Edición Especial, avance informativo. Catástrofe en el mando aliado del Pacifico Ataque con Gas Sarín acaba con la cúpula aliada. ------------- Hace unas horas, un atentado de un grupo extremista sin determinar ha logrado introducir una carga de Gas Sarín en la base de Misawa, liberando el gas en una zona con numerosas víctimas potenciales. Se cree que entre las victimas está todo el alto mando norteamericano en el Japón, incluido el Almirante SPL.
Aun no hay datos fiables de las víctimas, aunque algunas fuentes hablan de más de 700 afectados incluyendo al menos 20 muertos. Se desconoce la autoría de los hechos una vez descartado el ataque de la URSS, que fue la primera hipótesis contemplada por los servicios de seguridad e inteligencia.
Nada, esperemos que a sergiopl se le pase el enfado o a que otro recoja el guante.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
Edición Especial, avance informativo. Catástrofe en el mando aliado del Pacifico Ataque con Gas Sarín acaba con la cúpula aliada. ------------- Hace unas horas, un atentado de un grupo extremista sin determinar ha logrado introducir una carga de Gas Sarín en la base de Misawa, liberando el gas en una zona con numerosas víctimas potenciales. Se cree que entre las victimas está todo el alto mando norteamericano en el Japón, incluido el Almirante SPL.
Aun no hay datos fiables de las víctimas, aunque algunas fuentes hablan de más de 700 afectados incluyendo al menos 20 muertos. Se desconoce la autoría de los hechos una vez descartado el ataque de la URSS, que fue la primera hipótesis contemplada por los servicios de seguridad e inteligencia.
Nada, esperemos que a sergiopl se le pase el enfado o a que otro recoja el guante.
algo parecido a lo que sucedio en 1995, en el metro de tokio con esa secta que ataco con gas sarin
Ya estoy de vuelta, y amenazo con nuevos relatos, aunque no serán inmediatos, dentro de unos días si acaso. Algo sobre "el gran cuadro" en el Pacifico norte en los primeros días de la guerra y luego sobre la guerra en la peninsula coreana (cualquier parecido con la realidad será pura coincidencia, simpre y cuando los sucesos actuales no nos sobrepasen).
Gaspacher, sobre ese ataque con gas, si no te importa me reservo la fecha para dicho ataque, para que cuadre un poco con lo demás, y si os parece, podría ser de un grupo terrorista japonés estilo Facción del Ejercito Rojo o algun otro ultranacionalista
Ese ataque de gas no tienes porque incluirlo , tan solo se trataba de una semi broma para adornar la ausencia de sergiopl, que voluntariamente se ha retirado de la participación activa , esperemos que temporalmente.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
no lo había pillado en ese sentido. pero lo tendré en cuenta para "calentar" el ambiente en el Pacífico Norte.
Recuerdo las noticias del atentado en el metro de Tokyo, y del tio aquel de las barbas, pero para nuestro caso, creo que una secta de esas no iba a ser lo mismo... necesitariamos algo con más calado "político o ideológico".
Saludos.
P.D. - Yo tambien espero que lo de sergiopl sea temporal.
20 de octubre de 1989 Zama, Japón. 12:07 - Hora local
A sus 60 años ya no se podía decir que fuera joven, pero todavía mantenía cierto porte del deportista profesional que pudo haber sido, y que abandonó por una intensa carrera militar. Reputado aviador naval y piloto de pruebas, todavía estaba orgulloso de su record de velocidad absoluto a baja altura conseguido en un F-4B años atrás, y que se mantuvo imbatido durante 16 años. El almirante Huntington Hardisty era alto, corpulento, de grandes orejas y franca sonrisa, así que aún vistiendo el uniforme de faena caqui de la US Navy, era difícil que pasara desapercibido, más cuando en su guerrera aparecían las cuatro estrellas correspondientes a su rango.
El CinC-PAC era el cargo de mayor rango de las fuerzas armadas norteamericanas en el Pacífico, y desde hacía poco más de un año, el almirante Hardisty ostentaba dicho cargo. Ahora, y en medio de una guerra mundial, aquel hombre sobre cuya responsabilidad recaía en gran medida el éxito de los EEUU en aquella parte del mundo, se encontraba en Japón con parte de su estado mayor, después de un largo vuelo desde Hawai en un reactor de la marina. Aunque en las guerras modernas aquella imagen romántica del general guiando a sus tropas desde el frente era algo totalmente anacrónico, Hardisty creía que debía dar ejemplo de liderazgo, a la vez que tenía contacto directo son sus subordinados y “palpaba” el ambiente que se respiraba cerca de la primera línea.
Había llegado a la base aeronaval de Atsugi hacía una hora, y desde allí se trasladó a la base del ejército de Camp Zama, el cuartel general del IX Cuerpo y Mando de las Naciones Unidas (de retaguardia), donde en uno de los bunkers habilitados al efecto, esperaba charlando con algunos subordinados el comienzo de la reunión que había convocado él mismo para decidir el futuro próximo de la campaña en el Pacífico.
Fueron convocados a la reunión los jefes de la región del Pacífico de las Fuerzas Aéreas, de la Marina, el Ejército, así como el comandante en jefe del 8º Ejército que a su vez era comandante del Mando Conjunto de las fuerzas de la ONU en Corea del Sur. Los cuatro generales de mayor rango de las Fuerzas de Autodefensa Japonesas y dos altos mandos surcoreanos también estaban allí. A toda esta constelación de estrellas se añadían una pléyade de ayudantes y personal de las diferentes ramas de cuarteles generales, que hacían que la sala de reuniones se quedará pequeña.
Hardisty vio como el general Arrow, G-2 de su Estado Mayor, le hacía señas para indicarle que todo estaba listo.
-Señores, por favor, es hora de comenzar. Tomen asiento - ordenó el almirante.
Una vez todo el mundo ocupó su lugar, CinC-PAC comenzó a hablar.
-Buenos días caballeros, creo que ya he saludado a la mayoría de los presentes y ya saben cual es el motivo de esta reunión, así que iré al grano y seré breve. Primero quiero que el general Arrow nos haga un resumen de lo acontecido hasta ahora y de los posibles cursos de acción que el enemigo puede llevar a cabo a partir de hoy mismo. Luego espero opciones para mantener la iniciativa en la región y causar el máximo daño al enemigo para acabar la guerra lo antes posible en el Pacífico. Al final si queda alguna duda, abriremos un turno de preguntas, ¿entendido?
Nadie replicó y tras la introducción de orden del día, Hardisty cedió la palabra a su G-2.
-Gracias almirante. Bien señores, no les aburriré demasiado con detalles de las acciones de los días anteriores ya que están ustedes bastante bien informados. – Se giró hacia un coronel que estaba a su lado y continuó.- Cedo ahora la palabra al coronel Howard para que el mismo pueda exponer brevemente lo que ha ocurrido en las últimas horas, ya que con el viaje hemos estado “desconectados” durante unas horas, y el tiene todos los datos que necesitamos saber.
El pequeño coronel Howard, G-2 del Mando Aéreo del Pacífico y que estaba en Japón desde el día siguiente al inicio de la guerra, se levantó de su silla y rodeando la mesa se dirigió al atril. Hizo una seña para que su ayudante colocase una diapositiva en el proyector. En una de las dos pantallas que tenía a sus espaldas apareció un gran mapa de la región del Pacífico Occidental.
-Almirante – comenzó dirigiéndose a Hardisty – en estas últimas horas hemos sufrido una ofensiva comunista en toda regla. – Hizo otra seña a su ayudante y en la segunda pantalla apareció una fotografía aérea de una base de donde se levantaban algunas columnas de humo. – Señor, eso es Misawa hace unas tres horas después de haber recibido el impacto de ocho misiles. Creemos que han sido Scud-D con mayor alcance que los típicos del modelo B, aunque tenemos dudas, ya que según nuestra información, este modelo no ha sido adoptado por el Ejército soviético.
-¿Un SS-23 quizás? – Preguntó uno de los presentes
-En teoría se han destruido todos hace poco, este mismo año, pero a lo mejor alguno “se salvo”. – Respondió Howard. – Sea como fuere, esta madrugada la base aérea de Misawa ha recibido el impacto de ocho proyectiles lanzados desde las cercanías de la costa soviética. Tres más han caído fuera del perímetro de la base y no han causado ningún daño, y otro más ha desaparecido del radar en la aproximación, creemos que ha debido tener algún fallo y se ha desintegrado. Han utilizado por lo tanto una brigada entera en el ataque.
-¿Bajas? – Inquirió el CinC-PAC
-Diecisiete muertos y una veintena de heridos. Además dos F-16 y un C-130 han resultado destruidos. La JASDF ha perdido un F-4 y un E-2 está dañado. Algún edificio ha sido alcanzado, sin más consecuencias. La base ha estado cerrada un par de horas, pero ya está a pleno rendimiento.
-Parece la venganza por lo de Burevestnik – dijo uno de los generales japoneses en un más que aceptable inglés.
Hardisty lo miró de reojo, pero ignoró el comentario.
-Prosiga Howard, por favor.
El coronel asintió y continuó.
-Poco después del ataque a Misawa detectamos un escuadrón de aviones enemigos entrando en el mar de Japón al noreste de Vladivostok, y sin tiempo para poder hacer nada, lanzaron más de una decena de misiles contra una formación naval japonesa que patrullaba el acceso occidental al estrecho de Tsugaru, en busca de submarinos enemigos.- El coronel buscó entre sus notas. – El grupo estaba formado por el destructor porta helicópteros Hiei y tres destructores más.
A Hardisty sabía que no le iba a gustar lo que estaba a punto de oir.
-He de decirles que el Hiei y el destructor Tachikaze han sido alcanzados y destruidos totalmente. Los destructores Asakaze y Yugumo han sido dañados por las cercanas explosiones de misiles abatidos o que erraron el blanco por poco.
Un almirante japonés explicó a continuación las bajas entre la tripulación que ascendían provisionalmente a más de trescientos muertos y desaparecidos. Las labores de rescate todavía continuaban.
-Diablos coronel, dígame que ya ha acabado de darme malas noticias – dijo Hardisty.
-Lo siento señor, pero queda todavía algo más importante.
-Me lo temía. Está bien, continúe.
-Vera almirante, como usted sabe ayer por la mañana zarpó de Okinawa un convoy con la Tercera División de Marines rumbo a Kwangyang. Pues bien, parece que a los comunistas no les ha gustado la idea y han decidido que el convoy no llegue a su destino. Solamente ayer destruimos cinco submarinos norcoreanos rumbo a interceptar el convoy, pero hoy, poco antes del amanecer y a unas ciento veinte millas de Kagoshima se han encontrado con una “manada de lobos” versión norcoreana, que ha causado la perdida del destructor que lideraba la escolta, el USS Elliot. Ellos han perdido otros seis submarinos en la refriega.
El ayudante de Howard cambio la diapositiva a una indicación suya y en la segunda pantalla se veía ahora una ampliación de la zona donde había tenido lugar la batalla y una serie de representaciones graficas de barcos, submarinos y aviones, con rumbos y horarios.
-Esto es un pequeño esquema de la batalla de esta mañana. Como se puede ver aquí, nada más terminar el ataque submarino, a tenido lugar un ataque aéreo por parte de treinta aviones norcoreanos, de modelos anticuados como Il-28 o la copia china del Mig-19. Los hemos abatido a todos menos a un caza que ha logrado escapar, pero los condenados han tenido suerte, dos torpedos han alcanzado a una fragata surcoreana y la ha partido por la mitad.
Uno de los representantes surcoreanos asintió con gesto serio.
-Pero todo esto no había sido nada más que una treta soviética para arrojar como carne de cañón a sus aliados norcoreanos, mientras que ellos se posicionaban para la segunda fase del ataque. Un raid de Su-24 escoltados con Mig-29 ha tomado el relevo de sus camaradas y han logrado hundir otro escolta, la fragata USS Barbey, y uno de los buques mercantes que transportaba uno de los batallones de marines. Casi la mitad del batallón está muerto o desaparecido, por no hablar de la tripulación del barco.
El humo de los cigarrillos había viciado el aire desde el principio de la reunión y hacía difícil ver el gesto de los presentes, pero para Hardisty estaba claro que aquellas noticias estaban calando en los asistentes.
-He de decir que nuestra cobertura aérea falló y solo pudimos derribar un par de los Fencer y a nueve Fulcrums, pero perdimos a cinco Eagles y sobre todo no pudimos frenar el ataque al convoy. – Tomo aire y continuó. – Además uno o dos submarinos soviéticos aprovechando la confusión, lograron entrar dentro de la formación, creemos que por donde se produjeron las bajas entre la escolta, y hundieron el buque donde se hallaban la mayoría de vehículos y una compañía del batallón de ingenieros de la división. Las bajas también han sido importantes en este caso. Otro buque fue alcanzado, pero solo sufrió daños en la propulsión. Esta siendo remolcado por otro barco del convoy.
-¿Habéis reforzado la seguridad del convoy? – dijo el Hardisty mirando al jefe de la Marina en el Pacífico.
-Si almirante, los surcoreanos nos han mandado dos fragatas más para su defensa y estamos sacando cazas de donde podemos para aumentar la cobertura aérea. Hace una hora me han informado que hemos logrado destruir una flotilla de lanchas lanzamisiles norcoreanas que avanzaban en dirección a nuestros barcos.
-De acuerdo. A esos muchachos les quedan más de doce horas de travesía, hagamos que no vuelvan a tener más problemas.
-Eso espero almirante. Hemos tomado todas las medidas a nuestro alcance.
-Bien Howard, ¿algo más? – dijo CinC-PAC en un tono entre sarcástico y de reprimenda.
-No señor, por mi parte es todo. Tiene la palabra el general Arrow.
todabía me queda la segunda parte de la reunión, sobre todo para el tema Corea, pero entre la gripe y el trabajo, no creo que pueda antes del fin de semana.
Luego un poco de acción al sur de la DMZ.
Lo primero, siento le retraso, espero ser más regular la próxima vez.
Segundo, los nombres de algunos mandos no son los reales de aquellas epocas (solo Hardisty) y el feje de las fuerzas de la ONU en Corea es el actual, por ejemplo.
Y lo tercero, termino con el relato anterior, que no acaba de gustarme, pero no hay tiempo para retocarlo mucho, así que ahí va:
… - Gracias coronel Howard. A continuación expondré otros hechos acaecidos últimamente, empezando por el sur. Hemos detectado algunas minas de profundidad cerca de la salida del estrecho de Malacca, a lo largo de las rutas comerciales. Por desgracia no hemos llegado a tiempo para evitar el hundimiento por efecto de una de estas minas de un carguero con bandera de Kiribati que transportaba maquinaria agrícola hacia Filipinas. Estamos convencidos que ha sido obra de un submarino enemigo, por lo que creemos que todavía nos falta de ocho a diez minas por encontrar, y tampoco descartamos que algún otro haya dejado más minas. – Se giró hacia el mapa que se proyectaba a su espalda e indicó unas posiciones en él. – Aquí y aquí, hay grupos de cazaminas de diversos países, entre ellos Malasia, Singapur e Indonesia, con los que estamos colaborando en el desminado de esa zona. También se aproxima una pequeña flotilla de cazaminas australianos a la zona. De momento el trafico comercial está detenido. Por lo demás, el tifón Elsie está limitando mucho nuestras operaciones en el mar de las filipinas y en todo el archipiélago, aunque por suerte parece que nos abandona y se dirige al golfo de Tonkin. Los meteorólogos auguran que cederá en dos o tres días, pero ha surgido otro menos potente que también nos incordia en el mar de las Filipinas, aunque se desplaza rápidamente al norte, tendremos que seguir su evolución para ver si llegará a afectar a Japón. – Cogió aire y continuó. - Seguimos en la medida de lo posible con las patrullas aéreas en busca de submarinos y barcos enemigos, y en breve se unirán a la tarea algunos aviones de patrulla marítima australianos y neozelandeses. Dos destructores y cuatro fragatas ANZAC también se unirán a las labores de vigilancia. Los F-4 de Clark proporcionan cobertura aérea, pero nos iría bien algún refuerzo allí.
El general North, jefe del Mando Aéreo del Pacífico de la USAF se encogió de hombros ante aquella insinuación. Simplemente no había de donde sacarlos, y las Filipinas y sus aguas adyacentes eran ahora una zona con poca (o ninguna) prioridad en todo aquel jaleo mundial.
-Lo único que puedo comunicarles – dijo el general - es que en pocas horas llegarán a Clark un destacamento de F-111 australianos que nos dan una importante capacidad ofensiva, pero de momento han declinado enviar algunos F-18 para ayudar a nuestro Phantoms.
Arrow prosiguió.
-De todas formas, los soviéticos desde Cam Rham están realizando patrullas aéreas en busca de nuestros submarinos y de inteligencia, pero cerca de las costas de Vietnam. Mientras no se decidan a ir más allá, todo ira bien, pero recordemos que están en disposición de lanzar en cualquier momento un ataque contra el tráfico naval con los Badgers que tienen allí. También hay que tener en cuenta que no podemos acercarnos mucho al espacio aéreo vietnamita mientras no estemos autorizados a intervenir contra las instalaciones enemigas en ese país. Por lo demás, seguro que están utilizando la base como refugio de sus submarinos en la zona, por lo que hemos despachado un par de nuestros “hunter/killers” cerca de esa área a ver si “pescan” algo.
Hardisty comenzaba a tener hambre. Había desayunado en el avión a primera hora de la mañana, pero a esas horas su estomago comenzaba a rugir.
-¿Y China? – preguntó el almirante.
-Hasta el momento ha mantenido su neutralidad. Su armada se ha dejado ver cerca de las islas Spratly y Paracels, y también en las inmediaciones de la isla Pescadores, en Taiwán. En el mar amarillo su presencia naval es más discreta, pero sus aviones no paran de realizar misiones Sigint y Comint. Nada indica que vayan a cambiar esa forma de actuar, al menos a corto plazo. Recomiendo tener un ojo sobre los chinos, por si acaso.
Hardisty le indicó con la mano que tomaba nota y le insto a que continuara.
-En el norte, después de nuestros ataques a Iturup y Petropavlosk, la cosa parece estar en relativa calma. Sin duda estarán reparando los daños, y mejorando sus defensas, pero al menos en Yelizovo, la actividad parece haberse trasladado a Anadyr, desde donde lanzaron el segundo ataque contra la flota del almirante Horner. Los dos grupos de la flota roja que operan en el mar del Japón y en el de Okhotsk siguen patrullando cerca de sus costas y de momento no parecen tener intención de salir a mar abierto. En cualquier caso, les seguimos la pista de cerca. Si quieren salir al Pacífico a través de las Kuriles, les estaremos esperando. Nuestros submarinos están en posición, aunque también aquí necesitaríamos algo más de apoyo aéreo, ya que las fuerzas de autodefensa japonesas no tienen una capacidad ofensiva antibuque demasiado importante, pero agradecemos su ayuda y colaboración.
El general japonés de más rango recogió la invitación implícita que había en las palabras de Arrow.
-Colegas americanos, después de los actos de agresión soviéticos contra nuestro territorio y nuestros buques, nuestro gobierno ha decidido involucrar de manera más activa a nuestras fuerzas armadas. – El termino “fuerzas armadas” en boca del general japonés no pasó inadvertido para ninguno, y menos para los representantes surcoreanos. – Nuestros aviones F-1 de Misawa y los Orión armados con misiles antibuque están a disposición de nuestros aliados para atacar a los soviéticos cuando lo estimen oportuno, y nuestra flota ayudará a cerrar el acceso al Pacífico. Además, los dos escuadrones de F-15 de Chitose pueden derribar aviones enemigos sin limitación alguna de donde se encuentren.
-Gracias general. Entonces desde este mismo momento, y con autorización de ambos gobiernos, activamos los protocolos de mando conjunto entre los Estados Unidos y Japón, ¿de acuerdo?
El japonés asintió con gesto serio.
CinC-PAC indicó a su G-2 que continuara.
-Almirante, deberíamos valorar si el almirante Horner debería hacer otra visita a las bases soviéticas de Burevestnik y Yelizovo, o atacar otros objetivos como Anadyr, las bases entorno a Vladivostok o Sovetskaya Gavan. Creo que debemos seguir presionando a los comunistas para mantener la iniciativa.
Hardisty tomó nota en su agenda verde mimetizada que le habían regalado sus nietos en su último cumpleaños.
Arrow termimo su intervención
-Llegados a este punto, debo ceder la palabra al general Sharp.
Walter L.. Sharp era el comandante en jefe de las fuerzas estadounidenses en Corea y del mando unificado de las tropas de las Naciones Unidas, y suya era la responsabilidad de la campaña en Corea.
-Gracias Charlie. Caballeros, acabo de llegar de la península, y espero estar aquí el mínimo tiempo posible. Para resumir: la situación está bastante jodida.
Hardisty se permitió una ligera sonrisa, siempre le había gustado la manera franca y directa de afrontar las situaciones de Sharp. Era lo menos parecido a un político de Washington que pudiera concebir, pero era el hombre ideal para el puesto que ocupaba.
-Ahora que tengo su atención – continuó Sharp – les haré un pequeño esquema de la situación. Hace ahora algo más de cien horas, los norcoreanos lanzaron un ataque total contra las fuerzas de las Naciones Unidas en el sur. A grandes rasgos les diré que hay malas y buenas noticias. Las malas son que hemos perdido la batalla de la frontera, principalmente en la ruta a Seúl y en la costa este, mientras que en el centro más montañoso, los ataques no han pasado de meros hostigamientos. Nuestras fuerzas se han visto obligadas a replegarse hacia el sur con graves perdidas, en muchas de ellas han llegado al 30 e incluso al 50%, y todo ello en cuatro días, cuando nuestras simulaciones predecían de 7 a 10 días para esta fase del conflicto, e incluso que pudiéramos frenarlos allí. Las buenas es que su primer escalón de tropas ha sido virtualmente aniquilado, con perdidas mucho mayores a las nuestras y de hecho se han visto a obligados a recurrir a tropas de segundo escalón para concluir la batalla en la frontera, y esas tropas las tenían previstas dedicar a la segunda parte de su operación, por que de momento se están ciñendo a su doctrina de preguerra. Después de esta primera batalla sus planes prevén rodear y derrotar al grueso de nuestras fuerzas, para en una tercera fase iniciar un ataque en profundidad para perseguir y destruir al resto de las fuerzas que queden en el campo. – Tras una pausa, el general concluyó - He de admitir que el poder de fuego de su artillería, el refuerzo de sus unidades de primera línea, así como la aparición de túneles en la zona desmilitarizadas que no habíamos descubierto, y el ataque de los comandos y un apoyo importante de sus fuerzas aéreas nos han cogido algo desprevenidos y han logrado esta primera victoria para ellos.
-Pero usted tiene algo previsto para remediar esta situación y frustrar sus planes ¿verdad? - Preguntó CinC-PAC.
-Algo hay almirante, pero no va a ser fácil. Ahora mismo sus tropas están intentando rodear Seúl a la vez que atacan la capital desde el norte, mientras que otras formaciones intentan rodear desde el este y el oeste a las fuerzas que han quedado en la frontera central. Si cumplen sus objetivos la situación será casi desesperada.
Sharp se volvió hacia uno de sus ayudantes y tomó una carpeta que le extendía.
-Almirante, caballeros, he de decirles que justo antes de entrar en esta reunión he ordenado el repliegue de las fuerzas en la frontera central, unas tres divisiones, que servirá para acortar y reforzar la línea del frente. También espero evitar el movimiento envolvente sobre esas tropas y salvarlas de un cerco que sería difícil de romper por el momento.
-¿Y Seúl? – preguntó el coronel Howard.
-Allí tenemos dificultades. Podemos replegarnos hacia la capital y los núcleos urbanos adyacentes y aguantar un asedio durante unos meses, aunque hasta el momento nuestras predicciones de tiempo y recursos se han ido al carajo en todas las ocasiones, y quizás sería más correcto hablar de semanas. Por otra parte podemos intentar evitar el cerco y defender la capital a la vez, pero en ese caso y por el momento, nuestras tropas son bastante escasas y es posible que no consiguiéramos ninguna de las dos cosas, ni defender el frente ni mantener Seúl. La única opción que veo es mandar las reservas que se van movilizando y a los Marines en cuanto lleguen hacia esa área de operaciones para impedir la victoria enemiga.
-Parece sensato, y sin embargo veo que no estás convencido del todo- dijo Hardisty
-Bien almirante, el problema es que aunque lográsemos llegar a tiempo para evitar el cerco de Seúl y mantener el frente en esa zona, ya no nos quedarían apenas fuerzas durante varios días para sostener el frente en el vital tramo de terreno entre Seúl y el macizo central. Y también he de informarles que la fuerza enemiga más poderosa, el 820º Cuerpo Acorazado todavía no ha interrumpido en el campo de batalla, aunque tenemos informes – dijo golpeando la carpeta que le habían pasado – que está cerca del frente, al norte de la nacional 60. Y peor será todavía si esa fuerza se une a las divisiones soviéticas que cruzaron la frontera entre Corea del Norte y la URSS hace 36 horas. – Sharp sacó de la carpeta unas fotos de satélite y las mostró a los presentes – Creemos que tres o cuatro divisiones están ahora dirigiéndose hacia el sur. Si yo fuera el enemigo, haría precisamente eso, atacar con las dos potentes formaciones a la vez y asestar un golpe decisivo.
Un general surcoreano intervino entonces.
-Si esas formaciones atacan juntas, nos enfrentaremos a más de mil tanques enemigos en una franja de terreno no demasiado grande y relativamente despejada. No es el terreno ideal para grandes formaciones mecanizadas pero tampoco son las formaciones montañosas de algo más al este.
-Si alcanzan la nacional 50 a la altura de Icheon, - continuó Sharp – tendrán el camino abierto hasta Taejon y desde allí pueden ir a donde quieran. – Hizo una pausa para tragar saliva. – Almirante, necesitamos refuerzos de manera urgente. Y aviación táctica, toda la que pueda conseguir, por que aunque la fuerza aérea norcoreana ha desaparecido prácticamente de los cielos del sur y ahora no deja de ser una molestia menor para mis tropas, paralelamente se está produciendo un incremento importante de los aparatos de la fuerza aérea soviética. Debemos conseguir algo parecido a la superioridad aérea cuanto antes, para poder atacar con contundencia al enemigo desde el aire y debilitarlo.
Hardisty miró de nuevo al general North, esperando de nuevo su intervención.
-General Sharp, de momento hemos mandado el apoyo aéreo que hemos podido, casi todos los F-4G de Clark, un escuadrón de F-15 de Kadena y desde el continente han llegado un escuadrón de F-16 y otro de F-111. En uno o dos días llegarán otros dos escuadrones de Vipers y uno de Phantoms, y en una semana o semana y media, llegaran otros diez escuadrones adicionales de la Guardia Aérea Nacional y la Reserva. La verdad es que nos gustaría aportar más pero “el pequeño festival” que hay montado en Europa nos lo impide.
- Pero necesitamos refuerzos ahora, no dentro de una semana ¿Que hay de los A-10 de Alaska? Allí no van a ir los norcoreanos, ni creo que se atrevan los rusos. – preguntó Sharp.
North miró a Hardisty esperando algún gesto, y este tomó la palabra.
-No quería tocar a esos aviones, por que ya sabes lo importante que es Alaska para nuestro sistema defensivo, pero si me aseguras que con ellos va a haber una diferencia importante en el desenlace de la campaña en Corea, me lo replantearé.
-Almirante, vamos a necesitar todos y a cada uno de los medios antitanque de los que podamos disponer, y esos aparatos son de lo mejorcito de nuestro arsenal al respecto. Decididamente si, necesitamos eso aparatos para intentar frenar la embestida comunista.
CinC-PAC reflexionó un momento y luego habló de nuevo.
-Está bien general, son suyos, pero espero que los utilice bien. También trataré de encontrar alguna unidad más por ahí para ponerla a su disposición. Y recuerde que tiene tres escuadrones de la aviación de los Marines y otros seis se están trasladando en estos momentos para proporcionar apoyo aéreo.
-Gracias almirante. No se preocupe, les daré buen uso. Y ahora, hablemos de refuerzos terrestres.
-Adelante, continúe. – El sonido de sus tripas quejándose de la falta de alimento le pareció que atronaba la sala entera.
-Como ha dicho usted mismo, los marines de la 3ª División no tardarán en desembarcar, y luego podrán marchar hacia el frente, digamos que pueden estar en posición aproximadamente dentro de 24 horas o algo más. Situaré la división, como antes comenté, en la zona de Seúl, ya que la posibilidad de la perdida de la capital es real, y nuestros aliados surcoreanos no quieren oír hablar ni remotamente de esa posibilidad, y sería una derrota que podría afectar gravemente a la moral de los soldados surcoreanos principalmente. – Sharp hizo señas a su ayudante para que colocara una diapositiva en el proyector.
-Señores, aquí pueden ver el esquema de los refuerzos que hemos previsto. En primer lugar los Marines, aproximadamente al mismo tiempo una brigada de la 25º División de infantería de Hawai y elementos divisionarios de artillería y Cuartel General llegarán vía aérea, y tenemos previsto desplegarlos cerca de Icheon, para frenar a los comunistas el mayor tiempo posible si llegan allí. Otra brigada de la misma división llegará también por vía aérea en dos o tres días y el resto de la división junto con el material más pesado salió antes de ayer y en una semana estará aquí. Pero esto no es suficiente. Necesito más tropas para vencer a esos cabrones.
-Sabe que puede contar con la 1ª de Marines que también zarpó ayer, aunque tardará en llegar unos 12 días – dijo el almirante en jefe de la US Navy en el Pacífico.
-Lo sé almirante, pero necesito fuerzas en tierra en los próximos días, o las cosas se van a poner realmente mal para nosotros.
Hardisty intervino a continuación.
-Los australianos y neozelandeses han prometido una brigada conjunta, y con ayuda de nuestros aviones llegarán en tres días si todo va bien. De todas formas, también es una brigada ligera, sin armamento pesado.
-Acepto lo que sea señor. La mayoría de las divisiones que quedan por movilizar del ejercito de Corea del Sur son de menor potencial que las activadas hasta el momento, por lo que cada vez vamos a depender más de fuerzas provenientes del exterior para defender la península. Almirante, y la 7º División ¿no podríamos reclamarla?
-Esa división está designada para la defensa del Canal de Panamá y Latinoamérica, pero creo que podré conseguir al menos una brigada. Lo que no sé es si tendremos suficientes aviones para transportar a toda esta cantidad de tropas de la que estamos hablando.
North tomó la palabra.
-Señor, estamos militarizando a todas las líneas aéreas del país y de los aliados, pero la mayoría de esos aviones solo pueden transportar personal, el material más pesado tiene que ir en cargueros y no hay suficientes para todos los teatros de operaciones. De todas maneras, más aviones de transporte, tanto militares como civiles de distintos países se están uniendo al esfuerzo. Canadá, Chile, México, Perú, Colombia o Filipinas están aportando aviones para incrementar nuestra capacidad de carga, aunque seguiremos estando estirados hasta el límite.
-Almirante también deberiamos solicitar a la 101º y alguna brigada de la 82º - dijo Sharp.
-Lo siento, pero la 101º está siendo trasladada al Golfo Pérsico, junto con la 24º de Infantería, pero creo que puedo hacer algo respecto a una brigada de los paracaidistas. No le aseguro nada, pero voy a hacer presión para que se la manden lo antes posible.
Si logra aguantar, aunque sea cambiando algo de terreno por tiempo, cuando lleguen los Marines, la 4º de Infantería Mecanizada y la 40º de Infantería de la Guardia Nacional, podríamos intentar algún contraataque dijo Hardisty mirando el esquema que aparecía detrás de Sharp.
-Almirante, para llegar a eso necesitaremos la superioridad aérea, y sobre todo dependerá de cómo evolucione la situación en los próximos cinco o seis días. Si logramos frenar la embestida comunista y mantener las unidades operativas para que puedan ir recibiendo reemplazos, sin ceder demasiado terreno, podremos aguantar lo suficiente para que los refuerzos puedan ser decisivos. - Sharp se dirigió ahora a todos los presentes- Quiero dejar una cosa bien clara señores, esta es la peor de las situaciones posibles para nuestras fuerzas en Corea del Sur. Nuestro principal supuesto se basaba en que Corea del Norte atacaría sola, y que nosotros podríamos recurrir a todos nuestros refuerzos por que no habría una guerra mundial en curso. Ahora mismo las unidades que debían venir para derrotar a los comunistas están desplegadas por medio mundo, y solo nos ha quedado una fracción de lo previsto. Y si eso no fuera poco, los soviéticos están interviniendo en la campaña con fuerzas importantes, así que me gustaría que se hicieran a la idea que vamos a intentar vencer de todas las maneras posibles, pero también que es muy factible que tengamos que acabar aceptando otro sangriento empate.
Aquellas palabras no gustaron a nadie de los presentes. Se hizo un silencio incomodo hasta que un general japonés habló.
-El gobierno japonés ha autorizado el traslado de hasta dos divisiones a la península de Corea si el Mando Unificado así lo estima oportuno.
Antes que los surcoreanos respondieran Hardisty intervino.
-Su oferta es muy generosa señores, pero creo que las tropas de su país deben defender su archipiélago, ya que la amenaza soviética sobre él no ha cesado ni mucho menos. Traeremos también tropas de otros países que ya participaron en la guerra del 50 como Colombia, Filipinas o Tailandia.
-Como prefiera almirante, pero si lo necesita, la oferta sigue en pie.
El almirante se levantó de su sillón y andando hacia el atril se dirigió a la sala.
-Esta bien señores, creo que tenemos bastante información y ahora es el momento de hacer una pausa. En una hora quiero verlos de nuevo aquí, y terminaremos la reunión con sus propuestas y discutiremos las pociones y cursos de acción para las próximas semanas. Me voy a quedar por aquí un par de días, así que si alguien quiere hablar conmigo personalmente, es su momento, pero espero que sea importante por que tengo un millón de cosas por hacer.
Hardisty dio por interrumpida la sesión y se dirigió rápidamente a calmar su hambriento estomago.
-… y por último, y mientras llegan a la zona de operaciones el Nimitz y el Ranger, voy a ordenar a la TF.70 que vaya al sur a patrullar y a proteger los buques, especialmente a los petroleros que siguen llegando para abastecer y mantener a Corea del Sur y Japón, tanto de submarinos como de los bombarderos soviéticos. Con sus nuevas bases en Corea del Norte han ampliado en gran medida su alcance y su peligrosidad. Después podremos pensar en realizar nuevos ataques con nuestros portaviones sobre territorio enemigo.
En ese momento, y cuando todo parecía listo para concluir la reunión, un capitán de los marines del estado mayor de CinC-PAC le entrego una hoja doblada. Hardisty la leyó rápidamente y se dirigió hacia el almirante en jefe de la flota del Pacífico.
-Smith, ¿a cuantos “boomers” estamos siguiendo ahora mismo?
El almirante Smith consultó unas hojas y respondió
-Con datos de hace cuatro horas, eran siete, almirante. Tres cerca del golfo de Alaska, uno en el mar de Bering y tres al este de la península de Kamchatka.
-De acuerdo. Destrúyelos. Y ordena que busquen y destruyan a los que hay en el mar de Okhotsk.
-¿Cómo?
-Tenemos autorización del mismísimo presidente. A partir de este momento los submarinos lanzamisiles nucleares enemigos son un blanco prioritario.
-Por fin parece que alguien está pensando con la cabeza en Washington – expresó en voz alta Smith.
-Me gustaría compartir tu entusiasmo, y se que nuestra doctrina dice que debemos hacer exactamente eso, pero déjame decirte que tengo dudas al respecto. ¿Qué haríamos nosotros si ellos atacaran y hundieran a nuestros SSBN?
Smith iba a responder, pero Hardisty le freno con un gesto.
-Déjalo, era una pregunta retórica. De todos modos ya está decidido.
Un periodo de incertidumbre nuclear se venía a unir a una enorme guerra mundial que hasta el momento se había mantenido en límites convencionales.
Después de aquello, los altos mandos allí reunidos salieron de la sala y se dirigieron a dar las oportunas ordenes de lo que se había acordado en la reunión.
“Corre, corre, corre. No pienses, corre”.
El joven muchacho de apenas doce años escuchaba a su instinto, era lo que le mantenía con vida. Corría como un poseso por las destrozadas calles del barrio de Nowon-Gu, en la zona norte de Seúl, mientras pequeñas y grandes explosiones sacudían la realidad a sus alrededor. Veía cruzar ráfagas de pequeñas luces brillantes, algunas rebotaban en las paredes y salían disparadas hacia cualquier lado, y otras levantaban grandes polvaredas en el reventado asfalto de las calles.
“Allí, allí hay un refugio”
Seol, que así se llamaba el chico, entró en lo que hasta hacía poco fue un centro comercial lleno de tiendas y luces de neón. Le pareció más seguro al ver la estructura parcialmente intacta, como demostrando, pensó él, que era capaz de resistir lo que otros edificios no habían podido. Además, un edificio así le era familiar, en lugares similares había pasado muchos días con su familia.
Entro a la carrera por una de las puertas cuya cristalera estaba esparcida por todo el suelo, y fue casi un milagro que no se cayese y se lastimase. Tras detenerse un momento para recuperar el aliento y mirar a su alrededor en busca de un escondite, su instinto le seguía hablando “atrás, hacia la parte de atrás, y abajo, al aparcamiento”. Seol comenzó a correr de nuevo mientras buscaba algún modo de bajar alguna planta más abajo. Vio lo que buscaba, las escaleras mecánicas, pero al llegar e intentar bajar por ellas, descubrió que unos metros más abajo estaba llena de escombros que impedían el paso. Confundido por un momento, miro impaciente a su alrededor, no veía ninguna otra manera de bajar. Una potente explosión retumbo fuera y parte de algunas paredes se vinieron abajo. Seol, aterrorizado comenzó a correr hacía la parte trasera del centro comercial. De pronto vio una tienda que parecía estar en buenas condiciones. Una tienda de informática y videojuegos. Aquello era una señal se dijo. Se refugió en ella, al fondo de la sala. Se acurrucó y adoptó una postura fetal mientras no dejaba de temblar.
Estaba agotado. No sabía cuanto tiempo llevaba corriendo, pero desde luego mucho más del que él mismo creía que podría aguantar. Pero se corrigió, no corría, huía, que era muy diferente. Su vida estaba en juego, y el instinto de supervivencia lo guiaba y le daba fuerzas. Pero al echarse en el suelo y recuperar el aliento noto como, a causa del poco ejercicio que hacía en su vida cotidiana, sus músculos y su abdomen le dolían una barbaridad. Odiaba las clases de educación física, y le encantaban los videojuegos. Prefería hacer deporte luchando con el Kung Fu Master o al Street Fighter en su Commodore 64. A causa de su afición al ordenador y a la televisión, su visión se había resentido y desde hacía unos meses llevaba unas gafas de pasta gruesas que le habían convertido en el blanco de todas las bromas de sus compañeros de clase.
Ahora, uno de aquellos cristales de las gafas estaba rachado, pero sin duda era el menor de sus problemas.
Hasta hacía unos días, su existencia era la de un pre-adolescente medianamente feliz con su vida, pero de pronto todo aquello que confiaba no cambiaría nunca, como su casa, sus padres, su insoportable hermana mayor, su colegio y los amigos, se había derrumbado, había dejado de existir, en algunos casos literalmente. Vivía en el pequeño pueblo de Jangju, al norte de Ujinbou, y al comenzar la guerra, la policía fue por las calles diciendo a los habitantes del pueblo que debían marcharse al sur por su propia seguridad. Lo que a Seol le parecieron miles y miles de soldados cruzaron el pueblo con toda suerte de artilugios bélicos. Una gran excitación recorría su cuerpo, aquello era algo nuevo, como una aventura, pero por el miedo que le transmitían los mayores, incluidos sus padres, no podía acabar de “disfrutarlo”, una inquietud extraña también se adueñaba de él. Ya tenía edad para saber que era una guerra, y también que siempre estaban en peligro por sus vecinos del norte, los malvados comunistas, pero hasta que no oyó primero y vio después, el efecto de una bomba explotando, no imaginó como era en realidad una guerra.
Su familia, junto con centenares o miles más, marcharon en coche hacia el sur, hacia Seúl. Nada más salir de su pueblo el atasco que se encontraron fue inmenso. Un tremendo caos circulatorio que hacía empequeñecer al cualquiera otro que hubiera padecido Seol en su corta vida. Los militares ocupaban por completo los cuatro carriles de una de las dos vías que iba de norte a sur, mientras que en la otra, algo más al este, tan solo dejaban un carril para los civiles y ocupaban el otro para mover tanques y camiones. Los que tenían vehículos todo terreno se salían de la calzada e intentaban avanzar a través del campo. Otros intentaron coger vías que los llevaran hacia el este o el oeste con la esperanza que más allá las carreteras que iban al sur estuvieran más despejadas, pero la mayoría optó por coger las pertenencias que pudieran cargar y caminar de la forma más directa hacia el sur, hacia la “seguridad” de Seúl.
Él y su familia se dirigían hacia la casa de su tía Usun que vivía en el centro de la capital. Allí esperaban encontrar refugio y comida.
Al principio todo fue bien, pero al acercarse al norte de Ujingbou comenzaron a caer bombas por todos lados. El bombardeo fue breve, aunque a Seol la espera pareció una eternidad. Su padre lo había tirado al suelo y allí se sentía mínimamente seguro, con su padre encima de él para protegerlo. Nada podía pasarle.
Al cesar las explosiones, su padre se levantó y él pudo incorporarse. Lo que vio a continuación fue lo más horrible que había visto en toda su vida hasta ese día.
Humo, pequeños fuegos, gritos espantosos y gente muerta. Pero lo que más le sobrecogió fue ver cuerpos mutilados, y el olor, un olor repugnante que se le metía por la nariz por mucho que él intentase no respirar. Comenzó a temblar y a llorar como un bebe. Por suerte toda su familia estaba con vida y no había resultado herida. Sus padres hablaron un momento y se dirigieron a su hermana y a él. Les dijeron que a partir de ahora, dejarían todo lo que llevaban encima, maletas, mochilas y bolsas y comenzarían a andar a paso ligero, campo a través. Les dijeron que no mirasen a los demás, que solo debían cuidar de si mismos, y marchar hacia casa de la tía Usun.
Comenzaron de nuevo su viaje tal y como habían dicho sus padres. Avanzaron hasta entrar en Ujingbou, pero allí la situación no era mucho mejor. Debía haber sufrido un importante bombardeo, o quizás más de uno. A Seol le pareció que casi la mitad de los edificios estaban derruidos o en llamas. La gente vagaba de aquí para allá, pero en general todos llevaban el mismo camino, el sur. Allí vio por primera vez vehículos militares destruidos y a ambulancias ir y venir cargadas de heridos. Ya era de noche cuando lograron llegar al centro. Todos estaban cansados y hambrientos. Entraron en la estación de trenes de la ciudad y con centenares de refugiados más, se protegieron del frío que hacía fuera. La comida era lo único que no había dejado atrás, y Seol pudo tomar un bocado antes de caer dormido.
Tras cuatro horas de sueño, que al muchacho le parecieron cinco minutos, su madre lo despertó y le dio unas galletas. A los pocos minutos comenzaron de nuevo la marcha. Al avanzar por las calles, Seol pudo escuchar explosiones en la distancia, hacia el norte. Su cuerpo no podía parar de temblar, no lo controlaba en absoluto. Su madre lo abrazó y le susurro palabras de cariño al oído.
En aquella marea humana que se había convertido el flujo de refugiados, avanzar era muy complicado. Se tardaba en recorrer una distancia el triple o más de tiempo de lo que se tardaría normalmente.
Casi al mediodía había logrado salir de Ujingbou y ya se veía el norte de la capital.
Al salir de la ciudad, la gente se desperdigó un poco por el campo y el avance pudo ser más fluido. Cuando llegaron a los primeros bloques de pisos de Seúl, el aspecto era muy parecido al de Ujingbou. Seol se preguntó si su casa estaría así también.
De pronto le entraron unas ganas tremendas de orinar. No recordaba cuando había sido la última vez que había ido al baño. Les pidió permiso a sus padres para alejarse un poco del grueso de la gente que iba con ellos hacia el sur. Le dejaron ir pero no muy lejos, para que ellos supieran donde estaba.
Cuando Seol se encontraba miccionado oyó un ruido que ahora le era familiar. Un silbido agudo. Sabía lo que pasaría después. Como si alguien le pegase una tremenda patada en la espalda, el joven cayó de bruces sobre el suelo que acababa de mojar.
Una tras otra, las explosiones su sucedieron durante diez interminables y terribles minutos.
Al acabar, y tras esperar un buen rato a ver si seguían cayendo, Seol se incorporó. Estaba hecho una pena. Sus ropas se había convertido en harapos y el polvo y la tierra cubrían todo su cuerpo, pero al menos estaba ileso. La escena que contempló a continuación fue peor todavía que la del día anterior. De pronto se dio cuenta que estaba solo. Corrió hacia donde había dejado a su familia. Un hoyo muy grande había aparecido en aquel lugar. El corazón se le apretó y por un momento no pudo reaccionar. Miró como loco a todos lados. Los vio a los tres, a unos cinco o seis metros del hoyo. Corrió y al llegar a su altura, supo que la vida había cambiado para siempre y ya nunca nada sería lo mismo. Sus padres y su hermana estaban medio carbonizados de cintura para abajo y totalmente ensangrentados. Sabía que estaban muertos, y sin embargo les gritó y los zarandeó para intentar reanimarlos, para que viviesen, para que le hablasen.
Cuando se cansó y comprendió lo inútil de su esfuerzo, se dejó caer al lado de ellos con lágrimas que recorrían toda su cara y mucosidad que le entraba en la boca. La gente pasaba a su alrededor sin prestar atención. Unos iban heridos, otros corrían y la mayoría avanzaba de nuevo con resignación, como si nada hubiera sucedido, con un solo objetivo en mente, salir de aquel infierno lo antes posible.
Seol se quedó con su familia por varias horas. Un soldado que pasó por allí intentó que reaccionara, pero sus superiores le dijeron que lo dejasen que no podían perder tiempo.
Al atardecer, cuando el sol se estaba poniendo, comenzó de nuevo a escuchar explosiones. Esta vez se oían realmente cerca. De repente algo en su interior se activó. Le decía que debía dejar a su familia, que debía correr al sur, alejarse de aquel horrible sonido. Se incorporó y volviendo la vista por última vez hacia su familia, abandonó aquel lugar de pesadilla. Y comenzó a correr, a correr como nunca antes lo había hecho.
No paró por nada ni por nadie. Se cruzó con policías que formaban unas barricadas en las calles, se cruzo con civiles que andaban como zombis, con soldados que huían del enemigo y con soldados que avanzaban hacia él.
Ya era de noche cuando se detuvo a tomar aliento. No sabía donde estaba, ni muy bien a donde iba. Había estado antes en Seúl, pero la ciudad era inmensa y el debía conocer bien tres o cuatro calles cerca de donde vivía su tía. Pero otra vez las explosiones le sacaron de sus pensamientos, más y más cerca. Y algo nuevo, regueros de pequeñas hileras de luces cruzaban el cielo a poca altura y que se estrellaban por doquier. Las balas que ahora volaban por todas partes le dieron una nueva sensación de urgencia, y corriendo más rápido si cabe que antes, prosiguió su alocada carrera, guiado por su instinto de supervivencia hasta aquella tienda de videojuegos.
Allí su cuerpo agarrotado y dolorido pedía clemencia, pero no era capaz ni de tranquilizarse ni mucho menos de dormir. Sabía que si se dormía, quizás nunca despertara. Y allí, aterrorizado como estaba, en la oscuridad de la noche, solo rota por la luz de la luna que se colaba por parte del destruido techo, oyó como alguien andaba cerca. El corazón se la paró. Dejó de respirar. Producir ruido podía conducir a la muerte.
Pero no tuvo suerte. Quienquiera que fuese había tenido la misma idea que él. Escuchó una conversación y alguien se dejó caer al suelo, pero otros pasos seguían acercándose.
Seol escondió la cabeza entre sus brazos y su pecho esperando hacerse invisible. Fue inútil.
-Eh, tu. ¿Quién eres? Arriba las manos. ¡Arriba o disparo!
Seol se encogió todavía más y comenzó de nuevo a temblar y a llorar. Pensó que su muerte había llegado, y acto seguido, que ya no sufriría más por la muerte de sus padres. Así que en un último arrebato de dignidad, se levanto como pudo y se enfrento a su ejecutor, que le apuntaba con una pistola.
-Me cago en…pero si es un crío. ¿De donde sales tú?
Seol no sabía a que estaba esperando para matarlo aquel comunista y a que venía aquella pregunta.
-Sargento, tenemos a un civil aquí. Un muchacho. Parece estar solo y muy asustado.
-Tráelo para aquí. – Se oyó al principio de la tienda.
-Vamos chaval - le indicó aquel hombre a Seol. – No tengas miedo, no soy un jodido norcoreano. Aunque vayamos de paisano, somos de la policía, ¿ves? – Le enseño la placa.- Vamos, tenemos que salir de aquí.
Confundido, Seol no podía moverse.
El policía lo agarró del brazo y lo empujo hasta donde estaba tendido en el suelo un hombre. También vestía ropas de civil, pero tenía una escopeta a su lado. Y un aparatoso vendaje en el estomago, por los extremos del cual se veía manchas de sangre.
-Me llamo Ji – dijo el policía que lo había encontrado – y este es el sargento Lee.
-Seol – respondió el muchacho.
-Bien Seol. ¿Que haces aquí? Este no es lugar para niños solitarios. ¿Y tus padres?
-Muertos. – Le salió más rápido de lo que hubiera querido decirlo.
-Vale chaval, lo siento – dijo el sargento – pero ahora tenemos que preocuparnos de salir de aquí. ¿Vives por la zona?
El chico negó con la cabeza.
-De acuerdo. Vamos a hacer lo siguiente. Descansaremos aquí un par de minutos y luego saldremos hacia el sur. Deberíamos intentar encontrar nuestras líneas, pero ahora mismo hay tal caos que nadie sabe donde están unos y donde otros. ¿Entiendes lo que digo?
Seol asintió, aunque solo comprendía en parte. Por un lado estaba contento de que algún mayor, y además unos policías, se preocupase de él y le permitiese acompañarlos, pero por otro, sabía que aquel hombre de la venda en el estomago no podría correr, y eso le ralentizaría mucho.
En el tiempo que estuvieron descansando, Seol se enteró que había una dura lucha en la estación de trenes que había a escasas dos manzanas de edificios de allí, y que los policías eran de otra parte de Seúl, y que les habían mandado allí a toda prisa, persiguiendo comandos infiltrados norcoreanos. Uno de esos comunistas había herido al sargento antes de caer él mismo de un disparo de escopeta en la cara.
Cuando finalmente el sargento Lee se incorporó, le oyó decir a su compañero que debían ir hacía la planta de energía que había junto al río. Había un puesto de mando policial en algún lugar justo al sureste, y sus tres grandes torres les servirían de referencia para guiarse entre aquel montón de escombros en que se estaba convirtiendo el norte de Seúl.
Avanzaban despacio y todo lo pegado que podía a las fachadas derruidas de los edificios. El camino más directo hacia su destino pasaba por una gran avenida, y exponerse a andar por el centro de esta, era una invitación para que algún francotirador les pegase un tiro, o a que unas esquirlas de los obuses que seguían cayendo por doquier les atravesara el cuerpo.
Cuando iban por la mitad del recorrido de la avenida, oyeron el rumor de motores detrás de ellos. Se volvieron a mirar. Un tanque estaba doblando la esquina y enfilaba hacia el sur. Entre la oscuridad y la distancia, era imposible decir si era de los suyos o del enemigo.
No creían que los hubiera visto, así que continuaron avanzando forzando un poco el paso. El sargento Lee no paraba de respirar profundamente, mientras que Ji le ayudaba como podía a mantener el paso. Seol iba delante, impaciente por la lentitud de aquellos dos mayores, cuando oyó el sonido de una cremallera. Una hilera de proyectiles pasó por encima de su cabeza y por su izquierda.
-Al suelo – grito Ji – nos han descubierto.
-Entremos en algún sitio – ordenó Lee.
Seol no podía ver un edificio con alguna entrada en condiciones, así que decidió meterse por el hueco de la ventana más próxima. Al caer y apoyar las manos, se clavó un cristal. De su manó izquierda comenzó a salir sangre.
Los dos policías entraron después y se apartaron de la ventana.
-Joder, ya están aquí esos cabrones.
-Tenemos que buscar otro camino, no podemos volver a esa avenida.
Miraron a su alrededor y con lo poco que se veía, el edificio no tenía ninguna salida fácil a la parte trasera.
-Iré a investigar, a ver si encuentro una salida. - Dijo Seol sorprendiéndose a si mismo del valor que emanaba de aquellas palabras.
Los policías se miraron. Sabían que no debían dejar que aquel muchacho de gruesas gafas y con algunos kilos de más se arriesgara por ellos, pero no veían otra alternativa. Lee estaba mal herido como para andar escalando escombros y Ji no quería dejar a su compañero indefenso.
-Vale - dijo Ji – pero ve con cuidado, y si vuelves y no estamos aquí, no te preocupes, corre a esconderte y márchate lo antes posible, ¿de acuerdo?
El muchacho asintió.
Cruzó a tientas la habitación y escaló por el montón de escombros que le bloqueaba el paso. Cuando llegó a lo alto y buscaba el camino que seguir oyó un sonido desconocido. Era como si alguien estuviera respirando muy fuerte y muy rápido, pero por el volumen, debía de ser un gigante. Confundido, Seol giró la cabeza hacia donde provenía el ruido y al momento vio como un helicóptero de perfil estrecho avanzaba por el extremo opuesto de la avenida a los tanques. Otro helicóptero apareció detrás del primero, un poco más arriba, y entonces ambos lanzaron algo. El joven siguió la estela que dejaba en el aire una especie de bengala que iluminaba la noche. Aquellas luces pasaron a toda velocidad por donde él se encontraba y fueron a para a los tanques comunistas. Dos de ellos explotaron al recibir el impacto, iluminando por un momento la oscuridad reinante. Seol agachó la cabeza, y al levantarla pudo ver a dos tanques en llamas y a los otros tres que le seguía cerca de ellos. Uno era más pequeño que los demás y su cañón más corto, y fue de este tanque de donde comenzaron a salir algunos soldados enemigos.
Los tanques dispararon entonces las ametralladoras que llevaban en la torre contra los helicópteros, y obligaron a estos a girar por sendas calles transversales y a esfumarse de la avenida.
Los vehículos norcoreanos restantes y los soldados a pie continuaron avanzando. Seol vio preocupado como se acercaban cada vez más a la posición de sus nuevos amigos policías, y comprendió que no tendría tiempo de encontrar una salida y volver hasta ellos para decírselo. La indecisión se apoderó del chico durante unos instantes. De repente se dio cuenta que algunos soldados enemigos lo habían visto. No se había dado cuenta que su silueta, en lo alto del montón de escombros, se recortaba contra el horizonte. Se agachó justo a tiempo para evitar los primeros disparos. “Ahora si que estoy muerto” pensó.
El sonido del tiroteo comenzó a subir de volumen, pero se dio cuenta que ahora no oía los impactos cercanos. Con mucha cautela y más curiosidad levantó la cabeza lo justo para ver la avenida, en la cual ahora, los comunistas disparaban hacia el sur, al final de la calle. Desde allí les respondían soldados surcoreanos también apoyados por algunos vehiculos. Seol se volvió a quedar fascinado por el espectáculo, pero esta vez reaccionó y bajó hacia donde se encontraban sus compañeros de viaje. Al llegar a la habitación, se encontró con la pistola de Ji en la cabeza.
-Soy yo, soy yo – grito Seol.
-Mierda, casi te vuela la cabeza muchacho.
-¿Has encontrado… una salida? – pregunto el sargento cadenciosamente.
-No, solo he podido escalar los escombros que hay al otro lado de la habitación.
-Estamos jodido, se oyen ya muy cerca.
-Si, pero los nuestros les están disparando desde el final de la avenida. Y hemos destruido dos tanques – explicó con cierta entusiasmo.
Ji se aproximó a la ventana con mucha cautela para intentar ver lo que ocurría fuera.
Como había dicho Seol, los norcoreanos estaban envueltos en un tiroteo contra alguien en el sur, pero estaban muy cerca, si avanzaban un poco más y les daba por refugiarse en ese bloque de edificios, como había hecho ellos mismo, estaban perdidos.
Al menos esperaba acabar con algunos antes de que lo matasen. Lo sentía por su compañero y por el muchacho. Lee ya no sería de mucha ayuda, la sangre mojaba ya todo el vendaje y apenas podía coger el arma y mucho menos levantarse. No le quedaba mucho.
Ji siguió mirando por la ventana mientras que Seol se sentaba al lado del sargento moribundo. Nada frenaba a aquellos tanques, parecían imparables. Los proyectiles rebotaban en su coraza mientras seguían escupiendo fuego. Pero a Ji se le puso una sonrisa de oreja a oreja al ver aparecer por detrás de los tanques enemigos a dos helicópteros de ataque. Debían ser los que había visto Seol. Dos misiles más y dos tanques destruidos. La explosión sacudió lo que quedaba del edificio y algo más de pared cayó al suelo y entre los escombros. Ji, excitado, volvió a mirar y vio como los helicópteros disparaban ahora sus ametralladoras contra los soldados comunistas, barriéndolos de la calle. El tanque pequeño, un vehiculo blindado de infantería, giró y desapareció rápidamente por una calle perpendicular. De repente el tiroteo cesó y la calma se hizo en la avenida.
Unos minutos después los soldados surcoreanos encontraron a los policías y a Seol. Los condujeron a un hospital de campaña a retaguardia, pero para el sargento Lee fue demasiado tarde. Murió en la mesa de operaciones.
A Seol le curaron y le vendaron la mano. Ji se quedó con el muchacho después de saber de la suerte de su compañero. Un oficial del ejército se acercó y le dijo que debía conducir al Seol a un centro de refugiados que se había instalado en una estación de metro cercana a allí.
Estaba amaneciendo cuando el policía y Seol se despidieron. Ji le dio una tarjeta con un número para que lo llamara cuando todo hubiese acabado. Le estrechó la mano y se marchó. Seol se quedó con una mujer de protección civil que anotó sus datos personales en un papel, y le dio una copia a él, diciéndole que no la perdiera. Le informó que dentro de poco lo recogerían para llevarlo a una zona segura. Le guió hasta un lugar de la repleta estación de metro, donde solo había niños de diferentes edades. Luego supo que lo habían colocado en el grupo de los huérfanos.
Durante dos días esperó en aquel lugar comiendo poco más que algo de arroz, sopa y pan. Después, se lo llevaron junto a los demás niños hacia otra estación de metro en las cercanías del río Han, en el centro de Seúl, cerca de casa de su tía Usun. Por fin había terminado su viaje.