FORT DELAWARE, 06:05 del 20 de julio de 1898El soldado James estaba intranquilo. Como muchos jóvenes, soñaba con ser un héroe y veía una amenaza en cada ruido, y un español acechante en cada sombra de la noche. Agraciado con la última guardia de la noche por sus superiores, mantenía la vigilia, soñando despierto con ataque españoles que, le permitiesen dar muestras de su valor.
Faltaba poco para el amanecer cuando un quedo murmullo llamo su atención en el río. Ahora, todo su cuerpo parecía querer gritarle ¡Alerta! durante unos minutos trato de reprimir esos impulsos, pero tenía el vello de la nuca erizado, y un nudo en el estómago. Ahí fuera había algo, estaba seguro. Con manos temblorosas, cogió su fusil Krag Jorgensen y alimento la recamara, mientras trataba de identificar el origen de los ruidos que, escuchaba cada vez más cercanos.
(1)Seria precisamente gracias a esto que logro divisar un grupo de lanchas que, se dirigían a la pequeña isla. Precisamente ahora le asaltaron las dudas ¿No serían contrabandistas o pescadores locales? ¿Qué pasaría si daba la alerta y no eran enemigos? Con todo, no tardo más que unos segundos en preparar su fusil y dar la voz de alarma.
Sus dudas se disiparon de golpe, advertidos los desconocidos de haber sido descubiertos, abrieron fuego sobre el fuerte mientras trataban de imprimir más velocidad a sus lanchones, llegando a tierra poco después.
Desafortunadamente para ellos, lo hicieron al suroeste del fuerte, en una zona de humedales, en las que los hombres se atascaron entre los cañizos y el barro, dando tiempo a los defensores a acudir a sus puestos. Los españoles estaban frente al fuerte Delaware, pero pronto se verían obligados a arrojarse a tierra ante el fuego de los cada vez más numerosos defensores. Por ello, fuerte Delaware continuaba activo cuando apareció la escuadra española.
Faltaban unos minutos para el amanecer, cuando unas millas al sur el Carlos V reanudo la marcha, seguido por los cruceros auxiliares, el yate armado Urania y el destructor contratorpedero Proserpina. Minutos después del amanecer el Carlos V viraba a babor para seguir el suave trazado del río, enfilando así los fuertes que, conformaban las defensas norteamericanas en la zona.
Desde los buques se escuchaba un tiroteo era muy intenso en los fuertes Delaware y Mott, pero ya inexistente en el fuerte Dupont, en el que una densa nube roja señalaba había sido conquistado por la infantería. Para un comandante menos osado que el capitán de navío D José Jiménez, eso hubiese significado detener el ataque o tratar de atravesar la zona entre el conquistado Fort Dupont y Fort Delaware, para así disminuir los daños. Pero él, deseaba poder hacer uso de toda la artillería del buque, por lo que decidió ascender por el brazo del río situado la derecha de Pea Pacht.
En Fort Delaware, el mando había recaído en el Tte Giggins, cuando una ráfaga disparada por una ametralladora Nordenfelt de 11mm situada en uno de los lanchones españoles, había acabado con la vida del comandante y su plana mayor cuando trataban de inspeccionar el frente en los primeros compases del ataque. No por ello se amilano ante tamaña responsabilidad, ordenando a sus hombres responder al ataque con todo el armamento disponible. Poco después la situación empeoraría con la aparición de los buques españoles que, le obligaron a detraer hombres de la defensa para servir a los cañones Rodman del fuerte.
Minutos después, el fuerte disparaba sus primeros cañonazos sobre el buque que encabezaba el ataque, si bien con poca precisión, sin duda producto de los anticuados cañones de ánima lisa. Por el contrario, el buque español, identificado como el Carlos V, inicio un feroz fuego con sus cañones de tiro rápido contra los fuertes Delaware y Mott. Precisamente en este fuerte se escuchaba un intenso tiroteo, producto sin duda de un ataque terrestre similar al que ellos mismos sufrían. Por el contrario, en fuerte Dupont, tan solo se habían escuchado unas explosiones y unas descargas de fusilería, antes de hacerse el silencio. Minutos después, sus temores se verían confirmados por la aparición de una bandera española sobre dicho Fuerte.
En la vecina Delaware los vecinos corrían asustados ante los combates que, se sucedían cerca de su pequeña ciudad. El Sheriff y el alcalde de la ciudad, trataron de hacerse cargo de la situación, pero el pánico se extendía rápidamente, los ciudadanos corrían en todas direcciones mientras ensillaban o enganchaban sus caballos a las carretas para huir. Frente a ellos, en el río, un poderoso buque español disparaba a gran velocidad sobre Fort Delaware, del que partían, si bien a un ritmo mucho menor, unos esporádicos disparos.
La situación sin duda era extremadamente mala, pensó el Sheriff cuando trato de telegrafiar al gobernador para ponerle en alerta. Sin embargo el telégrafo había enmudecido, sin duda cortado por los atacantes. No tendría más remedio que enviar a sus ayudantes a las localidades vecinas para tratar de dar la alarma desde allí.
A bordo del crucero Carlos V recibieron el primer impacto cuando aún estaban a 4.000 metros del fuerte, se trataba de la granada de un cañón de ánima lisa que, reboto inofensivamente en su coraza causando una abolladura. Eso era malo, pensó el capitán Jiménez, aunque la fina coraza del crucero había resistido, habían logrado impactarles pese a la gran distancia, y él seguía sin poder responder a los cañones enemigos sin arriesgarse a bombardear a la columna de desembarco. Tan solo dos minutos después, cuando las fuerzas de tierra marcaron sus posiciones con humo verde, dio orden de responder al fuego. Para entonces ya había sido alcanzado otras dos veces, y aunque los daños fueron menores, habían sufrido las primeras tres bajas.
A partir de ese momento el duelo del Fuerte Delaware con los buques españoles estaba resultando tremendamente desigual, los modernos cañones de tiro rápido de la escuadra española pulverizaban los muros de mampostería del fuerte, mientras los viejos cañones Rodman de este, apenas podían hacer un disparo cada dos o tres minutos. Para empeorar las cosas, el ataque de la infantería española había obligado a destinar a numerosos hombres a la defensa, lo que redundaba en un menor número de cañones disponibles. Todo parecía indicar que el fin del fuerte estaba próximo, pero el Tte. Giggins no estaba dispuesto a ceder al desánimo. Al menos ganaría tiempo y trataría de dañar al enemigo.
En Fort Mott, el ataque español, en el que los soldados emplearon las granadas para sacar a los defensores de los barracones, por fin había obligado a los defensores norteamericanos a capitular. Inmediatamente, los soldados empezarían a agrupar a los prisioneros, y ofrecer los primeros auxilios a los heridos. Mientras, otros soldados corrieron a los cañones para ponerlos en funcionamiento.
Para Giggins, el duelo con el Carlos V y los 4 cruceros auxiliares fue terriblemente adverso, los 13 cañones medios y los dos grandes Hontoria de 28cm, arrancaron varias piezas de sus bastiones en pocos minutos. Además, poco después los cañones de Fort Moot se sumaban al combate, pero ya en manos españolas, lo harían disparando sobre Fort Delaware.
El Carlos V
(2), por su parte, siguió río arriba seguido de dos cruceros auxiliares, mientras, el Monstserrat, el Urania, y el Proserpina, permanecieron en la zona bombardeando el fuerte norteamericano. Solo cuando los soldados españoles lograron alcanzar el interior de la fortaleza, y empezaron a emplear profusamente cargas de dinamita para limpiar la fortaleza, el Tte Giggins, herido en el brazo y en el pecho
(3), accedería a parlamentar. Toda resistencia era ya inútil.
Eran las 10 de la mañana y la lucha por Fort Delaware había durado casi 4 horas.
- Se trataba de los motores a vapor de las lanchas
- Durante el combate sería alcanzado 9 veces en total, sufriendo 14 bajas, entre ellas 3 muertos, aunque sin sufrir daños de consideración.
- El Tte Giggins sobreviviría al combate aunque perdería el brazo. Años después se convertiría en senador de los EEUU
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.