Dragon 8
Cheongju, conocida como “K-59”, era una de las más importantes bases de la Fuerza Aérea Surcoreana, tanto por el número de aparatos allí desplegados como por su situación en el centro de Corea del Sur. También era una de las bases donde la USAF tenía almacenado material y munición, ya que se esperaba desplegar refuerzos desde el territorio continental de los EEUU en esa y otras cuatro bases más, además de las que ya utilizaban en Osan y Kunsan.
Choi Jung-Nam era un joven teniente que acababa de recibir su calificación de “listo para el combate” hacía apenas tres semanas, y que aquella noche estaba de guardia, con el indicativo “Dragón 8”, en la pequeña habitación adyacente al hangar blindado donde “dormía” su avión asignado en alerta 5. Un enorme F-4E Phantom II, armado con cuatro misiles Sparrow y cuatro Sidewinders además de munición completa para el cañón y lleno de combustible, pero sin depósitos externos. Él, el teniente Ki Ho (su oficial de sistema de armas o WSO) y otros catorce pilotos y WSO,s formaban aquella noche la guardia de alerta 5, formada en total por ocho aparatos. Otros cuatro aparatos estaban en el aire formando dos patrullas aéreas de combate (CAP), una sobre la ciudad de Anseong, a veinticinco millas al nortoeste de Cheongju, conocida como punto Delta 1, y cuya finalidad era la de defender la propia base K-59, y otra al norte y conocida como Romeo 1, al este de Icheon y a unas treinta y cinco millas de distancia, como refuerzo a otras CAP de aparatos de distintas bases que estaban formadas en posiciones más adelantadas, a pocas millas de la zona desmilitarizada (DMZ), para interceptar a cualquier aparato que atacara desde el Norte.
La situación en la península Coreana se había vuelto extremadamente delicada desde que hacía algo más de 48 horas los EEUU y la Unión Soviética se hubiesen lanzado a una guerra sin cuartel el uno contra el otro. Europa y casi todo Oriente Medio estaban en llamas, mientras que en el Pacífico, tan solo se habían producido encuentros menores, comparados con lo que sucedía medio mundo más allá. Pero a nadie se le escapaba que aquello no podía durar. Los surcoreanos en especial, habían colocado sus Fuerzas Armadas en alerta máxima. Las divisiones y brigadas de su ejército habían abandonado sus cuarteles y se desplegaron en el campo, en posiciones de espera. La marina de guerra también había hecho salir a sus buques a alta mar en espera de acontecimientos, mientras que la fuerza aérea, había incrementado su número de patrullas y colocado al resto de aviones en posición de reaccionar rápidamente ante cualquier ataque. Las dos primeras noches habían sido muy tensas con numerosas falsas alarmas que no precipitaron el conflicto casi de milagro. La información de inteligencia, ya de por sí escasa, sobre el estado de las fuerzas de combate de Corea del Norte había descendido a limites muy bajos, debido al secretismo y a las maniobras de ocultación de sus unidades militares. Todo aquello solo podía indicar una cosa: la preparación del Norte para lanzar un ataque contra sus hermanos del Sur, o al menos esa era la opinión mayoritaria entre las agencias de espionaje e inteligencia surcoreanas y norteamericanas. La mayor duda que se tenía, no era si se avecinaba un ataque, sino cuando. Aquella incógnita no tardaría mucho en despejarse…
Poco antes del alba, toda la base se estremeció cuando una gigantesca explosión se produjo en el depósito de armamento que había contiguo al almacén de suministros.
No hubo aviso, no hubo alarma. El modo en que Jung-Nam supo de la guerra había comenzado para él y su país fue el ruido de la munición que tenían los norteamericanos explotando. Luego siguió el tiroteo y las pequeñas explosiones que se oían por toda la base.
-¡A los aviones!, ¡A los aviones! Vamos corred
El mayor Bum-Kun, como buen piloto de caza, fue rápido de reflejos y comenzó a movilizar a sus hombres para que ocuparan las cabinas de sus aviones.
-Abrid las puertas – ordenó al personal de tierra – tenemos que salir cuanto antes de aquí.
En los cuatro hangares acorazados que estaban situados cerca de la cabecera de la pista 6/24, los ocho Phantoms comenzaron a cobrar vida cuando el personal de tierra desconectó las mangueras que los mantenían con suministro eléctrico y las APU de los aparatos se conectaban.
Mientras fuera, y a través de las puertas abiertas del hangar se podían ver claramente los fogonazos de armas automáticas en varios puntos del recinto.
-Vamos Ki, que siempre llegas el último – gritó Choi a su WSO desde la cabina del F-4E.
-Ya estoy, no te preocupes, que esto no me lo pierdo por n…
En aquél momento una bala perdida atravesó la garganta del joven oficial Ki, cuando se disponía a subir por las escalerillas del aparato.
Choi lo vio y solo pudo gritar -Mierda Ki… noooo!
Un gran charco de sangre se formó alrededor de la cabeza del joven oficial.
Su amigo intentó quitarse las correas que lo mantenían sujeto a su asiento pero el sargento de mantenimiento que los ayudaba desde lo alto de la escalerilla, lo retuvo en su asiento.
-Déjalo Choi, está muerto, y tu tienes que salir de aquí ahora, o si no vas a acabar como él. Venga ¡sal de una jodida vez!
Choi, todavía incrédulo y conmocionado, giro la cabeza. El otro avión de su hangar, su líder, el capitán Jung-Min, con indicativo “Dragón 7”, estaba ya saliendo y carreteaba hacia la cabecera de la pista. En ese momento se dejó llevar por los automatismos de su entrenamiento, y tras cerrar las cúpulas de las cabinas, empujó la palanca de gases ligeramente hacia delante para comenzar su trayecto hacia la pista.
En su camino pudo ver a observar figuras humanas apenas visibles de las que salían fogonazos que resaltaban claramente contra la oscura noche. También una enorme columna de fuego y humo negro salía de la zona del depósito de armamento.
Cuando llegó a la cabecera de la pista, le llegó el ruido de diversas explosiones de más envergadura que la de una granada, y al girar la vista hacia los hangares situados al lado de la plataforma de vuelo, vio como algunos Phantom,s ardía en su interior.
Fuerzas especiales norcoreanas a las afueras de la B. A. de Cheongju, momentos antes de iniciar su asalto.
Poco hubo de esperar antes de que le llegase el turno de su despegue.
-Dragón 7 y Dragón 8, autorizados a despegar – oyó en sus auriculares el teniente Jung-Nam. No necesitó más aliciente. Casi en paralelo con su líder, comenzaron la carrera de despegue a plena potencia. En cuanto las ruedas dejaron el asfalto y el tren de aterrizaje se recogía, iniciaron un brusco giro a la izquierda a la vez que ganaban altura y soltaban una ristra de bengalas. Aquella maniobra, conocida como un despegue de combate, estaba ideada para dificultar el ataque de cualquiera que se hubiera colocado son un misil Strela al final de la pista y lo intentase derribase nada más despegar.
-Aquí Dragón 1, formen conmigo. Subimos a ángeles 10, rumbo 355.
Parecía que los ocho aparatos habían despegados milagrosamente indemnes de su base, pero a los pocos segundos Dragón 3 comenzó a tener problemas.
-Dragón 3, veo salir humo de tu lado izquierdo, parece el motor – dijo Dragón 7.
-Creo que me han alcanzado algunas balas durante el despegue. El motor izquierdo pierde potencia.
-Dragón 3 aterriza en alternativo 1 si puedes llegar. – ordeno el líder del pequeño escuadrón.
-Recibido. Joder…las revoluciones bajan muy rápidamente. Siento dejaros. Suerte.
Los siete Phantom,s restantes puso rumbo norte, y contactaron con Osan, el Centro de Control de Guerra Aérea del Mando Conjunto, nombre en clave Brickwall.
-Brickwall, Brickwall. Aquí grupo Dragón con 7 aparatos formados esperando instrucciones.
Al poco, y con algo de estática, llegaba a los oídos de Choi Jung-Nam la voz del controlador de Brickwall.
-Aguarden…. – y tras unos pocos segundos la voz continuo – Dragones 1 a 6, diríjanse a la vertical de Seúl. Vector 340. Ángeles 15. Aceleren con postcombustión, se necesita ayuda rápidamente. Centenares de aparatos enemigos están cruzando la DMZ y la batalla aérea ya ha comenzado. Dragones 7 y 8, establezcan CAP en punto Charlie 1.
Dagón 7 y Dragón 8 despegando.
Continuará…