La letra chica del entendimiento del gobierno argentino con el FMI
El presidente Alberto Fernández logró “patear la pelota para adelante”, afirman analistas
El exasperante “juego de gallinas” en la negociación con el FMI, incluyendo la amenaza de no pago del vencimiento del pasado viernes, terminó sin un choque frontal. Después del cierre de los mercados del jueves, el Gobierno dio a conocer que había alcanzado un acuerdo y, casi en simultáneo, el FMI envió un comunicado confirmándolo.
Según especificó el Gobierno, el programa se firmaría por un monto similar a los desembolsos efectivos del programa stand-by otorgado a la Argentina en 2018 (US$ 44.000 millones), pero que tendría una duración de 2,5 años, un período de gracia de 4,5 años y un plazo de pago de 10 años.
Incluiría un acuerdo sobre el sendero de reducción del déficit fiscal (2,5% en 2022, 1,9% en 2023, 0,9% en 2024 y equilibrio en 2025), del financiamiento monetario del Banco Central (1%, 0,6% y 0% en 2022, 2023 y 2024, respectivamente) y un objetivo de política de acumulación de reservas internacionales de US$ 5.000 millones en el primer año.
Adicionalmente, informó cambios en la política monetaria a través del sostenimiento de tasas reales positivas (no especificó cómo fijará el target) a la par que sostuvo que se mantiene la política cambiaria de crawling peg (devaluaciones diarias). No especificó el ritmo de estas, aunque aseguró que no va a haber un salto discreto.
Como contrapartida, el Gobierno recibiría en el primer semestre financiamiento neto del FMI por los pagos de capital realizados hasta ahora por US$4.500 millones y un aporte de 0,9 puntos porcentuales del PBI (otros US$4.900 millones) de los demás organismos internacionales y préstamos bilaterales para infraestructura incluyendo desembolsos de China.
Como corolario, el anuncio permitió descomprimir parte de la incertidumbre respecto del riesgo cierto de entrar en atrasos el próximo 22 de marzo, lo cual no es poco. Y a priori está avisando que el FMI estaría dispuesto a descomprimir los vencimientos y devolver los pagos realizados sin exigir un salto discreto en el tipo de cambio, solo una aceleración del ritmo de devaluación.
Faltan definiciones respecto de cómo va a realizar el ajuste fiscal manteniendo el gasto real, cuál es su impacto sobre la nominalidad de la economía (dólar oficial, tasas, tarifas, salarios y brecha cambiaria) y de cómo se va a lograr restaurar el equilibrio externo (acumulación de reservas con una brecha cambiaria que, si bien puede comprimir algo en el margen, va a seguir siendo alta) y monetario (convergencia de los pasivos monetarios con emisión decreciente, pero tasas de interés más altas), sin impactar negativamente sobre el ritmo de crecimiento de la economía.
El anuncio contribuyó a reducir en el margen la enorme presión que estaban sufriendo los bonos, las acciones y la brecha, aunque no para evitar que el Banco Central siguiera vendiendo dólares en el Mercado Único y Libre de Cambios.
Con casi dos años de gestión por delante, el objetivo de atrasar el tipo de cambio oficial con el sendero de corrección gradual de los desequilibrios mencionado, brecha cambiaria alta y riesgo país alto luce riesgoso.
Es probable que lo intenten con el “aval del FMI” y la expectativa que pueda llegar a coordinar un cambio de gobierno en 2023. Por ahora falta mucho, sobre todo leer la letra chica del entendimiento y cómo lo digiere el mercado.
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