Dejando a un lado interpretaciones judiciales, sentencias y hechos que tienen, a veces, más que ver con las excusas expuestas que con la realidad de la situación y las verdaderas pretensiones de unos y otros, quisiera recordar a algunos que ampararse en el
principio de legalidad para dar por buena una causa es un error mayúsculo. Bajo ese principio de lo "legal" se han cometido muchas tropelías a lo largo de la historia de la humanidad; sin ir más lejos, y por poner algunos ejemplos, el
Derecho de pernada, el
Apartheid (que tomó forma jurídica al ser respaldado por leyes promulgadas a tal efecto), o cualquiera de las muchas actuaciones llevadas a cabo por gobiernos tiránicos que ascendieron al poder
legalmente: nazis, fascistas, comunistas... Por lo tanto, las causas hay que enjuiciarlas atendiendo a su valor intrínseco. Y los principios de legalidad en los que se amparaban los señores del Sur eran intrínsecamente perversos.
El 90% de los que lucharon del lado Confederado no hubiesen tenido problema alguno al velar por sus intereses sociales y/o comerciales frente al Norte mediante la negociación y el Congreso. Y no hubiesen tenido problemas porque sus necesidades eran simples y básicas, tan elementales como las de los hombres y mujeres del Norte en su misma situación. No hubiesen participado en semejante guerra porque ese 90% no tenía esclavos, ni latifundios, ni grandes negocios; no formaba parte de ese "Sueño Romántico Sureño" compuesto por aristocráticas damas, elegantes caballeros de cuidadas formas europeas, ni con aquellas enormes mansiones de estilo clásico repletas de candelabros de plata, siervos con levita y carísimo mobiliario importado de Francia o Inglaterra.
Aquellas encantadoras y piadosas damasNada que ver con las "otras" sureñasY mucho menos con éstas otras.El denominado "Sur" era un régimen neofeudal, aristocrático y profundamente clasista, amén de racista, claro está. Ese 10% que componía la élite del Estado y que a la postre era el Estado mismo, creía estar por encima de todo: otras razas, e, incluso otros conciudadanos que no habían tenido la suerte de haber nacido ricos o aristócratas, como en cualquier sociedad feudal de la historia. Ese 10% controlaba los territorios, las ciudades y los pueblos; generaba las leyes que les convenían; otorgaban cargos políticos y judiciales que se sometían a sus intereses, defendían el perímetro de su status con sicarios de toda condición para el trabajo sucio, y, en definitiva, tenían de "demócratas" lo que de "verdaderos patriotas". Nada. Su patria eran sus campos de algodón; su bandera, el viejo escudo heráldico de la familia, y sus únicos principios eran los que hacían fluir los dólares permitiendo que aquel statu quo se perpetuase. Habían, con su llegada a los nuevos territorios y con el paso del tiempo, constituído una
sociedad estamental, que tirando de la wiki, queda definida como: "Un tipo de organización social basada en la desigualdad de condiciones, sancionada por el sistema jurídico-político y legitimada tradicional y teológicamente (por la costumbre y/o por una ideología de base religiosa), en el que los individuos permanecen adscriptos a diferentes categorías (estamentos), ordenadas jerárquicamente dentro de su grupo humano, que prescriben la esfera de actividades a las que se pueden dedicar y sus limitaciones políticas, y que son en principio relativamente inflexibles a las variaciones e independientes de las acciones o logros (económicos, políticos, militares, intelectuales) de los individuos". Y claro está, en la base de esa pirámide estamentada estaba la mano de obra esclava. Por otro lado, el meramente "burgués", y tan minoritario como los aristócratas, se limitaba a aquello de "ni quito ni pongo rey; me limito a servir a mi señor"; velaban por su intereses y, aunque atendiendo a ésto entendieran que no interesaba una guerra, no hicieron gran cosa por evitarla.
Los otros "caballeros" sureños, que por otro lado, eran abrumadoramente mayoritarios entre la población blanca.Pero las corrientes de pensamiento humanista surgidas de la
Revolución Francesa y la
Ilustración dieron al traste con sus pretensiones: otras sociedades hasta el momento parecidas a las sureñas fueron más listas y se doblegaron inteligentemente a las nuevas ideas; intuyeron su fuerza y se dedicaron a contrarrestarlas de forma más sutil. Ellos, aquellos aristócratas sureños, no; no estaban dispuestos a perder su paraíso de privilegios para unos cuantos. Y lo hicieron ganándose para "su" causa (no la de los sureños) a todos aquellos que, carentes de estudios, formación e inteligencia, cayeron en sus redes del falso patriotismo y la falacia, es decir y remitiéndome a lo descrito en la RAE: "Argumento falso
pero aparentemente verdadero para inducir a error o engaño". Eso de enarbolar las banderas ha dado mucho fruto a todos los fascinerosos que en el mundo han sido. Y sigue dándolo.
La esclavitud, máximo exponente y representación de su poder, pese a lo que otros han querido minimizar, fue la piedra angular de las discrepancias, el leitmotiv del conflicto y su
casus belli. Veían en su desaparición el fin de su mundo y de las reglas sagradas en las que fundamentaban "su estilo de vida"; creían estar dando una imagen de lo que se podría llamar
neodespotismo ilustrado, paternalista y desigual en el que ellos "cuidaban de todo". de los negros, de los pobres, de la justicia, de las leyes... Pero a los ojos de los Ilustrados de ideas más renovadoras y revolucionarias la cosa no era así; no les engañaban con sus buenas formas y sus cuentos de negros agradecidos a sus amos. Sociedad feudal, estamental o bajo las ideas del despotismo ilustrado son casi una misma cosa en la que sólo el tiempo transcurrido marca la diferencia. Y Abolicionistas, antiesclavistas, progresistas de todo género tenían muy claro lo que querían imponer como "principios fundamentales indiscutibles del ser humano". Y como en otros lugares, antes y después, las ideas humanistas, convertidas en grupos de presión, fueron de un calado tan profundo, tan imparable, que acabó, también, con aquellos caballeretes sureños y su Viejo Olimpo de la aristocracia. Y no debe extrañarnos; lo seguimos viendo hoy en día: las corrientes de pensamiento recorren el planeta cambiando el signo de los tiempos. Por poner un ejemplo, y pese a señores de la guerra, jefes tribales, teocracias de toda índole, nunca ha habido tantas naciones gobernadas bajo una democracia, o en visos de estarlo, como ahora. Habrá quien se oponga a ver sus privilegios mermados, su poder desvanecido; alegarán "legalidades" que sólo entienden ellos, y "costumbres" y "tradiciones", y se ganarán para ellos a toda la carne de cañón que puedan, pero caerán como cayeron otros que se creían más poderosos.
La "romántica" vida en un campo de algodón.Y aquí, enseñándoles a ser románticos y buenos trabajadores.Por otro lado, está la historia de los personajes, algunas veces heroica, otras vil. La admirable, en términos bélicos, actuación de hombres como Lee o Stonewall Jackson no debe distraernos de la idea de que eran, como muchos otros a lo largo de la historia, grandes hombres, pero equivocados; el cumplimiento del deber, su sentido de la responsabilidad, fuesen esclavistas o no, lo desempeñaron en el bando erróneo. Puede que, incluso, lo supieran; Stonewall Jackson y su profundo sentido religioso cuadra muy poco con la causa que defendía; los motivos que vio o le hicieron ver para, no obstante, secundar la rebelión, él los sabría. Puede que todo se debiese a una razón tan prosaica como el simple orgullo personal.
Puede que alguno piense que lo expuesto es simplificar mucho el capítulo de la GCA, pero es que a veces es lo mejor a la hora de enjuiciar un asunto complejo, ya que reducirse a los detalles te hace entrar en una espiral infinita que no hace más que distraerte de lo verdaderamente esencial. En fin, he disfrutado de vuestra diatriba jurídica. Es siempre un placer leer sobre tantos y tan detallados datos.
Un plan que no puede modificarse, no es un buen plan.