MILICIAS CONCEJILES

La Historia Militar española desde la antiguedad hasta hoy. Los Tercios, la Conquista, la Armada Invencible, las guerras coloniales y de Africa.
JESUS FIDELIS
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MILICIAS CONCEJILES

Mensaje por JESUS FIDELIS »

Comparto una breve reseña sobre las milicas concejiles.

"La presencia y participación activa de las milicias concejiles en la Reconquista fue un proceso lento y de prolongada maduración desde los primeros momentos de la lucha contra el invasor musulmán.
Su pleno desarrollo no tuvo lugar hasta el siglo XII, con la profusión de Fueros municipales y Cartas-pueblas.
Las milicias concejiles surgieron estimuladas y amparadas por los soberanos de los distintos reinos, como oposición al poder de los Nobles, que inevitablemente disminuía el poder Real. De esta forma se imponían a los concejos, dependiendo de los distintos fueros, a unas determinadas obligaciones, siendo un denominador común a todos ellos, el velar por el cumplimiento extricto de cada vecino de sus deberes militares, separados de las otras organizaciones militares que se formaron como las mesnadas, ordenes militares, agrupaciones mercenaria...etc.
La composición de las fuerzas estarán fijadas por los diferentes fueros promulgados, que sin entrar en detalle podemos nombrar;

Jaca año 1062
Sepúlveda año 1074
Nájera año 1076
Molina año 1153
Uclés año 1179
Larraga año 1180
San Seastián año 1180
Castroverde año 1201
Cáceres año 1229
Córdoba año 1241
El deber general de servir con las armas, común a todos los súbditos, fue recordado por Bermudo II aludiendo a las leyes de Wamba. Repetido en el Fuero de León (1020) y aceptado como obligación o precepto, fue concretándose poco a poco tanto en las grandes leyes de los distintos reinos como los mencionados fueros.
Sin embargo, fue en tiempos de Alfonso VIII de Castilla cuando adquirieron su mayor desarrollo y reglamentación con los Fueros de Cuenca (1180) y de Nájera (1020).
Aunque lo más llamativo de la aportación de las milicias de los concejos puede estar con su presencia en las Batallas de Alarcos (1195) y las Navas de Tolosa (1212), su mérito estuvo en su capacidad para resistir la presión musulmana en las fronteras y no en las grandes acciones bélicas.
Esto no quiere decir que en ocasiones no emprendieran también operaciones de cierta envergadura, como las de los grandes municipios de Extremadura y la Transierra bajo el mando del Princeps Militae Toletanae o Alcaide Toledano, sino que, exceptuando las invasiones africanas, fueron ellas los protagonistas, junto con las Ordenes militares, de la guerra de frontera, inmediata y constante, que sirvió de trasfondo a las grandes batallas campales de la Reconquista.
Las huestes de los concejos se repartían en Collaciones o Parroquias. Para algunos autores estas divisiones eran agrupaciones mixtas de jinetes y peones, variables según el número y clase social de los vecinos de cada barrio.
La Collación consistía, a lo que parece, en una subdivisión territorial de la ciudad medieval, que se correspondía en cierto modo con la comunidad parroquial. A efectos de la constitución guerrera de la hueste concejil, es ésta la más patente en los fueros municipales con exclusión de otras (barrios, sexmos, etc.).
La otra, por lo que se deduce de los mismos, es la forma de combatir a pie o a caballo, aunque las referencias no son demasiado claras.
Aparecerán posteriormante con Alfonso XI diferenciaciones claras entre " vasallos reales " y " caballeros de cuantía ", sirviendo los primeros al rey por una soldada que se les pagaba en tierras o en dinero y cuya cantidad era conocida como " libramiento ", mientras que en el segundo caso se conoce la obligación de la defensa de las fronteras a base de una milicia que el Rey pudiera mandar cuando lo necesitase, unida a sus vasallos. Es muy posible que a partir del siglo XII hubiese también alguna diferencia entre vecinos y aldeanos basada en las distinciones jurídicas y económicas de los habitantes. En cualquier caso, lo que sí resulta evidente es que en estas milicias habían jinetes y peones y que estos últimos existían ya en el siglo XI.
Acompañaban a la hueste concejil cirujanos, encargados de la cura de hombres y ganado. Del mismo modo, existían guardadores cuya misión consistía en custodiar el ganado capturado y otros hombres a quienes se les encomendaba la vigilancia de los prisioneros.
Con el progreso de la Reconquista desde el Duero al Tajo, el avance a Cuenca a finales del siglo XII y el posterior a Extremadura, la Mancha, el valle del Guadalquivir y Murcia en el siglo XIII, surgieron una gran cantidad de concejos de realengo. Densamente poblados, tuvieron fuerza suficiente para aventurarse en expediciones en territorio musulmán y participar activamente en la política castellana.
Su apoyo a Fernando III es de sobra conocido y de la misma manera su poco menos que incondicional fidelidad a los monarcas castellanos. Estos pobladores de las ciudades y villas, organizados en concejos libres, iban a la guerra bajo el mando de sus Tenentes o Adalides. Su presencia en el fonsado o hueste podía tener lugar a las órdenes del rey o de un conde o mayorino.
Sin embargo, a esta hueste correspondía en sus primeros años, cuando todavía los concejos no estuvieron totalmente organizados, estar a las órdenes del Dominus Villae o de los Tenentes, tratándose de milicias de realengo. Más adelante, el mando sí debió corresponder al juez o a los magistrados.
Los distintos grupos en que se dividía la milicia estaban dirigidas por los Cuadrilleros, pero su función estaba relacionada con el reparto del botín más que con el mando puramente militar.
Los Adalides debieron ser, por otra parte, más bien guías conocedores del terreno, en particular del enemigo, y por ello de gran utilidad en las expediciones fuera de los alrededores del municipio. Su importancia, por tanto, no parece haber sido tan grande como las que se les ha atribuido y que se reflejan en las Partidas (II. 22. 1 y 4).
Sin embargo, existen testimonios de que los jueces, sobre todo entrada ya la baja Edad Media, debieron reservarse el mando jurisdiccional de las milicias y relegar el de las operaciones a los Capitanes o Alféreces del concejo, que serían ya hombres expertos en los asuntos guerreros.
De todos modos, lo cierto es que las Cortes de Burgos (1430) y de Zamora (1432) pidieron al rey Juan II que sus Capitanes y Alféreces tomasen el mando de sus milicias, en lo que parece exteriorizarse el deseo de los concejos de caer bajo la protección real para escapar de la influencia de los grandes señores.
El auge de las milicias concejiles coincidió con la aparición de los concejos en el siglo X, como consecuencia de la repoblación de las zonas fronterizas, llegando a su apogeo en el siglo siguiente. Es en éste que aparecen la mayoría de los fueros y se regula exhaustivamente la obligación militar de los habitantes de los municipios.
Aunque ha sido puesta en duda la eficacia de las milicias concejiles como organización militar, no debe olvidarse que el enemigo a quien normalmente debían hacer frente tampoco debía tener mejor organización. En principio, parece admitirse que sus peones eran superiores a los de los musulmanes, y su caballería, la villana o popular, si bien menos maniobrera era en cambio más sólida.
El gran papel histórico de los concejos durante la Reconquista fue el de servir de contención a la amenaza musulmana, conservando las conquistas en la dura y constante guerra fronteriza. Si su fuerza no era suficiente en los momentos de las grandes invasiones es decir, ante los almorávides y almohades, tampoco era ese su fin.
En cualquier caso, los concejos llegaron con el tiempo a desnaturalizar su cometido, acercándose aun pseudofeudalismo de carácter colectivo. Consiguieron poseer castillos e incluso pueblos de realengo como tenencias reales. En ocasiones llegaron también a realizar expediciones en el interior del AI-Andalus, por ejemplo, el de Avila, y también los de Toledo, Salamanca y otros sin otro fin que el botín.
Si bien apoyaron a la Corona y la defendieron en los momentos difíciles de su lucha contra los grandes señores, en el siglo XIV son los reyes quienes terminan aboliendo fueros, derogando exenciones y atribuyéndose el mando de las milicias, aprovechando el robustecimiento de la autoridad de la monarquía.
Datos de " Historia del Ejército español " S.H.M.y Organización Militar en los Siglos XV y XVI ( II Jornadas Nacionales de H.M.)

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"Nunca la pluma embotó la espada".

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