Estimulado por las musas, he escrito una breve reseña de la vida del gran marino don José de Mazarredo Salazar, considerado uno de los mejores oficiales y tácticos del siglo XVIII, aunque destinado a participar en los mayores eventos de su tiempo. Pretendo rescatar así de la memoria a un hombre que, para variar, lo dio todo por España.
José de Mazarredo retratado por Jean François-Marie Bellier (1800). Museo Naval de Madrid.
José de Mazarredo Salazar nació en Bilbao, el 8 de marzo de 1745, en el seno de una de una de las más nobles familias vascas. El 17 febrero de 1759, poco antes de cumplir los catorce años, sentó plaza de guardiamarina en el Departamento de Cádiz. En 1761 es embarcado en el chambequín “Andaluz” donde, al mando del capitán de fragata don Francisco de Vera, el 13 de abril del mismo año evitó que la nave se estrellase, salvando así a toda la tripulación, más de trescientos hombres.
Pasó así sus primeros años en la mar, destacando en todo lo que hacía a lo largo de los jabeques en los que sirvió. En 1767 era ascendido a alférez de navío y cuatro años después fue nombrado ayudante de la mayoría del Departamento de Cartagena. En 1772 pide embarcar en la fragata “Venus”, al mando de Juan de Lángara; fue en este navío, en derrota a las Filipinas cuando diseñó un nuevo método para calcular la longitud, midiendo la distancia entre la luna y una estrella (Aldebarán). Dos años más tarde embarcó fragata “Rosalía”, donde continuaron sus progresos en la náutica y la cartografía.
No fue hasta 1775 cuando el nombre de José de Mazarredo comenzó a hacerse popular; participó ese año en la expedición fallida sobre Argel, como ayudante del mayor general, siendo Mazarredo el artífice del desembarco de los 20.000 hombres de O’Reilly y, tras el fracaso de las fuerzas terrestres, impidió un desastre protagonizando un eficaz reembarque de las tropas. Esta acción le valió el ascenso a capitán de fragata en febrero de 1776. Ese mismo año de 1776 publicaba su primer tratado, “Rudimentos de táctica naval”. En los siguientes años desempeñará la educación de los jóvenes guardiamarinas a la par que publica nuevos trabajos, “Colección de Tablas para los usos más necesarios de la navegación” e “Instrucciones de señales”.
Su primer mando de mar lo obtiene en 1778, el “San Juan Bautista”, destinado a la instrucción de guardiamarinas así como la lucha contra el corso. Al año siguiente, España entra en guerra con Inglaterra, Mazarredo se incorpora a la escuadra de Cartagena como comandante de dos navíos (San Juan Bautista y San Jenaro), uniéndose más tarde en Brest al conde Orvilliers. En 1780, al mando de don Luis de Córdova, se intercepta un convoy británico de 53 velas que había de socorrer a las tropas inglesas en las Trece Colonias. Poco después, Mazarredo salva la escuadra franco-española (66 navíos de línea y 24 fragatas) junto con un convoy de 130 velas al que escoltaban al buscar refugio en Cádiz, ante la inminencia de una tormenta (el error del conde d’Estaing es comprensible ya que, los franceses aún no habían comenzado a usar los barómetros marinos). Ese año es ascendido a mayor general.
En 1781 vuelve a salvar la flota al imponerse su criterio sobre el del francés conde de Guichen. En mayo, José de Mazarredo ya es brigadier. En 1782 nuevamente salvaba una escuadra española de siete navíos de línea y siete fragatas al pronosticar una tormenta, tomando refugio en Cádiz. En septiembre, Mazarredo interviene en las acciones en Gibraltar, volviendo a destacar por su agilidad en el mar y su presteza.
Finalizada la guerra con Inglaterra, Mazarredo es jefe de escuadra. En 1783 toma importante partido en el debate sobre qué tipo de barco debía construirse al ser quien lleva a cabo el experimento, aprovechando la situación para negociar la paz con Argel en 1785, y decantándose finalmente por el sistema de Romero Landa. En 1784 le es encomendada la labor de recopilar las Ordenanzas Generales de la Armada que serán promulgadas el 8 de marzo de 1793.
Se convierte en teniente general en enero de 1789. En 1793 se le concede una encomienda de la Orden de Santiago a causa de la publicación de las Ordenanzas. En 1795 se le concede el mando de una escuadra en Cádiz, pasando después al mando de la escuadra de Juan de Lángara, que operaba en el Mediterráneo. En estas fechas comienzan sus recriminaciones al Estado, primero al ministro de Marina e inmediatamente después a Godoy, sobre el mal estado de la Armada. Ignoradas sus quejas, Mazarredo presentará su dimisión, que será aceptada el 22 de julio de 1796, siendo destinado a El Ferrol.
Corto iba a ser el descanso de Mazarredo pues, tras el descalabro de la flota en el cabo de San Vicente (14 de febrero de 1797), los almirantes británicos Jervis y Nelson pondrán sitio a Cádiz en el mes de abril. Mazarredo será rescatado de su aislamiento en El Ferrol para encargarse de la defensa de la Tacita. Era tal el acoso que sufrió Cádiz que parte de la población corrió a refugiarse al interior recordando los sucesos pasados en la ciudad. Sin embargo, la acción de Mazarredo libró a Cádiz de los corsarios ingleses, que levantaron el bloqueo a mediados de junio. En 1798 Mazarredo burlará la flota de Jervis al frustrarse su intento de capturar nueve velas británicas debido a una tormenta. Seguidamente llevará a cabo acciones en el Mediterráneo junto con la escuadra del almirante francés Bruix, pasando luego al Estrecho y finalmente acabando en Brest.
Una vez en Francia, Napoleón requerirá de sus servicios para la programación de su invasión a Inglaterra. Durante dieciocho meses plantará cara a Bonaparte, negándose a formar parte de la estrategia de invasión, alegando en su defensa considerar un esfuerzo más válido la reconquista de Menorca (momentáneamente en manos inglesas). Así pues, Mazarredo volverá como capitán general a Cádiz.
A mediados de julio de 1801, tiene lugar enfrentamiento cerca de Gibraltar entre divisiones inglesas y francesas. Mazarredo mandará al general Moreno con una división en su ayuda, volándose mutuamente en desacertado error los navíos "San Hermenegildo" y "San Carlos" en la noche del 13 de abril. Esta decisión le llevará a ser acusado de incompetencia por el gobierno, pidiendo Mazarredo el traslado a Bilbao para reponerse de su salud (y de su insultada reputación), siéndole concedido en septiembre del mismo año.
Gravemente enfermo de gota, se pedirá en 1804 su intervención, durante el episodio de la “Zamacolada”, para impedir las revueltas populares que estaban comenzando a darse. Fue este un pretexto aprovechado por el gobierno para desterrarle, primero a Burgos, más tarde a Santoña y finalmente a Pamplona. No pudo volver a su residencia bilbaína hasta 1807, cuando se revocó su destierro.
El 2 de abril de 1808 se le ordena hacerse cargo de la capitanía general de Cádiz, haciendo Mazarredo caso omiso. Atraído al bando afrancesado, comprensible por las innumerables vicisitudes sufridas por el gobierno anterior, es nombrado ministro de Marina el 3 de junio de 1808 por José I. Repudiado por sus subordinados, que no cumplen sus resoluciones, Mazarredo no dejará de velar por la Armada y la marinería, impidiendo incluso el traslado de los buques españoles (once navíos de línea y cuatro fragatas) a Brest que se encontraban en el arsenal de El Ferrol. Hubo de perseguir, debido a su cargo, a muchos compañeros enemistados con la justicia, socorriendo sin embargo, a aquellos que más lo necesitaban tomando los recursos de su propia hacienda.
Incomprendido por los suyos, integrado en un gobierno extranjero dentro de su propio país, al cual empeñaba a defender desde todas las posturas posibles, y aquejado de terribles ataques de gota, don José de Mazarredo fallecía el 29 de julio de 1812. Sus funerales fueron muestra de gran respeto en la sociedad española y en aquellos que le conocieron, ofreciendo el último homenaje a un marino que lo dio todo por su patria.
José de Mazarredo fue un sobresaliente marino, considerado el mejor táctico de su tiempo. No fueron pocos los que creyeron que el desastre de San Vicente pudo evitarse de haberse encontrado Mazarredo al frente. El último regalo que gozó de esta tierra tan nuestra fue una muerte oportuna, librándose de la persecución que sufrieron los afrancesados. Queda así testimonio del mejor marino de su tiempo y uno de los grandes de la historia de España.
José de Mazarredo retratado por Francisco de Goya. Obra perdida.
¿De qué sirve a los ingleses
tener fragatas ligeras
si saben que Mazarredo
tiene lanchas cañoneras?
Fuentes:
Revista Historia de Iberia Vieja nº 31 pp 60-65. José de Mazarredo Salazar, Luis Delgado Bañón. Editorial América Ibérica, Madrid, 2008.
Biografía de don José de Mazarredo Salazar, contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez. Todo a Babor.
Bilbaíno casi desconocidos (XI) - José de Mazarredo, Alfonso Carlos Saiz Valdivielso
Ataque de Jervis a Cádiz (1797), Manuel García.
José de Mazarredo, el mejor marino de su tiempo
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