Sobre el sítio de Numancia, una anécdota: Quinto Pompeyo Rufo, a poco de haber tomado el mando de la España citerior, rompió con la ciudad de Numancia la paz estipulada en los tratados hechos con Tiberio Sempronio Gracco, pretestanto haber los numantinos dado asilo a los habitantes de Segeda que en tiempo de Viriato habían auxiliado a tan célebre caudillo español y tremendo enemigo del pueblo romano.
Los de Numancia, dirigidos por el valiente y diestro jefe Megara, se defendieron tan hábil y denodadamente, que Pompeyo Rufo, concluido el período de su mando, dejó en pié la guerra, y a Popilio al frente del ejército. Popilio continuó la lucha, pero con tal desgracia, que se vio derrotado por sus aguerridos y heroicos contendientes.
Sucediole en el mando el cónsul Cayo Hostilio Mancino, el cual sitió a Numancia, y después de haber sufrido grandes pérdidas con las impetuosas salidas de los habitantes, tuvo noticia de que los cántabros y los vacceos marchaban a socorrer a los de la ciudad. (1) No atreviéndose a esperarlos, huyó levantando sigilosamente durante la noche su campamento.
Habiendo casualmente llegado a saber los numantinos la fuga de sus adversarios, salieron a perseguirlos; alcanzáronlos pronto, porque creyendo no saberse la retirada, caminaban sin temor, sin priesa ni precaución: encerráronlos en un paso difícil, y los antes sitiados se convirtieron en sitiadores. Permanecieron allí durante algún tiempo los romanos estrechamente bloqueados, hasta que, al fin, exhaustos de víveres, rendidos de fatiga, y temiendo siempre ver de un instante a otro aumentarse el número de los españoles con la llegada de los temidos cántabros y vacceos, pidieron capitulación. Con excesiva generosidad y demasiado poca suspicacia accedieron los numantinos, dejando así marchar salvo a un ejército enemigo, en número de 20.000 hombres, que hubieran podido fácilmente destruir. La noticia del socorro, añade Apiano (Pág. 300), era un falso rumor; pero bastó para intimidar a los romanos hasta el extremo que acabamos de referir. Esto acaeció el año 616 de la fundación de la ciudad de Roma.
(1) Cantabros y Vacceos ya tenían fama de gente ruda. El caso es que... no se les había perdido nada por allí y por tanto, no tenían la menor intención de acudir (tampoco se los había invitado a la fiesta).
Esta lámina tal vez pueda comentarla Valerio. Parecen dos gladiadores griegos en un circo, posiblemente griego, tambien. De ella solamente conozco al autor: Angus McBride.
Título: desconocido. Autor: Angus McBride.