La 2ª Batalla del Pacífico
- Juan David
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- flanker33
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Hola Juan David, nuevamente gracias...
Bueno, lo inmediato es la misión del Tu-160 a Thule y luego, y más extenso,
LA BATALLA DE LAS ALEUTIANAS¡¡¡¡
así, en plan dramático...
No puedo dar plazos, lo voy haciendo en los ratos libres, y creo que esta semana voy a tener pocos de esos...
Saludos.
Bueno, lo inmediato es la misión del Tu-160 a Thule y luego, y más extenso,
LA BATALLA DE LAS ALEUTIANAS¡¡¡¡
así, en plan dramático...
No puedo dar plazos, lo voy haciendo en los ratos libres, y creo que esta semana voy a tener pocos de esos...
Saludos.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
- Juan David
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flanker33 escribió:Hola Juan David, nuevamente gracias...
Bueno, lo inmediato es la misión del Tu-160 a Thule y luego, y más extenso,
LA BATALLA DE LAS ALEUTIANAS¡¡¡¡
así, en plan dramático...
No puedo dar plazos, lo voy haciendo en los ratos libres, y creo que esta semana voy a tener pocos de esos...
Saludos.
No te preocupes Flanker, aquí VALORAMOS mucho el tiempo y cada línea que escribes en tus relatos.
Que son fantásticos.
Saludos.
Adelante Colombia!
- flanker33
- Teniente Coronel
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Interesante articulo del Bulletin of the Atomic Scientists del año 84, en la última parte hablan del Pacífico Norte:
Arsenals move north
Saludos.
Arsenals move north
Saludos.
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- flanker33
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Nota: El vuelo del Tu-160 contra Thule ha sido reprogramado, y ahora su punto de partida a variado.
FURIA ARTICA
Groenlandia
4ª Parte
Con diecinueve grados bajo cero en el exterior, el sistema de aire acondicionado sufría para mantener los sistemas operativos a temperaturas operativas, así como unos “agradables” diez grados en la cabina de la tripulación. El Piloto Militar Distinguido Teniente Coronel Mikhail Kozlov controlaba el vuelo de su magnifico avión mediante el “joystick” que tenía frente a él. Volando apenas a 150 metros sobre el nivel del mar, y pese a la estabilidad del aparato y a su pionero sistema “fly by wire” en un aparato soviético, las turbulencias sobre el Océano Ártico eran muy potentes aquel día como para dejarlo en manos del piloto automático. Por la tensión de mantener el bombardero en vuelo nivelado, Kozlov se intercambiaba en el pilotaje con el mayor Sergey Agapov, su copiloto, para que cuando llegaran los momentos más importantes de la misión, ambos pilotos estuvieran lo suficientemente frescos para no cometer errores de pilotaje. Kozlov era piloto de pruebas del Tu-160, y había volado el “proyecto 70-3” como era conocida la versión “furtiva” del Blackjack en sus dos primeros vuelos, el primero de ellos hacía apenas un mes. El tercero había sido el trayecto hacia la isla de Graham Bell y el cuarto estaba en marcha en ese momento.
Las modificaciones realizadas en el aparato incluían una nueva pintura antirradar, lo que le daba un color oscuro que lo hacía fácilmente distinguible de los demás “Blackjack,s” pintados siempre en blanco (de ahí su apodo no oficial de “Cisne Blanco”), las tomas de aire fueron revestidas de materiales absorbentes al radar y los motores modificados para devolver menos eco radar. En conjunto, en el segundo vuelo de prueba se comprobó que el aparato devolvía una RCS equivalente a un aparato del tamaño de un pequeño caza.
La tripulación la completaban el navegador Boris Kozel y el operador de armas Anatoliy Yeriomenko, y era la segunda vez que volaban juntos en una misión. La primera había sido el vuelo de más de 1.500 millas que los había llevado a la remota base aérea de la isla de Graham Bell, desde la factoría de Tupolev en Kazan.
Todos formaban parte desde hacía años de la Aviación de Largo Alcance (DA), y habían volado en casi todos los aparatos en su inventario, desde los viejos Myasishchev M-4 hasta los más modernos Tu-22M, pasando por los Tu-95. Actualmente todos habían volado en el Tu-160 en el 184º Regimiento de Bombarderos Pesados de la Guardia, y eran por tanto una tripulación muy competente, y suplían la falta de conjunción como equipo de vuelo con su experiencia y profesionalidad, o al menos esa era la idea al reunirlos para llevar a cabo una de las misiones más importantes desde el inicio de la guerra para un avión de la DA.
Su base de partida para aquella misión era una congelada pista en el norte de la isla de Graham Bell en el archipiélago de la Tierra de Franz Josef, al norte de Novaya Zemlya. Puesta en servicio en los años 50, con sus poco más de 2 kilómetros de longitud, era la más grande de las pistas operativas en el archipiélago y era visitada con cierta frecuencia por cazas y aviones de transporte. Si bien su falta de infraestructura para acomodar las instalaciones y recursos adecuados para mantener una fuerza de bombarderos era notoria, también es cierto que era perfectamente adecuada para servir de estancia durante unas pocas horas al Tu-160 y a su tripulación, así como reabastecerlo de combustible, pero todavía más importante era que esa pista era la más cercana capaz de ser utilizada por el enorme bombardero, para la misión que se le había encomendado.
El objetivo de aquel día era el radar SSPAR AN/FPS-120 localizado en Thule, Groenlandia, a 700 millas al norte del circulo polar ártico, y cuya destrucción, junto a la estación de Clear, en Alaska, supondría un “hueco” importante en el flanco norte del sistema de detección y alerta temprana norteamericano de ICBM,s soviéticos.
Eso, y que su ataque se coordinaría con otro sobre Alaska y las Aleutianas, era la información que habían recibido de forma genérica sobre las intenciones del alto mando soviético. Sin duda una gran operación, pensaba Kozlov, que debía permitir recuperar la iniciativa en el Pacífico norte y hacer ver a los imperialistas la capacidad y el potencial de las fuerzas armadas soviéticas para llevar el conflicto a su propio territorio y que su sensación de seguridad desapareciese, y así intentar presionar más al gobierno norteamericano para que se llegase a una rápida conclusión de la contienda en términos favorables a la URSS. O al menos es lo que le gustaba pensar al veterano piloto. Si la misión tenía éxito, podía ser el inicio del fin de la guerra.
Pero no iba a ser sencillo, había diversos factores que jugaban en su contra. Primero, la tripulación no estaba tan conjuntada como él hubiese deseado. Segundo, el aparato no estaba maduro. Tras apenas dos vuelos de prueba, el primero de los cuales no había ido demasiado bien, debido a los cambios realizados en los motores y que había estado a punto de destruir el avión y matar a su tripulación, no se podía decir que fuese seguro del todo volar en aquella máquina. Al menos en el vuelo de Kazan hasta el ártico, no había habido ningún problema y había servido para que la tripulación se conociera y practicasen procedimientos y emergencias simuladas, pero el vuelo de hoy era bastante diferente. Un vuelo a baja cota sobre el ártico nunca era cosa fácil, si además se añadía el ir cargado hasta arriba de combustible, y tener que entrar en espacio aéreo enemigo vigilado por cazas, lanzar las armas con precisión, acertar sobre el objetivo y salir corriendo de la zona, la cosa se ponía peliaguda, pero a Kozlov le gustaban los retos, si no nunca habría sido piloto de pruebas.
El ataque se había previsto mediante una sola pasada a alta velocidad y baja altura, con bombas convencionales frenadas sobre la estación de radar, y sin variar la trayectoria de vuelo, un segundo lanzamiento contra la cercana base aérea, donde se sabía que había algunos interceptadotes enemigos, para impedir que pudieran salir tras de ellos. El mayor peligro, ya que no se preveían misiles SAM,s, (si acaso algunos de los irritantes Stingers, a los que los pilotos no tenían demasiado miedo, por que con su perfil de ataque y sistemas IRCM confiaban en que no supondrían ninguna amenaza) sería los interceptadotes que estuviesen de patrulla. Hasta el momento no se había podido averiguar su zona de vuelo, y eso era algo que preocupaba a Kozlov.
Pero de momento, y pasado ya la mitad del camino el vuelo y aproximándose a las costas de Groenlandia, casi todo había transcurrido según lo planeado. Tan solo un pequeño aumento del 2% de consumo de combustible sobre lo calculado hasta aquel punto, era la única diferencia con lo planeado por las computadores de la DA. Aquello no incomodaba demasiado a la tripulación, ya que con casi 8.000 millas de alcance total, debía tener suficiente para volar una misión a baja cota, elevarse para adquirir los objetivos, lanzar las bombas, escapar rápido y volver a la Madre Patria a alta cota y a velocidad de crucero. Según los cálculos, cuando aterrizara, el avión debía de tener un remanente de casi 500 millas, contando con un 10% de reserva, siempre y cuando no se les fuera la mano con la palanca de gases…
-¿Ya has aliviado la vejiga Boris? – le preguntó el mayor Agapov al navegador.
Kozel entraba en la cabina proveniente del pequeño cuarto de baño de que disponía el aparato.
-Si, camarada,…y casi se me congela.
-Bien, anoto tu disgusto con el sistema de miccionamiento de abordo, pero ponte ahora mismo con el sistema de apoyo electrónico. Nos acercamos al espacio aéreo enemigo.
-Ya estoy en ello camarada – dijo Kozel sentándose en su asiento.
Inmediatamente el navegador, que también operaba el sistema ESM Baikal, comenzó a indagar en su pantalla táctica. Todo seguía igual que cuando se había levantado para ir al lavabo. El haz de la emisión del radar de Thule seguía por encima de ellos, incapaz de detectarlos a esa altura, e ignorante de lo que se le aproximaba.
Según información de inteligencia aérea, los satélites habían detectado emisiones de otro radar, muy cercano al objetivo, pero por su tipo de señal y su escasa potencia había sido catalogado como algún tipo de radar de aproximación a la cercana base aérea, por lo que no suponía ninguna amenaza.
-Todo despejado, camarada Kozlov.
-Gracias. Mantente bien atento e informa del más mínimo cambio.
-Claro camarada, sigo en ello.
Boris era un poco irritante, pensó el piloto, pero venía muy recomendado desde arriba, y de momento se había portado bien en su trabajo. Esperaba que siguiera así, lo iba a necesitar.
Volando a algo más de 400 nudos, se elevaron ligeramente para evitar las irregularidades que ofrecía el terreno. Los pilotos tenían información en una de las pantallas del cuadro de mandos del sistema de navegación inercial, que con los datos cargados justo antes del inicio de la misión, y los inerciales debidamente alineados, presentaban una gran fiabilidad para la tripulación. Ahora que se adentraban en las costas de Groenlandia, y el terreno era algo más abrupto, delante de ellos se volvía a extender un gran manto helado sobre el que tenía que volar. Kozlov y Agapov volaban en visual pese a la escasa altitud del vuelo, ya que conectar su radar de seguimiento del terreno, suponía la posibilidad de ser detectados, y aquella misión se basaba en el sigilo y la sorpresa. El enemigo no debía saber de su presencia hasta que estuvieran sobre ellos.
FURIA ARTICA
Groenlandia
4ª Parte
Con diecinueve grados bajo cero en el exterior, el sistema de aire acondicionado sufría para mantener los sistemas operativos a temperaturas operativas, así como unos “agradables” diez grados en la cabina de la tripulación. El Piloto Militar Distinguido Teniente Coronel Mikhail Kozlov controlaba el vuelo de su magnifico avión mediante el “joystick” que tenía frente a él. Volando apenas a 150 metros sobre el nivel del mar, y pese a la estabilidad del aparato y a su pionero sistema “fly by wire” en un aparato soviético, las turbulencias sobre el Océano Ártico eran muy potentes aquel día como para dejarlo en manos del piloto automático. Por la tensión de mantener el bombardero en vuelo nivelado, Kozlov se intercambiaba en el pilotaje con el mayor Sergey Agapov, su copiloto, para que cuando llegaran los momentos más importantes de la misión, ambos pilotos estuvieran lo suficientemente frescos para no cometer errores de pilotaje. Kozlov era piloto de pruebas del Tu-160, y había volado el “proyecto 70-3” como era conocida la versión “furtiva” del Blackjack en sus dos primeros vuelos, el primero de ellos hacía apenas un mes. El tercero había sido el trayecto hacia la isla de Graham Bell y el cuarto estaba en marcha en ese momento.
Las modificaciones realizadas en el aparato incluían una nueva pintura antirradar, lo que le daba un color oscuro que lo hacía fácilmente distinguible de los demás “Blackjack,s” pintados siempre en blanco (de ahí su apodo no oficial de “Cisne Blanco”), las tomas de aire fueron revestidas de materiales absorbentes al radar y los motores modificados para devolver menos eco radar. En conjunto, en el segundo vuelo de prueba se comprobó que el aparato devolvía una RCS equivalente a un aparato del tamaño de un pequeño caza.
La tripulación la completaban el navegador Boris Kozel y el operador de armas Anatoliy Yeriomenko, y era la segunda vez que volaban juntos en una misión. La primera había sido el vuelo de más de 1.500 millas que los había llevado a la remota base aérea de la isla de Graham Bell, desde la factoría de Tupolev en Kazan.
Todos formaban parte desde hacía años de la Aviación de Largo Alcance (DA), y habían volado en casi todos los aparatos en su inventario, desde los viejos Myasishchev M-4 hasta los más modernos Tu-22M, pasando por los Tu-95. Actualmente todos habían volado en el Tu-160 en el 184º Regimiento de Bombarderos Pesados de la Guardia, y eran por tanto una tripulación muy competente, y suplían la falta de conjunción como equipo de vuelo con su experiencia y profesionalidad, o al menos esa era la idea al reunirlos para llevar a cabo una de las misiones más importantes desde el inicio de la guerra para un avión de la DA.
Su base de partida para aquella misión era una congelada pista en el norte de la isla de Graham Bell en el archipiélago de la Tierra de Franz Josef, al norte de Novaya Zemlya. Puesta en servicio en los años 50, con sus poco más de 2 kilómetros de longitud, era la más grande de las pistas operativas en el archipiélago y era visitada con cierta frecuencia por cazas y aviones de transporte. Si bien su falta de infraestructura para acomodar las instalaciones y recursos adecuados para mantener una fuerza de bombarderos era notoria, también es cierto que era perfectamente adecuada para servir de estancia durante unas pocas horas al Tu-160 y a su tripulación, así como reabastecerlo de combustible, pero todavía más importante era que esa pista era la más cercana capaz de ser utilizada por el enorme bombardero, para la misión que se le había encomendado.
El objetivo de aquel día era el radar SSPAR AN/FPS-120 localizado en Thule, Groenlandia, a 700 millas al norte del circulo polar ártico, y cuya destrucción, junto a la estación de Clear, en Alaska, supondría un “hueco” importante en el flanco norte del sistema de detección y alerta temprana norteamericano de ICBM,s soviéticos.
Eso, y que su ataque se coordinaría con otro sobre Alaska y las Aleutianas, era la información que habían recibido de forma genérica sobre las intenciones del alto mando soviético. Sin duda una gran operación, pensaba Kozlov, que debía permitir recuperar la iniciativa en el Pacífico norte y hacer ver a los imperialistas la capacidad y el potencial de las fuerzas armadas soviéticas para llevar el conflicto a su propio territorio y que su sensación de seguridad desapareciese, y así intentar presionar más al gobierno norteamericano para que se llegase a una rápida conclusión de la contienda en términos favorables a la URSS. O al menos es lo que le gustaba pensar al veterano piloto. Si la misión tenía éxito, podía ser el inicio del fin de la guerra.
Pero no iba a ser sencillo, había diversos factores que jugaban en su contra. Primero, la tripulación no estaba tan conjuntada como él hubiese deseado. Segundo, el aparato no estaba maduro. Tras apenas dos vuelos de prueba, el primero de los cuales no había ido demasiado bien, debido a los cambios realizados en los motores y que había estado a punto de destruir el avión y matar a su tripulación, no se podía decir que fuese seguro del todo volar en aquella máquina. Al menos en el vuelo de Kazan hasta el ártico, no había habido ningún problema y había servido para que la tripulación se conociera y practicasen procedimientos y emergencias simuladas, pero el vuelo de hoy era bastante diferente. Un vuelo a baja cota sobre el ártico nunca era cosa fácil, si además se añadía el ir cargado hasta arriba de combustible, y tener que entrar en espacio aéreo enemigo vigilado por cazas, lanzar las armas con precisión, acertar sobre el objetivo y salir corriendo de la zona, la cosa se ponía peliaguda, pero a Kozlov le gustaban los retos, si no nunca habría sido piloto de pruebas.
El ataque se había previsto mediante una sola pasada a alta velocidad y baja altura, con bombas convencionales frenadas sobre la estación de radar, y sin variar la trayectoria de vuelo, un segundo lanzamiento contra la cercana base aérea, donde se sabía que había algunos interceptadotes enemigos, para impedir que pudieran salir tras de ellos. El mayor peligro, ya que no se preveían misiles SAM,s, (si acaso algunos de los irritantes Stingers, a los que los pilotos no tenían demasiado miedo, por que con su perfil de ataque y sistemas IRCM confiaban en que no supondrían ninguna amenaza) sería los interceptadotes que estuviesen de patrulla. Hasta el momento no se había podido averiguar su zona de vuelo, y eso era algo que preocupaba a Kozlov.
Pero de momento, y pasado ya la mitad del camino el vuelo y aproximándose a las costas de Groenlandia, casi todo había transcurrido según lo planeado. Tan solo un pequeño aumento del 2% de consumo de combustible sobre lo calculado hasta aquel punto, era la única diferencia con lo planeado por las computadores de la DA. Aquello no incomodaba demasiado a la tripulación, ya que con casi 8.000 millas de alcance total, debía tener suficiente para volar una misión a baja cota, elevarse para adquirir los objetivos, lanzar las bombas, escapar rápido y volver a la Madre Patria a alta cota y a velocidad de crucero. Según los cálculos, cuando aterrizara, el avión debía de tener un remanente de casi 500 millas, contando con un 10% de reserva, siempre y cuando no se les fuera la mano con la palanca de gases…
-¿Ya has aliviado la vejiga Boris? – le preguntó el mayor Agapov al navegador.
Kozel entraba en la cabina proveniente del pequeño cuarto de baño de que disponía el aparato.
-Si, camarada,…y casi se me congela.
-Bien, anoto tu disgusto con el sistema de miccionamiento de abordo, pero ponte ahora mismo con el sistema de apoyo electrónico. Nos acercamos al espacio aéreo enemigo.
-Ya estoy en ello camarada – dijo Kozel sentándose en su asiento.
Inmediatamente el navegador, que también operaba el sistema ESM Baikal, comenzó a indagar en su pantalla táctica. Todo seguía igual que cuando se había levantado para ir al lavabo. El haz de la emisión del radar de Thule seguía por encima de ellos, incapaz de detectarlos a esa altura, e ignorante de lo que se le aproximaba.
Según información de inteligencia aérea, los satélites habían detectado emisiones de otro radar, muy cercano al objetivo, pero por su tipo de señal y su escasa potencia había sido catalogado como algún tipo de radar de aproximación a la cercana base aérea, por lo que no suponía ninguna amenaza.
-Todo despejado, camarada Kozlov.
-Gracias. Mantente bien atento e informa del más mínimo cambio.
-Claro camarada, sigo en ello.
Boris era un poco irritante, pensó el piloto, pero venía muy recomendado desde arriba, y de momento se había portado bien en su trabajo. Esperaba que siguiera así, lo iba a necesitar.
Volando a algo más de 400 nudos, se elevaron ligeramente para evitar las irregularidades que ofrecía el terreno. Los pilotos tenían información en una de las pantallas del cuadro de mandos del sistema de navegación inercial, que con los datos cargados justo antes del inicio de la misión, y los inerciales debidamente alineados, presentaban una gran fiabilidad para la tripulación. Ahora que se adentraban en las costas de Groenlandia, y el terreno era algo más abrupto, delante de ellos se volvía a extender un gran manto helado sobre el que tenía que volar. Kozlov y Agapov volaban en visual pese a la escasa altitud del vuelo, ya que conectar su radar de seguimiento del terreno, suponía la posibilidad de ser detectados, y aquella misión se basaba en el sigilo y la sorpresa. El enemigo no debía saber de su presencia hasta que estuvieran sobre ellos.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
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- Juan David
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Furia Ártica
Groenlandia
5º Parte
Conforme se adentraban en Groenlandia el tiempo iba empeorando. Un manto de nubes bajas cubría el cielo y una ligera lluvia comenzaba a caer sobre los cristales de la cabina. Pero lo peor era el viento. Las turbulencias se habían acrecentado y cada vez era más difícil controlar el enorme bombardero, pero la experiencia de los pilotos se notaba, y hacían que el vuelo fuese relativamente seguro.
-Anatoliy, ¿estado del armamento?
-Todo en verde, comandante.
-¿Estás listo para el lanzamiento? Todo será muy rápido, y no habrá una segunda oportunidad.
-Estoy listo.
Yeriomenko parecía frío, calculador y parco en palabras, muy diferente a Kozel, pero al igual que el navegador, era un experimentado tripulante de bombarderos y tenía la confianza de que haría bien su trabajo.
Todavía no había señales de los cazas enemigos, y se acercaban al su objetivo.
-¿Cuanto falta para el punto inicial? – pregunto Agapov a Kozel
-Ciento cincuenta kilómetros y acercándonos.
-¿Sigue todo despejado?
-…
-¿Teniente?
-…un momento camarada.
-¿Qué pasa Boris? – intervino Kozlov
-Aquí hay algo que no debería estar
-¿De que puñetas estás hablando? – Agapov se comenzaba a enfadar con la parsimonía del navegador.
-Una señal radar diferente a la del objetivo.
-Será la que había identificado inteligencia aérea como un radar de aproximación, ¿acaso no atendiste en la preparación de la misión?
-¿A esta distancia? Imposible, pero sin embargo procede de la misma dirección de ese “hipotético” radar
-¿Estás diciendo que los camaradas de inteligencia se han equivocado?
Agapov intentó que su comentario sonara sarcástico, pero el tenso silencio que se hizo en la cabina, le hizo caer en lo equivocado de su comentario.
-El servicio de inteligencia tiene toda mi confianza, camarada – dijo finalmente Kozel, con una intencionada carga irónica – pero lo que estoy detectando es un radar de descubierta aérea y según el sistema, un radar norteamericano denominado por ellos AN/TPS-43…un sistema móvil, transportable en avión.
-¿Cuánto queda para que nos detecte? – pregunto el comandante de la aeronave.
-La intensidad crece rápidamente, quizás unos veinte segundos.
Instintivamente Kozlov se pegó más al suelo y descendió hasta unos escasos cien metros para evitar el radar durante más tiempo.
-La intensidad decrece, pero no durara mucho, camarada.
Kozlov pensaba a toda velocidad. Aquel imprevisto suponía un grave problema para la misión. Si eran detectados tan pronto, los cazas enemigos podrían tener más tiempo para interceptarlos y sus posibilidades de supervivencia caían en picado.
Debía subir y acelerar, acercarse lo más rápido posible al radar, bombardearlo y salir a toda velocidad.
-Kozel, infórmame en cuanto el sistema diga que hemos sido detectados.
-Claro, ya queda poco.
Kozlov impulsó las palancas de gases hacia delante hasta el máximo de la potencia de los motores. Un ligero incremento de velocidad comenzó a notarse.
-¿Cuánto falta para el punto de inicio?
-Ciento diez kilómetros – la voz de Kozel parecía serena.
El aparato seguía ganando velocidad.
-Hemos sido detectados, camaradas. Nos tienen en su pantalla.
El piloto tiro de la palanca de mando hacia él para levantar el morro del aparato en un suave ascenso de 2 G,s de fuerza.
En poco más de medio minuto había ascendido hasta los 2.000 metros, y ahora los sistemas de avisos le indicaban que estaban siendo detectados no solo por el radar de búsqueda aérea, si no también por el AN/FPS-120.
Kozlov avanzó la palanca de gases hasta conectar la postcombustión, y el avión dio un salto hacia delante al acelerar. En pocos segundos traspasaron la barrera del sonidoy su velocidad seguía creciendo.
-¡Mierda! radares aéreos nos han localizado – anuncio el navegador.
-Los F-15 enemigos han aparecido – confirmo Agapov.
-Marcación, Boris, ¡marcación!
-…ehhh, 090 grados, a nuestra derecha, intensidad media.
Sin saber la distancia a la que se encontraban los cazas enemigos no se podía hacer ilusiones, pero confiaba que esa “intensidad media” significará que todavía podía volar sin interferencias los poco menos de cuatro minutos que restaban hasta el objetivo.
-Anatoliy enciende el radar y prepara el sistema óptico de bombardeo.
Tras unos segundos que tardó en activar el radar Obzor-K y la mira electro-óptica de bombardeo OPB-15T, el operador de armas respondió.
-Los sistemas están listos. Armo las bombas.
-Reduciré la velocidad justo antes de realizar la pasada de ataque, pero va a ser rápida. Ajusta la computadora para la altitud de lanzamiento a 3.500 metros, y la velocidad a 950 kilómetros por hora.
-Comprendido. Programo con los datos. 3.500 metros, 950 Km/h.
Más datos, como la velocidad y la dirección del viento, la temperatura exterior, el ángulo de inclinación del aparato, etc… eran introducidos automáticamente por la computadora para presentar el punto de impacto más probable de las bombas.
Aproximándose desde el noreste, el Tu-160 se había colocado en una trayectoria que le permitiría bombardear la estación de radar y la base sin variar el rumbo.
Kozlov observó delante de él las colinas libres de nieve de la parte norte del fiordo donde se situaba el objetivo, un poco más allá el glaciar que se adentraba hasta la mitad de dicho fiordo, y finalmente la propia estación, con su gran radar.
-Boris, dime algo ¿Dónde están esos cazas?
-Por la intensidad parece que se acercan, por el nor-noroeste, pero todavía no hemos sido blocados por ningún radar de dirección de tiro.
-Menos de treinta segundos para el objetivo dijo Yeriomenko, que ahora tenía la responsabilidad de la navegación hasta el objetivo. Abro la bahía de armamento número uno.
Su voz sonaba impasible.
Kozlov redujo la velocidad para hacer una pasada de bombardeo acertada. Ojala que no hubiese ningún misil antiaéreo que no fueran los Stingers, o lo iban a pasar realmente mal.
El Blackjack atravesó el fiordo de noreste a suroeste, y al cruzar el glaciar, la computadora de bombardeo dio la orden para lanzar el armamento.
-Lanzo bombas sobre objetivo primario.
Al instante veintiséis bombas frenadas de 250 kg de alto explosivos salieron en dirección a la estación de radar de Thule. Tras unos instantes, tres de ellas lograron un impacto directo y dos más cayeron lo suficientemente cerca como para causar daños significativos. Las demás bombas también dañaron o destruyeron las enormes antenas de los ya inoperativos AN/FPS-49 y AN/FPS/50 y otras instalaciones asociadas situadas a unos pocos centenares de metros del radar.
-Impacto en el objetivo – informó el operador de armas. – Procedo a abrir la bahía de armamento número dos.
A Kozlov le impresionaba la serenidad de Yeriomenko.
Apenas seis millas separaban el radar de la base aérea, y todo se tenía que hacer con rapidez.
-¡Los cazas nos han iluminado! ¡Dos radares nos tienen blocados! – anunció el navegador.
-Vamos, vamos, rápido – decía para si mismo Kozlov
Delante de ellos se extendía la gran base aérea de Thule, y desde ella vieron elevarse tres delgadas columnas de humo, en dirección a ellos.
-Stingers – pensaron los pilotos.
Efectivamente, tenían razón, eran misiles lanzados desde el hombro, que pese a su intento, el bombardero atacante quedaba fuera de su alcance.
Kozlov y Agapov también observaron con mayor preocupación como dos cazas comenzaban a rodar por la pista, intentando alzar el vuelo.
-Lanzo bombas sobre objetivo secundario.
Esta vez, una docena de bombas frenadas de 250 Kg se mezclaron con otra docena de bombas de racimo, las cuales esparcieron pequeñas municiones de alto explosivo y perforantes por casi toda la base. Al impactar, un reguero de explosiones sacudió el suelo, y tanto la pista de carreteo como la pista principal fueron alcanzadas. Uno de los F-15 que intentaba despegar fue alcanzado por la explosión de una bomba y se convirtió en una bola de fuego a gran velocidad. El otro logró elevarse unos metros, pero alcanzado por algunas esquirlas, una columna de fuego comenzó a salir de su parte posterior. El piloto se eyectó y el avión se estrelló contra el mar nada más abandonar la costa.
De la base se elevaban varias columnas de humo cuando el bombardero soviético abandona la zona. No fueron daños graves, pero por al menos impediría que los restantes Eagles puedieran perseguir a los soviéticos.
Pero estos no estaban a salvo ni mucho menos...
Groenlandia
5º Parte
Conforme se adentraban en Groenlandia el tiempo iba empeorando. Un manto de nubes bajas cubría el cielo y una ligera lluvia comenzaba a caer sobre los cristales de la cabina. Pero lo peor era el viento. Las turbulencias se habían acrecentado y cada vez era más difícil controlar el enorme bombardero, pero la experiencia de los pilotos se notaba, y hacían que el vuelo fuese relativamente seguro.
-Anatoliy, ¿estado del armamento?
-Todo en verde, comandante.
-¿Estás listo para el lanzamiento? Todo será muy rápido, y no habrá una segunda oportunidad.
-Estoy listo.
Yeriomenko parecía frío, calculador y parco en palabras, muy diferente a Kozel, pero al igual que el navegador, era un experimentado tripulante de bombarderos y tenía la confianza de que haría bien su trabajo.
Todavía no había señales de los cazas enemigos, y se acercaban al su objetivo.
-¿Cuanto falta para el punto inicial? – pregunto Agapov a Kozel
-Ciento cincuenta kilómetros y acercándonos.
-¿Sigue todo despejado?
-…
-¿Teniente?
-…un momento camarada.
-¿Qué pasa Boris? – intervino Kozlov
-Aquí hay algo que no debería estar
-¿De que puñetas estás hablando? – Agapov se comenzaba a enfadar con la parsimonía del navegador.
-Una señal radar diferente a la del objetivo.
-Será la que había identificado inteligencia aérea como un radar de aproximación, ¿acaso no atendiste en la preparación de la misión?
-¿A esta distancia? Imposible, pero sin embargo procede de la misma dirección de ese “hipotético” radar
-¿Estás diciendo que los camaradas de inteligencia se han equivocado?
Agapov intentó que su comentario sonara sarcástico, pero el tenso silencio que se hizo en la cabina, le hizo caer en lo equivocado de su comentario.
-El servicio de inteligencia tiene toda mi confianza, camarada – dijo finalmente Kozel, con una intencionada carga irónica – pero lo que estoy detectando es un radar de descubierta aérea y según el sistema, un radar norteamericano denominado por ellos AN/TPS-43…un sistema móvil, transportable en avión.
-¿Cuánto queda para que nos detecte? – pregunto el comandante de la aeronave.
-La intensidad crece rápidamente, quizás unos veinte segundos.
Instintivamente Kozlov se pegó más al suelo y descendió hasta unos escasos cien metros para evitar el radar durante más tiempo.
-La intensidad decrece, pero no durara mucho, camarada.
Kozlov pensaba a toda velocidad. Aquel imprevisto suponía un grave problema para la misión. Si eran detectados tan pronto, los cazas enemigos podrían tener más tiempo para interceptarlos y sus posibilidades de supervivencia caían en picado.
Debía subir y acelerar, acercarse lo más rápido posible al radar, bombardearlo y salir a toda velocidad.
-Kozel, infórmame en cuanto el sistema diga que hemos sido detectados.
-Claro, ya queda poco.
Kozlov impulsó las palancas de gases hacia delante hasta el máximo de la potencia de los motores. Un ligero incremento de velocidad comenzó a notarse.
-¿Cuánto falta para el punto de inicio?
-Ciento diez kilómetros – la voz de Kozel parecía serena.
El aparato seguía ganando velocidad.
-Hemos sido detectados, camaradas. Nos tienen en su pantalla.
El piloto tiro de la palanca de mando hacia él para levantar el morro del aparato en un suave ascenso de 2 G,s de fuerza.
En poco más de medio minuto había ascendido hasta los 2.000 metros, y ahora los sistemas de avisos le indicaban que estaban siendo detectados no solo por el radar de búsqueda aérea, si no también por el AN/FPS-120.
Kozlov avanzó la palanca de gases hasta conectar la postcombustión, y el avión dio un salto hacia delante al acelerar. En pocos segundos traspasaron la barrera del sonidoy su velocidad seguía creciendo.
-¡Mierda! radares aéreos nos han localizado – anuncio el navegador.
-Los F-15 enemigos han aparecido – confirmo Agapov.
-Marcación, Boris, ¡marcación!
-…ehhh, 090 grados, a nuestra derecha, intensidad media.
Sin saber la distancia a la que se encontraban los cazas enemigos no se podía hacer ilusiones, pero confiaba que esa “intensidad media” significará que todavía podía volar sin interferencias los poco menos de cuatro minutos que restaban hasta el objetivo.
-Anatoliy enciende el radar y prepara el sistema óptico de bombardeo.
Tras unos segundos que tardó en activar el radar Obzor-K y la mira electro-óptica de bombardeo OPB-15T, el operador de armas respondió.
-Los sistemas están listos. Armo las bombas.
-Reduciré la velocidad justo antes de realizar la pasada de ataque, pero va a ser rápida. Ajusta la computadora para la altitud de lanzamiento a 3.500 metros, y la velocidad a 950 kilómetros por hora.
-Comprendido. Programo con los datos. 3.500 metros, 950 Km/h.
Más datos, como la velocidad y la dirección del viento, la temperatura exterior, el ángulo de inclinación del aparato, etc… eran introducidos automáticamente por la computadora para presentar el punto de impacto más probable de las bombas.
Aproximándose desde el noreste, el Tu-160 se había colocado en una trayectoria que le permitiría bombardear la estación de radar y la base sin variar el rumbo.
Kozlov observó delante de él las colinas libres de nieve de la parte norte del fiordo donde se situaba el objetivo, un poco más allá el glaciar que se adentraba hasta la mitad de dicho fiordo, y finalmente la propia estación, con su gran radar.
-Boris, dime algo ¿Dónde están esos cazas?
-Por la intensidad parece que se acercan, por el nor-noroeste, pero todavía no hemos sido blocados por ningún radar de dirección de tiro.
-Menos de treinta segundos para el objetivo dijo Yeriomenko, que ahora tenía la responsabilidad de la navegación hasta el objetivo. Abro la bahía de armamento número uno.
Su voz sonaba impasible.
Kozlov redujo la velocidad para hacer una pasada de bombardeo acertada. Ojala que no hubiese ningún misil antiaéreo que no fueran los Stingers, o lo iban a pasar realmente mal.
El Blackjack atravesó el fiordo de noreste a suroeste, y al cruzar el glaciar, la computadora de bombardeo dio la orden para lanzar el armamento.
-Lanzo bombas sobre objetivo primario.
Al instante veintiséis bombas frenadas de 250 kg de alto explosivos salieron en dirección a la estación de radar de Thule. Tras unos instantes, tres de ellas lograron un impacto directo y dos más cayeron lo suficientemente cerca como para causar daños significativos. Las demás bombas también dañaron o destruyeron las enormes antenas de los ya inoperativos AN/FPS-49 y AN/FPS/50 y otras instalaciones asociadas situadas a unos pocos centenares de metros del radar.
-Impacto en el objetivo – informó el operador de armas. – Procedo a abrir la bahía de armamento número dos.
A Kozlov le impresionaba la serenidad de Yeriomenko.
Apenas seis millas separaban el radar de la base aérea, y todo se tenía que hacer con rapidez.
-¡Los cazas nos han iluminado! ¡Dos radares nos tienen blocados! – anunció el navegador.
-Vamos, vamos, rápido – decía para si mismo Kozlov
Delante de ellos se extendía la gran base aérea de Thule, y desde ella vieron elevarse tres delgadas columnas de humo, en dirección a ellos.
-Stingers – pensaron los pilotos.
Efectivamente, tenían razón, eran misiles lanzados desde el hombro, que pese a su intento, el bombardero atacante quedaba fuera de su alcance.
Kozlov y Agapov también observaron con mayor preocupación como dos cazas comenzaban a rodar por la pista, intentando alzar el vuelo.
-Lanzo bombas sobre objetivo secundario.
Esta vez, una docena de bombas frenadas de 250 Kg se mezclaron con otra docena de bombas de racimo, las cuales esparcieron pequeñas municiones de alto explosivo y perforantes por casi toda la base. Al impactar, un reguero de explosiones sacudió el suelo, y tanto la pista de carreteo como la pista principal fueron alcanzadas. Uno de los F-15 que intentaba despegar fue alcanzado por la explosión de una bomba y se convirtió en una bola de fuego a gran velocidad. El otro logró elevarse unos metros, pero alcanzado por algunas esquirlas, una columna de fuego comenzó a salir de su parte posterior. El piloto se eyectó y el avión se estrelló contra el mar nada más abandonar la costa.
De la base se elevaban varias columnas de humo cuando el bombardero soviético abandona la zona. No fueron daños graves, pero por al menos impediría que los restantes Eagles puedieran perseguir a los soviéticos.
Pero estos no estaban a salvo ni mucho menos...
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FURIA ÁRTICA
Groenlandia
6ª Parte
Ahora Kozlov se enfrentaba a un gran problema. Si viraba para volver a su base, por el camino que se había previsto, restaría velocidad a su aparato y sobre todo, se colocaría en una posición mucho más favorable para ser atacado por los cazas enemigos. Ya había cumplido su misión, pero no tenía ninguna intención de ser derribado por los capitalistas.
Rápidamente barajó las opciones que tenían. Descartó de inmediato seguir los planes previstos para no facilitar las cosas a sus perseguidores. Si seguía hacia el oeste a toda velocidad se quedaría sin combustible mucho antes de poder llegar a cualquier base en la Madre Patria, así que escogió la tercera opción que vislumbraba. Inició un ligero giro a la izquierda en un intento de poner el máximo de distancia entre sus perseguidores y ellos, a la vez que se elevaba y volvía a conectar la postcombustión. Un minuto después, a los 7.500 metros, el avión se acercaba a su máxima velocidad de unos 2.000 kilómetros por hora, cuando de pronto comenzó a sonar la alarma de misiles
-¡Misiles enemigos! Tenemos...dos misiles siguiéndonos. Sector de cola – anunció Kozel.
-¡Vamos cacharro, acelera! – gritó en voz alta Agapov.
Kozlov hizó sus cálculos. Si las fuentes de inteligencia eran fiables esta vez, los misiles que les seguían, les debían doblar la velocidad, así que a menos que los hubiesen disparado a distancia extrema de su alcance, pese a lo rápido que iba el bombardero, tenían muchas opciones de alcanzarlo.
-El sistema de guerra electrónica. Activa las contramedidas – ordeno Kozlov.
El navegador no se hizo de rogar y con la rapidez de quien ha practicado y ejecutado un movimiento centenares de veces, conecto el equipo ECM y lo puso a funcionar con la esperanza que confundiese a los misiles que los perseguían.
Por suerte para la tripulación del Blackjack, años atrás, los ingenieros de Tupolev habían convencido a la Fuerza Aérea para que abandonara la arcaica tradición de montar cañones en la cola del aparato, y gracias a ello, el sistema ECM, situado en esa parte del fuselaje, pudo ser mayor y proporcionar mejores características.
-Hemos despistado a uno. – Dijo Kozel.
El primer misil, efectivamente se desvió de su objetivo gracias a la nube que ahora aparecía en su electrónico sistema de control, pero el segundo se mantenía firme detrás de ellos.
-Mierda, el otro se está acercando demasiado. – Y sin esperar más ordenes del comandante de la aeronave, el navegador actuó. - Lanzo contramedidas pasivas.
Pulsó el botón correspondiente repetidas veces y un gran número de tiras de aluminio salieron despedidas del extremo final del aparato. El segundo misil, esta vez sí, se dejó engañar, y se desvió, persiguiendo alguna de aquellas pequeñas tiras.
Kozel respiró aliviado, y el resto de la tripulación no necesitó que la luz y la alarma sonora cesaran en su aviso, para saber que el peligro había pasado. De momento.
-¡Más misiles! Joder, ¿estos cabrones no van a dejarnos en paz? – rugió el navegador.
Kozlov miró el cuadro de mandos. Iban a máxima velocidad, sin posibilidad de maniobrar, así que debían confiar en sus sistemas de contramedidas y rogar por que los americanos lanzasen sus misiles desde más lejos, aunque era muy poco probable que los lanzasen si estaban fuera de sus parámetros de tiro.
-¿Cuantos son? – Pregunto Agapov
-Tres,…cuatro, camarada.
-Joder – se lamentó el copiloto.
-No espere,... ahora son tres. ¿Qué ha pasado?
-No lo se, pero no voy a parar para preguntárselo – Kozlov pensó que un chascarrillo aliviaría la presión de su tripulación.
Lo que sucedió es que uno de los Sparrows recién lanzados, tuvo un defecto en una de las aletas de control, y al poco de ser lanzado el misil, la perdió, iniciando una trayectoria errante que hizo que un segundo y medio después se autodestruyera.
Pero todavía quedaban tres más en el aire y acortaban las distancias con su objetivo.
-Nos siguen, camaradas. Voy a hacer algunas variaciones con las contramedidas.
Kozel varió ligeramente las frecuencias del ECM, ya que el sistema no permitía más, y cuando iba a volver a dejarlas como estaban porque no parecía haber ningún resultado, otro de los misiles desapareció de la pantalla de alerta.
-Bien muchacho, sigue así – dijo Kozlov.
Kozel lo volvió a intentar, pero no daba resultado.
-Haz algo o nos van a joder…camarada – dijo el copiloto.
-Lanzo más contramedidas.
Esta vez Kozel le dio gusto al “gatillo” y lanzó todo lo que quedaba de tiras de aluminio y también alguna bengala, - “por si acaso” – pensó, pero era más un gesto de desesperación que otra cosa.
De nuevo otro misil desapareció de la pantalla. Pero no hubo mucho tiempo para alegrarse. El último misil ya estaba muy cerca y su espoleta de proximidad le hizo estallar unos dos metros detrás y ligeramente por encima de la cola del bombardero.
-¡Nos han alcanzado! – dijo Kozel tras sentirse el impacto en el avión.
- Anatoliy, daños. – Dijo con urgencia el piloto.
La respuesta se hizo esperar unos segundos.
-No hay sistemas esenciales dañados camarada, pero hemos perdido algunos sistemas.
Yeriomenko explico en voz alta lo que aparecía en su pantalla.
Varios fragmentos se alojaron en la parte final del fuselaje, destruyendo el equipo de guerra electrónica, los casi vacíos depósitos de señuelos, el paracaídas de frenado, y además perforó el tanque de combustible trasero, que por suerte para los soviéticos, ya había sido consumido y no produjo daños serios.
Otros fragmentos del misil atravesaron el timón de dirección y el timón derecho de profanidad, pero esto lo comprobaría más tarde Kozlov cuando intentase maniobrar el avión.
Se había demostrado que derribar un aparato de aquellas dimensiones con un solo misil sin que afectase a zonas vitales, era una tarea difícil.
-Camaradas, calma, seguimos volando.
Pero la tensión se palpaba en la cabina. Todos esperaban otro lanzamiento de misiles de los cazas enemigos.
-Ehhh…los radares de los cazas enemigos han desaparecido, camaradas.
-¿Qué?
-No hay señal de radares aéreos, y el terrestre pierde fuerza.
-Bien - pensó el piloto – después de todo puede que salgamos vivos de esta.
Bajo la cabeza de nuevo para mirar los instrumentos y se dio cuenta de la enorme cantidad de combustible que habían consumido en aquella acelerada huida.
Debía volver a velocidad de crucero lo antes posible, pero ¿y si los americanos habían apagado sus radares pero todavía los perseguían? Comenzó de nuevo a hacer cuentas de cabeza, pero Yeriomenko se le había adelantado.
-Camarada Kozlov, creo que la ausencia de señales de los cazas americanos se debe a que han tenido que regresar a su base por falta de combustible. Su alcance es mucho menor que el nuestro, y si nos han seguido a máxima velocidad, han debido gastar una gran cantidad. Si llevaban en patrulla, aunque fuera un tercio de su tiempo, seguramente estarían quedándose secos.
-Creo que tienes razón. Vamos a frenar un poco.
El Blackjack comenzó a decelerar y en cuanto pudo, Kozlov inició un giro a su izquierda, y cuando intentaba afinar el rumbo y la altitud, fue cuando notó que los timones de cola no respondían como debían.
-Tenemos problemas con los timones, pero de momento no nos impiden volar – anunció.
-Creo que no es el mayor de nuestros problemas camarada Kozlov.
Agapov había estado consultando la cantidad de combustible restante, y creía que no sería suficiente para volver a la base de partida, que era la más cercana.
-Boris, si marcamos un rumbo de regreso alejado de la base que hemos bombardeado – nadie quería arriesgarse a acercarse por allí, y que algún otro pájaro hubiese podido despegar con ganas de venganza los localizase, era mejor alejarse lo máximo posible y seguir una trayectoria hacia el este durante unas 150 millas, y luego rumbo a la “Rodina” – ¿hasta donde llegaremos?
Kozel hizo sus cálculos con ayuda de una calculadora de mano que siempre llevaba consigo.
-Si volamos en crucero y a esta altura – explicó el navegador – nos quedaremos a unos 700 kilómetros de la base.
Todos se acordaron en ese momento del oficial del estado mayor de la DA que consideró “más que sobrado” el combustible para aquella misión, y no previó imponderables, negándoles su solicitud de un avión cisterna de apoyo.
-Tranquilos, llamaremos por radio y que nos manden un cisterna. Todavía hay tiempo si tienen alguno en alguna base del norte.
Le hizo un gesto a Yeriomenko para que se encargara de la tarea.
Este lo intentó, pero tras el segundo intento, el siempre frío teniente respondió algo contrariado.
-Camarada, lo siento, pero parece como si no hubiese señal. Es como si no pudiesemos emitir.
-¿Qué estás diciendo? ¿Hemos sufrido daños en la emisora?
-En el panel está en verde, pero no funciona.
-Bien,… mira a ver que puedes hacer.
Un cúmulo de fallos se habían aliado para que no pudieran comunicarse con el mando. La antena VHF sobre la cabina no había podido soportar la velocidad que había mantenido el aparato, y debido a un remache insuficientemente soldado, se había desprendido, pero el sensor que debía avisar de alguna anomalía, se había averiado y no señalaba nada.
Tras unos minutos, Yeriomenko le dijo a Kozlov que no se podía hacer nada, simplemente no parecía que emitieran ninguna señal.
Cuando llegaron al punto donde viraron de nuevo hacia el noreste, de regreso a la base, la tripulación seguía dándole vueltas a las opciones que tenían.
Cuando estuvieran en rango para la radio de corto alcance, no habría tiempo para que ningún cisterna los alcanzase. No había ninguna otra posibilidad de aterrizar en otra pista, aunque fuera corta o semi-preparada. Finalmente Kozlov tomó una decisión. Bajarían a baja cota e intentarían tomar tierra en el congelado ártico si es que encontraban algún sitio que fuese factible, y si no era posible, se lanzarían en paracaídas, no sin antes avisar de su posición para que fuesen rescatados.
Con esa idea en mente, y con un ojo puesto en la pantalla de alertas ESM y otro en el cielo por si veían algún contraste o humo de motores de cazas enemigos, volaron cruzando Groenlandia de suroeste a noreste. Al abandonar la helada isla, el combustible comenzaba a estar bajo mínimos, pero confiaban en que aguantara hasta el punto que habían previsto y que estuvieran al alcance de emisión de la radio de corto alcance.
-Tened todo listo para el salto por si fuera necesario. – Comentó Kozlov. – Repasar los procedimientos y preparar el equipo de supervivencia.
A nadie le gustaba la idea de saltar en pleno vuelo, comenzando por el asiento eyector, el K-36, el mismo del caza Mig-29, y que no era del agrado de las tripulaciones de los bombarderos, y terminando por tener que sobrevivir en un gélido e inhóspito terreno como era el Ártico.
Los minutos pasaban lentamente y el aparato se dirigía hacia su destino, pero cuando todavía faltaban más de cien millas para el punto donde debían tomar “hielo” o saltar, pasó algo inesperado. Yeriomenko fue el primero en verlo en su panel de avisos.
-El motor número 3 está en llamas – dijo con la voz ligeramente afectada.
Kozlov lo comprobó en su propio panel de rendimiento de motores, y efectivamente, vio como dicho motor perdía potencia.
-Extintores, ¡ya!
-Extintores del motor número 3 activos… no surte efecto, camarada.
Kozlov pensó en algún método para hacer llegar menos oxigeno y que el viento no avivara más las llamas y que ayudase a los extintores en su labor, a la vez que reducía la potencia en el motor, pero Yeriomenko volvió a llamar su atención.
-Las llamas se extienden, el motor número cuatro está ardiendo.
-Joder- pensó para si mismo el veterano piloto. Los motores habían sido el punto débil del aparato desde su primer vuelo, y aunque los ingenieros aseguraron tras el segundo vuelo de pruebas que todo estaba solucionado, ahora parecía meridianamente claro que no era así. Además, aquel vuelo tan exigente a baja cota y aquellas grandes velocidades a las que se había visto obligado a pedir al aparato, seguro que no ayudaron en nada.
-Camarada, fallo total en los motores tres y cuatro.
-Corto los motores tres y cuatro.
Aquello no iba bien. Kozlov y su tripulación se preguntaban que iba a ser lo próximo. Con solo dos motores de un lado, la nave volaba desestabilizada y con los timones de cola dañados, gobernar el aparato sería una tarea complicadísima.
-Fallo en el motor número uno.
-¡Al carajo!- dijo Agapov. – Ahora si que estamos jodidos.
Lo expreso de una forma un tanto ruda, pero no dejaba de tener razón.
-Llamad por radio.
-Estamos fuera de alcance, camarada.
-Da lo mismo. Hazlo.
Cozlov confiaba en las cosas raras que tienen las ondas de radio y la atmósfera, y más en aquellas latitudes tan al norte. Era una posibilidad débil, pero no imposible, había que intentarlo.
-Identifícate y da nuestra situación. Vamos a saltar, que envíen un avión de rescate.
Yeriomenko obedeció, aun sin estar nada convencido de lo que hacía.
El avión había perdido ya todos los motores y estaba perdiendo altura de manera rápida.
Kozlov trató que el descenso fuera lo más suave posible, ya que quería saltar a una distancia no muy alta, para no congelarse ni llegar muy dispersos unos de otros, ya que allí abajo, se iban a necesitar para sobrevivir.
Cuando el bombardero cruzó los 3.000 metros de altitud llegó el momento, el aparato era ya ingobernable y de un momento a otro iniciaría una barrena, en la que el salto sería muchísimo más arriesgado.
-Preparados. ¡Ahora!
Kozlov inició el sistema de eyección de los cuatro tripulantes. La parte superior del fuselaje, sobre sus respectivos asientos salieron despedidos y ellos impulsados por el cohete que había debajo de su asiento, se encontraron cayendo por el frío cielo ártico pocos instantes después.
Los paracaídas de sus asientos se desplegaron y los estabilizaron los suficiente para que al desengancharse ellos de los asientos, sus propios paracaídas funcionasen a la perfección. Pudieron ver claramente como su avión se estrellaba contra el hielo a varias millas de distancia.
Tardaron varios minutos en llegar a tierra, y pese a sus intentos quedaron algo dispersos, pero dentro del alcance visual.
La noche se aproximaba rápidamente y debían permanecer unidos. Finalmente se reunieron donde había caído Agapov, por que este no se podía mover al haberse roto los dos tobillos al tomar tierra. También Kozel tenía algunas magulladuras sufridas durante el abandono del aparato. Pusieron en marcha sus localizadores y recordando sus lecciones de supervivencia trataron de fabricar con nieve un refugio para pasar la noche a resguardo y no morir congelados. Todos sabían que las posibilidades de ser rescatados eran muy pequeñas, pero no por ello iban a dejar de intentarlo.
Cuando estaban en plena labor, algo sucedió. La superficie donde estaban comenzó a temblar. No podían creer la increíble mala suerte que estaban teniendo. ¿Un terremoto allí y en ese momento? Parecía una broma de muy mal gusto.
De pronto vieron como el hielo se resquebrajaba a unos trescientos metros de su posición, y vieron emerger una gran estructura de color negro, con una estrella roja en su parte frontal.
-¿Qué...que co...? – mascullo Agapov
-¡Un submarino! – Dijo con alegría Yeriomenko – De los nuestros.
-¿Pero…que hace aquí? – dijo todavía incrédulo Kozlov.
No tardaría en saber la respuesta a su pregunta. Eran el equipo de rescate.
La tripulación del submarino salió en ayuda de los aviadores y los subieron a bordo.
Inmediatamente se sumergieron y el submarino, un Shchuka (Victor III), reanudó su labor de proteger a uno de los SSBN que la URSS tenía todavía en el Ártico.
Allí supieron que su desesperada llamada de radio, por uno de aquellos azares de la vida y de las ondas hertzianas, había llegado a los oídos adecuados, y después de valorar distintas opciones, se convino que avisar al submarino de escolta que estaba prácticamente bajo el hielo que estos tomarían tierra sería lo mejor.
Así, la valerosa tripulación del “Cisne Negro”, logró salvar la vida y dar cuentas del resultado de su misión y del destino de su aparato, y aunque tuvieron que pasarse el resto de la guerra encerrados en un trozo de hierro bajo el mar, todos dieron gracias por seguir vivos para contarlo.
Groenlandia
6ª Parte
Ahora Kozlov se enfrentaba a un gran problema. Si viraba para volver a su base, por el camino que se había previsto, restaría velocidad a su aparato y sobre todo, se colocaría en una posición mucho más favorable para ser atacado por los cazas enemigos. Ya había cumplido su misión, pero no tenía ninguna intención de ser derribado por los capitalistas.
Rápidamente barajó las opciones que tenían. Descartó de inmediato seguir los planes previstos para no facilitar las cosas a sus perseguidores. Si seguía hacia el oeste a toda velocidad se quedaría sin combustible mucho antes de poder llegar a cualquier base en la Madre Patria, así que escogió la tercera opción que vislumbraba. Inició un ligero giro a la izquierda en un intento de poner el máximo de distancia entre sus perseguidores y ellos, a la vez que se elevaba y volvía a conectar la postcombustión. Un minuto después, a los 7.500 metros, el avión se acercaba a su máxima velocidad de unos 2.000 kilómetros por hora, cuando de pronto comenzó a sonar la alarma de misiles
-¡Misiles enemigos! Tenemos...dos misiles siguiéndonos. Sector de cola – anunció Kozel.
-¡Vamos cacharro, acelera! – gritó en voz alta Agapov.
Kozlov hizó sus cálculos. Si las fuentes de inteligencia eran fiables esta vez, los misiles que les seguían, les debían doblar la velocidad, así que a menos que los hubiesen disparado a distancia extrema de su alcance, pese a lo rápido que iba el bombardero, tenían muchas opciones de alcanzarlo.
-El sistema de guerra electrónica. Activa las contramedidas – ordeno Kozlov.
El navegador no se hizo de rogar y con la rapidez de quien ha practicado y ejecutado un movimiento centenares de veces, conecto el equipo ECM y lo puso a funcionar con la esperanza que confundiese a los misiles que los perseguían.
Por suerte para la tripulación del Blackjack, años atrás, los ingenieros de Tupolev habían convencido a la Fuerza Aérea para que abandonara la arcaica tradición de montar cañones en la cola del aparato, y gracias a ello, el sistema ECM, situado en esa parte del fuselaje, pudo ser mayor y proporcionar mejores características.
-Hemos despistado a uno. – Dijo Kozel.
El primer misil, efectivamente se desvió de su objetivo gracias a la nube que ahora aparecía en su electrónico sistema de control, pero el segundo se mantenía firme detrás de ellos.
-Mierda, el otro se está acercando demasiado. – Y sin esperar más ordenes del comandante de la aeronave, el navegador actuó. - Lanzo contramedidas pasivas.
Pulsó el botón correspondiente repetidas veces y un gran número de tiras de aluminio salieron despedidas del extremo final del aparato. El segundo misil, esta vez sí, se dejó engañar, y se desvió, persiguiendo alguna de aquellas pequeñas tiras.
Kozel respiró aliviado, y el resto de la tripulación no necesitó que la luz y la alarma sonora cesaran en su aviso, para saber que el peligro había pasado. De momento.
-¡Más misiles! Joder, ¿estos cabrones no van a dejarnos en paz? – rugió el navegador.
Kozlov miró el cuadro de mandos. Iban a máxima velocidad, sin posibilidad de maniobrar, así que debían confiar en sus sistemas de contramedidas y rogar por que los americanos lanzasen sus misiles desde más lejos, aunque era muy poco probable que los lanzasen si estaban fuera de sus parámetros de tiro.
-¿Cuantos son? – Pregunto Agapov
-Tres,…cuatro, camarada.
-Joder – se lamentó el copiloto.
-No espere,... ahora son tres. ¿Qué ha pasado?
-No lo se, pero no voy a parar para preguntárselo – Kozlov pensó que un chascarrillo aliviaría la presión de su tripulación.
Lo que sucedió es que uno de los Sparrows recién lanzados, tuvo un defecto en una de las aletas de control, y al poco de ser lanzado el misil, la perdió, iniciando una trayectoria errante que hizo que un segundo y medio después se autodestruyera.
Pero todavía quedaban tres más en el aire y acortaban las distancias con su objetivo.
-Nos siguen, camaradas. Voy a hacer algunas variaciones con las contramedidas.
Kozel varió ligeramente las frecuencias del ECM, ya que el sistema no permitía más, y cuando iba a volver a dejarlas como estaban porque no parecía haber ningún resultado, otro de los misiles desapareció de la pantalla de alerta.
-Bien muchacho, sigue así – dijo Kozlov.
Kozel lo volvió a intentar, pero no daba resultado.
-Haz algo o nos van a joder…camarada – dijo el copiloto.
-Lanzo más contramedidas.
Esta vez Kozel le dio gusto al “gatillo” y lanzó todo lo que quedaba de tiras de aluminio y también alguna bengala, - “por si acaso” – pensó, pero era más un gesto de desesperación que otra cosa.
De nuevo otro misil desapareció de la pantalla. Pero no hubo mucho tiempo para alegrarse. El último misil ya estaba muy cerca y su espoleta de proximidad le hizo estallar unos dos metros detrás y ligeramente por encima de la cola del bombardero.
-¡Nos han alcanzado! – dijo Kozel tras sentirse el impacto en el avión.
- Anatoliy, daños. – Dijo con urgencia el piloto.
La respuesta se hizo esperar unos segundos.
-No hay sistemas esenciales dañados camarada, pero hemos perdido algunos sistemas.
Yeriomenko explico en voz alta lo que aparecía en su pantalla.
Varios fragmentos se alojaron en la parte final del fuselaje, destruyendo el equipo de guerra electrónica, los casi vacíos depósitos de señuelos, el paracaídas de frenado, y además perforó el tanque de combustible trasero, que por suerte para los soviéticos, ya había sido consumido y no produjo daños serios.
Otros fragmentos del misil atravesaron el timón de dirección y el timón derecho de profanidad, pero esto lo comprobaría más tarde Kozlov cuando intentase maniobrar el avión.
Se había demostrado que derribar un aparato de aquellas dimensiones con un solo misil sin que afectase a zonas vitales, era una tarea difícil.
-Camaradas, calma, seguimos volando.
Pero la tensión se palpaba en la cabina. Todos esperaban otro lanzamiento de misiles de los cazas enemigos.
-Ehhh…los radares de los cazas enemigos han desaparecido, camaradas.
-¿Qué?
-No hay señal de radares aéreos, y el terrestre pierde fuerza.
-Bien - pensó el piloto – después de todo puede que salgamos vivos de esta.
Bajo la cabeza de nuevo para mirar los instrumentos y se dio cuenta de la enorme cantidad de combustible que habían consumido en aquella acelerada huida.
Debía volver a velocidad de crucero lo antes posible, pero ¿y si los americanos habían apagado sus radares pero todavía los perseguían? Comenzó de nuevo a hacer cuentas de cabeza, pero Yeriomenko se le había adelantado.
-Camarada Kozlov, creo que la ausencia de señales de los cazas americanos se debe a que han tenido que regresar a su base por falta de combustible. Su alcance es mucho menor que el nuestro, y si nos han seguido a máxima velocidad, han debido gastar una gran cantidad. Si llevaban en patrulla, aunque fuera un tercio de su tiempo, seguramente estarían quedándose secos.
-Creo que tienes razón. Vamos a frenar un poco.
El Blackjack comenzó a decelerar y en cuanto pudo, Kozlov inició un giro a su izquierda, y cuando intentaba afinar el rumbo y la altitud, fue cuando notó que los timones de cola no respondían como debían.
-Tenemos problemas con los timones, pero de momento no nos impiden volar – anunció.
-Creo que no es el mayor de nuestros problemas camarada Kozlov.
Agapov había estado consultando la cantidad de combustible restante, y creía que no sería suficiente para volver a la base de partida, que era la más cercana.
-Boris, si marcamos un rumbo de regreso alejado de la base que hemos bombardeado – nadie quería arriesgarse a acercarse por allí, y que algún otro pájaro hubiese podido despegar con ganas de venganza los localizase, era mejor alejarse lo máximo posible y seguir una trayectoria hacia el este durante unas 150 millas, y luego rumbo a la “Rodina” – ¿hasta donde llegaremos?
Kozel hizo sus cálculos con ayuda de una calculadora de mano que siempre llevaba consigo.
-Si volamos en crucero y a esta altura – explicó el navegador – nos quedaremos a unos 700 kilómetros de la base.
Todos se acordaron en ese momento del oficial del estado mayor de la DA que consideró “más que sobrado” el combustible para aquella misión, y no previó imponderables, negándoles su solicitud de un avión cisterna de apoyo.
-Tranquilos, llamaremos por radio y que nos manden un cisterna. Todavía hay tiempo si tienen alguno en alguna base del norte.
Le hizo un gesto a Yeriomenko para que se encargara de la tarea.
Este lo intentó, pero tras el segundo intento, el siempre frío teniente respondió algo contrariado.
-Camarada, lo siento, pero parece como si no hubiese señal. Es como si no pudiesemos emitir.
-¿Qué estás diciendo? ¿Hemos sufrido daños en la emisora?
-En el panel está en verde, pero no funciona.
-Bien,… mira a ver que puedes hacer.
Un cúmulo de fallos se habían aliado para que no pudieran comunicarse con el mando. La antena VHF sobre la cabina no había podido soportar la velocidad que había mantenido el aparato, y debido a un remache insuficientemente soldado, se había desprendido, pero el sensor que debía avisar de alguna anomalía, se había averiado y no señalaba nada.
Tras unos minutos, Yeriomenko le dijo a Kozlov que no se podía hacer nada, simplemente no parecía que emitieran ninguna señal.
Cuando llegaron al punto donde viraron de nuevo hacia el noreste, de regreso a la base, la tripulación seguía dándole vueltas a las opciones que tenían.
Cuando estuvieran en rango para la radio de corto alcance, no habría tiempo para que ningún cisterna los alcanzase. No había ninguna otra posibilidad de aterrizar en otra pista, aunque fuera corta o semi-preparada. Finalmente Kozlov tomó una decisión. Bajarían a baja cota e intentarían tomar tierra en el congelado ártico si es que encontraban algún sitio que fuese factible, y si no era posible, se lanzarían en paracaídas, no sin antes avisar de su posición para que fuesen rescatados.
Con esa idea en mente, y con un ojo puesto en la pantalla de alertas ESM y otro en el cielo por si veían algún contraste o humo de motores de cazas enemigos, volaron cruzando Groenlandia de suroeste a noreste. Al abandonar la helada isla, el combustible comenzaba a estar bajo mínimos, pero confiaban en que aguantara hasta el punto que habían previsto y que estuvieran al alcance de emisión de la radio de corto alcance.
-Tened todo listo para el salto por si fuera necesario. – Comentó Kozlov. – Repasar los procedimientos y preparar el equipo de supervivencia.
A nadie le gustaba la idea de saltar en pleno vuelo, comenzando por el asiento eyector, el K-36, el mismo del caza Mig-29, y que no era del agrado de las tripulaciones de los bombarderos, y terminando por tener que sobrevivir en un gélido e inhóspito terreno como era el Ártico.
Los minutos pasaban lentamente y el aparato se dirigía hacia su destino, pero cuando todavía faltaban más de cien millas para el punto donde debían tomar “hielo” o saltar, pasó algo inesperado. Yeriomenko fue el primero en verlo en su panel de avisos.
-El motor número 3 está en llamas – dijo con la voz ligeramente afectada.
Kozlov lo comprobó en su propio panel de rendimiento de motores, y efectivamente, vio como dicho motor perdía potencia.
-Extintores, ¡ya!
-Extintores del motor número 3 activos… no surte efecto, camarada.
Kozlov pensó en algún método para hacer llegar menos oxigeno y que el viento no avivara más las llamas y que ayudase a los extintores en su labor, a la vez que reducía la potencia en el motor, pero Yeriomenko volvió a llamar su atención.
-Las llamas se extienden, el motor número cuatro está ardiendo.
-Joder- pensó para si mismo el veterano piloto. Los motores habían sido el punto débil del aparato desde su primer vuelo, y aunque los ingenieros aseguraron tras el segundo vuelo de pruebas que todo estaba solucionado, ahora parecía meridianamente claro que no era así. Además, aquel vuelo tan exigente a baja cota y aquellas grandes velocidades a las que se había visto obligado a pedir al aparato, seguro que no ayudaron en nada.
-Camarada, fallo total en los motores tres y cuatro.
-Corto los motores tres y cuatro.
Aquello no iba bien. Kozlov y su tripulación se preguntaban que iba a ser lo próximo. Con solo dos motores de un lado, la nave volaba desestabilizada y con los timones de cola dañados, gobernar el aparato sería una tarea complicadísima.
-Fallo en el motor número uno.
-¡Al carajo!- dijo Agapov. – Ahora si que estamos jodidos.
Lo expreso de una forma un tanto ruda, pero no dejaba de tener razón.
-Llamad por radio.
-Estamos fuera de alcance, camarada.
-Da lo mismo. Hazlo.
Cozlov confiaba en las cosas raras que tienen las ondas de radio y la atmósfera, y más en aquellas latitudes tan al norte. Era una posibilidad débil, pero no imposible, había que intentarlo.
-Identifícate y da nuestra situación. Vamos a saltar, que envíen un avión de rescate.
Yeriomenko obedeció, aun sin estar nada convencido de lo que hacía.
El avión había perdido ya todos los motores y estaba perdiendo altura de manera rápida.
Kozlov trató que el descenso fuera lo más suave posible, ya que quería saltar a una distancia no muy alta, para no congelarse ni llegar muy dispersos unos de otros, ya que allí abajo, se iban a necesitar para sobrevivir.
Cuando el bombardero cruzó los 3.000 metros de altitud llegó el momento, el aparato era ya ingobernable y de un momento a otro iniciaría una barrena, en la que el salto sería muchísimo más arriesgado.
-Preparados. ¡Ahora!
Kozlov inició el sistema de eyección de los cuatro tripulantes. La parte superior del fuselaje, sobre sus respectivos asientos salieron despedidos y ellos impulsados por el cohete que había debajo de su asiento, se encontraron cayendo por el frío cielo ártico pocos instantes después.
Los paracaídas de sus asientos se desplegaron y los estabilizaron los suficiente para que al desengancharse ellos de los asientos, sus propios paracaídas funcionasen a la perfección. Pudieron ver claramente como su avión se estrellaba contra el hielo a varias millas de distancia.
Tardaron varios minutos en llegar a tierra, y pese a sus intentos quedaron algo dispersos, pero dentro del alcance visual.
La noche se aproximaba rápidamente y debían permanecer unidos. Finalmente se reunieron donde había caído Agapov, por que este no se podía mover al haberse roto los dos tobillos al tomar tierra. También Kozel tenía algunas magulladuras sufridas durante el abandono del aparato. Pusieron en marcha sus localizadores y recordando sus lecciones de supervivencia trataron de fabricar con nieve un refugio para pasar la noche a resguardo y no morir congelados. Todos sabían que las posibilidades de ser rescatados eran muy pequeñas, pero no por ello iban a dejar de intentarlo.
Cuando estaban en plena labor, algo sucedió. La superficie donde estaban comenzó a temblar. No podían creer la increíble mala suerte que estaban teniendo. ¿Un terremoto allí y en ese momento? Parecía una broma de muy mal gusto.
De pronto vieron como el hielo se resquebrajaba a unos trescientos metros de su posición, y vieron emerger una gran estructura de color negro, con una estrella roja en su parte frontal.
-¿Qué...que co...? – mascullo Agapov
-¡Un submarino! – Dijo con alegría Yeriomenko – De los nuestros.
-¿Pero…que hace aquí? – dijo todavía incrédulo Kozlov.
No tardaría en saber la respuesta a su pregunta. Eran el equipo de rescate.
La tripulación del submarino salió en ayuda de los aviadores y los subieron a bordo.
Inmediatamente se sumergieron y el submarino, un Shchuka (Victor III), reanudó su labor de proteger a uno de los SSBN que la URSS tenía todavía en el Ártico.
Allí supieron que su desesperada llamada de radio, por uno de aquellos azares de la vida y de las ondas hertzianas, había llegado a los oídos adecuados, y después de valorar distintas opciones, se convino que avisar al submarino de escolta que estaba prácticamente bajo el hielo que estos tomarían tierra sería lo mejor.
Así, la valerosa tripulación del “Cisne Negro”, logró salvar la vida y dar cuentas del resultado de su misión y del destino de su aparato, y aunque tuvieron que pasarse el resto de la guerra encerrados en un trozo de hierro bajo el mar, todos dieron gracias por seguir vivos para contarlo.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
- flanker33
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Algunas imagenes para el relato:
Kozlov y Agapov antes del despegue:
El "Cisne Negro" rumbo a su objetivo
El objetivo. La estación de radar (rodeada en rojo), la base aerea y la trayectoria del bombardero.
El Tu-160 escapando a toda velocidad
Salvados por el submarino
Saludos.
Kozlov y Agapov antes del despegue:
El "Cisne Negro" rumbo a su objetivo
El objetivo. La estación de radar (rodeada en rojo), la base aerea y la trayectoria del bombardero.
El Tu-160 escapando a toda velocidad
Salvados por el submarino
Saludos.
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- flanker33
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Buenos días a todos,
gracias por vuestros comentarios. La verdad es que se lo pasa uno bien escribiendo esto, lastima que que no disponga de más tiempo.
Aprovecho para agradecer tambien a sergiopl sus ideas e información de gran calidad.
Diga usted que si
Saludos cordiales.
gracias por vuestros comentarios. La verdad es que se lo pasa uno bien escribiendo esto, lastima que que no disponga de más tiempo.
Aprovecho para agradecer tambien a sergiopl sus ideas e información de gran calidad.
yo creo que cuando vieron el submarino les volvió el alma al cuerpo!
Diga usted que si
Saludos cordiales.
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