El ‘oro negro’ enciende el conflicto por las islas Malvinas La exploración de petróleo en el área por parte de firmas británicas tiene en alerta a Argentina.
Una pobre viejecita demente inglesa recluida en su casa y que recuerda solo flashes del pasado, abandonada por quienes antes la siguieron. Una mujer que se supo imponer en el reino de los hombres, como si fuera un ícono feminista.
Esas son las dulces imágenes que la película La Dama de Hierro, recién estrenada en Buenos Aires, transmite de Margaret Thatcher, la mujer, que durante la guerra de las Malvinas en 1982, dio la orden de hundir el Crucero General Belgrano, un buque de guerra argentino que navegaba por fuera del área de exclusión, causando la muerte de 323 marinos.
En otra operación publicitaria, la prensa inglesa destaca el viaje del príncipe Guillermo a las islas Malvinas, donde pasará seis semanas en lo que los funcionarios británicos llaman un entrenamiento “humanitario”, separándose por primera vez de Kate, su elegante esposa.
Menos romántica es la imagen del destructor HMS Dauntless, uno de los buques más avanzados de la Marina británica, que se dirige hacia las islas.
Cuando se cumplen 30 años de la guerra, la suerte de las Malvinas vuelve a estar en la primera plana de las noticias internacionales. Nadie espera un nuevo conflicto armado, pero el aniversario está elevando la temperatura entre Londres y Buenos Aires.
¿Por qué unos islotes perdidos en el mar, con una población de 3.000 habitantes, son capaces de encender las chispas de semejante enfrentamiento?
La guerra y sus consecuencias
Desde que en 1833 los barcos ingleses ocuparon las islas, Argentina lucha por recuperarlas. Las Malvinas están ubicadas en la plataforma continental americana, a 500 Km. de la costa, y a más de 12.000 Km de Londres.
En la actualidad, las islas son uno de los 16 territorios en la lista del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas. La Constitución de Argentina dispone que la recuperación de las islas es un objetivo permanente e irrenunciable.
De manera que, tanto desde el punto de vista geográfico como del derecho internacional, no hay duda de que las Malvinas son de Argentina y de la legitimidad del reclamo sobre su soberanía.
A pesar del insignificante peso geográfico, económico y político de las Malvinas, la guerra de 1982 adquirió una dimensión continental e internacional cuyas consecuencias se sienten hasta hoy.
La guerra surgió como una disputa entre dos gobiernos que buscaban sobrevivir. La dictadura militar argentina recuperó las islas amparándose en la justicia del reclamo por su soberanía, cuando la popularidad de los gobernantes de facto caía y empezaban las manifestaciones y las huelgas.
Del otro lado del Océano, Margaret Thatcher se debatía en medio de la impopularidad de las medidas económicas de reducción del Estado.
Los militares argentinos no calcularon los riesgos y creyeron que Estados Unidos los apoyaría, al invocar la cláusula del Tratado de la OEA, según el cual un ataque contra uno de sus miembros por una potencia extranjera, sería repelido por todos.
Pero Ronald Reagan se alineó con su amiga Thatcher, y los militares argentinos desataron lo opuesto de lo que se proponían: un fervor nacional que quebró los marcos de la ajada dictadura. Millones salieron a las calles, decenas de miles se anotaron como voluntarios, y todas las plazas de las ciudades suramericanas se llenaron de marchas y de actos de apoyo.
Al haber puesto en marcha movimiento que no podían controlar, los altos mandos se rindieron. Mientras que mil soldados argentinos perdieron la vida, Alfredo Astiz, el mismo que entregó a las Madres de Plaza de Mayo y que fue parte del grupo de torturadores de la Armada, se rindió sin luchar. La Dama de Hierro, que no tuvo escrúpulos para hundir el Crucero General Belgrano, se había ganado su fama.
Petróleo
La importancia política de las Malvinas trasciende su tamaño y su economía, que hasta hace poco se basaba en la cría de ovejas y la pesca. Ahora, una potencia mundial ocupa con una base militar un territorio que hace parte de la plataforma continental americana, y pretende cada vez más derechos sobre el Atlántico Sur.
Desde 2010 empresas británicas iniciaron la exploración petrolera en aguas de las Malvinas. La firma inglesa Rockhopper detectó depósitos de petróleo y la firma estadounidense Anadarko Petroleum estaría por cerrar un acuerdo con Rockhopper.
Según el diario londinense The Sun, el acuerdo sería un “golpe de martillo a la Argentina y un gran logro para David Cameron, que cambiará las vidas de 3.000 habitantes de las Islas Malvinas”.
Anadarko acaba de llegar, además, una nueva plataforma petrolera, contratada por dos empresas británicas, Falklands Oil and Gas Limited y Borders and Southern, para taladrar el subsuelo marino.
Los ingleses usan la carta del petróleo para justificar su interés en las islas, pese a que el ministro británico de Energía, Chris Huhne, dijo que los resultados de las primeras exploraciones son “decepcionantes”.
Argentina reclama la terminación de esta exploración, porque modifica el statu quo antes de que la cuestión de la soberanía se resuelva, para defender sus propios recursos naturales, en un país cada vez más necesitado de crudo y de combustibles.
30 años después
Como Thatcher en su momento, tres décadas más tarde, el gobierno conservador de David Cameron vuelve a enarbolar el fantasma de las Malvinas por razones políticas, acosado como está por la más grave crisis económica desde 1929.
En Argentina, el tema Malvinas unifica todo el arco político en un rechazo unánime al colonialismo inglés. La situación no va hacia un nuevo conflicto bélico.
“En lo militar, aunque en los próximos meses el Reino Unido refuerce la guarnición de las islas, no hay riesgo de un nuevo conflicto bélico, porque Argentina hoy no tiene ni la intención ni la capacidad de atacar las islas”, dijo el analista Rosendo Fraga, del Centro para la Nueva Mayoría.
Argentina busca medidas diplomáticas, como la que tomó Mercosur, al no permitir el ingreso a los puertos los países que conforman ese bloque de buques con bandera de las islas.
Sin embargo, como dice Fraga, “es una medida más simbólica que efectiva para impedir el abastecimiento, dado que seguirán llegando buques británicos y de otros países, incluso los que pescan con patente del gobierno de las islas”.
Paul Routledge, conocido periodista inglés, se preguntó para qué mantener el control de las islas: “Cientos de miles de ingleses, sino millones, que vivían en Kenia, Rodesia, Hong Kong, Malasia, Chipre y las otras colonias, tuvieron que aceptar el fin del estatus colonial. ¿Por qué las Malvinas deben ser distintas?”
Para Routledge, la política de Cameron y los tories “puede recibir aplausos baratos en Westminster con sus promesas de dar a los isleños poder de veto sobre su futuro, pero es insostenible a largo plazo”.
Si bien existe el argumento del gas y el petróleo, defender esa exploración agregaría un gasto enorme a los 65 millones de libras anuales para sostener un ejército de ocupación de 1.300 hombres.
“Sería más barato restablecer a los isleños en Gran Bretaña y habría menos problemas internacionales”, puntualiza.
“El colonialismo ha pasado de moda en el Siglo XXI, y no podremos apoyarnos en Estados Unidos para respaldar nuestro reclamo”, concluye, porque en Washington ya no dicen Falklands sino Malvinas.
Las sumas petroleras
La británica Rockhopper Exploration anunció que invertirá 2.000 millones de dólares en la perforación de un pozo y espera comenzar a extraer crudo en 2016 para llegar, en 2018, a 120.000 barriles diarios.
Rockhopper estima que las reservas en Malvinas son de 350 millones de barriles de petróleo recuperable.
Según el diario inglés ‘The Times’, 200 millones de barriles equivalen a US$ 25.000 millones y 350 millones representarían más de US$ 40.000 millones.