Los Panzer alemanes: detrás del mito
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- General de División
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FINAL PREMATURO
La intervención de la 21ª PzDiv y la 25ª PzGrDiv en Hatten y Haguenou resume bastante bien el tipo de dificultades que encaraba la Panzerwaffe en los últimos años de la guerra. Las fuerzas acorazadas no fueron comprometidas en los primeros combates para evitar las dificultades que se habían encontrado, en las Ardenas, pero igualmente fueron lanzadas a a batalla antes de que hubiera una ruptura aprovechable y en vez de preparar adecuadamente la operación ambas unidades fueron enviadas al frente de forma caótica. Para empeorar más las cosas, la 21ª se encontró sin general apenas un par de días antes de moverse, ya que Feutchinger fue reclamado y procesado por haberse ausentado de su puesto de mando unas horas antes del desembarco de Normandía.
Las avanzadas de ambas divisiones tuvieron que moverse a ciegas, sin poder efectuar un reconocimiento previo, sin mapas de las fortificaciones francesas en el sector y por un terreno helado e impracticable. Sin apoyo de infantería, los panzergrenadier llevaron todo el peso de la lucha hasta recibir algunos refuerzos en Hatten, concretamente tropas paracaidistas, y en cuanto a los aspectos logísticos, los suministros llegaban con cuentagotas.
Nada de eso habría tenido importancia real si los combates en torno a Hatten hubieran tenido algún valor estratégico, pero no era el caso. No había nada que ganar o perder ahí, ni en ninguna otra parte del sector: simplemente no había un objetivo. Conquistar Hatten en el primer asalto sólo hubiera supuesto atascarse en el siguiente pueblo. Las descripciones de la lucha (de la mano de Von Luck) reflejan bien la inutilidad de la lucha, que terminó cuando los últimos defensores estadounidenses se retiraron. En ese momento podría haberse retomado el avance alemán, pero para entonces Hitler ya tenía nuevas órdenes para las tropas panzer, con lo que su ordalía al sur de los Vosgos resultaria completamente estéril. Las dos divisiones fueron reagrupadas en retaguardia para reequiparse y partir de inmediato hacia el Este.
¿Qué pasaba entretanto en Gambshein? La cabeza de puente no parecía demasiado amenazadora, así que el mando americano decidió emplear allí una unidad recién llegada, la 12ª división acorazada, para que fuera fogueándose un poco. Los primeros tanteos resultaron mucho más duros de lo previsto ya que la 533ª VgDiv ofreció una dura resistencia en el pueblo de Herrlerheim frente al primer TF de la 12ª, que entró en combate sin reconocer previamente el terreno.
Tras reagruparse, toda la división se lanzó al combate casualmente justo cuando la 10ª SS PzDiv, la última reserva acorazada de los alemanes, se desplegaba en la cabeza de puente para intentar abrirse paso hacia Estrasburgo. Ambas divisiones colisionaron el día 17 entre Herrlerheim y Offendorf, intentando flanquearse mutuamente y fracasando en ambos empeños. La lucha prosiguió hasta el día 22 sin que ninguno de los contendientes lograra nada. Para entonces la ofensiva alemana había llegado prácticamente a su fin ya que no quedaban más tropas disponibles.
Los aliados se replegaron para evitar más pérdidas inútiles y se concentraron en eliminar la bolsa de Colmar. Los franceses recuperaron el terreno perdido en la intentona germana unos días antes y luego, con apoyo estadounidense, empezaron a fragmentar el kessel. La grave situación del frente Oriental aceleró las cosas: los mandos alemanes se unificaron bajo las órdenes del general Paul Hausser mientras las últimas tropas de la 21ª y la 25ª embarcaban en dirección a Prusia. Al veterano panzergeneral le bastó un vistazo para entender que Colmar era indefendible y ordenó la retirada, autorizada por Hitler el 8 de febrero. Los últimos defensores atravesaron el río esa noche y la resistencia cesó la mañana del 9. Los restos de la 106 PzBri y el 654 SpzjgAbt fueron empleados como apagafuegos y fueron destruidos mientras cubrían los últimos pasos practicables. NordWind había terminado.
El planteamiento del OKW en el sector meridional no era conseguir ventajas estratégicas, sino causar a los aliados un número inaceptable de bajas. el enemigo perdió entre 35000 y 40000 hombres, mientras que los alemanes sufrieron casi 60000 bajas, así que el resultado de esta absurda ofensiva fue, a todas luces, un fracaso, y más aún si tenemos en cuenta que el grupo G cedió a finales de enero sus últimas reservas y no iba a recibir nada con que reemplazarlas. Cuando los americanos retomaran el avance, ya no habría nadie para hacerles frente.
La intervención de la 21ª PzDiv y la 25ª PzGrDiv en Hatten y Haguenou resume bastante bien el tipo de dificultades que encaraba la Panzerwaffe en los últimos años de la guerra. Las fuerzas acorazadas no fueron comprometidas en los primeros combates para evitar las dificultades que se habían encontrado, en las Ardenas, pero igualmente fueron lanzadas a a batalla antes de que hubiera una ruptura aprovechable y en vez de preparar adecuadamente la operación ambas unidades fueron enviadas al frente de forma caótica. Para empeorar más las cosas, la 21ª se encontró sin general apenas un par de días antes de moverse, ya que Feutchinger fue reclamado y procesado por haberse ausentado de su puesto de mando unas horas antes del desembarco de Normandía.
Las avanzadas de ambas divisiones tuvieron que moverse a ciegas, sin poder efectuar un reconocimiento previo, sin mapas de las fortificaciones francesas en el sector y por un terreno helado e impracticable. Sin apoyo de infantería, los panzergrenadier llevaron todo el peso de la lucha hasta recibir algunos refuerzos en Hatten, concretamente tropas paracaidistas, y en cuanto a los aspectos logísticos, los suministros llegaban con cuentagotas.
Nada de eso habría tenido importancia real si los combates en torno a Hatten hubieran tenido algún valor estratégico, pero no era el caso. No había nada que ganar o perder ahí, ni en ninguna otra parte del sector: simplemente no había un objetivo. Conquistar Hatten en el primer asalto sólo hubiera supuesto atascarse en el siguiente pueblo. Las descripciones de la lucha (de la mano de Von Luck) reflejan bien la inutilidad de la lucha, que terminó cuando los últimos defensores estadounidenses se retiraron. En ese momento podría haberse retomado el avance alemán, pero para entonces Hitler ya tenía nuevas órdenes para las tropas panzer, con lo que su ordalía al sur de los Vosgos resultaria completamente estéril. Las dos divisiones fueron reagrupadas en retaguardia para reequiparse y partir de inmediato hacia el Este.
¿Qué pasaba entretanto en Gambshein? La cabeza de puente no parecía demasiado amenazadora, así que el mando americano decidió emplear allí una unidad recién llegada, la 12ª división acorazada, para que fuera fogueándose un poco. Los primeros tanteos resultaron mucho más duros de lo previsto ya que la 533ª VgDiv ofreció una dura resistencia en el pueblo de Herrlerheim frente al primer TF de la 12ª, que entró en combate sin reconocer previamente el terreno.
Tras reagruparse, toda la división se lanzó al combate casualmente justo cuando la 10ª SS PzDiv, la última reserva acorazada de los alemanes, se desplegaba en la cabeza de puente para intentar abrirse paso hacia Estrasburgo. Ambas divisiones colisionaron el día 17 entre Herrlerheim y Offendorf, intentando flanquearse mutuamente y fracasando en ambos empeños. La lucha prosiguió hasta el día 22 sin que ninguno de los contendientes lograra nada. Para entonces la ofensiva alemana había llegado prácticamente a su fin ya que no quedaban más tropas disponibles.
Los aliados se replegaron para evitar más pérdidas inútiles y se concentraron en eliminar la bolsa de Colmar. Los franceses recuperaron el terreno perdido en la intentona germana unos días antes y luego, con apoyo estadounidense, empezaron a fragmentar el kessel. La grave situación del frente Oriental aceleró las cosas: los mandos alemanes se unificaron bajo las órdenes del general Paul Hausser mientras las últimas tropas de la 21ª y la 25ª embarcaban en dirección a Prusia. Al veterano panzergeneral le bastó un vistazo para entender que Colmar era indefendible y ordenó la retirada, autorizada por Hitler el 8 de febrero. Los últimos defensores atravesaron el río esa noche y la resistencia cesó la mañana del 9. Los restos de la 106 PzBri y el 654 SpzjgAbt fueron empleados como apagafuegos y fueron destruidos mientras cubrían los últimos pasos practicables. NordWind había terminado.
El planteamiento del OKW en el sector meridional no era conseguir ventajas estratégicas, sino causar a los aliados un número inaceptable de bajas. el enemigo perdió entre 35000 y 40000 hombres, mientras que los alemanes sufrieron casi 60000 bajas, así que el resultado de esta absurda ofensiva fue, a todas luces, un fracaso, y más aún si tenemos en cuenta que el grupo G cedió a finales de enero sus últimas reservas y no iba a recibir nada con que reemplazarlas. Cuando los americanos retomaran el avance, ya no habría nadie para hacerles frente.
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- Suboficial Primero
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Saludos Japa,
Hitler no solo tenía mucho menos tanques y mucho mas complicados que los de lo aliados, sino que supongo que cerca del 10% del tiempo de sus tanques se deperdedició en transito de un frente a otro a lo largo de la guerra, reduciendo aún más sus fuerzas efectivas. Me imagino el problema logistico de estar transfiriendo constantemente mecánicos, partes de repuesto, maquinaria de reparación, etc, entre Alemania, la URSS y Africa, Italia, Francia, Rumania, Finlandia, Curlandia, etc,
Hitler no solo tenía mucho menos tanques y mucho mas complicados que los de lo aliados, sino que supongo que cerca del 10% del tiempo de sus tanques se deperdedició en transito de un frente a otro a lo largo de la guerra, reduciendo aún más sus fuerzas efectivas. Me imagino el problema logistico de estar transfiriendo constantemente mecánicos, partes de repuesto, maquinaria de reparación, etc, entre Alemania, la URSS y Africa, Italia, Francia, Rumania, Finlandia, Curlandia, etc,
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- Recluta
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Los panzer alemanes, eran estupendas maquinas, sobre todo a partir del Mark IV, Panther, Tiger, y Konigstiger, maquinas impresionantes y poderosas, en un manual norteamericano se podía leer: "para acabar con un Tiger, hacen falta cuatro Sherman con la perspectiva de perder tres".
Si bien en el frente oriental su capacidad fue puesta a prueba de manera constante y durísima, al contar los rusos con blindados de gran tonelaje y poderoso armamento. Sin embargo el mito de los panzer se inició al principio de la guerra, sobre todo a raíz de la derrota de Francia.
Alemania constaba con un gran elenco de militares, que revolucionarion el concepto de la guerra blindada; Guderian, Rommel, Hoeppner etc.. sin olvidar al propio Hitler. Ademas en estas fases iniciales de la guerra, ninguna de las potencias beligerantes, supo ver como Alemania, el daño que produciría en los enemigos el binomio tanque-avión.
Saludos a todos
Si bien en el frente oriental su capacidad fue puesta a prueba de manera constante y durísima, al contar los rusos con blindados de gran tonelaje y poderoso armamento. Sin embargo el mito de los panzer se inició al principio de la guerra, sobre todo a raíz de la derrota de Francia.
Alemania constaba con un gran elenco de militares, que revolucionarion el concepto de la guerra blindada; Guderian, Rommel, Hoeppner etc.. sin olvidar al propio Hitler. Ademas en estas fases iniciales de la guerra, ninguna de las potencias beligerantes, supo ver como Alemania, el daño que produciría en los enemigos el binomio tanque-avión.
Saludos a todos
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- General de División
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Por fin, tras tres años de teclado, podemos empezar el útimo capítulo de nuestra historia.
LA ÚLTIMA OFENSIVA
PESADILLA EN EL ESTE
ANTECEDENTES DEL INFIERNO
La atención prestada por los historiadores a los combates de Arhem, Hurtgen y las Ardenas pueden dar la impresión de que durante los meses finales del año 44 el frente oriental se mantuvo en calma. Desde luego Hitler actuó como si ese fuera el caso, ya que centró toda su atención en los sucesos occidentales. SIn embargo las cosas distaban bastante de ese idílico escenario.
Durante el otoño STAVKA planificó su estrategia de cara al final de la guerra, incluyendo junto a los planteamientos puramente estratégicos los objetivos políticos que garantizarían la supremacía de la URSS en Europa Oriental, desde el Adriático hasta el Báltico. Ya vimos como los combates se recrudecieron en los Balcanes y Hungría durante septiembre y octubre, pero otros sectores del frente recibieron las atenciones de Moscú antes de que empezaran los golpes finales contra Alemania.
El OKW, por el contrario, carecía de una estrategia específica para su flanco oriental más allá de la consabida consigna de no ceder ni un metro de suelo sin luchar. El Führer seguía empecinado en su obsesivo argumento de que Stalin había alcanzado el límite de sus fuerzas y en consecuencia era imposible que se produjeran nuevas derrotas, siempre y cuando no flaqueara la voluntad nacionalsocialista de los hombres que defendían los lindes del Reich. Hay que decir, en honor a la verdad, que su apreciación no era del todo incorrecta.
La URSS llegó al final de la guerra en un tremendo estado de agotamiento. Las memorias de los militares germanos han popularizado la idea de las inagotables e imparables reservas del enemigo, pero tras tres años de guerra el Ejército Soviético estaba llegando al tope de sus posibilidades. De haber concentrado sus fuerzas en la aniquilación final del nazismo los rusos no habrían tenido demasiadas dificultades, pero las previsiones de Stalin pasaban por la ocupación militar de medio continente antes de que los angloamericanos atravesaran el Rin, y sus recursos estaban estirados al límite.
Las unidades de la Guardia se encontraban en un estado bastante razonable gracias a la prioridad que tenían en las asignaciones de reemplazos, pero incluso estas agrupaciones distaban de tener sus plantillas completas. La situación era mucho más difícil entre las tropas regulares, donde una división de infantería (que de partida era una formación mucho más reducida que su equivalente germano) podía en ocasiones contar sólo con los efectivos de una brigada. Para paliar la situación se recurrió a la recluta masiva en los territorios recién liberados, llenando los huecos con hombres apenas uniformados y sin el más mínimo adiestramiento táctico, y a la alineación forzada de contingentes aliados como las tropas rumanas, de dudosa lealtad y escaso equipamiento.
Estas circunstancias, unidas al estiramiento de las líneas logísticas y la renovada dureza con la que los alemanes combatirían en defensa de sus fronteras anteriores a la guerra llevaron a una drástica caída en la habilidad combativa del Ejército Rojo tras el cénit de eficacia alcanzado en Bagration. Los Guardias seguían siendo luchadores temibles pero una buena cantidad de tropas regulares eran poco más que carne de cañón y apenas podía usárseles más allá de asaltos frontales.
Por contra los recursos materiales de Iván eran más que suficientes para compensar las deficiencias de la tropa y acometer la tarea que les esperaba: lo que faltaba de habilidad táctica quedaba sobradamente cubierto por la inimaginable potencia de fuego puesta a disposición de los generales rusos. El volumen de piezas de artillería, lanzacohetes y carros de combate superaba de forma abrumadora cualquier cosa que los alemanes pudieran desplegar en su contra. Además la maestría operativa de los altos mandos y la ingente cantidad de medios de transporte enviada por los aliados en el último año garantizaban que los soviéticos podrían concentrar una superioridad más que aplastante en cualquier punto del frente y desplazarla allí donde hiciera falta en cuestión de días. La logística estaba igualmente asegurada, al menos en los aspectos combativos: los soldados de Stalin tendrían que forrajear para sobrevivir, saqueando todo lo que encontraran en su avance, pero no les faltarían combustible o municiones en ningún momento.
Los alemanes, en cambio, no estaban al final de sus recursos, sino mucho más allá. La Luftwaffe había dejado prácticamente de existir como fuerza combativa en el Este y el Heer cubría sus magras plantillas con enfermos del estómago, sordos, oficinistas, mecánicos de vuelo, marineros… cuando podía echar mano de esos escasos recursos. Goebbels había recibido plena autoridad sobre los reemplazos y bajo sus directrices el Partido estaba alistando a todos los hombres capaces de empuñar un arma en el Volkstrumm, el Ejército del Pueblo, una masa apenas organizada de ancianos, mutilados y adolescentes.
Los recursos materiales, tras el milagro del otoño, habían llegado también al final: de acuerdo a las previsiones de Speer, pasada la Navidad la producción militar empezaría a hacer aguas a medida que se agotaran las materias primas estratégicas y hacia marzo la industria dejaría de funcionar.
La oficialidad germana y el puñado de veteranos supervivientes todavía podían combatir con una eficacia letal, y las últimas hornadas de reclutas lucharían con la desesperación del que ya no tiene ningún lugar a donde escapar, pero la realidad era inexorable: la Wermatch era apenas un fantasma de sus glorias pasadas. Sí, Hitler tenía parte de razón al pensar que Moscú estaba al límite, pero él ya había rebañado el fondo del barril.
LA ÚLTIMA OFENSIVA
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ANTECEDENTES DEL INFIERNO
La atención prestada por los historiadores a los combates de Arhem, Hurtgen y las Ardenas pueden dar la impresión de que durante los meses finales del año 44 el frente oriental se mantuvo en calma. Desde luego Hitler actuó como si ese fuera el caso, ya que centró toda su atención en los sucesos occidentales. SIn embargo las cosas distaban bastante de ese idílico escenario.
Durante el otoño STAVKA planificó su estrategia de cara al final de la guerra, incluyendo junto a los planteamientos puramente estratégicos los objetivos políticos que garantizarían la supremacía de la URSS en Europa Oriental, desde el Adriático hasta el Báltico. Ya vimos como los combates se recrudecieron en los Balcanes y Hungría durante septiembre y octubre, pero otros sectores del frente recibieron las atenciones de Moscú antes de que empezaran los golpes finales contra Alemania.
El OKW, por el contrario, carecía de una estrategia específica para su flanco oriental más allá de la consabida consigna de no ceder ni un metro de suelo sin luchar. El Führer seguía empecinado en su obsesivo argumento de que Stalin había alcanzado el límite de sus fuerzas y en consecuencia era imposible que se produjeran nuevas derrotas, siempre y cuando no flaqueara la voluntad nacionalsocialista de los hombres que defendían los lindes del Reich. Hay que decir, en honor a la verdad, que su apreciación no era del todo incorrecta.
La URSS llegó al final de la guerra en un tremendo estado de agotamiento. Las memorias de los militares germanos han popularizado la idea de las inagotables e imparables reservas del enemigo, pero tras tres años de guerra el Ejército Soviético estaba llegando al tope de sus posibilidades. De haber concentrado sus fuerzas en la aniquilación final del nazismo los rusos no habrían tenido demasiadas dificultades, pero las previsiones de Stalin pasaban por la ocupación militar de medio continente antes de que los angloamericanos atravesaran el Rin, y sus recursos estaban estirados al límite.
Las unidades de la Guardia se encontraban en un estado bastante razonable gracias a la prioridad que tenían en las asignaciones de reemplazos, pero incluso estas agrupaciones distaban de tener sus plantillas completas. La situación era mucho más difícil entre las tropas regulares, donde una división de infantería (que de partida era una formación mucho más reducida que su equivalente germano) podía en ocasiones contar sólo con los efectivos de una brigada. Para paliar la situación se recurrió a la recluta masiva en los territorios recién liberados, llenando los huecos con hombres apenas uniformados y sin el más mínimo adiestramiento táctico, y a la alineación forzada de contingentes aliados como las tropas rumanas, de dudosa lealtad y escaso equipamiento.
Estas circunstancias, unidas al estiramiento de las líneas logísticas y la renovada dureza con la que los alemanes combatirían en defensa de sus fronteras anteriores a la guerra llevaron a una drástica caída en la habilidad combativa del Ejército Rojo tras el cénit de eficacia alcanzado en Bagration. Los Guardias seguían siendo luchadores temibles pero una buena cantidad de tropas regulares eran poco más que carne de cañón y apenas podía usárseles más allá de asaltos frontales.
Por contra los recursos materiales de Iván eran más que suficientes para compensar las deficiencias de la tropa y acometer la tarea que les esperaba: lo que faltaba de habilidad táctica quedaba sobradamente cubierto por la inimaginable potencia de fuego puesta a disposición de los generales rusos. El volumen de piezas de artillería, lanzacohetes y carros de combate superaba de forma abrumadora cualquier cosa que los alemanes pudieran desplegar en su contra. Además la maestría operativa de los altos mandos y la ingente cantidad de medios de transporte enviada por los aliados en el último año garantizaban que los soviéticos podrían concentrar una superioridad más que aplastante en cualquier punto del frente y desplazarla allí donde hiciera falta en cuestión de días. La logística estaba igualmente asegurada, al menos en los aspectos combativos: los soldados de Stalin tendrían que forrajear para sobrevivir, saqueando todo lo que encontraran en su avance, pero no les faltarían combustible o municiones en ningún momento.
Los alemanes, en cambio, no estaban al final de sus recursos, sino mucho más allá. La Luftwaffe había dejado prácticamente de existir como fuerza combativa en el Este y el Heer cubría sus magras plantillas con enfermos del estómago, sordos, oficinistas, mecánicos de vuelo, marineros… cuando podía echar mano de esos escasos recursos. Goebbels había recibido plena autoridad sobre los reemplazos y bajo sus directrices el Partido estaba alistando a todos los hombres capaces de empuñar un arma en el Volkstrumm, el Ejército del Pueblo, una masa apenas organizada de ancianos, mutilados y adolescentes.
Los recursos materiales, tras el milagro del otoño, habían llegado también al final: de acuerdo a las previsiones de Speer, pasada la Navidad la producción militar empezaría a hacer aguas a medida que se agotaran las materias primas estratégicas y hacia marzo la industria dejaría de funcionar.
La oficialidad germana y el puñado de veteranos supervivientes todavía podían combatir con una eficacia letal, y las últimas hornadas de reclutas lucharían con la desesperación del que ya no tiene ningún lugar a donde escapar, pero la realidad era inexorable: la Wermatch era apenas un fantasma de sus glorias pasadas. Sí, Hitler tenía parte de razón al pensar que Moscú estaba al límite, pero él ya había rebañado el fondo del barril.
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IVAN LLEGA AL BÁLTICO
Las provincias más al este del Reich había pasado la guerra con relativa tranquilidad, ya que los bombardeos angloamericanos se habían concentrado en la destrucción de las grandes áreas industriales del oeste y sólo a finales del 44 empezaron a alargar el radio de acción de sus incursiones. Sin embargo esa calma estaba a punto de finalizar ya que, con las tropas soviéticas en el Vístula, Prusia oriental estaba a punto de verse en primera línea del frente.
Prusia Oriental era la joya de la corona nazi: esta región agraria había sido conquistada políticamente a costa de grandes esfuerzos y era considerada como un ejemplo de la comunión entre el pueblo y el Partido, que de ser una fuerza inexistente a finales de los años 20 pasó a rozar el 50% de los votos en las últimas elecciones antes del ascenso de Hitler al poder. Al frente de la administración estaba el gauleitier Koch, uno de los favoritos de Goebbels, y bajo su mando la provincia había recibido un montón de prebendas, incluyendo un enorme volumen de mano de obra esclava para mantener las granjas en marcha pese a la ausencia de la mayor parte de los jóvenes en el frente.
La expulsión de los judíos de la vida pública había permitido a los gerifaltes nazis hacerse con una buena cantidad de posesiones, y no sólo a los miembros del Partido, porque varios altos mandos de la Wermatch habían conseguido grandes propiedades en la región, ya fuera a modo de regalo por parte del Führer o aprovechando el abaratamiento del suelo para comprar a bajo costo, como hizo el mariscal Manstein tras su retirada del mando, convirtiéndose así en un importante terrateniente.
Pese a las malas noticias que no cesaban de llegar del frente, los prusianos tenían fe en Hitler. Su mesías les había prometido que jamás cedería ni un centímetro de suelo alemán, y sus tierras eran la frontera natural del Reich, ganada siglos atrás por los legendarios caballeros teutónicos a los bárbaros del este. Era impensable que el suelo que constituía el alma misma de la nación pudiera perderse. Además la propaganda del Partido era clara: la victoria estaba al alcance de la mano. Sólo había que esperar a que entraran en funcionamiento las temibles armas secretas que el ministro Goebbels mencionaba prácticamente a diario y los enemigos de Alemania suplicarían la paz de rodillas.
Los enemigos, empero, no parecían tener demasiada prisa en empezar a suplicar. Tras la cabalgada de Bagration, el Grupo de Ejércitos Norte había quedado comprimido contra la costa del Báltico. A finales de julio una penetración del Frente Báltico, a las órdenes del general Bagramian, logró cortar momentáneamente las líneas alemanas al este de Riga pero gracias a un feroz contraataque de la GrossDeutschland y las pzDiv 4ª, 5ª y 7ª fue posible recuperar el contacto y estabilizar la situación. Una nueva intentona de los rusos fue frenada a finales de septiembre, aunque a costa de grandes pérdidas, pero era evidente que el alivio iba a ser temporal. A lo largo del otoño y tras la salida de Finlandia de la guerra, los alemanes fueron replegándose hacia el Oeste y el Grupo Norte se concentró en torno a la península de Kurlandia, al noroeste de Prusia
En octubre Bagramian volvió a la carga tras desplegar en un tiempo asombrosamente corto tres cuerpos acorazados y 19 divisiones de fusileros. La mayoría de las unidades estaban por debajo del 70% de sus palntillas (algunas divisiones ni siquiera llegaban a la mitad) pero aún así era una fuerza formidable, frente a la que el Grupo Norte no tenia demasiado que oponer.
La principal baza defensiva de los alemanes eran las cuatro divisiones acorazadas del III PzArm al mando del general Raus, cuya línea de defensa principal era la GrossDeutschland: la división no estaba desplegada al completo, pero sí una buena parte de su potencial acorazado, incluyendo su batallón de carros Tiger, otro PzAbt y e de reconocimiento, a los que se asignó como complemento de infantería la 551ª VgDiv. Esta fuerza combinada estaba desplegada al norte de Mémel, la ciudad más al este y al norte de Alemania. La 7ª PzDiv formaba la reserva, la 20ª se encontraba más al sur, lejos del sector amenazado, y la 5ª debía tomar posiciones en torno a la ciudad de Kelmy.
Las provincias más al este del Reich había pasado la guerra con relativa tranquilidad, ya que los bombardeos angloamericanos se habían concentrado en la destrucción de las grandes áreas industriales del oeste y sólo a finales del 44 empezaron a alargar el radio de acción de sus incursiones. Sin embargo esa calma estaba a punto de finalizar ya que, con las tropas soviéticas en el Vístula, Prusia oriental estaba a punto de verse en primera línea del frente.
Prusia Oriental era la joya de la corona nazi: esta región agraria había sido conquistada políticamente a costa de grandes esfuerzos y era considerada como un ejemplo de la comunión entre el pueblo y el Partido, que de ser una fuerza inexistente a finales de los años 20 pasó a rozar el 50% de los votos en las últimas elecciones antes del ascenso de Hitler al poder. Al frente de la administración estaba el gauleitier Koch, uno de los favoritos de Goebbels, y bajo su mando la provincia había recibido un montón de prebendas, incluyendo un enorme volumen de mano de obra esclava para mantener las granjas en marcha pese a la ausencia de la mayor parte de los jóvenes en el frente.
La expulsión de los judíos de la vida pública había permitido a los gerifaltes nazis hacerse con una buena cantidad de posesiones, y no sólo a los miembros del Partido, porque varios altos mandos de la Wermatch habían conseguido grandes propiedades en la región, ya fuera a modo de regalo por parte del Führer o aprovechando el abaratamiento del suelo para comprar a bajo costo, como hizo el mariscal Manstein tras su retirada del mando, convirtiéndose así en un importante terrateniente.
Pese a las malas noticias que no cesaban de llegar del frente, los prusianos tenían fe en Hitler. Su mesías les había prometido que jamás cedería ni un centímetro de suelo alemán, y sus tierras eran la frontera natural del Reich, ganada siglos atrás por los legendarios caballeros teutónicos a los bárbaros del este. Era impensable que el suelo que constituía el alma misma de la nación pudiera perderse. Además la propaganda del Partido era clara: la victoria estaba al alcance de la mano. Sólo había que esperar a que entraran en funcionamiento las temibles armas secretas que el ministro Goebbels mencionaba prácticamente a diario y los enemigos de Alemania suplicarían la paz de rodillas.
Los enemigos, empero, no parecían tener demasiada prisa en empezar a suplicar. Tras la cabalgada de Bagration, el Grupo de Ejércitos Norte había quedado comprimido contra la costa del Báltico. A finales de julio una penetración del Frente Báltico, a las órdenes del general Bagramian, logró cortar momentáneamente las líneas alemanas al este de Riga pero gracias a un feroz contraataque de la GrossDeutschland y las pzDiv 4ª, 5ª y 7ª fue posible recuperar el contacto y estabilizar la situación. Una nueva intentona de los rusos fue frenada a finales de septiembre, aunque a costa de grandes pérdidas, pero era evidente que el alivio iba a ser temporal. A lo largo del otoño y tras la salida de Finlandia de la guerra, los alemanes fueron replegándose hacia el Oeste y el Grupo Norte se concentró en torno a la península de Kurlandia, al noroeste de Prusia
En octubre Bagramian volvió a la carga tras desplegar en un tiempo asombrosamente corto tres cuerpos acorazados y 19 divisiones de fusileros. La mayoría de las unidades estaban por debajo del 70% de sus palntillas (algunas divisiones ni siquiera llegaban a la mitad) pero aún así era una fuerza formidable, frente a la que el Grupo Norte no tenia demasiado que oponer.
La principal baza defensiva de los alemanes eran las cuatro divisiones acorazadas del III PzArm al mando del general Raus, cuya línea de defensa principal era la GrossDeutschland: la división no estaba desplegada al completo, pero sí una buena parte de su potencial acorazado, incluyendo su batallón de carros Tiger, otro PzAbt y e de reconocimiento, a los que se asignó como complemento de infantería la 551ª VgDiv. Esta fuerza combinada estaba desplegada al norte de Mémel, la ciudad más al este y al norte de Alemania. La 7ª PzDiv formaba la reserva, la 20ª se encontraba más al sur, lejos del sector amenazado, y la 5ª debía tomar posiciones en torno a la ciudad de Kelmy.
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El ataque principal empezó el 5 de octubre y, aunque los volksgrenadier lograron rechazar los primeros avances del I Frente Báltico, al final del día la 551ª prácticamente había dejado de existir. No obstante había ganado un tiempo precioso para los panzer y mientras los carristas de la GD sostenían como podían los restos de la línea la 7ª PzDiv se desplegó a su derecha, para prevenir un flanqueo por el sur. No había más refuerzos disponibles, ya que el II y III Frentes Bálticos estaban atacando a su vez y toda la región estaba en llamas. En Kelmy las pocas tropas de la 5ª PzDiv que habían logrado desplegarse en los días anteriores fueron casi arrolladas por el II Ejército de Guardias y aunque su PzAbt estaba dirigiéndose al sector a marchas forzadas había pocas esperanzas de salvar la situación.
El día 6 Bagramian lanzó a la batalla al V Acorazado de Guardias. Pese a los denodados esfuerzos de los alemanes, la ruptura soviética era un hecho: los panzer empezaron a replegarse hacia Mémel, sin dejar de combatir en ningún momento pero con cierta seguridad gracias al esfuerzo de los Tiger, algunos de los cuales tuvieron que ser destruidos por falta de combustible. Tras recibir un más que bienvenido refuerzo por parte de la 58ª IDiv la GD formó tres KampfGruppe que lograron frenar, siquiera por unas horas, a los carristas del V de Guardias, un respiro que permitió a las tres divisiones establecer una nueva línea de defensas, con la 58ª al norte de la ciudad, la 7ª en el centro y la GD más al sur. Por un parte el PzAbt de la 5ª, con tan solo un par de docenas de carros a su disposición, estaba tratando de restablecer una defensa coherente junto a la 549ª VgDiv, pero no pudo impedir que a su vez el II de Guardias penetrara en dirección a la costa.
La 5ª PzDiv siguió combatiendo como pudo en los siguientes días pero el día 9 el pueblo costero de Heidekelburg, unos 50 km al sur de Memel, fue tomado por las avanzadas del I Cuerpo Acorazado y el 10 la vanguardia del V ejército cortó las líneas alemanas en Polangen, 30 Km al norte de la ciudad. Los restos de la 5ª PzDiv se retiraron a la orilla norte del Niemen, la última barrera natural antes de llegar a Prusia, donde se reunieron con la FallPzDiv Herman Goering. El Grupo de Ejércitos Norte quedó atrapado en torno a la península de Kurlandia y buena parte de su fuerza acorazada estaba aislada en Memel. Era un desastre en toda regla.
De inmediato los alemanes hicieron planes para recuperar las comunicaciones entre M-emel y el grupo Norte. Para ello se desplegó la 4ª PzDiv, que había estado sosteniendo el flanco sur del Grupo en torno a Moscheiken, con el apoyo del 510 SchPzAbt, y la 12ª PzDiv, que avanzaría por el flanco derecho de la 4ª. Tras una semana de lucha ambas unidades estaban por debajo del 50% de sus efectivos acorazados, pero seguían suponiendo una amenaza formidable. Los panzer se pusieron en marcha la noche del día 11 y para el 13 habían ganado suficiente espacio operativo como para avanzar directemente hacia Mémel, pero entonces recibieron órdenes de despazarse al oeste, hacia Libau, para reiniciar el contraataque por la línea de la costa, más asequible para la operación ya que implicaba un recorrido más corto. Sin embargo interrumpir la operación en curso y reubicar las divisiones significó la pérdida de dos días vitales en los que los soviéticos reforzaron su flanco norte, y el combustible disponible para el contraataque se dilapidó en el traslado, haciendo totalmente inviable un nuevo ataque.
En el propio Memel las cosas estaba al rojo vivo. Antes incluso de consolidar sus posiciones en la costa los soviéticos se lanzaron sobre la ciudad cercada, iniciando el asalto el día 10. Durante los tres días siguientes los ataques fueron rechazados con ayuda del acorazado Lutzow y el crucero Prinz Eugen. El apoyo de la artillería naval germana se mostró tan letal como había sido el aliado en Italia y Francia. Siguieron nuevas intentonas el 14 y el 23, igualmente rechazadas con grandes pérdidas para ambos bandos, y finalmente el agotamiento impuso el final de la lucha.
El frente norte, pese a consistir tan sólo en dos bolsas aisladas, parecía estable de nuevo, y Hitler ordenó que la GrossDeutschland y la 7ª PzDiv fuerna retiradas de Mémel por vía marítima para reorganizarse. Poco antes la 5ª PzDiv y la Hermann Goering hicieron lo mismo más al sur, evacuando la cabeza de puente del Niemen, al norte de Tilsit. El resto del Grupo de Ejércitos Norte podría haber sido evacuado del mismo modo ya que la KriegsMarine todavía controlaba el Báltico, pero, nada sorprendentemente, Hitler decidió que Kurlandia debía ser sostenida a cualquier precio ya que serviría como base para una ofensiva en primavera que restablecería la situación en el Este. Su planteamiento contó con el entusiasta apoyo del Almirante Doenitz, que consideraba imprescindible mantener la costa Báltica para adiestrar a las tripulaciones de los nuevos submarinos que cambiarían el signo de la guerra a lo largo del 45. Además el Führer estaba convencido de que los soviéticos se verían obligados a desplegar numerosas fuerzas e torno a la bolsa, lo que compensaría sobradamente la inmovilización en la bolsa de 33 divisiones alemanas, incluyendo la 4ª, 12ª y 14ª PzDiv (la 4ª sería evacuada en enero, pero la 12ª y la 14ª ya no saldrían de allí).
Sea cual sea la justificación, a finales de octubre el Grupo de Ejércitos Norte quedó efectivamente neutralizado para el resto de la guerra: ya no quedaba nada entre las tropas de Stalin y las fronteras alemanas. Los habitantes de Prusia habían demostrado una fe incombustible en el Führer y ahora iban a recibir el premio a su fidelidad.
El día 6 Bagramian lanzó a la batalla al V Acorazado de Guardias. Pese a los denodados esfuerzos de los alemanes, la ruptura soviética era un hecho: los panzer empezaron a replegarse hacia Mémel, sin dejar de combatir en ningún momento pero con cierta seguridad gracias al esfuerzo de los Tiger, algunos de los cuales tuvieron que ser destruidos por falta de combustible. Tras recibir un más que bienvenido refuerzo por parte de la 58ª IDiv la GD formó tres KampfGruppe que lograron frenar, siquiera por unas horas, a los carristas del V de Guardias, un respiro que permitió a las tres divisiones establecer una nueva línea de defensas, con la 58ª al norte de la ciudad, la 7ª en el centro y la GD más al sur. Por un parte el PzAbt de la 5ª, con tan solo un par de docenas de carros a su disposición, estaba tratando de restablecer una defensa coherente junto a la 549ª VgDiv, pero no pudo impedir que a su vez el II de Guardias penetrara en dirección a la costa.
La 5ª PzDiv siguió combatiendo como pudo en los siguientes días pero el día 9 el pueblo costero de Heidekelburg, unos 50 km al sur de Memel, fue tomado por las avanzadas del I Cuerpo Acorazado y el 10 la vanguardia del V ejército cortó las líneas alemanas en Polangen, 30 Km al norte de la ciudad. Los restos de la 5ª PzDiv se retiraron a la orilla norte del Niemen, la última barrera natural antes de llegar a Prusia, donde se reunieron con la FallPzDiv Herman Goering. El Grupo de Ejércitos Norte quedó atrapado en torno a la península de Kurlandia y buena parte de su fuerza acorazada estaba aislada en Memel. Era un desastre en toda regla.
De inmediato los alemanes hicieron planes para recuperar las comunicaciones entre M-emel y el grupo Norte. Para ello se desplegó la 4ª PzDiv, que había estado sosteniendo el flanco sur del Grupo en torno a Moscheiken, con el apoyo del 510 SchPzAbt, y la 12ª PzDiv, que avanzaría por el flanco derecho de la 4ª. Tras una semana de lucha ambas unidades estaban por debajo del 50% de sus efectivos acorazados, pero seguían suponiendo una amenaza formidable. Los panzer se pusieron en marcha la noche del día 11 y para el 13 habían ganado suficiente espacio operativo como para avanzar directemente hacia Mémel, pero entonces recibieron órdenes de despazarse al oeste, hacia Libau, para reiniciar el contraataque por la línea de la costa, más asequible para la operación ya que implicaba un recorrido más corto. Sin embargo interrumpir la operación en curso y reubicar las divisiones significó la pérdida de dos días vitales en los que los soviéticos reforzaron su flanco norte, y el combustible disponible para el contraataque se dilapidó en el traslado, haciendo totalmente inviable un nuevo ataque.
En el propio Memel las cosas estaba al rojo vivo. Antes incluso de consolidar sus posiciones en la costa los soviéticos se lanzaron sobre la ciudad cercada, iniciando el asalto el día 10. Durante los tres días siguientes los ataques fueron rechazados con ayuda del acorazado Lutzow y el crucero Prinz Eugen. El apoyo de la artillería naval germana se mostró tan letal como había sido el aliado en Italia y Francia. Siguieron nuevas intentonas el 14 y el 23, igualmente rechazadas con grandes pérdidas para ambos bandos, y finalmente el agotamiento impuso el final de la lucha.
El frente norte, pese a consistir tan sólo en dos bolsas aisladas, parecía estable de nuevo, y Hitler ordenó que la GrossDeutschland y la 7ª PzDiv fuerna retiradas de Mémel por vía marítima para reorganizarse. Poco antes la 5ª PzDiv y la Hermann Goering hicieron lo mismo más al sur, evacuando la cabeza de puente del Niemen, al norte de Tilsit. El resto del Grupo de Ejércitos Norte podría haber sido evacuado del mismo modo ya que la KriegsMarine todavía controlaba el Báltico, pero, nada sorprendentemente, Hitler decidió que Kurlandia debía ser sostenida a cualquier precio ya que serviría como base para una ofensiva en primavera que restablecería la situación en el Este. Su planteamiento contó con el entusiasta apoyo del Almirante Doenitz, que consideraba imprescindible mantener la costa Báltica para adiestrar a las tripulaciones de los nuevos submarinos que cambiarían el signo de la guerra a lo largo del 45. Además el Führer estaba convencido de que los soviéticos se verían obligados a desplegar numerosas fuerzas e torno a la bolsa, lo que compensaría sobradamente la inmovilización en la bolsa de 33 divisiones alemanas, incluyendo la 4ª, 12ª y 14ª PzDiv (la 4ª sería evacuada en enero, pero la 12ª y la 14ª ya no saldrían de allí).
Sea cual sea la justificación, a finales de octubre el Grupo de Ejércitos Norte quedó efectivamente neutralizado para el resto de la guerra: ya no quedaba nada entre las tropas de Stalin y las fronteras alemanas. Los habitantes de Prusia habían demostrado una fe incombustible en el Führer y ahora iban a recibir el premio a su fidelidad.
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Hola Japa, excelente introducción. Tenía ganas de llegar a esta parte, este tema es poco conocido comparado con las Ardenas y otras batallas.
Esto lo atestiguan los prisioneros alemanes. Al pasar por la retaguardia soviética quedaban sorprendidos por la enorme cantidad de material: tanques, lanzacohetes, morteros, cañones... casi todo el equipo era nuevo y tenía pinta de haber sido utilizado poco. Algunos de los bombardeos más pesados de la guerra ocurrieron en este periodo.
Los alemanes en cambio cada vez tenían un sistema de mando más rígido. Hitler llegó a posicionar divisiones y asignar mandos según su lugar de nacimiento. Alguien que hubiese nacido en Prusia debería oponer más resistencia que alguien nacido en Bavaria. Tras el atentado del 20 de Julio se instauró una especie de comisario político y el saludo hitleriano pasó a ser oficial.
El combatir cerca de las fronteras de Alemania era una ventaja. Los centros de producción y sobre todo los talleres estaban cerca, por lo que era posible recuperar el material con celeridad. Una desventaja era la presencia de los Gauletier. No sólo se negaban a evacuar civiles sino que además no querían someterse a la autoridad militar, y presionaban para que sus zonas no fuesen declaradas frentes y pasasen al control de los militares. Eso sí, siempre tenían un tren disponible para evacuar las posesiones del hermano, cuñado, sobrino o prima o lo que fuese.
Es interesante la anécdota de Dietrich Von Saucken, antiguo comandante de la 4 Panzer Division y 39 PzKorps. Hitler le asignó el mando del 2 Armee, pero le dijo que se pondría a las órdenes del Gauletier Albert Foster. Von Saucken asombró a todos los presentes respondiendo: "No tengo ninguna intención, herr Hitler, de ponerme bajo las órdenes de un Gauletier". Curiosamente, Hitler no tuvo ningún ataque de furia y le dijo: "Pues muy bien Saucken, quedate el mando"
Stalin por su parte era mucho más flexible, y apenas interfería en la planificación. Por ejemplo, Vassilevsky le pidió retrasar un par de días el asalto a Konigsberg para acumular más artillería y no hubo problema. En cualquier caso, no se dudaba en sustituir a oficiales que mostraban poca iniciativa.
Sí, Prusia, con su retrasado sector agrario, era la cuna perfecta para el NSDAP. Allí fue donde las famosas políticas de movilización de parados para obras públicas (esos famosos ejércitos de peones) se aplicaron con más éxito propagandístico, porque en realidad no sirvieron para nada.
Y las divisiones evacuadas lo fueron poco a poco, por lo que a veces llegaba una división panzer pero sin su unidad logística o de artillería.
Saludos.
P.S Hace poco terminé de leer el libro de Pritt Buttar sobre Prusia y es muy recomendable, tiene buena información y es ameno. La obra se titula "Battleground Prussia" y se ha publicado este año.
Por contra los recursos materiales de Iván eran más que suficientes para compensar las deficiencias de la tropa y acometer la tarea que les esperaba: lo que faltaba de habilidad táctica quedaba sobradamente cubierto por la inimaginable potencia de fuego puesta a disposición de los generales rusos. El volumen de piezas de artillería, lanzacohetes y carros de combate superaba de forma abrumadora cualquier cosa que los alemanes pudieran desplegar en su contra.
Esto lo atestiguan los prisioneros alemanes. Al pasar por la retaguardia soviética quedaban sorprendidos por la enorme cantidad de material: tanques, lanzacohetes, morteros, cañones... casi todo el equipo era nuevo y tenía pinta de haber sido utilizado poco. Algunos de los bombardeos más pesados de la guerra ocurrieron en este periodo.
Además la maestría operativa de los altos mandos y la ingente cantidad de medios de transporte enviada por los aliados en el último año garantizaban que los soviéticos podrían concentrar una superioridad más que aplastante en cualquier punto del frente y desplazarla allí donde hiciera falta en cuestión de días. La logística estaba igualmente asegurada, al menos en los aspectos combativos: los soldados de Stalin tendrían que forrajear para sobrevivir, saqueando todo lo que encontraran en su avance, pero no les faltarían combustible o municiones en ningún momento.
Los alemanes en cambio cada vez tenían un sistema de mando más rígido. Hitler llegó a posicionar divisiones y asignar mandos según su lugar de nacimiento. Alguien que hubiese nacido en Prusia debería oponer más resistencia que alguien nacido en Bavaria. Tras el atentado del 20 de Julio se instauró una especie de comisario político y el saludo hitleriano pasó a ser oficial.
El combatir cerca de las fronteras de Alemania era una ventaja. Los centros de producción y sobre todo los talleres estaban cerca, por lo que era posible recuperar el material con celeridad. Una desventaja era la presencia de los Gauletier. No sólo se negaban a evacuar civiles sino que además no querían someterse a la autoridad militar, y presionaban para que sus zonas no fuesen declaradas frentes y pasasen al control de los militares. Eso sí, siempre tenían un tren disponible para evacuar las posesiones del hermano, cuñado, sobrino o prima o lo que fuese.
Es interesante la anécdota de Dietrich Von Saucken, antiguo comandante de la 4 Panzer Division y 39 PzKorps. Hitler le asignó el mando del 2 Armee, pero le dijo que se pondría a las órdenes del Gauletier Albert Foster. Von Saucken asombró a todos los presentes respondiendo: "No tengo ninguna intención, herr Hitler, de ponerme bajo las órdenes de un Gauletier". Curiosamente, Hitler no tuvo ningún ataque de furia y le dijo: "Pues muy bien Saucken, quedate el mando"
Stalin por su parte era mucho más flexible, y apenas interfería en la planificación. Por ejemplo, Vassilevsky le pidió retrasar un par de días el asalto a Konigsberg para acumular más artillería y no hubo problema. En cualquier caso, no se dudaba en sustituir a oficiales que mostraban poca iniciativa.
Prusia Oriental era la joya de la corona nazi: esta región agraria había sido conquistada políticamente a costa de grandes esfuerzos y era considerada como un ejemplo de la comunión entre el pueblo y el Partido, que de ser una fuerza inexistente a finales de los años 20 pasó a rozar el 50% de los votos en las últimas elecciones antes del ascenso de Hitler al poder.
Sí, Prusia, con su retrasado sector agrario, era la cuna perfecta para el NSDAP. Allí fue donde las famosas políticas de movilización de parados para obras públicas (esos famosos ejércitos de peones) se aplicaron con más éxito propagandístico, porque en realidad no sirvieron para nada.
Además el Führer estaba convencido de que los soviéticos se verían obligados a desplegar numerosas fuerzas e torno a la bolsa, lo que compensaría sobradamente la inmovilización en la bolsa de 33 divisiones alemanas, incluyendo la 4ª, 12ª y 14ª PzDiv (la 4ª sería evacuada en enero, pero la 12ª y la 14ª ya no saldrían de allí).
Y las divisiones evacuadas lo fueron poco a poco, por lo que a veces llegaba una división panzer pero sin su unidad logística o de artillería.
Saludos.
P.S Hace poco terminé de leer el libro de Pritt Buttar sobre Prusia y es muy recomendable, tiene buena información y es ameno. La obra se titula "Battleground Prussia" y se ha publicado este año.
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NEMMENRSDORF
La frontera prusiana no permaneció demasiado tranquila mientras se sucedían los combates en la costa del Báltico. La oportunidad de penetrar en territorio alemán era demasiado tentadora como para dejarla pasar, así que Stavka autorizó al III Frente Báltico, al mando del general Cherniakhovsky, a penetrar hacia el oeste en el sector de Schirwindt. El objetivo era despejar suficiente terreno como para que un segundo golpe permitiera alcanzar Konigsberg, la capital de Prusia.
La concentración del III Frente no pasó inadvertida a los alemanes. EL general HossBach, al cargo de la defensa de Prusia, organizó una línea defensiva a cargo de la 1ª división de infantería, la 549ª VgDiv y la 390 SD, contando como reserva móvll con la 267ª StugBr y la 103 PzBri . Pese a su debilidad, esta fuerza sobreextendida a lo largo de casi 50 km logró contener el primer asalto soviético, el día 16. El día 17 la 256ª y el PzJgAbt de la 1ª división lograron rechazar el principal envite soviético, encabezado por una brigada acorazada. Más al sur los volksgranedier fueron rebasados y flanqueados por los atacantes, pero la intervención de la 103ª logró estabilizar brevemente la situación.
La firmeza de la 1ª IDiv obligó a Cherniakhovsky a alterar sus planes, concentrando el peso de su asalto en el flanco sur. El 18, pese a la desesperada resistencia de la 549ª, los rusos empezaron a abrirse camino. En los días siguientes la 256ª SutgBri logró retrasar a los atacantes en Ebenrode a costa de grandes pérdidas, dando tiempo a que las tropas de la Hermann Goering, retirada a toda prisa de sus posiciones en Tilsit, se desplegaran al oeste, en torno a Gumbinnen, a la espera de la 5ª PzDiv, igualmente en camino. Más al sur se movilizó un batallón del Volkstrumm en la ciudad de Goldap, amenazada por un amplio movimiento de flanqueo que trataba de envolver a las IDiv 130 y 170, desplegadas algo más al sur. Este sector fue reforzado con la Führer Grenadier Brigade, frenando la retirada de ambas divisiones.
Aprovechando la extensión de las líneas enemigas, Hossbach decidió pasar al contraataque, atrapando a las avanzadas soviéticas que se habían introducido entre Goldap y GUmmbinnen. La 5ª PzDiv golpeó hacia el sur, intentando reunirse con la Führer Grenadier Brigade. Entre el 20 y el 23 se sucedió la lucha sin que el resultado se decantase hacia ninguno de los bandos, ya que si bien los panzer de la 5ª lograron avanzar con rapidez, las tropas de la Brigada, demasiado bisoñas, no lograron mantener el ritmo de los combates. La llegada de nuevos refuerzos de la HG a Goldap solucionó los problemas y la penetración quedó cortada en su base, cuando su punta alcanzaba la localidad de Nemmersdorf, casi a 100 km de su punto de partida. Parte de las tropas soviéticas lograron retornar a líneas amigas, pero las puntas de avance fueron aniquiladas tras una serie de durísimos combates.
Intentando retomar la iniciativa, Cherniakhovsky amagó un nuevo golpe al norte, ahora que las reservas germanas se concentraban más al sur, pero la 1ª IDiv no cedió. El camino estaba cerrado, y lo único que podían hacer ahora los soviéticos era tratar de asegurar sus ganancias hasta Goldap, pero no iban a tener suficiente tiempo. El día 5 de noviembre la 5ª PzDiv, la FGB y la 50ª IDiv se lanzaron sobre las nuevas posiciones enemigas, aun sin consolidar, y el día 5 los soldados del III Frente estaban de vuelta a sus posiciones de tres semanas antes.
La batalla supuso una dura lección para los soviéticos. De no ser por la denodada resistencia de la 1ª IDiv es muy posible que buena parte de Prusia hubiera caído antes de diciembre, lo que probaba que las tropas veteranas del Heer, pese a estar en grave desventaja, sacaban muy buen partido de sus habilidades defensivas, siempre y cuando contaran con posiciones profundas y una adecuada reserva móvil. La StuGBri había combatido con enorme pericia, y los cañones de asalto se habían cobrado un alto precio entre las columnas de T-34. Además los Panther podían aprovechar todo el potencial de sus armas en las amplias planicies de la región, con lo que las pérdidas de carros enemigas se multiplicarían, ya que sólo los JS II estaban en condiciones de sobrevivir a las emboscadas de los StuG y combatir de tú a tú con los Gatos. Por otra parte atacar en un frente estrecho era suicida, ya que operando por líneas interiores los contraataques estaban en condiciones de embolsar con rapidez a los asaltantes: la próxima vez que avanzaran, los rusos se asegurarían de que las reservas germanas no pudieran concentrarse a tiempo.
Hubo una última consecuencia de esos combates. Los habitantes de Nemmernsdorf y Schuzenwalde, un pueblecito cercano no fueron evacuados a tiempo y cuando los alemanes reconquistaron el pueblo se encontraron con una masacre. docenas de civiles habían sido atrozmente torturados y asesinados, incluyendo numerosas mujeres violadas hasta la muerte. Los habitantes de Prusia podían ir olvidando cualquier esperanza de que los enemigos del Reich fueran a tratarles con compasión: los nazis habían dedicado tres largos años a sembrar de odio y miseria el este, y ahora iban a recoger una atroz cosecha de venganza.
El ensañamiento con que serían tratados los civiles que cayeran en manos de los asaltantes tenía además una razón de estado: el este de Alemania era parte del botín reclamado por Stalin, y el terror facilitaría mucho la limpieza de un territorio cuyos habitantes, a ojos del tirano, simplemente sobraban. Más adelante, cuando se acercara la hora final, el comisariado y la oficialidad intentarían evitar los excesos, sin demasiado entusiasmo ni eficacia, pero lograrían frenar las matanzas y buena parte de la población civil sobreviría, aunque duramente maltratada, a la victoria soviética. Pero en las viejas marcas teutónicas no iba a quedar piedra sobre piedra.
Las violaciones y masacres de Nemmernsdorf fueron, en cualquier caso, un mal negocio para los soviéticos: los enviados de Goebbels magnificaron la matanza y la publicaron por toda Alemania. Los noticieros hablaban de centenares de muertos, de mujeres crucificadas y destripadas, de niños clavados a bayonetazos… los estudios modernos reducen bastante la magnitud de los sucesos, pero a partir de ahí la resistencia germana sería realmente fanática. Los soldados alemanes no tenían ningún interés en morir por defender a Hitler o al nacionalsocialismo, pero lucharían hasta el último aliento para proteger a su pueblo y los atacantes pagarían un tremendo precio por cada metro de tierra alemana que conquistaran.
La frontera prusiana no permaneció demasiado tranquila mientras se sucedían los combates en la costa del Báltico. La oportunidad de penetrar en territorio alemán era demasiado tentadora como para dejarla pasar, así que Stavka autorizó al III Frente Báltico, al mando del general Cherniakhovsky, a penetrar hacia el oeste en el sector de Schirwindt. El objetivo era despejar suficiente terreno como para que un segundo golpe permitiera alcanzar Konigsberg, la capital de Prusia.
La concentración del III Frente no pasó inadvertida a los alemanes. EL general HossBach, al cargo de la defensa de Prusia, organizó una línea defensiva a cargo de la 1ª división de infantería, la 549ª VgDiv y la 390 SD, contando como reserva móvll con la 267ª StugBr y la 103 PzBri . Pese a su debilidad, esta fuerza sobreextendida a lo largo de casi 50 km logró contener el primer asalto soviético, el día 16. El día 17 la 256ª y el PzJgAbt de la 1ª división lograron rechazar el principal envite soviético, encabezado por una brigada acorazada. Más al sur los volksgranedier fueron rebasados y flanqueados por los atacantes, pero la intervención de la 103ª logró estabilizar brevemente la situación.
La firmeza de la 1ª IDiv obligó a Cherniakhovsky a alterar sus planes, concentrando el peso de su asalto en el flanco sur. El 18, pese a la desesperada resistencia de la 549ª, los rusos empezaron a abrirse camino. En los días siguientes la 256ª SutgBri logró retrasar a los atacantes en Ebenrode a costa de grandes pérdidas, dando tiempo a que las tropas de la Hermann Goering, retirada a toda prisa de sus posiciones en Tilsit, se desplegaran al oeste, en torno a Gumbinnen, a la espera de la 5ª PzDiv, igualmente en camino. Más al sur se movilizó un batallón del Volkstrumm en la ciudad de Goldap, amenazada por un amplio movimiento de flanqueo que trataba de envolver a las IDiv 130 y 170, desplegadas algo más al sur. Este sector fue reforzado con la Führer Grenadier Brigade, frenando la retirada de ambas divisiones.
Aprovechando la extensión de las líneas enemigas, Hossbach decidió pasar al contraataque, atrapando a las avanzadas soviéticas que se habían introducido entre Goldap y GUmmbinnen. La 5ª PzDiv golpeó hacia el sur, intentando reunirse con la Führer Grenadier Brigade. Entre el 20 y el 23 se sucedió la lucha sin que el resultado se decantase hacia ninguno de los bandos, ya que si bien los panzer de la 5ª lograron avanzar con rapidez, las tropas de la Brigada, demasiado bisoñas, no lograron mantener el ritmo de los combates. La llegada de nuevos refuerzos de la HG a Goldap solucionó los problemas y la penetración quedó cortada en su base, cuando su punta alcanzaba la localidad de Nemmersdorf, casi a 100 km de su punto de partida. Parte de las tropas soviéticas lograron retornar a líneas amigas, pero las puntas de avance fueron aniquiladas tras una serie de durísimos combates.
Intentando retomar la iniciativa, Cherniakhovsky amagó un nuevo golpe al norte, ahora que las reservas germanas se concentraban más al sur, pero la 1ª IDiv no cedió. El camino estaba cerrado, y lo único que podían hacer ahora los soviéticos era tratar de asegurar sus ganancias hasta Goldap, pero no iban a tener suficiente tiempo. El día 5 de noviembre la 5ª PzDiv, la FGB y la 50ª IDiv se lanzaron sobre las nuevas posiciones enemigas, aun sin consolidar, y el día 5 los soldados del III Frente estaban de vuelta a sus posiciones de tres semanas antes.
La batalla supuso una dura lección para los soviéticos. De no ser por la denodada resistencia de la 1ª IDiv es muy posible que buena parte de Prusia hubiera caído antes de diciembre, lo que probaba que las tropas veteranas del Heer, pese a estar en grave desventaja, sacaban muy buen partido de sus habilidades defensivas, siempre y cuando contaran con posiciones profundas y una adecuada reserva móvil. La StuGBri había combatido con enorme pericia, y los cañones de asalto se habían cobrado un alto precio entre las columnas de T-34. Además los Panther podían aprovechar todo el potencial de sus armas en las amplias planicies de la región, con lo que las pérdidas de carros enemigas se multiplicarían, ya que sólo los JS II estaban en condiciones de sobrevivir a las emboscadas de los StuG y combatir de tú a tú con los Gatos. Por otra parte atacar en un frente estrecho era suicida, ya que operando por líneas interiores los contraataques estaban en condiciones de embolsar con rapidez a los asaltantes: la próxima vez que avanzaran, los rusos se asegurarían de que las reservas germanas no pudieran concentrarse a tiempo.
Hubo una última consecuencia de esos combates. Los habitantes de Nemmernsdorf y Schuzenwalde, un pueblecito cercano no fueron evacuados a tiempo y cuando los alemanes reconquistaron el pueblo se encontraron con una masacre. docenas de civiles habían sido atrozmente torturados y asesinados, incluyendo numerosas mujeres violadas hasta la muerte. Los habitantes de Prusia podían ir olvidando cualquier esperanza de que los enemigos del Reich fueran a tratarles con compasión: los nazis habían dedicado tres largos años a sembrar de odio y miseria el este, y ahora iban a recoger una atroz cosecha de venganza.
El ensañamiento con que serían tratados los civiles que cayeran en manos de los asaltantes tenía además una razón de estado: el este de Alemania era parte del botín reclamado por Stalin, y el terror facilitaría mucho la limpieza de un territorio cuyos habitantes, a ojos del tirano, simplemente sobraban. Más adelante, cuando se acercara la hora final, el comisariado y la oficialidad intentarían evitar los excesos, sin demasiado entusiasmo ni eficacia, pero lograrían frenar las matanzas y buena parte de la población civil sobreviría, aunque duramente maltratada, a la victoria soviética. Pero en las viejas marcas teutónicas no iba a quedar piedra sobre piedra.
Las violaciones y masacres de Nemmernsdorf fueron, en cualquier caso, un mal negocio para los soviéticos: los enviados de Goebbels magnificaron la matanza y la publicaron por toda Alemania. Los noticieros hablaban de centenares de muertos, de mujeres crucificadas y destripadas, de niños clavados a bayonetazos… los estudios modernos reducen bastante la magnitud de los sucesos, pero a partir de ahí la resistencia germana sería realmente fanática. Los soldados alemanes no tenían ningún interés en morir por defender a Hitler o al nacionalsocialismo, pero lucharían hasta el último aliento para proteger a su pueblo y los atacantes pagarían un tremendo precio por cada metro de tierra alemana que conquistaran.
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Creo que este mapa puede servir de ayuda para observar la situación del frente a finales de 1944, principios de 1945. En la parte de arriba del mismo se puede ver la situación de Grupo de Ejércitos Norte.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/c ... 4_1945.jpg
Aquí hay alguno más:
http://www.privateletters.net/maps.html
Saludos.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/c ... 4_1945.jpg
Aquí hay alguno más:
http://www.privateletters.net/maps.html
Saludos.
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alejandro_ escribió:Creo que este mapa puede servir de ayuda para observar la situación del frente a finales de 1944, principios de 1945. En la parte de arriba del mismo se puede ver la situación de Grupo de Ejércitos Norte.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/c ... 4_1945.jpg
Aquí hay alguno más:
http://www.privateletters.net/maps.html
Saludos.
Excelente mapa, como todos los posteos.
Saludos y gracias
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Fascinado
Hola a todos
Gracias por este compendio de información. Yo me creía fascinado por todo lo relativo a la WWII, especialmente a la tecnología y por aquellos hombres que supieron ver su potencial y aplicaciones, pero veo que hay quien lo está mucho más.
He leído todos los post, y si no me he saltado nada (y si es así disculpadme), creo que nadie ha hecho mención a un detalle que a mi me parece importante. Los alemanes introdujeron en la guerra del desierto un remolque capaz de transportar sus panzer, evitando así que recorriesen cientos de kilometros sobre la áspera arena del desierto, que tanto castigó los obsoletos carros ingleses.
Por otra parte, destacar que la habilidad de Rommel no se basaba únicamente en el uso de esa tecnología, urdía tretas tales como disponer el avance de manera que el polvo levantado hiciese creer al enemigo que el número de carros era muy superior al que realmente se estaba desplazando. Y esto era a menudo, dadas las limitaciones de abastecimiento alemán en el desierto (avanzaba demasiado rápido estirando demasiado sus líneas de abastecimiento y dejando a grandes distancias sus puertos útiles).
En definitiva, gracias por tan detallada documentación y espero no haber redundado en algo dicho.
Gracias por este compendio de información. Yo me creía fascinado por todo lo relativo a la WWII, especialmente a la tecnología y por aquellos hombres que supieron ver su potencial y aplicaciones, pero veo que hay quien lo está mucho más.
He leído todos los post, y si no me he saltado nada (y si es así disculpadme), creo que nadie ha hecho mención a un detalle que a mi me parece importante. Los alemanes introdujeron en la guerra del desierto un remolque capaz de transportar sus panzer, evitando así que recorriesen cientos de kilometros sobre la áspera arena del desierto, que tanto castigó los obsoletos carros ingleses.
Por otra parte, destacar que la habilidad de Rommel no se basaba únicamente en el uso de esa tecnología, urdía tretas tales como disponer el avance de manera que el polvo levantado hiciese creer al enemigo que el número de carros era muy superior al que realmente se estaba desplazando. Y esto era a menudo, dadas las limitaciones de abastecimiento alemán en el desierto (avanzaba demasiado rápido estirando demasiado sus líneas de abastecimiento y dejando a grandes distancias sus puertos útiles).
En definitiva, gracias por tan detallada documentación y espero no haber redundado en algo dicho.
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