Guerras Carlistas.
- Yorktown
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Guerras Carlistas.
Buscando y brujuleando por otro tema, resulta que he descubierto por ahí a unos tipos con unos nombres la mar de atractivos...
Los Cosacos del Tajo y Los Lanceros del Cid.
Parece que eran miembros de partidas carlistas irregulares que se echaron "al monte" en La Mancha y nada, pero nada nada,recomendables para encontrarse con ellos en la trifulca.
Pero no encuentro nada más salvo descripciones de uniformes, bueno, más de su aspecto que de su uniforme porque parece que no tenían equipo uniformado.
Y hete aquí mi sopresa cuando vengo a "mi casa"...y no teníamos hilo de las Guerras Carlistas !!! (o si?).
Como estoy bastante pez en esto, muy a mi pesar y para mi vergüenza...de momento os dejo con unas fotos de un "cosaco" y más que nada a ver si alguien sabe algo de estos buenos señores...
Tal que así lucía un Cosaco del Tajo según el Príncipe Felix von Lichnowsky, noble prusiano que lucho al lado de los legitimistas.
Ah, y también he leido por ahí que los batallones de Tortosa realizaron unas heróicas cargas suicidas a la bayoneta, que Charles Frederick Henningsen, futuro general confederado fue coronel carlista y que la Legión Extranjera Francesa se escabechó muy lindamente con su antiguos compañeros del Batallón Argelino...
Esto lo he pillado de una reseña del libro de Carlos Canales, que mañana corro a comprar, que termina con esta cita de Menenedez y Pelayo:
“Guerra como de tribus salvajes lanzadas al campo de las primitivas edades de la historia, guerra de exterminio y asolamiento, de degüello y represalias feroces, que duró siete años”.
Pues nada más, aquí os dejo el hilo para preguntas, uniformes, anecdotas, analisis tácticos, estratégicos o políticos (de la época por favor) y si alguien se anima a contarnos cosas de motu propio, mejor.
Saludos.
Los Cosacos del Tajo y Los Lanceros del Cid.
Parece que eran miembros de partidas carlistas irregulares que se echaron "al monte" en La Mancha y nada, pero nada nada,recomendables para encontrarse con ellos en la trifulca.
Pero no encuentro nada más salvo descripciones de uniformes, bueno, más de su aspecto que de su uniforme porque parece que no tenían equipo uniformado.
Y hete aquí mi sopresa cuando vengo a "mi casa"...y no teníamos hilo de las Guerras Carlistas !!! (o si?).
Como estoy bastante pez en esto, muy a mi pesar y para mi vergüenza...de momento os dejo con unas fotos de un "cosaco" y más que nada a ver si alguien sabe algo de estos buenos señores...
Tal que así lucía un Cosaco del Tajo según el Príncipe Felix von Lichnowsky, noble prusiano que lucho al lado de los legitimistas.
Ah, y también he leido por ahí que los batallones de Tortosa realizaron unas heróicas cargas suicidas a la bayoneta, que Charles Frederick Henningsen, futuro general confederado fue coronel carlista y que la Legión Extranjera Francesa se escabechó muy lindamente con su antiguos compañeros del Batallón Argelino...
Esto lo he pillado de una reseña del libro de Carlos Canales, que mañana corro a comprar, que termina con esta cita de Menenedez y Pelayo:
“Guerra como de tribus salvajes lanzadas al campo de las primitivas edades de la historia, guerra de exterminio y asolamiento, de degüello y represalias feroces, que duró siete años”.
Pues nada más, aquí os dejo el hilo para preguntas, uniformes, anecdotas, analisis tácticos, estratégicos o políticos (de la época por favor) y si alguien se anima a contarnos cosas de motu propio, mejor.
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¡Sois todos un puñado de socialistas!. (Von Mises)
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- tercioidiaquez
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Es curioso, como en líneas generales, las guerras carlistas, sobre todo la primera, han pasado de largo, desde el punto de vista militar, por los aficionados a estos temas, historiadores incluidos.
Supongo que parte de la culpa es porque los problemas políticos oscurecen las operaciones militares, eso y la brutal represión y la poca piedad que hubo en ocasiones, en demasiadas ocasiones.
Los cosacos efectivamente eran unas partidas rayando en el bandolerismo.
Los lanceros del Cid tengo que mirarlo, pero creo que si organizaron un regimiento con varios escuadrones.
Otra cosa no habría, pero cargas a la bayoneta y por parte de simples escuadrones de caballería contra batallones enteros, las hay a montones.
Lo de los argelinos ya forma parte de la leyenda.
Fue en la batalla de Barbastro, coincideron enfrente el batallón de la legión extranjera y el batallón argelino, formado por desertores de la Legión, pasados al bando carlista.
Antes de combatir, se saludaron y posteriormente se enzarzaron en una monumental melee cuerpo a cuerpo, en el que se llegó a un encarnizamiento tal con bajas elevadísimas para lo que se estaba acostumbrado en la época, un 90% en los argelinos y similar en sus contrarios.
Aquí participó el entonces capitán Bazaine, el "responsable" de la derrota en la guerra franco-prusiana.
Sin duda la cantidad de personajes que dio esta guerra es apasionante.
Diego de León, "la primera lanza de la guerra", con un "shabraq" en el caballo de piel de leopardo y su uniforme de gala de los húsares de la Princesa, que penetró en una posición carlista por la tronera de un cañón, obviamente montado a caballo, en Beloscoaín.
Posteriormente cuando fue fusilado por motivos políticos, se negó a aceptar a cambio el destierro y arengó al pelotón de fusilamiento a que apuntara al corazón.
El consejo de guerra que le condenó no fue unánime, y uno de los integrantes, comentó que si "todo aquel que se había levantado contra el gobierno debía ser ajusticiado, los miembros del consejo debían ahorcarse con las fajas de general".
Curiosidades: La palabra "guiri" y "guripa", provienen de las chapas que llevaban los soldados de la Guardia, "Guardia Real Infantería"=guiri, y "Guardia Real Provincial"=Guripa.
Un tema apasionante sin duda.
Supongo que parte de la culpa es porque los problemas políticos oscurecen las operaciones militares, eso y la brutal represión y la poca piedad que hubo en ocasiones, en demasiadas ocasiones.
Los Cosacos del Tajo y Los Lanceros del Cid.
Parece que eran miembros de partidas carlistas irregulares que se echaron "al monte" en La Mancha y nada, pero nada nada,recomendables para encontrarse con ellos en la trifulca.
Pero no encuentro nada más salvo descripciones de uniformes, bueno, más de su aspecto que de su uniforme porque parece que no tenían equipo uniformado.
Los cosacos efectivamente eran unas partidas rayando en el bandolerismo.
Los lanceros del Cid tengo que mirarlo, pero creo que si organizaron un regimiento con varios escuadrones.
Ah, y también he leido por ahí que los batallones de Tortosa realizaron unas heróicas cargas suicidas a la bayoneta, que Charles Frederick Henningsen, futuro general confederado fue coronel carlista y que la Legión Extranjera Francesa se escabechó muy lindamente con su antiguos compañeros del Batallón Argelino...
Otra cosa no habría, pero cargas a la bayoneta y por parte de simples escuadrones de caballería contra batallones enteros, las hay a montones.
Lo de los argelinos ya forma parte de la leyenda.
Fue en la batalla de Barbastro, coincideron enfrente el batallón de la legión extranjera y el batallón argelino, formado por desertores de la Legión, pasados al bando carlista.
Antes de combatir, se saludaron y posteriormente se enzarzaron en una monumental melee cuerpo a cuerpo, en el que se llegó a un encarnizamiento tal con bajas elevadísimas para lo que se estaba acostumbrado en la época, un 90% en los argelinos y similar en sus contrarios.
Aquí participó el entonces capitán Bazaine, el "responsable" de la derrota en la guerra franco-prusiana.
Sin duda la cantidad de personajes que dio esta guerra es apasionante.
Diego de León, "la primera lanza de la guerra", con un "shabraq" en el caballo de piel de leopardo y su uniforme de gala de los húsares de la Princesa, que penetró en una posición carlista por la tronera de un cañón, obviamente montado a caballo, en Beloscoaín.
Posteriormente cuando fue fusilado por motivos políticos, se negó a aceptar a cambio el destierro y arengó al pelotón de fusilamiento a que apuntara al corazón.
El consejo de guerra que le condenó no fue unánime, y uno de los integrantes, comentó que si "todo aquel que se había levantado contra el gobierno debía ser ajusticiado, los miembros del consejo debían ahorcarse con las fajas de general".
Curiosidades: La palabra "guiri" y "guripa", provienen de las chapas que llevaban los soldados de la Guardia, "Guardia Real Infantería"=guiri, y "Guardia Real Provincial"=Guripa.
Un tema apasionante sin duda.
“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Sin duda, nuestro (o "nuestros") gran conflicto olvidado. Hasta cierto punto uno entiende que la gente se haya olvidado de las guerras más antiguas, o que, por querer apartarse de la imagen terrible de la España imperial, se ignoren las de los Austrias; pero no deja de sorprender que tanto se hable de LA guerra civil, mientras se olviden estas otras guerras, que a fin de cuentas fueron tan civiles como la otra.
Gracias, Yorktown, por inaugurar este hilo.
Precioso el cuadro de Oriamendi
Gracias, Yorktown, por inaugurar este hilo.
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jandres escribió:El problema del olvido, eran los planes de estudio....
Nunca se llegaban a esos temas....la historia no llegaba al s.XIX.
Al año siguiente, ya tocaba la WWI.
Hombre, no sé los demás, pero en mi caso la causa no es esa. "En mis tiempos" sí que estaba en el libro de Historia, pero el "profe" la pasaba casi por encima, no creo que se le dedicara más de un cuarto de hora. La WWI no corría mucha mejor suerte, quizás media. La guerra civil (la otra, vamos), de puntillas, no vaya a ser que la liemos si nos ponemos a comentarla. Luego ya la WWII, la Reconquista o la Guerra de los 30 años, ya eran otra cosa.
En general, el tema está olvidado por todas partes, ¿cuántos documentales habéis visto en vuestra vida sobre esto en comparación con cualquier otra fase de nuestra historia? Y lo poco que se comenta es más a nivel político. De las campañas militares casi nada se recuerda, excepto quizás el nombre de Zumalacárregui. Y luego hablan de memoria histórica...
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El problema del olvido, eran los planes de estudio....
Nunca se llegaban a esos temas....la historia no llegaba al s.XIX.
Al año siguiente, ya tocaba la WWI.
Bueno, actualmente, en segundo de Bachillerato, el programa de Historia (que se restringe unicamente a España) empieza en las segunda mitad del siglo XIX. Almenos en nuestro instituto profundizamos lo adecuado (en mi opinión) en este turbuloso periodo historico, incluyendo las susodichas Guerras Carlistas.
Saludos, y gracias por el hilo
"Cuando un hombre, por la razón que sea, tiene la oportunidad de llevar una vida excepcional, no tiene derecho a guardársela para si mismo."
Jacques-Yves Cousteau
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A modo de apunte rápido, cabe recordar que el mes pasado falleció el que la mayoría de los carlistas han considerado titular legítimo de la dinastía, el príncipe Carlos Hugo de Borbón. Le ha sucedido como Duque de Parma y Plasencia, y como Duque de Madrid, su hijo el príncipe Carlos Javier de Borbón y Orange-Nassau.
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¿Los carlistas no eran/son un grupo homogeneo?
Ay primo, nada menos homogeneo que el carlismo desde hace mucho. Aparte de las cuitas dinásticas de las que seguro que Carta te cuenta más y podriamos parafrasear el dicho aquel y decir que donde hay dos carlistas reunidos hay una pelea ideologica, en ocasiones a tiros, literalmente. Y un par de pretendientes, por lo menos.
Para que te hagas una idea, el Partido Carlista, perteneció a Izquierda Unida, para que te hagas una idea.... http://partidocarlista.com/
Al igual que unos cuantos grupúsculos carlistoides regionales, todos rojos perdidos.
Y Comunión Tradicionalista son el viejo Dios, Patria, Fueros y Rey.... http://www.carlismo.es/
Vamos, se parecen como un huevo a una castaña, aunque no logro entender como los primeros acabaron así, francamente, ni creo que la Corona de España les importe un pimiento. Imagino que los tradicionalistas también tendrán alguna discrepancia en cuanto al pretendiente legítimo y visto su web...
Ha fallecido don Carlos Hugo de Borbón Parma. No es este el momento de recordar su nefanda defección, de tan trágicas consecuencias para la Causa de la legitimidad española. Que Dios misericordioso le haya perdonado.
S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón se encuentra naturalmente afectado por la muerte de su hermano Carlos Hugo, y ruega oraciones por su eterno descanso.
...pues si, efectivamente, parece que tienen lío.
Los de los tiros se consumó en Montejurra '76.
http://es.wikipedia.org/wiki/Sucesos_de_Montejurra.
Saludos.
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¡Sois todos un puñado de socialistas!. (Von Mises)
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Rocafort escribió:jandres escribió:El problema del olvido, eran los planes de estudio....
Nunca se llegaban a esos temas....la historia no llegaba al s.XIX.
Al año siguiente, ya tocaba la WWI.
Hombre, no sé los demás, pero en mi caso la causa no es esa. "En mis tiempos" sí que estaba en el libro de Historia, pero el "profe" la pasaba casi por encima, no creo que se le dedicara más de un cuarto de hora. La WWI no corría mucha mejor suerte, quizás media. La guerra civil (la otra, vamos), de puntillas, no vaya a ser que la liemos si nos ponemos a comentarla. Luego ya la WWII, la Reconquista o la Guerra de los 30 años, ya eran otra cosa.
En general, el tema está olvidado por todas partes, ¿cuántos documentales habéis visto en vuestra vida sobre esto en comparación con cualquier otra fase de nuestra historia? Y lo poco que se comenta es más a nivel político. De las campañas militares casi nada se recuerda, excepto quizás el nombre de Zumalacárregui. Y luego hablan de memoria histórica...
Yo por mi parte cuando estudiaba, si se machacaba la prehistoria, egipto, grecia,roma, reconquista, descubrimiento de america, algo pero poco de los austrias y borbones y rozando el año que mas la revolucion industrial. Pero sinceramente de los tercios solo conocia los de cerveza, la guerra de los 30 y 80 años cero patatero, de las guerras carlistas menos, n ique decir de la guerra civil y de la primera y segunda guerra mundial, nada de nada, de esta ultima pensarian que con las peliculas belicas ya teniamos mas que de sobra, sinceramente un desastre y mira que la historia me apasiona, pero reconozco que he aprendido mas aqui con ustedes que en mis años de colegio, como digo yo para que leches queria saber yo de neolitic paleolitico, que si que esta muy bei npero vamos que digo yo que se podria pasar de puntillas por esos temas no???
Y con respecto a los documentales, creo que pocos se han hecho de nuestra historia, sin embargo sobre la transicion tenemos muchos creo que demasiados, y miniseries ya ni te cuento, que no digo que este mal ya que es interesante que se sepa, pero vamos que podrian hacer mas documentales o miniseries de la historia de España pero no solo de la reciente se la guerra civil, de las guerras carlistas .......................
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Realmente ninguno de los dos partidos que se denominan carlistas (el PC, de extrema izquierda, y la CTC, ultraconservadora) se han posicionado en favor de los Borbón-Parma como herederos de la dinastía proscrita, pero a nivel personal la posición es considerarlos como tales, pero "descarriados", es decir, ideológicamente alejados del carlismo con la esperanza de que rectifiquen. Y es que los Borbón-Parma han defendido el socialismo autogestionario como ideología, cosa que muchos carlistas vieron como una traición.
El caso es que, aplicando estrictamente la ley sálica que los carlistas siempre defendieron, el actual rey carlista sería Juan IV, o lo que es lo mismo, Juan Carlos I de Borbón. Y es que en la misma persona han confluido ambas ramas (la liberal y la carlista).
El caso es que, aplicando estrictamente la ley sálica que los carlistas siempre defendieron, el actual rey carlista sería Juan IV, o lo que es lo mismo, Juan Carlos I de Borbón. Y es que en la misma persona han confluido ambas ramas (la liberal y la carlista).
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Permitidme, con respeto y sin ánimo de ofender a nadie, que publique un artículo de un conocido, sin que por ello exprese mi opinión. Que tiempo mediante expresaré.
El enemigo de la libertad en España
Por Jorge Vilches
Es preciso tener un buen conocimiento de la contemporaneidad española y despojarse de toda animadversión personal para definir al partido más nefasto para la libertad en la Historia de España. Alguno ha señalado al PSOE, o al PCE, incluso a FET y de las JONS. Pero si los criterios son guerracivilismo, crueldad y guerra al régimen constitucional, así como deterioro de la imagen exterior de España y daño a la idea de nación española en los últimos doscientos años, no hay duda alguna: el Partido Carlista.
No se trata de defender a ningún partido, sino de tener cierta perspectiva histórica. Simplemente consiste en recorrer la historia de la libertad en España desde 1808 para cerciorarse de que el partido que más ha luchado para que en nuestro país no germinara el árbol de la libertad ha sido el carlista.
Repasemos. Si bien el carlismo surgió a finales del reinado de Fernando VII, con la revuelta de los agraviados en Cataluña en 1826 y la expulsión encubierta de Carlos María Isidro a Lisboa, sus planteamientos políticos, sociales y religiosos se pueden rastrear desde la reacción a la Ilustración y a la Revolución Francesa en las obras de fray Diego de Vélez, Hervás y Panduro o Barruel.
Pero sin remontarnos a finales del XVIII y a la guerra contra la Convención, los episodios guerracivilistas y contrarios a la libertad nacional se produjeron desde la reunión de las Cortes en 1810. En torno a los enemigos de los liberales se fueron reuniendo una amalgama de absolutistas y tradicionalistas que utilizaron las instituciones y las libertades garantizadas por la Constitución para combatir el régimen. Buena parte de la estructura de la Iglesia, que no toda, sirvió para la propaganda y el reclutamiento de los antiliberales. Esto fue así durante todo el siglo XIX; hasta el nuncio Rampolla escribió al papa León XIII en 1884 que algunos obispos y muchos curas párrocos eran el armazón de un tradicionalismo, decía, siempre dispuesto a la guerra civil. Ganándose al pueblo desde el Altar, pregonaron contra la Constitución, vencieron en las elecciones de 1813 y apoyaron el golpe de estado de Fernando VII en mayo del año siguiente. Este rey se sirvió de estos reaccionarios para hacer limpieza social después de 1814 y de 1823, al margen de la ley, en una especie de razia contra los liberales o los que habían colaborado con el régimen liberal. Los atropellos, asesinatos, violaciones y robos estuvieron a la orden del día. No se trata de un martirologio; es que los reaccionarios, al grito de "Viva el Rey, viva la Religión, mueran los liberales", generaron un auténtico terror blanco. Ya lo anunciaba el padre Rafael Alvarado, el Filósofo Rancio, en su obra por entregas Prodigiosa vida, admirable doctrina y preciosa muerte de los filósofos liberales de Cádiz (1813).
Aquellos reaccionarios hicieron la primera guerra al régimen constitucional en 1822, cuando nombraron una regencia en Urgel y levantaron partidas en las provincias vascas y catalanas, que desde entonces serían el núcleo de los tradicionalistas. Hicieron guerra de guerrillas, nunca una campaña cara a cara al ejército liberal, asaltando pueblos y pequeños destacamentos militares, robando, violando y asesinando en nombre del Rey y la Religión. El pánico entre la población fue tal, que la gente acogió a las fuerzas francesas en 1823 como salvadoras y por eso no respondieron como en 1808. Los reaccionarios hicieron la primera guerra civil y auxiliaron a un ejército extranjero para derribar la libertad.
Una tímida apertura de Fernando VII en 1824, cuando incorporó antiguos afrancesados y reformistas a su Gobierno, en un intento de salvar la maltrecha Administración y que no quebrara el Estado, supuso que los monárquicos puros pensaran en la traición del rey y se pasaran con armas y bagajes a su hermano, Carlos María Isidro, defensor de una Monarquía tradicionalista basada en la alianza del Trono y el Altar, sin partidos ni libertades modernas. Se impuso entonces la necesidad de conquistar el Estado. El alzamiento de los agraviados en Cataluña entre marzo y septiembre de 1827, extendido luego a las provincias vascas, Valencia, Aragón y Andalucía, fue el primer aviso de lo que vino después. Tras la muerte de Fernando VII y la alianza de la regente María Cristina con los liberales para modernizar el país y ponerlo políticamente a la altura de las potencias europeas, como Gran Bretaña y Francia, los carlistas se lanzaron a la guerra civil. No se trató de una simple cuestión dinástica, sino que había detrás dos visiones contrapuestas de lo que debía ser España.
Mientras la España más culta y moderna, la de Larra, Espronceda, Mendizábal, Martínez de la Rosa, Toreno, Javier de Burgos y tantos otros, trabajaba para asentar el crecimiento del país sobre un régimen constitucional, la liberalización de la economía, la reforma de las Universidades y la modernización de la administración; los carlistas pensaban en la conquista del Estado para volver a formas económicas y políticas propias del Antiguo Régimen, restaurar la Inquisición y dejar la enseñanza en manos de la Iglesia.
Las guerras carlistas surcaron funestamente el XIX español: hubo dos generales (1833-1840 y 1872-1876) y otra localizada (1846-1849), además de numerosos pronunciamientos, algaradas, partidas sueltas y atentados; todo ello provocó más víctimas y daño al país que la guerra de 1936. La primera, entre 1833 y 1840, fueron siete años que se llevaron por delante a toda una generación, de forma tan salvaje y cruenta que espantó a los europeos. Hubo entre 150.000 y 200.000 militares muertos, entre españoles, franceses, ingleses y portugueses, pero no hay una cifra sobre las víctimas civiles. Aquella contienda, que provocaron los carlistas para hacerse con el Trono y el Estado, quebró la Hacienda nacional –que tuvo que endeudarse mucho más de lo conveniente–, acabó con la industria y las comunicaciones que se habían reconstruido tras la Guerra de la Independencia, imposibilitó el desarrollo natural del régimen político y económico liberal y desvió los pocos recursos económicos y humanos hacia un conflicto inútil, con lo que se lastró el progreso del país durante décadas.
La imagen de España fraguada en su lucha contra los franceses en la Guerra de la Independencia, la de un pueblo orgulloso, libre, romántico, crisol del occidentalismo y del orientalismo, que había sido el imán de mucho viajero inglés y francés y el objeto de muchas piezas literarias, simplemente desapareció. No se trataba de hispanofobia, sino de la verdad. Los corresponsales, escritores y políticos extranjeros detallaban los horrores de una guerra crudelísima, de un país que debido al conflicto bélico se hundía en la miseria y la barbarie. Junto a hombres y episodios heroicos en ambos bandos, los relatos de salvajismo helaban la sangre a una opinión pública europea que, por el contrario, vivía en pleno crecimiento económico y cultural.
Así ocurrió también en 1846, cuando los carlistas se levantaron de nuevo en Cataluña, con motivo de la boda de Isabel II con Francisco de Asís de Borbón, lo que dejaba fuera de juego al pretendiente carlista. Mientras, el viento de la democracia recorría Francia, Alemania o Italia. Aquel conflicto se extendió por otras partes del país, con el mismo estilo de guerra de guerrillas. No se liquidó hasta 1849; momentáneamente, el general Narváez, un moderado de mano dura, se convirtió en el héroe de los liberales.
Los carlistas siempre intentaron aprovechar una supuesta debilidad del Estado para iniciar la guerra civil y conquistarlo. Así fue en San Carlos de la Rápita en abril de 1860, cuando el general Ortega intentó pronunciarse a favor de Carlos Luis de Borbón, el pretendiente, justamente cuando el país estaba en sus últimos momentos de la guerra contra el Imperio de Marruecos. Los soldados del regimiento del general Ortega se negaron a seguirle y fue capturado. Si bien Ortega fue fusilado por traición, Carlos Luis y su hermano Fernando, que acabaron siendo capturados por la Guardia Civil, fueron amnistiados. Y es que los Gobiernos liberales fueron por lo general muy generosos tras los conflictos provocados por los carlistas: amnistías generales y reconocimiento de grados militares.
Las primeras elecciones con sufragio universal masculino para elegir diputados a Cortes, en 1869, dieron una amplia victoria a las fuerzas liberales. El carlismo tuvo libertad para organizar comités electorales y contó con numerosa prensa, a pesar de lo cual no tuvo un buen resultado en las urnas, salvo en las provincias vascas, Navarra y algunos lugares de Cataluña, Valencia, Galicia y el Maestrazgo. La nación ejerció su soberanía y colocó al carlismo en su sitio; es decir, entre los grupos minoritarios. Aun así, los carlistas seguían pensando en la guerra civil. Lo intentaron en 1869, a principios de 1870 y lo culminaron en mayo de 1872, dando inicio a una nueva guerra carlista, que duró cuatro años y causó 50.000 muertos militares e incontables civiles. Galdós relata en un uno de sus Episodios nacionales la entrada de los carlistas en Cuenca en 1874, cómo resistió la ciudad casa por casa y las tropelías injustificadas de los reaccionarios ante una población que carecía de guarnición militar.
Durante la Restauración, el carlismo se mantuvo en guardia. A pesar de la derrota de 1876, los carlistas continuaron con su organización pública, su representación parlamentaria y su prensa. Ni el legitimismo francés ni el miguelismo portugués mostraron tal empecinamiento.
Aquel carlismo postrero había unido los "Fueros" a la triada "Dios, Patria y Rey"; y lo que es peor, el pretendiente Carlos VII fue añadiendo elementos del biologismo político tan en boga a finales de aquel siglo, que fue identificando el espíritu carlista con el vizcaíno y luego con la raza vasca. Ese doble componente fuerista y racista fue el germen de donde surgió el nacionalismo vasco; de hecho, los hermanos Arana eran de familia carlista y ambos comenzaron siendo carlistas. Se fue creando una cultura política que señalaba a vascos y navarros como una sociedad aparte, diferenciada, sometida a los liberales de Madrid, que guardaba las esencias históricas indígenas frente a la invasión castellana. El régimen señorial vizcaíno se convirtió en la utopía ruralista que conservaba los antiguos usos y costumbres vascos, frente a la degeneración de la modernidad –algo típico en el tránsito del conservadurismo al totalitarismo–, que colocaba al buen salvaje rural, de pura raza, de grandes virtudes y civilización, frente al degenerado y contaminante extranjero. Así, el carlismo se convirtió en la raíz del nacionalismo vasco.
Y el carlismo no abandonó su inclinación a la violencia. Aprovechando la crisis de 1898, las juntas carlistas de Cataluña prepararon en Perpiñán un levantamiento general contra la monarquía constitucional en 1900. La guerra civil debía iniciarse el 28 de octubre. El Gobierno estaba en conocimiento de los preparativos, y las guarniciones de las principales ciudades quedaron en estado de alarma. Se alzaron partidas en el norte catalán, Valencia, Andalucía y el Maestrazgo, contra las que actuaron de forma coordinada el ejército y las fuerzas de orden público. Se conoció entonces la existencia de numerosos depósitos de armas, municiones y uniformes, y de 1.100 comités carlistas repartidos por toda España, dirigidos desde Madrid por un Consejo General con fines militares. Fue la Octubrada.
El carlismo no sólo desaprovechó la oportunidad que se le brindó de nuevo en la Restauración para formar parte del régimen, sino que volvió al combate, utilizando para ello las libertades que le garantizaba el propio régimen. La Octubrada marcó el final de una época: ya no podían oponer un proyecto de Estado a otro, ni despreciar el capitalismo liberal, ni levantar partidas para constituir un Ejército Real. El carlismo se desmenuzó, se acercó en el País Vasco y Cataluña a los políticos nacionalistas y apoyó la violencia en la calle; de hecho, las Juventudes Carlistas eran paramilitares. Ese culto a la violencia moderna, la propia del siglo XX, derivó en la creación de los Sindicatos Libres, en 1919, que se enfrentaron violentamente a los anarquistas. Contaron con 150.000 miembros a principios de los años 20. Pero enseguida renegaron de su origen y se dedicaron a acciones violentas contra otros sindicatos y la patronal. Fueron los años del pistolerismo, cuyo hecho culminante fue el asesinato del dirigente anarquista Salvador Seguí.
Al igual que el PSOE, el carlismo apoyó la dictadura de Primo de Rivera en 1923, aunque se desmarcó pronto, en 1925, antes que los socialistas. La proclamación de la Segunda República y el anticlericalismo hicieron que reviviera el Partido Carlista, que reunió en torno a Alfonso Carlos, un octogenario sin descendencia, a todos los grupos carlistas. Durante la época republicana se militarizaron los requetés, al igual que las bases de otros partidos, y siguieron conspirando. En marzo de 1934, una delegación de Comunión Tradicionalista y de Renovación Española (alfonsinos) se reunió con Mussolini, quien les prometió armas y dinero para iniciar la guerra civil en nombre de la Monarquía. Los requetés se prepararon para la contienda: uniformes, armamentos, instrucción militar y maniobras en campo abierto. Para julio de 1936, eran unos 30.000 en toda España.
El franquismo, el paso del tiempo y la propia evolución de los carlistas desarticularon el carlismo. Comunión Tradicionalista desapareció en 1937 con el decreto de fusión en FET y de las JONS. Los descontentos evolucionaron hacia la izquierda, y entre 1970 y 1972 esa parte de los carlistas, la dirigida por Carlos Hugo de Borbón, se declaró socialista autogestionaria y federalista. Sin votos ni financiación, se fue diluyendo. En 1986 cofundó Izquierda Unida, y en 1998 firmó el Pacto de Estella con los nacionalistas vascos para ayudar a ETA. El otro carlismo, el dirigido por Sixto de Borbón, se opuso a la evolución socialista de Carlos Hugo y organizó el atentado de Montejurra, en 1976, donde hubo dos muertos. Hoy son un grupúsculo.
En definitiva: con un historial guerracivilista tan dilatado, siempre enemigo de la libertad y raíz del nacionalismo vasco, el Partido Carlista ha sido el más ominoso de nuestra historia porque obstaculizó el progreso del país en todos los órdenes, dañó su imagen y debilitó la cohesión nacional.
http://historia.libertaddigital.com/el- ... 39711.html
El enemigo de la libertad en España
Por Jorge Vilches
Es preciso tener un buen conocimiento de la contemporaneidad española y despojarse de toda animadversión personal para definir al partido más nefasto para la libertad en la Historia de España. Alguno ha señalado al PSOE, o al PCE, incluso a FET y de las JONS. Pero si los criterios son guerracivilismo, crueldad y guerra al régimen constitucional, así como deterioro de la imagen exterior de España y daño a la idea de nación española en los últimos doscientos años, no hay duda alguna: el Partido Carlista.
No se trata de defender a ningún partido, sino de tener cierta perspectiva histórica. Simplemente consiste en recorrer la historia de la libertad en España desde 1808 para cerciorarse de que el partido que más ha luchado para que en nuestro país no germinara el árbol de la libertad ha sido el carlista.
Repasemos. Si bien el carlismo surgió a finales del reinado de Fernando VII, con la revuelta de los agraviados en Cataluña en 1826 y la expulsión encubierta de Carlos María Isidro a Lisboa, sus planteamientos políticos, sociales y religiosos se pueden rastrear desde la reacción a la Ilustración y a la Revolución Francesa en las obras de fray Diego de Vélez, Hervás y Panduro o Barruel.
Pero sin remontarnos a finales del XVIII y a la guerra contra la Convención, los episodios guerracivilistas y contrarios a la libertad nacional se produjeron desde la reunión de las Cortes en 1810. En torno a los enemigos de los liberales se fueron reuniendo una amalgama de absolutistas y tradicionalistas que utilizaron las instituciones y las libertades garantizadas por la Constitución para combatir el régimen. Buena parte de la estructura de la Iglesia, que no toda, sirvió para la propaganda y el reclutamiento de los antiliberales. Esto fue así durante todo el siglo XIX; hasta el nuncio Rampolla escribió al papa León XIII en 1884 que algunos obispos y muchos curas párrocos eran el armazón de un tradicionalismo, decía, siempre dispuesto a la guerra civil. Ganándose al pueblo desde el Altar, pregonaron contra la Constitución, vencieron en las elecciones de 1813 y apoyaron el golpe de estado de Fernando VII en mayo del año siguiente. Este rey se sirvió de estos reaccionarios para hacer limpieza social después de 1814 y de 1823, al margen de la ley, en una especie de razia contra los liberales o los que habían colaborado con el régimen liberal. Los atropellos, asesinatos, violaciones y robos estuvieron a la orden del día. No se trata de un martirologio; es que los reaccionarios, al grito de "Viva el Rey, viva la Religión, mueran los liberales", generaron un auténtico terror blanco. Ya lo anunciaba el padre Rafael Alvarado, el Filósofo Rancio, en su obra por entregas Prodigiosa vida, admirable doctrina y preciosa muerte de los filósofos liberales de Cádiz (1813).
Aquellos reaccionarios hicieron la primera guerra al régimen constitucional en 1822, cuando nombraron una regencia en Urgel y levantaron partidas en las provincias vascas y catalanas, que desde entonces serían el núcleo de los tradicionalistas. Hicieron guerra de guerrillas, nunca una campaña cara a cara al ejército liberal, asaltando pueblos y pequeños destacamentos militares, robando, violando y asesinando en nombre del Rey y la Religión. El pánico entre la población fue tal, que la gente acogió a las fuerzas francesas en 1823 como salvadoras y por eso no respondieron como en 1808. Los reaccionarios hicieron la primera guerra civil y auxiliaron a un ejército extranjero para derribar la libertad.
Una tímida apertura de Fernando VII en 1824, cuando incorporó antiguos afrancesados y reformistas a su Gobierno, en un intento de salvar la maltrecha Administración y que no quebrara el Estado, supuso que los monárquicos puros pensaran en la traición del rey y se pasaran con armas y bagajes a su hermano, Carlos María Isidro, defensor de una Monarquía tradicionalista basada en la alianza del Trono y el Altar, sin partidos ni libertades modernas. Se impuso entonces la necesidad de conquistar el Estado. El alzamiento de los agraviados en Cataluña entre marzo y septiembre de 1827, extendido luego a las provincias vascas, Valencia, Aragón y Andalucía, fue el primer aviso de lo que vino después. Tras la muerte de Fernando VII y la alianza de la regente María Cristina con los liberales para modernizar el país y ponerlo políticamente a la altura de las potencias europeas, como Gran Bretaña y Francia, los carlistas se lanzaron a la guerra civil. No se trató de una simple cuestión dinástica, sino que había detrás dos visiones contrapuestas de lo que debía ser España.
Mientras la España más culta y moderna, la de Larra, Espronceda, Mendizábal, Martínez de la Rosa, Toreno, Javier de Burgos y tantos otros, trabajaba para asentar el crecimiento del país sobre un régimen constitucional, la liberalización de la economía, la reforma de las Universidades y la modernización de la administración; los carlistas pensaban en la conquista del Estado para volver a formas económicas y políticas propias del Antiguo Régimen, restaurar la Inquisición y dejar la enseñanza en manos de la Iglesia.
Las guerras carlistas surcaron funestamente el XIX español: hubo dos generales (1833-1840 y 1872-1876) y otra localizada (1846-1849), además de numerosos pronunciamientos, algaradas, partidas sueltas y atentados; todo ello provocó más víctimas y daño al país que la guerra de 1936. La primera, entre 1833 y 1840, fueron siete años que se llevaron por delante a toda una generación, de forma tan salvaje y cruenta que espantó a los europeos. Hubo entre 150.000 y 200.000 militares muertos, entre españoles, franceses, ingleses y portugueses, pero no hay una cifra sobre las víctimas civiles. Aquella contienda, que provocaron los carlistas para hacerse con el Trono y el Estado, quebró la Hacienda nacional –que tuvo que endeudarse mucho más de lo conveniente–, acabó con la industria y las comunicaciones que se habían reconstruido tras la Guerra de la Independencia, imposibilitó el desarrollo natural del régimen político y económico liberal y desvió los pocos recursos económicos y humanos hacia un conflicto inútil, con lo que se lastró el progreso del país durante décadas.
La imagen de España fraguada en su lucha contra los franceses en la Guerra de la Independencia, la de un pueblo orgulloso, libre, romántico, crisol del occidentalismo y del orientalismo, que había sido el imán de mucho viajero inglés y francés y el objeto de muchas piezas literarias, simplemente desapareció. No se trataba de hispanofobia, sino de la verdad. Los corresponsales, escritores y políticos extranjeros detallaban los horrores de una guerra crudelísima, de un país que debido al conflicto bélico se hundía en la miseria y la barbarie. Junto a hombres y episodios heroicos en ambos bandos, los relatos de salvajismo helaban la sangre a una opinión pública europea que, por el contrario, vivía en pleno crecimiento económico y cultural.
Así ocurrió también en 1846, cuando los carlistas se levantaron de nuevo en Cataluña, con motivo de la boda de Isabel II con Francisco de Asís de Borbón, lo que dejaba fuera de juego al pretendiente carlista. Mientras, el viento de la democracia recorría Francia, Alemania o Italia. Aquel conflicto se extendió por otras partes del país, con el mismo estilo de guerra de guerrillas. No se liquidó hasta 1849; momentáneamente, el general Narváez, un moderado de mano dura, se convirtió en el héroe de los liberales.
Los carlistas siempre intentaron aprovechar una supuesta debilidad del Estado para iniciar la guerra civil y conquistarlo. Así fue en San Carlos de la Rápita en abril de 1860, cuando el general Ortega intentó pronunciarse a favor de Carlos Luis de Borbón, el pretendiente, justamente cuando el país estaba en sus últimos momentos de la guerra contra el Imperio de Marruecos. Los soldados del regimiento del general Ortega se negaron a seguirle y fue capturado. Si bien Ortega fue fusilado por traición, Carlos Luis y su hermano Fernando, que acabaron siendo capturados por la Guardia Civil, fueron amnistiados. Y es que los Gobiernos liberales fueron por lo general muy generosos tras los conflictos provocados por los carlistas: amnistías generales y reconocimiento de grados militares.
Las primeras elecciones con sufragio universal masculino para elegir diputados a Cortes, en 1869, dieron una amplia victoria a las fuerzas liberales. El carlismo tuvo libertad para organizar comités electorales y contó con numerosa prensa, a pesar de lo cual no tuvo un buen resultado en las urnas, salvo en las provincias vascas, Navarra y algunos lugares de Cataluña, Valencia, Galicia y el Maestrazgo. La nación ejerció su soberanía y colocó al carlismo en su sitio; es decir, entre los grupos minoritarios. Aun así, los carlistas seguían pensando en la guerra civil. Lo intentaron en 1869, a principios de 1870 y lo culminaron en mayo de 1872, dando inicio a una nueva guerra carlista, que duró cuatro años y causó 50.000 muertos militares e incontables civiles. Galdós relata en un uno de sus Episodios nacionales la entrada de los carlistas en Cuenca en 1874, cómo resistió la ciudad casa por casa y las tropelías injustificadas de los reaccionarios ante una población que carecía de guarnición militar.
Durante la Restauración, el carlismo se mantuvo en guardia. A pesar de la derrota de 1876, los carlistas continuaron con su organización pública, su representación parlamentaria y su prensa. Ni el legitimismo francés ni el miguelismo portugués mostraron tal empecinamiento.
Aquel carlismo postrero había unido los "Fueros" a la triada "Dios, Patria y Rey"; y lo que es peor, el pretendiente Carlos VII fue añadiendo elementos del biologismo político tan en boga a finales de aquel siglo, que fue identificando el espíritu carlista con el vizcaíno y luego con la raza vasca. Ese doble componente fuerista y racista fue el germen de donde surgió el nacionalismo vasco; de hecho, los hermanos Arana eran de familia carlista y ambos comenzaron siendo carlistas. Se fue creando una cultura política que señalaba a vascos y navarros como una sociedad aparte, diferenciada, sometida a los liberales de Madrid, que guardaba las esencias históricas indígenas frente a la invasión castellana. El régimen señorial vizcaíno se convirtió en la utopía ruralista que conservaba los antiguos usos y costumbres vascos, frente a la degeneración de la modernidad –algo típico en el tránsito del conservadurismo al totalitarismo–, que colocaba al buen salvaje rural, de pura raza, de grandes virtudes y civilización, frente al degenerado y contaminante extranjero. Así, el carlismo se convirtió en la raíz del nacionalismo vasco.
Y el carlismo no abandonó su inclinación a la violencia. Aprovechando la crisis de 1898, las juntas carlistas de Cataluña prepararon en Perpiñán un levantamiento general contra la monarquía constitucional en 1900. La guerra civil debía iniciarse el 28 de octubre. El Gobierno estaba en conocimiento de los preparativos, y las guarniciones de las principales ciudades quedaron en estado de alarma. Se alzaron partidas en el norte catalán, Valencia, Andalucía y el Maestrazgo, contra las que actuaron de forma coordinada el ejército y las fuerzas de orden público. Se conoció entonces la existencia de numerosos depósitos de armas, municiones y uniformes, y de 1.100 comités carlistas repartidos por toda España, dirigidos desde Madrid por un Consejo General con fines militares. Fue la Octubrada.
El carlismo no sólo desaprovechó la oportunidad que se le brindó de nuevo en la Restauración para formar parte del régimen, sino que volvió al combate, utilizando para ello las libertades que le garantizaba el propio régimen. La Octubrada marcó el final de una época: ya no podían oponer un proyecto de Estado a otro, ni despreciar el capitalismo liberal, ni levantar partidas para constituir un Ejército Real. El carlismo se desmenuzó, se acercó en el País Vasco y Cataluña a los políticos nacionalistas y apoyó la violencia en la calle; de hecho, las Juventudes Carlistas eran paramilitares. Ese culto a la violencia moderna, la propia del siglo XX, derivó en la creación de los Sindicatos Libres, en 1919, que se enfrentaron violentamente a los anarquistas. Contaron con 150.000 miembros a principios de los años 20. Pero enseguida renegaron de su origen y se dedicaron a acciones violentas contra otros sindicatos y la patronal. Fueron los años del pistolerismo, cuyo hecho culminante fue el asesinato del dirigente anarquista Salvador Seguí.
Al igual que el PSOE, el carlismo apoyó la dictadura de Primo de Rivera en 1923, aunque se desmarcó pronto, en 1925, antes que los socialistas. La proclamación de la Segunda República y el anticlericalismo hicieron que reviviera el Partido Carlista, que reunió en torno a Alfonso Carlos, un octogenario sin descendencia, a todos los grupos carlistas. Durante la época republicana se militarizaron los requetés, al igual que las bases de otros partidos, y siguieron conspirando. En marzo de 1934, una delegación de Comunión Tradicionalista y de Renovación Española (alfonsinos) se reunió con Mussolini, quien les prometió armas y dinero para iniciar la guerra civil en nombre de la Monarquía. Los requetés se prepararon para la contienda: uniformes, armamentos, instrucción militar y maniobras en campo abierto. Para julio de 1936, eran unos 30.000 en toda España.
El franquismo, el paso del tiempo y la propia evolución de los carlistas desarticularon el carlismo. Comunión Tradicionalista desapareció en 1937 con el decreto de fusión en FET y de las JONS. Los descontentos evolucionaron hacia la izquierda, y entre 1970 y 1972 esa parte de los carlistas, la dirigida por Carlos Hugo de Borbón, se declaró socialista autogestionaria y federalista. Sin votos ni financiación, se fue diluyendo. En 1986 cofundó Izquierda Unida, y en 1998 firmó el Pacto de Estella con los nacionalistas vascos para ayudar a ETA. El otro carlismo, el dirigido por Sixto de Borbón, se opuso a la evolución socialista de Carlos Hugo y organizó el atentado de Montejurra, en 1976, donde hubo dos muertos. Hoy son un grupúsculo.
En definitiva: con un historial guerracivilista tan dilatado, siempre enemigo de la libertad y raíz del nacionalismo vasco, el Partido Carlista ha sido el más ominoso de nuestra historia porque obstaculizó el progreso del país en todos los órdenes, dañó su imagen y debilitó la cohesión nacional.
http://historia.libertaddigital.com/el- ... 39711.html
Am Israel Jai !!!
Efshár lekabél séfel?.
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La vinculación del Carlismo (como bien señala Payne, el movimiento social y político más popular en la historia de España, muy por delante del anarquismo, socialismo o nacionalismo... como dijo Yorktown, así nos ha ido y así nos va) con "la izquierda" no es algo nuevo...
Ya en la segunda guerra carlista, en 1846 - 1849, a los carlistas se les llamaba, por parte de los liberales, "comunistas"... cuando aún ese concepto apenas si se empleaba por Marx.. supongo que la identificación del carlismo con el comunismo por parte de los liberales se da por esa aparente identidad de enemigos: El carlismo atacaba al capitalismo, el liberalismo, la desamortización, la banca, el individualismo, cierto es que mantenía un interés por los pobres que no tenían los liberales, pero fuera parte de ese enemigo común (Capitalismo - Liberalismo - Individualismo) no veo otra semejanza con el comunismo (el Altar y el Trono... poco tienen que ver con el Comité Central...)
Este texto, escrito por los liberales (Manifiesto de La Garriga) es el primero, que yo sepa, en identificar Carlismo y Comunismo (es de la Segunda guerra Carlista)
Pero no para aquí lo engany que pateix la nostra credulitat. Tampoch es monarquia constitucional, com la que tenim, ni á D. Carlos lo que s'preten, no, montañesos : es lo fatal comunisme en tota sa estensió y horror; es aqueix sistema desorganisador del mon ; es en fi lo terrible combat de que no té, contra del que té : en una paraula la destrucció de la propietat; la destrucció de las familias; la destrucció de la relijió; es dir “ que los bens serán comuns, ço es, de tot hom en general, y de ningu en particular: que los pares no tindrán domini sobre sos fills; ni estos subjecció respecte de sos pares : que los temples y sos misistres serán abolits .... tal es lo comunisme
Vamos decir que los carlistas iban a abolir la religión... es cuanto menos una afirmación audaz...
Saludos
El Carlismo era la defensa del Altar y el Trono, de la propiedad vinculada, de la familia frente al individuo... no es comunismo, salvo en aquellos aspectos en que el comunismo se parece al Antiguo Régimen (y no al contrario).
Ya dije una vez, que aunque sólo sea por estética, me encanta el carlismo... es el puro romanticismo hecho verbo. ¿Acaso más romántico que esas figuras legitimistas de los Guerrilleros de Cristo Rey?
Ya en la segunda guerra carlista, en 1846 - 1849, a los carlistas se les llamaba, por parte de los liberales, "comunistas"... cuando aún ese concepto apenas si se empleaba por Marx.. supongo que la identificación del carlismo con el comunismo por parte de los liberales se da por esa aparente identidad de enemigos: El carlismo atacaba al capitalismo, el liberalismo, la desamortización, la banca, el individualismo, cierto es que mantenía un interés por los pobres que no tenían los liberales, pero fuera parte de ese enemigo común (Capitalismo - Liberalismo - Individualismo) no veo otra semejanza con el comunismo (el Altar y el Trono... poco tienen que ver con el Comité Central...)
Este texto, escrito por los liberales (Manifiesto de La Garriga) es el primero, que yo sepa, en identificar Carlismo y Comunismo (es de la Segunda guerra Carlista)
Pero no para aquí lo engany que pateix la nostra credulitat. Tampoch es monarquia constitucional, com la que tenim, ni á D. Carlos lo que s'preten, no, montañesos : es lo fatal comunisme en tota sa estensió y horror; es aqueix sistema desorganisador del mon ; es en fi lo terrible combat de que no té, contra del que té : en una paraula la destrucció de la propietat; la destrucció de las familias; la destrucció de la relijió; es dir “ que los bens serán comuns, ço es, de tot hom en general, y de ningu en particular: que los pares no tindrán domini sobre sos fills; ni estos subjecció respecte de sos pares : que los temples y sos misistres serán abolits .... tal es lo comunisme
Vamos decir que los carlistas iban a abolir la religión... es cuanto menos una afirmación audaz...
Saludos
El Carlismo era la defensa del Altar y el Trono, de la propiedad vinculada, de la familia frente al individuo... no es comunismo, salvo en aquellos aspectos en que el comunismo se parece al Antiguo Régimen (y no al contrario).
Ya dije una vez, que aunque sólo sea por estética, me encanta el carlismo... es el puro romanticismo hecho verbo. ¿Acaso más romántico que esas figuras legitimistas de los Guerrilleros de Cristo Rey?
- Rotax
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agualongo escribió:... es el puro romanticismo hecho verbo. ¿Acaso más romántico que esas figuras legitimistas de los Guerrilleros de Cristo Rey?
Les ecuentro el mismo romanticismo conmovedor que a sus primos cercanos de ETA.
Y es que la Hydra dió muchas cabezas....
Saludos
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Katharine Clifton en "El paciente Inglés"
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Rotax escribió:agualongo escribió:... es el puro romanticismo hecho verbo. ¿Acaso más romántico que esas figuras legitimistas de los Guerrilleros de Cristo Rey?
Les ecuentro el mismo romanticismo conmovedor que a sus primos cercanos de ETA.
Y es que la Hydra dió muchas cabezas....
Saludos
Quite quite, que la historia del carlismo ha ido por otras lides. Para ello habría que empezar por dos mujeres, María Francisca de Asis y de Braganza y María Eugenia de Borbón.
Ruego no se tome tan a la ligera este lamentable episodio nacional.
Saludos cordiales.
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