Guerra Austroholandesa
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Guerra Austroholandesa
LOS PRINCIPALES PROBLEMAS EUROPEOS A FINES DEL SIGLO XVIII
Aunque la Revolución Francesa se convertirá en el eje capital de la política europea por más de dos décadas, condicionándola y determinándola, lo cierto es que en sus inicios no fue considerada un hecho tan importante, para el resto de las potencias europeas, ni si quiera en el campo de las relaciones exteriores. Cada una de las grandes naciones se concentraba en sus propios problemas y hacia 1789 los principales conflictos del Continente no se centraban en la Revolución. Hasta entonces, el problema de los Países Bajos, la cuestión polaca, los conflictos de los Balcanes y del Báltico centraban la atención de las cancillerías y secretarías de estado de los diferentes países. Hasta un pequeño incidente hispanobritánico en un punto remoto de la América del Norte, se consideró, en su momento, como un factor más preocupante para la estabilidad europea, que los incidentes que estaban ocurriendo en Francia. No sería sino hasta 1791/92 cuando Europa comprendiera la verdadera dimensión de aquellos sucesos.
1.- LA CUESTIÓN DE HOLANDA
Para el emperador José II, el cierre del Escalda al comercio, le ocasionaba un gran perjuicio económico a su provincia de Brabante, y ello debido a que el tratado de Westfalia, firmado el 30 de enero de 1648, no sólo reconocía la independencia de los Países Bajos de España, tras una serie de guerras que duraron 80 años, sino que, en su artículo 14º, estipulaba el cierre del Escalda. Esta disposición era un reconocimiento al antiguo derecho de etapa, por la que los barcos extranjeros debían trasvasar sus mercancías a buques holandeses al entrar en el Escalda. Los Países Bajos interpretaron muy alegremente este artículo y el derecho que les concedía, extendiendo, de modo poco legal, su aplicación al punto de no permitir el paso del río a ningún barco extranjero.
Por el tratado de la Barrera, del 15 de noviembre de 1715, España cedió el resto de sus posiciones en Flandes a Austria. Los estados de Brabante y Flandes protestaron ante el emperador por las consecuencias de aplicar ciertas estipulaciones del tratado, que suponían, en cierto modo, un sometimiento a su vecino holandés. Protestaron, además, de que el tratado menoscababa sus libertades y prerrogativas, al obligarles a pagar un subsidio, de 1.250.000 florines anuales, a Holanda, como si fueran un dominio, cuando, según sus leyes, sólo debían pagar aquellos subsidios que hubieran sido votados por sus representantes, y a aceptar determinadas cargas, como el derecho que adquirían los holandeses para inundar el territorio. La Convención de La Haya (1718) dulcificó algunas medidas, como la extensión de las tierras a inundar, que se redujo en 4/5ª partes o la entrega al emperador de las tierras que Francia había cedido en Utrecht y que se encontraban desde entonces ocupadas por los holandeses, a cambio de unas tierras del emperador en Flandes. Los holandeses cumplieron el acuerdo, pero los austríacos sólo entregaron parte de las tierras de Flandes que se habían comprometido a ceder.
La fundación de la Compañía de Ostende, con la que el emperador Carlos VI intentaba que sus súbditos tomaran parte en el comercio ultramarino, fracasó por la decisiva oposición holandesa. Las diferencias entre Austria y Holanda continuaron a lo largo del siglo XVIII en tres grandes asuntos: los subsidios, la navegación por el Escalda y la cesión. de aquella parte de Flandes acordada en la Convención de La Haya.
Finalmente, aprovechando la guerra entre Gran Bretaña y los Países Bajos, el emperador José II denunció, el 11 de marzo de 1782, el tratado de la Barrera. Ante los hechos consumados, Holanda tuvo que resignarse, pero se reservaba su libertad de acción para defender los derechos concedidos en aquellos tratados.
La facilidad con que los holandeses habían cedido, animó al emperador para pedir una rectificación fronteriza en base a los tratados firmados el 20 de septiembre de 1664 y el 30 de agosto de 1673, entre el rey de España, Felipe IV, y los Estados, ya que el emperador se consideraba depositario de los derechos de la rama española de la Casa de Austria. El pretexto para exigir esta rectificación fue el entierro, en 1783, de un soldado holandés de la guarnición de Liefkenshoek, en la población de Doele, en los Países Bajos austríacos. El gobierno de Bruselas ordenó a un destacamento de la guarnición de Gante que desenterrasen al cadáver del soldado y lo tirasen al foso del fuerte de Liefkenshoek, mientras otro destacamento, de la guarnición de Brujas se apoderó, el 4 de noviembre, de los fuertes holandeses de Saint Douses, Saint Paul y Saint – Job, situados a lo largo del canal que se extiende desde Brujas a L´Écluse y de otros lugares y distritos dentro de los límites que habían sido fijados en la convención de 1664. El gobierno holandés elevó una queja diplomática al emperador, el cual respondió que se atenía al convenio antes mencionado y que consideraba sin validez la convención de 1718. No obstante, José II propuso la celebración de una conferencia en Bruselas para terminar de forma amigable las diferencias entre ambos países.
Y es que, los humanos, en su empecinamiento, no dejan, si quiera, descansar a los muertos.
saludos
Aunque la Revolución Francesa se convertirá en el eje capital de la política europea por más de dos décadas, condicionándola y determinándola, lo cierto es que en sus inicios no fue considerada un hecho tan importante, para el resto de las potencias europeas, ni si quiera en el campo de las relaciones exteriores. Cada una de las grandes naciones se concentraba en sus propios problemas y hacia 1789 los principales conflictos del Continente no se centraban en la Revolución. Hasta entonces, el problema de los Países Bajos, la cuestión polaca, los conflictos de los Balcanes y del Báltico centraban la atención de las cancillerías y secretarías de estado de los diferentes países. Hasta un pequeño incidente hispanobritánico en un punto remoto de la América del Norte, se consideró, en su momento, como un factor más preocupante para la estabilidad europea, que los incidentes que estaban ocurriendo en Francia. No sería sino hasta 1791/92 cuando Europa comprendiera la verdadera dimensión de aquellos sucesos.
1.- LA CUESTIÓN DE HOLANDA
Para el emperador José II, el cierre del Escalda al comercio, le ocasionaba un gran perjuicio económico a su provincia de Brabante, y ello debido a que el tratado de Westfalia, firmado el 30 de enero de 1648, no sólo reconocía la independencia de los Países Bajos de España, tras una serie de guerras que duraron 80 años, sino que, en su artículo 14º, estipulaba el cierre del Escalda. Esta disposición era un reconocimiento al antiguo derecho de etapa, por la que los barcos extranjeros debían trasvasar sus mercancías a buques holandeses al entrar en el Escalda. Los Países Bajos interpretaron muy alegremente este artículo y el derecho que les concedía, extendiendo, de modo poco legal, su aplicación al punto de no permitir el paso del río a ningún barco extranjero.
Por el tratado de la Barrera, del 15 de noviembre de 1715, España cedió el resto de sus posiciones en Flandes a Austria. Los estados de Brabante y Flandes protestaron ante el emperador por las consecuencias de aplicar ciertas estipulaciones del tratado, que suponían, en cierto modo, un sometimiento a su vecino holandés. Protestaron, además, de que el tratado menoscababa sus libertades y prerrogativas, al obligarles a pagar un subsidio, de 1.250.000 florines anuales, a Holanda, como si fueran un dominio, cuando, según sus leyes, sólo debían pagar aquellos subsidios que hubieran sido votados por sus representantes, y a aceptar determinadas cargas, como el derecho que adquirían los holandeses para inundar el territorio. La Convención de La Haya (1718) dulcificó algunas medidas, como la extensión de las tierras a inundar, que se redujo en 4/5ª partes o la entrega al emperador de las tierras que Francia había cedido en Utrecht y que se encontraban desde entonces ocupadas por los holandeses, a cambio de unas tierras del emperador en Flandes. Los holandeses cumplieron el acuerdo, pero los austríacos sólo entregaron parte de las tierras de Flandes que se habían comprometido a ceder.
La fundación de la Compañía de Ostende, con la que el emperador Carlos VI intentaba que sus súbditos tomaran parte en el comercio ultramarino, fracasó por la decisiva oposición holandesa. Las diferencias entre Austria y Holanda continuaron a lo largo del siglo XVIII en tres grandes asuntos: los subsidios, la navegación por el Escalda y la cesión. de aquella parte de Flandes acordada en la Convención de La Haya.
Finalmente, aprovechando la guerra entre Gran Bretaña y los Países Bajos, el emperador José II denunció, el 11 de marzo de 1782, el tratado de la Barrera. Ante los hechos consumados, Holanda tuvo que resignarse, pero se reservaba su libertad de acción para defender los derechos concedidos en aquellos tratados.
La facilidad con que los holandeses habían cedido, animó al emperador para pedir una rectificación fronteriza en base a los tratados firmados el 20 de septiembre de 1664 y el 30 de agosto de 1673, entre el rey de España, Felipe IV, y los Estados, ya que el emperador se consideraba depositario de los derechos de la rama española de la Casa de Austria. El pretexto para exigir esta rectificación fue el entierro, en 1783, de un soldado holandés de la guarnición de Liefkenshoek, en la población de Doele, en los Países Bajos austríacos. El gobierno de Bruselas ordenó a un destacamento de la guarnición de Gante que desenterrasen al cadáver del soldado y lo tirasen al foso del fuerte de Liefkenshoek, mientras otro destacamento, de la guarnición de Brujas se apoderó, el 4 de noviembre, de los fuertes holandeses de Saint Douses, Saint Paul y Saint – Job, situados a lo largo del canal que se extiende desde Brujas a L´Écluse y de otros lugares y distritos dentro de los límites que habían sido fijados en la convención de 1664. El gobierno holandés elevó una queja diplomática al emperador, el cual respondió que se atenía al convenio antes mencionado y que consideraba sin validez la convención de 1718. No obstante, José II propuso la celebración de una conferencia en Bruselas para terminar de forma amigable las diferencias entre ambos países.
Y es que, los humanos, en su empecinamiento, no dejan, si quiera, descansar a los muertos.
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La conferencia de Bruselas: el día de abertura de la conferencia, 4 de mayo de 1784, el conde Belgioso, plenipotenciario austríaco, presentó una Lista sumaria de pretensiones del emperador, que venía a ser una especie de ultimátum, en la que se exigía:
1.- Que los límites de Flandes fueran los establecidos de acuerdo al convenio de 1664.
2.- Que se demoliesen los fuertes de Liefkenshoek, Lillo, Cruys – Schans y Frédéric – Henri.
3.- Que se retirasen los navíos de guardia frente al fuerte de Lillo, pues la soberanía del emperador se extendía por todo el Escalda, desde Amberes a Saftingen.
4.- Que se entregasen todas las poblaciones ocupadas por Holanda, como pertenecientes al municipio de Bois – le – Duc, cuando siempre habían pertenecidos a la ciudad de Amberes.
5.- Que se le cediera el pueblo de Postel y los bienes de la abadía de Postel.
6.- Que Holanda cesara toda usurpación contra la soberanía del emperador con respecto a las villas denominadas de la Redención.
7.- Que cumpliesen con las obligaciones contraidas por el tratado del 30 de agosto de 1673 y le entregasen la ciudad de Maestricht y el condado de Vroenhoven, con todas sus pertenencias en el Mosa.
8.- Que se le indemnizara y restituyera por los ingresos que Holanda hubiera recibido por los conceptos señalados en los artículos anteriores.
9.- Que se le indemnizara por los daños y perjuicios sufridos por los derechos de entrada y salida que los holandeses habían mantenido durante muchos años en condiciones desfavorables, a pesar de que se habían comprometido a concluir un tratado de comercio.
10.- Que se le restituyera la ciudad y marquesado de Berg – op – Zoom, la ciudad y la baronía de Breda y de otras partes del Brabante holandés. Qué los holandeses le pagasen su deuda – parte de los atrasos debidos por las antiguas ayudas recibidas de la provincia de Brabante; y que, independientemente de la restitución de todo el capital, desde el momento en que esas provincias entraron bajo la soberanía holandesa,debían pagar en el futuro su cuota.
11.- La restitución o pago de toda la artillería y municiones que habían sido dejada a la custodia de los holandeses, así como el pago de los 2 millones de libras que Francia había pagado a Holanda en virtud del tratado de Aquisgrán.
12.- Finalmente, que se pagasen las diversas sumas reclamadas por civiles brabanzones por los suministros entregados a los holandeses en 1745 y 1746.
Estas demandas fueron inaceptables para las tres facciones que dominaban la política holandesa. Para el partido de los patriotas porque estaban en juego las conquistas históricas de las Provincias Unidas en detrimento de los Países Bajos españoles; el partido orangista porque tenía la base de su poder territorial en las zonas que le interesaban al emperador y el partido republicano, porque veía en el resurgir del puerto de Amberes la ruina del puerto de Amsterdam. Por todo ello, los holandeses respondieron que las pretensiones del emperador no tenían fundamento. Que Holanda no había recibido los pagos establecidos por el tratado de la Barrera.
Se vio pronto que las reclamaciones del emperador iban más allá de la posesión de unos fuertes o del pago de una indemnización. El 23 de agosto de 1784, José II declaró que renunciaría a todas sus pretensiones si Holanda permitía la libre navegación por el Escalda y reconocía a sus súbditos el derecho a comerciar directamente en las Indias y en los puertos de los Países Bajos.
Holanda se negó, por considerar tal proposición contraria a su independencia, a su seguridad y a su prosperidad. Consideraba, además, que tal propuesta se oponía al artículo 14º de la paz de Munster, que ordenaba expresamente el cierre del Escalda y el artículo 5º del tratado de Viena, que abolía la Compañía de Ostende y prescribía el cese de todo comercio de los Países Bajos austríacos con las Indias.
El gobierno holandés ordenó, pues, al vicealmirante Reynst que se situara con una escuadra en la desembocadura del Escalda e impidiese el cruce de los navíos imperiales o flamencos, al tiempo que buscaba una alianza con Francia; pero Versalles retrasó la contestación a la propuesta holandesa, pues temía que los Países Bajos entrasen en guerra con Austria, aliada de Luis XVI.
Saludos
1.- Que los límites de Flandes fueran los establecidos de acuerdo al convenio de 1664.
2.- Que se demoliesen los fuertes de Liefkenshoek, Lillo, Cruys – Schans y Frédéric – Henri.
3.- Que se retirasen los navíos de guardia frente al fuerte de Lillo, pues la soberanía del emperador se extendía por todo el Escalda, desde Amberes a Saftingen.
4.- Que se entregasen todas las poblaciones ocupadas por Holanda, como pertenecientes al municipio de Bois – le – Duc, cuando siempre habían pertenecidos a la ciudad de Amberes.
5.- Que se le cediera el pueblo de Postel y los bienes de la abadía de Postel.
6.- Que Holanda cesara toda usurpación contra la soberanía del emperador con respecto a las villas denominadas de la Redención.
7.- Que cumpliesen con las obligaciones contraidas por el tratado del 30 de agosto de 1673 y le entregasen la ciudad de Maestricht y el condado de Vroenhoven, con todas sus pertenencias en el Mosa.
8.- Que se le indemnizara y restituyera por los ingresos que Holanda hubiera recibido por los conceptos señalados en los artículos anteriores.
9.- Que se le indemnizara por los daños y perjuicios sufridos por los derechos de entrada y salida que los holandeses habían mantenido durante muchos años en condiciones desfavorables, a pesar de que se habían comprometido a concluir un tratado de comercio.
10.- Que se le restituyera la ciudad y marquesado de Berg – op – Zoom, la ciudad y la baronía de Breda y de otras partes del Brabante holandés. Qué los holandeses le pagasen su deuda – parte de los atrasos debidos por las antiguas ayudas recibidas de la provincia de Brabante; y que, independientemente de la restitución de todo el capital, desde el momento en que esas provincias entraron bajo la soberanía holandesa,debían pagar en el futuro su cuota.
11.- La restitución o pago de toda la artillería y municiones que habían sido dejada a la custodia de los holandeses, así como el pago de los 2 millones de libras que Francia había pagado a Holanda en virtud del tratado de Aquisgrán.
12.- Finalmente, que se pagasen las diversas sumas reclamadas por civiles brabanzones por los suministros entregados a los holandeses en 1745 y 1746.
Estas demandas fueron inaceptables para las tres facciones que dominaban la política holandesa. Para el partido de los patriotas porque estaban en juego las conquistas históricas de las Provincias Unidas en detrimento de los Países Bajos españoles; el partido orangista porque tenía la base de su poder territorial en las zonas que le interesaban al emperador y el partido republicano, porque veía en el resurgir del puerto de Amberes la ruina del puerto de Amsterdam. Por todo ello, los holandeses respondieron que las pretensiones del emperador no tenían fundamento. Que Holanda no había recibido los pagos establecidos por el tratado de la Barrera.
Se vio pronto que las reclamaciones del emperador iban más allá de la posesión de unos fuertes o del pago de una indemnización. El 23 de agosto de 1784, José II declaró que renunciaría a todas sus pretensiones si Holanda permitía la libre navegación por el Escalda y reconocía a sus súbditos el derecho a comerciar directamente en las Indias y en los puertos de los Países Bajos.
Holanda se negó, por considerar tal proposición contraria a su independencia, a su seguridad y a su prosperidad. Consideraba, además, que tal propuesta se oponía al artículo 14º de la paz de Munster, que ordenaba expresamente el cierre del Escalda y el artículo 5º del tratado de Viena, que abolía la Compañía de Ostende y prescribía el cese de todo comercio de los Países Bajos austríacos con las Indias.
El gobierno holandés ordenó, pues, al vicealmirante Reynst que se situara con una escuadra en la desembocadura del Escalda e impidiese el cruce de los navíos imperiales o flamencos, al tiempo que buscaba una alianza con Francia; pero Versalles retrasó la contestación a la propuesta holandesa, pues temía que los Países Bajos entrasen en guerra con Austria, aliada de Luis XVI.
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Comienzo de las hostilidades: Los austríacos decidieron forzar la situación. El 7 de octubre de 1784 zarpó un pequeño convoy del puerto de Amberes, formado por tres buques, dos mercantes y el bergantín “Le Louis”, dirigido este último por el capitán Lieven van Isseghem, de Ostende. A las siete de la tarde, el convoy pasó a la vista del fuerte holandés de Kruisschans, sin responder al “quién vive” de los centinelas. A las ocho de la mañana del día siguiente (8 de octubre), pasó frente al fuerte de Lillo. A las ocho y cuarto, una chalupa holandesa se acercó al bergantín imperial para solicitar las indicaciones sobre el viaje, pero el capitán se negó a mostrarlas. No lejos de allí, frente a la guarnición holandesa de Saaftingen, la expedición fue sorprendida por el bergantín holandés “De Dolfijn” (16 cañones), escondido en la costa. Éste disparó una salva de advertencia con los siete cañones de la banda de estribor, que obligó a van Isseghem a detenerse, pero se negó, una vez más, a dar las indicaciones exigidas. Fue entonces cuando el “De Dolfijn” disparó una bala de cañón, aunque sin apuntar al “Le Louis”, para reforzar su petición. Van Isseghem exigió una explicación y obtuvo por respuesta, tres nuevos cañonazos, de proyectiles sólido y de metralla, que alcanzaron al bergantín austríaco en diversos puntos, aunque sin producir heridos en su tripulación. Una segunda lancha holandesa se acercó, amenazando al “Le Louis” con hundirlo si continuaba hacia la desembocadura del Escalda.
Al día siguiente, 9 de octubre, una parte de la tripulación del “De Dolfijn” tomó posesión, de forma pacífica, del “Le Louis”, mientras que van Isseghem y un capitán de ingenieros, A. de Launoy, partieron a Bruselas para comunicar a las autoridades austríacas el incidente.
Pocos días después, el bergantín imperial, “Le Verwagtige”, del capitán van Pettenhoven zarpó de Ostende para realizar la ruta a la inversa y remontar el Escalda, pero también fue detenido por los barcos del vicealmirante Reynst, el 15 de octubre, sin que pudiera penetrar por la embocadura del río.
Saludos
Al día siguiente, 9 de octubre, una parte de la tripulación del “De Dolfijn” tomó posesión, de forma pacífica, del “Le Louis”, mientras que van Isseghem y un capitán de ingenieros, A. de Launoy, partieron a Bruselas para comunicar a las autoridades austríacas el incidente.
Pocos días después, el bergantín imperial, “Le Verwagtige”, del capitán van Pettenhoven zarpó de Ostende para realizar la ruta a la inversa y remontar el Escalda, pero también fue detenido por los barcos del vicealmirante Reynst, el 15 de octubre, sin que pudiera penetrar por la embocadura del río.
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Bueno, continuo con el relato:
Nada más conocer estas noticias, José II retiró a su embajador en La Haya, el barón de Reischach, rompió las negociaciones que se estaban desarrollando en Bruselas y ordenó a sus tropas que se preparasen para intervenir. El conde Belgiojoso, plenipotenciario austríaco, comunicó a su homólogo holandés que el emperador consideraba los incidentes ocurridos en el río como un insulto a su bandera, equivalente a una declaración de guerra. El 30 de octubre, La Haya protestó contra esta interpretación de los incidentes y retiró a su embajador en Viena, el conde de Wassenaer. Éste solicitó, a diferencia de su homólogo imperial, Reischach, una audiencia que no fue concedida.
La verdad es que el “casus belli” declarado por el emperador poco tenía que ver con el insulto a la bandera perpetrado por el “De Dolfijn”. Por su parte, los holandeses intentaban minimizar el incidente y negaban el ataque y la amenaza de hundir al convoy. Fue en esas circunstancias cuando la propaganda holandesa hizo circular la leyenda de la marmita; afirmaba que sólo se disparó un tiro de fusil al “Le Louis” que atravesó la marmita del navío. Es por ello que a este conflicto se le denomina la guerra de la marmita.
Ambas partes enfrentadas intentaron atraer a su bando al resto de las potencias. El emperador se dirigió a las diferentes cortes con unas declaraciones en las que anunciaba su intención de liberar a sus estados de una servidumbre impuesta por el tratado de Munster que no estaba en armonía ni con el estado actual de los asuntos ni con el espíritu que imperaba en Europa. Anunciaba que si obtenía la libertad de navegación por el Escalda, convertiría a Amberes en puerto franco.
Así pues, Austria usaba un pretexto para abrir el Escalda, mientras que Holanda pretendía minimizar el incidente para continuar con su hegemonía en el río.
Saludos
Nada más conocer estas noticias, José II retiró a su embajador en La Haya, el barón de Reischach, rompió las negociaciones que se estaban desarrollando en Bruselas y ordenó a sus tropas que se preparasen para intervenir. El conde Belgiojoso, plenipotenciario austríaco, comunicó a su homólogo holandés que el emperador consideraba los incidentes ocurridos en el río como un insulto a su bandera, equivalente a una declaración de guerra. El 30 de octubre, La Haya protestó contra esta interpretación de los incidentes y retiró a su embajador en Viena, el conde de Wassenaer. Éste solicitó, a diferencia de su homólogo imperial, Reischach, una audiencia que no fue concedida.
La verdad es que el “casus belli” declarado por el emperador poco tenía que ver con el insulto a la bandera perpetrado por el “De Dolfijn”. Por su parte, los holandeses intentaban minimizar el incidente y negaban el ataque y la amenaza de hundir al convoy. Fue en esas circunstancias cuando la propaganda holandesa hizo circular la leyenda de la marmita; afirmaba que sólo se disparó un tiro de fusil al “Le Louis” que atravesó la marmita del navío. Es por ello que a este conflicto se le denomina la guerra de la marmita.
Ambas partes enfrentadas intentaron atraer a su bando al resto de las potencias. El emperador se dirigió a las diferentes cortes con unas declaraciones en las que anunciaba su intención de liberar a sus estados de una servidumbre impuesta por el tratado de Munster que no estaba en armonía ni con el estado actual de los asuntos ni con el espíritu que imperaba en Europa. Anunciaba que si obtenía la libertad de navegación por el Escalda, convertiría a Amberes en puerto franco.
Así pues, Austria usaba un pretexto para abrir el Escalda, mientras que Holanda pretendía minimizar el incidente para continuar con su hegemonía en el río.
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Los preparativos austríacos: El historiador Edmundson sostiene que los imperiales disponían de un cuerpo expedicionario de 80.000 hombres, listo para intervenir en Holanda. No obstante, la mayoría de los historiadores consideran esta cantidad exagerada. En cualquier caso, Austria consideró el bloqueo del Escalda por la escuadra de Reynst, como una provocación deliberada y, mientras enviaba nuevas instrucciones al conde Belgiojoso, dio órdenes a su ejército para que presionara la frontera holandesa.
Los preparativos holandeses: Al otro lado de la raya fronteriza, los Estados se preparaban para una defensa vigorosa. El stathouder Guillermo V de Orange – Nassau, nombró jefe del ejército al conde de Maillebois, aconsejado por Federico II de Prusia como un magnífico sustituto del general Moellendorf, cuyos servicios habían sido solicitados por los Países Bajos, pero que el rey de Prusia no podía ceder sin comprometerse demasiado. Al mismo tiempo, cada estado preparó sus fuerzas locales, como el 18 de noviembre, cuando la provincia de Holanda encargó al conde riniano de Salm – Kyrburg la organización de un pequeño ejército.
En estas circunstancias, el partido patriota fue particularmente activo. Portador de exigencias democráticas y con el objetivo de organizarse para ocupar algún día el cargo de Stathouder, la amenaza imperial le dio el pretexto para intensificar la creación de las exercitiegenootschappen, pequeñas bandas armadas que practicaban el tiro y seguían las instrucciones de los jefes locales del partido.
Por otro lado, el almirantazgo de Friesland ofreció dos navíos de guerra... aunque en tan malas condiciones, que ni siquiera fueron capaces de zarpar del puerto de Harlinge, por lo que fueron desmantelados...
saludos
Los preparativos holandeses: Al otro lado de la raya fronteriza, los Estados se preparaban para una defensa vigorosa. El stathouder Guillermo V de Orange – Nassau, nombró jefe del ejército al conde de Maillebois, aconsejado por Federico II de Prusia como un magnífico sustituto del general Moellendorf, cuyos servicios habían sido solicitados por los Países Bajos, pero que el rey de Prusia no podía ceder sin comprometerse demasiado. Al mismo tiempo, cada estado preparó sus fuerzas locales, como el 18 de noviembre, cuando la provincia de Holanda encargó al conde riniano de Salm – Kyrburg la organización de un pequeño ejército.
En estas circunstancias, el partido patriota fue particularmente activo. Portador de exigencias democráticas y con el objetivo de organizarse para ocupar algún día el cargo de Stathouder, la amenaza imperial le dio el pretexto para intensificar la creación de las exercitiegenootschappen, pequeñas bandas armadas que practicaban el tiro y seguían las instrucciones de los jefes locales del partido.
Por otro lado, el almirantazgo de Friesland ofreció dos navíos de guerra... aunque en tan malas condiciones, que ni siquiera fueron capaces de zarpar del puerto de Harlinge, por lo que fueron desmantelados...
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La guerra: Como hemos dicho anteriormente, desde el 30 de octubre, el emperador se consideraba en guerra con los Estados Generales. Poco después, las tropas austríacas penetraron ligeramente en territorio holandés, sin que se produjera ningún incidente armado, saquearon un puesto fronterizo y ocuparon el viejo fuerte de Lillo, usado por aquel entonces como un huerto. La guarnición holandesa de Lillo, antes de retirarse del fuerte, rompió los diques e inundó una gran área, matando a decenas de civiles.
Resolución de la crisis: Para estimular a la corte de Francia a interesarse por su suerte, los holandeses reavivaron sus contactos con el Reino Unido, rotos por la guerra de independencia americana. Así negociaron con Lord Harris, embajador inglés en La Haya, y enviaron al barón de Lynde a Londres. Pero el gobierno británico, aliado de Austria, declaró que permanecería neutral en el conflicto del Escalda. Los holandeses no tuvieron mucho éxito en el resto de las grandes capitales europeas a las que se dirigieron. Sin embargo, Federico II de Prusia, interesado en evitar el engrandecimiento de Austria, le permitió reclutar soldados en su territorio. Catalina II, al contrario, se puso del lado imperial. El embajador ruso en La Haya, Kalichev, presentó dos notas sucesivas, el 19 de diciembre de 1784 y el 7 de marzo de 1785, en que exhortaba a los Estados Generales a satisfacer al emperador todas las exigencias que había planteado.
Saludos
Resolución de la crisis: Para estimular a la corte de Francia a interesarse por su suerte, los holandeses reavivaron sus contactos con el Reino Unido, rotos por la guerra de independencia americana. Así negociaron con Lord Harris, embajador inglés en La Haya, y enviaron al barón de Lynde a Londres. Pero el gobierno británico, aliado de Austria, declaró que permanecería neutral en el conflicto del Escalda. Los holandeses no tuvieron mucho éxito en el resto de las grandes capitales europeas a las que se dirigieron. Sin embargo, Federico II de Prusia, interesado en evitar el engrandecimiento de Austria, le permitió reclutar soldados en su territorio. Catalina II, al contrario, se puso del lado imperial. El embajador ruso en La Haya, Kalichev, presentó dos notas sucesivas, el 19 de diciembre de 1784 y el 7 de marzo de 1785, en que exhortaba a los Estados Generales a satisfacer al emperador todas las exigencias que había planteado.
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El congreso de Versalles: El embajador francés en La Haya, el conde de Vergennes, informó el 7 de noviembre de 1784 a su rey, que si se abandonaba a los holandeses en esas circunstancias tan críticas, se les obligaría a arrojarse a los brazos de Inglaterra. En consecuencia, Luis XVI declaró, el 27 de noviembre de 1784, a la corte de Viena, que se opondría, militarmente incluso, a todo acto hostil contra Holanda, y para reforzar esta advertencia, concentró dos ejércitos: uno en Flandes, dirigido por el príncipe de Condé, y el otro en el Rin, al mando del duque de Broglie. Pero a la vez, el rey francés ofrecía su mediación entre el emperador y la república para resolver pacíficamente sus diferencias. El príncipe de Kaunitz, que nada temía más que la ruptura de la alianza entre Versalles y Viena, a la que consideraba la clave de su política, aconsejó a José II que aceptara la mediación. En consecuencia, el 8 de diciembre de 1784, se abrió la conferencia de Versalles, en la que participaron el conde de Vergennes (Francia), el conde de Mercy – Argenteau (Austria) y los señores de Berkenrode y Brantzen (Holanda). El emperador insistía en obtener la libertad de navegación en el Escalda y a renunciar, a cambio, al resto de sus pretensiones. Pero tuvo que ceder en este punto, por lo que solicitó que se le entregase Maestricht y un distrito sobre el Mosa. Pero Holanda se negó también a ceder a esta petición, y dado que el mediador se decantó por esta postura, las conversaciones estuvieron a punto de romperse, cuando en febrero de 1785, el conde de Mercy declaró que el emperador se contentaría con una indemnización económica por los daños sufridos por sus súbditos en Flandes por las inundaciones provocadas y por el insulto a la bandera durante los incidentes del Escalda.
El conde de Vergennes consiguió que Holanda enviase a dos representantes a Viena para presentar sus excusas al emperador por lo ocurrido. Los delegados oficiosos, que no oficiales, fueron el conde de Wassenaer – Twickel y el barón de Lynden. José II los recibió en audiencia el 24 de julio de 1785.
En cuanto a la suma de la indemnización, el emperador la fijó en 15 millones de florines. Finalmente la redujo a 10 millones, medio millón para pagar a las víctimas de las inundaciones provocadas y el resto para el tesoro imperial. El conde de Mercy declaró que si para el 21 de septiembre, Holanda no había pagado la indemnización, las conversaciones se darían por terminadas y se iniciaría la guerra.
Al acercarse la fecha del ultimátum, los plenipotenciarios holandeses confiaron al conde de Vergennes que la máxima cantidad que podían pagar los Países Bajos era de 5,5 millones de florines. Versalles se encontró con el problema de que, en caso de guerra, tendría que optar por uno de sus aliados, por lo que Luis XVI decidió hacer un sacrificio pecuniario y se comprometió a pagar al emperador la diferencia entre lo que podía pagar Holanda y lo que exigía Austria. Se llegó así a un acuerdo, el 20 de septiembre, la víspera del día en que se cumplía el plazo dado en el ultimátum.
Saludos
Así pues, Francia se disponía a pagar los daños causados por los holandeses con sus inundaciones...
El conde de Vergennes consiguió que Holanda enviase a dos representantes a Viena para presentar sus excusas al emperador por lo ocurrido. Los delegados oficiosos, que no oficiales, fueron el conde de Wassenaer – Twickel y el barón de Lynden. José II los recibió en audiencia el 24 de julio de 1785.
En cuanto a la suma de la indemnización, el emperador la fijó en 15 millones de florines. Finalmente la redujo a 10 millones, medio millón para pagar a las víctimas de las inundaciones provocadas y el resto para el tesoro imperial. El conde de Mercy declaró que si para el 21 de septiembre, Holanda no había pagado la indemnización, las conversaciones se darían por terminadas y se iniciaría la guerra.
Al acercarse la fecha del ultimátum, los plenipotenciarios holandeses confiaron al conde de Vergennes que la máxima cantidad que podían pagar los Países Bajos era de 5,5 millones de florines. Versalles se encontró con el problema de que, en caso de guerra, tendría que optar por uno de sus aliados, por lo que Luis XVI decidió hacer un sacrificio pecuniario y se comprometió a pagar al emperador la diferencia entre lo que podía pagar Holanda y lo que exigía Austria. Se llegó así a un acuerdo, el 20 de septiembre, la víspera del día en que se cumplía el plazo dado en el ultimátum.
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Así pues, Francia se disponía a pagar los daños causados por los holandeses con sus inundaciones...
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La ratificación del tratado pasó por grandes dificultades en los diferentes estados que componían la república. Tres provincias se negaron a firmarlo y las otras cuatro presentaron reservas que supusieron un nuevo retraso a la firma del contrato. Los holandeses pedían la ratificación del tratado de 1731 y, sobre todo, del articulo 5º que excluía a los flamencos del comercio con las Indias, remitiendo cualquier cambio de la regulación a un tratado de comercio entre ambos estados.
El emperador, por su parte, se negaba a ratificar el tratado de 1731; exigía que no se hiciese ninguna mención en el tratado sobre la navegación de sus súbditos a las Indias y que se dejase a cada uno de los dos países una libertad completa para desarrollar sus propios reglamentos de comercio y de aduana.
Presionados por Francia, que era el país mediador, los holandeses tuvieron que transigir en este punto y la paz definitiva se firmó en Fontainebleau, el 8 de noviembre de 1785.
Saludos
El emperador, por su parte, se negaba a ratificar el tratado de 1731; exigía que no se hiciese ninguna mención en el tratado sobre la navegación de sus súbditos a las Indias y que se dejase a cada uno de los dos países una libertad completa para desarrollar sus propios reglamentos de comercio y de aduana.
Presionados por Francia, que era el país mediador, los holandeses tuvieron que transigir en este punto y la paz definitiva se firmó en Fontainebleau, el 8 de noviembre de 1785.
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Tratado de Fontainebleau: El tratado fue firmado por el conde de Vergennes (Francia), en calidad de mediador; por el conde de Mercy – Argenteau (Austria) y por Mathieu Lestevenon, señor de Berkenrode y George Brantzen, burgomaestre de Anherm (Holanda). Las estipulaciones del tratado fueron las siguientes:
Artículo 1º: Paz perpetua y amistad sincera entre ambos estados.
Artículo 2º: el tratado de Munster, de 30 de enero de 1648, es la base del presente tratado y todas sus estipulaciones se confirman en tanto no sean derogadas por el presente tratado.
Artículo 3º: Ambas potencias son libres para redactar sus propios reglamentos de comercio, aduanas y peajes, en sus respectivos estados.
Artículo 4º: Los límites de Flandes serán restablecidos sobre la base de la convención del año 1664, por unos comisionados, nombrados por las partes, en el término de un mes después del intercambio de las ratificaciones.
Artículo 5º: Las dos potencias se comprometen a no construir fuertes ni baterías a tiro de cañón de las fortalezas situadas a uno u otro lado de la frontera. Los fuertes que se encuentren en este caso, serán demolidos.
Artículo 6º: Los Países Bajos se comprometen a canalizar las aguas de Flandes y del Mosa, a satisfacción del emperador, con objeto de prevenir las inundaciones, en la medida de lo posible.
Artículo 7º: Los Países Bajos reconocen la soberanía del emperador en el Escalda, desde Amberes hasta Saaftingen y renuncian a la percepción o recaudación de ningún peaje o importe en esa parte del Escalda. El resto del río, desde Saaftingen hasta la desembocadura, continúa perteneciendo a los Países Bajos y se encuentra cerrado a la navegación, al igual que los canales de Sas, de Swin y otras desembocaduras, conforme al tratado de Munster.
Artículo 8º: Los Países Bajos evacuarán y demolerán los fuertes de Cruys – Schans y de Frédéric – Henri, y cederán sus terrenos al emperador.
Artículo 9º: Los Países Bajos evacuarán y pondrán a disposición del emperador, seis semanas después del intercambio de las ratificaciones, el fuerte de Lillo.
Artículo 10º: Los Países Bajos evacuarán y pondrán a disposición del emperador, seis semanas después del intercambio de las ratificaciones, el fuerte de Liefkenshoek.
Artículo 11º: El emperador renuncia a sus derechos y pretensiones sobre las poblaciones de Bladel y Reusel, a favor de los Países Bajos.
Artículo 12º: Los Países Bajos renuncian a todas las pretensiones sobre la población de Postel.
Artículo 13º: Unos comisionados nombrados por ambas partes, un mes después del intercambio de ratificaciones, acordarán los límites del Brabante.
Artículo 14º: El emperador renuncia a sus derechos y pretensiones sobre la ciudad de Maestricht, el condado de Vroenhoven, la población de Saint – Servais y el bajo Mosa.
Artículo 15º: Los Países Bajos pagarán al emperador por la renuncia de sus derechos a los susodichos territorios, una indemnización de 9’5 millones de florines holandeses.
Artículo 16º: Los Países Bajos pagarán, para reparar los daños causados a los súbditos del emperador por las inundaciones provocadas, la suma de 500.000 florines holandeses.
Artículo 17º: Los pagos se realizarán en ocho plazos, cada seis meses, por una cantidad de 1.250.000 florines holandeses, cada uno de ellos.
Artículo 18º: Los Países Bajos ceden al emperador la población de Aulne, en la comarca de Daelhem, el señorío de Blegny, el de Trembleur, con Saint – André, el señorío de Bombay, el pueblo y el castillo de Daelhem, con sus dependencias, salvo las de Oost y la de Cadeir.
Artículo 19º: A cambio de esa cesión, el emperador entrega a los Países Bajos, los señoríos de Vieux – Fauquemont, Schin – sur – la – Gueule, Strucht, el de Schaesberg y el enclave del Fauquemont austríaco. El emperador renuncia al territorio de la población de Schimmert, conocido como le Bies, así como a la zona de Bruyères y de las tierras reclamadas desde Heezlen hasta Ubach.
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Artículo 1º: Paz perpetua y amistad sincera entre ambos estados.
Artículo 2º: el tratado de Munster, de 30 de enero de 1648, es la base del presente tratado y todas sus estipulaciones se confirman en tanto no sean derogadas por el presente tratado.
Artículo 3º: Ambas potencias son libres para redactar sus propios reglamentos de comercio, aduanas y peajes, en sus respectivos estados.
Artículo 4º: Los límites de Flandes serán restablecidos sobre la base de la convención del año 1664, por unos comisionados, nombrados por las partes, en el término de un mes después del intercambio de las ratificaciones.
Artículo 5º: Las dos potencias se comprometen a no construir fuertes ni baterías a tiro de cañón de las fortalezas situadas a uno u otro lado de la frontera. Los fuertes que se encuentren en este caso, serán demolidos.
Artículo 6º: Los Países Bajos se comprometen a canalizar las aguas de Flandes y del Mosa, a satisfacción del emperador, con objeto de prevenir las inundaciones, en la medida de lo posible.
Artículo 7º: Los Países Bajos reconocen la soberanía del emperador en el Escalda, desde Amberes hasta Saaftingen y renuncian a la percepción o recaudación de ningún peaje o importe en esa parte del Escalda. El resto del río, desde Saaftingen hasta la desembocadura, continúa perteneciendo a los Países Bajos y se encuentra cerrado a la navegación, al igual que los canales de Sas, de Swin y otras desembocaduras, conforme al tratado de Munster.
Artículo 8º: Los Países Bajos evacuarán y demolerán los fuertes de Cruys – Schans y de Frédéric – Henri, y cederán sus terrenos al emperador.
Artículo 9º: Los Países Bajos evacuarán y pondrán a disposición del emperador, seis semanas después del intercambio de las ratificaciones, el fuerte de Lillo.
Artículo 10º: Los Países Bajos evacuarán y pondrán a disposición del emperador, seis semanas después del intercambio de las ratificaciones, el fuerte de Liefkenshoek.
Artículo 11º: El emperador renuncia a sus derechos y pretensiones sobre las poblaciones de Bladel y Reusel, a favor de los Países Bajos.
Artículo 12º: Los Países Bajos renuncian a todas las pretensiones sobre la población de Postel.
Artículo 13º: Unos comisionados nombrados por ambas partes, un mes después del intercambio de ratificaciones, acordarán los límites del Brabante.
Artículo 14º: El emperador renuncia a sus derechos y pretensiones sobre la ciudad de Maestricht, el condado de Vroenhoven, la población de Saint – Servais y el bajo Mosa.
Artículo 15º: Los Países Bajos pagarán al emperador por la renuncia de sus derechos a los susodichos territorios, una indemnización de 9’5 millones de florines holandeses.
Artículo 16º: Los Países Bajos pagarán, para reparar los daños causados a los súbditos del emperador por las inundaciones provocadas, la suma de 500.000 florines holandeses.
Artículo 17º: Los pagos se realizarán en ocho plazos, cada seis meses, por una cantidad de 1.250.000 florines holandeses, cada uno de ellos.
Artículo 18º: Los Países Bajos ceden al emperador la población de Aulne, en la comarca de Daelhem, el señorío de Blegny, el de Trembleur, con Saint – André, el señorío de Bombay, el pueblo y el castillo de Daelhem, con sus dependencias, salvo las de Oost y la de Cadeir.
Artículo 19º: A cambio de esa cesión, el emperador entrega a los Países Bajos, los señoríos de Vieux – Fauquemont, Schin – sur – la – Gueule, Strucht, el de Schaesberg y el enclave del Fauquemont austríaco. El emperador renuncia al territorio de la población de Schimmert, conocido como le Bies, así como a la zona de Bruyères y de las tierras reclamadas desde Heezlen hasta Ubach.
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Sigamos con el tratado de paz
Artículo 20º: Por deferencia a la entrega de los fuertes de Lillo y de Liefkenshoek por los Países Bajos, el emperador renuncia a sus derechos y pretensiones sobre los pueblos denominados de la Redención, salvo los de Falais, Argenteau y Hermal, de los que se reserva el pleno dominio, con renuncia por parte de los Países Bajos a sus derechos y pretensiones sobre ellos.
Artículo 21º: Se estipula, en favor de los súbditos de los territorios cedidos recíprocamente, que podrán marcharse si lo desean, o si desean permanecer, podrán disfrutar del libre ejercicio de su religión.
Artículo 22º: Los Países Bajos cederán al emperador la población de Berneau, en la región de Daelhem, que ha permanecido indivisible durante el repartimiento de la región del Bajo Mosa del año 1661.
Artículo 23º: El emperador cede a los Países Bajos la población de Elslœ, situada en la región de Fauquemont, y que igualmente ha permanecido indivisible durante el mismo repartimiento.
Articulo 24º: Unos comisionados nombrados por ambas partes, un mes después del intercambio de ratificaciones, acordarán los límites del Bajo Mosa.
Artículo 25º: Las pretensiones pecuniarias recíprocas de soberano a soberano quedan compensadas y abolidas y para aquéllas que sean reclamadas por particulares, se nombrará unos comisionados para examinarlas.
Artículo 26º: Se nombrará paralelamente unos comisarios, en el término de un mes tras el intercambio de las ratificaciones, para determinar el cupo que los Países Bajos deberán pagar a partir de ahora por las antiguas ayudas recibidas de Brabante y, mientras tantos, se deberán devolver sobre la base antigua.
Artículo 27º: Las dos partes renuncian, recíprocamente, sin ninguna reserva, a cualquier pretensión que pudieran todavía tener, la una sobre la otra, de cualquier naturaleza que pudiera ser.
Artículo 28º: Las dos partes contratantes requieren al rey de Francia como garante del presente tratado.
Artículo 29º: Las ratificaciones de las dos potencias contratantes serán intercambiadas en el término de seis semanas a contar desde el día de la firma de la paz.
Firmado en Versalles, el 15 de diciembre de 1785
Quizás uno de los aspectos más importantes del tratado fuese la derogación tácita de los tratados de la Barrera de 1715 y del de Viena de 1731, especialmente el artículo 5º de este último tratado, por lo que los holandeses no podrían oponerse desde entonces a las actividades comerciales del emperador ni de sus súbditos flamencos, salvo por las trabas impuestas por el tratado de Munster. Para los holandeses, su mayor victoria fue el mantenimiento del bloqueo naval de la desembocadura del Escalda, por lo que el río permanecía cerrado al comercio, en la práctica.
Saludos
Artículo 20º: Por deferencia a la entrega de los fuertes de Lillo y de Liefkenshoek por los Países Bajos, el emperador renuncia a sus derechos y pretensiones sobre los pueblos denominados de la Redención, salvo los de Falais, Argenteau y Hermal, de los que se reserva el pleno dominio, con renuncia por parte de los Países Bajos a sus derechos y pretensiones sobre ellos.
Artículo 21º: Se estipula, en favor de los súbditos de los territorios cedidos recíprocamente, que podrán marcharse si lo desean, o si desean permanecer, podrán disfrutar del libre ejercicio de su religión.
Artículo 22º: Los Países Bajos cederán al emperador la población de Berneau, en la región de Daelhem, que ha permanecido indivisible durante el repartimiento de la región del Bajo Mosa del año 1661.
Artículo 23º: El emperador cede a los Países Bajos la población de Elslœ, situada en la región de Fauquemont, y que igualmente ha permanecido indivisible durante el mismo repartimiento.
Articulo 24º: Unos comisionados nombrados por ambas partes, un mes después del intercambio de ratificaciones, acordarán los límites del Bajo Mosa.
Artículo 25º: Las pretensiones pecuniarias recíprocas de soberano a soberano quedan compensadas y abolidas y para aquéllas que sean reclamadas por particulares, se nombrará unos comisionados para examinarlas.
Artículo 26º: Se nombrará paralelamente unos comisarios, en el término de un mes tras el intercambio de las ratificaciones, para determinar el cupo que los Países Bajos deberán pagar a partir de ahora por las antiguas ayudas recibidas de Brabante y, mientras tantos, se deberán devolver sobre la base antigua.
Artículo 27º: Las dos partes renuncian, recíprocamente, sin ninguna reserva, a cualquier pretensión que pudieran todavía tener, la una sobre la otra, de cualquier naturaleza que pudiera ser.
Artículo 28º: Las dos partes contratantes requieren al rey de Francia como garante del presente tratado.
Artículo 29º: Las ratificaciones de las dos potencias contratantes serán intercambiadas en el término de seis semanas a contar desde el día de la firma de la paz.
Firmado en Versalles, el 15 de diciembre de 1785
Quizás uno de los aspectos más importantes del tratado fuese la derogación tácita de los tratados de la Barrera de 1715 y del de Viena de 1731, especialmente el artículo 5º de este último tratado, por lo que los holandeses no podrían oponerse desde entonces a las actividades comerciales del emperador ni de sus súbditos flamencos, salvo por las trabas impuestas por el tratado de Munster. Para los holandeses, su mayor victoria fue el mantenimiento del bloqueo naval de la desembocadura del Escalda, por lo que el río permanecía cerrado al comercio, en la práctica.
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Consecuencias exteriores: La alianza francoholandesa: Poco después de la firma del tratado de Fontainebleau se ultimó el tratado de alianza entre Francia y Holanda, negociado por el embajador francés en La Haya, duque de la Vauguyon, que había apoyado a la oposición al Stathouder, Guillermo V, príncipe de Orange – Nassau, para así aliarla a Francia, mientras el Stathouder era apoyado por Gran Bretaña. La alianza fue sellada en Fontainebleau, el 10 de noviembre de 1785, tan sólo dos días después de la firma del tratado de paz entre Holanda y el Imperio.
El acuerdo entre París y La Haya, que creaba una “confederación defensiva”, en la práctica pensada para una posible, aunque improbable, guerra anglo – holandesa, establecía que, en caso de amenaza a una de las partes, la otra se comprometía a ejercer sus buenos oficios de mediación y en caso de fracaso:
- Francia se obligaba a proporcionar a Holanda, 10.000 infantes, 2.000 jinetes, 12 navíos y 6 fragatas.
- Holanda se obligaba a proporcionar a Francia, 6 navíos y 3 fragatas y, en tierra, debería elegir entre poner a disposición una fuerza de 5.000 infantes y 1.000 jinetes o pagar un subsidio económico en lugar del envío de tropas, a razón de 10.000 florines mensuales cada 1.000 infantes y 30.000 florines al mes cada 1.000 jinetes.
Los gastos de mantenimiento de los contingentes expedicionarios corresponderían a cada una de las potencias que enviase las fuerzas. Las pérdidas de guerra deberían reponerse y, además, en caso de que los contingentes enviados no fueran suficientes, la potencia requerida los debía aumentar y, si fuera necesario, acudiría con todas sus fuerzas que, en el caso de Holanda, no excederían de 20.000 infantes y 4.000 jinetes.
Como hemos dicho, Francia, para evitar una guerra entre Holanda y Austria, que la obligaría a escoger entre uno de sus aliados, se comprometió a pagar 4,5 millones de florines al emperador en 8 plazos de 562.500 florines cada uno. Francia pagó los cuatro primeros plazos, de los que el último fue el del 24 de septiembre de 1787; pero cuando vencieron los siguientes plazos, las circunstancias habían cambiado por completo. Formalmente la alianza con Holanda continuaba existiendo, pero en la práctica quedaba anulada por la triple alianza concluida en 1788. Por ello, Francia no pagó los vencimientos del 24 de marzo y del 24 de septiembre de 1788. Holanda reclamó el pago el 11 de diciembre. Ese día, el señor de Lestevenon de Berkenrode interpeló, mediante nota, al gobierno francés, por el cumplimento de los compromisos contraídos en Fontainebleau. El ministro de asuntos exteriores de Luis XVI, conde de Montmorin, respondió el 24 de diciembre, que las circunstancias habían cambiado, sobre todo desde la alianza, en 1788, entre Holanda y Gran Bretaña, con un artículo 6º que la hacía incompatible con la mantenida con Francia, por lo que el rey pensaba que ya no tenía obligación de atender los compromisos contraídos en el tratado de 1785. La nota del 24 fue respondida por el señor de Berkenrode, el 22 de enero de 1789, afirmando que el cambio de las circunstancias no podía producir un cambio de las obligaciones contraídas entre las dos potencias y aseguraba, además, que el cambio de las circunstancias se debía a la revolución que sacudía el país, rebelión fomentada por agentes que no dudaban en “emplear el nombre sagrado del rey” para hacer creer que sus proyectos revolucionarios contaban con el apoyo de Francia.
Así concluyeron las consecuencias de aquella corta y olvidada guerra, que tuvo, como hecho extraordinario, el que todas las bajas fueran civiles.
saludos
El acuerdo entre París y La Haya, que creaba una “confederación defensiva”, en la práctica pensada para una posible, aunque improbable, guerra anglo – holandesa, establecía que, en caso de amenaza a una de las partes, la otra se comprometía a ejercer sus buenos oficios de mediación y en caso de fracaso:
- Francia se obligaba a proporcionar a Holanda, 10.000 infantes, 2.000 jinetes, 12 navíos y 6 fragatas.
- Holanda se obligaba a proporcionar a Francia, 6 navíos y 3 fragatas y, en tierra, debería elegir entre poner a disposición una fuerza de 5.000 infantes y 1.000 jinetes o pagar un subsidio económico en lugar del envío de tropas, a razón de 10.000 florines mensuales cada 1.000 infantes y 30.000 florines al mes cada 1.000 jinetes.
Los gastos de mantenimiento de los contingentes expedicionarios corresponderían a cada una de las potencias que enviase las fuerzas. Las pérdidas de guerra deberían reponerse y, además, en caso de que los contingentes enviados no fueran suficientes, la potencia requerida los debía aumentar y, si fuera necesario, acudiría con todas sus fuerzas que, en el caso de Holanda, no excederían de 20.000 infantes y 4.000 jinetes.
Como hemos dicho, Francia, para evitar una guerra entre Holanda y Austria, que la obligaría a escoger entre uno de sus aliados, se comprometió a pagar 4,5 millones de florines al emperador en 8 plazos de 562.500 florines cada uno. Francia pagó los cuatro primeros plazos, de los que el último fue el del 24 de septiembre de 1787; pero cuando vencieron los siguientes plazos, las circunstancias habían cambiado por completo. Formalmente la alianza con Holanda continuaba existiendo, pero en la práctica quedaba anulada por la triple alianza concluida en 1788. Por ello, Francia no pagó los vencimientos del 24 de marzo y del 24 de septiembre de 1788. Holanda reclamó el pago el 11 de diciembre. Ese día, el señor de Lestevenon de Berkenrode interpeló, mediante nota, al gobierno francés, por el cumplimento de los compromisos contraídos en Fontainebleau. El ministro de asuntos exteriores de Luis XVI, conde de Montmorin, respondió el 24 de diciembre, que las circunstancias habían cambiado, sobre todo desde la alianza, en 1788, entre Holanda y Gran Bretaña, con un artículo 6º que la hacía incompatible con la mantenida con Francia, por lo que el rey pensaba que ya no tenía obligación de atender los compromisos contraídos en el tratado de 1785. La nota del 24 fue respondida por el señor de Berkenrode, el 22 de enero de 1789, afirmando que el cambio de las circunstancias no podía producir un cambio de las obligaciones contraídas entre las dos potencias y aseguraba, además, que el cambio de las circunstancias se debía a la revolución que sacudía el país, rebelión fomentada por agentes que no dudaban en “emplear el nombre sagrado del rey” para hacer creer que sus proyectos revolucionarios contaban con el apoyo de Francia.
Así concluyeron las consecuencias de aquella corta y olvidada guerra, que tuvo, como hecho extraordinario, el que todas las bajas fueran civiles.
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