
ESPECIAL. EL ÚLTIMO BASTIÓN DE SENDERO
Los combates son a sangre y fuego
Palmo a palmo, las Fuerzas Armadas combaten diariamente para tomar el control total de Vizcatán, donde se refugian los remanentes senderistas que apoyan al narcotráfico
Por Óscar Castilla. Unidad de Investigación
RÍO VIZCATÁN. Durante las primeras luces del pasado 30 de agosto un grupo de 800 comandos de las Fuerzas Armadas desembarcó en el más completo hermetismo y casi en condiciones cinematográficas en la impenetrable región del Vizcatán, ubicada entre los cocales de la agreste selva de Ayacucho, y libró la más feroz de las batallas de la última década --artillería pesada y rocketeos incluidos-- contra las huestes terroristas de Sendero Luminoso.
Desde los años 90, Sendero tiene en esa zona alrededor de 200 hombres, quienes colaboran con los clanes de la droga que operan en el valle de los ríos Apurímac y Ene (VRAE) y que 'exportan' sus cargamentos de cocaína a México y Europa.
Tres meses y medio después de la ofensiva militar, Sendero se ha replegado en los alrededores pero continúa realizando actos de hostigamiento en todo Vizcatán, como se conoce a la accidentada región ayacuchana que tiene como avenida principal al río Mantaro, y a la que solo se puede acceder por helicóptero, ya que la trocha carrozable se pierde en la espesura de la selva y a decenas de kilómetros de la ciudad de Llochegua, la mata del narcotráfico de esa zona.
Los choques más violentos, sin embargo, vienen ocurriendo en el símbolo de la región: el río Vizcatán. Hasta allí --donde se midieron a sangre y fuego las fuerzas de los senderistas 'José' y 'Alipio' con los contingentes del Comando Especial VRAE del general EP Raymundo Flores-- arribó un equipo de El Comercio.
Para llegar al inhóspito paraje los periodistas de este Diario, que recorrieron el VRAE desde San Francisco, Unión Mantaro, Sivia y Llochegua (Ayacucho) hasta Pichari (Cusco), firmaron cartas exonerando al Ministerio de Defensa de cualquier responsabilidad ante el inminente riesgo de que el helicóptero artillado ruso M-17, que sirvió de transporte, fuera baleado en pleno descenso al último bastión de SL. Lo que aquí se describe es un avance de un gran informe que se publicará el lunes próximo.
Esta zona, a diferencia de los otros cinco frentes de lucha en Vizcatán también recorridos, se mantiene en pie de guerra constante desde que fuera tomada por las FF.AA. el 17 de setiembre pasado. La acción le costó la vida a dos comandos y dejó varios heridos. No es difícil saber por qué hubo estas bajas cuando se deja el aire y se pisa suelo. El escenario es dantesco: helicópteros sobrevolando la zona, protegiendo el desembarco de tropas, y soldados armados hasta los dientes que comen el polvo que dejan las naves a su paso.
Al llegar a la base y al helipuerto de la zona, implementados en un cerro cuya vegetación fue cortada con motosierras a orillas de los ríos Vizcatán y Mantaro, vemos a un grupo de infantes de marina que regresa de un trabajo de contraemboscada monte adentro. "Si ellos no vienen, nosotros debemos buscarlos", dice el jefe de la patrulla, que lleva dos meses en el lugar junto a sus 110 hombres. Esta es la rutina diaria en el corazón de aquel valle, donde solo se puede caminar 100 metros por día debido a la espesa vegetación y a las minas sembradas por doquier.
Las operaciones militares, que se iniciaron bajo el nombre de Excelencia 777, han tenido éxito, ya que se han creado cinco bases contrasubversivas a lo largo y ancho del Vizcatán y, además, han cortado el financiamiento que tenía Sendero gracias al narcotráfico. Sin embargo, el enemigo sigue allí: incansable, numeroso y conocedor de su territorio.
Los comandos ubicados a orillas del río Vizcatán lo saben, casi tanto como el insomnio que los acecha o las balas que rozan sus cuerpos de cuando en cuando.
Saludos,
JRIVERA