carlos perez llera escribió:Tienen, como todo chaval de 18 años el derecho a equivocarse y salir ellos mismos de sus propios errores, y efectivamente, aunque nuestra experiencia en la vida debe ayudar, debe hacer sólo eso, ayudar, no dirigir ni forzar.
No pensemos en los niños de hace 5 años porque ya no lo son, son hombres y mujeres hechos y derechos, que conocen perfectamente lo que se juegan y ya se meten ellos presión más que suficiente para que nosotros les metamos más y aunque nos parezca que nunca el tiempo que dedican es el necesario
, saben que es lo que tienen que hacer.
Con respecto al derecho a equivocarse, a la obligación de acertar, a la de salir ellos mismos de sus propios errores, etc. siempre he tenido y sigo teniendo muchas dudas con respecto a la actuación de unos padres.
Entiendo su derecho a equivocarse, lo que no debe ir, creo, en perjuicio de mi obligación a evitarlo. Entiendo que han de salir ellos mismos de sus errores, entre otras cosas porque son muy suyos; lo que no siempre es posible dado que entre ellos y nosotros no hay la estanqueidad suficiente como para que no nos afecten. También entiendo que, a veces, dependiendo de la magnitud del error, la ayuda, que, evidentemente, siempre estará ahí, ha de pasar a mayores, a dirigir y forzar, cuando la situación lo requiera.
También tengo serias dudas de que con 18 sean hombres y mujeres hechos y derechos. Yo no me puedo quejar, más bien al contrario, de la "materia prima" que Dios me ha dado. Me considero un privilegiado, pero también he de decir que con 18 años aún están, bajo mi punto de vista y experiencias ajenas así me lo demuestran, muchos de ellos en la edad de riesgo social.
A modo de ejemplo os puedo decir que un cadete de la AGM, actualmente en segundo, que acabó bachiller con una nota media de 9,65, además de estudiar en un conservatorio profesional y tocar, con sus ensayos y actuaciones correspondientes, en una banda de música, comenzó el curso actual un poco relajado porque " yo ya he hecho primero de una ingeniería y sé cómo tengo que estudiar". A pesar de que le insistí en que éxitos anteriores no garantizaban otros futuros, los primeros exámenes del primer cuatrimestre no le fueron todo lo bien que esperaba (hasta tuvo la osadia de hacer lo que nunca en su vida había hecho: preparar un examen la tarde anterior. No hace falta que os hable del resultado...) admitiendo que se había unido a un grupo de tres compañeros con poco ambiente de estudio y que en los siguientes exámenes remontaba, lo que efectivamente logró aprobando todas las asignaturas en febrero.
Con lo anterior quiero decir que, a mi parecer, la presión, y cada padre sabrá dar la dosis adecuada, pues la que para unos es mucha para otros es imperceptible por la fuerte "coraza protectora", ha de estar siempre ahí, si son buenos para que no dejen de serlo, si no lo son para que lo sean.
Sin ánimo de polemizar y sin decir que mi idea sea la correcta ni todo lo contrario, así lo veo yo.
Saludos.