España, diversas localizaciones, Mayo de 1918, Taller de Armas de Caza Esteve e Hijos, ValenciaValeriano Weyler se paseaba complacido apoyado en su bastón por los pasillos de la abarrotada nave. En realidad, no era más que un cobertizo grande donde se apilaban las estaciones de trabajo donde los artesanos se afanaban en preparar fusiles.
Como parte de la colaboración alemana con España, y en parte como pago por colaboraciones hispanas previas y vistas las dificultades que el frente de los Pirineos iba a encarar mientras Alemania se dispusiera a romper el muro de Flandes, el Ministerio del Armamento había logrado los planos y una licencia de fabricación del novísimo subfusil Maschinenpistole 18/I.
http://es.wikipedia.org/wiki/MP18Este subfusil se acaba de introducir en las fuerzas de choque alemanas y se le estimaba un efecto devastador en los asaltos a trincheras gracias a su excelente capacidad de fuego y a su dureza y fiabilidad. Sin duda supondrían un complemento ideal para el arsenal de armas de infantería de repetición con las que España ya contaba.
Habida cuenta de las dificultades que sufría la producción de armas ligeras en Guipúzcoa, con las líneas enemigas muy próximas tras la caída de San Sebastian, se decidió que la fabricación de los nuevos fusiles (comenzados a ser conocidos por los armeros de los talleres valencianos como naranjeros) se realizara en Valencia. La disponibilidad de talleres de fabricación artesanal de armas y la baja utilización de los mismos para la fabricación de armas en ese momento así lo recomendaban.
Weyler conversaba animadamente con los maestros armeros que le explicaban sorprendidos de su franqueza, cercanía y conocimientos en el tema los detalles de los componentes que conformaban el subfusil. Con un peso algo superior a los 5kg de peso, se diferenciaba de forma más visible del modelo alemán por renunciar a montar el cargador de caracol (TM08) que los alemanes empleaban en sus Luger y montar, en cambio, una copia del cargador que Hugo Schemeisser (creador del arma) que pese a disponer de menos balas, era de más sencilla recarga y fabricación, a la vez que parecía ser más fiable por cuanto protegía mejor el mecanismo de agentes externos como el barro o el agua, ambos elementos comunes en las trincheras de la época.
Las pruebas de tiro de la tarde dejaron a Weyler impresionado. Sin duda los comentarios de Bustamante sobre la capacidad del arma estaban justificado: dotarían a la infantería española de unos dientes con los que morder con fiereza a sus enemigos. No dejaba sin embargo de horrorizarse al ver como los avances técnicos estaba convirtiendo la guerra en algo más oscuro, sangriento y macabro de lo que él había conocido en su época en activo.
Puerto Militar de Cartagena, muelle del arsenalEl gran aparato navegaba a trompicones sobre sus enormes flotadores de una forma muy poco grácil. Sin duda, el BCD-3 no se había diseñado para flotar, y su elemento no era el agua. Solo así podía explicarse el horrible diseño de esos flotadores que a modo de zapatones feos y desgarbados iban conectados a la estructura de su tren principal.
Tampoco es que en el aire se comportara de forma soberbia, pero al menos cumplía con su trabajo de forma relativamente eficiente, pero a tratarse de un aparato ya claramente superado por otros desarrollos británicos o franceses. Y a fin de cuentas, el aparato que se dirigía al muelle era un modelo experimental a cargo de las pruebas que se llevaban a cabo en los torpedos aéreos que tanto tiempo llevaban en desarrollo.
Media hora más tarde, mientras el piloto de pruebas desarrollaba su informe ante la comisión evaluadora, los resultados comenzaron a tomar cuerpo, y la propia comisión, conciencia de que, por fin, el ingenio parecía comportarse de forma adecuada.
El mecanismo de suelta y el de regulación de profundidad por fin funcionaban, logrando en los ensayos un alcance de entre 1800 y 2000m a una velocidad estimada de alrededor de 35nudos. Se habían ensayado con tan solo masas inertes, pero el diseño contaba con espacio para cargar 140kg de carga explosiva, una pegada considerable para un diseño contenido en 500kg de peso y que dotaba, por fin, de dientes a los aeroplanos de la Marina para que estos pudiesen colaborar en la defensa de los intereses españoles.
Sin duda, el mayor problema sería la disponibilidad de los BCD-3, aparatos lentos y poco maniobrables para enfrentarlos a un entorno de amenaza aérea… pero tal vez su despliegue en las islas Canarias, como forma de impedir de forma aun más clara las operaciones de la Entente, y en un frente donde la aviación aun no había hecho muestra de presencia.
Habría sin embargo una recomendación adicional que seguiría a los resultados de la evaluación de la comisión: el Ministerio de Armamento solicitaría a la Hispano Suiza adaptar una versión de HS-1 a su uso como aparato torpedero. Posiblemente ello supondría dotar a la nueva versión de un motor más potente o aligerar el peso del aparato, pero el interés para su uso a bordo del flamante portaaeronaves de la Marina así lo recomendaban.
"Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil que un malvado". Arturo Pérez-Reverte