y rápidamente se hacían con su paracaídas, para plegarlo adecuadamente. El Capitán y el Teniente establecieron contacto con ellos, y los guiaron hacia una zona donde habían comenzado a excavar para ocultar los paracaídas de los recién llegados. En pocos minutos aquellas señales inequívocas de que alguien había descendido allí, habían desaparecido bajo tierra, y ocultas tras restos de vegetación para disimular el movimiento de tierras.
Luego comenzó otra difícil fase de la misión. Los diez comandos debían marchar en absoluta oscuridad y en perfecto silencio, comunicándose mediante señales, hacia la parte opuesta de la sierra como había hecho el equipo Comadreja la noche anterior, solo que esta vez eran cinco veces más hombres, y por lo tanto el cuidado y el sigilo debían ser mayores si cabe. El encuentro con alguna patrulla de la policía o soldados venezolanos era una posibilidad, pero el encuentro fortuito con uno o varios civiles, era más probable y casi igual de peligroso. Como era medianoche, todavía quedaban algunas luces encendidas en las casas de campo, y algún que otro vehículo recorría los caminos con las luces encendidas en la distancia. Así pues, cuando en circunstancias normales tardarían menos de una hora en recorrer los poco más de cuatro kilómetros que los separaban del punto de observación que habían establecido Gómez y Barros durante el día, aquella noche habían tardado tres horas en llegar allí. En el camino incluso se produjo un desagradable encuentro en el camino que recorría lo alto de la sierra, donde divisaron a una cercana patrulla militar enemiga en un vehículo que circulaba por dicha vía, y al que tuvieron que esperar que se alejara lo suficiente como para cruzar el camino con seguridad. Era un recordatorio más de lo peligroso de la misión.
Por fin, una vez en el lugar previsto, el Capitán intercambió unas palabras con los tiradores del equipo Lima y les dio instrucciones sobre lo convenido con los agentes infiltrados, y luego habló con Kilo. Al final se despidió con unas palabras.
-Muchachos, ya saben lo que espero de ustedes. Esperen a mi orden para iniciar el ataque. Luego replieguense según lo convenido. Nos vemos en el punto de recogida dentro de un rato. ¿Alguna pregunta más? - nadie dijo nada - ¿No? De acuerdo entonces, mucha suerte a todos.
Acto seguido, Gómez guió al equipo Kilo hacia un lugar que habían reconocido durante el día. Un pequeño claro densamente rodeado de vegetación que dificultaba mucho su localización, pero permitía el disparo de los morteros, y que se encontraba a apenas 80 o 90 metros de su punto de observación. Una vez establecidos, el Capitán los dejó preparándose, mientras él volvía a ascender hacia lo alto de la sierra, por el punto donde deberían escapar sus hombres hacia la otra vertiente de la colina, con la idea de proteger aquel lugar si surgían dificultades, pero a la vez, con un excelente campo de visión sobre la gran explanada donde se situaba la Base Aérea, y desde donde podría observar y coordinar todo el ataque y la evasión.
Mientras, Lima y Barros descendían todavía más y aguardaba un buen momento para cruzar la carretera de San Cristobal a Barinas y, buscar la posición que tenían marcadas en sus GPS para establecer su puesto de tiro, no sin antes haberse cerciorado de la presencia de las dos motocicletas que les servirían para abandonar la zona a toda velocidad y que se encontraban convenientemente ocultas cerca de la cuneta de la carretera y, vigiladas desde la distancia por uno de los agentes infiltrados, con el que se había establecido contacto previamente. Cuando los dos francotiradores llegaron a su puesto y comenzaron a prepararse, el Teniente Barros se marcho en busca de su posición establecida para la misión, situada entre la vegetación, en la curva de la carretera que daba acceso al aeropuerto y que con una recta de casi 4 km, también llegaba hasta San Lorenzo. Su misión allí era proteger la huida de los tiradores, y la suya propia, por si el Tiuna que patrullaba aquella carretera al este de su posición le daba por acercarse por allí, o cualquier otra incidencia que pudiera poner en peligro la vía de escape de los francotiradores. Para ello contaba, ademas de con su M4, con un RPG-22.
Tras otra hora más para colocar las piezas sobre el tablero, en el momento convenido Gómez accionó su radio.
-Comadreja 1 en posición. Comprobación.
-Comadreja 2 en posición.
-Kilo en posición.
-Lima en posición y listos.
El Capitán miró su reloj. Las 04:46. Todos los relojes del equipo habían sido sincronizados, por lo que solo le quedaba indicar la hora de inicio.
-Equipo Zero, inicien ataque a las 04:48. Repito, inicien ataque a las 04:48. Confirmen.
-Kilo Roger.
-Lima Roger.
-Comadreja 2 Roger.
-Recibido. Buena suerte. Corto.
Gómez dio un último vistazo a su alrededor y comprobó que en las zonas despejadas de vegetación no había ninguna amenaza inminente, no había ningún vehículo por el camino sin asfaltar que recorría la cresta de la sierra, y en la casa que había a unos doscientos metros a su derecha, no parecía haber nadie ni ninguna luz estaba encendida, por lo que se giró y buscó una buena zona desde donde observar el ataque a la Base Aérea. Por suerte parecía que todo seguía igual allá abajo. Hacia ya un buen rato que había aterrizado el que parecía ser el último aparato en regresar a la Base aquel día. Desde su posición podía ver los diversos aviones y helicópteros que había a lo largo y ancho de la base. Pero aunque desperdigados, y algunos, los situados más al este, fuera de alcance de sus armas, en las dos plataformas de estacionamiento de la base, la situada más al norte y desde donde operaba el tráfico civil, y la situada al sur y que estaba más cerca de la zona militar del aeropuerto, había suficientes blancos para sus hombres.
En el aparcamiento norte había 2 AT-27 Tucano, un helicóptero Bell 206 y un Be-200 Super King Air. Aquel sería el objetivo de los morteros del equipo Kilo. Al sur de la pista, y dentro del alcance de los Barrett del calibre .50, Gómez observó un Bronco y un Mi-35, uno de los principales blancos para aquella misión. Del segundo Mi-35 que habían visto durante el día no había ni rastro. Quizás estuviera dentro del hangar, o quizás simplemente estaba situado en algún lugar que no podía observar desde allí arriba. Otro Bronco y otro Tucano se encontraban más al este, a lo largo de la pista y a su lado, demasiado lejanos para sus armas.
Gómez volvió a controlar su reloj... “doce segundos...”
El mejor tirador de la ACOEA fue quien abrió el ataque. A pesar de estar en una pendiente descendente y con bastante vegetación, había conseguido una posición cómoda para el disparo. En el visor nocturno de su Barrett tenía fijada una de las dos turbinas de un Mi-35 Caribe. En su cargador, 10 balas perforantes capaces de atravesar el blindaje del helicóptero, y en su mente un único objetivo, hacer blanco contra aquella turbina a 2.150 metros. Era un disparo difícil, ya que el alcance teórico para el M82 era de unos 1.800 metros, pero se habían dado casos de objetivos humanos abatidos a distancias superiores. De todas formas, si lo lograba, sería uno de los disparos certeros de más alcance registrados hasta el momento.
Dos segundos antes de la hora estipulada abrió fuego. Luego otro y otro más. Al final uso seis disparos contra el Mi-35, logrando cuatro impactos certeros. Casi con toda seguridad aquella turbina estaría fuera de servicio un tiempo, y con ella el helicóptero, además era posible que algún proyectil hubiera traspasado hasta la segunda turbina situado junta a la primera. El francotirador estaba muy satisfecho. Casi a la vez, el segundo “sniper” efectuó sus disparos contra los motores de un Bronco, situado algo más cerca, a unos 1.900 metros logrando dos y tres impactos en cada uno de ellos.
El equipo Kilo también usó sus armas a la hora indicada. Igualmente, los dos morteros disparaban sus proyectiles casi al límite de su alcance efectivo, pero usando granadas con espoleta de proximidad trataron de cubrir la mayor superficie posible para dañar al mayor número de aparatos. Tras los dos primeros proyectiles, se realizaron las correcciones oportunas y en total, en dos minutos habían lanzado los 20 proyectiles que entre ambos morteros tenían como dotación de munición aquella noche. Por último, los comandos inutilizaron los morteros y comenzaron a correr colina arriba a toda velocidad, mientras que treinta segundos antes, los francotiradores hacían lo propio, en busca de sus motocicletas todoterreno que les servirían para llegar a la hora convenida al punto de recogida.
En lo alto, Gómez observaba satisfecho el resultado del ataque, a la vez que observaba el repliegue de sus hombres. Hacía uno minutos que había llamado al helicóptero que aguardaba justo al otro lado de la frontera, y que debía recogerlos y sacarlos de allí. Pero entonces las cosas comenzaron a torcerse.
El Teniente Barros observaba con intranquilidad al vehículo que proveniente de las inmediaciones del aeropuerto se dirigía a toda velocidad hacia la curva donde estaba situado. Escuchó explosiones cercanas, pero no tuvo tiempo de pararse a investigar que era aquello, ya que estaba claro que aquel condenado vehículo llegaría antes que sus compañeros del equipo Lima. Se situó en posición de disparo con rodilla en tierra. El vehículo de la policía aérea avanzaba con los faros encendidos, pero era poco probable que descubriera al Teniente a tiempo para reaccionar. Barros dejó acercarse el vehículo hasta que estuvo a menos de 100 metros, entonces disparó su RPG-22. Fue un impacto directo. El vehículo se detuvo casi en seco mientras ardía en llamas y caía a la cuneta de la carretera. Los dos ocupantes que se sentaban delante murieron casi al instante, otro más salió con parte del uniforme en llamas y muy malherido, arrastrándose por el suelo mientras se alejaba del Tiuna.
En aquel momento, Barros miró hacia atrás, donde el rugido de dos motocicletas se acercaban.
-Teniente ¿le llevamos?
-¡Salgamos de aquí como alma que lleva el diablo!
-A la orden...
-¿Que mierda a pasado ahí atrás? ¿Que eran esas explosiones?
-Unos recaditos en forma de proyectiles de 40 mm que nos estaban lanzando los antiaéreos, pero dudo que nos tuviesen localizados con exactitud, lanzaban aun área bastante dispersa – le respondió el tirador que conducía la moto en la que se había subido Barros, mientras arrancaba de nuevo y comenzaba a dirigirse al cortafuegos que separaba parte de la masa forestal de la sierra y que en camino ascendente, les llevaría hasta el punto de paso hacia la zona de recogida al otro lado de la sierra, donde los antiaéreos no tenían linea de tiro directa y que por lo tanto no suponían un riesgo para el helicóptero que los sacaría de allí.
El Capitán Gómez desde su punto de observación privilegiado, veía como algún aparato estaba en llamas en el aeropuerto, le pareció uno de los Tucano. De todas formas, hizo fotografías con una cámara con un potente zoom para su evaluación posterior. Pero los venezolanos no se habían quedado dormidos. Gómez vio la acción del Teniente allá abajo en la carretera, y como sus francotiradores huían entre cañonazos de los antiaéreos, pero ahora, veía como estaban formando un convoy de tres o cuatro vehículos, entre ellos un camión, dispuestos para salir de la Base Aérea. No hacía falta ser muy listo para saber cual era su destino. “Mierda, el ataque ha sido rápido, pero estos cabrones están reaccionando bien...aunque el daño ya está hecho, y solo queda salir de aquí cuanto antes”.
Al instante siguiente observó a sus “artilleros” subir a la carrera hacia donde él se encontraba, les hizo señas con la linterna y a los pocos segundos estaban allí reunidos. Tras intercambiar unas palabras, el Capitán les dio nuevas instrucciones.
-Márchense al punto de encuentro y aseguren la zona cuanto antes
-A la orden.
-Yo me quedo esperando a Lima y asegurando el paso.
Por la ladera ascendían las dos motocicletas. Cuando llegaran a lo alto, todavía deberían recorrer kilómetro y medio para reunirse con él, abandonar las motocicletas y avanzar a través de un frondoso bosque hacia un claro donde se encontraba la zona de recogida. El equipo Lima y Barros llegarían en menos de un minuto. Gómez consultó su reloj otra vez. Cuatro minutos para el encuentro con el helicóptero. El margen era justo, pero suficiente. Volvió a observar la Base Aérea. El convoy de vehículos enemigos comenzaba a enfilar la salida de la Base.
-Equipo Lima, estáis llegando a mi posición. 300 metros – dijo por radio, mientras encendía la linterna a pequeños intervalos.
-Recibido...te vemos Comadreja.
Cuando los tres hombres que llegaban en las motos estuvieron a la altura del Capitán, estos las dejaron caer sin muchos miramiento y se unieron a su mando.
-Sin novedad mi Capitán, misión cumplida.
-Lo he visto. Gran trabajo señores. Pero todavía tenemos...¿que es eso?
Gómez vio la silueta de un vehículo que se les acercaba con las luces apagadas y que al dejar las motos en el suelo los comandos, comenzó a acelerar.
-Cuidado. Enemigos al oeste – advirtió Barros.
Una patrulla de la Guardia Nacional que vigilaba aquella zona, había visto las motocicletas subir la sierra, y al no estar seguros de quienes era, habían actuado con cautela y se habían comunicado con sus superiores. Al poco recibieron ordenes de detener a aquellos moteros, así que cuando vieron que las dejaban, se abalanzaron sobre ellos.
Gómez reaccionó al instante y sacó su RPG, disparando rápidamente...demasiado rápidamente. El proyectil falló, pero hizo que los soldados tres venezolanos decidiesen salir del vehículo y dispersarse, a la vez que disparaban sus armas automáticas.
Los cuatro comandos replicaron al fuego y comenzó el tiroteo. Un soldado venezolano cayó malherido a las primeras de cambio, pero los otros dos continuaban disparando.
“Mierda, no podemos quedarnos aquí”, pensó Gómez, mientras echaba una mirada hacia el convoy de vehículos militares venezolanos que estaba llegando a la base de la sierra. En poco tiempo se iban a ver sobrepasados. Ellos tenían equipos de visión nocturna, y seguramente el enemigo no, pero de todas formas la distancia era corta y su fuego relativamente preciso.
-Cuchilla uno a equipo Zero. Estamos acercándonos a la zona de recogida. Tiempo estimado para llegada, 45 segundos. Confirmen situación – oyó por los auriculares de la radio.
“Mierda, mierda, mierda. El helicóptero ya está aquí y nosotros empantanados con esta gente”
-Aquí Zero. La mitad del “paquete” estamos en posición. Zona asegurada. Esperamos al resto del equipo – dijo por radio uno de los comandos de Kilo que aguardaba en el punto de recogida.
-Aquí líder Zero a Cuchilla. Estaremos en posición en 45 segundos. Proceda con la aproximación final. Corto - dijo Gómez mientras agotaba el segundo cargador de su M4.
Les hizo unas señas a los demás comandos que estaban con él y todos lanzaron una granada de humo en dirección a los disparos enemigos. Tras esperar unos segundos para que el humo bloqueara más la visión de los venezolanos, comenzaron a moverse sin dejar de disparar y cruzaron el pequeño trecho despejado de lo alto de la colina, hasta meterse en el bosque. Comenzaron a correr como posesos hacia donde ya oían el el rotor del Black Hawk que estaba a punto de aterrizar. “Unos metros más, unos metros más, y estaremos en el aparato y fuera...vamos, vamos”, se iba animando a sí mismo Gómez. Salieron al claro y vieron al helicóptero ya posado en tierra. El equipo Kilo estaba abordándolo, mientras que un poco más arriba, otro helicóptero artillado protegía el embarque.
-Vamos muchachos, ahí está nuestra salida de este agujero. Al helicópte...
No pudo acabar de decir la frase.
El suboficial al mando de la patrulla de la Guardia Nacional con la que habían mantenido el tiroteo, tras escuchar el ruido del rotor de los helicópteros y ver el lanzamiento de granadas de humo por parte de sus enemigos, sumo dos más dos. Dejó al otro soldado al cuidado del herido, y él se lanzó a la carrera hacia donde oía el rotor de lo que seguramente era un aparato colombiano. Cuando llegó al limite del bosque y comenzaba el claro, vio como varios soldados enemigos estaban montando en un helicóptero. Pero no todos, cuatro iban algo más rezagados. Vio como uno de ellos hacía señas a los otros tres, y no se lo pensó dos veces. Apuntó y disparó su FAL contra él. Un bala le alcanzó en la espada.
Entonces, el artillero del Black Hawk posado en tierra, abrió fuego con su ametralladora contra el punto de donde había salido el disparo, mientras que el helicóptero de protección hacía lo mismo. El suboficial solo pudo salir de allí y guarecerse como mejor pudo.
-¡Capitán! ¡Capitán! - acertó a oír Gómez. Era la voz de Barros. - ¡Mierda, le han alcanzado en la espalda! ¡Tenemos que sacarlo de aquí!
Pero Gómez apenas podía respirar y mucho menos articular palabra. Cuando trataron de cogerlo entre dos hombres, el Capitán soltó un alarido. La bala le había alcanzado la columna vertebral. Barros haciendo de sanitario, que era otro de sus roles en el equipo, confirmó la lesión.
-¡La puta...tiene la columna destrozada, si lo movemos lo podemos matar!
-Teniente, debemos hacer algo rápido o se nos van a echar encima todo el puto ejército enemigo ¿lo llevamos al helicóptero?
-...no, lo mataríamos. Tenemos que dejarlo aquí...y confiar que los venezolanos lo curen, si no, está bien jodido.
-Pero Teniente... – quiso protestar uno de los tiradores.
-Está decidido. A mi me jode más que a nadie, pero no voy a matar a nuestro Capitán. Aquí al menos tiene una oportunidad – dijo tajante a la vez que miraba a Gómez.
El Capitán le devolvió la mirada, una mirada de asentimiento. Le indicó como pudo que cogiera la camara, los códigos de radio y demás material sensible que llevaba, y les indicó con la vista que se marchasen. Barros accedió rápidamente a las instrucciones de su Capitán, y tras lo que solo fueron unos pocos segundos, pero que habían parecido horas, siguieron su camino hacia la cabina del helicóptero. Este no había dejado de disparar hacia el bosque cubriendo a los comandos hasta que estuvieron todos a bordo. El Teniente Barros se colocó los cascos y el micro.
-Piloto, sáquenos de aquí...ahora.
-Recibido. Cuchilla saliendo de la zona de recogida.
Mientras ganaban algo de altura, el equipo Kilo miraba al Teniente sin comprender por que no habían llevado al Capitán a bordo. Cuando terminó de explicarse, Barros tenía un nudo en la garganta.
Poco después de que los helicópteros colombianos saliesen de la zona de recogida, llegó el convoy a la cima de la sierra, y pudieron todavía disparar con sus ametralladoras pesadas algunas ráfagas contra los aparatos colombianos. Estos, maniobrando y usando el montañoso terreno a su favor, pronto quedaron fuera del alcance de los disparos enemigos. Once minutos después cruzaban la frontera y regresaban a Colombia. Un Tucano que había sobrevivido al ataque y que logró despegar minutos después, buscó infructuosamente a los helicópteros. En la oscuridad y con los aparatos colombianos volando entre montañas para evitar el radar de largo alcance, el piloto venezolano no puedo evitar la huida de los comandos enemigos.
Estos, horas después a salvo en su base, recibieron la noticia de los de foto interpretación. Las fotografiás de la cámara del Capitán Gómez revelaban daños importantes en un Tucano, y más leves en una avioneta Super King Air y en un helicóptero Bell 206, además de la seguridad de los francotiradores de haber alcanzado al Mi-35 y al Bronco. No era un mal resultado. Seguramente un Tucano sería una baja total, mientras que los demás aparatos, estarían unos cuantos días fuera de servicio por reparaciones, pero no podían evitar pensar en su Capitán, que había quedado atrás, y que en el mejor de los casos le quedaba ser prisionero y una dura operación para salvarle la vida, aunque lo más posible es que a esas horas ya estuviera muerto. No había sido una noche fácil.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Faltaría ver si no se mató el oficial...
"En momentos de crisis, el pueblo clama a Dios y pide ayuda al soldado. En tiempos de paz, Dios es olvidado y el soldado despreciado».
- Yehuda Steimbrener
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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
EXCELENTE!!! que buen golpe de parte de las FE Colombianas.
Saludos
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- comando_pachacutec
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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Uno de los fuertes de las FFAA de Col. Buen relato.
Saludos
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"SER Y NO PARECER"
El Comando Nunca Muere
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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Hola a todos,
gracias de nuevo por vuestros comentarios. En el siguiente fragmento del relato volveremos al Teatro de Operaciones de la Guajira.
Saludos.
gracias de nuevo por vuestros comentarios. En el siguiente fragmento del relato volveremos al Teatro de Operaciones de la Guajira.
Saludos.
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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
mis felicitaciones por tan excelente fragmento.
y muy bien planificado y ejecutado el golpe de las FFEE colombianas. ya me imaginaba yo que darían mas problemas.
y muy bien planificado y ejecutado el golpe de las FFEE colombianas. ya me imaginaba yo que darían mas problemas.
Si Vis Pacem, Para Bellum
- Andrés Eduardo González
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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Bueno, el objetivo primordial de la acción era extraer a los comandos, no entablar batalla o combate con el enemigo. Seguramente habrán habido bajas en su bando, pero estimo que Flanker no consideró pertinente hacer referencia a eso, uno lo puede sobreentender al leer el relato, como puede que no haya habido bajas y estos simplemente se cubrieron como pudieron. Es que no debe ser muy agradable estar bajo fuego de dos GAU-19 de 12.7mm
"En momentos de crisis, el pueblo clama a Dios y pide ayuda al soldado. En tiempos de paz, Dios es olvidado y el soldado despreciado».
- SAETA2003
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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Que será de la vida de flnker, no se ustedes pero a mi me está matando la intriga
Si Vis Pacem, Para Bellum
- KL Albrecht Achilles
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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
SAETA2003 escribió:Que será de la vida de flnker, no se ustedes pero a mi me está matando la intriga
Debe estar en las Baleares disfrutando del verano.
Saludos
It matters not how strait the gate. How charged with punishments the scroll.
I am the master of my fate: I am the captain of my soul. - From "Invictus", poem by William Ernest Henley
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- Andrés Eduardo González
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Ibiza...
"En momentos de crisis, el pueblo clama a Dios y pide ayuda al soldado. En tiempos de paz, Dios es olvidado y el soldado despreciado».
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