La otra memoria histórica
- ZULU 031
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¿Hubo decenas de miles de presos trabajando en el Valle de los Caídos?
Como en tantas otras cosas, la historia "oficial" que se nos cuenta sobre el Valle de los Caídos está llena de mentiras que distorsionan la percepción, ya de por sí compleja, que tenemos del lugar. Hay varias, la primera el número de los presos que trabajaron en el lugar como parte de su condena.
C.Jordá/P.Linares
Por suerte o por desgracia el Valle de los Caídos no va a dejar nunca de ser parte de nuestra historia, como tampoco parece que vaya a dejar, al menos por ahora, de ser un lugar controvertido. Sin ir más lejos este fin de semana hemos vivido un nuevo capítulo en la aventura de este monumento, cerrado para los turistas por órdenes del Ministerio de la Presidencia por razones que cada vez resulta más difícil explicar pero más fáciles de entender.
Sin embargo, más allá de los sentimientos que el lugar despierte en cada uno de nosotros hay verdades históricas sobre el monumento que están llegado a la sociedad de forma completamente distorsionada cuando no interesadamente falseadas.
Libertad Digital ha tenido acceso a la más que abundante documentación que ha reunido la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos (ADVC) y con la colaboración de su presidente, Pablo Linares, vamos a tratar de desentrañar qué hay de cierto en alguno de los mitos que rodean a este lugar o, mejor dicho, el tamaño de las mentiras que se nos cuentan y que, por desgracia, la mayor parte de la gente tiene por verdades ciertas.
¿Hubo decenas miles de presos en trabajos forzados?
La primera gran mentira alrededor del Valle que se nos ha contado es que la monumental obra se debe al esfuerzo de gigantescos batallones de presos políticos que realizaron trabajos forzados en el lugar.
Una cifra habitual de prisioneros de la que se habla es de unos 20.000, y en boca de tertulianos poco amigos de la verdad pueden llegar a oírse números tan disparatados como la de 200.000 presos políticos trabajando en el monumento.
La realidad es muy distinta: en primer lugar en el Valle de los Caídos trabajaron tanto presos como obreros libres, compartiendo condiciones de trabajo muy similares, aunque por motivos obvios las labores que realizan unos y otros eran diferentes: los prisioneros solían estar dedicados a tareas que requerían un nivel menor de especialización y, por tanto, más duras.
Y en segundo lugar la cifra de presos que pasaron por el Valle es mucho más baja de lo que se cree: en los ocho años en los que hubo reclusos trabajando en el lugar (la construcción se prolongó durante 19) apenas 2.000 presidiaros pasaron por el lugar.
Esta cifra surge de los análisis y los recuentos realizados por la ADVC a partir de los listados de obreros, con nombres y apellidos, que las empresas pasaban a la Comisión de Obras para calcular las raciones de comida que ésta debía suministrarles. Aquí podemos ver un extracto de uno de esos listados.
Quizá todavía resulte más llamativo saber que sólo había varios cientos de ellos trabajando de forma simultánea en el monumento: el año en el que más presos participaron en la construcción fue el 48 y la cifra era de 770.
De hecho, mientras que algunas fuentes como el libro Esclavos por la Patria de Isaías Lafuente habla de 20.000 presos políticos implicados en la construcción del Valle, la realidad es que esa cifra no se alcanzó ni siquiera sumando todos los que participaron en ella: obreros libres, presos políticos y presos comunes.
Presos políticos sí, pero también comunes
Otra mentira habitual es considerar que todos los presos que trabajaron en el Valle estaban en la cárcel por delitos políticos. La realidad es que había tanto presos políticos como comunes e incluso es muy difícil aventurar cuál era el porcentaje de unos y otros, ya que para ubicarlos en uno de los dos colectivos hay que repasar los expedientes judiciales de cada caso de forma individualizada.
Y esto, teniendo en cuenta de que se trata de 2.000 expedientes es "una tarea de órdago" según Pablo Linares, que está ya realizando y que espera poder completar en los próximos meses.
Eso sí, en ningún caso estamos negando que en la construcción del Valle participaron presos políticos, de hecho hay incluso anécdotas como el hecho de que uno de ellos era Juan Tellerías de Buroaga, sobrino de Juan de Tellería, uno de los autores del Cara al sol.
¿Y las condiciones de trabajo?
Por supuesto, trabajar en el Valle de los Caídos no era estar en un resort vacacional en el Caribe, pero quizá tampoco era el infierno del que se nos habla. De hecho, presos de toda España solicitaban por los más variados conductosser trasladados al Valle. No pocos de ellos pedían por carta, por ejemplo, que su familia convenciese al alcalde o al párroco del pueblo para que intercediese por ellos,; todavía hoy se conservan varias de estas cartas.
Había varias razones pero la principal de ellas era que trabajar Valle daba la posibilidad de redimir condenas de una forma excepcionalmente rápida: según el comportamiento de recluso, la tarea realizada y el delito por el que hubiese sido condenado se podían redimir hasta 6 días de condena por cada día trabajado, aunque lo más habitual eran redenciones de dos (lo marcado por la ley como estándar) o de tres días.
Por otro lado, según algunos testimonios como el de Miguel Rodríguez Gutiérrez, el último preso que trabajó en el Valle y que escribió sus memorias, el régimen alimenticio era sustancialmente mejor que el habitual en las cárceles españolas, entre otras razones porque el primer arquitecto del conjunto, Pedro Muguruza lo había establecido así para que los trabajadores pudiesen realizar sin problemas las duras tareas que se les encomendaban.
Aquí podemos ver uno documentos originales en el que especifica el régimen alimenticio diseñado para los obreros que construían el Valle.
Es más, en estas disposiciones se estipulaban también las raciones que debían percibir las familias de los presos, a las que se permitía vivir en las cercanías y que incluso podían pasar temporadas con los condenados.
La situación de los presos y de los presos políticos es una de las grandes mentiras sobre el Valle de los Caídos que han triunfado y son hoy en día vox pópuli, mañana en Libertad Digital hablaremos de la segunda de ellas: el número de obreros que murieron durante las obras.
http://www.libertaddigital.com/document ... 12039.html
http://www.libertaddigital.com/document ... 12040.html
Como en tantas otras cosas, la historia "oficial" que se nos cuenta sobre el Valle de los Caídos está llena de mentiras que distorsionan la percepción, ya de por sí compleja, que tenemos del lugar. Hay varias, la primera el número de los presos que trabajaron en el lugar como parte de su condena.
C.Jordá/P.Linares
Por suerte o por desgracia el Valle de los Caídos no va a dejar nunca de ser parte de nuestra historia, como tampoco parece que vaya a dejar, al menos por ahora, de ser un lugar controvertido. Sin ir más lejos este fin de semana hemos vivido un nuevo capítulo en la aventura de este monumento, cerrado para los turistas por órdenes del Ministerio de la Presidencia por razones que cada vez resulta más difícil explicar pero más fáciles de entender.
Sin embargo, más allá de los sentimientos que el lugar despierte en cada uno de nosotros hay verdades históricas sobre el monumento que están llegado a la sociedad de forma completamente distorsionada cuando no interesadamente falseadas.
Libertad Digital ha tenido acceso a la más que abundante documentación que ha reunido la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos (ADVC) y con la colaboración de su presidente, Pablo Linares, vamos a tratar de desentrañar qué hay de cierto en alguno de los mitos que rodean a este lugar o, mejor dicho, el tamaño de las mentiras que se nos cuentan y que, por desgracia, la mayor parte de la gente tiene por verdades ciertas.
¿Hubo decenas miles de presos en trabajos forzados?
La primera gran mentira alrededor del Valle que se nos ha contado es que la monumental obra se debe al esfuerzo de gigantescos batallones de presos políticos que realizaron trabajos forzados en el lugar.
Una cifra habitual de prisioneros de la que se habla es de unos 20.000, y en boca de tertulianos poco amigos de la verdad pueden llegar a oírse números tan disparatados como la de 200.000 presos políticos trabajando en el monumento.
La realidad es muy distinta: en primer lugar en el Valle de los Caídos trabajaron tanto presos como obreros libres, compartiendo condiciones de trabajo muy similares, aunque por motivos obvios las labores que realizan unos y otros eran diferentes: los prisioneros solían estar dedicados a tareas que requerían un nivel menor de especialización y, por tanto, más duras.
Y en segundo lugar la cifra de presos que pasaron por el Valle es mucho más baja de lo que se cree: en los ocho años en los que hubo reclusos trabajando en el lugar (la construcción se prolongó durante 19) apenas 2.000 presidiaros pasaron por el lugar.
Esta cifra surge de los análisis y los recuentos realizados por la ADVC a partir de los listados de obreros, con nombres y apellidos, que las empresas pasaban a la Comisión de Obras para calcular las raciones de comida que ésta debía suministrarles. Aquí podemos ver un extracto de uno de esos listados.
Quizá todavía resulte más llamativo saber que sólo había varios cientos de ellos trabajando de forma simultánea en el monumento: el año en el que más presos participaron en la construcción fue el 48 y la cifra era de 770.
De hecho, mientras que algunas fuentes como el libro Esclavos por la Patria de Isaías Lafuente habla de 20.000 presos políticos implicados en la construcción del Valle, la realidad es que esa cifra no se alcanzó ni siquiera sumando todos los que participaron en ella: obreros libres, presos políticos y presos comunes.
Presos políticos sí, pero también comunes
Otra mentira habitual es considerar que todos los presos que trabajaron en el Valle estaban en la cárcel por delitos políticos. La realidad es que había tanto presos políticos como comunes e incluso es muy difícil aventurar cuál era el porcentaje de unos y otros, ya que para ubicarlos en uno de los dos colectivos hay que repasar los expedientes judiciales de cada caso de forma individualizada.
Y esto, teniendo en cuenta de que se trata de 2.000 expedientes es "una tarea de órdago" según Pablo Linares, que está ya realizando y que espera poder completar en los próximos meses.
Eso sí, en ningún caso estamos negando que en la construcción del Valle participaron presos políticos, de hecho hay incluso anécdotas como el hecho de que uno de ellos era Juan Tellerías de Buroaga, sobrino de Juan de Tellería, uno de los autores del Cara al sol.
¿Y las condiciones de trabajo?
Por supuesto, trabajar en el Valle de los Caídos no era estar en un resort vacacional en el Caribe, pero quizá tampoco era el infierno del que se nos habla. De hecho, presos de toda España solicitaban por los más variados conductosser trasladados al Valle. No pocos de ellos pedían por carta, por ejemplo, que su familia convenciese al alcalde o al párroco del pueblo para que intercediese por ellos,; todavía hoy se conservan varias de estas cartas.
Había varias razones pero la principal de ellas era que trabajar Valle daba la posibilidad de redimir condenas de una forma excepcionalmente rápida: según el comportamiento de recluso, la tarea realizada y el delito por el que hubiese sido condenado se podían redimir hasta 6 días de condena por cada día trabajado, aunque lo más habitual eran redenciones de dos (lo marcado por la ley como estándar) o de tres días.
Por otro lado, según algunos testimonios como el de Miguel Rodríguez Gutiérrez, el último preso que trabajó en el Valle y que escribió sus memorias, el régimen alimenticio era sustancialmente mejor que el habitual en las cárceles españolas, entre otras razones porque el primer arquitecto del conjunto, Pedro Muguruza lo había establecido así para que los trabajadores pudiesen realizar sin problemas las duras tareas que se les encomendaban.
Aquí podemos ver uno documentos originales en el que especifica el régimen alimenticio diseñado para los obreros que construían el Valle.
Es más, en estas disposiciones se estipulaban también las raciones que debían percibir las familias de los presos, a las que se permitía vivir en las cercanías y que incluso podían pasar temporadas con los condenados.
La situación de los presos y de los presos políticos es una de las grandes mentiras sobre el Valle de los Caídos que han triunfado y son hoy en día vox pópuli, mañana en Libertad Digital hablaremos de la segunda de ellas: el número de obreros que murieron durante las obras.
http://www.libertaddigital.com/document ... 12039.html
http://www.libertaddigital.com/document ... 12040.html
EX NOTITIA VICTORIA
EX PLURIBUS UNUM
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Mil días de fuego y olvido.
Patente de corso, por Arturo Pérez-Reverte
Mil días de fuego y olvido
Acabo de leer un libro extraordinario. Un tocho enorme de tamaño folio y casi mil páginas. Requetés, se llama, y trata sobre la actuación de los voluntarios carlistas en la Guerra Civil. Lo abordé con reparos, pues los cruzados de la Causa nunca fueron santo de mi devoción. Cuando lees a Baroja y Valle Inclán de jovencito, hay fanatismos místico-castrenses que ya no te caen simpáticos nunca. Mucho menos cuando, mirando hacia atrás y hacia adelante, uno acaba comprendiendo el estrecho parentesco de aquellos curas de boina roja, que en el siglo XIX bendecían bayonetas antiliberales, con los curas vascos que, durante la última mitad del siglo XX, en otras sacristías que de algún modo son la misma, empollaron y siguen empollando el huevo asesino de la serpiente. Pastores de almas para los que, en el fondo, Josu Ternera y sus compadres, arrepentidos o sin arrepentir, no dejan de ser otra cosa que respetables generales carlistas.
Sin embargo, reconozco que Requetés ha sido una agradable sorpresa. Pese a los avales del prólogo de Stanley Payne y el epílogo de Hugh Thomas, lo abrí con cautela, esperando indigestión de rosario, escapulario y detente bala. Pero resulta que no. El libro, dotado de un despliegue fotográfico que por sí mismo lo convierte en documento extraordinario, es una minuciosa relación, con testimonios en primera persona, de cómo vivieron la guerra los combatientes de los tercios de requetés que en los más duros frentes de batalla lucharon contra la República. Testimonios, en su mayor parte -no mezclemos churras con merinas-, de gente que se partió la cara de igual a igual; no ratas de retaguardia, madrugada y tiro en la nuca. Que también los hubo.
No falta ideología en el libro, claro. Aquellos hombres y mujeres que vivieron la guerra en primera persona, tanto en los frentes como en los hospitales y en la retaguardia, añaden, a veces, su visión del mundo y de España. Pero eso suele ser secundario, y cede paso al caudal de hechos vividos, al relato de historias personales de trincheras, dolor y muerte, y también de solidaridad, compasión, camaradería y heroísmo. De 60.000 combatientes encuadrados en los tercios de requetés, 6.000 murieron en combate: uno de cada diez. Veteranos navarros, vascos, valencianos, catalanes, incluso andaluces, la mayor parte de los cuales no había cumplido entonces veinte años, cuentan con sobria naturalidad sus mil días de fuego, utilizados siempre como fuerzas de choque. Hombres al límite, en lugares donde todo se reducía a sobrevivir, matar o morir. Historias que en su mayor parte, motivos últimos al margen, podrían intercambiarse con las del otro bando: cuadrillas de amigos alistados en el mismo pueblo, muchachos de quince años que empuñaban el fusil junto a sus hermanos, padres y parientes. Desde la distancia del tiempo, abuelos que entonces fueron jóvenes vigorosos, a los que vemos en las fotos, todavía imberbes, pasando el brazo por encima del hombro de compañeros que se quedaron atrás para siempre, recuerdan con singular ecuanimidad sus peripecias entre amigos y enemigos. Y a menudo, el aliento de lo real estremece al lector-oyente como nunca podría hacerlo un relato ficticio de guerra o aventuras.
Lo que hace tan valioso Requetés es que Pablo Larraz y Víctor Sierra, sus autores, recogen esos testimonios y dejan el juicio último al lector. El libro plantea lo que, en mi opinión, es el único modo decente de alejar los fantasmas perversos de nuestra Guerra Civil: no juzgar a los protagonistas por sus ideas, sino por sus actos. En ese sentido, lo que hace aún más importante esta obra monumental es que casi todos los recuerdos provienen de hombres y mujeres muertos a poco de dar su testimonio. Eran los últimos carlistas supervivientes de la guerra, y habría sido una lástima que sus vidas se hubieran perdido para siempre en esta España analfabeta, oportunista, elemental, que confunde memoria histórica con rencor histórico. Y es curioso: en Requetés no se reconoce a los vencedores, porque en realidad sus protagonistas no lo fueron. Tras utilizarlos como carne de cañón, el franquismo los relegó al olvido; y los ex combatientes carlistas ni siquiera se beneficiaron de los privilegios que la nueva casta nacional, dueña del cortijo, disfrutó sin límites. Quizá por eso, un aire triste, resignado, recorre las páginas del libro. Una melancolía encarnada a la perfección en la figura de ese pastor navarro que, mucho tiempo después, vuelto a sus ovejas tras jugarse la vida peleando durante tres años, no conserva otro privilegio que llevar en su pobre morral los prismáticos de un oficial del ejército rojo al que mató en la batalla del Ebro.
Saludos
Mil días de fuego y olvido
Acabo de leer un libro extraordinario. Un tocho enorme de tamaño folio y casi mil páginas. Requetés, se llama, y trata sobre la actuación de los voluntarios carlistas en la Guerra Civil. Lo abordé con reparos, pues los cruzados de la Causa nunca fueron santo de mi devoción. Cuando lees a Baroja y Valle Inclán de jovencito, hay fanatismos místico-castrenses que ya no te caen simpáticos nunca. Mucho menos cuando, mirando hacia atrás y hacia adelante, uno acaba comprendiendo el estrecho parentesco de aquellos curas de boina roja, que en el siglo XIX bendecían bayonetas antiliberales, con los curas vascos que, durante la última mitad del siglo XX, en otras sacristías que de algún modo son la misma, empollaron y siguen empollando el huevo asesino de la serpiente. Pastores de almas para los que, en el fondo, Josu Ternera y sus compadres, arrepentidos o sin arrepentir, no dejan de ser otra cosa que respetables generales carlistas.
Sin embargo, reconozco que Requetés ha sido una agradable sorpresa. Pese a los avales del prólogo de Stanley Payne y el epílogo de Hugh Thomas, lo abrí con cautela, esperando indigestión de rosario, escapulario y detente bala. Pero resulta que no. El libro, dotado de un despliegue fotográfico que por sí mismo lo convierte en documento extraordinario, es una minuciosa relación, con testimonios en primera persona, de cómo vivieron la guerra los combatientes de los tercios de requetés que en los más duros frentes de batalla lucharon contra la República. Testimonios, en su mayor parte -no mezclemos churras con merinas-, de gente que se partió la cara de igual a igual; no ratas de retaguardia, madrugada y tiro en la nuca. Que también los hubo.
No falta ideología en el libro, claro. Aquellos hombres y mujeres que vivieron la guerra en primera persona, tanto en los frentes como en los hospitales y en la retaguardia, añaden, a veces, su visión del mundo y de España. Pero eso suele ser secundario, y cede paso al caudal de hechos vividos, al relato de historias personales de trincheras, dolor y muerte, y también de solidaridad, compasión, camaradería y heroísmo. De 60.000 combatientes encuadrados en los tercios de requetés, 6.000 murieron en combate: uno de cada diez. Veteranos navarros, vascos, valencianos, catalanes, incluso andaluces, la mayor parte de los cuales no había cumplido entonces veinte años, cuentan con sobria naturalidad sus mil días de fuego, utilizados siempre como fuerzas de choque. Hombres al límite, en lugares donde todo se reducía a sobrevivir, matar o morir. Historias que en su mayor parte, motivos últimos al margen, podrían intercambiarse con las del otro bando: cuadrillas de amigos alistados en el mismo pueblo, muchachos de quince años que empuñaban el fusil junto a sus hermanos, padres y parientes. Desde la distancia del tiempo, abuelos que entonces fueron jóvenes vigorosos, a los que vemos en las fotos, todavía imberbes, pasando el brazo por encima del hombro de compañeros que se quedaron atrás para siempre, recuerdan con singular ecuanimidad sus peripecias entre amigos y enemigos. Y a menudo, el aliento de lo real estremece al lector-oyente como nunca podría hacerlo un relato ficticio de guerra o aventuras.
Lo que hace tan valioso Requetés es que Pablo Larraz y Víctor Sierra, sus autores, recogen esos testimonios y dejan el juicio último al lector. El libro plantea lo que, en mi opinión, es el único modo decente de alejar los fantasmas perversos de nuestra Guerra Civil: no juzgar a los protagonistas por sus ideas, sino por sus actos. En ese sentido, lo que hace aún más importante esta obra monumental es que casi todos los recuerdos provienen de hombres y mujeres muertos a poco de dar su testimonio. Eran los últimos carlistas supervivientes de la guerra, y habría sido una lástima que sus vidas se hubieran perdido para siempre en esta España analfabeta, oportunista, elemental, que confunde memoria histórica con rencor histórico. Y es curioso: en Requetés no se reconoce a los vencedores, porque en realidad sus protagonistas no lo fueron. Tras utilizarlos como carne de cañón, el franquismo los relegó al olvido; y los ex combatientes carlistas ni siquiera se beneficiaron de los privilegios que la nueva casta nacional, dueña del cortijo, disfrutó sin límites. Quizá por eso, un aire triste, resignado, recorre las páginas del libro. Una melancolía encarnada a la perfección en la figura de ese pastor navarro que, mucho tiempo después, vuelto a sus ovejas tras jugarse la vida peleando durante tres años, no conserva otro privilegio que llevar en su pobre morral los prismáticos de un oficial del ejército rojo al que mató en la batalla del Ebro.
Saludos
- ZULU 031
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¿Morían en masa los obreros del Valle de los Caídos?
La segunda de las grandes mentiras que se nos cuenta sobre el Valle de los Caídos es que fue una carnicería para los obreros que trabajaban allí. Tampoco esto es cierto: pese a que las condiciones de seguridad distaban mucho de ser idóneas, sólo 15 obreros fallecieron durante la construcción.
C.Jordá/P.Linares
Por supuesto, el fallecimiento de 15 personas en su trabajo es una tragedia que no pretendemos menospreciar o minimizar, pero eso no quiere decir que no deba ponerse en su contexto: el de una obra monumental, con elementos obvios de riesgo (construcción en altura y, a la vez, subterránea con excavación en la roca viva), y que se prolongó durante 19 años.
Así hay que poner esta cifra, que no deja de ser terrible, encima de la mesa y compararla con lo que algunos no tienen empacho en afirmar: que en la construcción del Valle de los Caídos murieron hasta 27.000 obreros, todos ellos soldados republicanos presos obligados a trabajar allí.
Testimonio de primera mano
En esta cifra de fallecimientos coinciden varias fuentes o, mejor dicho, a ella se llega con diferentes datos y testimonios. El principal de ellos el del médico Ángel Lausín, precisamente uno de los presos políticos que trabajó en el Valle y que se quedó allí una vez expirada su pena: llegó en el año 43 y estuvo hasta el 62.
El doctor Lausín pasó la guerra en el Cuerpo de Sanidad del ejército republicano. Al finalizar la contienda fue depurado y encarcelado, pero por mediación del arquitecto del Valle, Pedro Muguruza, que conocía su habilidad como médico, fue trasladado a Cuelgamuros.
Como los otros condenados se acogió al régimen de redención de penas por el trabajo y, como también hicieron otros presos, cuando cumplió su condena solicitó quedarse trabajando como obrero libre, solicitud que le fue concedida. Más tarde, al cesar como médico del Consejo de Obras del Valle de los Caídos solicitó una plaza en la Seguridad Social que le fue concedida.
Así que Lausín ejerció como médico de los poblados de obreros que se levantaron junto a la construcción (otro servicio que se ofrecía a los trabajadores no muy habitual en la España de los 50) y además de atender a los problemas habituales en un médico de familia se le llamaba cada vez que había un accidente en la obra.
De hecho, el protocolo de la construcción establecía que, en cada accidente, lo primero que había que hacer era avisar al doctor, así como que en los casos en los que se produjese el fallecimiento el cadáver debía llevarse a El Escorial, donde le eran practicadas las diligencias post mortem que en cada caso se estimasen necesarias.
Este protocolo permitió que Lausín llevase en sus notas profesionales un detallado recuento de los accidentes que se producían en la obra y, muy especialmente, de los que tenían como consecuencia fatal una muerte. En estas notas recogió 14 casos durante toda su estancia en el Valle que, recordemos, abarcó hasta después del final de las obras.
El 15º caso sería el primero, ya que se trata de un fallecimiento producido antes de la llegada del doctor Lausín al Valle de los Caídos y que se recoge en documentos en el archivo del Juzgado de la localidad de El Escorial.
Algunos casos concretos
En los papeles del doctor Lausín podemos encontrar detalles de algunos casos concretos que nos dan una idea del tipo de accidente que podía darse en la obra, como el de un obrero penado de la empresa Sanroman al que le cayó una roca de grandes dimensiones en la entrada de la cripta.
En otras ocasiones los accidentes tenían que ver con la manipulación de explosivos para la excavación: vemos el caso de un obrero libre de 21 años al que le explotó un barreno en los pies en marzo de 1959; o el de otro obrero libre, Manuel Gómez López, que era de raza gitana y al que le explotaron unos barrenos mientras los manipulaba, lo que le causó la muerte el 19 de Marzo de 1949.
También había accidentes relacionados con las maquinarias usadas para la construcción: un obrero preso que trabajaba en la empresa Banús falleció al golpearse la cabeza con una vagoneta de escombros, otro preso de la misma empresa cayó entre los engranajes de una excavadora...
Por último, también encontramos accidentes relacionados con el transporte de personas o de materiales dentro de las obras como el de un obrero libre que era conductor de camión en la construcción de la carretera al monumento y que murió al volcar su vehículo y salir despedido de la cabina.
Como se puede ver, estas 15 muertes no se produjeron solo entre obreros que estuviesen en el Valle redimiendo su pena de cárcel, sino que también afectaron a los trabajadores libres.
Por otro lado, aunque desde la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos (ADVC) se han rastreado los datos con minuciosidad, no es posible descartar que hubiese otros casos de fallecimientos de obreros que sufriesen accidentes que en un primer momento no resultasen mortales pero que provocasen el fallecimiento un tiempo después. En cualquier caso, sí se puede descartar que estos casos supongan un incremento significativo de la cifra aportada.
Enfermedades laborales
Además de los accidentes otra causa que habría podido causar muertes entre los obreros del Valle de los Caídos eran las enfermedades laborales, especialmente las derivadas del trabajo en las excavaciones para hacer la Basílica, muy parecido al que se realiza en una mina y, por tanto, posible generador de dolencias graves como la silicosis.
De hecho, hay documentados cinco fallecimientos por silicosis de obreros que participaron en la construcción del Valle, pero se da la circunstancia de que en todos los casos se trataba de trabajadores de zonas mineras que antes y después de su paso por el monumento ejercieron como mineros, por lo que es cuanto menos muy aventurado achacar su mal en exclusiva a su paso por Cuelgamuros.
De hecho, la ADVC ha estudiado exhaustivamente los archivos de la Clínica de Enfermedades Profesionales del Instituto Nacional de Medicina y Seguridad del Trabajo, que dependía del Ministerio de Trabajo y agrupaba a los enfermos de dolencias laborales de carácter grave.
En estos archivos no se han encontrado personas que fuesen ingresados directamente tras haber trabajado en el Valle de los Caídos. De nuevo es imposible aseverar que no haya habido algunos casos más, pero tras la exhaustiva investigación sí se puede descartar que las cifras sean realmente significativas.
Por otra parte, todos aquellos obreros que sufrían un accidente que les incapacitaba laboralmente eran cubiertos automáticamente por la Mutualidad Laboral de la Construcción, que según la gravedad de sus secuelas les procuraba unos ingresos gracias a las cotizaciones que habían aportado dentro de esta mutualidad.
De hecho, podemos ver uno de estos documentos que certificaba la baja de Antonio Clemente, el conductor de motocicleta en la imagen, que sufrió un accidente en su vehículo dentro del recinto del Valle.
http://www.libertaddigital.com/document ... 12046.html
La segunda de las grandes mentiras que se nos cuenta sobre el Valle de los Caídos es que fue una carnicería para los obreros que trabajaban allí. Tampoco esto es cierto: pese a que las condiciones de seguridad distaban mucho de ser idóneas, sólo 15 obreros fallecieron durante la construcción.
C.Jordá/P.Linares
Por supuesto, el fallecimiento de 15 personas en su trabajo es una tragedia que no pretendemos menospreciar o minimizar, pero eso no quiere decir que no deba ponerse en su contexto: el de una obra monumental, con elementos obvios de riesgo (construcción en altura y, a la vez, subterránea con excavación en la roca viva), y que se prolongó durante 19 años.
Así hay que poner esta cifra, que no deja de ser terrible, encima de la mesa y compararla con lo que algunos no tienen empacho en afirmar: que en la construcción del Valle de los Caídos murieron hasta 27.000 obreros, todos ellos soldados republicanos presos obligados a trabajar allí.
Testimonio de primera mano
En esta cifra de fallecimientos coinciden varias fuentes o, mejor dicho, a ella se llega con diferentes datos y testimonios. El principal de ellos el del médico Ángel Lausín, precisamente uno de los presos políticos que trabajó en el Valle y que se quedó allí una vez expirada su pena: llegó en el año 43 y estuvo hasta el 62.
El doctor Lausín pasó la guerra en el Cuerpo de Sanidad del ejército republicano. Al finalizar la contienda fue depurado y encarcelado, pero por mediación del arquitecto del Valle, Pedro Muguruza, que conocía su habilidad como médico, fue trasladado a Cuelgamuros.
Como los otros condenados se acogió al régimen de redención de penas por el trabajo y, como también hicieron otros presos, cuando cumplió su condena solicitó quedarse trabajando como obrero libre, solicitud que le fue concedida. Más tarde, al cesar como médico del Consejo de Obras del Valle de los Caídos solicitó una plaza en la Seguridad Social que le fue concedida.
Así que Lausín ejerció como médico de los poblados de obreros que se levantaron junto a la construcción (otro servicio que se ofrecía a los trabajadores no muy habitual en la España de los 50) y además de atender a los problemas habituales en un médico de familia se le llamaba cada vez que había un accidente en la obra.
De hecho, el protocolo de la construcción establecía que, en cada accidente, lo primero que había que hacer era avisar al doctor, así como que en los casos en los que se produjese el fallecimiento el cadáver debía llevarse a El Escorial, donde le eran practicadas las diligencias post mortem que en cada caso se estimasen necesarias.
Este protocolo permitió que Lausín llevase en sus notas profesionales un detallado recuento de los accidentes que se producían en la obra y, muy especialmente, de los que tenían como consecuencia fatal una muerte. En estas notas recogió 14 casos durante toda su estancia en el Valle que, recordemos, abarcó hasta después del final de las obras.
El 15º caso sería el primero, ya que se trata de un fallecimiento producido antes de la llegada del doctor Lausín al Valle de los Caídos y que se recoge en documentos en el archivo del Juzgado de la localidad de El Escorial.
Algunos casos concretos
En los papeles del doctor Lausín podemos encontrar detalles de algunos casos concretos que nos dan una idea del tipo de accidente que podía darse en la obra, como el de un obrero penado de la empresa Sanroman al que le cayó una roca de grandes dimensiones en la entrada de la cripta.
En otras ocasiones los accidentes tenían que ver con la manipulación de explosivos para la excavación: vemos el caso de un obrero libre de 21 años al que le explotó un barreno en los pies en marzo de 1959; o el de otro obrero libre, Manuel Gómez López, que era de raza gitana y al que le explotaron unos barrenos mientras los manipulaba, lo que le causó la muerte el 19 de Marzo de 1949.
También había accidentes relacionados con las maquinarias usadas para la construcción: un obrero preso que trabajaba en la empresa Banús falleció al golpearse la cabeza con una vagoneta de escombros, otro preso de la misma empresa cayó entre los engranajes de una excavadora...
Por último, también encontramos accidentes relacionados con el transporte de personas o de materiales dentro de las obras como el de un obrero libre que era conductor de camión en la construcción de la carretera al monumento y que murió al volcar su vehículo y salir despedido de la cabina.
Como se puede ver, estas 15 muertes no se produjeron solo entre obreros que estuviesen en el Valle redimiendo su pena de cárcel, sino que también afectaron a los trabajadores libres.
Por otro lado, aunque desde la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos (ADVC) se han rastreado los datos con minuciosidad, no es posible descartar que hubiese otros casos de fallecimientos de obreros que sufriesen accidentes que en un primer momento no resultasen mortales pero que provocasen el fallecimiento un tiempo después. En cualquier caso, sí se puede descartar que estos casos supongan un incremento significativo de la cifra aportada.
Enfermedades laborales
Además de los accidentes otra causa que habría podido causar muertes entre los obreros del Valle de los Caídos eran las enfermedades laborales, especialmente las derivadas del trabajo en las excavaciones para hacer la Basílica, muy parecido al que se realiza en una mina y, por tanto, posible generador de dolencias graves como la silicosis.
De hecho, hay documentados cinco fallecimientos por silicosis de obreros que participaron en la construcción del Valle, pero se da la circunstancia de que en todos los casos se trataba de trabajadores de zonas mineras que antes y después de su paso por el monumento ejercieron como mineros, por lo que es cuanto menos muy aventurado achacar su mal en exclusiva a su paso por Cuelgamuros.
De hecho, la ADVC ha estudiado exhaustivamente los archivos de la Clínica de Enfermedades Profesionales del Instituto Nacional de Medicina y Seguridad del Trabajo, que dependía del Ministerio de Trabajo y agrupaba a los enfermos de dolencias laborales de carácter grave.
En estos archivos no se han encontrado personas que fuesen ingresados directamente tras haber trabajado en el Valle de los Caídos. De nuevo es imposible aseverar que no haya habido algunos casos más, pero tras la exhaustiva investigación sí se puede descartar que las cifras sean realmente significativas.
Por otra parte, todos aquellos obreros que sufrían un accidente que les incapacitaba laboralmente eran cubiertos automáticamente por la Mutualidad Laboral de la Construcción, que según la gravedad de sus secuelas les procuraba unos ingresos gracias a las cotizaciones que habían aportado dentro de esta mutualidad.
De hecho, podemos ver uno de estos documentos que certificaba la baja de Antonio Clemente, el conductor de motocicleta en la imagen, que sufrió un accidente en su vehículo dentro del recinto del Valle.
http://www.libertaddigital.com/document ... 12046.html
EX NOTITIA VICTORIA
EX PLURIBUS UNUM
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Carrillo hijo predilecto...
Carrillo hijo predilecto...
Alberto Pérez (21/12/2010)
Carrillo acaba de ser nombrado por unanimidad "hijo predilecto" de Gijón, con los votos del PP incluidos (sólo dos concejales se ausentaron, me imagino que por decencia). Mucho se ha escrito sobre el papel del líder del PCE, pero me remito sólo a los más recientes, que dejan claro, y con pruebas documentales, cómo Santiago Carrillo, a la sazón delegado de Seguridad en Madrid, aceptó junto a Amor Nuño, de la CNT, que no cayeran en manos del Ejército fascista que estaba a las puertas de Madrid los casi cinco mil presos falangistas, militares, nobles, burgueses, etc que habían sido evacuados de la Modelo por la cercanía de los combates en la Ciudad Universitaria. Jorge Martínez Reverte, en su libro "La Batalla de Madrid", lo demuestra con un documento de los archivos anarquistas. Otros papeles desclasificados de la ex KGB lo corroboran apenas unos años después. Y Carrillo miente cuando, ante algún historiador, afirma que desconocía el destino de los presos que fueron "sacados" y asesinados en Paracuellos o Torrejón de Ardoz. Igual que miente cuando asegura, afligido, que nada podía hacer para evitarlo. Otro anarquista, un hombre bueno en el sentido machadiano de la palabra, Melchor Rodríguez, "el ángel rojo", lo demostró parando de manera inmediata los fusilamientos con la única ayuda de su voluntad, una pistola descargada y un coche con el recorría junto a sus tres ayudantes todas las prisiones del Madrid en guerra para detener los paseos
Santiago Carrillo, en la madrugada del 6 al 7 de noviembre, cuando el Gobierno de la República se traslada precipitadamente a Valencia y se forma en Madrid la Junta de Defensa; con Miaja intentando evitar en Ciudad Universitaria la caída de la capital; con Queipo de Llano hablando de la Quinta Columna que iba a tomar las calles de Madrid desde dentro, Carrillo acude a una reunión en representación del PCE al que acaba de alistarse tras abandonar el PSOE. Allí acuerdan, junto a la CNT, evitar "por el método que sea" que los presos caigan en poder de los asaltantes y se pasen a sus filas. El documento que aporta Javier Reverte en su libro es inequívoco: Un acta de la reunión del Comité Nacional (CN) de la CNT celebrada a las 10h 30m del 8 de nov. de 1936. En ella se refleja un acuerdo tomado el 7 de nov/36 entre la CNT de Madrid y las JSU-PSOE para vaciar las prisiones madrileñas, ante el peligro real que suponían para la república los presos adeptos a la rebelión en caso de que las tropas franquistas ocuparan la capital, tal y como pregonaban los generales fascistas Mola y Varela, entonces a sus puertas, al mando de las tropas legionarias y rifeñas.
Según el acta a los presos se les dividía en tres categorías:
1º.- los fascistas y elementos peligrosos (aquellos de significada y declarada militancia fascista, muchos de ellos detenidos con las armas en la mano), que debían ser inmediatamente ejecutados.
2º.- Detenidos sin peligrosidad, recomendando su inmediato traslado a Chinchilla garantizando su seguridad.
3º.- Detenidos sin responsabilidades que debían ser inmediatamente puestos en libertad con toda clase de garantías.
Esa misma noche y las siguientes comienzas las sacas. Presos, atados ocn un cordel por las muñecas, de dos en dos, suben a autobuses desde distintas prisiones de la capital. Varios cientos son fusilados en Torrejón de Ardoz y el diplomático noruego Félix Schlayer llegará hasta la fosa una par de días después (también está en los libros). Otros cientos más, son ejecutados en Paracuellos. Carrillo alegará siempre que no conocía esa orden (miente y Martínez Reverte lo prueba).
También alegará que aunque lo hubiera sabido, no habría podido hacer nada para evitarlo. Otra falsedad. El anarquista sevillano Melchor Rodríguez, un preso por defender sus ideas en la República y en la dictadura de Primo de Rivera, detendrá las matanzas a principios de diciembre en cuanto consigue que el Gobierno le nombre Delegado de Prisiones. Se enfrenta a Carrillo y al PCE, que lo intenta asesinar varias veces, pero detiene los fusilamientos con la única ayuda de una pistola descargada que siempre llevaba. Su lema: "Se puede morir por tus ideas, nunca matar por ellas" (ver la fantástica biografía de Alfonso Domingo "El Ángel Rojo", de Ed. Almuzara). Murió el 14 de febrero de 1972, tras purgar varios años de cárcel con Franco. Muñoz Grandes y otros militares y falangistas intercedieron por él en el consejo de Guerra. Luego siguió ayudando a los anarquistas. Hoy, no hay ni una calle con su nombre en Madrid. Ni siquiera una placa en la casa del número 5 de la calle Libertad donde vivió después de la guerra y donde murió. Hoy, Carrillo es hijo predilecto de Gijón. Así se escribe la historia en este país.
Saludos
Alberto Pérez (21/12/2010)
Carrillo acaba de ser nombrado por unanimidad "hijo predilecto" de Gijón, con los votos del PP incluidos (sólo dos concejales se ausentaron, me imagino que por decencia). Mucho se ha escrito sobre el papel del líder del PCE, pero me remito sólo a los más recientes, que dejan claro, y con pruebas documentales, cómo Santiago Carrillo, a la sazón delegado de Seguridad en Madrid, aceptó junto a Amor Nuño, de la CNT, que no cayeran en manos del Ejército fascista que estaba a las puertas de Madrid los casi cinco mil presos falangistas, militares, nobles, burgueses, etc que habían sido evacuados de la Modelo por la cercanía de los combates en la Ciudad Universitaria. Jorge Martínez Reverte, en su libro "La Batalla de Madrid", lo demuestra con un documento de los archivos anarquistas. Otros papeles desclasificados de la ex KGB lo corroboran apenas unos años después. Y Carrillo miente cuando, ante algún historiador, afirma que desconocía el destino de los presos que fueron "sacados" y asesinados en Paracuellos o Torrejón de Ardoz. Igual que miente cuando asegura, afligido, que nada podía hacer para evitarlo. Otro anarquista, un hombre bueno en el sentido machadiano de la palabra, Melchor Rodríguez, "el ángel rojo", lo demostró parando de manera inmediata los fusilamientos con la única ayuda de su voluntad, una pistola descargada y un coche con el recorría junto a sus tres ayudantes todas las prisiones del Madrid en guerra para detener los paseos
Santiago Carrillo, en la madrugada del 6 al 7 de noviembre, cuando el Gobierno de la República se traslada precipitadamente a Valencia y se forma en Madrid la Junta de Defensa; con Miaja intentando evitar en Ciudad Universitaria la caída de la capital; con Queipo de Llano hablando de la Quinta Columna que iba a tomar las calles de Madrid desde dentro, Carrillo acude a una reunión en representación del PCE al que acaba de alistarse tras abandonar el PSOE. Allí acuerdan, junto a la CNT, evitar "por el método que sea" que los presos caigan en poder de los asaltantes y se pasen a sus filas. El documento que aporta Javier Reverte en su libro es inequívoco: Un acta de la reunión del Comité Nacional (CN) de la CNT celebrada a las 10h 30m del 8 de nov. de 1936. En ella se refleja un acuerdo tomado el 7 de nov/36 entre la CNT de Madrid y las JSU-PSOE para vaciar las prisiones madrileñas, ante el peligro real que suponían para la república los presos adeptos a la rebelión en caso de que las tropas franquistas ocuparan la capital, tal y como pregonaban los generales fascistas Mola y Varela, entonces a sus puertas, al mando de las tropas legionarias y rifeñas.
Según el acta a los presos se les dividía en tres categorías:
1º.- los fascistas y elementos peligrosos (aquellos de significada y declarada militancia fascista, muchos de ellos detenidos con las armas en la mano), que debían ser inmediatamente ejecutados.
2º.- Detenidos sin peligrosidad, recomendando su inmediato traslado a Chinchilla garantizando su seguridad.
3º.- Detenidos sin responsabilidades que debían ser inmediatamente puestos en libertad con toda clase de garantías.
Esa misma noche y las siguientes comienzas las sacas. Presos, atados ocn un cordel por las muñecas, de dos en dos, suben a autobuses desde distintas prisiones de la capital. Varios cientos son fusilados en Torrejón de Ardoz y el diplomático noruego Félix Schlayer llegará hasta la fosa una par de días después (también está en los libros). Otros cientos más, son ejecutados en Paracuellos. Carrillo alegará siempre que no conocía esa orden (miente y Martínez Reverte lo prueba).
También alegará que aunque lo hubiera sabido, no habría podido hacer nada para evitarlo. Otra falsedad. El anarquista sevillano Melchor Rodríguez, un preso por defender sus ideas en la República y en la dictadura de Primo de Rivera, detendrá las matanzas a principios de diciembre en cuanto consigue que el Gobierno le nombre Delegado de Prisiones. Se enfrenta a Carrillo y al PCE, que lo intenta asesinar varias veces, pero detiene los fusilamientos con la única ayuda de una pistola descargada que siempre llevaba. Su lema: "Se puede morir por tus ideas, nunca matar por ellas" (ver la fantástica biografía de Alfonso Domingo "El Ángel Rojo", de Ed. Almuzara). Murió el 14 de febrero de 1972, tras purgar varios años de cárcel con Franco. Muñoz Grandes y otros militares y falangistas intercedieron por él en el consejo de Guerra. Luego siguió ayudando a los anarquistas. Hoy, no hay ni una calle con su nombre en Madrid. Ni siquiera una placa en la casa del número 5 de la calle Libertad donde vivió después de la guerra y donde murió. Hoy, Carrillo es hijo predilecto de Gijón. Así se escribe la historia en este país.
Saludos
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La verdadera historia del PSOE
Entrevista con Juan Carlos Girauta para Periodista Digital
http://www.periodistadigital.com/politi ... alez.shtml
El periodista catalán Juan Carlos Girauta presenta su libro “La verdadera historia del PSOE”
-- “Abandoné el PSOE cuando en la sede del PSC aplaudieron un asesinato cometido por ETA".
--"El PSOE no fue protagonista antifranquista, prácticamente no existió durante la dictadura.
--Girauta: "Ha tenido que ser el fútbol el que vuelva a demostrar esa parte de la realidad ocultada por los poderes públicos en Cataluña"
--Zapatero es un producto de la postmodernidad y como tal es un hombre vacío de ideas.
¿Cree que el PSOE frenará su caída electoral?
-- Sí, hay tiempo suficiente hasta el 2012
--Sí, pero siempre que no sea Zapatero el candidato ...
Eran los años 80, Narcís Serra estaba en el Ministerio de Defensa y en la sede socialista de Cataluña el militante Juan Carlos Girauta asistió a una escena que, reconoce él mismo, fue la gota que colmó el vaso para darse de baja del partido. Sus todavía compañeros aplaudían el asesinato de Sáenz de Ynestrillas a manos de ETA.
Años después ha creído conveniente publicar "La verdadera historia del PSOE" (Ed. Buenas Letras) porque "hay muy poco escrito al respecto" y creía necesario matizar algunas datos como la inexistencia de un antifranquismo activo en ese partido o sobre su actitud democrática a lo largo de la Historia.
Juan Carlos Girauta narra en su libro episodios como las amenazas de muerte contra Antonio Maura de Pablo Iglesias (fundador del PSOE) o el asesinato de Calvo Sotelo a manos de militantes socialistas. Hecho que a la postre, añade Girauta, desencadenó la Guerra Civil Española.
Este libro revela que, durante la dictadura de Franco, el PSOE no fue un partido activo en la oposición al régimen. En esta entrevista con Periodista Digital, Juan Carlos Girauta cuenta que
"El PSOE no fue protagonista antifranquista. De hecho, prácticamente no existió durante la dictadura. El antifranquismo en España fue, básicamente, el Partido Comunista. (...) Pero en el mismo instante en que comenzó la Transición parece que el PSOE ha sido el actor principal y sus siglas se cobran una deuda de la que no eran acreedoras".
A lo largo del siglo de vida del PSOE la tesis de Girauta pasa por la muerte del partido en los años 70 y "el nacimiento de otra cosa. En esa otra cosa dice que Felipe González y Alfonso Guerra hicieron un trabajo de desideologizar el partido".
De Zapatero afirma que como "producto de la postmodernidad" es un hombre vacío de ideas.
"Sus atributos tienen más que ver con la empatía personal y el marketing político simplista que puede funcionar y, de hecho, ha ganado dos Elecciones Generales. Pero debajo de eso no hay nada. Si intentas ver que ideario distingue a Zapatero no encontrarás nada".
http://www.youtube.com/watch?v=WmTMZQhO3i0
Saludos
http://www.periodistadigital.com/politi ... alez.shtml
El periodista catalán Juan Carlos Girauta presenta su libro “La verdadera historia del PSOE”
-- “Abandoné el PSOE cuando en la sede del PSC aplaudieron un asesinato cometido por ETA".
--"El PSOE no fue protagonista antifranquista, prácticamente no existió durante la dictadura.
--Girauta: "Ha tenido que ser el fútbol el que vuelva a demostrar esa parte de la realidad ocultada por los poderes públicos en Cataluña"
--Zapatero es un producto de la postmodernidad y como tal es un hombre vacío de ideas.
¿Cree que el PSOE frenará su caída electoral?
-- Sí, hay tiempo suficiente hasta el 2012
--Sí, pero siempre que no sea Zapatero el candidato ...
Eran los años 80, Narcís Serra estaba en el Ministerio de Defensa y en la sede socialista de Cataluña el militante Juan Carlos Girauta asistió a una escena que, reconoce él mismo, fue la gota que colmó el vaso para darse de baja del partido. Sus todavía compañeros aplaudían el asesinato de Sáenz de Ynestrillas a manos de ETA.
Años después ha creído conveniente publicar "La verdadera historia del PSOE" (Ed. Buenas Letras) porque "hay muy poco escrito al respecto" y creía necesario matizar algunas datos como la inexistencia de un antifranquismo activo en ese partido o sobre su actitud democrática a lo largo de la Historia.
Juan Carlos Girauta narra en su libro episodios como las amenazas de muerte contra Antonio Maura de Pablo Iglesias (fundador del PSOE) o el asesinato de Calvo Sotelo a manos de militantes socialistas. Hecho que a la postre, añade Girauta, desencadenó la Guerra Civil Española.
Este libro revela que, durante la dictadura de Franco, el PSOE no fue un partido activo en la oposición al régimen. En esta entrevista con Periodista Digital, Juan Carlos Girauta cuenta que
"El PSOE no fue protagonista antifranquista. De hecho, prácticamente no existió durante la dictadura. El antifranquismo en España fue, básicamente, el Partido Comunista. (...) Pero en el mismo instante en que comenzó la Transición parece que el PSOE ha sido el actor principal y sus siglas se cobran una deuda de la que no eran acreedoras".
A lo largo del siglo de vida del PSOE la tesis de Girauta pasa por la muerte del partido en los años 70 y "el nacimiento de otra cosa. En esa otra cosa dice que Felipe González y Alfonso Guerra hicieron un trabajo de desideologizar el partido".
De Zapatero afirma que como "producto de la postmodernidad" es un hombre vacío de ideas.
"Sus atributos tienen más que ver con la empatía personal y el marketing político simplista que puede funcionar y, de hecho, ha ganado dos Elecciones Generales. Pero debajo de eso no hay nada. Si intentas ver que ideario distingue a Zapatero no encontrarás nada".
http://www.youtube.com/watch?v=WmTMZQhO3i0
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Hay olvido y mentira en la memoria histórica.
Entrevista a Juan Carlos Girauta :
" ...La gran operación de «memoria histórica» de Zapatero se resume en trasladar las categorías de la Guerra Civil a la España actual, lo que es un disparate morrocotudo. Y se presenta a la Segunda República como una democracia ideal que fue traicionada por unos obispos, por unos militares rebeldes, por unos latifundistas perversos y por los «fascistas». Ellos llamaban fascista a la CEDA, al Partido Radical de Lerroux e incluso al partido de Andreu Nin, imagínate. Lo de «fascista» servía, ya avanzada la guerra, para cualquiera que se opusiera a la estrategia proestalinista del Gobierno de Negrín..."
http://www.abc.es/20110113/espana/abci- ... 30355.html
" ...La gran operación de «memoria histórica» de Zapatero se resume en trasladar las categorías de la Guerra Civil a la España actual, lo que es un disparate morrocotudo. Y se presenta a la Segunda República como una democracia ideal que fue traicionada por unos obispos, por unos militares rebeldes, por unos latifundistas perversos y por los «fascistas». Ellos llamaban fascista a la CEDA, al Partido Radical de Lerroux e incluso al partido de Andreu Nin, imagínate. Lo de «fascista» servía, ya avanzada la guerra, para cualquiera que se opusiera a la estrategia proestalinista del Gobierno de Negrín..."
http://www.abc.es/20110113/espana/abci- ... 30355.html
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Re: Mil días de fuego y olvido.
AFOCES escribió:Patente de corso, por Arturo Pérez-Reverte
Mil días de fuego y olvido
Acabo de leer un libro extraordinario. Un tocho enorme de tamaño folio y casi mil páginas. Requetés, se llama, y trata sobre la actuación de los voluntarios carlistas en la Guerra Civil. Lo abordé con reparos, pues los cruzados de la Causa nunca fueron santo de mi devoción. Cuando lees a Baroja y Valle Inclán de jovencito, hay fanatismos místico-castrenses que ya no te caen simpáticos nunca. Mucho menos cuando, mirando hacia atrás y hacia adelante, uno acaba comprendiendo el estrecho parentesco de aquellos curas de boina roja, que en el siglo XIX bendecían bayonetas antiliberales, con los curas vascos que, durante la última mitad del siglo XX, en otras sacristías que de algún modo son la misma, empollaron y siguen empollando el huevo asesino de la serpiente. Pastores de almas para los que, en el fondo, Josu Ternera y sus compadres, arrepentidos o sin arrepentir, no dejan de ser otra cosa que respetables generales carlistas.
Sin embargo, reconozco que Requetés ha sido una agradable sorpresa. Pese a los avales del prólogo de Stanley Payne y el epílogo de Hugh Thomas, lo abrí con cautela, esperando indigestión de rosario, escapulario y detente bala. Pero resulta que no. El libro, dotado de un despliegue fotográfico que por sí mismo lo convierte en documento extraordinario, es una minuciosa relación, con testimonios en primera persona, de cómo vivieron la guerra los combatientes de los tercios de requetés que en los más duros frentes de batalla lucharon contra la República. Testimonios, en su mayor parte -no mezclemos churras con merinas-, de gente que se partió la cara de igual a igual; no ratas de retaguardia, madrugada y tiro en la nuca. Que también los hubo.
No falta ideología en el libro, claro. Aquellos hombres y mujeres que vivieron la guerra en primera persona, tanto en los frentes como en los hospitales y en la retaguardia, añaden, a veces, su visión del mundo y de España. Pero eso suele ser secundario, y cede paso al caudal de hechos vividos, al relato de historias personales de trincheras, dolor y muerte, y también de solidaridad, compasión, camaradería y heroísmo. De 60.000 combatientes encuadrados en los tercios de requetés, 6.000 murieron en combate: uno de cada diez. Veteranos navarros, vascos, valencianos, catalanes, incluso andaluces, la mayor parte de los cuales no había cumplido entonces veinte años, cuentan con sobria naturalidad sus mil días de fuego, utilizados siempre como fuerzas de choque. Hombres al límite, en lugares donde todo se reducía a sobrevivir, matar o morir. Historias que en su mayor parte, motivos últimos al margen, podrían intercambiarse con las del otro bando: cuadrillas de amigos alistados en el mismo pueblo, muchachos de quince años que empuñaban el fusil junto a sus hermanos, padres y parientes. Desde la distancia del tiempo, abuelos que entonces fueron jóvenes vigorosos, a los que vemos en las fotos, todavía imberbes, pasando el brazo por encima del hombro de compañeros que se quedaron atrás para siempre, recuerdan con singular ecuanimidad sus peripecias entre amigos y enemigos. Y a menudo, el aliento de lo real estremece al lector-oyente como nunca podría hacerlo un relato ficticio de guerra o aventuras.
Lo que hace tan valioso Requetés es que Pablo Larraz y Víctor Sierra, sus autores, recogen esos testimonios y dejan el juicio último al lector. El libro plantea lo que, en mi opinión, es el único modo decente de alejar los fantasmas perversos de nuestra Guerra Civil: no juzgar a los protagonistas por sus ideas, sino por sus actos. En ese sentido, lo que hace aún más importante esta obra monumental es que casi todos los recuerdos provienen de hombres y mujeres muertos a poco de dar su testimonio. Eran los últimos carlistas supervivientes de la guerra, y habría sido una lástima que sus vidas se hubieran perdido para siempre en esta España analfabeta, oportunista, elemental, que confunde memoria histórica con rencor histórico. Y es curioso: en Requetés no se reconoce a los vencedores, porque en realidad sus protagonistas no lo fueron. Tras utilizarlos como carne de cañón, el franquismo los relegó al olvido; y los ex combatientes carlistas ni siquiera se beneficiaron de los privilegios que la nueva casta nacional, dueña del cortijo, disfrutó sin límites. Quizá por eso, un aire triste, resignado, recorre las páginas del libro. Una melancolía encarnada a la perfección en la figura de ese pastor navarro que, mucho tiempo después, vuelto a sus ovejas tras jugarse la vida peleando durante tres años, no conserva otro privilegio que llevar en su pobre morral los prismáticos de un oficial del ejército rojo al que mató en la batalla del Ebro.
Saludos
Si, estamos de acuerdo, el Franquismo, ni reconocio, ni respeto, ni honro, a muchisimos de los que le llevaron al poder, Requetes, Falangistas, etc, pero bueno, nada nuevo en estos lares.
Esa, es una de las razones, que ponen en duda, la verdadera intencion, del que al final, se quedo todo el pastel, eso si, en nombre de Dios, y para salvar a España.
No intento polemizar nada, pero es que siempre es lo mismo, "vivan las caenas", a ver si aprendemos todos.
Un saludo.
El vientre de mi enemigo, sera la unica vaina para mi espada. Salut.
- Luis M. García
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- Ubicación: Al bressol d'Espanya. Puxa Asturies!!
Hombre yo creo que militarmente si fueron reconocidos, ahora políticamente...
Es que su ideario era retrogado hasta para Franco, que ya es decir.
En cuanto a los Falangistas, se quejan mucho de que Franco desactivo aquello de revolucionario que había en su ideario, al fundirla con el requeté y ponerse él a su cabeza.
En realidad no había otra. Practicamente todo Dios en la España vencedora idealizó la imagen del Caudillo, hasta el punto de considerarle un enviado de la providencia. Los ditirambos de la época dan fe de ello. Y claro, el personaje tenía unas pocas ideas claritas, pero ningún credo revolucionario entraba en su magín. Así que considerándolo todo, FEJONS aún puede darse con un canto en los dientes, pues disfrutó de auténticas cuotas de poder en el régimen.
Saludos.
Es que su ideario era retrogado hasta para Franco, que ya es decir.
En cuanto a los Falangistas, se quejan mucho de que Franco desactivo aquello de revolucionario que había en su ideario, al fundirla con el requeté y ponerse él a su cabeza.
En realidad no había otra. Practicamente todo Dios en la España vencedora idealizó la imagen del Caudillo, hasta el punto de considerarle un enviado de la providencia. Los ditirambos de la época dan fe de ello. Y claro, el personaje tenía unas pocas ideas claritas, pero ningún credo revolucionario entraba en su magín. Así que considerándolo todo, FEJONS aún puede darse con un canto en los dientes, pues disfrutó de auténticas cuotas de poder en el régimen.
Saludos.
Qué gran vasallo, si hubiese buen señor...
- Autentic
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Luis M. García escribió:Hombre yo creo que militarmente si fueron reconocidos, ahora políticamente...
Es que su ideario era retrogado hasta para Franco, que ya es decir.
En cuanto a los Falangistas, se quejan mucho de que Franco desactivo aquello de revolucionario que había en su ideario, al fundirla con el requeté y ponerse él a su cabeza.
En realidad no había otra. Practicamente todo Dios en la España vencedora idealizó la imagen del Caudillo, hasta el punto de considerarle un enviado de la providencia. Los ditirambos de la época dan fe de ello. Y claro, el personaje tenía unas pocas ideas claritas, pero ningún credo revolucionario entraba en su magín. Así que considerándolo todo, FEJONS aún puede darse con un canto en los dientes, pues disfrutó de auténticas cuotas de poder en el régimen.
Saludos.
Entonces, se puede deducir, que Franco simplemente los utilizo para sus fines, ¿no?.
Lo de la idealizacion, no olvidemos que sucedio despues de algunos casuales y convenientes "accidentes de aviacion"
Como siempre en España, que buenos vasallos si hubieran tenido un buen señor.
Un saludo.
El vientre de mi enemigo, sera la unica vaina para mi espada. Salut.
- Luis M. García
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Autentic escribió:Luis M. García escribió:Hombre yo creo que militarmente si fueron reconocidos, ahora políticamente...
Es que su ideario era retrogado hasta para Franco, que ya es decir.
En cuanto a los Falangistas, se quejan mucho de que Franco desactivo aquello de revolucionario que había en su ideario, al fundirla con el requeté y ponerse él a su cabeza.
En realidad no había otra. Practicamente todo Dios en la España vencedora idealizó la imagen del Caudillo, hasta el punto de considerarle un enviado de la providencia. Los ditirambos de la época dan fe de ello. Y claro, el personaje tenía unas pocas ideas claritas, pero ningún credo revolucionario entraba en su magín. Así que considerándolo todo, FEJONS aún puede darse con un canto en los dientes, pues disfrutó de auténticas cuotas de poder en el régimen.
Saludos.
Entonces, se puede deducir, que Franco simplemente los utilizo para sus fines, ¿no?.
Lo de la idealizacion, no olvidemos que sucedio despues de algunos casuales y convenientes "accidentes de aviacion"
Como siempre en España, que buenos vasallos si hubieran tenido un buen señor.
Un saludo.
Hombre, Autentic, no sabía que tú también te apuntaras a las teorías conspiranoicas.
En serio, esos chismes no tienen la más mínma base, más allá de las casualidades. Además ninguno de esos dos personajes hubieran podido discutir a Franco la primacía. Sanjurjo estaba más que desacreditado tras su intentona de 1932 -cabe recordar que el propio Franco, cuando le pidieron que mediara ante la inicial condena a muerte, declaró que Sanjurjo se había ganado a pulso su derecho a un pelotón de ejecución-, no siendo apreciado por sus conmilitones por ello, aparte de que su presencia hubiera tenido nula relevancia, tanto porque carecía de mando efectivo, como porque más allá de su dilapidado prestigio era un personaje bastante histriónico y atrabiliario.
El caso de Mola es distinto, ya que fue el "director" del golpe, siendo posteriormente el mando supremo en su zona hasta la conexión en Extremadura. Pero hay que considerar que era General de Brigada y con lo que pesa en el ánimo militar el escalafón no hubiera tenido posibilidades reales de discutirle a Franco la primacía, eso suponiendo que hubiera querido, que ya es mucho suponer. Si ni tan siquiera alguien del prestigio de Queipo tuvo nada que hacer en su momento. Así que no creo que esos accidentes tuvieran ninguna influencia en el culto al caudillo.
Y sí, está claro que Franco utilizó a FEJONS y al requeté para sus fines, así como a muchos otros. Su primer fin, ampliamente compartido, fue ganar la guerra al Frente Popular. Después, cuando se vió clara su querencia a perpetuarse en el poder hubo algunas resistencias y oposiciones, por parte sobre todo de los monárquicos, pero la inmensa mayoría de los ciudadanos de la España de entonces continuaron apoyándole, esa es la realidad, guste más o guste menos. Y hay que decir que esa mayoría consideraba que había buen señor.
Saludos.
Qué gran vasallo, si hubiese buen señor...
- Autentic
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No, no, ya has visto, que no lo afirmo, solo me limito a citarlo, de haber necesitado quitarselos de encima, no dudo que hubiera sido mas, como decirlo, quizas directo.
De toda manera, yo sigo pensando que antes, durante, y despues de la GC,
Franco ya tenia muy claro, que se iba a quedar con todo, todas sus actuaciones frente a cualquier tipo de duda de su mando divino, asi lo indican, para no perder de vista, que alguien que se define, o se deja definir, como "Caudillo por la gracia de Dios", debe tener pocas dudas.
En cuanto al apoyo de la mayoria, tengo que ser tambien agnostico, no creo que hubiera forma alguna de comprobarlo, puesto que de ello, ya se encargaba el mismo, aunque al menos, en la epoca que me toco estar bajo su mando, no parecia muy evidente.
Un saludo.
De toda manera, yo sigo pensando que antes, durante, y despues de la GC,
Franco ya tenia muy claro, que se iba a quedar con todo, todas sus actuaciones frente a cualquier tipo de duda de su mando divino, asi lo indican, para no perder de vista, que alguien que se define, o se deja definir, como "Caudillo por la gracia de Dios", debe tener pocas dudas.
En cuanto al apoyo de la mayoria, tengo que ser tambien agnostico, no creo que hubiera forma alguna de comprobarlo, puesto que de ello, ya se encargaba el mismo, aunque al menos, en la epoca que me toco estar bajo su mando, no parecia muy evidente.
Un saludo.
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- Luis M. García
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Autentic escribió:
Siempre me han parecido bastante ridículas las pretensiones de cierta historiografía de presentar a Franco como poco menos que un imbécil con mucha suerte. Pero bueno, tampoco hay que irse al otro extremo
Polemizar acerca de lo que podía pasar por la cabeza del personaje es bastante estéril, pero es que los hechos no indican lo que tú supones. Durante toda la II República el único acto de "rebeldía" que se permitió, aparte de la sublevación, fue su discurso de despedida tras el cerrojazo a la Academia General, que a la sazón él dirigía, de Zaragoza, impuesto por el gobierno de Azaña y la verdad es que fue algo bastante light. Luego, cuando tras los hechos del 34 se le intentó poner a la cabeza de un golpe, no sólo rechazó la oferta sino que la desaconsejó. Igualmente tras las elecciones del 36 y ya con el proceso revolucionario manifestándose en la calle. Incluso le costó Dios y ayuda sumarse al golpe de Mola, al que tenía desesperado con sus continuas vacilaciones, siendo el asesinato de Calvo el que finalmente le hizo decidirse.
En cuanto a lo demás que expones hay que tener en cuenta que el personaje era creyente, por lo que dicen muy creyente, rozando incluso lo supersticioso -como indica el apego que le cogió al brazo de Santa Teresa, del que no se separaría hasta su muerte-, pudiendo suponerse que su experiencia en la guerra del Rif y su tan traida y llevada baraka tendrían mucho que ver en esto.
Y bueno, lo del apoyo, es cuestión opinable, aunque yo me inclino porque si estuvo hasta el final no fue sólo por el apoyo del ejército.
Saludos.
No, no, ya has visto, que no lo afirmo, solo me limito a citarlo, de haber necesitado quitarselos de encima, no dudo que hubiera sido mas, como decirlo, quizas directo.
De toda manera, yo sigo pensando que antes, durante, y despues de la GC,
Franco ya tenia muy claro, que se iba a quedar con todo, todas sus actuaciones frente a cualquier tipo de duda de su mando divino, asi lo indican, para no perder de vista, que alguien que se define, o se deja definir, como "Caudillo por la gracia de Dios", debe tener pocas dudas.
En cuanto al apoyo de la mayoria, tengo que ser tambien agnostico, no creo que hubiera forma alguna de comprobarlo, puesto que de ello, ya se encargaba el mismo, aunque al menos, en la epoca que me toco estar bajo su mando, no parecia muy evidente.
Siempre me han parecido bastante ridículas las pretensiones de cierta historiografía de presentar a Franco como poco menos que un imbécil con mucha suerte. Pero bueno, tampoco hay que irse al otro extremo
Polemizar acerca de lo que podía pasar por la cabeza del personaje es bastante estéril, pero es que los hechos no indican lo que tú supones. Durante toda la II República el único acto de "rebeldía" que se permitió, aparte de la sublevación, fue su discurso de despedida tras el cerrojazo a la Academia General, que a la sazón él dirigía, de Zaragoza, impuesto por el gobierno de Azaña y la verdad es que fue algo bastante light. Luego, cuando tras los hechos del 34 se le intentó poner a la cabeza de un golpe, no sólo rechazó la oferta sino que la desaconsejó. Igualmente tras las elecciones del 36 y ya con el proceso revolucionario manifestándose en la calle. Incluso le costó Dios y ayuda sumarse al golpe de Mola, al que tenía desesperado con sus continuas vacilaciones, siendo el asesinato de Calvo el que finalmente le hizo decidirse.
En cuanto a lo demás que expones hay que tener en cuenta que el personaje era creyente, por lo que dicen muy creyente, rozando incluso lo supersticioso -como indica el apego que le cogió al brazo de Santa Teresa, del que no se separaría hasta su muerte-, pudiendo suponerse que su experiencia en la guerra del Rif y su tan traida y llevada baraka tendrían mucho que ver en esto.
Y bueno, lo del apoyo, es cuestión opinable, aunque yo me inclino porque si estuvo hasta el final no fue sólo por el apoyo del ejército.
Saludos.
Qué gran vasallo, si hubiese buen señor...
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- General de Brigada
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- Registrado: 16 Dic 2006, 14:41
El botin de la memoria histórica.
Desde que en diciembre de 2007 se aprobó la polémica Ley de Memoria Histórica, el Gobierno de Zapatero ha concedido 13.459.000 euros para la aplicación de esta normativa, que han ido destinados a la financiación de actividades como exhumación de fosas, estudios, homenajes o documentales, a través de subvenciones adjudicadas a asociaciones, fundaciones, agrupaciones familiares, sindicatos y universidades. Un total de 439 entidades subvencionadas, una gran parte vinculadas a la izquierda ideológica, según el informe que el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, presentó en el Senado el pasado 9 de diciembre.
http://www.abc.es/20110130/espana/abci- ... 00246.html
Saludos
http://www.abc.es/20110130/espana/abci- ... 00246.html
Saludos
- Almogàver
- General de Brigada
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Más mantra...
http://hemeroteca.lavanguardia.es/previ ... 3/pdf.html
http://hemeroteca.lavanguardia.es/previ ... 3/pdf.html
En En septiembre de 1939 se reitera la
orden de retirar de las escuelas todos
los libros escritos en catalán. El día 6 de
ese mes, el gobernador civil de Barcelona
da un plazo de quince días para la
retirada de todos los rótulos en catalán
de fachadas, comercios, industrias y
anuncios, así como la prohibición de redactar
en catalán cualquier documento
o acta de entidades públicas o privadas.
En En 1940 se ordena que “todos los funcionarios
que en acto de servicio se expresen
en otro idioma que no sea el oficial
del Estado, quedarán ipso facto destituidos”.
Este mismo año se ordena que
“todas las películas deberán estar dialogadas
en castellano” y se prohíbe el teatro
en catalán.
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