A finales del S XIX, cuando Puerto Rico era todavía español, existía un barco correo que enlazaba la isla con la metrópoli, transportando alimentos, documentación, enseres, etc. Como era, y sigue siendo, habitual, es de imaginar la alegría que representaba el hecho, y las muestras de saludo que debía despertar en todo el mundo -incluido el hospital regentado por monjas carmelitas situado frente al puerto de San Juan- con banderas, pañuelos, etc. Esa tradición perdura en el convento-hospital, y cada vez que un buque español entra en puerto, es saludado con una vieja bandera desde sus balcones. Una vieja bandera entregada en custodia a las monjas por un superviviente de aquel barco correo (parece ser que el “Juan Manuel”), atacado durante la guerra hispano-norteamericana de 1898 por un buque de guerra americano. Antes de morir malherido, el marino pidió que la bandera no cayese nunca en manos del enemigo.
Pues bien, cuando se produjo el desastre provocado por el famoso huracán Mitch, el L-51 “Castilla” pasó por Puerto Rico para repostar y descansar. A su llegada al puerto de San Juan, al comandante de la nave anfibia y al teniente coronel médico les llamó la atención ver que en un edificio frente a la bocana ondeaban una vieja bandera sangre-oro, por lo que cuando pudieron, desembarcaron junto a un oficial de máquinas para investigar. Encontraron que dicho edificio era el viejo hospital y que había monjas carmelitas de origen español que continuaban con la antigua tradición desde entonces. Las pocas hermanas que quedan (creo que solo quedan tres o cuatro muy mayores), tienen un trato apalabrado con los responsables de la autoridad portuaria de San Juan de Puerto Rico para que les avisen cada vez que entre una nave española, y ellas la reciben con los pañuelos y la bandera de 1898 desde los balcones. Desde ese sorprendente descubrimiento, la costumbre por parte de los buques pertenecientes a la Armada de Su Catholica Magestad es responder a la bandera y saludos de las carmelitas del hospital con tres toques de bocina.
Al parecer esta historia viene en una de los números de la Revista General de Marina (Tomo 253; número de Diciembre de 2007, página 905 -autor D. Juan Manuel García Cubillana de la Cruz-). No he podido contrastar la información pero, vive dios, que es una hermosa historia.
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