El 7 de Abril de 1933, dos meses después de la llegada de Hitler al poder, el gobierno alemán emitió la Ley para la Restauración del Servicio Civil, una ley de marcado carácter nazi, que entre otras medidas, prescribía la expulsión de la administración del Estado de todos aquellos funcionarios con ancestros judíos en su familia. En Febrero de 1934, Von Blomberg, por aquel entonces ministro de la guerra, decidió, por iniciativa propia, adoptar el decreto de abril de 1933 para el cuerpo de oficiales del ejército alemán, excluyendo del mismo a cualquier oficial que tuviera ascendencia judía. Un solo militar de alto rango protestó formalmente ante la adopción de dicha medida racial dentro del ejército. Se trataba del Coronel Erich Von Manstein. Dicha protesta le granjeó las iras del mismo Von Blomberg, que incluso llegó a solicitar que se apartara a Manstein del servicio activo, pero finalmente se salvó de ello gracias a la intervención del comandante en jefe del Ejército, Von Fritsch, quien se ocupó de echar tierra sobre el asunto para no perjudicar la carrera de uno de sus más brillantes oficiales (1).
Este hecho fue utilizado en los años de la posguerra por no pocos defensores del honor de la oficialidad de la Werhmacht en general y de Manstein en particular –como el propio Liddel Hart-, como muestra de que muchos altos mandos alemanes, con Manstein a la cabeza, no simpatizaron ni compartieron con las ideas del nazismo, sino que se limitaron a servir bajo el gobierno legítimo de su país. Pero la realidad de la relación entre el Ejército Alemán y el Partido Nazi fue bastante más prosaica. Manstein, al igual que muchos de sus colegas, había sido educado en los valores prusianos de “obediencia, servicio a la patria, y lealtad”. Por otra parte, como muchos otros altos oficiales alemanes, Manstein no simpatizaba con las ideas liberales de la República de Weimar la cual, -según manifestó el mismo Manstein- se encontraba “Dividida en el interior, e impotente en el exterior”. No es de extrañar por tanto, que como miembro de la cúpula militar alemana, viera con muy buenos ojos la llegada al poder de Hitler en 1933, y que en gran medida compartiera con el nacionalsocialismo sus principales objetivos: abolición de la democracia parlamentaria, rearme del ejército, y restauración de la posición de Alemania como gran potencia en Europa. Y está claro que Manstein también compartía en gran medida las ideas anti bolcheviques y antisemitas que eran el nucleo central de la ideología nazi.
De hecho, la protesta de Manstein ante el decreto de “arianización” del ejército no tuvo tanto que ver con el contenido del mismo, como con el hecho de que dicha medida había afectado a un amigo personal de Manstein, y que este consideraba que la autonomía del Heer (el “Estado dentro del Estado”) debía estar por encima de las injerencias del partido nazi. Pero en lo esencial, está claro que Manstein no solo simpatizaba con los principios fundamentales del Nacionalsocialismo, sino que en el curso de la guerra, colaboró en cuanto pudo para llevarlos a la práctica en el ámbito de su esfera de mando.
Después de la guerra Manstein dejó clara su postura respecto al respaldo que el partido nazi había recibido del Ejército en 1933, declarando abiertamente que el cuerpo de oficiales había apoyado a Hitler porque:
De esa declaración se infiere claramente lo que Manstein, al igual que muchos otros altos oficiales, veian en el partido nazi el instrumento de restauración del estatus político-militar de Alemania en Europa, amén de ser los garantes de una nación unida, aun cuando ello implicara el establecimiento de un régimen claramente autoritario y contrario a las libertades individuales. En sentido estricto no puede decirse que Manstein fuera un nazi, puesto que su educación y espíritu de clase chocaba con varios de los planteamientos “socialistas” del NSDAP; pero de lo que no cabe duda es que en lo referente a los objetivos político-militares de Hitler e incluso en cuestiones raciales, Manstein no solo los compartía, sino que fue un entusiasta partidario de los mismos, como se encargó de demostrar a lo largo de toda la contienda.Von Manstein escribió:Enfatizando la idea del nacionalismo y el levantamiento frente al Diktat de Versalles, el partido [nazi] causó una gran impresión entre los soldados. Seguiría igual en su despiadada batalla contra los comunistas y también por su determinación para superar las diferencias entre burgueses y trabajadores en Alemania. De hecho, uno podía considerar tales problemas no solo como el germen del colapso de 1918 y las turbulencias posteriores, sino también como un serio peligro para el futuro. ¿Cómo podía Alemania recuperar su posición como gran potencia y defenderse de los ataques exteriores mientras no se pusiera fin a esos incidentes domésticos?. Uno debe reconocer que los otros partidos no habrían podido reparar esas fracturas. (2)
(1)Citado por Benoit Lemay: Erich Von Manstein: Hitler's Master Strategist (Cap. II. Pags. 33-34)
(2) Idem: Pags. 30-31