Crisis de la República romana

Los conflictos armados en la historia de la Humanidad. Los éjércitos del Mundo, sus jefes, estrategias y armamentos, desde la Antiguedad hasta 1939.
de guiner
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Quinto Cecilio Metelo devasta Numidia



El cónsul Quinto Cecilio Metelo, tras la Batalla del río Muthul, había decidido dejar de perseguir a Jugurta y devastar Numidia para obligarlo a entablar combate.
Mientras se arrasaban campos y se tomaban ciudades pequeñas, dondequiera que lo aconsejara la situación, se establecía una guarnición. El rey, obligado a actuar, ordenó a la mayor parte de su ejército permanecer a la expectativa mientras él, con una élite de caballería, se puso a perseguir al cónsul. Gracias a que realizó marchas nocturnas campo a través, Jugurta pudo atacar por sorpresa a grupos de soldados romanos que andaban desperdigados. La mayor parte de éstos cayeron desarmados, muchos fueron apresados y ni uno solo escapó indemne; antes de que Metelo pudiera enviar refuerzos, los numidas se retiraron a las colinas más cercanas.

A partir de estos momentos, Metelo decidió que, cuando hubiera necesidad de trigo o de pastos, fueran algunas cohortes con toda la caballería. Él en persona condujo a una parte del ejército, mientras que los restantes fueron puestos al mando de Caio Mario. En su marcha por el territorio establecían los campamentos en dos puntos no muy distantes entre sí; cuando había que entablar combate, se unían ambas partes del ejército; por lo demás, actuaban por separado para que la dispersión y la devastación alcanzasen más extensión.
Durante este tiempo Jugurta los siguió a través de las colinas buscando el momento y el lugar para montar una emboscada; envenenaba el pasto y las fuentes, de las que había escasez; se hacía ver unas veces por Metelo y otras por Mario, provocaba a los últimos de la columna, y al instante regresaba a las colinas; amenazaba a unos, luego a otros; no libraba batalla ni los dejaba en paz, únicamente entorpecía los planes del enemigo.

Cecilio Metelo, al ver que le estaban cansando con artimañas y que el enemigo no le daba posibilidad de combatir, decidió poner bajo asedio una ciudad grande, para lo cual eligió Zama Regia, baluarte del reino en la zona donde estaba situada, en la idea de que, como lo exigía el hecho, Jugurta vendría en auxilio al estar en peligro los suyos, y allí se daría la batalla.


Nota: Aunque el post lleva el encabezado de "Quinto Cecilio Metelo devasta Numidia", evidentemente no me estoy refiriendo al reino entero. Como ya se apuntó tras la Batalla del río Muthul, decidió asolar la parte más rica, la cual posiblemente comprendía el territorio entre el Muthul y la frontera de la provincia romana. Sica y Zama Regia caían dentro de esta área, cuyo limite norte era el valle del Bagradas (véase el mapa de el itinerario seguido por Cecilio Metelo).


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Asalto a Zama Regia


Jugurta, informado por los desertores de lo que tramaba Cecilio Metelo, se anticipó al cónsul. Ordenó a los habitantes de Zama Regia que defendieran las murallas con la ayuda de los desertores "la clase más firme de las tropas del rey, porque no podían engañarle", con la promesa de que en su momento iría él con el ejército en ayuda de la plaza. Tras convenir la defensa, se retiró a unos parajes ocultos en espera de los romanos; poco después se enteró de que Mario había sido enviado sobre la marcha a buscar trigo, con unas pocas cohortes, a la región de Sica (actual Le Kef), que era la primera ciudad que, después de la derrota, había hecho defección del rey. Aprovechando la noche, hacia allí se encaminó Jugurta con una élite de caballería y, cuando salían los romanos de la ciudad, entabló combate con ellos en la misma puerta, animando al mismo tiempo a los habitantes de Sica para que acorralaran a las cohortes por la espalda.

"Y si Mario no se hubiera apresurado a lanzarse al ataque y a escabullirse de la ciudad, sin duda todos o gran parte de los de Sica se habrían cambiado de bando: con semejante volubilidad se conducen los numidas"

Salustio, Guerra de Jugurta 56


Ya en campo abierto, los romanos pudieron repeler fácilmente el ataque de la caballería del rey. A continuación, Mario se encaminó en dirección a Zama Regia. La plaza estaba situada en una llanura, fortificada a base de obras más que por naturaleza, y no carecía de ninguna cosa necesaria, estando bien abastecida de armas y de hombres. Por lo tanto, Cecilio Metelo, una vez dispuestas las operaciones en conformidad con las circunstancias y el terreno, rodeó con el ejército todo el perímetro de las murallas, indicando a sus lugartenientes dónde tenía que ejercer el mando cada cual.

Cecilio Metelo inició el asalto a la ciudad. Al dar señal, de todas partes se levantó al mismo tiempo un inmenso griterío, hecho que no aterró a los numidas, que aguardaban con las armas prestas y en alerta. Comenzó el combate.

"Los romanos, según el carácter de cada cual, unos peleaban desde lejos, con bolas y piedras, otros se aproximaban, y, bien socavaban el muro, bien lo asaltaban con escaleras, deseando llegar a las manos. Frente a ello los de la plaza dejaban caer peñascos sobre los más próximos, y lanzaban estacas y dardos y pez mezclada con azufre y teas, todo ardiendo. Y ni siquiera a aquéllos que se habían quedado lejos les había protegido bastante su ánimo pusilánime, pues a los más les herían los disparos hechos por la artillería o a mano, de modo que tanto los valientes como los cobardes corrían el mismo peligro, aunque era distinta su gloria"

Guerra de Jugurta 57


Mientras se combatía de este modo en Zama, Jugurta irrumpió de repente con un gran contingente de tropas en el campamento romano; descuidados los que estaban de guardia no pudieron impedir que los numidas penetraran en la empalizada. Los romanos, paralizados por el miedo, buscaban desesperadamente una salida. Cerca de cuarenta legionarios lograron reagruparse, tomaron un lugar elevado y allí lograron aguantar sin que los numidas pudieran desalojarlos; recogían los dardos que les arrojaban desde lejos y losvolvían a arrojar. Entretanto, Metelo, que estaba librando una reñida batalla en los muros de la ciudad, oyó el griterio enemigo a sus espaldas y, luego, al dar la vuelta al caballo, advirtió que se producía una desbandada en dirección a él, hecho que revelaba que se trataba de los suyos. En consecuencia, envió rápidamente al campamento a toda la caballería y, al instante, a Caio Mario con las cohortes de aliados. Jugurta, ante la llegada de los romanos, enredado en el sistema defensivo del campamento, pues los unos se lanzaban de cabeza por encima de la empalizada, los otros con la prisa se lastimaban a sí mismos en las estrecheces, tras perder a muchos, se retiró a lugares protegidos. Metelo, sin poder culminar la toma de la ciudad, cuando la noche se le echaba encima, optó por retirarse a su campamento.


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Al día siguiente, antes de continuar el asalto, el cónsul dio la orden de que toda la caballería se aposte delante del campamento por la parte por donde se esperaba la llegada de Jugurta, asignó a los tribunos las puertas y las zonas próximas y se dirigió en dirección a la ciudad; al igual que el día anterior, se atacaron las murallas.
Jugurta apareció de repente en el campamento y cargó por sorpresa con la infantería mezclada con la caballería. Los jinetes, confiados en los de a pie, no perseguían para luego retroceder, como era práctica habitual, sino que se enfrentaban de cara con los caballos y enredaban y perturbaban las líneas, entregando medio vencidos los romanos a su rápida infantería.
Al mismo tiempo se combatía con gran violencia en el sitio de Zama. Dondequiera que había al mando un legado o un tribuno, allí apretaban con toda energía, respondiendo parejamente los defensores.
Llegó un momento en el que remitieron un tanto los combates en la parte de las murallas que daba al campamento y la atención recayó sobre la batalla ecuestre que se allí se daba. Cuando Mario se apercibió de ello, pues ejercía el mando en esa parte, simuló que desistía en el ataque permitiendo que los defensores contemplasen la batalla de su rey sin incomodarlos. Estando ensimismados en lo que sucedía a lo lejos, de repente, Mario atacó el muro con gran violencia. Las escalas alcanzaron sus objetivos; casi se habían afianzado los romanos en las alturas cuando los de la plaza salieron corriendo y arrojaron contra ellos piedras, fuego y toda clase de proyectiles. Los romanos aguantaron al principio, luego, cuando se partieron varias escalas, los que habían estado en ellas se vinieron al suelo y el resto, una gran parte cubiertos de heridas, se alejaron de allí. Por último, la noche suspendió los combates.

Metelo, al ver que eran vanos sus intentos, que no tomaba la ciudad y que Jugurta no peleaba como no fuese en emboscadas o en su propio terreno, y que el verano estaba ya terminado, se alejó de Zama y estableció sus guarniciones en aquellas ciudades que habían hecho defección a su causa y se hallaban suficientemente fortificadas por la situación o por sus murallas. El resto del ejército lo instaló, para pasar el invierno, en la parte de la provincia más cercana a Numidia: el cónsul se acuarteló en Tisidio con una legión y Mario puso su campamento cerca de Utica.


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108


Entran en funciones los cónsules Servio Sulpicio Galba y Quinto Hortensio,

Quinto Hortensio es encontrado culpable de un delito y se ve obligado a renunciar a su cargo. En su lugar es elegido Marco Aurelio Escauro

FC:


[Ser. Sulpicius Ser.f. Ser.n. Galba] , [Q. Hortensius . . .] - acusado en el cargo, [M. Aurelius . . .] Scaurus -elegido en su lugar

A Marco Minucio Rufo (cónsul en 110) se le asigna la provincia de Macedonia.


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Jugurta entra en negociaciones para su rendición


Cecilio Metelo, viendo que adelantaba poco con las armas, decidió abordar con muchas promesas a Bomílcar; en un principio, logró entrevistarse con él a escondidas y, luego, le prometió que si le entregaba al rey vivo o muerto el senado le concedería el indulto y que no perdería ninguno de sus bienes. Bomílcar, temiendo que si Jugurta hacía la paz con los romanos fuese una de las condiciones entregarle a él para que sufriera la pena de muerte (recordemos la escapada de Bomílcar de Roma), aceptó las propuestas de Metelo. En la primera oportunidad que se le presentó, se acercó a Jugurta y logró convencerlo de que firmara la paz.

"... ellos han sido derrotados en todos los combates, les han devastado el campo, tienen a muchos hombres prisioneros y muertos, los recursos del reino han disminuido; ya han puesto a prueba bastantes veces el valor de los soldados y la fortuna; cuidado debía tener, no fuese que ante sus cavilaciones los númidas decidieran actuar por su cuenta. Con estas y semejantes razones impulsa el espíritu del rey a la rendición"

Salustio, Guerra de Jugurta 62


Se despacharon embajadores al Cecilio Metelo para comunicarle que Jugurta estaba dispuesto a entregarse sin condiciones, él y su reino, al procónsul bajo palabra de honor. Metelo ordenó llamar de los cuarteles de invierno a todos los de la clase senatorial (lugartenientes, prefectos, el cuestor) para celebrar un consejo.
En virtud del decreto del consejo se le exigió a Jugurta 200.000 libras de plata (67.200.000 de sestercios), todos los elefantes y cierta cantidad de caballos y armas. Una vez que se cumplieron estos requisitos, se le ordenó que entregara a todos los desertores (más de 3.000, según Orosio V, 15, 7). Gran parte de éstos le fueron entregados a Metelo, como había sido ordenado; unos pocos se habían marchado junto al rey Boco a Mauritania, tan pronto como empezó la rendición.
De modo que Jugurta, al verse despojado de las armas, de los hombres y del dinero, y al ser llamado a Tisidio (Krich el Oued, en la margen derecha del Bagradas) él mismo para recibir órdenes, comenzó a cambiar de opinión.

"Finalmente, tras consumir muchos días en las dudas, estimando unas veces, harto de sufrir reveses, que todo era preferible a la guerra, y otras meditando para sus adentros qué dura era la caída del trono a la esclavitud, después de haber perdido inútilmente muchos e importantes contingentes, emprende la guerra de nuevo"

Guerra de Jugurta 62


En Roma el senado, consultado sobre el reparto de provincias, le prorroga a Quinto Cecilio Metelo el mando en la guerra de Numidia.


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Mario planea acceder al consulado



Caio Mario llevaba un tiempo pensando en presentarse al consulado. Habiendo sido pretor en 115, desde el 112, dejando, pues, los dos años obligatorios entre una y otra magistratura curul, estaba en disposición de aspirar al cargo. Para conseguir el mismo, excepto la ascendencia familiar (era lo que se daba en llamar un homo novus), reunía todos los requisitos. No era de orígenes humildes, como algunos autores han transmitido, ya que sus padres eran terratenientes; estos autores también incrementaron las dificultades políticas de Mario a lo largo de su cursus honorum para mostrar un contraste entre un Mario de orígenes humildes y su posterior grandeza.

La afirmación que hace Salustio no es del todo exacta:

"Sin embargo, siendo como era este hombre por aquel entonces (pues posteriormente la ambición lo llevó a la ruina), no se atrevía a presentarse al consulado. Todavía entonces la plebe confería los demás cargos, pero el consulado se lo pasaba la nobleza de mano en mano"

Salustio, Guerra de Jugurta 63


Durante el siglo II aC. cada tres o cuatro años accedía al consulado un hombre que no pertenecía a familia senatorial.


Ligado en un principio por lazos de clientela con los Cecilio Metelo, no está del todo asegurado que Mario perteneciera al orden ecuestre, ni ejerciera la actividad de publicanus, como aseguran algunas fuentes. Como ya se mencionó, sirvió bajo las órdenes de Publio Cornelio Escipión en la guerra numantina. No existe acuerdo alguno sobre la fecha en que Mario fue tribuno militar, para lo cual se necesitaban al menos cinco años de servicio (Chantraine piensa en 134 o 133; Broughton, en 124 o 123; Suolahti, antes del 119; Carney, en 124; Badian, en 129). Sólo se puede seguir con seguridad su carrera desde su inclusión entre los tribunos de la plebe en 119, sin duda, apoyado por el clan de los Metelo. Ya se comentó como Mario se indispuso con la nobilitas (por la lex tabellaria) y se ganó la animosidad popular (la oposición a la lex frumentaria), manifestando los rasgos contradictorios que marcarían su acción política. Si en ambos casos Mario actuó en interés del orden ecuestre, su carrera política sufrió una paralización transitoria, hasta su elección como pretor en 115, en circunstancias tan dudosas que le acarrearon un juicio de ambitu (soborno de los votantes).
Se desconoce en que circunstancias Mario se reconcilió con el clan Metelo, ni si se trató de un acto sincero u obligado por la situación del momento; en todo caso, tras un año como propretor en la Hispania Ulterior, fue incorporado como lugarteniente en el ejército africano de Quinto Cecilio Metelo.


La cordialidad entre Mario y Cecilio Metelo iba a durar bien poco. Le pidió al procónsul permiso para presentarse al consulado de 107:


"De modo que a lo primero impresionado (Cecilio Metelo) por lo insólito de la cosa se quedó admirado de sus planes y, como si fuera por amistad, le aconsejaba que no se plantease una aspiración tan descabellada ni cobrase ánimos por encima de su clase social: no todo el mundo debía desearlo todo, él debía estar satisfecho con las cosas que tenía; en fin, debería tener cuidado de solicitar del pueblo romano lo que éste con razón le negaría. Así que le hubo dicho estas y parecidas razones sin lograr hacer cambiar de opinión a Mario, le respondió que tan pronto se lo permitiesen los asuntos públicos, haría lo que le solicitaba. Y después, cuando una y otra vez le pedía lo mismo, se dice que le respondía que no tuviera prisas en marcharse, que ya tendría tiempo de presentarse al consulado con su propio hijo"

Guerra de Jugurta 64


La propuesta de Cecilio Metelo era absurda ya que su hijo, Metelo Pio, nacido hacia el 128, no podría optar al consulado hasta el año 86 (a los 42 años), año en el que Mario ya rondaría los 70.

"Éste hacía el servicio por esta época allí mismo, en la tienda de su padre, y tenía como veinte años de edad. Semejante actitud inflamó enormemente a Mario, no sólo en pro del cargo que anhelaba, sino también en contra de Metelo"

Guerra de Jugurta 64



Pero la fama de Mario iba creciendo:

"Actuando constantemente de este modo se ganó así la voluntad de los soldados por lo que Mario no tardó en llenar Africa y Roma de su nombre y de su fama, pues los que se encontraban en campaña escribían a sus casas que no habría término ni cese de la guerra a no ser que eligiesen cónsul a Mario"

Plutarco, Mario



Mientras Cecilio Metelo llevaba la guerra con resultados notables, Mario iba a utilizar en su provecho la impaciencia de los grupos que consideraban la contienda demasiado larga y sospechaban de las intenciones de la clase senatorial, la cual prorrogaba el mando a Metelo.
La popularidad cultivada entre los soldados, el sistemático desprestigio de la gestión de Cecilio Metelo y la promesa ante grupos del orden ecuestre vinculados al comercio y negotiatores de una rápida conclusión de la guerra, parecen ser los pilares en los que Mario iba a apoyar, frente al desprecio y las burlas de Metelo, su candidatura en las elecciones consulares.


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Inciso



Sobre los grupos que apoyarían a Mario, sólo recoger un párrafo de Salustio:

Itaque et illum et equites Romanos, milites et negotiatores, alios ipse, plerosque pacis spes impellit, uti Romam ad suos necessarios aspere in Metellum de bello scribant, Marium imperatorem poscant

"Por este medio logra inducirle, y también a los caballeros, soldados y mercaderes romanos; a unos por el crédito que tenía y a los más con la esperanza de la paz, para que escriban a Roma a sus amigos y parientes, quejándose del gobierno de Metelo y pidiendo por general de aquella guerra a Mario"

Guerra de Jugurta 65

El término equites Romanos, en los autores, ya no tiene el significado de jinetes o caballería de ciudadanos romanos propiamente dicha. Los mismos se atestiguan por última vez en Hispania, hacia el 140/139. Los equites se transforman, en términos comerciales, como los encargados de dirigir negocios en las zonas conquistadas por el ejército romano; a veces son los mismos publicani. Los negotiatores («comerciantes»), por otra parte, son una especie de publicani de inferior categoría.


● Este detalle lo he encontrado a partir de una nota a la traducción. Supongo (no estoy muy seguro) que el término se atestigua cuando Quinto Pompeyo Aulo pacta con los numantinos y se presenta su sucesor, Marco Popilio Lenas:

Los numantinos entregaron parte de la suma de inmediato, estando Pompeyo de acuerdo en esperar la parte restante. Pero cuando se presentó su sucesor, el cónsul Marco Popilio Lenas (en 139), los numantinos aparecieron con el resto del pago. Pompeyo, siendo consciente que el tratado era vergonzoso y se había realizado sin el consenso de Roma, negó haber llevado a cabo pacto alguno con los numantinos. Cuando éstos probaron su falsedad mediante testigos que estuvieron presentes en el acto -legados del senado, prefectos de caballería y tribunos militares-, el nuevo gobernador de la Citerior los envió a Roma para que se querellaran allí con Pompeyo.


la-conquista-romana-de-hispania-t36815-195.html

Ese término "prefectos de caballería", al ser la fuente principal Apiano, viene en griego: ἱππάρχοις

-¡ Ojo !, no es que afirme que ese año (139) los caballeros o equites dejen de prestar servicio militar; únicamente me refiero al uso del término.

Sobre asuntos del ejército, queda poco para entrar en el tema.


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Revuelta de Vaga



Entretanto, Jugurta, así que reemprendió la guerra tras abandonar la rendición, con gran cuidado preparó todo, se dio prisa, reunió al ejército, trató de atraerse por el terror, o haciéndoles ver la recompensa, a las ciudades que habían desertado de él, fortificó sus enclaves, restauró o compró el armamento y el resto de las cosas que había perdido con la esperanza de la paz, intentó ganarse a los esclavos romanos, y a los mismos que estaban en las guarniciones los tentó con dinero.

Los magistrados de Vaga, donde al comienzo, cuando Jugurta hablaba de paz, Metelo había establecido una guarnición, cansados de las súplicas del rey y porque, si habían desertado antes, no lo habían hecho por su voluntad, tramaron un levantamiento. Tras convenir los detalles, fijaron la fecha para dos días después, al ser una jornada festiva en las ciudades de la región. Cuando llegó el momento, invitaron a sus casas a los tribunos y centuriones y al propio comandante de la plaza, Tito Turpilio Silano (era el praefectus fabrum). A todos ellos, excepto a Turpilio, los degollaron durante la comida. La población, aleccionada por la nobleza local, se había sumado a la revuelta y atacaron a los soldados, que andaban desarmados por la ciudad.
Los romanos, desconcertados por un hecho inesperado, no supieron como reaccionar. Los numidas les impedían llegar a la fortaleza de la ciudad, donde estaban las armas y los estandartes, mientras que al cerrarse las puertas, tenían imposibilitada la huida; desde los tejados de los edificios, la población les arrojaba objetos de todo tipo.

"Por ello, no podían ni esquivar el doble peligro ni, pese a ser los más fuertes, podían resistir a los de condición más débil: caían degollados indistintamente valientes y cobardes, valerosos y débiles, sin ser vengados. En tan calamitosa situación, con los númidas apretando encarnizadamente y la plaza cerrada por todas partes, el comandante Turpilio fue el único de todos los itálicos que escapó indemne. Si esto sucedió así por compasión de su anfitrión o un pacto con él o por puro azar, no lo sabemos bien; excepto que, por haber sido para él en tan mal trance preferible una vida vergonzosa a una fama intachable, se nos antoja un malvado y un miserable"

Salustio, Guerra de Jugurta 67


Metelo, cuando se enteró de lo sucedido en Vaga, sacó a la hora de la puesta del sol (dada la época, alrededor de las cinco menos cuarto de la tarde) la legión con la que pasaba el invierno en Tisidio, junto al mayor número posible de jinetes numidas y, al día siguiente, alrededor de las nueve y media de la mañana (la tercera hora), llegó a una llanura circundada por cerros de mediana altura, que se encontraba a no más de una milla de la ciudad de Vaga (la distancia en línea recta de Tisidio a Vaga es de 43 km); en este lugar explicó a los soldados, cansados por la larga marcha y renuentes a cualquier esfuerzo más, que era un honor para ellos soportar con ánimo sereno el esfuerzo restante para infligir un castigo en defensa de sus conciudadanos. A continuación, ordenó que se desplegara la caballería en vanguardia y, detrás, lo hiciera la infantería lo más apiñado posible y con los estandartes ocultos.
Los de Vaga, cuando se percataron de que un ejército se dirigía contra ellos, cerraron inmediatamente las puertas. Después, al ver que ni arrasaban los campos y que los que marchaban en cabeza eran numidas, juzgando entonces que era Jugurta, salieron a su encuentro con gran alborozo.

"Jinetes e infantería, dada la señal de repente, diezmaban los unos a la gente que se había desparramado desde la plaza, los otros salían a escape hacia las puertas, otros tomaban las torres: la rabia y la esperanza de botín podían más que el cansancio. De este modo, los de Vaga sólo se alegraron con su perfidia dos días. Una ciudad grande y con recursos fue toda ella víctima de la represalia o del saqueo"

Guerra de Jugurta, 69


Tito Turpilio Silano, el comandante de la plaza, fue obligado por Metelo a defenderse; al no aceptarse su justificación, se le condenó a morir por latigazos.

"Pues era ciudadano del Lacio"


Sobre esta expresión, Ciuis ex Latio, mucho se ha escrito, pues hay quien la interpreta como «ciudadano romano», como «latino», como cliente de Metelo, obviando al propio Salustio, que basa la condena a muerte a latigazos en que Turpilio era latino y no romano.


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Intento de sedición de Bomílcar



Bomílcar, a cuyo impulso había iniciado Jugurta la rendición, sospechoso para el rey y él también receloso de éste, prenentió un cambio de situación; puesto a arriesgarlo todo, buscó asociarse con Nabdalsa, quien en ausencia del rey solía dirigir el ejército. Ambos acordaron la fecha de la conjura, pero Nabdalsa, al partir para su ejército, que tenía cerca de los cuarteles de invierno de los romanos, recapacitó sobre la magnitud de la empresa y decidió no presentarse a la cita con Bomílcar. Por casualidad, una carta de Bomílcar fue interceptada; éste y otros muchos fueron ajusticiados mientras que Nabdalsa, tras mucho rogar al rey, fue perdonado, más que nada para evitar una posible sedición en el ejército numida.

Metelo, al enterarse por los desertores de la suerte que había corrido Bomílcar, se aprestó a organizar todo lo necesario para reemprender la guerra. Y es en este momento cuando decidió enviar a Mario a Roma:

" ... que le importunaba insistiendo en irse, considerando que teniéndolo en su contra e irritado con él de poco le iba a servir"

Guerra de Jugurta, 72



Caio Mario se presenta a las elecciones consulares




Tras varios aplazamientos y cuando apenas quedaban doce días para las elecciones consulares, por fin le fue concedida la licencia. En el curso de dos días y una noche, Mario cubrió el largo camino que conducía desde el campamento a Utica, en la costa, donde llevó a cabo un sacrificio antes de embarcarse. Se hizo a la mar y en tres días, con el viento a favor, llevó a cabo la travesía. La muchedumbre enseguida lo acogió encantada, y tras ser presentado ante la asamblea por uno de los tribunos de la plebe, se postuló al consulado tras verter numerosas acusaciones contra Metelo y prometer que prendería a Jugurta vivo o muerto. La plebe, que ya tenía conocimiento previo por las cartas escritas desde África por los soldados, los cuales, al proceder de ambientes rurales, no tenían ningun deseo de que la guerra se alargara más, se decantó por Mario. De esta forma, apoyado tanto por la plebe urbana como por la rural, con el soporte de grupos del rango ecuestre, publicani y negotiatores, además del apoyo de ciertos sectores de la nobleza, Caio Mario fue elegido cónsul para el 107.


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Campaña de Quinto Cecilio Metelo 108/107


Por las fechas en las que Mario partió a Roma, Jugurta, después de perder a sus amigos, muertos la mayoría por sus órdenes, y al haberse refugiado muchos en la corte del rey Boco, como no podía hacer la guerra con lugartenientes de confianza y consideraba peligroso probar la lealtad de los nuevos, empezó a conducirse de forma contradictoria, lleno de incertidumbre.

"No le satisfacían ninguna cosa ni proyecto ni persona; cambiaba de itinerario y de comandantes a diario, marchaba ora contra el enemigo, ora a parajes desérticos, depositaba sus esperanzas unas veces en la huida y poco después en las armas, dudaba si confiar menos en el arrojo o en la lealtad de sus compatriotas; de este modo dondequiera que se volvía, las cosas le eran adversas"

Salustio, Guerra de Jugurta, 74


En medio de estas dilaciones, de repente se topó con el ejército de Metelo. Los numidas fueron organizados y formados por Jugurta según las circunstancias, y al instante se entabló el combate. En la parte comandada por el rey se peleó por algún tiempo, todos sus demás soldados fueron derrotados y puestos en fuga al primer choque. Finalmente, Jugurta se retiró junto a parte de su caballería al desierto, en dirección a Thala (actual Tala), ciudad grande y rica, donde estaban la mayoría de sus tesoros y se refugiaban sus hijos. Cuando Metelo tuvo información de ello, si bien sabía que entre Thala y el río más cercano había cincuenta millas (romanas) de terrenos secos y baldíos, no obstante, con la esperanza de liquidar la guerra si se apoderaba de esta plaza fuerte, se propuso superar todas las dificultades y ordenó descargar los bártulos de todos los animales de carga, excepto el trigo para diez días, además de transportar odres y otros recipientes para el agua.


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Cecilio Metelo dio instrucciones de que, en los campos, se requisase el mayor número de animales domésticos para cargarlos con vasijas de todas clases, pero especialmente de madera, recogidas en las chozas numidas. Indicó a las gentes de la zona, que se habían rendido tras la huida del rey, que acarrearan la mayor cantidad de agua posible y les fijó fecha y lugar para ponerse a su disposición; todos los animales de carga del ejército acarrearían agua del río más cercano a Thala. Preparado de esta manera, partió en busca de Jugurta.
Los de la plaza fuerte, que se habían considerado defendidos por lo intrincado del lugar, se vieron impresionados ante la súbita aparición del ejército romano ante sus murallas. Jugurta huyó, aprovechando la noche, con sus hijos y gran parte del tesoro.

Metelo, al observar que la ciudad se hallaba bien defendida por obras y por situación geográfica, rodeó las murallas con una empalizada y un foso. A continuación, por los dos sitios disponibles más apropiados aproximó los manteletes, levantó un terraplén, y construyó sobre el mismo unas torres. Frente a estos preparativos, los de la ciudad preparaban defensas en los lugares por los que iban a comenzar el asalto los romanos.
Finalmente, los romanos, aunque agotados por el mucho esfuerzo anterior y los combates, a los cuarenta días de haber llegado allí, se apoderaron de la ciudad; todo el botín fue destruido por los desertores (éstos habían llegado a la ciudad junto a Jugurta tras la batalla en la que había salido derrotado el rey).

"Éstos, al ver la muralla agrietada por los arietes y su situación en peligro, transportan el oro, la plata y todas las demás cosas que se consideran de más valor al alcázar real. Allí, atiborrados de vino y comida, destruyen con el fuego aquellos objetos, el alcázar y también a sí mismos, pagando voluntariamente el castigo que temían del enemigo después de la derrota"

Salustio, Guerra de Jugurta, 76

Simultáneamente a la toma de Thala, llegaron al campamento de Metelo unos delegados de Leptis Magna (actual Lebda) para pedirle que enviase allí a una guarnición pues al parecer, un tal Amílcar, perteneciente a la nobleza local, pugnaba por un cambio de la situación, y contra él no podían ni la autoridad de los magistrados ni las leyes. Metelo envió cuatro cohortes de ligures al mando de Caio Annio.


Leptis Magna, después de finalizada la IIIª Guerra Púnica, tenía estatus de ciudad independiente.

La ciudad de Cirta, capital de Numidia, debió de ser tomada por los romanos antes de estos acontecimientos, aunque las fuentes no lo nombran.


Tras la pérdida de Thala, Jugurta caminando a través del desierto, llegó al país de los getulos. Concentró una multitud de este pueblo para incorporarlos a sus filas. Por otro lado, indujo al rey Boco (suegro de Jugurta), mediante grandes regalos y mayores promesas, a entrar en alianza con él.


de guiner
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Crisis de la República romana

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107



Entran en funciones los cónsules Lucio Casio Longino Ravila y Caio Mario


FC:

[L. Cassius L.f. . . Longinus] , [C. Marius] C.f. C.n.


El senado había decidido prorrogar el mando de Quinto Cecilio Metelo en la guerra de Numidia. El tribuno de la plebe Tito Manlio Mancino planteó al pueblo quién quería que llevara la guerra, votándose en masa por Mario; la decisión del senado quedó sin efecto.


Final de la campaña de Quinto Cecilio Metelo



Los ejércitos de Jugurta y del rey Boco se unieron en un lugar acordado; allí se acuerda marchar contra la ciudad de Cirta, porque Metelo había instalado allí el botín, los prisioneros y la intendencia. De modo que Jugurta pensó que, o bien merecería la pena apoderarse de la ciudad, o, si el general romano decidía acudir en ayuda de la plaza, se batiría en combate. Más que el ataque a la ciudad, la estrategia de Jugurta consistía en involucrar cuanto antes al rey Boco en la guerra contra los romanos.
Cuando tuvo constancia Metelo de la unión de los dos reyes decidió esperarlos en un campamento fortificado no lejos de Cirta. Entretanto, por una carta recibida de Roma, Metelo se enteró de que la guerra en Numidia se le había concedido a Mario (del nombramiento del mismo como cónsul ya había tenido noticias). Pensando que se le iba a arrebatar una victoria ya lograda, envió unos delegados a Boco para que no se enfrentara con los romanos: todavía tenía muchas posibilidades de trabar alianza y amistad con él, las cuales eran preferibles a la guerra. A estas propuestas Boco respondió que él deseaba la paz pero exigía el mismo trato para Jugurta; Metelo envió otra delegación y de esta manera pasó el tiempo.

"... conforme a la voluntad de Metelo, la guerra se demoraba sin poner mano a ella"


de guiner
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Inciso


Para entender la primera parte de las llamadas "Reformas de Mario", dentro del ejército romano, antes cabría tocar algunos términos que definían a parte de la población romana. Aulo Gelio, en su obra Noches Áticas, cuenta que, cierto día, paseaba por el foro leyendo los Anales de Quinto Ennio y recitó estos versos:

"El proletarius es equipado por cuenta del Estado con escudo y con dura espada; montando guardias protegen los muros, la ciudad y el foro"

XVI, 10, 1



Varios de los que le acompañaban empezaron a preguntar qué era un "proletarius". Aulo Gelio cuenta que se quedó mirando a uno del grupo, experto en derecho civil, y le rogó que le explicara qué es lo que significaba aquella palabra, pero éste le replicó que era entendido en derecho, no en cuestiones gramaticales. Entonces, Gelio vio pasar al poeta Julio Paulo y le pidió que ilustrara a los presentes sobre el origen de la palabra:

"Aquellos de la plebe romana que eran muy pobres y humildes y no aportaban al censo más de mil quinientos ases fueron llamados proletarii, y quienes, según el censo, carecían de dinero o tenían muy poco eran llamados capite censi. Ahora bien, según el último censo, la fortuna de los capite censi o pobres se valoró en trescientos setenta y cinco ases. Pero, como parecía que el dinero y patrimonio familiar servían de prenda y garantía ante la república y constituían cierta seguridad de amor a la patria, ni proletarios ni pobres eran alistados como soldados, salvo en casos de grave tumulto, porque el dinero y el patrimonio familiar de éstos era muy escaso o nulo. No obstante, la clase de los proletarios gozó de una situación y prestigio algo mejor que la de los pobres; pues en los momentos difíciles de la república, cuando había escasez de jóvenes, eran alistados en la milicia improvisada y se les proporcionaban armas a costa del erario público y no fueron designados como capitis censione, sino con un término más feliz , según su función y obligación de aportar hijos, pues, al no poder prestar grandes servicios a la república por su escasez de recursos, acrecentaban el número de ciudadanos engendrando hijos"

XVI, 10, 10-13


El término, evidentemente, es el de proletarius


Resumiendo, un proletarius, en el momento en el que estamos, era considerado como tal cuando su fortuna personal se censaba entre los 375 y los 1.500 ases, mientras que los capite censi no alcanzaban los 375; es a éstos (y, por extensión, a los proletarii, claro está) a los que Caio Mario va a dar entrada en el ejército.


Nota: Las reformas que se van a dar dentro del ejército no las voy a tocar como un tema separado, vamos, que no voy a hacer un post que se llame Las Reformas de Mario, sino que esto se va a ver progresivamente. Por cierto, no todo fue cosa de Mario (lo fundamental sí, evidentemente), como ya veremos en su momento.


de guiner
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Mario abre las puertas del ejército a los capite censi


Mario ordenó cargar las naves con el aprovisionamiento, las pagas y el armamento, dando instrucciones a Aulo Manlio de que partiera inmediatamente. Él, entretanto, comenzó a alistar a los soldados, no según la norma tradicional ni por clases, sino a todo aquel que quisiera, incluyendo a los capite censi.

Los autores modernos apenas dudan de que la decisión de Mario estuviese dictada por otras razones que las circunstancias concretas de una necesidad apremiante, pues se basan en que no se trataba de una abolición del viejo orden, ni de un acto revolucionario; la propia falta de oposición por parte del senado parece indicar que no se había previsto consecuencias peligrosas o alarmantes para la estabilidad del orden constituido. Ese "apenas dudan" no es del todo generalizado pues los hay que ven a un Mario guiado por otras oscuras motivaciones en base a las fuentes:

"Unos contaban que ello había sido fruto de la escasez de gente mejor, y otros que por la actitud calculada del cónsul, por haber sido hecho célebre y engrandecido por esta clase social, y porque para un hombre que busca el poder los más menesterosos son los más adecuados, dado que no tienen afecto a lo suyo, ya que, claro, nada tienen, y todo lo que lleve ganancia les parece honorable"

Salustio 86

Esta "actitud calculada" se suele ver por parte de la historiografía moderna como un reproche a Mario proveniente de los autores prosenatoriales; aunque Salustio no era precisamente de éstos.

Las posibles motivaciones de Mario, mencionadas por Salustio, aun permanecían en la Roma del siglo II dC:

"He aquí las palabras de Salustio en su Guerra de Jugurta a propósito del cónsul Caio Mario y los capite censi: «Entre tanto, él mismo alistaba soldados, no por clases sociales, según la tradición de los antepasados, sino según la voluntad de cada uno, siendo en su mayoría pobres (capite censi). Unos sugerían que esto se había hecho por carencia de hombres ricos; otros, que por la ambición del cónsul, pues había sido elegido y aupado por esta clase de hombres y, para un hombre que buscaba el poder, hasta el más pobre le resultaba útil»"

Aulo Gelio XVI, 10, 16


Mario abría de esta forma una puerta al callejón sin salida de una organización militar obsoleta y contradictoria, la cual se iba a convertir en el fundamento de una nueva milicia de la que iran desapareciendo los propietarios, sustituidos por proletarios y pobres (ya vimos los dos términos), para los que no significaba ningún obstáculo una larga permanencia en el ejército, siempre y cuando con los estímulos necesarios, claro (este asunto se tocará posteriormente).

En líneas generales, se puede decir que era el nacimiento del ejército profesional romano.


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Derrota y muerte del cónsul Lucio Casio Longino


La derrota del cónsul Marco Junio Silano ante los cimbrios (109) dio como resultado que la frontera romana de la Galia y la propia provincia Narbonense quedaran inermes ante el empuje germano pero a la vez suscitó la rebelión de algunas tribus galas que amenazaron los territorios de aquellos que permanecieron fieles a la alianza con Roma. Es en estos momentos cuando hacen su aparición los tigurinos, más conocidos por ser los primeros contra los que marchó Julio César en su campaña de las Galias, pero que van a ganarse su fama en estos momentos. Ya bien por un pacto con las tribus germanas o por propia iniciativa, los tigurinos se internaron en el sur de la Galia, provincia que le había correspondido al cónsul Lucio Casio Longino Ravila. Encabezados por su jefe Divico [1], engañaron a los romanos huyendo por el río Garona, a través del territorio de los nitiobroges. Cuando el cónsul Lucio Casio los persiguió, los tigurinos lograron hacerle caer en una emboscada derrotando de forma estrepitosa al ejército romano, dando muerte incluso al mismo cónsul.

"También en estos mismos tiempos de la guerra de Jugurta, halló la muerte en la Galia el cónsul Lucio Casio tras perseguir a los tigurinos hasta el océano y ser rodeado a su vez por éstos en una emboscada. Perdió también la vida Lucio Pisón, personaje de rango consular, lugarteniente del cónsul Casio. El otro lugarteniente, Caio Publio [2], con el fin de que el resto del ejército que se había refugiado en el campamento no fuera aniquilado, entregó a los tigurinos en vergonzoso pacto rehenes y la mitad de todo el bagaje. A su vuelta a Roma fue desterrado, tras hacerle comparecer a juicio el tribuno de la plebe Celio por haber entregado rehenes a los tigurinos"

Orosio V, 23-24


[1] Este Divico (o Divicón) permanecía como jefe de los tigurinos durante la campaña de Julio César:

"Los helvecios, espantados de su repentino arribo, viendo ejecutado por él en un día el pasaje del río, que apenas y con sumo trabajo pudieron ellos en veinte, despáchanle una embajada, y por jefe de ella a Divicón, que acaudilló a los helvecios en la guerra contra Casio"


César, Bellum Gallicum I, 13

[2] Cicerón, en su Rhetorica ad Herennium, nombra a un tal Caio Popilio. A este personaje se le suele identificar como el hijo de Publio Popilio Laenas, cónsul en 132; hecho que no he podido verificar en ninguna fuente.





Nota: A esta derrota romana se le da el nombre de "Batalla de Burdigala" y se la suele incluir dentro del contexto de la Guerra Cimbria. La batalla, si hacemos caso al nombre, se dio en Burdeos, aunque hay autores que la ubican en Agen en base a las Periochae de Livio:

"El cónsul Lucio Casio, con su ejército, fue aplastado en los confines de los nitiobroges por los galos tigurinos, demarcación de los helvecios, que se habían separado de la comunidad"

65

Aquí se basan en esos "confines" y toman el oppidum principal de los nitiobroges, que no era otro que Aginnum, actual Agen.

-Muy posiblemente, este enfrentamiento se dio al SE de Burdeos, en dirección a Agen (ni para unos, ni para otros).


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