Política exterior española
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por no abrir un hilo sobre politica europea:
vet a tu presidente se le acumula la faena:
Sarkozy y Barroso acaban a gritos por la deportación de gitanos
LIBERTAD DIGITAL
Así lo asegura El Mundo, que señala a Sarkozy como iniciador de la discusión, al sacar el tema de las deportaciones durante la comida "varias veces", y atacó a Barroso directamente. La agitación, en la que estaban presentes el resto de jefes de Estado y Gobierno de la UE, ha sido definida por el primer ministro búlgaro como "una escandalera".
Según varios testigos, la actitud del presidente francés durante el almuerzo ha sido "muy agresiva" con el presidente de la Comisión Europea, que ya ha expresado su oposición a la decisión de Francia en la expulsión de gitanos.
Sin embargo, Zapatero ha negado que la discusión haya sido tan tensa. Preguntado a este respecto durante una rueda de prensa, el presidente del Gobierno español ha preferido definirlo como un "intercambio" de opiniones.
Este encontronazo se produce después del acaecido con la vicepresidenta de la Comisión Europea, Viviane Reading, que llegó a comparar las expulsiones de gitanos con las deportaciones de judíos de los nazis. El presidente francés respondió con contundencia ante tales agravios, pidiéndole a la comisaria que "acogiera en Luxemburgo a los gitanos", país del que procede.
vet a tu presidente se le acumula la faena:
Sarkozy y Barroso acaban a gritos por la deportación de gitanos
LIBERTAD DIGITAL
Así lo asegura El Mundo, que señala a Sarkozy como iniciador de la discusión, al sacar el tema de las deportaciones durante la comida "varias veces", y atacó a Barroso directamente. La agitación, en la que estaban presentes el resto de jefes de Estado y Gobierno de la UE, ha sido definida por el primer ministro búlgaro como "una escandalera".
Según varios testigos, la actitud del presidente francés durante el almuerzo ha sido "muy agresiva" con el presidente de la Comisión Europea, que ya ha expresado su oposición a la decisión de Francia en la expulsión de gitanos.
Sin embargo, Zapatero ha negado que la discusión haya sido tan tensa. Preguntado a este respecto durante una rueda de prensa, el presidente del Gobierno español ha preferido definirlo como un "intercambio" de opiniones.
Este encontronazo se produce después del acaecido con la vicepresidenta de la Comisión Europea, Viviane Reading, que llegó a comparar las expulsiones de gitanos con las deportaciones de judíos de los nazis. El presidente francés respondió con contundencia ante tales agravios, pidiéndole a la comisaria que "acogiera en Luxemburgo a los gitanos", país del que procede.
Voltaren!, Voltaren!!...a por ellos!! ..oe!!...a por ellos oe!!.
Uy!!..ya no, ahora no hay que subirles el sueldo
Uy!!..ya no, ahora no hay que subirles el sueldo
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Marruecos y Argelia.
Días pasados el presidente del Partido Popular visitó la ciudad de Melilla y esa visita trajo de nuevo a la actualidad las relaciones de España con Marruecos que, evidentemente, no son buenas. La visita produjo el malestar de las autoridades marroquíes. Normal. Y hasta la próxima.
Actualmente al fondo de unas relaciones más o menos tensas está el problema del Sahara. En la próxima semana Mohamed VI, en el debate que se producirá en la Asamblea General de la ONU sobre el Sahara, se propone ganar definitivamente la voluntad de la Comunidad Internacional para poner el territorio bajo soberanía marroquí . Por supuesto, que en contra de tal pretensión está Argelia, eterno rival de Marruecos, que defiende el referéndum de autodeterminación aprobado, ya hace años, por la ONU. Y ambos países buscan el apoyo internacional y, claro, también el de España.
Un logro curioso de la Política Exterior española - que debe buscar las buenas relaciones con todas las naciones del mundo y, especialmente, con las vecinas - es que pudiendo explotar, en beneficio de los intereses nacionales, las malas relaciones entre Marruecos y Argelia no lo puede hacer. España podía intentar llevarse bien con las dos naciones para intermediar caso necesario, o llevarse bien con Argelia – con Marruecos parece difícil - pero no, el señor Moratinos es tan eficaz que ha logrado que las relaciones con las dos naciones sean deficientes.
Total que España se encuentra en una posición difícil - en el debate de NNUU - que se ha alcanzado con la política de debilidad y poco clara seguida en la zona. Argelia está molesta por el pago de rescates y por la política seguida por España en el conflicto dela Sáhara - teóricamente favorable a la resolución de NNUU pero prácticamente no dispuesta a contradecir a Marruecos - . Y ¿con Marruecos? Marruecos desde hace mucho tiempo reclama de manera abierta la anexión de territorios de nuestra soberanía. La “marcha verde” que ocupó el Sahara, cuando estaba administrado por España, y las innumerables amenazas sobre Ceuta y Melilla no lo convierten precisamente en un país amigo. Y no hay que ser muy perspicaz para pensar que, dada la situación, un objetivo nacional es propiciar las condiciones para que ello no sea posible. Nuestras relaciones con Marruecos exigen una acción diplomática inteligente, que evite enfrentamientos innecesarios, pero hay que añadir, de inmediato, que la experiencia enseña que esa diplomacia debe estar acompañada, cuando sea necesario, de firmeza. Y, en ese campo, se juegan nuestras relaciones con Argelia.
Saludos
Actualmente al fondo de unas relaciones más o menos tensas está el problema del Sahara. En la próxima semana Mohamed VI, en el debate que se producirá en la Asamblea General de la ONU sobre el Sahara, se propone ganar definitivamente la voluntad de la Comunidad Internacional para poner el territorio bajo soberanía marroquí . Por supuesto, que en contra de tal pretensión está Argelia, eterno rival de Marruecos, que defiende el referéndum de autodeterminación aprobado, ya hace años, por la ONU. Y ambos países buscan el apoyo internacional y, claro, también el de España.
Un logro curioso de la Política Exterior española - que debe buscar las buenas relaciones con todas las naciones del mundo y, especialmente, con las vecinas - es que pudiendo explotar, en beneficio de los intereses nacionales, las malas relaciones entre Marruecos y Argelia no lo puede hacer. España podía intentar llevarse bien con las dos naciones para intermediar caso necesario, o llevarse bien con Argelia – con Marruecos parece difícil - pero no, el señor Moratinos es tan eficaz que ha logrado que las relaciones con las dos naciones sean deficientes.
Total que España se encuentra en una posición difícil - en el debate de NNUU - que se ha alcanzado con la política de debilidad y poco clara seguida en la zona. Argelia está molesta por el pago de rescates y por la política seguida por España en el conflicto dela Sáhara - teóricamente favorable a la resolución de NNUU pero prácticamente no dispuesta a contradecir a Marruecos - . Y ¿con Marruecos? Marruecos desde hace mucho tiempo reclama de manera abierta la anexión de territorios de nuestra soberanía. La “marcha verde” que ocupó el Sahara, cuando estaba administrado por España, y las innumerables amenazas sobre Ceuta y Melilla no lo convierten precisamente en un país amigo. Y no hay que ser muy perspicaz para pensar que, dada la situación, un objetivo nacional es propiciar las condiciones para que ello no sea posible. Nuestras relaciones con Marruecos exigen una acción diplomática inteligente, que evite enfrentamientos innecesarios, pero hay que añadir, de inmediato, que la experiencia enseña que esa diplomacia debe estar acompañada, cuando sea necesario, de firmeza. Y, en ese campo, se juegan nuestras relaciones con Argelia.
Saludos
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Estimado Vet,
Viejo veterano...¿Desde cuándo es peligroso el Niger? Lo digo porque yo pasé allí una temporada (entre noviembre de 1996 y abril de 1997) y no me pareció nada peligroso... la verdad.. .salvo, como bien indicas algunos bandidos (los tuaregs son gente muy orgullosa).. que se te hacen tus amigos si les regalas una oveja o una cabra.... jamás sentí peligro allí, nunca y la mayor aventura que conocí que le pasara a "un turista", fue la de un italiano al que le robaron el 4 x 4 y lo dejaron tirado en el desierto... eso sí, el tío se hizo casi 100 kilómetros andando hasta llegar a la ciudad... pero no vi nada de integrismo... ¡Qué pena! todo cambia, y siempre por culpa de los enemigos de la libertad.
Saludos
Viejo veterano...¿Desde cuándo es peligroso el Niger? Lo digo porque yo pasé allí una temporada (entre noviembre de 1996 y abril de 1997) y no me pareció nada peligroso... la verdad.. .salvo, como bien indicas algunos bandidos (los tuaregs son gente muy orgullosa).. que se te hacen tus amigos si les regalas una oveja o una cabra.... jamás sentí peligro allí, nunca y la mayor aventura que conocí que le pasara a "un turista", fue la de un italiano al que le robaron el 4 x 4 y lo dejaron tirado en el desierto... eso sí, el tío se hizo casi 100 kilómetros andando hasta llegar a la ciudad... pero no vi nada de integrismo... ¡Qué pena! todo cambia, y siempre por culpa de los enemigos de la libertad.
Saludos
- Yorktown
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Mi buen amigo Yorktown, y temible duque, temible duque...
Bueno estuvo en Agadez (Niger), no aparece en el mapa del noble Vet, pero está al este y al norte de la capital, en el centro del país.
Lo de las cabras y las ovejas fue porque me di cuenta de que les encantaba comer carne (y era muy cara...para ellos), con decirte que en la época en que estuve allí, el presidente (que después murió en un "accidente") tenía un avión (regalo de Gadaffi)...¡que lo dedicaba a TRAFICAR CON OVEJAS Y CABRAS! desde Libia... así, pues, decidido a hacerme amigo de los Hausa (no es un pueblo, sino gente que habla el haussa, muy extendido por toda esa parte de Africa) y de los tuaregs, pues me dedicaba a comprar cabras y ovejas en Agadez (creo recordar que me costaba el equivalente a unos 10 euros) y se los regalaba...a cambio, pude andar por el desierto en su compañía (llegué hasta el Air, el mítico Air), me invitaban a sus fiestas, a tomar el té con ellos (no te exagero, entre 5 y 10 horas) y me regalaban cosas... algunas de las cuales todavía tengo, entre mi casa y Arenys..
Y ya puestos, pues te diré que "trabajé", en realidad es una exageración por mi parte, simplemente "colaboré" con el París - Dakar, que aquel año fue Dakkar - Agadez - Dakkar en buscar alojamiento para los organizadores del evento... para lo que utilizé a "mi red" de amistades, que las cabras y las ovejas me proporcionaban...
¡Qué tiempos, Qué tiempos! Si te hubiera conocido hace 25 años, amigo Yorktown, te hubiera propuesto crear el imperio liberal del Carnero de Agadez... los turcos tienen la horda del carnero blanco, la horda del carnero negro...y nosotros, los liberales, hubieramos tenido la Ovejita de Agadez... pero ya es tarde, me temo, y como dice el bueno de Vet.. encima tenemos a esos totalitarios liberticidas del integrismo.. ¡Qué asco! ya no hay lugar para el romanticismo...
Pero en serio, si alguna vez puedes ir, visitalo.. mucho calor, poca agua.. pero merece la pena, veras la inmensa majestad del desierto, los bellos colores, los matices, las rosas del desierto, los restos neolíticos (todavía tengo unas cuantas flechas y lanzas neolíticas del Niger), dinosaurios.. todo un mundo por descubrir.. eso sí, preparate para los 52ª Centigrados y para tener problemas en el cuello...a cambio, en algunos lugares, como en el Aïr viajarás a través del tiempo. En aquella época podías montarte en un autobus, que iba de A a B, y llevarlo de A a C...¡Con todos los pasajeros dentro! ¡Qué tiempos!
no como ahora, malos tiempos para la lírica.
saludos buen yorktown, mi noble y fiero duque.
Bueno estuvo en Agadez (Niger), no aparece en el mapa del noble Vet, pero está al este y al norte de la capital, en el centro del país.
Lo de las cabras y las ovejas fue porque me di cuenta de que les encantaba comer carne (y era muy cara...para ellos), con decirte que en la época en que estuve allí, el presidente (que después murió en un "accidente") tenía un avión (regalo de Gadaffi)...¡que lo dedicaba a TRAFICAR CON OVEJAS Y CABRAS! desde Libia... así, pues, decidido a hacerme amigo de los Hausa (no es un pueblo, sino gente que habla el haussa, muy extendido por toda esa parte de Africa) y de los tuaregs, pues me dedicaba a comprar cabras y ovejas en Agadez (creo recordar que me costaba el equivalente a unos 10 euros) y se los regalaba...a cambio, pude andar por el desierto en su compañía (llegué hasta el Air, el mítico Air), me invitaban a sus fiestas, a tomar el té con ellos (no te exagero, entre 5 y 10 horas) y me regalaban cosas... algunas de las cuales todavía tengo, entre mi casa y Arenys..
Y ya puestos, pues te diré que "trabajé", en realidad es una exageración por mi parte, simplemente "colaboré" con el París - Dakar, que aquel año fue Dakkar - Agadez - Dakkar en buscar alojamiento para los organizadores del evento... para lo que utilizé a "mi red" de amistades, que las cabras y las ovejas me proporcionaban...
¡Qué tiempos, Qué tiempos! Si te hubiera conocido hace 25 años, amigo Yorktown, te hubiera propuesto crear el imperio liberal del Carnero de Agadez... los turcos tienen la horda del carnero blanco, la horda del carnero negro...y nosotros, los liberales, hubieramos tenido la Ovejita de Agadez... pero ya es tarde, me temo, y como dice el bueno de Vet.. encima tenemos a esos totalitarios liberticidas del integrismo.. ¡Qué asco! ya no hay lugar para el romanticismo...
Pero en serio, si alguna vez puedes ir, visitalo.. mucho calor, poca agua.. pero merece la pena, veras la inmensa majestad del desierto, los bellos colores, los matices, las rosas del desierto, los restos neolíticos (todavía tengo unas cuantas flechas y lanzas neolíticas del Niger), dinosaurios.. todo un mundo por descubrir.. eso sí, preparate para los 52ª Centigrados y para tener problemas en el cuello...a cambio, en algunos lugares, como en el Aïr viajarás a través del tiempo. En aquella época podías montarte en un autobus, que iba de A a B, y llevarlo de A a C...¡Con todos los pasajeros dentro! ¡Qué tiempos!
no como ahora, malos tiempos para la lírica.
saludos buen yorktown, mi noble y fiero duque.
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Aunque hay que informarse antes de llegar a los sitios con regalos
Cierto, el amigo Vet, se nota que ha estado por la zona... ya he comentado, que primero me di cuenta de lo que querían y después los regalaba. los haussa son comerciantes, por encima de todo, pero los tuaregs son muy, muy, muy orgullosos... si les regala algo, ellos te regalan algo y debes aceptarlo.. y siempre regala después de haberlos conocido y de que te hayan invitado (que lo harán).
Saludos
Estimado vet..¿no estarías por casualidad por la zona en aquélla época (1997)?
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¿Encontraremos un líder?
Churchill en Afganistán «¿Encontraremos un Churchill para Afganistán? Nuestra sociedad civil y especialmente nuestros soldados destinados, lo agradecerían»
POR PEDRO GONZÁLEZ TREVIJANO La Tercera de ABC (22/09/2010)
EL asesinato en Afganistán de dos guardias civiles y de su intérprete, el pasado mes de agosto en la localidad afgana de Qala-i-Naw —con lo que van ya noventa y cuatro muertos desde 2002— nos impele a realizar la siguiente reflexión: ¿qué hacemos en dichas tierras? Yo, como la práctica totalidad de españoles, no soy capaz de contestar. Y no lo somos por la ausencia de una política internacional en la materia definida, seria y competente. En suma, por la ausencia nacional de una política internacional de Estado. ¿La responsabilidad? La falta de compromiso moral y de grandeza de miras de la clase política. En este contexto, aprovechando la lectura de una biografía de Winston Churchill, Portrait of Churchill, escrita en 1945 por su auxiliar Guy Eden, he tratado de comparar lo que el premier británico, adalid de la libertad y la democracia frente al totalitarismo nacionalsocialista alemán, habría dicho y hecho. Y la verdad, no puedo sino sonrojarme por la debilidad y el acobardamiento presente. Quizás me vea obligado, cuando termine su lectura, a hundirme, sin más, en las aventuras de Kim de la India de Richard Kipling. Pero entretanto, ¡qué diferencia!, me siguen resonando las palabras del ex premieringlés: «Cuando llega la ocasión, los hombres de todos los partidos y los de ninguno, han de consagrase al servicio público y calcular lo que les cuesta, si les cuesta algo, después y no antes».
Primero: la falta de una política pública de transparencia e información. Hay que ser honestos y explicar al país las razones de la estancia en Afganistán. ¿Por qué estamos? ¿Quién lo ha solicitado? ¿Qué hacemos? ¿Qué se espera? ¿Hasta cuándo? ¿Cuáles son los peligros y las condiciones de seguridad de las tropas? ¿Cómo es la relación con la población civil? ¿Qué perspectivas hay de resolución? ¿Cómo va el curso del conflicto? Algo que hubiera exigido muchísimo más de la clase política: un debate de altura en el Parlamento —«Las Cortes Generales representan al pueblo español... controlan la acción del Gobierno…» (artículo 66. 1 y 2 de la Constitución) y una explicación de la política internacional por el Gobierno —«El Gobierno dirige la política interior y exterior del Estado» (artículo 97 CE)—. Yo, como Churchill, creo en el pueblo español: «Confiad en el pueblo. Le diré lo peor y no consentiría verse batido». En su lugar, asistimos al acomplejamiento buenista, a la evitación del compromiso, al diletantismo indiferente. Una situación que se complica más, cuando la comunidad internacional, tras años de escasos resultados, se plantea ahora dos modelos de intervención. Para unos, como el presidente Obama, habría que seguir incidiendo en las originales directrices de máximos (el mantenimiento de los métodos de contrainsurgencia y el traslado de la seguridad a las tropas y policía afgana), pero fijando un plazo de salida. Para otros, como el vicepresidente Biden, sería mejor limitarnos a operaciones puntuales, preservando sin más nuestra seguridad nacional. ¿Qué pensamos aquí? Literalmente, nada. La clase política no sabe, no contesta, no aclara, no lidera. Mientras, una ciudadanía amilanada, que prefiere mirar para otra parte, y que no es capaz de asumir como Nación las trágicas muertes que nos trae el conflicto, sigue huérfana de información y de liderazgo para sobrellevar los esfuerzos y sacrificios requeridos en contextos tan adversos y graves.
Segundo: la ausencia de una política de Estado. No estamos, adelantábamos, ante un asunto de bandería, de facción o de partidismo, sino que la presencia de nuestros soldados debería ser una política de Estado. Una política que debería disfrutar del consenso de la mayoría de las fuerzas políticas, y al menos de los dos grandes partidos nacionales. Estamos ante una política transversal, por su relevancia, y necesitada de estabilidad. ¡Qué más da si fue el presidente Aznar quien envió las primeras tropas hace nueve años! ¡Qué más da que sea ahora el presidente Zapatero quien mantenga su contingente! Especialmente, cuando nuestra permanencia, en compañía de otros cuarenta y cuatro países de la comunidad internacional, está refrendada por el Gobierno afgano y las Naciones Unidas. Aquí no están justificadas políticas tactistas, réditos electorales cortoplacistas, espurios ocultamientos de los contratiempos. Y no me tachen farisaicamente de patrioterismo, pues no es cierto, bullanguero y expansionista.
Tercero: nos hallamos en medio de un inequívoco conflicto bélico. Estamos ante un conflicto bélico, y además, violento y peligroso. Una situación propia de la guerra, por más que nuestras tropas estén desplegando paralelamente misiones humanitarias y asistenciales en la formación de policías y militares afganos. Y hasta, por qué no decirlo, en pos de hacer viable un Estado fallidoanclado en un sistema feudal de comunidades étnicas y tribales. Nada hay de incompatible en satisfacer conjuntamente tales cometidos. Algo que reconoce la propia Ley Orgánica de Defensa Nacional de 17 de noviembre de 2005 (artículos 15 y 16). Lo que impele a nuestros dirigentes, por razones de moralidad pública, responsabilidad política y grandeza de miras, a brindar los medios con que hacer frente, y sobre todo, ¡la osadía de ganar, es de lo que se trata!, la guerra. Parangonando a Winston Churchill: «Preguntaréis cuál es nuestro objetivo. Os contestaré con una sola palabra: es la victoria. Victoria a pesar de los horrores». El capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas autoriza el uso de la fuerza. «Es una guerra —había afirmado Churchill— para establecer sobre fundamentos inexpugnables los derechos del individuo, una guerra para establecer y reavivar la talla del hombre».
Cuarto: una guerra que hay que querer y saber ganar. Y además pronto. Están en juego nuestras libertades, nuestra seguridad, la posibilidad de extender la democracia y hasta la existencia de las sociedades abiertas y plurales. Pero un conflicto, en este caso, que da la impresión estamos perdiendo. De una parte, los resultados no son hoy los que imaginábamos. Los talibanes continúan siendo fuertes en parte del país, los atentados no cesan y el terrorismo islámico sigue contando con respaldo popular y una amplia base de entrenamiento. De otra, la debilidad moral de las reticentes sociedades civiles del mundo desarrollado, incapaz de asumir los sacrificios personales y colectivos de una guerra, ¡cosa que saben nuestros enemigos!, disminuye las posibilidades de éxito. Replantearnos diariamente nuestra estancia, el papel allí desempeñado, la obsesión por el repliegue o la retirada de las tropas lo más rápidamente posible, no son la mejor estrategia para ganar. La debilidad y la tibieza, nuestros pusilánimes demonios, son incompatibles con la victoria. Hay mucho de ganas de vencer en las churchianasexigencias de «sangre, fatigas, sudor y lágrimas», pues «en la guerra han de afrontarse grandes riesgos para alcanzar grandes ganancias». Por el contrario, los enemigos de la libertad, los señores de la barbarie, los verdugos de la opresión, los fanáticos terroristas, nunca desesperan, nunca desfallecen, nunca titubean, nunca se rinden, nunca cejan. Enfrente hay un enemigo aguerrido, implacable, duro y hostil. «Paz sin victoria —decía nuestro hombre— es inconcebible, porque no sería paz»..
Quinta: necesitamos de un rearme moral.Reclamable, primero, a nuestros representantes políticos, los que nos gobiernan y los que se encuentran en la oposición. Los de aquí y los de allí. Hasta las Naciones Unidas deben dar ejemplo de virtud pública y de compromiso moral. Pero también por parte de las sociedades civiles: su coraje y la fortaleza de espíritu no pueden ser sustituidos por la superioridad tecnológica, el sofisticado armamento y la más depurada táctica militar. Ya sé que no estamos en una guerra como a la que se enfrentó Winston Churchill. Pero no me negarán su añoranza y la actualidad de sus consideraciones políticas y morales. ¿Encontraremos un Churchill para Afganistán? Nuestra sociedad civil y especialmente nuestros mil seiscientos soldados destinados, lo agradecerían.
Saludos
POR PEDRO GONZÁLEZ TREVIJANO La Tercera de ABC (22/09/2010)
EL asesinato en Afganistán de dos guardias civiles y de su intérprete, el pasado mes de agosto en la localidad afgana de Qala-i-Naw —con lo que van ya noventa y cuatro muertos desde 2002— nos impele a realizar la siguiente reflexión: ¿qué hacemos en dichas tierras? Yo, como la práctica totalidad de españoles, no soy capaz de contestar. Y no lo somos por la ausencia de una política internacional en la materia definida, seria y competente. En suma, por la ausencia nacional de una política internacional de Estado. ¿La responsabilidad? La falta de compromiso moral y de grandeza de miras de la clase política. En este contexto, aprovechando la lectura de una biografía de Winston Churchill, Portrait of Churchill, escrita en 1945 por su auxiliar Guy Eden, he tratado de comparar lo que el premier británico, adalid de la libertad y la democracia frente al totalitarismo nacionalsocialista alemán, habría dicho y hecho. Y la verdad, no puedo sino sonrojarme por la debilidad y el acobardamiento presente. Quizás me vea obligado, cuando termine su lectura, a hundirme, sin más, en las aventuras de Kim de la India de Richard Kipling. Pero entretanto, ¡qué diferencia!, me siguen resonando las palabras del ex premieringlés: «Cuando llega la ocasión, los hombres de todos los partidos y los de ninguno, han de consagrase al servicio público y calcular lo que les cuesta, si les cuesta algo, después y no antes».
Primero: la falta de una política pública de transparencia e información. Hay que ser honestos y explicar al país las razones de la estancia en Afganistán. ¿Por qué estamos? ¿Quién lo ha solicitado? ¿Qué hacemos? ¿Qué se espera? ¿Hasta cuándo? ¿Cuáles son los peligros y las condiciones de seguridad de las tropas? ¿Cómo es la relación con la población civil? ¿Qué perspectivas hay de resolución? ¿Cómo va el curso del conflicto? Algo que hubiera exigido muchísimo más de la clase política: un debate de altura en el Parlamento —«Las Cortes Generales representan al pueblo español... controlan la acción del Gobierno…» (artículo 66. 1 y 2 de la Constitución) y una explicación de la política internacional por el Gobierno —«El Gobierno dirige la política interior y exterior del Estado» (artículo 97 CE)—. Yo, como Churchill, creo en el pueblo español: «Confiad en el pueblo. Le diré lo peor y no consentiría verse batido». En su lugar, asistimos al acomplejamiento buenista, a la evitación del compromiso, al diletantismo indiferente. Una situación que se complica más, cuando la comunidad internacional, tras años de escasos resultados, se plantea ahora dos modelos de intervención. Para unos, como el presidente Obama, habría que seguir incidiendo en las originales directrices de máximos (el mantenimiento de los métodos de contrainsurgencia y el traslado de la seguridad a las tropas y policía afgana), pero fijando un plazo de salida. Para otros, como el vicepresidente Biden, sería mejor limitarnos a operaciones puntuales, preservando sin más nuestra seguridad nacional. ¿Qué pensamos aquí? Literalmente, nada. La clase política no sabe, no contesta, no aclara, no lidera. Mientras, una ciudadanía amilanada, que prefiere mirar para otra parte, y que no es capaz de asumir como Nación las trágicas muertes que nos trae el conflicto, sigue huérfana de información y de liderazgo para sobrellevar los esfuerzos y sacrificios requeridos en contextos tan adversos y graves.
Segundo: la ausencia de una política de Estado. No estamos, adelantábamos, ante un asunto de bandería, de facción o de partidismo, sino que la presencia de nuestros soldados debería ser una política de Estado. Una política que debería disfrutar del consenso de la mayoría de las fuerzas políticas, y al menos de los dos grandes partidos nacionales. Estamos ante una política transversal, por su relevancia, y necesitada de estabilidad. ¡Qué más da si fue el presidente Aznar quien envió las primeras tropas hace nueve años! ¡Qué más da que sea ahora el presidente Zapatero quien mantenga su contingente! Especialmente, cuando nuestra permanencia, en compañía de otros cuarenta y cuatro países de la comunidad internacional, está refrendada por el Gobierno afgano y las Naciones Unidas. Aquí no están justificadas políticas tactistas, réditos electorales cortoplacistas, espurios ocultamientos de los contratiempos. Y no me tachen farisaicamente de patrioterismo, pues no es cierto, bullanguero y expansionista.
Tercero: nos hallamos en medio de un inequívoco conflicto bélico. Estamos ante un conflicto bélico, y además, violento y peligroso. Una situación propia de la guerra, por más que nuestras tropas estén desplegando paralelamente misiones humanitarias y asistenciales en la formación de policías y militares afganos. Y hasta, por qué no decirlo, en pos de hacer viable un Estado fallidoanclado en un sistema feudal de comunidades étnicas y tribales. Nada hay de incompatible en satisfacer conjuntamente tales cometidos. Algo que reconoce la propia Ley Orgánica de Defensa Nacional de 17 de noviembre de 2005 (artículos 15 y 16). Lo que impele a nuestros dirigentes, por razones de moralidad pública, responsabilidad política y grandeza de miras, a brindar los medios con que hacer frente, y sobre todo, ¡la osadía de ganar, es de lo que se trata!, la guerra. Parangonando a Winston Churchill: «Preguntaréis cuál es nuestro objetivo. Os contestaré con una sola palabra: es la victoria. Victoria a pesar de los horrores». El capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas autoriza el uso de la fuerza. «Es una guerra —había afirmado Churchill— para establecer sobre fundamentos inexpugnables los derechos del individuo, una guerra para establecer y reavivar la talla del hombre».
Cuarto: una guerra que hay que querer y saber ganar. Y además pronto. Están en juego nuestras libertades, nuestra seguridad, la posibilidad de extender la democracia y hasta la existencia de las sociedades abiertas y plurales. Pero un conflicto, en este caso, que da la impresión estamos perdiendo. De una parte, los resultados no son hoy los que imaginábamos. Los talibanes continúan siendo fuertes en parte del país, los atentados no cesan y el terrorismo islámico sigue contando con respaldo popular y una amplia base de entrenamiento. De otra, la debilidad moral de las reticentes sociedades civiles del mundo desarrollado, incapaz de asumir los sacrificios personales y colectivos de una guerra, ¡cosa que saben nuestros enemigos!, disminuye las posibilidades de éxito. Replantearnos diariamente nuestra estancia, el papel allí desempeñado, la obsesión por el repliegue o la retirada de las tropas lo más rápidamente posible, no son la mejor estrategia para ganar. La debilidad y la tibieza, nuestros pusilánimes demonios, son incompatibles con la victoria. Hay mucho de ganas de vencer en las churchianasexigencias de «sangre, fatigas, sudor y lágrimas», pues «en la guerra han de afrontarse grandes riesgos para alcanzar grandes ganancias». Por el contrario, los enemigos de la libertad, los señores de la barbarie, los verdugos de la opresión, los fanáticos terroristas, nunca desesperan, nunca desfallecen, nunca titubean, nunca se rinden, nunca cejan. Enfrente hay un enemigo aguerrido, implacable, duro y hostil. «Paz sin victoria —decía nuestro hombre— es inconcebible, porque no sería paz»..
Quinta: necesitamos de un rearme moral.Reclamable, primero, a nuestros representantes políticos, los que nos gobiernan y los que se encuentran en la oposición. Los de aquí y los de allí. Hasta las Naciones Unidas deben dar ejemplo de virtud pública y de compromiso moral. Pero también por parte de las sociedades civiles: su coraje y la fortaleza de espíritu no pueden ser sustituidos por la superioridad tecnológica, el sofisticado armamento y la más depurada táctica militar. Ya sé que no estamos en una guerra como a la que se enfrentó Winston Churchill. Pero no me negarán su añoranza y la actualidad de sus consideraciones políticas y morales. ¿Encontraremos un Churchill para Afganistán? Nuestra sociedad civil y especialmente nuestros mil seiscientos soldados destinados, lo agradecerían.
Saludos
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- General de Brigada
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Defensa de los Intereses Nacionales de España.
Hemos leído y escuchado mil veces que a España le conviene llevarse bien con Marruecos – ambas naciones, se dice, están condenadas a entenderse - .Y es verdad que les conviene disfrutar de una buena vecindad pero, tratar de mantener unas relaciones lo más estrechas posibles, no está reñido con la defensa de los intereses españoles, aunque ello implique, a veces, tener que mostrar firmeza y determinación. Hay muchos intereses en juego entre los dos países y, por ello, hay que evitar el deterioro de unas buenas relaciones por culpa de posibles torpezas políticas. Pero las desavenencias, que con cierta periodicidad se producen, tienen su origen siempre, o casi siempre, en nuestro vecino y la permisividad del Gobierno, ante las continuas provocaciones y desaires, es constante y, hay que añadir, contraproducente – o al menos sin éxito - como lo muestra la experiencia.
Porque los marroquíes sí defienden sus intereses. Vemos como movilizan cuando les interesa, porque gozan de la iniciativa, sus fuerzas políticas y sociales para reclamar, por ejemplo, Ceuta y Melilla y testigos somos de las manifestaciones y provocaciones que escenifican. Qué bien manejan la cuestión de las “pateras”, como sus guardacostas protegen sus aguas territoriales y qué duros siempre han sido cuando se trata de negociar tratados de pesca en el banco sahariano…
No es lo mismo, nada tiene que ver con el caso anterior, pero si en el tratamiento por parte del Gobierno. Me refiero, ahora, a como una pequeña colonia sin complejos ni razones defiende sus intereses. Con qué determinación Gibraltar impide que las patrulleras de la Guardia Civil patrullen por aguas españolas, incluso, en persecución de contrabandistas y/o narcotraficantes. Con qué determinación amplían el territorio en la ladera este de la Roca o, finalmente para no cansar, con qué determinación policías gibraltareños entraron, hace unos días, en una vivienda de San Roque en busca de objetos robados en Gibraltar.
Nunca el Gobierno considera motivos para actuar con decisión por mor a crear incidentes. Cualquier persona puede deducir - sin ser tachada de parcial porque, además, los intereses nacionales son una cuestión de Estado y no ideológicos o de partido - la poca entereza que tiene el Gobierno para defender nuestros Intereses Nacionales.
Saludos
Porque los marroquíes sí defienden sus intereses. Vemos como movilizan cuando les interesa, porque gozan de la iniciativa, sus fuerzas políticas y sociales para reclamar, por ejemplo, Ceuta y Melilla y testigos somos de las manifestaciones y provocaciones que escenifican. Qué bien manejan la cuestión de las “pateras”, como sus guardacostas protegen sus aguas territoriales y qué duros siempre han sido cuando se trata de negociar tratados de pesca en el banco sahariano…
No es lo mismo, nada tiene que ver con el caso anterior, pero si en el tratamiento por parte del Gobierno. Me refiero, ahora, a como una pequeña colonia sin complejos ni razones defiende sus intereses. Con qué determinación Gibraltar impide que las patrulleras de la Guardia Civil patrullen por aguas españolas, incluso, en persecución de contrabandistas y/o narcotraficantes. Con qué determinación amplían el territorio en la ladera este de la Roca o, finalmente para no cansar, con qué determinación policías gibraltareños entraron, hace unos días, en una vivienda de San Roque en busca de objetos robados en Gibraltar.
Nunca el Gobierno considera motivos para actuar con decisión por mor a crear incidentes. Cualquier persona puede deducir - sin ser tachada de parcial porque, además, los intereses nacionales son una cuestión de Estado y no ideológicos o de partido - la poca entereza que tiene el Gobierno para defender nuestros Intereses Nacionales.
Saludos
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