Hoy 10 de Octubre, se cumple un aniversario más del comienzo de la primera de las guerras independentistas cubanas, la Guerra de los Diez Años, el 10 de octubre de 1868.
Ese día, el patriota cubano Carlos Manuel de Céspedes, rico hacendado, les dio la libertad a sus esclavos en el ingenio de La Demajagua y los invitó a sumarse a la lucha por la independencia que se iniciaba ese día.
Por haber sido el iniciador de las luchas por la independencia, a Céspedes se le conoce en Cuba como el Padre de la Patria.
Guerras de Independencia de Cuba
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Guerras de Independencia de Cuba
EL GENERALÍSIMO MÁXIMO GÓMEZ, RESUMEN DE SU VIDA AL SERVICIO DE LA INDEPENDENCIA CUBANA
El Generalísimo Máximo Gómez. Un personaje histórico a quien admiro mucho, de hecho, de los líderes mambises es el que más admiro.
Nació en República Dominicana en 1836.
Participó en la guerra de República Dominicana contra los invasores haitianos, los que fueron derrotados. Allí Máximo Gomez adquirió mucha experiencia combativa.
Posteriormente, cuando Santo Domingo se reincorporó a España, Máximo Gómez se unió al ejército español, pero al vencer los separatistas dominicanos, Gómez se estableció en Cuba.
Al estallar la Guerra de los Diez Años por la independencia de Cuba (1868-1878), se incorporó al Ejército Libertador Cubano y adquirió gran prestigio cuando en el mismo 1868 logró vencer en la batalla de Pino de Baire destrozando una tropa española de 700 hombres con un ataque fulminante al machete, arma que había aprendido a usar muy bien en su patria y que se convirtió a partir de ahí en un arma imprescindible para los mambises por su crónica carencia de balas.
Habiendo sido ascendido a Mayor General, realizó una serie de campañas exitosas por toda la provincia oriental. Al morir en combate el general mambí Ignacio Agramonte, jefe de la provincia de Camagüey, Gómez lo reemplazó y dirigió allí la mayor batalla de aquella guerra: las Guásimas, en las que venció a una tropa española de 5000 hombres causándoles más de 1000 bajas y sufriendo los mambises apenas 20 muertos y 200 heridos.
Más adelante planeó invadir la parte occidental de la isla para llevar la guerra a toda ella. Logró atravesar la trocha de Júcaro a Morón (que separaba mediante una línea fortificada a Camagüey de las Villas), acción en la que fue herido gravemente en el cuello. Pero aunque la acción fue un éxito, el divisionismo entre los cubanos, que no soportaban verse mandados por un extranjero, hizo que tuviera que abandonar su empeño con lo que la Invasión a occidente fracasó.
Fracasada al final la propia Guerra de los Diez Años por el divisionismo cubano, Gómez decidió abandonar la isla en 1878, pero rechazando el ofrecimiento del Capitán General español Arsenio Martínez Campos de un cargo de mariscal de campo en el ejército español y de cualquier ayuda económica que éste quiso darle diciéndole: "El dinero sólo se acepta de los familiares y de los amigos, pero que yo sepa, Ud. y yo no somos familiares".
Luego de padecer gran miseria en diversas naciones latinoamericanas, finalmente José Martí lo contactó para que formara parte del nuevo alzamiento revolucionario que tendría lugar en 1895, concediéndole el cargo de General en Jefe del Ejército Libertador.
Ya en Cuba nuevamente en 1895 junto con Martí, organizó rápidamente al nuevo Ejército Libertador y dirigió varias batallas, logrando triunfar casi siempre por sus conocimientos tácticos y estratégicos (el propio Gómez consideró una derrota la batalla de Dos Ríos porque no pudo impedir en ella la muerte de José Martí, ocurrida no por su culpa sino porque Martí lo desobedeció en lo de mantenerse apartado del combate). Sin embargo, su principal forma de lucha fue la guerra irregular, ante la escasez de armas con que contaba y la tremenda superioridad numérica del enemigo.
Algo que se propuso desde el comienzo, fue intentar nuevamente la Invasión a Occidente (fracasada en el 68 por el divisionismo de los cubanos) pero que ahora, al contarse con un mando único, tendría más posibilidades de realizar. Para ello contó con el concurso de su mejor discípulo, el mayor general Antonio Maceo, y juntos realizaron la increíble hazaña de, con 1500 hombres de caballería, primero atravesar la trocha de Júcaro a Morón (en esta guerra mucho más fortificada que en la anterior) y luego adentrándose en la región occidental, donde estaba el grueso del ejército español de más de 200 000 hombres, con pertrechos y armas abundantes y de más calidad que las mambisas y que contaban con ferrocarriles para mover sus tropas y telégrafos y teléfonos para comunicarse.
La idea de Gómez fue muy astuta: simuló retirarse, la tropa mambisa dio media vuelta y se encaminó de nuevo al Oriente. Los españoles, creyendo que Gómez y Maceo se retiraban intimidados por la enormidad del ejército que los aguardaba, intentaron cerrarles el paso, para lo que movieron por ferrocarril buena parte de sus tropas y los aguardaron por donde creían pasarían desmoralizados, pero ahí Gómez dio muestras de su genio estratégico y volvió a dar media vuelta regresando a Occidente y ya sin tropas por delante que le cerraran el paso.
Al llegar a la provincia de La Habana donde estaba la capital, Gómez decidió dividir en dos el contingente invasor, y mientras Maceo continuaba con la mitad de los hombres hacia el extremo occidental de la isla en la provincia de Pinar del Río, él se quedó con sus hombres en La Habana para atraer sobre sí al grueso del ejército español impidiendo que le cerraran el paso a Maceo.
La Invasión a Occidente llevada a cabo por ambos generales mambises fue todo un éxito y fue considerada en su tiempo como la mayor hazaña militar del siglo XIX, siendo estudiada en mumerosas academias militares, incluyendo las de EEUU.
La campaña que realizó Gómez en La Habana, a las puertas mismas de la capital para permitir que su subordinado Antonio Maceo pudiera llegar al extremo occidental de Cuba, fue en sí misma toda una hazaña, pues en La Habana la isla se estrecha a unos pocos kilómetros y ese exiguo territorio estaba lleno de tropas españolas que intentaban desbaratar el exiguo contingente de Gómez. Su campaña allí se conoce como la Campaña de la Lanzadera porque como una lanzadera que teje, así se dedicó a recorrer el reducido territorio que rodeaba la capital. ¿Cómo lo logró sin toparse con una de las tropas españolas de miles de hombres de las tres armas que lo perseguían sin descanso? Pues adoptó una táctica que los desorientó por completo. Primero se movía en línea recta de oriente a occidente, siendo tenazmente perseguido por un ejército español inmenso. Y de pronto, viraba en redondo y comenzaba a moverse en sentido contrario, por una línea paralela situada a pocos kilómetros de la anterior. Debía tener muy buenos exploradores en su tropa para saber siempre dónde estaban sus enemigos y lograr burlarlos siempre.
Cuando se enteró de que Maceo había llegado a Mantua, en el extremo occidental de Cuba, le dio fin a su peligrosa campaña de La Lanzadera y regresó a Las Villas en el centro de la isla. Su intención allí, en un sitio igualmente estrecho y rodeado de ríos, era seguir atrayendo sobre sí a la mayor parte del ejército español, para en lo posible impedir que el grueso del ejército colonial cayera sobre el general Maceo, el cual a su vez realizó una exitosa campaña en Pinar del Río.
Sin embargo, Maceo regresó a La Habana y cerca de la capital, tuvo un encuentro con una tropa española a fines de 1896 donde resultó muerto. La noticia fue doblemente dolorosa para Máximo Gómez, pues aparte de morir su amigo y segundo al mando Antonio Maceo, también murió junto con éste un hijo suyo: Francisco (Panchito) Gómez Toro, dolor que muestra en las páginas de su Diario de Campaña.
Pero no tuvo mucho tiempo para lamentarse, porque ya el Capitán General español Valeriano Weyler, triunfante, acudía con el grueso de su ejército a destrozarlo.
A Weyler le gustaba decir: "Esta guerra se acaba con dos tiros: uno para Gómez y el otro para Maceo" ¡y ya este último había recibido el que le tenía destinado! Pero calculó mal la inmensa astucia del dominicano, que sabedor de la inferioridad de sus fuerzas y su carencia de balas, se dedicó por completo a la guerra irregular, sin presentar batalla directa contra el inmenso ejército enemigo, sino siempre haciéndose perseguir por éste, y cuando los soldados españoles, fatigados por recorrer tantos kilómetros en medio de un clima hostil al que no estaban acostumbrados, se detenían para recuperar sus fuerzas, los mambises de Gómez los hostilizaban de lejos, les hacían unos pocos disparos para no dejarles descansar y les obligaban a seguirles persiguiendo.
Al caer la noche, según cuenta el propio Gómez en su Diario de Campaña, llevaba a los españoles "a dormir a los pantanos", cuyos senderos conocía de sobra. Los españoles, que no gustaban de moverse de noche, no tenían entonces más remedio que pernoctar en ese ambiente hostil del trópico, acosados por enjambres de mosquitos que les hacía imposible dormir y por si fuera poco, la tropa mambisa abandonaba el pantano y dormía mucho mejor en un sitio seco, pero para mantener a los españoles en situación mucho peor, Gómez dejaba atrás a un pequeño grupo de unos cinco mambises con la misión de disparar de cuando en cuando contra los soldados acampados, con lo que menos aún podían dormir.
Esta guerra irregular hizo que sin necesidad de grandes batallas, Gómez diezmara a sus enemigos, especialmente en verano que era cuando el clima era más hostil a los españoles. Refiriéndose a esto, dijo: "Mis mejores generales: junio, julio y agosto", meses veraniegos que causaban verdaderos estragos entre las tropas españolas: calor insoportable, lluvias, mosquitos, enfermedades tropicales de todo tipo. Más que las armas mambisas, esas enfermedades tropicales causaban verdaderos estragos entre los españoles y los hospitales de sangre estaban llenos de soldados enfermos y miles murieron por esas enfermedades.
Pero aunque maestro en la guerra irregular, Gómez en ocasiones, cuando pudo disponer de recursos, dirigió verdaderas batallas contra sus enemigos, como la batalla de Saratoga en 1897, la mayor de la guerra del 95, en la que diezmó al ejército mandado por el general español Ximénez Sandoval (cuya tropa había matado a Martí en Dos Ríos), tal vez el mejor general ibero en Cuba, y el que fue el último Capitán General español, a quien cupo el triste papel de entregar el mando de la isla al jefe del ejército expedicionario norteamericano el 1ro de enero de 1899, con lo que terminó la guerra.
Gómez terminó invicto y entró en La Habana con sus tropas, siendo recibido por miles de cubanos que le daban la bienvenida. Mas él, hosco, comentó aquello con sus oficiales diciéndoles que si todos aquellos miles de cubanos que ahora lo recibían se hubiesen unido a su ejército, hacía mucho se habría terminado la guerra con su victoria.
Después de la guerra, todo el pueblo quería que él fuera el primer presidente de Cuba independiente, sin importar que fuese extranjero. A tal fin, los miembros de la Asamblea Constituyente encargados de redactar la primera Constitución de la República de Cuba, incluyeron en la misma un artículo en que se especificaba que cualquier extranjero que hubiese luchado durante más de 10 años por la independencia de Cuba, sería considerado cubano por nacimiento y por tanto podría ser elegido presidente de la república. Pero él, modesto y desprendido, no quiso aceptar ni la presidencia ni cargo alguno en la naciente república y así el primer presidente fue Estrada Palma.
Gómez murió gravemente enfermo en La Habana en 1905 y yace enterrado en dicha ciudad. Es recordado en Cuba con mucho respeto y cariño.
El Generalísimo Máximo Gómez. Un personaje histórico a quien admiro mucho, de hecho, de los líderes mambises es el que más admiro.
Nació en República Dominicana en 1836.
Participó en la guerra de República Dominicana contra los invasores haitianos, los que fueron derrotados. Allí Máximo Gomez adquirió mucha experiencia combativa.
Posteriormente, cuando Santo Domingo se reincorporó a España, Máximo Gómez se unió al ejército español, pero al vencer los separatistas dominicanos, Gómez se estableció en Cuba.
Al estallar la Guerra de los Diez Años por la independencia de Cuba (1868-1878), se incorporó al Ejército Libertador Cubano y adquirió gran prestigio cuando en el mismo 1868 logró vencer en la batalla de Pino de Baire destrozando una tropa española de 700 hombres con un ataque fulminante al machete, arma que había aprendido a usar muy bien en su patria y que se convirtió a partir de ahí en un arma imprescindible para los mambises por su crónica carencia de balas.
Habiendo sido ascendido a Mayor General, realizó una serie de campañas exitosas por toda la provincia oriental. Al morir en combate el general mambí Ignacio Agramonte, jefe de la provincia de Camagüey, Gómez lo reemplazó y dirigió allí la mayor batalla de aquella guerra: las Guásimas, en las que venció a una tropa española de 5000 hombres causándoles más de 1000 bajas y sufriendo los mambises apenas 20 muertos y 200 heridos.
Más adelante planeó invadir la parte occidental de la isla para llevar la guerra a toda ella. Logró atravesar la trocha de Júcaro a Morón (que separaba mediante una línea fortificada a Camagüey de las Villas), acción en la que fue herido gravemente en el cuello. Pero aunque la acción fue un éxito, el divisionismo entre los cubanos, que no soportaban verse mandados por un extranjero, hizo que tuviera que abandonar su empeño con lo que la Invasión a occidente fracasó.
Fracasada al final la propia Guerra de los Diez Años por el divisionismo cubano, Gómez decidió abandonar la isla en 1878, pero rechazando el ofrecimiento del Capitán General español Arsenio Martínez Campos de un cargo de mariscal de campo en el ejército español y de cualquier ayuda económica que éste quiso darle diciéndole: "El dinero sólo se acepta de los familiares y de los amigos, pero que yo sepa, Ud. y yo no somos familiares".
Luego de padecer gran miseria en diversas naciones latinoamericanas, finalmente José Martí lo contactó para que formara parte del nuevo alzamiento revolucionario que tendría lugar en 1895, concediéndole el cargo de General en Jefe del Ejército Libertador.
Ya en Cuba nuevamente en 1895 junto con Martí, organizó rápidamente al nuevo Ejército Libertador y dirigió varias batallas, logrando triunfar casi siempre por sus conocimientos tácticos y estratégicos (el propio Gómez consideró una derrota la batalla de Dos Ríos porque no pudo impedir en ella la muerte de José Martí, ocurrida no por su culpa sino porque Martí lo desobedeció en lo de mantenerse apartado del combate). Sin embargo, su principal forma de lucha fue la guerra irregular, ante la escasez de armas con que contaba y la tremenda superioridad numérica del enemigo.
Algo que se propuso desde el comienzo, fue intentar nuevamente la Invasión a Occidente (fracasada en el 68 por el divisionismo de los cubanos) pero que ahora, al contarse con un mando único, tendría más posibilidades de realizar. Para ello contó con el concurso de su mejor discípulo, el mayor general Antonio Maceo, y juntos realizaron la increíble hazaña de, con 1500 hombres de caballería, primero atravesar la trocha de Júcaro a Morón (en esta guerra mucho más fortificada que en la anterior) y luego adentrándose en la región occidental, donde estaba el grueso del ejército español de más de 200 000 hombres, con pertrechos y armas abundantes y de más calidad que las mambisas y que contaban con ferrocarriles para mover sus tropas y telégrafos y teléfonos para comunicarse.
La idea de Gómez fue muy astuta: simuló retirarse, la tropa mambisa dio media vuelta y se encaminó de nuevo al Oriente. Los españoles, creyendo que Gómez y Maceo se retiraban intimidados por la enormidad del ejército que los aguardaba, intentaron cerrarles el paso, para lo que movieron por ferrocarril buena parte de sus tropas y los aguardaron por donde creían pasarían desmoralizados, pero ahí Gómez dio muestras de su genio estratégico y volvió a dar media vuelta regresando a Occidente y ya sin tropas por delante que le cerraran el paso.
Al llegar a la provincia de La Habana donde estaba la capital, Gómez decidió dividir en dos el contingente invasor, y mientras Maceo continuaba con la mitad de los hombres hacia el extremo occidental de la isla en la provincia de Pinar del Río, él se quedó con sus hombres en La Habana para atraer sobre sí al grueso del ejército español impidiendo que le cerraran el paso a Maceo.
La Invasión a Occidente llevada a cabo por ambos generales mambises fue todo un éxito y fue considerada en su tiempo como la mayor hazaña militar del siglo XIX, siendo estudiada en mumerosas academias militares, incluyendo las de EEUU.
La campaña que realizó Gómez en La Habana, a las puertas mismas de la capital para permitir que su subordinado Antonio Maceo pudiera llegar al extremo occidental de Cuba, fue en sí misma toda una hazaña, pues en La Habana la isla se estrecha a unos pocos kilómetros y ese exiguo territorio estaba lleno de tropas españolas que intentaban desbaratar el exiguo contingente de Gómez. Su campaña allí se conoce como la Campaña de la Lanzadera porque como una lanzadera que teje, así se dedicó a recorrer el reducido territorio que rodeaba la capital. ¿Cómo lo logró sin toparse con una de las tropas españolas de miles de hombres de las tres armas que lo perseguían sin descanso? Pues adoptó una táctica que los desorientó por completo. Primero se movía en línea recta de oriente a occidente, siendo tenazmente perseguido por un ejército español inmenso. Y de pronto, viraba en redondo y comenzaba a moverse en sentido contrario, por una línea paralela situada a pocos kilómetros de la anterior. Debía tener muy buenos exploradores en su tropa para saber siempre dónde estaban sus enemigos y lograr burlarlos siempre.
Cuando se enteró de que Maceo había llegado a Mantua, en el extremo occidental de Cuba, le dio fin a su peligrosa campaña de La Lanzadera y regresó a Las Villas en el centro de la isla. Su intención allí, en un sitio igualmente estrecho y rodeado de ríos, era seguir atrayendo sobre sí a la mayor parte del ejército español, para en lo posible impedir que el grueso del ejército colonial cayera sobre el general Maceo, el cual a su vez realizó una exitosa campaña en Pinar del Río.
Sin embargo, Maceo regresó a La Habana y cerca de la capital, tuvo un encuentro con una tropa española a fines de 1896 donde resultó muerto. La noticia fue doblemente dolorosa para Máximo Gómez, pues aparte de morir su amigo y segundo al mando Antonio Maceo, también murió junto con éste un hijo suyo: Francisco (Panchito) Gómez Toro, dolor que muestra en las páginas de su Diario de Campaña.
Pero no tuvo mucho tiempo para lamentarse, porque ya el Capitán General español Valeriano Weyler, triunfante, acudía con el grueso de su ejército a destrozarlo.
A Weyler le gustaba decir: "Esta guerra se acaba con dos tiros: uno para Gómez y el otro para Maceo" ¡y ya este último había recibido el que le tenía destinado! Pero calculó mal la inmensa astucia del dominicano, que sabedor de la inferioridad de sus fuerzas y su carencia de balas, se dedicó por completo a la guerra irregular, sin presentar batalla directa contra el inmenso ejército enemigo, sino siempre haciéndose perseguir por éste, y cuando los soldados españoles, fatigados por recorrer tantos kilómetros en medio de un clima hostil al que no estaban acostumbrados, se detenían para recuperar sus fuerzas, los mambises de Gómez los hostilizaban de lejos, les hacían unos pocos disparos para no dejarles descansar y les obligaban a seguirles persiguiendo.
Al caer la noche, según cuenta el propio Gómez en su Diario de Campaña, llevaba a los españoles "a dormir a los pantanos", cuyos senderos conocía de sobra. Los españoles, que no gustaban de moverse de noche, no tenían entonces más remedio que pernoctar en ese ambiente hostil del trópico, acosados por enjambres de mosquitos que les hacía imposible dormir y por si fuera poco, la tropa mambisa abandonaba el pantano y dormía mucho mejor en un sitio seco, pero para mantener a los españoles en situación mucho peor, Gómez dejaba atrás a un pequeño grupo de unos cinco mambises con la misión de disparar de cuando en cuando contra los soldados acampados, con lo que menos aún podían dormir.
Esta guerra irregular hizo que sin necesidad de grandes batallas, Gómez diezmara a sus enemigos, especialmente en verano que era cuando el clima era más hostil a los españoles. Refiriéndose a esto, dijo: "Mis mejores generales: junio, julio y agosto", meses veraniegos que causaban verdaderos estragos entre las tropas españolas: calor insoportable, lluvias, mosquitos, enfermedades tropicales de todo tipo. Más que las armas mambisas, esas enfermedades tropicales causaban verdaderos estragos entre los españoles y los hospitales de sangre estaban llenos de soldados enfermos y miles murieron por esas enfermedades.
Pero aunque maestro en la guerra irregular, Gómez en ocasiones, cuando pudo disponer de recursos, dirigió verdaderas batallas contra sus enemigos, como la batalla de Saratoga en 1897, la mayor de la guerra del 95, en la que diezmó al ejército mandado por el general español Ximénez Sandoval (cuya tropa había matado a Martí en Dos Ríos), tal vez el mejor general ibero en Cuba, y el que fue el último Capitán General español, a quien cupo el triste papel de entregar el mando de la isla al jefe del ejército expedicionario norteamericano el 1ro de enero de 1899, con lo que terminó la guerra.
Gómez terminó invicto y entró en La Habana con sus tropas, siendo recibido por miles de cubanos que le daban la bienvenida. Mas él, hosco, comentó aquello con sus oficiales diciéndoles que si todos aquellos miles de cubanos que ahora lo recibían se hubiesen unido a su ejército, hacía mucho se habría terminado la guerra con su victoria.
Después de la guerra, todo el pueblo quería que él fuera el primer presidente de Cuba independiente, sin importar que fuese extranjero. A tal fin, los miembros de la Asamblea Constituyente encargados de redactar la primera Constitución de la República de Cuba, incluyeron en la misma un artículo en que se especificaba que cualquier extranjero que hubiese luchado durante más de 10 años por la independencia de Cuba, sería considerado cubano por nacimiento y por tanto podría ser elegido presidente de la república. Pero él, modesto y desprendido, no quiso aceptar ni la presidencia ni cargo alguno en la naciente república y así el primer presidente fue Estrada Palma.
Gómez murió gravemente enfermo en La Habana en 1905 y yace enterrado en dicha ciudad. Es recordado en Cuba con mucho respeto y cariño.
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Guerras de Independencia de Cuba
La realidad es que la campaña de la Reforma ha sido muy exagerada y mitificada por los historiadores cubanos, Gomez apenas si causó bajas en combates a los españoles desde 1897 a 1898. La mayoría de muertos ibéricos eran por enfermedades, Gomez afirmaba en su diario que tenía pocos hombres para combatir en 1898. Había otros jefes cubanos en la región como José Miguel Gomez, Gerardo Machado, Monteagudo, Nicasio Mirabal, etc.
Golpear y huir eso era lo que hacía Gomez, quien si jugó un papel esencial en dicha campaña fue el general José Miguel Gomez, siempre estaba combatiendo y tuvo un gran merito en dicha operación. Por supuesto la historiografía castrista no le gusta mencionar mucho este y otros asuntos de la historia cubana.
El gobierno cubano ha trasmitido una idea errónea de las habilidades de Gomez como guerrillero. Para uno de los mejores insurgentes que ha existido es Jonas Savimbi, ese angolano era una fuerza invencible para el MPLA, los cubanos y la URSS. En Cuba las autoridades solo hablan de las atrocidades de Savimbi (cometió muchísimas), pero no se atreven a decir nada de la potencia armada de la UNITA.
Xent Ansent
Posdata: Tengo una Tesis reciente escrita por un historiador español sobre las bajas españolas en combate durante la lucha contra los mambises de 1895-1898. En el mejor momento de la insurgencia cuando Maceo y sus huestes rondaban cerca a la Habana, el número mensual de muertos españoles por acción era de un poco más de 130 y 140. Cuando llegó Weyler derrotó a Antonio Maceo, el empuje y la letalidad de la rebelión se redujo notablemente. Una vez que Ramón Blanco remplazó a Weyler en noviembre de 1897, las muertes en combate de España eran un poco mayor a las 70 ( sin contar los heridos graves no podían regresar al servicio). Sin embargo, cuando el Maine explotó en La Habana los rebeldes aumentaron su fuerza y causaban más de 90 fallecidos mensuales.
https://riucv.ucv.es/handle/20.500.12466/1701
Mortalidad de las tropas españolas en la guerra de Cuba (1895-1898)
Autor(es)
Navarro Chueca, Francisco Javier
Golpear y huir eso era lo que hacía Gomez, quien si jugó un papel esencial en dicha campaña fue el general José Miguel Gomez, siempre estaba combatiendo y tuvo un gran merito en dicha operación. Por supuesto la historiografía castrista no le gusta mencionar mucho este y otros asuntos de la historia cubana.
El gobierno cubano ha trasmitido una idea errónea de las habilidades de Gomez como guerrillero. Para uno de los mejores insurgentes que ha existido es Jonas Savimbi, ese angolano era una fuerza invencible para el MPLA, los cubanos y la URSS. En Cuba las autoridades solo hablan de las atrocidades de Savimbi (cometió muchísimas), pero no se atreven a decir nada de la potencia armada de la UNITA.
Xent Ansent
No hubo batalla de Saratoga en 1897. Para empezar en la guerra de 1895 contadas veces había batallas entre mambises y españoles. El combate de Saratoga fue en 1896 no en 1897. La historiografía comunista siempre exagera las acciones militares entre los enemigos transformado lo que muchas veces fueron ligeros tiroteos o combates de alguna envergadura en batallas al estilo Stalingrado o Waterloo.como la batalla de Saratoga en 1897, la mayor de la guerra del 95, en la que diezmó al ejército mandado por el general español Ximénez Sandoval (cuya tropa había matado a Martí en Dos Ríos), tal vez el mejor general ibero en Cuba, y el que fue el último Capitán General español, a quien cupo el triste papel de entregar el mando de la isla al jefe del ejército expedicionario norteamericano el 1ro de enero de 1899, con lo que terminó la guerra.
Posdata: Tengo una Tesis reciente escrita por un historiador español sobre las bajas españolas en combate durante la lucha contra los mambises de 1895-1898. En el mejor momento de la insurgencia cuando Maceo y sus huestes rondaban cerca a la Habana, el número mensual de muertos españoles por acción era de un poco más de 130 y 140. Cuando llegó Weyler derrotó a Antonio Maceo, el empuje y la letalidad de la rebelión se redujo notablemente. Una vez que Ramón Blanco remplazó a Weyler en noviembre de 1897, las muertes en combate de España eran un poco mayor a las 70 ( sin contar los heridos graves no podían regresar al servicio). Sin embargo, cuando el Maine explotó en La Habana los rebeldes aumentaron su fuerza y causaban más de 90 fallecidos mensuales.
Gráfico nº 2.6. Mortalidad de las tropas españolas durante el mandato del Gral. Blanco
Noviembre 1897: 77 muertos en combate
Diciembre 1897: 95 muertos en combate
Enero 98: 67 muertos en combate
Febrero 1898: 94 muertos en combate
Marzo 1898: 94 muertos en combate
Abril 1898: 104 muertos en combate
https://riucv.ucv.es/handle/20.500.12466/1701
Mortalidad de las tropas españolas en la guerra de Cuba (1895-1898)
Autor(es)
Navarro Chueca, Francisco Javier
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